Duelo en el imperio…
Mitt Romney - Barack Obama
Cuál fue el efecto del cruce
entre Barack Obama y Mitt Romney. Por qué son necesarios los debates en
democracia. La economía y la política explicadas a los votantes.
Los especialistas en elecciones
sostenían que los debates presidenciales apenas influían en los votantes. Ahora
hacen silencio.
Hace diez días, las encuestas en
Estados Unidos daban al presidente Barack Obama una ventaja de ocho puntos.
Ahora, luego del primer debate de la campaña, el candidato republicano Mitt
Romney ha pasado al frente con cuatro puntos de ventaja. En suma, el encuentro
le costó al presidente 12 puntos.
Los comentarios inmediatamente
posteriores insistieron en que ambos candidatos habían sido excesivamente
técnicos, internándose en análisis económicos incomprensibles para la mayoría.
Este fue un segundo error. La audiencia siguió la discusión y entendió.
Es decir, los “especialistas”
decían que los debates no cambian casi nada y que los temas técnicos aburren.
Lo que hemos visto es más bien lo contrario. Los debates entre candidatos son
parte de un ejercicio importante para la formación de opinión de los votantes.
La sociedad puede escuchar y juzgar algo más que frivolidades.
La tercera enseñanza que deja el
debate es que el centro del interés está en la economía. La famosa frase de
Bill Clinton (“es la economía, estúpido”) pareció convertirse en un nuevo
mandamiento.
A pesar de que diversos temas
como salud y educación estuvieron presentes, todos pasaron por el tamiz
económico: cuánto costaban las reformas y qué consecuencias generaban sobre el
empleo, el crecimiento y el déficit fiscal. A su vez, en el corazón de los
temas económicos, el sancta sanctórum del debate, se reiteraba la cuestión impositiva:
¿quiénes pagaban el costo de las reformas? ¿Los ricos, las clases medias o los
que tienen menos?
Es razonable que el tema domine.
Los impuestos son el dinero que cada uno aporta al fondo común. Normalmente, el
dinero proviene del esfuerzo y del trabajo, entonces, nada más natural que no
trabajar para otros.
Es bueno recordar, lector, que el
artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano de 1789 dice que cada ciudadano tiene derecho a saber y a consentir
cuánto paga y en qué se usa el dinero. Aunque sea poco sabido, la cuestión
impositiva está en el centro de los derechos humanos.
No tengo bibliografía, pero por
la experiencia de haber vivido en varios países y seguido de cerca su política,
tengo la impresión que a medida que se sube en el nivel de cultura política y
desarrollo económico el tema impositivo se vuelve cada vez más presente en las
sociedades. En Haití, hablar de impuestos es por muchas razones impensable. En
Europa occidental, en Estados Unidos y en Japón, entre otros, no hablar ni
debatir sobre este tema es también impensable.
Cuánto aportan los individuos al
esfuerzo común, cuánto obtienen del esfuerzo común, las desigualdades deben o
no ser disminuidas con el uso del dinero de todos o, mucho más específico, si
se puede usar la plata de todos para el beneficio propio del gobernante y para
la propaganda de su partido.
En nuestro país, no hay debates
presidenciales y la cuestión impositiva es ignorada, los candidatos no la
mencionan. Lo esencial es invisible al pueblo. Además, ha tenido éxito la idea
que los asuntos de la economía son complejos y, por tanto, lejos de la
posibilidad de comprensión de las mayorías. De allí que las decisiones
económicas pertenezcan a un mundo en que la mayoría no incide, no decide ni se
entera. Logramos así invertir la frase de Clinton: “estúpido, la economía no es
para vos”.
El 3 de octubre pasado, Obama y
Romney discutieron de sus ideas sobre la sociedad estadounidense y del dinero
necesario para hacerlas realidad. Como los medios subrayaron, el presidente
apareció sin fuerza, confuso en sus argumentos y, sobre todo, sin la fuerza
para golpear y mostrar las contradicciones del otro. Parecía, como muchos lo
dijeron, un hombre agobiado, actuando más bien con los reflejos del boxeador
golpeado.
Romney, al contrario, estuvo en
el centro de la polémica, claro e incisivo. El único problema es que mintió
abiertamente. Se desdijo de lo que había sido su discurso de todos estos meses,
durante las primarias y después de que fuera electo candidato. Romney se
reinventó y Obama no lo dijo.
De pronto, el candidato cercano
de los conservadores fundamentalistas republicanos del Tea Party apareció
favorable a la acción estatal para mejorar la situación social. Hasta hace
poco, afirmaba que la desigualdad no era un problema del Estado.
¿Qué habrá sucedido en la cabeza
de Obama? ¿Qué presagio habrá dominado su espíritu? Me parece que la respuesta
no puede ser conocida y que probablemente poco tenga que ver con la política.
Pero los efectos son claros.
Sin embargo, las diferencias eran
notorias y documentadas. No se requería un esfuerzo particular para exhibir las
contradicciones de Romney.
Obama ha propuesto en la campaña
invertir centenas de miles de millones de dólares, provenientes de mayores
impuestos a los ricos, para reducir aún más el desempleo (hoy, el más bajo
desde que asumió). En materia de regulaciones, Obama desea disminuirlas para la
pequeña y mediana empresa. Romney desregula a todas, en especial para los
sectores de altos ingresos. No desea usar impuestos para generar empleo; quiere
reducirlos a las grandes empresas.
Sobre el déficit, Obama propone
reducir en 10 años gastos por 5 millones de millones de dólares y aumentar
impuestos para los que ganan más de 200 mil dólares por año. Romney excluye
toda posibilidad de aumentar impuestos, reduce inmediatamente el empleo público
en 10% y el gasto social.
Sin embargo, en el debate, el
republicano negó todo esto. Obama desaprovechó las decenas de citas que
mostraban el cambio de opinión.
De este modo, y sorprendentemente
si consideramos la catastrófica herencia del gobierno del republicano George W.
Bush (guerra con enormes costos en vida y recursos basada en mentiras y la
mayor crisis económica en 80 años), Estados Unidos se acerca a la inesperada
posibilidad de ser gobernado por la derecha fundamentalista.
© Escrito por Dante Caputo y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad de Buenos Aires el domingo 14 de Octubre de 2012.