Despúes de la Paliza. El ADN de los K no admite el diálogo…
La paliza de los medios de las mentiras. Dibujo: Pablo Temes.
En silencio, Cristina Kirchner está activa para definir
los próximos pasos. Sabe que su proyecto de permanencia en el poder está en
peligro.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 02/10/2021 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República
de los Argentinos.
La paliza electoral del 12 de
septiembre tuvo consecuencias reales en cuanto a los cambios de gabinete,
la furia interna y el avance de la ex presidenta en funciones sobre su pupilo,
y otras bastante más utópicas que ni siquiera un chico en edad escolar podría
creer.
Alberto Fernández había prometido terminar con la
grieta pero, como se ha visto a lo largo de los dos primeros años de su
mandato, eligió profundizarla.
Desconcertado por los
errores no forzados en algunos casos y asediado por el ala dura del gobierno en
otros, el Presidente transcurre sus días en medio de un devenir incierto para
el que no hay excusas.
Fue él quien apareció
exaltado en los discursos.
Fue él quien maltrató
y amenazó a la población que no cumpliera con los preceptos que él mismo violó.
Fue él quien decidió
cerrar las escuelas, los comercios y la economía en plena pandemia para
sostener la cuarentena más larga del mundo.
Fue él quien confrontó
de manera creciente con la oposición para satisfacer las exigencias de Cristina
Fernández de Kirchner en la creencia equivocada de que eso le traería
beneficios políticos.
Fue él quien no supo
pacificar y llevar tranquilidad a la población.
Fue él y, claro está,
la ex presidenta en funciones y sus secuaces. Esto no es nuevo. Los dos
gobiernos de CFK se caracterizaron por los discursos incendiarios llenos de
odio contra el que pensaba distinto volcando su furia contra los medios de
comunicación y la oposición. La pregunta se cae de maduro: con la vuelta al
Gobierno de la vieja guardia ¿es creíble el cambio de formas que nos pretenden
vender?
Veamos:
Hace una semana el
Gobierno mostró cómo se bandea de un extremo al otro sin ningún problema. Como
diría el inolvidable Groucho Marx: “Estos son mis principios pero, si no les
gustan, tengo otros”. Así pues, de la noche a la mañana, prácticamente se dio por
terminada la pandemia por decreto. Pasamos del encierro total a una
flexibilización absoluta, poco razonable y mal implementada.
El miércoles 29, tras
la flexibilización del cepo a la carne, el nuevo ministro de Agricultura,
Julián Domínguez, dijo que “hay que recomponer el clima de diálogo”.
El jueves 30, Alberto
Fernández –que está guardado bajo siete llaves–se vio por primera vez con
CFK luego de la derrota en las PASO. Ocurrió en el Museo del Bicentenario de la
Casa Rosada y la excusa formal fue la presentación del proyecto de ley de
Fomento al Desarrollo Agroindustrial. El Presidente, que no paraba de mostrarse
enojado apuntándonos con su dedo acusador retándonos y desencajado, pronunció
frases como “escucharnos y buscar puntos de encuentro”; agregó que “para
que el desarrollo sea armónico no hace falta que todos digamos lo mismo o
pensemos igual. Cada uno puede tener diferencias”. Más allá del tiro por
elevación a CFK que lo miraba fijamente mientras intentaba dibujar en su rostro
una impostada empatía, llamó la atención esta nueva versión del Presidente.
Como frutilla del postre habló de un país “que le diga no a la división”.
Le faltó aclarar que
se trata de la división que el kirchnerismo creó y que su gobierno profundizó.
Por si esto fuera poco, antes del encuentro con CFK, el Presidente les dedicó
unos minutos a los vecinos de Ensenada, en un formato bastante similar a los
timbreos que solía hacer Juntos por el Cambio de los que el kirchnerismo tantas
veces se burló y al que ahora encontró virtuoso. Nada que sorprenda: el
kirchnerismo, en particular, y una parte del peronismo son así: un día dicen
una cosa y al siguiente dicen y hacen otra exactamente opuesta.
“Lo mandaron a guardarse hasta que
el gabinete se reorganice. Le sacaron el micrófono y se lo dieron a Aníbal y
Manzur. Aceptó los cambios y no creo que haya sido una estrategia para correrse
del medio ante otra posible derrota. Está sobrepasado. Lo hizo por sumisión”,
aseguró uno de los que se salvó de ser barrido por la escoba kirchnerista pero
que día tras día profundiza su desilusión con Alberto Fernández. No contento
con ello, agregó: “Más que divididos. Hay muchos que están rotos. Enojados”.
Desde el Patria
aseguran que “el cambio de rumbo es real y que el Presidente debió haber pegado
el volantazo mucho antes. Ahora tiene más tiempo para acompañar a Fabiola”,
ironizaron.
Otros fueron algo más
sinceros: “No creo que la gente que la está pasando mal se ponga a analizar las
intenciones. Hay que ser pragmático. Cuando bajás ayuda, todos lo agradecen”.
Es el plan “platita en el bolsillo” en su esplendor.
En silencio, la
ex presidenta en funciones está activa para definir los próximos pasos.
Sabe que su proyecto de permanencia en el poder está en peligro. No está
dispuesta a quedarse viendo cómo la administración de AF pone seriamente en
riesgo ese proyecto del cual depende la impunidad que busca.
El próximo objetivo es
Martín Guzmán y compañía, entiéndase por ello a Matías Kulfas.
Al menos dos cosas
quedan en claro. Primero, que al Gobierno no le importa en lo más mínimo teñir
de verosimilitud el cambio en sus formas y su discurso. Segundo, que este
disfraz dialoguista es un traje a medida para salir a la caza de los votos
perdidos. El ADN kirchnerista es otro, y más temprano que tarde el lobo
mostrará los dientes otra vez. Solo basta con mirar 21 meses hacia atrás para
encontrar la respuesta a esta historia que ya vivimos.
Mientras tanto, la
pobreza sigue golpeando con dureza a millones de argentinos. Son cifras que
parecen de un país infradesarrollado.
A la misma hora en que
se conocían estos datos, el Gobierno anunciaba –como un gran logro– la vuelta
del público a los estadios de fútbol. Y para darle relieve, compartieron el
estrado el jefe de Gabinete, Juan Manzur, la ministra de Salud, Carla Vizzotti,
el ministro de Turismo, Matías Lammens y el ministro de Seguridad, Aníbal
Fernández.
No hubo un panel de
ministros organizado para hablar sobre el 40,6% de pobreza y el 10,7% de
indigencia. Es lo que hay.