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sábado, 31 de agosto de 2024

Casta de malditos… @dealgunamanera

 Casta de malditos…

Guillermo Francos. Dibujo: Pablo Temes

Guillermo Francos postergado y vuelve la fantasía del match del león contra todos.

© Escrito por Carlos Fara, Consultor Político, el viernes 30/08/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Después del descalabro que sufrió el Gobierno la semana pasada, y la desautorización que experimentó Macri por parte de sus propios senadores, da la impresión que el expresidente y el actual llegaron a la conclusión de que es mejor firmar una tregua, antes de que se note mucho el tamaño de los egos y las ambiciones de ambos. Como le gusta repetir a Sergio Tomás Copperfield, “¡no te enojés, esto es política!”. ¿Cuánto durará? Sabe Dios, porque este es un juego muy complejo y con intereses cruzados. Para muestra valen algunos botones:

Uno. El kirchnerismo negocia con Lousteau la presidencia de la Comisión Bicameral de Control de los servicios de inteligencia, aparentemente para desairar al Gobierno y con la oposición de Macri;

Dos. El kirchnerismo negocia con el Gobierno para votar a Lijo para la Corte, a lo que se opone Macri;

Tres. Macri negocia con Milei una futura alianza electoral, para empezar a “darse besitos”;

Cuatro. Los socios políticos de Lousteau tiene un túnel construido con el Gobierno a través del “joven maravilla” Caputo; y

Cinco. El primo Jorge suma dolores de cabeza con el otro Caputo.

¿Cómo se llama la obra? “Casta de malditos” (excelente film de Stanley Kubrick).

El cuento del tío

Mientras se desarrolla esta obra, en la sala de al lado se presenta otra función:

  • Lousteau está muy cuestionado dentro de su propio partido, sus bloques y sus bases;
  • Cristina tuvo que avisarles a sus senadores que Villarruel no es peronista, mientras evita que no haya fugas, y maniobra para que su hijo predomine en la pelea interna en territorio bonaerense;
  • Macri se esfuerza por mostrar que él es el líder real del PRO, distanciado de los dos exprecandidatos presidenciales; y
  • Milei tiene un desorden infantil en los dos bloques del Congreso, además del ¿irreversible? cortocircuito con su vice.  

Uno podría decir que los egos han escalado a la cumbre en toda la política argentina. Eso está presente sin duda, pero se deben visualizar las razones estructurales de este desmadre en la matriz de este experimento llamado Milei. Cuando se produce una disrupción de tal magnitud en el sistema político, acompañada de un ajuste fenomenal, hace que todo el espectro viva en tensión, haciendo saltar la térmica en todos los campamentos. En una etapa donde el variopinto Congreso tiene más poder que nunca desde 1983, al oficialismo de turno le costará mucho ordenar a la política. Cuando existen cortocircuitos en la cúpula del sistema, los escenarios posibles se multiplican. Solo cabe tomar como ejemplos los mandatos de De la Rúa y Alberto.

Esto ya es de por sí amenazante para los que quieran hacer inversiones –quién garantiza qué en esta tormenta– imagínese lector/a si el esquema económico del oficialismo entrase en una turbulencia significativa. Estos últimos días le dieron al Gobierno un respiro: los dólares financieros están bastante estables, el Central termina agosto con balance positivo después de dos meses de déficit, la inflación daría otro pequeño paso hacia la baja, el riesgo-país perforó los 1.500 puntos, hay algunos signos de lenta recuperación y el ministro anunció la prometida baja del Impuesto País. Sin embargo, uno) el centro financiero del mundo sigue dudando de nuestra capacidad de pago para 2025 (¿Toto todavía no depositó los dólares para el vencimiento de enero?): ¿default o reestructuración?; dos) el Indec nos anotició que la actividad fue peor de lo estimado; y tres) se proyecta que el Central podría terminar el año tan negativo como cuando se fue Alberto.      

