Doble estándar…
Massa crítica, Sergio Massa. Dibujo:
Pablo Temes
El Presidente le pone energía y brazos a la batalla
electoral. Sombra económica.
© Escrito por Roberto García el sábado 22/10/2016 y publicado por el Diario Perfil de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
A veces cuesta entender a Mauricio Macri, al menos su
método. Más de uno, por ejemplo, se pregunta: ¿cuál es la razón por la cual el
ingeniero trata de utilizar todos los instrumentos musicales para la batalla
electoral del año próximo, en la que objetivamente no tendría que tener
problemas, mientras sostiene el combate contra la inflación con un solista, con
una sola mano además, conservando la otra atada a la espalda?
Para un boxeador sería letal esa práctica; para un economista, un desquicio a pagar el olvido del gasto público excesivo. Misterio bifronte y suspenso, entonces. En un área, la política, en la que no debería perder hasta por razones atávicas, un rostro de Macri consagra todo tipo de esfuerzos; y en la otra, la económica, el otro rostro hace sombra como en el boxeo, echa culpas, casi se distrae y exige a unos lo que no se demanda a sí mismo.
Para un boxeador sería letal esa práctica; para un economista, un desquicio a pagar el olvido del gasto público excesivo. Misterio bifronte y suspenso, entonces. En un área, la política, en la que no debería perder hasta por razones atávicas, un rostro de Macri consagra todo tipo de esfuerzos; y en la otra, la económica, el otro rostro hace sombra como en el boxeo, echa culpas, casi se distrae y exige a unos lo que no se demanda a sí mismo.
En un rubro, es explícito y apela a recursos diferentes. Un modelo: en la provincia de Buenos Aires descuartiza adversarios o ex aliados para convertirlos en enemigos (Sergio Massa). Ni siquiera aguarda el apotegma de un ex ministro: “El mayor peligro de Massa es él mismo”. Lo necesita achicado. También alimenta, suma y agradece fracciones de otros partidos, sellos, intendentes, divisiones (Florencio Randazzo, Julián Domínguez), e intenta congelar los números de las encuestas como si fueran corazones a trasplantar dentro de un año.
Tal el caso de Daniel Scioli: luego de la entrevista secreta que mantuvieron, el ex gobernador divulgó su vocación de postulante, justo cuando ya era un hombre descarnado y sin ambiciones; desde entonces, y manteniendo una obediencia inalterable, ha vuelto a confirmar su fe cristinista, superior a la que mostraba antes de la derrota. Para suspicaces: esa devoción, como se sabe, lo llevó al cadalso. Cristina, a su vez, se enorgullece por el lugar que encontró en la provincia –a la que seguramente no intentará representar, ya que Santa Cruz se presenta más facil–, el favor del auditorio (entre 20 y 30 por ciento superior al de otros centros del país) que, le satisfaga o no, quizá le traslade a Scioli el año próximo.
Además, quienes creen
que la Justicia posterga decisiones sobre la ex presidenta, que prefieren no
encarcelarla antes de los comicios del año próximo, que el oficialismo la
necesita viva, limitada pero coleando, le facilitan a Cristina la respiración
–sobre todo, quien se cree el Ave Fénix– aunque sea humillante el ejercicio.
Ese cuadro del PJ, su revoloteo, le permite al dúo Macri-María Eugenia Vidal
imaginar a costa de otros la constitución de un aparato territorial del que
carecen, expandir lo que no tienen e, incluso, agregar especies que
desnaturalicen sin prejuicios la pureza étnica del PRO. Lo que era
inconveniente para la elección nacional ahora puede justificarse en el orden
provincial.
Distinto el modelo macrista en Capital. Consiste en atrapar otro público, no precisamente peronista, ampliar lo que sí tiene y dispone su aparato partidario –el dominio territorial del PRO–, insuficiente sin embargo para repetir una hegemonía en las elecciones. De ahí que, lejos de apartar socios contingentes, Macri los entusiasma, como a Martín Lousteau y Elisa Carrió , quienes presentarían lista propia en 2016 para disgusto y venganza de Horacio Rodríguez Larreta, quien ahora propone la interna que antes desechó.
También provoca tempestad en la UCR: hay muchos que no comulgan con el actual embajador en EE.UU., tanto que se le atribuye a Ernesto Sanz haberle pedido a Lousteau que no regrese a la Argentina. Parece que no le hará caso y, además, desde su marca poco conocida (Eco) ofrece una alternativa interesante a la insaciabilidad de otros radicales: pueden ir unos correligionarios en la lista de Rodríguez Larreta y otros en la que Lousteau comparte con Carrió.
