viernes, 22 de noviembre de 2019

Abuso Sexual. Caso José Alperovich… @dealgunamanera…

Una sobrina del senador José Alperovich lo denunció por violación…

José Alperovich. Fotografía: CEDOC

La joven de 29 años se presentó ante los tribunales de Tucumán y en la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM) en la Ciudad de Buenos Aires.

Una joven de 29 años denunció a su tío,  el senador de Tucumán, José Alperovich, por violación.  La presentación fue realizada en los Tribunales penales de Tucumán y en la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM), en Buenos Aires. “Mi tío violentó mi integridad física, psicológica y sexual", señaló la joven que trabajó para él durante la campaña. El nombre de la mujer se mantendrá bajo el anonimato ante los medios.

Desde UFEM, confirmaron a Perfil que la denuncia fue efectuada esta mañana. La caratula de la causa es “Sobre denuncia”. Sigue su curso en el Juzgado Nacional, Criminal y Correccional N 35 y en la Fiscalía N 10. A través de una carta abierta, publicada por el diario La Gaceta de Tucumán, la sobrina de Alperovich relató los abusos que según ella sufrió de parte del exgobernador:

"Estoy segura que ninguna persona que haya sufrido violencia sexual quisiera estar en este lugar, desnudando la intimidad más dolorosa de su vida. Pero nos obligan a encontrar en esta manera la posibilidad de ser escuchadas. Ya no nos callamos más, pero tampoco queremos hablar por lo bajo de lo que nos pasa, de lo que sentimos, de lo que nos hicieron y de cómo hacemos para volver a la vida después de que hechos tan traumáticos nos la cambiaron para siempre.

No escribo para convencer a nadie de nada. Estoy aquí contra la opresión del silencio y por la necesidad de recuperar mi vida, de sanar llamando a las cosas como son, sin suavizarlas ni teñirlas, poniéndole al monstruo nombre y apellido. Cuando no le ponés nombre, no existe. El mío se llama José Jorge Alperovich, mi tío segundo y jefe, por quién fui violentada sexual, física y psicológicamente desde diciembre del 2017 hasta mayo de 2019. Durante un año y medio sufrí violaciones a mi integridad física y sexual. 

El avasallamiento fue demoledor. Tanto que ni siquiera pude ponerlo en palabras. Él oscilaba libre y cómodamente en los tres escenarios ante los que me posicionaba: el familiar, el laboral y el del horror de la intimidad que me forzaba a vivir con él. No quería que me besara. Lo hacía igual. No quería que me manoseara. Lo hacía igual. No quería que me penetrara. Lo hacía igual. Inmovilizada y paralizada, mirando las habitaciones, esperando que todo termine, que el tiempo corra. Ya saldría de ahí y estaría en mi casa, ya habría más gente alrededor, ya el disimulo y el trabajo lo iban a alejar de mi. Ya se cansaría de mí, de que no quiera, de que sea “asexuada” como me llamaba. Pero su fijación no cesaba, durante mucho tiempo quiso más y más seguido, con más ganas, con más fuerza, con más violencia por mi resistencia.


La sensación de que nunca nadie iba a salvarme, de que no iba a haber una interrupción o algo que me sacara de esos lugares. Era expresamente su voluntad. Yo no podía salir sola del encierro porque sabía que tras la primera puerta había caseros, y policías y custodios armados. Todos sabiendo lo que estaba pasando adentro y cuidando las fronteras de él. Estaba completamente atrapada. Yo nunca elegí estar ahí de esa manera. Se lo decía en cada no. Pero mis no para él nunca fueron suficientes. No se trataba del ímpetu ni de la cantidad de veces que se lo decía ni de cómo se lo explicaba ni de cómo mezquinaba mi cuerpo ni de cómo intentaba defenderme ni si lloraba o no. Nunca en mi vida lloré tanto.

Durante todo ese tiempo no tuve ni un respiro. Trabajé sin parar, sin vacaciones, sin feriados. Solo me liberaba cuando él viajaba. Pero cuando regresaba, volvía también la pesadilla. Hasta que se detuvo, hasta que las situaciones en las que él disponía quedarse solo conmigo para tocarme y penetrarme se volvieron situaciones ya de violencia y maltrato público, delante de personas. Pero ya no más por dentro, ya no más al hueso, ya no más solos.