Se necesitan Dibus y Carusos

Un dato importante es que está llegando como viceministro de Economía un ortodoxo que es amigo del vilipendiado Rodrigo Valdés. Por si las gestiones árabes de Toto fallan, se filmará otra película: “Siempre nos quedará el Fondo”. El tiempo pasa y la bala de plata sigue sin aparecer. Al respecto, cabe clarificar varias cosas. Milei cree que Trump lo socorrerá tal como lo hizo con el calabrés, pero eso es dudoso porque a) el “amigo” Claver-Carone probablemente será subsecretario de Asuntos Latinoamericanos y podría pedir la cabeza de Francos; b) difícilmente Argentina sea la prioridad para el magnate y el FMI; y c) ¿cuántos fondos podrían habilitar en marzo? Seguro que algo lejos de las necesidades. ¿Y si gana Kamala, qué pasará?, ¿será vista como K?

Paralelamente afloran algunos debates no prioritarios para la sociedad. Van dos ejemplos: 1) el juzgamiento de Montoneros y 2) las declaraciones polémicas sobre las cuestiones de género. No se juzga aquí la relevancia de los temas, pero estas “batallas culturales” son marginales para la gran mayoría. No salen espontáneamente de boca de los ciudadanos en los grupos focales, y cuando se los consulta específicamente tienden a pasarlos por alto. La angustia económica es lo que pervive en la existencia cotidiana. Por eso el Presidente repite que está jugado a una sola gran cuestión: la inflación, porque por eso lo votaron. Es verdad. El problema es qué pasa cuando el foco de la gente viró hacia el desempleo.

Juan Domingo Milei

Cuando parecía que el Gobierno había hecho un upgrade político al lograr aprobar la Ley Bases y el paquete fiscal, aprobando la materia “Pragmatismo I”, reapareció la fantasía de que en el match Milei vs. Resto del Mundo, se impondrá el Presidente. Para las PASO queda un año y para la general catorce meses. Una eternidad. Lo curioso fue la ausencia de Francos –el “Dibu” libertario– en los sucesos de la semana anterior. ¿Lo relegaron? ¿Creen que con lo que habían logrado ya pueden volver a replicar la historia de Moisés?

Mientras Alberto lleva más de un mes sin poder salir de su casa, hay gente que ya está diseñando un reparto de negocios. Pasa en todo gobierno, mucho más cuando existe un empecinamiento en cambiar las reglas de juego económicas. ¿Habrá una nueva burguesía nacional? Cuando se es tan inquieto, algún jarrón se puede romper.

Por suerte Colapinto recibió el aporte del millón de dólares que le faltaba para subirse a un Fórmula 1 gracias a Bizarrap, porque un muy poderoso empresario argentino ni siquiera le contestó el mensaje.



  

sábado, 22 de mayo de 2021

¿Cómo surgió el terrorismo de Estado? @dealgunamaneraok...

 ¿Cómo surgió el terrorismo de Estado? 

La dictadura de 1976 está signada, entre otras cosas, por el terrorismo de Estado. Ese dispositivo de represión clandestina fue el corolario de un largo proceso de intervención política de los militares y una serie de prerrogativas habilitadas por el gobierno de Isabel Martínez de Perón.

© Escrito por Esteban Pontoriero el martes 23/03/2021 y publicado por el La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos. 



Cuando esto ocurre [la suspensión total del orden jurídico vigente], es evidente que mientras el Estado subsiste, el derecho pasa a segundo término. Como quiera que el estado excepcional es siempre cosa distinta de la anarquía y del caos, en sentido jurídico siempre subsiste un orden, aunque este orden no sea jurídico. La existencia del Estado deja en este punto acreditada su superioridad sobre la validez de la norma jurídica. La “decisión” se libera de todas las trabas normativas y se torna absoluta, en sentido propio. Ante un caso excepcional, el Estado suspende el Derecho por virtud del derecho a la propia conservación.[1]

 

El 16 de febrero de 1975 en la plaza de armas del Regimiento Patricios de Mendoza se llevó a cabo el velatorio del capitán Héctor Cáceres, muerto unos días antes en el monte tucumano durante un enfrentamiento con miembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). El hecho se produjo en un contexto particular: desde los inicios de ese mes el Ejército argentino se encontraba realizando una acción represiva y de exterminio en gran escala para eliminar el “foco rural” que esa organización político-militar había establecido en la provincia de Tucumán. En el funeral del oficial muerto, el general Leandro Anaya, Comandante en Jefe del Ejército, expresó: “El 29 de mayo próximo, al conmemorarse el aniversario de la fuerza [el día del Ejército], manifestaré: “el país ha definido claramente la forma de vida dentro de la cual desea desenvolverse. El gobierno, respaldado por los sectores más representativos del quehacer nacional, ha adoptado la firme determinación de hacer efectivo dicho mandato” […]. Dije en una oportunidad: “el Ejército está preparado para caer sobre la subversión, cuando el pueblo así lo reclame a través de sus legítimos representantes”. El pueblo lo ha reclamado. El Ejército cumplió”.[2]

