martes, 11 de abril de 2017

Atlético de Rafaela 1 vs. Huracán 1... @dealgunamanera...


Empate agónico en Rafaela con un golazo de Romat…


Huracán empató esta tarde uno a uno con Atlético de Rafaela por la décimo novena fecha del Torneo de Primera División en el Monumental de Rafaela.

© Publicado el sábado 08/04/2017 por el Departamento de Prensa del Club Atlético Huracán de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

El Globo tuvo un mal encuentro a pesar de conseguir la igualdad final. Sin juego colectivo ni una gran producción consiguió un punto valioso.

Los noventa minutos ante Rafaela abrieron el interrogante sobre la mayor falencia a la hora de encontrar el arco rival.

¿Es la falta de goles para los 9 del equipo o la creación y construcción de las jugadas de peligro? La respuesta parece haber aparecido con el ingreso de Alejandro Romero Gamarra y Daniel Montenegro a pesar de no tener muchos minutos en el campo.

Atlético de Rafaela 1

Lucas Hoyos; Oscar Carniello, Teodoro Gutiérrez, Gastón Campi y Mathías Abero; Emiliano Romero, Lucas Pittinari; Kevin Itabel, Fernando Luna y Ángelo Martino; Leandro Díaz. DT: Juan Manuel Llop.

Huracán 1 

Gonzalo Marinelli; Nicolás Romat, Martín Nervo, Lucas Villalba y Mario Risso; Lucio Compagnucci, Mauro Bogado, Mariano González; Julio Angulo, Norberto Briasco y Diego Mendoza. DT: Juan Manuel Azconzábal.

Goles: L. Díaz ’50 (AR); N. Romat ’93 (H).

Cambios: ST al inicio Mauro Albertengo por Luna (R), 25m. Enzo Copetti por L. Díaz (R), 27m. Diego Mendoza por M. González (H), 38m. Alejandro Romero Gamarra por Risso (H), 38m. Diego Montiel por Itabel (R), 40m. Daniel Montenegro por Molina (H).







800 kilómetros de puro placer… @dealgunamanera...

El lujo de recorrer la Patagonia sobre una moto clásica…

Matías Martín se sube a su Harley Davidson Flathead 1200 de 1947 (Foto: Rodrigo Vergara y Máximo Forcieri).

Un cronista participó de la más exclusiva carrera de regularidad de motos: paisajes, aventuras y bellas máquinas. 800 kilómetros de puro placer.

© Escrito por Diego Leuco el domingo 09/04/2017 y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La moto inglesa de 1947 frena como puede. Patina un poco la rueda trasera, hace un tintineo metálico desde algún lugar del motor ruidoso todavía encendido. El piloto se baja y renguea. La cojera es muy pronunciada y evidente.

No es producto del cansancio o la fatiga, sino de la tragedia. Hace más de una década un conductor excedido de velocidad y sustancias lo levantó por el aire y casi lo mata. Literalmente lo partió al medio: le destrozó la cadera. Guillermo Talevi estaba terminando un viaje que lo traía desde Brasil. Segundos antes del accidente había llamado a su novia para avisarle que había llegado sano a Mar del Plata. El “Doc” Talevi hoy camina con dificultad.

Es cirujano y oftalmólogo. Pero ya no opera. Les salvó la vida a cientos de niños con su escalpelo, que eliminaba tumores oculares con precisión. Ahora es jefe en el hospital Lagleyze. Es de pocas palabras pero punzantes. Pelo negro, largo y ralo peinado hacia atrás. Ojos saltones. Siempre usa anteojos de cristal amarillo porque, jura, permiten ver mejor en la ruta. Jamás lo dirá, pero cada vez que se baja de la moto los dolores de aquel accidente lo acosan hasta extenuarlo. A veces tiene que esperar 45 minutos apoyado sobre el hombro de su amigo Marcelo Vásquez para poder retomar la caminata. Las motos pudieron ser su muerte. Pero son su vida.

Aníbal Arcioni, orgulloso de su Bobber 1940 (Fotos: Rodrigo Vergara y Máximo Forcieri).

El “Doc” llegó como otros 41 amantes de las motos a la Patagonia para correr la octava edición de la ya clásica Patagonia 800 kms. Una carrera de regularidad (al estilo de las Mil Millas en automovilismo) que mezcla aventura, adrenalina, lujo y confort en partes iguales.