Pensar en quién era yo antes, sin miedo, con deseo de desarrollarme, de aprender, de vivir. Si me conocías pensarías que era una mujer a la que jamás le podría pasar algo así. El peligro cayó sobre mí todo junto, encubierto en el afecto familiar y en la seriedad de lo laboral. Quedé atrapada y atravesada para siempre. A mí esto me cuesta desde el día que empezó a pasar y en todos los sentidos. Sólo quiero justicia. Recuperar mi vida. Tengo 29 años, soy libre, soy joven. Quiero volver a empezar poniendo cada cosa en su lugar. Responsabilidad de acciones, consecuencias para quien corresponde. Hasta ahora, sólo las cargo yo. Sacarme esta mochila que ya no puedo sostener más y entregársela a su dueño.

No miento, no busco fama. Nadie quiere hacerse famosa por contar el horror que vivió. No quiero dinero ni hay un trasfondo político detrás de mi denuncia. Soy mucho más que todo eso que se pueda especular. Esto es por mí. El motivo más importante de mi vida es mi renacimiento, mi sanación y la búsqueda de justicia. ¿Qué motivo más importante que el valor de mi propia vida puedo tener? 

Estoy acá contando lo que viví por mi seguridad pero también para que otras mujeres se animen a hablar. Esto no me mató, me puedo proclamar y me puedo defender. Me puedo recuperar, me puedo cuidar, me puedo elegir. Hoy elijo no callarme nunca más. A pesar de que me decía, en pleno horror: “Callate, ¿no ves cómo estoy?”, para tapar todos mis no. No me callo nunca más. Este es mi nunca más. Ojalá también sea el nunca más de todas aquellas que queremos dejar de callar.


Elijo cerrar con estas palabras de Zuleika Esnal: “A las que denunciaron. A las que no. A las que pudieron salir. A las que no. A las que me escriben pidiendo que escriba. A las que me escriben pidiendo que no, que solo quieren probar qué se siente que alguien más sepa su infierno. A las todavía no. A las ahora sí. A las no puedo. A las sin nombre ni apellido. A las no pongas mi ciudad, por si me encuentra. A las mi vieja sabía y no hizo nada. A las de huesos rotos. A las que ya no están para contar su historia. A las que están acá pero no pueden contarla. A las que escriben paredes. A las que no. A las que salen a la calle. A las que no. A las que me va a sacar el nene si denuncio. A la memoria de todas. A sus mamás. A todas las mamás. (…) A las callate y aguantá. A las no aguanto más. A las me quiero morir. A las de sexo anal para no quedar embarazada de mi viejo en sexto grado. A las viajeras que no vuelven. A las que vuelven y es un lujo. A las te escribo ahora que duerme. A las te dejo que volvió. A las me mata si se entera. A las no sé a quién recurrir. A las te escribo porque yo no tengo a nadie”.

Silencio. El denunciado José Jorge Alperovich fue tres veces gobernador de Tucumán entre 2003 y 2015, fue reelecto en dos oportunidades. Luego de gobernar Tucumán, en diciembre de 2015 asumió nuevamente como senador nacional. Este medio se comunicó con sus voceros y guardaron absoluto silencio. La joven trabajó en 2016 dentro del ámbito del Ministerio de Gobierno, Justicia y Seguridad de Tucumán. En marzo del 2019 fue nombrada como asesora de la senadora Beatriz Mirkin, aliada de Alperovich. Según fuentes de la Cámara, se dedicó de lleno a la campaña electoral.


El eterno retorno... del peronismo… @dealgunamanera...

El eterno retorno... del peronismo… 


El peronismo logró vencer a la coalición Juntos por el Cambio y frustrar la reelección de Mauricio Macri. El fracaso económico del gobierno y la reunificación del peronismo explican el retorno de este último al poder más rápido de lo que hasta hace poco se esperaba.

