La lección del Sur…
En la
Argentina reducida a las cifras de la economía y las finanzas se nos invita a
mirar los cien días del presidente Mauricio Macri, lo que equivale al 2% de los
4.579 días que gobernó el kirchnerismo, de los cuales, yo misma durante 3.650
días ocupé una banca en el Congreso de la Nación. De modo que, por más esfuerzo
que haga para elaborar un análisis desapasionado, objetivo, sobre todo honesto,
no puedo eludir el peso de esas cifras.
© Escrito por Norma Morandini el sábado
19/03/2016 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
Aclaro: es una ironía, esa prima hermana del cinismo, ya
que los números sirven para todo menos para contar las lágrimas si quisiéramos
medir el pesar de todo ese tiempo en el que fui testigo de lo que no se
cuantifica, la degradación democrática, corroída y corrompida por un poder
personalista y una concepción totalitaria que buscó domesticar a la Justicia y
canceló la deliberación legislativa.
Porque estoy entre los argentinos que temimos por la
continuidad democrática, amenazada por lo que la niega, la obediencia del
cuartel, el culto a la personalidad, el ocultamiento y la mentira, prefiero la
coincidencia de los cien días con la rotura en Santa Cruz del glaciar Perito
Moreno: en lugar de la oscuridad y la soledad de la última vez, ahora rompió a
plena luz del día, entre aplausos de testigos. Un sinceramiento que como bella
metáfora se puede aplicar a todo lo que vivimos en estos últimos cien días.
El rugido de una caída inevitable de lo que se veía como
sólido, fuerte, y la conmoción ante un espectáculo compartido. El glaciar
volverá a reconstituirse, lo que llevará un tiempo equivalente al mandato
presidencial, cuatro años. Todavía estamos bajo el impacto de su rotura, la
palabra correcta para nombrar la caída ya que se trata de un cuerpo sólido.
En cambio, las rupturas se dan cuando se destruyen
los vínculos humanos, más difíciles de reconstruir cuando la ofensa, el insulto
y la descalificación personal sustituyen la convivencia democrática. De modo
que estos primeros cien días inevitablemente caen bajo la espuma y el rugido de
la caída del kirchnerismo. No así sus prácticas. La impostación del relato que
sirvió para sostener al gobierno de Cristina Kirchner se usa ahora para
demonizar el de Mauricio Macri.
Años de confrontación cancelaron la deliberación
democrática y los residuos del “relato” siguen tiñendo los análisis políticos.
¿Debe o no debe hablar de la herencia? Un debate equivocado. Si se trata de
restituir la institucionalidad democrática y se respeta la capacidad de
discernimiento de la ciudadanía, siempre es obligación de los gobernantes
transparentar la información, lo que a la larga redundará en una sociedad
madura que no se dejará engañar.
Los derechos humanos politizados para
propagandizar el gobierno kirchnerista en estos tres meses se están utilizando
para calificar al gobierno de Mauricio Macri de dictador. Medir el compromiso
con los derechos humanos con la visita a la ESMA equivale a creer que alcanza
con descolgar un cuadro de Videla. Otra banalización: la gestión de los gestos.
Allí no están los muertos desaparecidos sino los fantasmas de lo que les hicieron.
Nadie conoce mejor los organismos internacionales de
derechos humanos que aquellos que debimos acudir en busca de ayuda cuando
imperaba el terror. Pero no se debe utilizar a los amigos extranjeros para
mentir sobre un gobierno legitimado en las urnas. Es muy saludable que existan
organizaciones humanitarias que velen por la dignidad y la libertad de los
activistas sociales y humanitarios. Todos, no algunos.
Años de confrontación cancelaron la
deliberación democrática y ofuscaron la misma idea de la democracia. Todavía
entre nosotros confundimos negociación con trueque, el estadio más primitivo de
la política y el consenso con la unanimidad: la gritería con debate, todos
opinan sobre la opinión ajena, lo que desnuda la escasa conciencia cívica del
respeto al otro y la pereza ideológica de reducir la realidad al slogan. Sin
correr el riesgo de innovar en las soluciones.
Vivo estos cien días con el mismo espíritu
de colaboración con el que estrené mi banca en el inicio del gobierno de Néstor
Kirchner. A poco andar, descubrí la concepción de poder autoritaria. Fui una
honesta opositora. No me alegra no haberme equivocado, De modo que no necesito
sobreactuar mis críticas al nuevo gobierno, al que reconozco honestidad de
intenciones y enormes dificultades.
Sigo creyendo que vivimos un tiempo crucial para definitivamente consolidar una cultura de convivencia y legalidad democrática, sin las urgencias de las emergencias y con la alternancia de ese bello glaciar que cada cuatro años disuelve sus témpanos en el lago Argentino para volver a empezar.
"La bella lección que nos viene del Sur".
Sigo creyendo que vivimos un tiempo crucial para definitivamente consolidar una cultura de convivencia y legalidad democrática, sin las urgencias de las emergencias y con la alternancia de ese bello glaciar que cada cuatro años disuelve sus témpanos en el lago Argentino para volver a empezar.
"La bella lección que nos viene del Sur".