Campo de batalla…
El G-20 en Buenos
Aires. Diez años de cumbres y el papel pasivo de Argentina con Macri. Debilitada
la cooperación internacional y el multilateralismo, con un escenario
estructural de disputa entre Estados Unidos y China, el rol del G-20 se ha
desdibujado. El gobierno de Macri no comprendió antes ni comprende ahora esos
cambios de la situación mundial.
© Escrito por Alfredo Zaiat el domingo 25/11/2018 y publicado por el
Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
En
2008, el mundo capitalista occidental estaba al borde del abismo por la peor
crisis económica desde el crac del ‘30 del siglo pasado; diez años después, el
riesgo a otra gran debacle financiera global está latente, pero el escenario
económico mundial es otro. Avanzan el proteccionismo, el nacionalismo y el rechazo
a los inmigrantes en los países centrales, está debilitado el multilateralismo,
se ha reposicionamiento el FMI como auditor de economías periféricas y es
abierta e incierta la disputa entre las potencias Estados Unidos y China.
En
ese contexto se desarrollará el viernes y el sábado próximos la cumbre del G-20
en Buenos Aires. Ni antes, cuando desembarcó en la Casa Rosada, ni ahora, con
casi tres años de gobierno, el macrismo pudo entender que el mundo económico y
político ha cambiado y que ya no es el de los noventa, cuando la caída del Muro
de Berlín prometía el progreso constante con el libre comercio y la expansión
de las finanzas globales. Con esa desorientación, Mauricio Macri será anfitrión
de un G-20 devaluado, con varios líderes mundiales que se recelan mutuamente y
que descreen de la utilidad de este tipo de cumbres.
El
saldo para Macri de la millonaria inversión para organizar la cumbre que reúne
a la Unión Europea y a 19 países, además de a los principales organismos
internacionales (FMI, BM, OMC, OIT), será la acumulación de fotos con esos
líderes en encuentros bilaterales y, fundamentalmente, tendrá la oportunidad de
hacer gala de sus sosos comentarios futboleros.
Una x una
El
G-20 comenzó como un foro de ministros de Finanzas y presidentes de bancas
centrales. Fue creado el 25 de septiembre de 1999 en una reunión de ministros
de Finanzas del G-7. En 2008, la crisis financiera obligó a que sea una cumbre
de presidentes. Está compuesto por la Unión Europea y 19 países: Alemania,
Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur,
Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido,
Rusia, Sudáfrica y Turquía.
El
recorrido de los documentos finales de las cumbres de presidentes del G-20
sirve para comprender cómo ha cambiado el tablero mundial en diez años, el giro
en el foco de interés de las potencias, las modificaciones de las
preocupaciones económicas y el crecimiento de China como gran potencia que ha
provocado la reacción de Estados Unidos.
2008, noviembre,
Washington:
El documento final convoca a “restablecer el crecimiento global y alcanzar las
reformas necesarias en los sistemas financieros mundiales”. Dice que la crisis
fue provocada porque los actores del mercado buscaron rentabilidades más altas
sin una evaluación adecuada de los riesgos. Para señalar que “hace falta una
respuesta más amplia de las autoridades basada en una mayor cooperación
macroeconómica para restaurar el crecimiento, evitar contagios negativos y
apoyar a las economías de los mercados emergentes y en vías de desarrollo”.
Indica que “aplicaremos reformas que fortalecerán los mercados financieros y
los regímenes regulatorios para evitar futuras crisis”.
2009, abril, Londres: Establece que los
acuerdos alcanzados constituyen “un programa adicional de 1,1 billones de
dólares de apoyo para restaurar el crédito, el crecimiento y el empleo en la
economía mundial. Vamos a emprender una ampliación fiscal concertada y sin
precedentes, que salvará o creará millones de empleos que de otro modo se
habrían destruido y que, para finales de año, representará 5 billones de
dólares”.
2009, septiembre,
Pittsburgh:
Observa la necesidad de avanzar en una transición desde la crisis a la
recuperación, para pasar la página de una era de irresponsabilidad y adoptar un
conjunto de políticas, regulaciones y reformas para satisfacer las necesidades
de la economía mundial del siglo XXI. Indica que “en abril (de 2009) nos
enfrentábamos al mayor reto de la economía mundial en nuestra generación. La producción
mundial se estaba reduciendo a un ritmo no visto desde la década de 1930. El
comercio caía en picada. Los puestos de trabajo estaban desapareciendo
rápidamente. A nuestra gente le preocupaba que el mundo estuviera al borde de
la depresión. Nuestra respuesta contundente ha servido para frenar el peligroso
desplome de la actividad mundial y para estabilizar los mercados financieros”.