© Escrito por María Esperanza Casullo el domingo 27/10/2019 y publicado por Nueva Sociedad de la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

El domingo 27 de octubre, Argentina se dio nuevo gobierno. Lo hizo mediante un acto eleccionario en el cual el país asistió a varias novedades: por primera vez en su historia nacional, fue derrotado un presidente en funciones que buscaba su reelección; por primera vez desde la recuperación de la democracia en 1983, un presidente no peronista logró llegar a las elecciones luego de cuatro años de mandato con posibilidades de ser reelegido; por primera vez un ex-presidente (en este caso, ex-presidenta) va a asumir como vicepresidente de la nación; por primera vez, asumirá un presidente que no ha pasado por ninguna función ejecutiva o electiva previa. También será la primera vez que el peronismo llegue al poder derrotando a un presidente en ejercicio (en 1989, Raúl Alfonsín no era candidato; en 2003, Néstor Kirchner no compitió contra Fernando de la Rúa, quien había renunciado dos años antes). Con la asunción del nuevo gobierno, el próximo 10 de diciembre, Argentina llegará a 36 años de estabilidad democrática, no solo con elecciones libres sino con alternancia en el poder.
Pero comencemos por el principio: ¿cómo puede explicarse que Mauricio Macri haya logrado lo que solo otros dos presidentes latinoamericanos pudieron antes, vale decir, ser derrotado en su intento reeleccionista?
En enero de 2016 publiqué un artículo en Nueva Sociedad titulado «El gobierno de Mauricio Macri: entre lo nuevo y lo viejo», en el que intentaba sistematizar las dimensiones con las cuales evaluar la gestión del entonces nuevo gobierno. Argumentaba que Cambiemos (la coalición integrada por Propuesta Republicana, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica) había llegado al gobierno con algunas promesas sustantivas que habían concitado apoyo en la población, entre ellas, la reducción de la inflación, una mayor liberalización económica (sobre todo, la posibilidad de comprar dólares y de acceder a bienes de consumo limitados por el «estatismo» kirchnerista) y, en especial, la perspectiva de derrotar políticamente, y de manera definitiva, al kirchnerismo (una popular consigna antikirchnerista era «No vuelven más»). De estas tres cuestiones dependería su éxito o fracaso.
Es evidente que el resultado adverso en las urnas del domingo 27 de octubre solo puede explicarse como resultado de haber incumplido totalmente las dos primeras promesas. No obstante, la resiliencia política de Cambiemos hacia el futuro se explica a partir del éxito (parcial) en el cumplimiento de la tercera.
Resulta tal vez redundante, pero necesario, recentrar el análisis de la derrota de Juntos por el Cambio (el nuevo nombre de Cambiemos) en su gestión de gobierno, ya que aquí se cifra la causa principal. El gobierno de Macri no solo no disminuyó la inflación (aunque en la campaña había dicho que eso era «muy fácil»), sino que la aumentó (el gobierno kirchnerista se retiró con una inflación de alrededor de 25% anual; la última medición del Instituto Nacional de Estadística y Censos antes de las elecciones alcanzó un 6% mensual). No llovieron las inversiones privadas, como había prometido el gobierno market-friendly, y la gestión económica macrista disminuyó las posibilidades de consumo de la mayoría de la población.
En un país en el que el acceso al consumo es una demanda prácticamente universal, no solamente los bienes de primera necesidad y suntuarios resultaron más caros en términos reales sino que su oferta se empobreció: menos variedad de marcas y de productos en los supermercados y nula apertura a las marcas aspiracionales globalizadas que sus votantes buscaban. No solo no se instaló en Argentina un Apple Store, ni vinieron H&M o Forever 21, sino que de repente se volvió difícil para grupos sociales enteros comprar queso o lácteos. A punto que tal que Cristina Fernández de Kirchner ironizó: «Estos son malos capitalistas, conmigo sí había capitalismo (...) que no me jodan más con lo del capitalismo».
Si bien en algunos sectores aumentó la oferta de servicios (por ejemplo, en el mercado de transporte aéreo, con el ingreso de las llamadas low cost), cabe señalar que el gobierno de Macri fue mucho más «proempresas» que «promercado», para utilizar la útil clasificación de James Bowen. La concentración empresarial en los sectores de servicios públicos, bancario, de telefonía celular y de medios de comunicación fue una constante. El deterioro de las condiciones de vida de las mayorías (que incluyó la caída de cuatro millones de personas bajo la línea de pobreza y el crecimiento de la pobreza hasta alcanzar al 35% de la población) no condujo al «círculo virtuoso» en el cual un menor salario real dinamizaría la demanda de empleo, que se suponía frenada por el alto costo laboral argentino.
En síntesis: Argentina cerrará este ciclo de gobierno con una caída del PIB proyectada para este año de 3,1%. Finalmente, y casi como una cruel ironía, Macri terminó su mandato reinstalando controles de cambios: la posibilidad de ahorrar en la moneda estadounidense fue la demanda que había unificado a sus votantes desde que el gobierno de Fernández de Kirchner implementó el llamado «cepo» en 2012. El cepo actual es aún más restrictivo que el de entonces: solo se pueden comprar 200 dólares mensuales por persona.
