Caputo, Milei y el “siga, siga” del FMI: examen con guiño y reservas en rojo...
El FMI desembarca en Buenos Aires para revisar el cumplimiento de las
metas del acuerdo firmado en abril. El ministro Luis Caputo prepara un
recibimiento triunfal con superávit fiscal y emisión cero, las joyas de la
gestión libertaria. Sin embargo, la falta de acumulación de reservas obliga a
pedir un waiver. El organismo no sancionará esta vez, pero marca su
disconformidad con el tipo de cambio y la decisión oficial de no intervenir en
el mercado pese a una liquidación récord del agro. La pulseada entre la
ideología y las técnicas de manual reaparece y deja un aviso: en diciembre se
acaba la tolerancia.
© Escrito
por Carlos Burgueño el sábado 21/06/2025 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Ahora sí. Luis “Toto” Caputo podrá ponerse el traje de gala para recibir
a los visitantes que llegarán la semana que entra a Buenos Aires. La primera
misión oficial del Fondo Monetario Internacional (FMI) para verificar el
cumplimiento de las metas y objetivos del facilidades extendidas firmado con la
Argentina el 11 de abril pasado y puesto en vigencia el 14 de ese mes, estará
presente en el muy famoso quinto piso del Palacio de Hacienda, para ponerles el
tilde verde a los números y porcentajes de la economía criolla del primer
trimestre. Con un waiver: el de acumulación de reservas en el Banco Central,
que no tendrá para la última semana de junio el nivel firmado con el organismo,
pero que no ameritará sanciones desde Washington, que dejará los exámenes
finales para diciembre de 2025. Mientras tanto, en este capítulo habrá un
homenaje a aquel recordado árbitro argentino Francisco “Pancho” Lamolina, quien
en las décadas de los 80 y 90 dejó para la historia la frase “siga, siga”. En
definitiva, no será motivo de sanciones duras no haber acumulado dólares en
tiempos difíciles, siempre que la promesa firmada quede firme para la medición
anual. Para el último día del año, sí o sí, la casa de monedas que maneja
Santiago Bausili deberá contabilizar US$ 2 mil millones en positivo. Si no,
habrá que renegociar con caras amargas.
Mientras tanto, volviendo a la última semana de junio de 2025, Caputo y
su gente podrán desplegar en los escritorios del Ministerio de Economía cómo el
gobierno de Javier Milei se sacará un 10 felicitado en las otras dos metas
innegociables que el país debe cumplir con el organismo. Y de lo que dependerá
que desde Washington se liberen los US$ 2 mil millones comprometidos para julio
de 2025 desde las arcas del FMI. Las dos metas sobre las que desde Hacienda se
esperan aplausos de parte de los visitantes comandados por el encargado del
caso argentino, el venezolano Luis Cubeddu, son obviamente el superávit fiscal
y la no emisión monetaria. En el primer caso, Caputo exhibirá, orgulloso, el
ahorro acumulado a mayo de 2025 del 0,8% del PBI. O, convertido a dólares, unos
US$ 8 mil millones. Si se tiene en cuenta que para todo el ejercicio el
compromiso llega a un superávit fiscal del 1,6% del PBI y, de seguir este
ritmo, de superávit primario (recaudación vs. gasto) la meta pactada se
completará antes de octubre. Y para noviembre habrá tiempo para alguna finta de
lujo que permita alcanzar la meta del 1,8% de superávit, y repetir la
performance del 2025. Para diciembre, como siempre, la situación siempre
empeora con gastos como aguinaldos y proveedores, lo que hace imposible cerrar
las cuentas en equilibrio. Con lo cual, la magia fiscal de Caputo terminará
para noviembre. Pero, parece, el impulso alcanzará para cumplir con creces la
meta primaria firmada con el FMI.
La segunda meta innegociable para el Fondo es la no emisión de moneda.
Cero. Ni excepciones. Algo que Milei en persona gusta y disfruta cumplir, y
considera la base de su modelo económico, político y social. Y que desde el
primer día de permanencia en la Casa de Gobierno ordena cumplir a todo
funcionario que se precie de tal. El FMI siempre consideró que Argentina tuvo
históricamente un vicio impresor de billetes locales sin respaldo, y que el
tándem Milei-Caputo fue el único par de responsables de la economía argentina,
que entendió que por este capítulo está el verdadero motivo de los males del
país, al menos los que dan origen al alza inflacionaria. El Fondo compró esta
pasión del libertario asumida como un padrenuestro por su ministro, y asumió
como un trío la misión de no emitir un solo peso sin respaldo en los cuatro
años de vigencia del mandato de Javier Milei. Y todos cumplen su compromiso.
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Ante este panorama, y con las observaciones de rigor, no habrá problemas
para que el FMI, en julio, libere los primeros 2 mil millones de pagos extra,
por encima de los US$ 12 mil millones que el 14 de abril pasado llegaron a las
reservas del BCRA. Y le permiten al Ejecutivo contabilizar dólares activos por
más de 40 mil millones de dólares.