 

La lectura de este párrafo nos conduce a formular algunas preguntas: ¿Cómo y por qué el arma terrestre llegó a ocuparse de la realización de tareas represivas? ¿Cuál fue el papel que cumplieron las autoridades políticas en ese proceso? ¿Por medio de qué marco legal se habilitó el uso del Ejército en el orden interno? ¿A quién o a quiénes habían definido como el enemigo los hombres de armas y el gobierno? ¿En qué tipo de conflicto interno creían estar involucrados los actores políticos y militares? 

Hacia fines de 1975 ya estaban disponibles dos factores centrales de la represión clandestina que ejecutarían las Fuerzas Armadas con el Ejército a la cabeza: un abordaje para la guerra interna y un marco legal que habilitaba un estado de excepción.


Hacia fines de 1975 ya estaban disponibles dos factores centrales de la represión clandestina que ejecutarían las Fuerzas Armadas con el Ejército a la cabeza: un abordaje para la guerra interna y un marco legal que habilitaba un estado de excepción. Se contaba con una teoría y una práctica para la contrainsurgencia desde los años finales de la década del cincuenta. A su vez, el gobierno peronista de María Estela Martínez de Perón (1974-1976) dictó un conjunto de decretos que edificaron una creciente excepcionalidad jurídica. Este proceso poseía importantes antecedentes en las dictaduras militares de la “Revolución Libertadora” (1955-1958) y de la “Revolución Argentina” (1966-1973) y en las presidencias constitucionales de Arturo Frondizi (1958-1962) y de Arturo Illia (1963-1966). Durante el mandato de Martínez de Perón se dictaron el estado de sitio en noviembre de 1974 y los decretos “de aniquilamiento de la subversión” al año siguiente.

 

En los primeros días de febrero de 1975, el Poder Ejecutivo convocó al Ejército para darle la mayor responsabilidad en materia represiva: lograr la derrota y el exterminio del “foco guerrillero” que el ERP había instalado en una zona rural de la provincia de Tucumán desde algunos meses atrás. Luego del ataque de la organización político-militar peronista Montoneros al Regimiento de Infantería de Monte 29 en la provincia de Formosa en octubre, aquella misión tomó un carácter nacional mediante el decreto 2772. Las autoridades políticas y militares consideraban que, en la coyuntura de 1975, la defensa y el resguardo de la República justificaban la suspensión de partes sustanciales del orden jurídico para garantizar su supervivencia ante una amenaza caracterizada por ambos actores como “subversiva”.


 

Escribir sobre el terrorismo de Estado es también escribir sobre la guerra. Los militares (al igual que la mayoría de la dirigencia política, diversos sectores de la sociedad civil y las organizaciones armadas) partían de la premisa de estar librando una contienda bélica. En base a ello diagramaban su doctrina, estrategia, hipótesis de conflicto, métodos de combate e intervención en el orden interno. Además, no se trataban de cualquier enfrentamiento armado sino de una “guerra contra la subversión”. Esto implicaba, por ejemplo, incorporar el crimen a la operatoria castrense.

 

¿Por qué el Ejército recurrió a prácticas represivas clandestinas que no figuraban o estaban prohibidas en los reglamentos elaborados por la propia institución desde la incorporación de las nociones contrainsurgentes? La respuesta a esa pregunta debería tomar en cuenta una serie de factores: la influencia ejercida por el pensamiento contrainsurgente y las prácticas criminales que éste avalaba; la amnistía generalizada de los presos políticos capturados y juzgados durante la “Revolución Argentina” ocurrida durante la presidencia de Héctor Cámpora (mayo a julio de 1973); la situación ventajosa que le daría a los militares desde el punto de vista operativo, asegurando la efectividad y la impunidad por las tareas ilegales que éstos realizaran y la probada eficacia del terror entendido como un arma de guerra contra los opositores políticos. Además, la masacre debía esconderse para el resto del mundo y especialmente frente a los eventuales reclamos que pudiera realizar la Iglesia Católica, como ya había ocurrido con las ejecuciones que tuvieron lugar en la dictadura del general Augusto Pinochet en Chile (1973-1990). 