No puede resultar sorprendente, por lo tanto, que el núcleo del voto del peronismo hayan sido las zonas geográficas de Argentina más impactadas por el deterioro productivo y socioeconómico de estos cuatro años. La victoria de Alberto Fernández, cuya candidatura permitió reunificar al peronismo, se construyó con los votos de las zonas industriales y populosas del Conurbano bonaerense (profundamente afectadas por la caída del empleo) y las provincias del sur y el norte del país. La Patagonia, en particular, resultó adversa para el macrismo, que una y otra vez la consideró una región de privilegios indebidos, por ejemplo, por recibir subsidios a las tarifas de gas y electricidad. Tampoco resulta sorprendente que el núcleo del voto de Juntos por el Cambio se haya distribuido en espejo: las zonas agrícola-ganaderas del centro pampeano del país fueron, son y seguramente serán el corazón del proyecto político del macrismo en la oposición.
Pero el macrismo no sólo no pudo entregar buenos resultados macroeconómicos: resultó llamativo durante estos cuatro años su desapego (que bordeó en la displicencia) hacia la gestión del Estado. El gobierno de Cambiemos no tuvo prácticamente políticas insignia novedosas ni dejará tampoco leyes reformadoras de gran relevancia. En salud, educación, tecnología y política social, su gestión fue o bien la clausura de políticas enteras, o bien una continuidad desganada del statu quo anterior, cualquiera fuese este. No hubo reformas de fuste o creación de nuevas capacidades estatales en prácticamente ningún área. La inversión en infraestructura de transporte, vivienda y saneamiento ambiental fue módica. Por momentos pareció como si el gobierno de Macri hubiese estado auténticamente convencido de que el único y fundamental deber de su gobierno era retirar al Estado lo más posible, con la convicción de que desaparecido este obstáculo, las fuerzas del mercado desarrollarían autónomamente el país. Se abrió el debate del aborto pero no se aprobó y, en la campaña, el oficialismo hizo un giro «provida».
Queda aún la tercera promesa de Macri: derrotar definitivamente y para siempre al kirchnerismo (primero) y al peronismo (luego de 2017), con la paradoja de que Macri buscó un candidato a vicepresidente peronista (antikirchnerista), Miguel Ángel Pichetto, y que varias provincias «amarillas», como Córdoba o Santa Fe, donde ganó Macri, tienen también gobernadores peronistas. En esta meta podemos encontrar (paradójicamente, ya que fue derrotado por el revitalizado adversario peronista) los mayores éxitos del macrismo.
Juntos por el Cambio alcanzó 40% de los votos en unas elecciones disputadas en medio de una grave crisis económica porque la coalición respondió con mucha claridad a la pregunta de a quién representaba: a los y las votantes cuya primera prioridad ideológica es enfrentarse, de plano y definitivamente, con el peronismo, con votantes peronistas a los que imaginan radicalmente distintos de ellos mismos, y con la dimensión plebeya, contestataria y popular que el peronismo (tanto en sus versiones neoliberal durante la década de 1990 como nacional-popular durante el kirchnerismo) no tiene empacho en traer a la arena política.
El giro hacia el antiperonismo puro y duro se reforzó en el último mes antes de las elecciones, durante el cual Macri llevó adelante una larga gira por todo el país bautizada «Sí se puede». En ella inauguró una fase de «liderazgo carismático» (que incluyó, por ejemplo, besar el pie descalzo de una seguidora sobre el escenario) que pocos anticipaban, pero que fue eficiente en movilizar a su base más fiel. Si bien la coalición Juntos por el Cambio fue derrotada, conservó una buena porción de votos, ganó en las provincias agroganaderas del país (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos), en San Luis y la Ciudad de Buenos Aires, y se aseguró un bloque muy nutrido en el Congreso. No es poca cosa. El precio, sin embargo, fue la consolidación de un discurso con ribetes clasistas –e incluso racistas–, cuyo desenvolvimiento en la esfera pública habrá de ser monitoreado.
Lo que viene es una incógnita, ya que hay pocos elementos del pasado con los cuales establecer comparaciones o analogías, y el peronismo siempre se reinventa a sí mismo. Como en los últimos años, la economía será el principal desafío del nuevo gobierno: la deuda externa, asumida en su totalidad por el gobierno de Macri, deberá ser renegociada. Alberto Fernández deberá negociar con los actores económicos y sociales del país a fin de que todos acepten perder algo: los acreedores deberán resignar ganancias, los sectores agroexportadores tal vez deberán pagar más impuestos y las bases sociales del peronismo deberán tal vez aceptar que la mejoría en su calidad de vida y sus ingresos no será todo lo rápida que ellos se imaginan hoy.
Además, ambos bloques deberán maniobrar en una situación en la cual las diferencias ideológicas entre los votantes –en las elecciones más polarizadas desde 1983– parecen haberse solidificado de manera abierta, al aire libre, en el reino de lo dicho y no de lo insinuado. Lo esperable no es la desaparición de los antagonismos políticos (no es esa la «cultura» argentina) pero sí, al menos, su canalización en los espacios del Congreso y la negociación sectorial institucionalizada. También es una incógnita cómo funcionará la encarnación actual del peronismo, de la cual el kirchnerismo es una parte fundamental pero no la conductora, y Fernández de Kirchner fungirá, de manera inédita, como vicepresidenta (tal vez valga la pena recordar que el peronismo en el poder hasta ahora se ha verticalizado siempre bajo la figura de la autoridad presidencial). 
Por el momento, vale la pena señalar que, en una región que está en este momento sumida en serias turbulencias políticas, Argentina vivió una elección presidencial en la que dos visiones de país distintas –una de centroizquierda y otra de centroderecha– se enfrentaron pacíficamente.

