La ética y los
privilegios…
Se necesita el aporte
mensual de más de 400 empleados públicos para cubrir las pensiones que cobrará
la Vicepresidenta. En esta nota se propone analizar desde la ética la validez
de la actitud de CFK y de la clase dirigente que, pudiendo modificarlo,
mantiene esas prerrogativas de privilegio.
© Escrito por Américo Schvartzman (*) el
lunes 11/01/2021 y publicado por el Periódico Digital La Vanguardia de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.
Una trabajadora
monotributista que integra una cooperativa en Concepción del Uruguay logró,
después de trámites y diálogos interminables y derivas de un funcionario a
otro, que le reconocieran un subsidio como parte de una cooperativa de trabajo
en medio de la pandemia. El monto parecerá irrisorio, pero le venía muy bien
ese complemento después de meses casi sin ingresos: 6 mil pesos por mes. La
buena noticia se convirtió en indignación al mes siguiente: le dieron de baja
la AUH por su único hijo. Por el subsidio de 6 mil pesos perdió los 3.717 que
le correspondían. Desde entonces ha hecho incontables reclamos, hasta el
momento sin éxito.
En 2017 la actual Vicepresidenta del Estado argentino litigó
contra el propio Estado que ahora vicepreside para cobrar dos pensiones de
privilegio, una propia como ex Presidenta, la otra de su marido muerto, ex
Presidente. Suman, aproximadamente, dos millones de pesos por mes. Por
supuesto, no fue ella quien inventó ese privilegio. Lo disfrutan varios ex
presidentes vivos y también familiares de otros fallecidos. Lo que nunca había
sucedido es que una ex Presidenta que cobra su pensión de privilegio,
pretendiera cobrar también la de su ex marido. No hay otro caso similar, porque
salvo María Estela Martínez de Perón, no hay otras parejas ex-presidenciales. Aun
así, “Isabel” cobra la suya y,
por su marido, una pensión militar de unos 100 mil pesos
mensuales.
En una decisión administrativa del Gobierno anterior, a Cristina
Fernández de Kirchner le indicaron que debía optar, que no podía cobrar ambas.
Pero apeló la medida y ahora la justicia le dio la razón:
no sólo podrá cobrar las dos, sino que se le deben abonar los retroactivos,
cerca de 100 millones de pesos. Además, la Vicepresidenta tiene su sueldo
mensual que asciende a 328.419,59 pesos (hasta septiembre de 2020, última cifra
consignada en Datos.gob.ar, el sitio de Presidencia: ver aquí).
Lo que nunca había sucedido es que una ex Presidenta que
cobra su pensión de privilegio, pretendiera cobrar también la de su ex marido.
No hay otro caso similar, porque salvo María Estela Martínez de Perón, no hay
otras parejas ex-presidenciales.
Mientras
tanto, también en Concepción del Uruguay, un jubilado municipal se encadena en
la plaza porque no puede llegar a fin de mes: cobra menos de 20 mil pesos.
Y el defensor de la Tercera Edad, Eugenio Semino, calificó la decisión judicial
como «pornográfica«.
Señaló que cuatro millones de jubilados y jubiladas (más de la mitad del total)
cobran, como el encadenado, la mínima: 19 mil pesos mensuales. Pero además,
indicó que a una persona que cobra una pensión por discapacidad (14 mil pesos)
se la cancelan si fallecen sus padres y quiere cobrar sus beneficios
previsionales.
Para mayor pornografía, la información de la decisión judicial
se conoció el mismo día que se aprobó la nueva reforma previsional, reforma
gracias a la cual los millones de jubilados y jubiladas que cobran una miseria…
seguirán cobrando esa miseria.
DERECHOS
Y PRIVILEGIOS
La
decisión judicial no fue automática o de oficio: se requirió que la
Vicepresidenta litigara, se presentara ante la justicia y demandara al Estado
para que le reconozcan ese “derecho”. ¿Qué digo “derecho”?: la prerrogativa que
posee la Vicepresidenta es claramente un privilegio, no un derecho.
Privilegio que comparte con sus colegas ex presidentes, como lo
recordaron en las redes sus adláteres: Aníbal Fernández (el acomodaticio
funcionario de Menem, Duhalde y los Kirchner que fue, en 2002, coautor
ideológico del asesinato de Kosteki y Santillán) la justificó recordando que
ese mismo privilegio lo tienen Menem, Duhalde, Rodríguez Saá, la viuda de De la
Rúa y Macri, “el mamerto que apoyaste”, porque supone que quien cuestiona la
decisión de CFK es macrista (en sus anteojeras mentales, nadie que no sea
macrista podría cuestionar nada de lo que haga la Vicepresidenta). En suma:
para Aníbal Fernández (y muchos seguidores de CFK) el privilegio injustificable
se justifica porque hay otros privilegiados injustificables.