Se había delineado una estrategia represiva y de aniquilamiento que se basaba en la conducción centralizada y la ejecución descentralizada: esto brindaba ciertos niveles de autonomía a las jerarquías inferiores. Estos principios fueron la culminación de un recorrido formativo y de elaboración doctrinaria iniciado en 1955.


El Ejército condensó una serie de principios para guiar su accionar contra los opositores políticos o aquellos individuos o colectivos percibidos como tales. Se había definido un enemigo, la “subversión”, caracterizado por estar oculto entre la población, su extremismo ideológico y de métodos, operar en varios frentes y buscar la toma del poder para transformar de raíz los supuestos fundamentos políticos, culturales, religiosos y económicos de la Argentina. Se había delineado una estrategia represiva y de aniquilamiento que se basaba en la conducción centralizada y la ejecución descentralizada: esto brindaba ciertos niveles de autonomía a las jerarquías inferiores. Estos principios fueron la culminación de un recorrido formativo y de elaboración doctrinaria iniciado en 1955.

 

Las máximas autoridades de la fuerza habían decidido el exterminio del enemigo. Desde el “Operativo Independencia”, el concepto de “aniquilamiento” se convirtió en el ordenador de las prácticas represivas. No obstante, los militares en soledad no hubiesen podido imponer sus ideas y encarar la “lucha antisubversiva” si no hubieran contado con el aval político que solamente les podían otorgar las máximas autoridades del gobierno. Los secuestros, las torturas, los centros clandestinos, los asesinatos masivos, las desapariciones, las variadas formas de destruir o esconder los cuerpos, se convirtieron en la marca registrada del terrorismo de Estado en nuestro país, junto con una serie de prácticas legales o legalizadas por la dictadura tales como la prisión política o el exilio.


En los prolegómenos del golpe de Estado de marzo de 1976, un conjunto de elementos diacrónicos confluyó con otros de tipo sincrónico. Una serie de procesos de largo plazo (desarrollos doctrinarios, jurídicos, de imaginarios, de estructuras organizativas y de prácticas) se imbricaron con otros de corta duración (un diagnóstico de coyuntura, usos, apropiaciones, prácticas represivas, una convocatoria presidencial a la “lucha antisubversiva” y un contexto de crisis política, económica e intra gubernamental) dando lugar al surgimiento de un determinado fenómeno histórico: la represión clandestina y su cara más brutal, el exterminio secreto.

 

La seguridad interna se hallaba completamente integrada a la esfera de la defensa nacional, más que en ninguna de las otras coyunturas previas. La lógica del estado de excepción, existente en diferentes momentos entre 1955 y 1976, creó una situación compleja respecto del marco constitucional. La incorporación de las FF.AA. a la esfera de la seguridad interna para ejecutar tareas represivas se realizó mediante una legislación de defensa atravesada por el imaginario de la “guerra contrainsurgente” que permitía suspender una parte de las garantías constitucionales y que avalaba la implementación de un conjunto de prácticas represivas sostenidas en ese marco legal de emergencia. Desde la lógica castrense no existía una ruptura entre el orden legal y la acción clandestina: la introducción de un estado de excepción les daba a los militares la primacía en la represión y exterminio de la “subversión”. Una serie de decretos confirmaba la percepción del Ejército de estar inmerso en una guerra que –es importante remarcarlo– implicaba la realización de acciones criminales.

Desde la lógica castrense no existía una ruptura entre el orden legal y la acción clandestina: la introducción de un estado de excepción les daba a los militares la primacía en la represión y exterminio de la “subversión”. 