Esta elección libre no es poca cosa: al ejercerla, la sociedad argentina decidió que un gobierno que teóricamente venía a hegemonizar la política nacional por cien años durará sólo cuatro.


jueves, 21 de noviembre de 2019

Malvinas: el día "V" de vergüenza… @dealgunamanera...

Malvinas: el día "V" de vergüenza…

Puerto Argentino. Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

El 20 de noviembre está previsto el primer vuelo entre San Pablo y las islas. Sí, el Día de la Soberanía Nacional. Una metáfora del plan de entrega que llevó adelante Cambiemos.

© Escrito por Jerónimo Guerrero Iraola, Abogado Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas La Plata, el lunes 19/11/2019 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


El Presidente Mauricio Macri se ha encargado de desguazar el Estado, a partir de una lógica constante de desarticulación de los mecanismos institucionales, jurídicos, políticos, económicos y culturales que componen la soberanía nacional. Desde el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas La Plata (CECIM) sostenemos que Cambiemos ha llevado adelante un plan sistemático de entrega soberana.

Entre los hitos de este desaguisado, sin dudas se destaca el acuerdo Foradori/Duncan del 13 de septiembre de 2016. En él se establecieron las bases desde donde se desplegaron diversas acciones políticas, que debilitaron los posicionamientos históricos y los consensos democráticos que nuestro país supo edificar respecto a la irrenunciable reivindicación en torno a la soberanía sobre las Malvinas, islas del Atlántico Sur, Antártida y espacios marítimos circundantes.

El Decreto 602/2019 constituye, así, un capítulo más de esta compleja trama. El hecho de habilitar los vuelos entre San Pablo y Malvinas, con escala en Córdoba, implica mejorar las condiciones logísticas del Reino Unido. Ello, para ser claros, incidirá en forma concreta en tres aspectos nodales, que impactan en forma negativa sobre nuestro Estado: hidrocarburos, pesca, y militarización del Atlántico Sur. 

De esta forma el Presidente y su gabinete, han autorizado a “explotar servicios regulares internacionales de transporte aéreo de pasajeros, carga y correo, utilizando aeronaves de gran porte”. Ello implica que, sobre nuestro cielo, podrán desplazarse personas, armamento, infraestructura y tecnología pesquera o hidrocarburífera. En esto no debe haber debate, el Reino Unido lleva adelante una explotación ilegítima e ilegal de nuestros bienes naturales, y además ha exteriorizado una peligrosa pretensión sobre el territorio antártico. En dicho sentido, el Estado argentino le ha brindado “facilidades” no sólo para llevar adelante dichas actividades, sino que ha mejorado su posición en lo que concierne a los debates futuros, al habilitar la interconexión aérea con un hub (centro de operaciones)  como lo es el aeropuerto de San Pablo.