Estándares europeos, pero en Argentina. Luxury rides, les dicen. Cuarenta y dos corsarios sobre sus caballos de acero invaden el sur del país para domar las rutas más sinuosas, superarse a sí mismos, demostrarles a sus adversarios de qué están hechos y, sobre todo, escaparse cinco días de sus casas.

Las reglas son sencillas: tres días de competencia, 800 kms. en total y se corre con la modalidad de carrera de regularidad. En este tipo de competencias no se premia al más rápido, sino al más preciso y meticuloso. Este cronista, munido con el número 44 combina las tres condiciones de una manera única, la más difícil: no es ni rápido, ni preciso, ni meticuloso.

Todos los días por la mañana los encargados de la organización entregan una hoja de ruta y los tiempos del día. Durante el recorrido, los corredores se encuentran con marcadores en el piso, conocidos como “mangueritas”. Cada vez que la moto pasa por allí, un sistema computarizado activa un reloj que controla los tiempos de todos los competidores. La pericia está en llegar a la siguiente “manguerita” en el tiempo indicado.

El primer error es creer que es fácil. Cada curva es un desafío. Las subidas, las bajadas, el tránsito, el viento y algún animal suelto son los obstáculos que conspiran contra la difícil faena. Los más experimentados usan cronómetros que les van marcando cada segundo con un pitido. El sonido incesante del reloj de tiempos es tan útil como irritante. Bip, bip, bip, hay que bajar la velocidad. Venís pasado. Bip, bip, bip. Acelerá. Venís atrás. Son 800 kilómetros de paciencia y perseverancia.

Guillermo “Doc” Talevi posa con su increíble HRD Rapide 1947.

Los paisajes son espectaculares: Siete Lagos, Nahuel Huapi, Bariloche, Río Limay. Gran parte del recorrido ocurre por la mítica Ruta 40 que, aunque Pappo le deba un tema, compite de igual a igual con la Ruta 66. Caminos interminables, con rectas largas y millones de curvas. “En la montaña el clima cambia mucho”, advierten los que saben. Y saben. El frío y el calor se intercalan al azar y sin un orden lógico, como rojas y negras en un mazo de póker.

Cada minuto de carrera es único. Los 800 kilómetros se hacen metro a metro. Es un viaje para disfrutar de algunos de los lugares más bellos del mundo. Montañas alucinantes, espejos de agua interminables, bosques y llanuras. Arriba de una moto la vida se ve diferente. La conciencia entra en un contradictorio pero posible estado de alerta máxima y ensoñación. La cabeza vuela y recorre lugares insondables. Las curvas vienen una detrás de otra.

Es un camino exigente pero generoso. El asfalto se cierra hacia un costado y penetra de lleno en una montaña. La moto se acuesta hacia un lado y hacia el otro para doblar.

La adrenalina es alta. Los más experimentados casi rozan el piso con las rodillas. Es como una danza. Pasan las horas. Pero casi no se percibe el tiempo, es como un presente eterno. Una rara alquimia que suelda una tríada indivisible: montaña-moto-hombre. De golpe, una estrella amarilla en el piso despabila como una cachetada. “Aquí ocurrió un accidente fatal”, sentencia el cartel. El nombre pintado sobre la estrella no se borra más. De ningún lado.

Cuando llega la recta la cosa cambia. El juego de equilibrio y la distribución del peso ya no son el secreto del asunto. Ahora se trata de una pelea a pecho limpio contra el viento. Los brazos y el cuello resisten los embates del aire furioso de la Patagonia desafiado por una máquina que lo corta a alta velocidad. Reza la máxima motoquera: en las rectas se ve la moto, en las curvas se ve el piloto.

Parte del grupo de moteros que fueron de la partida de la carrera Patagonia 800 km (Fotos: Rodrigo Vergara y Máximo Forcieri).

A la tarde, ya de regreso en el hotel, es casi obligatorio pasar por el spa y la pileta climatizada semi descubierta con vista al Lago Correntoso. Quien no lo haga será severamente reprendido por sus compañeros. Hay champagne y masajes. Gritos, gastadas, discusiones políticas, bromas pesadas y alguna grosería.

Entre los participantes se mezclan novatos, expertos, mecánicos, vendedores, médicos, abogados, comerciantes polirubro y hasta un mito viviente del motociclismo argentino como Benedicto “Chiche” Caldarella, que con 76 años sigue siendo el más rápido.