Distinto el modelo macrista en Capital. Consiste en atrapar otro público, no precisamente peronista, ampliar lo que sí tiene y dispone su aparato partidario –el dominio territorial del PRO–, insuficiente sin embargo para repetir una hegemonía en las elecciones. De ahí que, lejos de apartar socios contingentes, Macri los entusiasma, como a Martín Lousteau y Elisa Carrió , quienes presentarían lista propia en 2016 para disgusto y venganza de Horacio Rodríguez Larreta, quien ahora propone la interna que antes desechó.
También provoca tempestad en la UCR: hay muchos que no comulgan con el actual embajador en EE.UU., tanto que se le atribuye a Ernesto Sanz haberle pedido a Lousteau que no regrese a la Argentina. Parece que no le hará caso y, además, desde su marca poco conocida (Eco) ofrece una alternativa interesante a la insaciabilidad de otros radicales: pueden ir unos correligionarios en la lista de Rodríguez Larreta y otros en la que Lousteau comparte con Carrió.
A su
vez, la dama de la Coalición Cívica, vencida hasta ahora por el cigarrillo y
orgullosa de fijarle condiciones a Macri, además de fotografiarse con “Rulitos”
y contrariar a Sanz (lo que vendría a ser un placentero hobby para ella,
después de haberlo agraviado en una reunión con el Presidente), brindará otro
servicio: habrá de blanquear a ciertos radicales que también desean fotografiarse
con Lousteau. Y para Macri, de continua y lisonjera comunicación con esos dos
partners, el juego de alianzas se torna redondo: pretende, copiando a los
peronistas de antaño, que colectoras del tipo Lousteau-Carrió lo favorezcan en
los cómputos finales, sin importar que ese rédito implique cierta jibarización
del PRO y del jefe de Gobierno porteño.
Finalmente, como ha manifestado Jaime Duran Barba –ausente tal vez del país hasta después de las elecciones para no despertar iras–, no se trata de conseguir más diputados o senadores propios en los futuros comicios, sino de consagrar la sensación del triunfo. Como si el objetivo fuera ratificar una línea, una tendencia, un gobierno bajo la binaria repetición de “Venezuela o nosotros”. La experiencia de diez meses demuestra, por otra parte, que se puede administrar el Congreso sin necesidad de tantos fieles. Será costoso, temporario, pero las contrataciones rinden.
La otra faz de Macri, la económica, no registra la misma amplitud. Por el contrario, se encierra, revela inconsistencias preocupantes (déficit, actividad, desocupación, pobreza) y la superficialidad de Federico Pinedo o del propio Macri, tildando a los empresarios de “langas” o de que tienen que poner el traste, vulgaridades antes reprochables en funcionarios de menor jerarquía como Guillermo Moreno. No lo dijeron en el Mini Davos, son expresiones típicas de quienes no se preguntan de dónde proviene su sueldo ni de las implicancias finales por cambiar un lema de Bill Clinton por otro propio: “Es la política, estúpido”. Tal vez no alcance.
Finalmente, como ha manifestado Jaime Duran Barba –ausente tal vez del país hasta después de las elecciones para no despertar iras–, no se trata de conseguir más diputados o senadores propios en los futuros comicios, sino de consagrar la sensación del triunfo. Como si el objetivo fuera ratificar una línea, una tendencia, un gobierno bajo la binaria repetición de “Venezuela o nosotros”. La experiencia de diez meses demuestra, por otra parte, que se puede administrar el Congreso sin necesidad de tantos fieles. Será costoso, temporario, pero las contrataciones rinden.
La otra faz de Macri, la económica, no registra la misma amplitud. Por el contrario, se encierra, revela inconsistencias preocupantes (déficit, actividad, desocupación, pobreza) y la superficialidad de Federico Pinedo o del propio Macri, tildando a los empresarios de “langas” o de que tienen que poner el traste, vulgaridades antes reprochables en funcionarios de menor jerarquía como Guillermo Moreno. No lo dijeron en el Mini Davos, son expresiones típicas de quienes no se preguntan de dónde proviene su sueldo ni de las implicancias finales por cambiar un lema de Bill Clinton por otro propio: “Es la política, estúpido”. Tal vez no alcance.
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