Por su parte, nuestra Constitución Nacional, en la cláusula transitoria primera, expresa en forma clara y precisa que La Nación Argentina ratifica su legítima e imprescriptible soberanía sobre las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos e insulares correspondientes, por ser parte integrante del territorio nacional y agrega que la “recuperación de dichos territorios (...) [constituye] un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”. A su vez, existe un derecho a la soberanía, toda vez que el texto constitucional, en su artículo 41, estipula que las acciones presentes no deben condicionar a las generaciones futuras.

El porvenir de esta Argentina bicontinental y oceánica se encuentra en el Atlántico Sur y en la Antártida. Malvinas, amén de ser una causa que desde tiempos inmemoriales mueve la resistencia de nuestro pueblo, es también un desafío presente en términos geopolíticos, en la misión de comenzar a concebir una agenda de desarrollo para las próximas décadas.

Es por ello que desde el CECIM La Plata hemos presentado una acción declarativa de inconstitucionalidad, y nos hemos presentado también como querellantes en la causa iniciada por la abogada Valeria Carreras, en la que se solicita se investigue el delito de traición a la Patria por parte del Presidente y varios Ministros. 

Comprendemos que el Poder Judicial, debe realizar un test de constitucionalidad en relación al Decreto 602/2019 y declarar su nulidad absoluta. Asimismo, comprendemos que se deben suspender los vuelos San Pablo - Malvinas (tal como solicitó el Fiscal Di Lello), e investigar la posible comisión de delitos de acción pública por parte de los funcionarios intervinientes.

El 20 de noviembre está previsto el primer vuelo. Sí, el Día de la Soberanía Nacional. El Poder Judicial argentino deberá tratar la reedición contemporánea de la Vuelta de Obligado. ¿Será justicia?


lunes, 18 de noviembre de 2019

Amistoso Selección Argentina. Argentina 2 vs. Uruguay 2... @dealgunamanera...

  
Argentina cerró el año con un empate ante Uruguay…


El seleccionado argentino igualó 2 a 2 en el último partido del año ante su par uruguayo, en Tel Aviv, Israel. Cavani y Suárez, con un golazo de tiro libre, marcaron para el conjunto charrúa que siempre estuvo arriba; Agüero, de cabeza, y Messi, de penal sobre el final, marcaron para la Albiceleste.


© Publicado el lunes 18/11/2019 por el Diario Jornada de la Ciudad de Trelew, Provincia del Chubut, República Argentina.

El seleccionado argentino de fútbol obtuvo esta tarde un agónico empate 2-2 ante su par de Uruguay, con un penal anotado por Lionel Messi, en un amistoso celebrado en la ciudad de Tel Aviv, en Israel, en el último encuentro del 2019, por la doble fecha FIFA.

El mejor jugador del mundo coronó una convincente actuación con un disparo bajo que engañó al arquero de Independiente, Martín Campaña, ya en tiempo de descuento, cuando el elenco 'celeste' se regodeaba con la posibilidad de sumar un triunfo en el clásico rioplatense, después de seis años.

El equipo dirigido por Lionel Scaloni, al igual que lo ofrecido el viernes pasado en Ryad ante Brasil (1-0), tuvo que remontar dos veces el resultado, mostrando carácter y autoridad como para cumplir tal tarea.

Uruguay, que responde a un esquema clásico diseñado por su veterano entrenador Oscar Washington Tabárez, se puso arriba en la pizarra, a los 33 minutos del primer tiempo, por intermedio de Edinson Cavani, tras una precisa maniobra colectiva.

En la segunda etapa, a los 18 minutos, el delantero Sergio Agüero, con un cabezazo, estableció el 1-1 parcial.

Y sobre los 23m del complemento, cuando peor la pasaba, el equipo 'celeste' volvió a adelantarse en el tanteador, con un tiro libre ejecutado por Luis Suárez, en donde el arquero de Boca Juniors, Esteban Andrada, pudo haber ofrecido una respuesta más segura.

En los 45 minutos iniciales, el equipo argentino buscó hacerse dueño del desarrollo, aunque falló en el tramo final de la cancha, sin mostrar la suficiente profundidad como para inquietar a una sobria zaga uruguaya.