Los kilómetros finales son los más difíciles. La Patagonia no se guarda nada. En la última carga de nafta antes de volver al hotel comienza a llover. Fuerte. Mientras los pilotos se ponen los trajes impermeables las bromas y las ironías empiezan a tener pequeñas dosis de lógico y fundado temor. Faltan 90 kilómetros de camino sinuoso y resbaladizo. La lluvia y el frío juntos son un enemigo imposible de vencer.

Castigan por etapas: al principio parece que efectivamente es posible llegar casi seco, pero al cabo de unos minutos el pantalón comienza a empaparse, las gotitas que antes eran un pequeño pinchazo en la pierna ahora penetran la tela, las rodillas se enfrían como si estuvieras rezando sobre un bloque de hielo. De a poco, pero sin pausa, los charquitos que se van formando en algún pliegue de la ropa, en algún rincón del casco, colapsan y el agua empieza a bajar como un arroyo por el cuello, la espalda, las medias.

Llegan enteros. Felices. Completaron 800 kilómetros con más ganas de andar en moto que antes. Con nuevas ideas, la pasión renovada, las caras ajadas y rojas, los pelos desordenados por el casco y las manos duras. Pero con una certeza: la libertad es un tanque lleno.

Parque cerrado. Las motos, exhibidas en un paisaje maravilloso.

Las máquinas, verdaderas estrellas de la competencia.

Todos los deportes tienen estrellas. Grandes figuras que llaman la atención de todos. En general son los humanos, que aquí serían los pilotos. Pero acá no. Acá son ellas, las motos. En el caso de las competencias clásicas, las más admiradas suelen ser, también, las más viejitas. Además, es importante la mano del mecánico que las mantiene o que las “corta”, como se le dice en la jerga a la modificación del diseño de fábrica.

En el caso de las participantes en la Patagonia Clásica 800km son máquinas antiguas, lindas y de buena familia.

Las que más se destacan son la HDR Rapide 1947 (una extinta rareza británica), de Guillermo Talvei; una Harley Davidson Flathead 1200, de Matías Martin; una rígida estilo Bobber con manubrio muy alto (o “cuelgamonos”) 1940, de Aníbal Arcioni; una BMW 60/5 1971, de Ezio Cornelli, y la BMW R60/2 1965 de Ernesto Laborde. También hay algunas ochentosas sexys: una BMW R80/7 1980, de Boris Welyczko, y la Honda Goldwin Aspencade de Martín Huergo.



domingo, 9 de abril de 2017

Con una luz de ventaja… @dealgunamanera...

Con una luz de ventaja…

Permuto Obelisco Made in USA... Martín Lousteau. Dibujo: Pablo Temes.

El saldo de la semana dejó conformes a opositores y gremios, pero más al Gobierno. Votos antes que brotes.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 09|04|2017 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Fue una semana políticamente muy movida que, en el final, dejó un saldo positivo para el Gobierno. El paro general –de fuerte acatamiento en los grandes centros urbanos favorecido por la adhesión del transporte público– dejó mucha tela para cortar. 

La fisura entre la CGT y los movimientos de izquierda que salieron decididos a tomar la calle aun cuando no estaba convocada una movilización le permitió al oficialismo poner en marcha el demorado protocolo antipiquetes que catapultó a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, al centro de la escena.  

Desde la CGT aseguran que el objetivo del paro se cumplió y que en el Gobierno no deberían hacerse los distraídos y mirar para otro lado. Prefieren, sin embargo, dejar que corra algo de agua bajo el puente para definir futuras acciones. Desde sectores de la CTA fueron algo más concretos. Su postura es más contundente: “No se puede decir al que está disconforme que espere a las elecciones para expresar su voz en las urnas, el Presidente debe gobernar para todos, eso mismo había dicho CFK y así le fue”, resaltaron.

Apoyo.

El éxito inesperado del #1A representó para Mauricio Macri y su administración un apoyo en la calle del cual tenía una indiscutible necesidad. Sus consecuencias políticas al interior del oficialismo fueron varias e importantes. Una de ellas fue la consolidación de la idea de trabajar en una lista puramente “amarilla” para competir en la provincia de Buenos Aires en las elecciones de octubre próximo. “Ya no importan tanto los nombres; quizás haya que recurrir al semillero PRO

Después de lo de ese sábado, habrá que darle la razón a Jaime Duran Barba, que apoya esa postura. Lo difícil será completar algunos distritos, en especial la ciudad de Buenos Aires. Por otra parte, los candidatos que sonaron por fuera del oficialismo no cumplieron las expectativas cuando fueron sondeados en la opinión pública: Facundo Manes no midió lo esperado; el resto de los experimentos resultó un fracaso y Jorge Macri –el único puro del PRO– hubiera sido más un problema que una solución”, confesó una voz del oficialismo acostumbrada a repasar las opciones electorales. En rigor de verdad, el único nombre que continúa en danza es el del ministro de Educación, Esteban Bullrich, aunque todavía es un plan que debe madurar.