Los pares dicotómicos estatalidad/paraestatalidad y acción pública/acción clandestina en un marco de excepción pierden su operatividad para el análisis histórico: deben abordarse considerando sus cruces y porosidades. Las medidas propias de un estado de excepción imponen una situación en la que la división polar “legal/ilegal” deja de funcionar como clave de comprensión de las acciones ejecutadas por el Estado. En el caso argentino, por ejemplo, muchas de las medidas represivas que implementaron los militares estaban fuera del orden jurídico. Sin embargo, la legislación de defensa que se sancionó en los sesenta y entre 1974 y 1975 permitió que aquellas prácticas ilegales se volvieran legales. Por lo tanto, como señala Marina Franco “el problema no es entonces la ‘legalidad o la ‘ilegalidad’ de las acciones, sino el carácter excepcional y ascendente de esas medidas ‘legales’ fundadas en el estado de necesidad que llevó a la suspensión progresiva del Estado de derecho en nombre de su preservación. Fue ese proceso, efectivamente, el que condujo a la militarización del Estado y alimentó, una vez más, la autonomización de las Fuerzas Armadas”.[3] 

Para finalizar, a partir de 1975 la acción represiva y de exterminio se movieron en una “tierra de nadie” creada por la combinación de la excepcionalidad jurídica con la contrainsurgencia. Este proceso tuvo como condición de posibilidad los desarrollos doctrinarios y gubernamentales previos. 

[1] Carl Schmitt. Teología política. Cuatro ensayos sobre la soberanía. Buenos Aires, Struhart & Cía., 2005, p. 30. 

[2] Clarín, 17 de febrero de 1975, p. 5. 

[3] Marina Franco. Un enemigo para la nación…Op. Cit.,p. 181. 

Esteban Pontoriero. Doctor en Historia por el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Investigador Asistente en CONICET.



sábado, 13 de junio de 2020

Una novela sobre los Lugones: Cuando la Ficción no lograr imponerse a la realidad… @dealgunamanera…

La espada y la palabra. Una novela sobre los Lugones: Cuando la Ficción no lograr imponerse a la realidad… 


La saga de la familia Lugones supone uno de esos dramas que, para el sentido común, están hechos a medida de una novela. Leopoldo Lugones, el poeta exquisito que alentó la primera dictadura militar argentina; su hijo homónimo, comisario y célebre torturador, y Pirí, la tercera generación, periodista y militante montonera víctima del terrorismo de Estado, parecen piezas de un rompecabezas que debería ser ajustado. La pregunta es qué puede aportar la ficción –en este caso la novela de Marta Merkin– en una historia que no necesita ningún agregado, ninguna invención, para hacerla atractiva o para interesar a los lectores.

© Escrito por Osvaldo Aguirre el domingo 21/11/2004 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.


Los Lugones, cuya acción transcurre entre 1968 y 1979, aborda esa novela familiar a partir de Pirí Lugones. La coprotagonista y por momentos conductora de la narración es Laura, en principio una estudiante secundaria que tiene como profesora de literatura a Emilia Cadelago, la ex amante secreta de Leopoldo Lugones.

La militancia política pone a Laura en contacto, por un lado, con Américo, un viejo anarquista que será su punto de apoyo cada vez que entre en crisis, y por otro con los intelectuales más importantes de la izquierda peronista. De manera didáctica, como si el texto apuntara a un lector que desconoce hasta lo más elemental, Emilia Cadelago relata sus amores con el poeta (se retoma la versión según la cual el romance fue interrumpido por la intervención policial de Leopoldo hijo) mientras Américo expone con igual claridad sobre el viraje ideológico de Lugones y los tormentos que practicaba su hijo en el sótano de la vieja Penitenciaría Nacional.

Laura aparece sobre todo como un testigo de lo que los otros, los personajes históricos, hacen y dicen: está fascinada con ellos y presencia casi sin hablar, casi sin moverse, los diálogos que sostienen sobre cuestiones políticas. Si bien tiene dudas respecto de la lucha armada, termina por convertirse en militante de Montoneros y del sector de prensa.

La masacre de Trelew, la asunción de Cámpora como presidente, la expulsión de los Montoneros de la Plaza de Mayo, el golpe militar de 1976 y otros acontecimientos del período en cuestión son resumidos, por lo general, a través de circunstancias conocidas, lo que deja una impresión de relato estereotipado.