2010, junio, Toronto: Fue la primera
cumbre del G-20 en su nueva función de foro principal de cooperación económica
internacional. Se empezaba a alejar el miedo de una catástrofe económica
global, aunque con prevenciones por el impacto de la crisis. Por eso dice que
“nuestros esfuerzos realizados hasta hoy han dado buenos resultados. El
estímulo fiscal y monetario otorgado, sin precedentes y coordinado globalmente,
está jugando un papel notable contribuyendo a restaurar la demanda privada y el
crédito. Estamos adoptando acciones decididas para incrementar la estabilidad y
fortalecer nuestros sistemas financieros”.
2010, noviembre,
Seúl:
El peor momento de la crisis ya había pasado, entonces las potencias intentan
retomar la agenda tradicional. El documento final promueve “políticas
macroeconómicas, incluyendo de consolidación fiscal, donde sea preciso, para
asegurar una recuperación sostenida y sostenible e incrementar la estabilidad
de los mercados financieros, en particular avanzando hacia tipos de cambios más
determinados por el mercado, incrementando su flexibilidad para reflejar los
fundamentos económicos subyacentes y absteniéndonos de adoptar devaluaciones
competitivas”.
2011, noviembre,
Cannes:
Las potencias abandonaron el cronograma de dos cumbres, para limitarla a una
por año. El optimismo relativo del año anterior se abandona para concentrarse
en la situación económica de la Zona Euro. El FMI vuelve a ocupar un papel
central en la supervisión e intervención en la crisis. El documento final
señala que, “desde nuestra última reunión, la recuperación mundial se ha
debilitado, particularmente en los países avanzados, dejando el desempleo en
niveles inaceptables. Las tensiones en los mercados financieros se han
incrementado debido principalmente a los riesgos soberanos en Europa. Persisten
los desequilibrios globales”. Se seguía planteando la necesidad de la
regulación y control del sistema financiero, en especial del mercado de
derivados, y se afirma que “estamos comprometidos a proteger nuestras finanzas
públicas y el sistema financiero global de los riesgos planteados por los
paraísos fiscales y jurisdicciones no cooperativas”.
2012, junio, Los
Cabos:
Se desarrolló en el contexto de un nuevo deterioro de los indicadores
económicos a nivel mundial. A la profundización de la crisis con epicentro en
la Unión Europea, se sumó la desaceleración de las economías emergentes. La Declaración
de Los Cabos establece como objetivo central la promoción del crecimiento
fuerte, inclusivo, sostenido y balanceado, y la creación de empleo. Estados Unidos empieza a argumentar que los
desbalances globales están ligados a la desleal intervención de China a través
de sus políticas cambiarias (por la subvaloración de su moneda).
2013, septiembre, San
Petersburgo:
A pesar de que el G-20 se dedica a la discusión de asuntos vinculados con el
crecimiento económico y la promoción del desarrollo, esta cumbre estuvo marcada
por el debate acerca de una posible acción militar internacional, liderada por
Estados Unidos, contra el gobierno sirio de Bashar al-Assad. En el documento
final de los jóvenes del G-20 se instaba a sus líderes políticos a incluir el tema
de los fondos buitre. Propusieron condenarlos por ser un potencial peligro para
futuras reestructuraciones de deudas. Estados Unidos vetó esa parte de la
declaración.
2014, noviembre,
Brisbane:
Por primera vez en la historia del G-20 la cuestión de la reestructuración de
deudas soberanas fue planteada en el comunicado final. A la vez, seguía
predominando el discurso anti proteccionismo, cuando afirma que “el comercio y
la competencia son potentes motores de crecimiento, de un mejor nivel de vida y
de la creación de empleo”. Empieza a ganar terreno la idea de la austeridad
como solución a los profundos desequilibrios económicos.