Además, por momentos, al elenco de Scaloni pareció faltarle un 'soldado más' en la mitad de la cancha, por lo que el técnico debió recurrir al retraso de Paulo Dybala a la posición de mediocampista por el costado derecho.

Más allá de esa consideración, la labor de Marcos Acuña por izquierda le sirvió al equipo albiceleste como pistón para buscar desbordes por la banda. El ex mediocampista de Ferro y Racing colaboró con Messi, quien se mostró activo y decidido, a pesar de no gravitar tanto en los últimos metros de la cancha.

Pero Uruguay, un equipo con trabajo desde hace años, supo imprimirle velocidad y precisión a un desprendimiento ofensivo para sacar ventaja. A los 33m., un pase en cortada de Federico Valverde (Real Madrid) para Brian Lozano hacia el sector izquierdo derivó para Lucas Torreira, quien mandó un centro cruzado para Suárez, que se la bajó a Cavani para que definiese ante la salida del guardavallas de Boca.

La solitaria chance que el equipo albiceleste tuvo antes de la finalización del primer período se dio a los 38m., cuando Paulo Dybala venció la resistencia de Campaña, con un disparo bajo, pero la maniobra fue invalidada por una mano previa del ex jugador de Instituto de Córdoba.

En la segunda etapa, Argentina entregó grageas del buen funcionamiento que exhibió en el primer encuentro ante Brasil en Arabia Saudita, con Messi como conductor.

Y sobre los 18m. Llegó el empate, con un tiro libre del crack rosarino que encontró la cabeza de Aguero en el medio del área.

En el mejor momento argentino, el equipo uruguayo encontró petróleo en el desierto. Luis Suárez fue víctima de una infracción y el propio delantero del Barcelona ejecutó el tiro libre con 'rosca' que le permitió a los dirigidos por el 'Maestro' Tabarez ponerse otra vez arriba (23m.).

De allí hasta el cierre del partido, Argentina hizo los méritos suficientes como para conseguir la igualdad, aun con un Uruguay que prácticamente se resignó a la chance de continuar atacando, más allá de que podían aparecer espacios o huecos.

Hubo un remate alto de Aguero (de buenos segundos 45 minutos), un tiro de Dybala junto al poste derecho y otro cabezazo del 'Kun' que obligó a una excelente intervención de Campaña.

Cuando el partido llegaba al cierre, un desborde de Saravia por izquierda permitió un tacazo de Lautaro Martínez (había ingresado por Dybala) y la consecuente mano de Martín Cáceres fue sancionada con penal por el árbitro israelí Roi Rainhsriber.

La ejecución de Messi, que llegó a la anotación número 70 con la camiseta celeste y blanca, estampó la lógica igualdad, en el marco de un atractivo clásico rioplatense.

Síntesis:

Argentina: 2

Esteban Andrada; Renzo Saravia, Nicolás Otamendi, Germán Pezzella y Nicolás Tagliafico; Rodrigo De Paul, Leandro Paredes y Marcos Acuña; Lionel Messi, Sergio Agüero y Paulo Dybala. DT: Lionel Scaloni

Uruguay: 2

Martín Campaña; Martín Cáceres, Sebastián Coates, Diego Godín y Matías Viña; Lucas Torreira, Matías Vecino, Federico Valverde y Brian Lozano; Edinson Cavani y Luis Suárez. DT: Oscar Tabárez.

Gol en el primer tiempo: 33m. Cavani (U)

Goles en el segundo tiempo: 18m. Agüero (A); 23m. Suárez (U); 46m. Messi (A), de penal.

Cambio en el primer tiempo; 16m. Giovanni González por Coates (U) En el segundo; 10m. Diego Laxalt por Cavani (U); 22m. Nicolás Domínguez por Acuña (A); 29m. Rodrigo Bentancur por Valverde (U); 30m. Lautaro Martínez por Dybala (A); 33m. Nicolás González por Paredes (A); 42m. Bryan Rodríguez por Brian Lozano (U); 43m. Guido Rodríguez por De Paul (A)

Amonestado: Cavani, Vecino, Godín (U) Paredes, Nicolás González (A)

Estadio: New Bloomfield (Tel Aviv)

Árbitro: Roi Rainhsriber (Israel).





Video: TyC Sport.


Porque duele lo que duele… @dealgunamanera...

Porque duele lo que duele…


Creo que:

Duele la cabeza... de buscar respuestas, de intentar encontrar soluciones, de pensamientos en guerra.