Ciertos hechos desconocidos que se incorporan producen, paradójicamente, un efecto fuerte de irrealidad: la reunión en que Walsh habría dado a leer la “Carta a mis amigos” (uno de sus textos más divulgados, aquí reproducido), o el recitado que hace Paco Urondo de uno de sus poemas, son difíciles de creer no en función de los sucesos históricos sino de las condiciones de la propia ficción.

Al parecer, Pirí Lugones tuvo una participación importante en la ejecución de José Rucci, pero ese dato pasa sin recibir mayor desarrollo, lo mismo que la interesante sospecha de Laura respecto de que “los dos Lugones eran igualmente perversos, violentos y autoritarios”.

La interpretación de la historia que se propone, sin demasiada argumentación, parece en cambio abusiva: Leopoldo Lugones, a través del célebre texto que anunció “la hora de la espada” (1924), fue la musa inspiradora no ya de José Uriburu sino de todos los dictadores que le siguieron.

El poeta podría ser considerado una especie de autor intelectual del crimen de su nieta: enfrentada a la represión, poco antes de su secuestro, Pirí comprende que “la espada que su abuelo había levantado con arrogancia hacía más de cincuenta años era la misma espada de la que ella estaba huyendo”.

La ex periodista y ocasional escritora habría sido ejecutada un 17 de febrero, el mismo día, se dice, en que su abuelo se suicidó. La historia no registra esa “macabra coincidencia” –Leopoldo Lugones murió el 18 de febrero de 1938–, pero puede prescindir de ella para imponerse a la ficción.
 




Los Lugones. Una tragedia argentina
Marta Merkin
Sudamericana
250 páginas


Los Lugones narra la vida de tres generaciones de esta familia paradigmática de la Argentina.
Leopoldo, el poeta nacional; Polo, su hijo, oficial de la policía, torturador e inventor de la picana; y Pirí, nieta de Leopoldo e hija de Polo, militante de izquierda y luego integrante de Montoneros, que es secuestrada, torturada y asesinada durante el Proceso.
La novela comienza en la década del sesenta con dos personajes laterales a la trama: una antigua novia del poeta, que es profesora en un colegio secundario, y una de sus alumnas, una joven rebelde que empieza a militar políticamente, donde conoce a Pirí.
De ese modo ingresa la política a la novela. De la mano de estos dos personajes, Marta Merkin reconstruye la historia de los tres Lugones, escribiendo a la vez una apasionante novela de época. 




jueves, 8 de diciembre de 2016

Diciembre de ´83... La Mochila… @dealgunamanera...

La Mochila…

Diciembre 83. "Con la democracia se come, se educa y se cura", frase de Alfonsín. Foto: Cedoc Perfil

¿Quién no carga una mochila? ¿Quién no lleva ahí, en la espalda, colgando de los hombros, el denso catálogo que resume su vida? Una serie de imágenes que se imprimen una y otra vez y se revelan lentamente como fotos en el cuarto más oscuro de nuestra conciencia. Ahí nos reconocemos. Acá estoy, éste soy yo. ¿Soy? ¿Ves el pelo, la ropa, el susto, el miedo, la risa, la alegría? Es una asociación desordenada, aleatoria, que evoca ese juego infantil, esa pelea callejera, los silencios de tu viejo, las lágrimas de tu madre, el día qué, la tarde cuándo, el grito, el gol, ella, eso que sentías, la primera vez.

© Escrito por Carlos Ares el domingo 04/12/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

¿Quién no encuentra todavía en su invisible mochila migas de lo que fue, bollos de papel, poemas, penas, juguetes, amigos, objetos que se conservan como talismanes y se frotan como lámparas para saber, para que nos digan quiénes éramos y por qué y cómo pasó lo que pasó. Una moneda, una figurita, una muñeca de trapo, el reloj del abuelo, el libro de cuentos, la pelota, la camiseta firmada, el autógrafo, la piedra, el pañuelo. Acá estoy, éste soy yo, ¿ves?, mirame la cara, acababa de vomitar la hostia. Pecado mortal. Pensaba morirme esa misma noche. Y no me morí.