Con este panorama, está claro que aún no se ha definido la cabeza de lista. Por ende, quizás haya que esperar a la tan publicitada reunión Macri-Carrió para que el panorama se clarifique. Hablando de la líder de la Coalición Cívica, parece que su humor no fue el mejor por estos días y su enojo con el Gobierno, difícil de disimular. Estaba molesta porque aceptó subirse a la idea de bajarle el perfil a la movilización del sábado pasado –ya que pocos dentro de Cambiemos confiaban en el éxito que finalmente tuvo– y terminó desestimándola y siendo blanco de fuertes críticas en las redes sociales por no haber apoyado la convocatoria. 

Ahora no se suba al éxito ciudadano”, podía leerse en varios tuits. Para muchos el #1A significó una reacción en favor de la república y la democracia; para otros, una muestra de apoyo directo al gobierno de Mauricio Macri. De una forma u otra, en algo hubo una coincidencia absoluta: el no a Cristina Fernández de Kirchner y su circunstancia. El oficialismo vivió la previa de la marcha con incertidumbre, pero cuando estuvo seguro de su éxito no demoró ni un segundo en salir a capitalizarlo.

Algo similar ha sucedido con la conflictividad gremial. De no haber sido por el transporte, el paro del miércoles se hubiera sentido mucho menos. En las ciudades más pequeñas y en los barrios de las grandes capitales, la actividad fue casi normal. La medida de fuerza fue producto de las internas sindicales que le arrancaron la decisión al triunvirato de la CGT. La crisis social existe y los reclamos justos también, junto con la convicción de que con la huelga hoy no se soluciona nada. Curiosamente el paro dejó “contentos” a todos. A los líderes de la central obrera porque aquietaron las presiones internas, a las organizaciones de la izquierda porque pudieron tener visibilidad con los cortes y al Gobierno porque enfrentó la medida con el capital político que le dio el #1A y porque logró aplicar el código antipiquetes.

Judiciales.

En el ambiente de la política muchos creen que el tiempo para ver a la ex presidenta presa ya pasó, cosa de la que en los tribunales federales de la avenida Comodoro Py al 2000 no están tan seguros. “Si encima, el Gobierno les sigue bajando dinero para obras a los intendentes peronistas, apaga los conflictos en la calle con dinero para ayuda social y no capitaliza nada de esto haciendo política para nutrir a Cambiemos de nuevos aliados, la gente seguirá votando al peronismo”, razona una fuente municipal que apoya la teoría de Emilio Monzó que reclama más política y menos marketing. A propósito del armador político del PRO en la Cámara baja, son varias las fuentes que aseguran que la relación con la cúpula amarilla “atraviesa su peor momento”. Quizá sea una de las causas por las que mandaron a precalentar a Diego Santilli.

Por otra parte, el retardo en la reactivación de la economía continúa siendo un tema central. Aun siendo optimistas y reconociendo el final de la recesión, los tiempos para que la mejoría llegue a la gente común, en especial al segundo y tercer cordón del Conurbano, no tienen nada que ver con los tiempos de la macroeconomía. “Cuando la situación mejora, uno de los primeros síntomas en una fábrica o en una empresa de rubros no industriales es la contratación de personal temporario que luego podría pasar a planta dependiendo de las necesidades y capacidad de la compañía. 

Más allá del repunte en algunos sectores, nada de eso está sucediendo de manera significativa”, asegura un economista que conoce el mercado. Las expectativas de crecimiento de la economía también se ralentizan. A principios de año se hablaba de un 3% o 3,5%. Hoy desde el Gobierno se esperanzan con un 2,8%, mientras que las consultoras privadas calculan que el número estará entre el 2 y 2,5%. La mejoría llegará, pero el camino habrá de ser largo. “Largo y escabroso es el camino que del infierno conduce a la luz” (Willliam Somerset Maugham).

Producción periodística: Santiago Serra.


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