No se informó con exactitud cuánto cobrará por mes la
Vicepresidenta, pero parece que será alrededor de 2,4 millones entre ambas
pensiones y su sueldo. Equivale a algo más de lo que ganan 126 jubilados
sumados.
La decisión de la Vicepresidenta (y de la justicia)
vuelven a mostrar que en la Argentina conviven mundos diferentes. El de los
poderosos, sus privilegios y prerrogativas inmorales, y el de trabajadores y
trabajadoras de a pie, para los cuales el servicio de justicia sigue siendo más
parecido a un laberinto kafkiano que a lo que su nombre designa.
Hace casi un
año, en otro artículo, analizamos el caso del ex vicegobernador
entrerriano Adán Bahl, quien con 52 años y apenas cuatro como vicegobernador,
tiene el absurdo “derecho” de jubilarse por ese cargo, con una remuneración
cercana a los 200.000 pesos. Cuestionamos no solo el monto y el hecho de que
equivalga a más de 10 jubilaciones mínimas, sino la paradoja de que el mismo
Bahl había salido a reclamar una reforma del sistema jubilatorio porque,
aseguraba, “no es sustentable”. Sacamos la cuenta en ese momento: ¿cuántos
docentes en actividad se necesitan que aporten para que la Provincia le pague
la jubilación privilegiada a Bahl? Respuesta: veintiséis docentes y medio. Ese
es el aporte de Bahl a la sustentabilidad del sistema.
La decisión de la Vicepresidenta (y de la justicia) vuelven a
mostrar que en la Argentina conviven mundos diferentes. El de los poderosos,
sus privilegios y prerrogativas inmorales, y el de trabajadores y trabajadoras
de a pie, para los cuales el servicio de justicia sigue siendo más parecido a
un laberinto kafkiano que a lo que su nombre designa.
UN
ANÁLISIS DESDE LA ÉTICA
Creo,
sin embargo, que dejando la bronca de lado (inevitable para cualquiera que vive
de ingresos fijos cada vez más estragados por la inflación y la desigualdad),
como ciudadanas y ciudadanos, como comunidad, podemos y debemos analizar la
cuestión desde una perspectiva ética. Y en ese sentido podemos preguntarnos,
más allá de cualquier preferencia partidaria: ¿Cuáles son los estándares éticos
que debemos exigir a nuestros gobernantes? Y en especial ¿tenemos elementos
para establecer un juicio ético en este caso?
En ética hay diferentes perspectivas para analizar las acciones
humanas, siempre en torno de una perspectiva más amplia que supone que las
acciones individuales no deben ser incompatibles con el bien común. Esas
perspectivas son la del deber (deontológico), la que jerarquiza las
consecuencias de las acciones (utilitarismo) y la de la virtud (la ética
“aristotélica”: ¿qué tipo de personas queremos ser? Las acciones se analizan en
función de esa pregunta).
Desde la perspectiva general del bien común, parece claro que la
actitud de la Vicepresidenta, al decidir litigar contra el Estado para poder
cobrar ambas pensiones, sostiene una posición que va en contra de los valores
que dice defender, ya que al priorizar su beneficio personal antes que el bien
colectivo, contribuye a desfinanciar el sistema previsional. ¿Por qué? El
sueldo promedio de los empleados públicos del Estado nacional ronda los 50 mil
pesos. Y su aporte jubilatorio es del 11% de su remuneración. No es difícil
sacar la cuenta: se requiere el aporte mensual de 418 trabajadores del Estado
para cubrir la suma total que percibirá la Vicepresidenta cada mes.
La Vicepresidenta tuvo dos períodos en los que pudo haber
impulsado la supresión de ese privilegio, para ella y para la posteridad. No lo
hizo (tampoco lo impulsó su sucesor Mauricio Macri, vale decirlo). Podría haber
no litigado, ahorrarle un millón de pesos por mes al Estado. La pregunta
deontológica es: un mundo (o un país, o una provincia) donde todos actuaran
como ella ¿sería deseable o indeseable?
Desde un punto de vista deontológico, ¿cuál sería su deber?
Quienes la justifican dicen que no es la única que posee ese privilegio. Citan
a cada ex Presidente reciente o a sus deudos. No obstante, la decisión de hacer
uso de ese privilegio o de rechazarlo es de la Vicepresidenta. No es una
obligación, sino una decisión. La historia argentina exhibe casos (pocos, pero
los hay) en donde funcionarios renunciaron a esa prerrogativa por considerarla
inmoral. Elpidio González (vicepresidente de Alvear), Arturo Illia, y más cerca
en el tiempo, Raúl Alfonsín, quien renunció al 50%
de la suya solicitando que se destinara al PAMI de Chascomús.