Los problemas, saben en Buenos Aires y en Washington, vienen por otro
lado. Hay un dato importante de la marcha de la economía argentina que no les
cierra a los técnicos del organismo mundial que monitorean al país. Y esto, más
allá de la falta de acumulación de reservas en el Banco Central.
En el Staff Report publicado días después de firmado el facilidades
extendidas del 11 de abril, el FMI recomienda que el tipo de cambio ejecutivo
para el trimestre posterior al comienzo de la vigencia del acuerdo debería
navegar por arriba del 20% de la cotización del día anterior a la entrada en
vigencia del acuerdo. Esto implicaría, aproximadamente entre 1.315 y 1.320
pesos frente a la cotización de cierre de la semana; aun teniendo en cuenta el
alza de las últimas jornadas de cierre de mayo. Aproximadamente, un 10% menos
que la recomendación del FMI. El organismo consideraba apropiado un comienzo de
vigencia del sistema de bandas a un dólar navegando entre los 1.200 y los 1.250
pesos, considerando que era un muy buen inicio de régimen. Más teniendo en
cuenta que a ese nivel no hubo en los primeros días del nuevo sistema mucho
traslado a inflación. O que, si lo hubo, podría haberse controlado entre el
2,5% y el 3%. Sin embargo, los firmantes de Washington del facilidades
extendidas nunca tuvieron en carpeta la posibilidad de que el dólar oficial
operara a la baja, y que navegara hacia aguas más cercanas a los $ 1.100 que a
los más de $ 1.300 que consideraba el organismo como óptimos para el cierre del
segundo semestre. Mucha diferencia. Más teniendo en cuenta que es el ítem que
más le importa al fiscalizador general Luis Cubeddu.
Prima hermana de esta queja, aparece otro cuestionamiento desde
Washington. No se entiende desde el FMI cómo es que el Gobierno renuncia a la
acumulación de reservas vía compra de divisas a un valor incluso menor al
estipulado desde el Fondo de más de 1.300 pesos dentro de la banda. Más
teniendo en cuenta que hubo una liquidación sojera y aceitera de más de 3 mil
millones de dólares en mayo, lo que implica un nuevo récord. Y que de ese
dinero ni un solo dólar quedó de aumento de las reservas. El criterio del FMI
es que si se hubiera intervenido en el mercado de demanda de divisas del BCRA,
no menos de US$ 2 mil millones podrían haber ingresado a las arcas de la
entidad. Y que, liquidación de los US$ 4.500 millones del 9 de julio mediante,
los ahorros del Central se podrían haber incrementado en no menos de 1.000
millones de dólares. Con ese número igual habría habido necesidad de waiver,
pero con un sabor más simpático desde Washington.
Sin embargo, la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda aplicaron durante
mayo otra estrategia. Más ideológica que técnica. Esperar a que el dólar llegue
a los 1.000 pesos para ahí comenzar a comprar. Y demostrarle a todo el que
quiera analizar el sistema cambiario argentino que él tenía razón al asegurar
que la divisa al primer trimestre de 2025 no necesitaba de una devaluación.
Este fin de junio ratifica esa posición, pese a que está terminando el período
lectivo de liquidación sojera, la que probablemente mostrará para fin de mes un
nivel récord, sin que el BCRA haya mostrado subas en el nivel de reservas por
la vía de compra de dólares.
Recuerda el Presidente que la batalla por la devaluación fue lo que hizo
que se eyectara de las responsabilidades con la Argentina el aún director
gerente para el hemisferio occidental, el chileno Rodrigo Valdés, que en las
negociaciones de mediados de 2024 discutía con el ministro de Economía, Luis
“Toto” Caputo, sobre la necesidad de corregir el tipo de cambio de entonces en
un 20%. Mínimo. Valdés fue echado de las negociaciones, pero hacia abril de
2025 el FMI le dio, bastante, la razón.
Milei se negó todo lo que pudo al esquema de bandas, defendiendo su
teoría de los 900 pesos. Pero, ya acosado por el mercado a fines del primer
trimestre del año, tuvo que ceder. Y negociar las bandas cambiarias de la tercera
etapa de su plan de estabilización. El techo de 1.400 pesos fue exigencia del
FMI, que no quería ni quiere una banda de máximos bajos que obligue rápido al
Central a vender dólares y perder reservas. La de 1.000 fue exigencia de Milei,
que quería un piso por debajo de los 1.096 pesos de cierre del régimen
anterior. Para demostrar que tenía razón, que el valor de su diseño anterior,
100% propio, era el correcto. Y que la economía argentina de hoy se mueve más
cerca de la base que del techo del sistema de bandas cambiarias que regirá los
destinos de la relación del dólar y el peso, al menos hasta las elecciones
legislativas de octubre.
No pudo ser. Esa apuesta de compra a los 1.000 pesos nunca llegó. No se
sumaron dólares al BCRA. Más bien se perdieron. Y ahora llega el momento de ir
a negociar un waiver al FMI. A tres meses de firmado el facilidades extendidas.