2015, noviembre,
Antalya:
En esta cumbre se empieza a consolidar la tendencia de declaraciones de buenas
intenciones, generales y de reiteración de objetivos para impulsar la
inversión, el comercio y el empleo. Afirma que “la OMC es la columna vertebral
del sistema multilateral de comercio y debe seguir desempeñando un papel
central en la promoción del crecimiento económico y el desarrollo”. En línea
con la cumbre anterior, se reafirma “el progreso alcanzado en la implementación
de cláusulas de acción colectiva y pari passu fortalecidas en los contratos
internacionales de bonos soberanos, los cuales contribuirán al orden y la predictibilidad
de los procesos de reestructuración de deuda soberana”. Esta idea fue
presentada por Argentina e incorporada en el documento final.
2016, septiembre,
Hangzhou:
Empiezan a prevalecer criterios generales en el tono de los documentos. Se
insiste en la necesidad de reforzar programas para el crecimiento y defender la
globalización, además de promover una economía mundial abierta. También aborda
la crisis migratoria y de refugiados, la lucha contra el terrorismo y el cambio
climático.
2017, julio, Hamburgo: Fue la primera
cumbre con la participación de Donald Trump en el marco donde Estados Unidos
decide abandonar el Acuerdo de París contra el calentamiento global, mientras
el resto de los líderes se comprometieron a aplicarlo. Comienza a ocupar más espacio
en la agenda el tema de la migración, promoviendo que sea “ordenada, regulada y
segura”, y reconociendo el derecho de cada país a defender sus fronteras. El
giro en materia económica queda reflejado en el rechazo al proteccionismo, pero
convalidando “instrumentos legítimos de defensa comercial” ante “prácticas
injustas”, que es la posición de Estados Unidos frente a China.
Buenos Aires
En
este recorrido de contenidos de los documentos finales del G-20 se observa cómo
ha ido cambiando el foco de interés de las potencias. Cuando estalla la crisis
internacional en 2008 se realiza la primera cumbre de presidentes, con las
potencias desesperadas por el riesgo de una debacle global. En Buenos Aires,
diez años después, habrá una cumbre que no tiene un objetivo medular, sino
tratar de brindar un marco para acomodar disputas bilaterales y contener las
presiones proteccionistas.
El
temario propuesto por la Argentina (el país anfitrión es el responsables de los
ejes de la convocatoria) es poco sustancial (el futuro del trabajo,
infraestructura para el desarrollo, un futuro alimentario sostenible y
perspectiva de género). Es la manifestación de la visión internacional del
macrismo, que no pretende transitar el desafío de pensar la problemática
internacional, sino ser simplemente un actor subordinado a las potencias, en
especial a Estados Unidos.
Una
interesante charla que tuve hace varios meses con el profesor de Relaciones
Internacionales en la Universidad Di Tella Juan Gabriel Tokatlian sirve para reflexionar acerca de la política
exterior de Argentina y de su relación con Estados Unidos. Le pregunté cuál es
el beneficio para el país de que el gobierno de Macri tenga un alineamiento
subordinado a Estados Unidos. Su respuesta fue la siguiente:
–El
Gobierno se compone de una elite que cree que algunas de las recetas del
menemismo funcionaron. Pero desconoce el nivel de financierización que ha
habido en el mundo y que no es posible volver a los ‘90. Ese mundo no existe.
No son sofisticados intelectualmente. Tienen una lógica de interrelación entre
el mundo político y el mundo económico más propia de los ‘90, que tampoco
existe hoy en la dinámica interna doméstica dentro de los Estados Unidos.
Entonces optan por la tercera vía, que es la de creer que los temas de seguridad
van a ser la carta que abrirá esas otras puertas económicas. Entonces buscan el
sendero para ver cómo llegar al Comando Sur, a la DEA, al FBI. Esto muestra
ignorancia”.
–¿Sólo ignorancia?
–le mencioné.
–Además
de ignorancia, tuvieron una visión muy optimista del mundo, de la
globalización, del libre mercado, del flujo de inversiones, de la atracción que
significaba la llegada de un gobierno distinto a la Argentina, del fin de eso
que llaman populismo. Cuando el optimismo se junta con la ignorancia, el saldo
es un cóctel catastrófico. Lo que les queda es sobreactuar. Entonces, pasamos
de la ignorancia y el optimismo a la ingenuidad y el voluntarismo. Eso es leer
muy mal a los Estados Unidos”.
Agregaría, no solamente a Estados Unidos.