Además
Alfonsín –que fue legislador después de ser Presidente– declinó cobrar sus
dietas. En 2018 María Eugenia Vidal eliminó la
jubilación de privilegio de que gozaban los gobernadores y vice bonaerenses,
y por tanto, que hubiera gozado ella al concluir su mandato. La Vicepresidenta
tuvo dos períodos en los que pudo haber impulsado la supresión de ese
privilegio, para ella y para la posteridad. No lo hizo (tampoco lo impulsó su
sucesor Mauricio Macri, vale decirlo). Podría haber no litigado, ahorrarle un
millón de pesos por mes al Estado. La pregunta deontológica es: un mundo (o un
país, o una provincia) donde todos actuaran como ella ¿sería deseable o
indeseable?
Desde la perspectiva que pone el énfasis en las consecuencias de
los actos de las personas: las pensiones de Cristina ¿afectan a la
sostenibilidad de la ANSES? Si se precisan aportes de casi 420 trabajadores
para cubrirlas ¿reducen las posibilidades de que el Estado argentino supere sus
problemas de déficit o contribuyen a agravarlas?
Por último, desde la perspectiva de la virtud, la persona
virtuosa es quien no sólo sabe juzgar lo que es bueno para ella sino para
todas. ¿Puede ser considerado virtuoso desde algún punto de vista el aceptar
ese privilegio, pero además, demandar al propio Estado que se presidió, para
efectivizar el cobro también del de su marido?
PREGUNTITAS
El
único argumento que se esgrime para defender la actitud de la Vicepresidenta es
exhibir que otras personas gozan de ese privilegio inmoral. Y es tan débil que
merece la respuesta que todas las personas alguna vez recibimos de nuestras
madres: “Si tus amigos se tiran a un pozo ¿vos también te tirás?”.
No he visto argumento en su defensa que encuadre en alguna
perspectiva ética. Tal vez, con algo de cinismo, podría decirse que la política
(y la vida, y la convivencia) son solamente lucha de poder y entonces la única
virtud real consiste en obtener todo el beneficio posible mientras sea legal
(algunas personas, como hemos visto en estos años ante casos como el de Amado
Boudou, también están dispuestas a sostenerlo aún si no es legal).
Pero lo cierto es que esa justificación no se puede defender
desde ninguna mirada ética. Sería apenas una versión justificatoria y levemente
sofisticada de la brutal competencia que desarrolla cualquier mamífero superior
macho por prevalecer en la alimentación y la reproducción, o si se quiere, de
la versión neoliberal que considera que la sociedad es una jungla y se impone
el más hábil para sacar provecho. Sí, es la noción que suelen evidenciar muchas
personas en diálogos de brutal honestidad. Pero ¿es una perspectiva deseable
para nuestra comunidad? ¿Tiene algo que ver con los ideales que se defienden en
público?
El racismo, la meritocracia, el sexismo, la falta de
empatía, el egoísmo, el neoliberalismo como código de conducta, no son rasgos
exclusivos de nuestras clases dirigentes. Pero, y ésta es la buena noticia, si
somos mejores, seguramente serán mejores también quienes nos gobiernan.
Estas preguntas –presentadas sin esperanza de que se las plantee
la Vicepresidenta, o el resto de quienes integran nuestras clases dirigentes–
son válidas para que nos las formulemos todas las demás personas. Ya sea como
experimento mental (“¿Qué haría yo si estuviera en el lugar de Cristina?”) o en
relación a nuestros propios dilemas éticos cotidianos. Porque no creo que
nuestros gobernantes sean muy diferentes de la sociedad que somos. El racismo,
la meritocracia, el sexismo, la falta de empatía, el egoísmo, el neoliberalismo
como código de conducta, no son rasgos exclusivos de nuestras clases
dirigentes. Pero, y ésta es la buena noticia, si somos mejores, seguramente
serán mejores también quienes nos gobiernan.
Mientras tanto, o quizás para lograrlo, ejerzamos el derecho y
el privilegio de dar estas discusiones. Porque lo más grave que tienen
episodios como éstos es que no seamos capaces de visualizar su gravedad. Y
porque es fundamental que nos eduquemos para parecernos a gobernantes
diferentes. Solo así llegarán. Aunque eso no mitigue, ni por asomo, la bronca
de la trabajadora monotributista a la que le cancelaron la AUH ni la de Juan
José, el jubilado encadenado que no llega a 20 mil pesos mensuales.
(*) Américo Schvartzman.
Licenciado
en Filosofía y Periodista. Integra la Cooperativa Periodístico Cultural “El
Miércoles”, en la provincia de Entre Ríos. Autor de “Deliberación o Dependencia
Ambiente, Licencia Social y Democracia Deliberativa” de Editorial Prometeo. Ex
Director del Periódico La Vanguardia.