Milei vs. Tapia - En el fútbol está el síntoma y la enfermedad argentina…
El pelotero oficial. Dibujo: Pablo Temes.
El deporte más popular lleva años de un
manejo personalista que no se detiene. Un poder que desafía al de la Nación.
Seguramente, ni Claudio “Chiqui” Tapia ni sus secuaces imaginaron
siquiera que el inédito e insólito título de campeón que le dieron a Rosario
Central generaría el terremoto futbolístico y político que hoy sacude a la
Asociación del Fútbol Argentino. Eso es lo que ocurre generalmente cuando se
ejerce el poder con impunidad. Ese manejo absolutista e impune de la AFA viene
ya desde la gestión de Julio Grondona, quien permaneció al frente de la
Asociación durante 35 años. Por si alguien no se dio cuenta, Tapia aspira a
algo similar. “Me quedan muchos años más” en el cargo, dijo el jueves en forma
desafiante en medio de una celebración.
Este episodio le ha venido a Milei como anillo al dedo. Hay que recordar
que la embestida contra la conducción de la AFA comenzó no bien el actual
gobierno comenzó su gestión. La idea de las sociedades deportivas anónimas
viene dando vueltas desde hace años aquí. La falta de dinero de la inmensa
mayoría de los clubes ha hecho que la fuga de jugadores de calidad del
empobrecido fútbol vernáculo sea incesante. La selección nacional, que es el
escudo protector de Tapia, es una muestra de ello.
Hoy más que nunca Suscribite
“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, reza la
célebre frase de Lord John Emerich Edward Dalkberg Acton. Es lo que se ve en la
AFA, en la cual a ese poder absoluto de su presidente lo consiente el silencio
cómplice del resto de los dirigentes. A no engañarse, no ha habido –hasta el
momento– grandes dirigentes del fútbol que hayan salido a respaldar al
presidente de Estudiantes de La Plata, Juan Sebastián Verón. Eso es algo muy
del peronismo. Es decir, el concepto de que, ante los atropellos, la respuesta
es el silencio, producto del temor a sufrir represalias. Verón ha tenido una
actitud valiente al plantarse frente a Tapia en sus manejos turbios de patrón
de estancia. El séquito que lo rodea, con Toviggino a la cabeza, un hombre poco
locuaz que solo sabe escupir insultos vía redes sociales ante la carencia de
ideas, es también una muestra de ese manejo del poder. Ha querido el destino
que, el caso de la Andis, los ha ligado a Diego Spagnuolo, a Miguel Calvete y a
Maximiliano Ariel Vallejo, cuya cercanía a Tapia le abrió las puertas a Sur
Finanzas a clubes como Racing, Banfield, Barracas Central, Deportivo Morón y
Platense. El mundo es un pañuelo. Párrafo aparte para la carrera futbolística
de Barracas, cuestionada desde todos los ángulos posibles por todo el mundillo
del fútbol argentino. Tapia fue presidente del club que hoy está en el ojo de
la tormenta no solo por su ascenso meteórico sino por sus ruidosos
incumplimientos. El titular de la IGJ aseguró que Barracas no presenta balances
desde hace diez años. Es tal el escándalo que los jugadores terminan siendo
víctimas ya que pocos les reconocen autenticidad a sus logros deportivos. Más
allá de este secreto a voces, lo que realmente importa es el trasfondo que
viven prácticamente todas las instituciones del fútbol de nuestro país:
dirigentes ricos –millonarios– y clubes pobres. Una realidad que ya no da para
más.
La decisión de Javier Milei de no viajar a Washington para participar de
la ceremonia del sorteo de la Copa del Mundo hay que leerla con un poco más de
detalle. El Presidente sabía que no había ninguna posibilidad de que allí se
firmara el acuerdo comercial con el gobierno de Donald Trump del que se viene
hablando desde hace varias semanas. Esto es producto de todos los detalles que
resta pulir. Viajar a Washington y venirse con las manos vacías hubiera
representado un acontecimiento negativo para el Gobierno. Y, por supuesto,
encontrarse cara a cara con Tapia y aparecer sonriente a su lado habría
significado una contradicción flagrante para Milei.
La afinidad de Tapia con el peronismo, los aspectos poco transparentes y
sospechosos de su gestión, el ámbito de corrupción que envuelve a la AFA, lo
transforman en el enemigo ideal para el Gobierno, en el que, por otra parte,
las internas no cesan. En estas horas, el campo de batalla se ha trasladado
nuevamente al Senado. Patricia Bullrich salió con los tapones de punta y la
fuerza de los conversos a marcarle la cancha a Victoria Villarruel. Por si
hiciera falta algo más, Manuel Adorni y Karina Milei salieron a criticarla
duramente, acusándola de haberles impedido ingresar al recinto del Senado,
acusación que la vicepresidenta negó. La ruptura entre Milei y Villarruel es
total e irreversible. Solo los sostiene la obligación por la institucionalidad,
que por otra parte luce cada vez más debilitada ante tamaño enfrentamiento.
Hablando de las instituciones, la Justicia parece haber tomado nota del
bochorno operativo del juicio en la causa de los cuadernos. CFK y sus
exfuncionarios, pero también algunos empresarios, se rieron de los tiempos
impuestos por la lánguida agenda de audiencias. Eso se corrigió parcialmente y
la condenada en el banquillo salió a despotricar contra la autenticidad de esos
cuadernos. No se puede tapar el sol con la mano ni apostar ciegamente a la
posverdad. El fiscal certificó la autenticidad de esa copiosa cantidad de
pruebas, y los arrepentidos hicieron lo propio con sus testimonios. La
expresidenta no aceptará nunca lo que es evidente para todos: la corrupción en
la obra pública fue la columna vertebral de la recaudación de su gobierno.












