¿A quién no le pesa todo lo visto y escuchado, más lo dicho y lo hecho? Nos educan para una vida posible. Hay que aprender a compartir. Hay que saber, hacer, entender. De pronto, es tiempo de lucha, de combate por ideales, por convicciones, por personas que representan la esperanza del hombre “nuevo”, de un mundo más justo. Perón, el Che, Fidel, ERP, Montoneros. Justificamos la violencia, el robo, celebramos la muerte

Hace unos días, tirando para atrás todo lo que encontraba, rebusqué en mi mochila. Sabía que lo tenía y ahí estaba. Los pelos que asomaron parecían de un gorila, pero no. Abajo de Perón, de Evita, de la Patria Socialista, se veía claramente su inconfundible barba. Es, era Fidel. Lo tenía de joven, al lado del Che. Mirando el desparramo que hice a mí alrededor de caras, nombres, libros, consignas, me dije que era una buena oportunidad para limpiar la basura acumulada. Empecé por lo que olía peor. Isabel, Firmenich, López Rega, Videla, Galtieri, el almirante Lacoste, Menem y su ristra de frases, “síganme”, “salariazo”, “revolución productiva”, “declaro la corrupción delito de traición a la patria”, “atravesaremos la estratósfera y en dos horas estaremos en Japón”. Mafiosos, asesinos, narcos. Contuve el asco y seguí tirando, desde Yabrán hasta Aníbal Fernández.

Por una cosa o por otra –autoritarismo, amenazas, crímenes imperdonables–, la mayoría fue a parar a las bolsas negras, de consorcio. Separé restos orgánicos, húmedos y grasos como Roberto Dromi, de personajes de plástico como De la Rúa o Scioli, y latas grandes, agarradas a las manos de Báez, López, Jaime, De Vido y más. Llené tres contenedores y, aun así, me quedaba todavía una montaña de residuos inútiles. Ideologías que encubren, mentiras evidentes, relatos insostenibles. Recuerdo que me dije: “Entre las que comprás y las que te venden, qué cantidad de porquerías juntás”

Somos hechos por el tiempo que nos toca. Al cabo de los años, la vida se condensa y supura en historias. Nos caemos, nos levantamos, gritamos, pedimos, reclamamos, exigimos, votamos, creemos. “Nunca más”, “con la democracia se come, se cura y se educa”, “no pude, no quise, no supe”. “El que las hace las paga”, “conmigo un peso un dólar”, “estamos condenados al éxito”, “chicos, por favor, estamos en Harvard, esas cosas son para La Matanza”, “tenemos menos pobres que Alemania”.

En esas estaba, viendo qué más podía tirar, cuando ella, la Maga, pide ayuda para hacer la mochila de los chicos, que mañana arrancan temprano. De la mía, pensé, de la que todavía tanto lleva, nada va a la de ellos. Ni los textos, ni la música, ni las ideas, ni mis broncas, ni mis pasiones, nada. Mucho menos, tantos fracasos. Sólo, si aceptan, algunos buenos deseos y esperanzas de justicia. El alimento necesario para que se sostengan enteros, dignos de sí. Ya tendrán su propio pasado como para andar de salida cargando uno ajeno. Si hacen el viaje “ligeros de equipaje”, tal vez puedan llegar más lejos, hacer algo mejor.




domingo, 28 de agosto de 2016

"A los Kirchner nunca les importó nunca el tema de los derechos humanos"… @dealgunamanera...

Graciela Fernández Meijide: "A los Kirchner nunca les importó nunca el tema de los derechos humanos"…


La exintegrante de la CONADEP sostuvo que los grupos guerrilleros fueron "terroristas" y propuso reducir penas a los represores que colaboren con la Justicia.

Publicado el domingo 28/08/2016 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Graciela Fernández Meijide, exintegrante de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) durante la presidencia de Raúl Alfonsín, habló durante una entrevista de su lugar en los organismos de derechos humanos, la desaparición de su hijo, el número de desaparecidos y la discusión sobre esa época que se ha reavivado en las últimos semanas.

Cuando el consultaron por qué no siguió la línea de Madres de Plaza de Mayo, Fernández Meijide contestó: “Porque mi forma de trabajo es más institucional. A mí no me alcanzaba con lo testimonial, que igual es importante. Pero había que reunirse en la calle y no había cómo guardar la documentación. En cambio, la Asamblea tenía una pequeña estructura que después se fue agrandando”.