Duelen los ojos... porque intentamos ver más allá, por esforzarnos en ver un futuro incierto, porque han visto demasiado.

Duele el cuello... porque llevamos mucho tiempo manteniendo la cabeza erguida, esforzándonos en no bajarla nunca, manteniendo la frente en alto cueste lo que cueste, o quizás por haberla bajado mucho tiempo.

Duelen los brazos... de sostenernos, de estar aferrados a algo para no caernos cada vez que nos ha temblado el suelo, también de la fuerza hecha al levantarnos tantas veces.

Duelen las manos... de sostener lo insostenible y también de estar siempre con los brazos tendidos ayudando a los demás a levantarse.

Duele la espalda... de tantos cielos que se nos desplomaron encima, de tanta carga que llevamos en la mochila, del peso de querer cargar con lo propio y ajeno.

Duele la garganta... de las palabras no dichas, de tantas verdades no cantadas, de los gritos enmudecidos.

Duele el pecho... de la angustia contenida como un pájaro encerrado en una jaula entre las costillas, sentimos que no podemos respirar como la angustia y otras emociones contenidas no pueden volar.

Duele el estómago... de tanto pasado ni digerido, de tantos tragos amargos que no pudimos elaborar.

Duelen las piernas... de tanto camino hecho, de tantas montañas escarpadas que nos ha tocado subir, de lo cuesta arriba que se nos ha hecho la vida por momentos.

Duelen los pies... de tantas piedras con las que tropezamos, de tantas espinas clavadas por caminar descalzos sin protegernos. 

No importa lo que duela... pero que duela porque la vida valió la pena, que al final es lo único que importa.

© Alas en rebeldía
Identificador 1911122465389
Licencia Todos los derechos reservados
— con Verónica Rodrigues.







domingo, 17 de noviembre de 2019

Chile en llamas: ¿qué es lo que se viene?... @dealgunamanera...

Chile en llamas: ¿qué es lo que se viene?...

Piñera. El presidente tardó en hacer concesiones y hoy la oposición busca su renuncia. Fotografía: DPA

El país trasandino es prueba de que los errores de los gobernantes a veces no tienen retorno, por más correcciones que intenten.

© Escrito por Claudio Fantini el sábado 16/11/2019 y publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Chile, además de Bolivia, es una prueba de que los errores de los gobernantes, cuando disparan protestas, ya no tienen retorno por más correcciones que intente el gobernante que cometió el error.

En alguna medida, se trata de un fenómeno de época que se ve en todos los rincones del planeta. En Beirut, donde a las protestas las detonó un impuesto al WhatsApp y derivaron en la caída del primer ministro, y en Hong Kong, donde el gobierno autónomo de Carry Lam cometió el error de imponer una ley de extradición que le pidió el poder central de China. Esa ley detonó las protestas. Se intentó detenerlas retirando la ley, pero ya era tarde para lograr que las multitudes abandonaran las calles.

En Chile, Sebastián Piñera sacó el ejército ante las primeras protestas con actos de violencia, y habló de “una guerra contra un enemigo poderoso”. Los militares en la calle fueron una postal del tiempo de Pinochet y actuaron como nafta sobre el fuego.

Después anuló los aumentos que provocaron las protestas pero no hubo vuelta atrás. Cuando amainaron un poco, Piñera apreció en cámara con un discurso que volvió a ser nafta sobre el fuego. Primero describió todas las concesiones que había hecho para que cedan las protestas, dejando para la parte final, que fue la más prolongada y subrayada por el propio presidente, el anuncio del endurecimiento de las leyes contra los actos violentos en las protestas. Fue otro negligente baldazo de nafta al fuego, por eso el día siguiente fue mucho más violento.

De todos modos, que la oposición no esté ayudando más al apaciguamiento no es justificable, sobre todo a partir del anuncio del martes a la noche. En ese mensaje, a pesar de haber comenzado anunciado el refuerzo de los carabineros, reafirmó su compromiso con una reforma de la Constitución. Una oferta que, objetivamente, no puede ser minimizada. Esa reforma podría posibilitar la gratuidad en la educación de excelencia que es uno de los instrumentos que mantienen la desigualdad social.

La oposición puede aportar a esas correcciones profundas que necesita el modelo chileno, o puede apostar a que la creciente represión convierta a Piñera en dictador, o que las protestas y la violencia terminen obligándolo a renunciar.