Basta
de estudiantinas…
Asado con radicheta. Dibujo: Pablo Temes
La casta
política debería tomarse más en serio su rol en el sistema democrático y
abandonar actitudes que lo dañan.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 21/09/2024 y publicado por el Diario
Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.
Es evidente que los gremios aeronáuticos han perdido contacto con la
realidad. No han dimensionado el cambio cultural que ha experimentado la
sociedad. Creen que hay una actitud de apoyo a sus reclamos y de defensa cerril
de Aerolíneas Argentinas. Se quedaron en el tiempo. No se dan cuenta que el
capital con el que cuentan es el servicio que prestan y la calidad con que lo
hacen.
En ausencia de ese servicio y en presencia de las consecuencias
negativas que para los pasajeros significa tal situación, está fuera de toda
lógica pensar que “la gente”, va a manifestarse solidaria o comprensiva con la
dirigencia sindical. Dirigencia que, por otra parte, sigue aferrada a sus
privilegios que están muy por encima de los trabajadores a los que representan
y de cualquier ciudadano de a pie.
Los paros que llevaron a dejar a decenas de aviones en tierra
perjudicaron a decenas de miles de pasajeros que no pudieron viajar. Es decir,
las víctimas fueron los clientes de la empresa y no Javier Milei o sus funcionarios. Tamaña tropelía
–reiterada con fiereza– generó una bronca en la gente que está harta de ser
tomada de rehén por una dirigencia sindical pródiga en privilegios. El jefe de
la Asociación del Personal Aeronáutico, Edgardo Llanos, estaba en Madrid
paseando con su familia el mismo día del paro. Es una muestra más de que a los
caciques sindicales sólo les interesa defender su riqueza. Por eso la compañía
tuvo hasta enero último catorce gerencias, siendo que puede funcionar
perfectamente con ocho, lo que representó una reducción significativa de su
déficit crónico. Por eso también los sindicatos presionaron para que cerrara
Latam –objetivo que lamentablemente lograron– con la secuela de centenares de
empleados que quedaron en la calle de un día para el otro, cosa que nada les
importó a los Biró o Mariano Recalde de la vida. Necesitaban sí o sí
restablecer el monopolio de Aerolíneas, porque esto les aseguraba la supremacía
necesaria para obtener más privilegios para sus bolsillos.
El presente de la clase política
argentina sigue sin estar a la altura que la propia
realidad demanda.
Estas conductas por parte de estos y otros personajes del mundo
sindical, han hecho que el cariño enorme que otrora la mayoría de la población
le prodigaba a Aerolíneas Argentinas se haya ido perdiendo en forma paulatina,
pero sostenida. Y si el paro salvaje se ahonda, esa empatía se perderá
definitivamente.
Debido a esto, se vive al interior de los gremios una situación muy
particular. Entre los pilotos, por ejemplo, son muchos los que no están de
acuerdo con las medidas de fuerza y sienten preocupación ante la posibilidad
del cierre de la empresa o de una nueva privatización. En simultáneo, tienen
temor de expresar su oposición ante la posibilidad cierta de recibir una
represalia por parte de la patota de los gremios.
Los popes sindicales tampoco han demostrado comprender el fenómeno que
representan Milei y su gobierno, quienes demuestran sentirse a sus anchas cada
vez que deben enfrentarse a la dirigencia gremial, ejemplo verdadero de casta.
Producto de esta serie de medidas de fuerza salvajes es que la privatización de
Aerolíneas, ítem que había sido excluido de la ley “Bases”, haya recobrado
nuevos bríos. “Si Biró o algún otro sindicalista piensa que la gente va a salir
masivamente a la calle para defender la empresa aérea, está claramente en una sintonía
distinta y distante de la realidad”, señalaba el viernes un analista luego de
haber visto una serie de encuestas con preguntas sobre el tema hechas en los
últimos días. La épica de una aerolínea de bandera ya no existe y resulta
absolutamente anacrónica.
Toda esta miopía no es exclusiva de los aeronáuticos. La semana dejó una
postal estampada en las páginas de todos los diarios. Los principales
sindicatos del transporte crearon una mesa nacional para cerrar filas en contra
de las políticas del gobierno de Javier Milei y decretaron el estado de “alerta y
movilización”. Más olor a naftalina en el ambiente. Solo basta con repasar los
miembros que participaron de ese convite: Pablo Moyano (Camioneros), Mario
Caligari (UTA), Omar Maturano (La Fraternidad), Juan Carlos Schmid (Fempinra),
Raúl Durdos (SOMU), Pablo Biró (APLA). En su mayoría, personajes anclados por
décadas al poder de sus sindicatos. Muchos de ellos se encontraban enfrentados,
pero ante la posibilidad de ver afectados sus bolsillos, dejaron de lado
cualquier punto de discordia preexistente. Vamos a decirlo con todas las letras:
poco les importa defender los derechos de los trabajadores a quienes deberían
representar. Basta con observar sin mucho detenimiento sus patrimonios para
recordar que se trata de sindicalistas ricos y trabajadores pobres.
El peronismo y el kirchnerismo siguen implosionado
y busca refugio en la provincia de Buenos Aires.
Una medida de fuerza conjunta podría paralizar el país. Sin transporte
cada rama de la vida en sociedad se vería seriamente afectada; desde la
recolección de residuos, hasta la distribución de alimentos a los
supermercados. El poder de extorsión es grande y no les interesa ponerse a la
gente en contra. Volvemos al principio, su accionar los separa cada vez más de
los verdaderos trabajadores. En el Gobierno respiran agradecidos.
El presente de la clase política argentina sigue sin estar a la altura
que la propia realidad demanda. El primer atisbo de consenso se vio en los
últimos días cuando el PRO se ordenó mínimamente para prestar un blindaje
legislativo, pero transitorio al Gobierno. ¿Qué pasará si los libertarios ganan las próximas
legislativas y alcanzan una mayoría que les permita avanzar sin tantas
negociaciones? Se enciende una luz amarilla. El peronismo continúa implosionado
y el kirchnerismo duro refugiado en la provincia de Buenos Aires implorando al
cielo que los papelones de su último gobierno salgan por un momento de los
noticieros. Ni hablar del radicalismo, que por estas horas debate sanciones
internas para algunos de sus miembros. La casta política debería tomarse más en
serio su rol en el sistema democrático y dejar de comportarse como una
estudiantina de colegio secundario, que día tras día sigue dañando la calidad
institucional.