En cuanto a la llamada "teoría de los dos demonios", consideró que “es un invento que se reverdeció cuando Alfonsín dio, en 1983, los decretos 157 y 158, por los cuales se ordenaba el enjuiciamiento de los líderes de las tres primeras Juntas Militares y de los líderes de las organizaciones armadas Montoneros y ERP que no estaban en el país. Parecía que Alfonsín los ponía en nivel de igualdad”.

“Sin embargo, si se lee la fundamentación de ambos decretos, no se dice ‘tienen igual responsabilidad’. Es por eso que se declaró crimen de lesa humanidad uno y no el otro, porque la fuerza que tiene un gobierno con todas las agencias de represión a su disposición se suma a la garantía de total impunidad”, agregó durante la entrevista al sitio Infobae. Además, sostuvo que “hoy ya no tiene sentido” enjuiciar a grupos que tomaron las armas en esa época.

“Se hacen igual que antes, por lo tanto, la verdad la aportan siempre las víctimas, y los militares niegan y niegan. No se encontró la forma”, sostuvo la exintegrante de la Conadep en cuanto a los juicios contra los represores.

Además, sobre el tema, agregó: “A aquel que diga datos concretos, que tenga reducción de pena. Hoy no tienen ningún estímulo. Si Santiago Riveros, que era el responsable de Campo de Mayo, donde seguramente mataron a mi hijo y al hermano de Eduardo, pudiera negociar no tener condena perpetua, a lo mejor nos diría si mi hijo pasó ahí”.

En cuanto a la reactivación de los juicios durante el kirchnerismo, Fernández Meijide consideró que “la intencionalidad fue política. Néstor Kirchner fue elegido con el 22% de los votos y necesitaba sectores de la sociedad que lo apoyaran. Cuando se empiezan a desarrollar los juicios, comienza la necesidad de hacer juicios y más juicios. Además, se los organizó con muy poca astucia desde el punto de los tiempos de la economía jurídica”.

Además, sostuvo que los Kirchner desmerecieron el trabajo previo de los organismos de derechos humanos “porque eran ignorantes de ignorancia supina. Ni a uno ni al otro les importó nunca el tema de los derechos humanos y nunca tuvieron nada, ninguna participación, ni física ni intelectual, con el tema. Por lo tanto, cuando lo abordaron, lo hicieron desde la mayor ignorancia”.

“La acción de recomenzar la justicia, convocar y financiar dio sus resultados. Además, los organismos estaban muy achicados ya, pensá que yo soy de las madres más jóvenes, ya muchísimas han muerto”, comentó sobre la cooptación de los organismos.

Al ser consultada por la cifra de desaparecidos, Fernández Meijide declaró: “Yo siempre digo, si fueron 30 mil, primero: ¿por qué las cúpulas no dicen quiénes son los 20 mil restantes? Segundo: ¿Qué pasó en esta sociedad que hay 20 mil personas que desaparecen y no hay una familia, un amigo o un compañero que denuncie?”.

“¡Es imposible! Son los que son, número más o número menos. Y es más, hubo muchos intentos de denuncia de desaparición posterior para poder cobrar las indemnizaciones, porque esas cosas también, desgraciadamente, pasan”, remató.

Además, polémica, Fernández Meijide sostuvo que el accionar de la Dictadura no se trató de genocidio porque eso “supone la persecución a un sector de la sociedad por raza, religión o etnia. Acá el tema era destruir las organizaciones armadas, sobre todo y básicamente ERP y Montoneros”.

Por otra parte, la exintegrante de la Conadep sostuvo que las organizaciones armadas deberían ser llamadas “terroristas. Sobre todo la guerrilla urbana, donde no hay un enfrentamiento con un ejército en un terreno. Por eso, para hacerse notar, o tomaban un cuartel o una comisaría para robar las armas o ponían una bomba”.

Para cerrar, le consultaron si cree posible cerrar ese capítulo de la Argentina, a lo que contestó: “Siempre se va a cerrar, más tarde o más temprano. Hoy por hoy es muy pronto. Primero, porque nadie dijo qué pasó con los desaparecidos. Yo todavía no sé qué pasó con mi hijo”.