Sin rivales de peso…
Javier Milei vs. Victoria Villarruel. Dibujo: Pablo Temes
El oficialismo casi no tiene
oposición y debería dejar ya las internas y ponerse manos a la obra.
© Escrito por Nelson Castro el sábado
31/08/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, República Argentina.
Hay algo que el presidente Javier Milei debería aprender de manera urgente:
pelearse con todo el mundo no conduce a nada. La realidad se lo viene
demostrando permanentemente. Las derrotas legislativas que sufrió el Gobierno
en las últimas semanas fueron la consecuencia de una actitud en la que Milei
persiste con una obstinación carente de sentido. Si cree que con su comportamiento
ostenta una demostración de fuerza, se equivoca. Tampoco parece muy conducente
como estrategia para mantener la cohesión entre los propios. Puede funcionar en
un puñado de oportunidades, pero pronto se agota como recurso.
La reunión que mantuvo el viernes con los legisladores de La Libertad
Avanza y el PRO parece haber sido una muestra de aprendizaje. La
iniciativa la sugirió Mauricio Macri en la larga cena que mantuvo con Milei en
la quinta de Olivos. El expresidente aprovechó para quejarse de varias cosas
que le vienen molestando: Santiago Caputo, la mala conducción de la Cámara de
Diputados, los muchos kirchneristas que aún ocupan cargos en el Gobierno, la
operación montada contra él por algunos funcionarios de la SIDE y la nominación
de Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia. El menú fue completo.
En el encuentro entre el Presidente y los legisladores en el Salón
Balcarce de la Casa Rosada, el tema prioritario fue la necesidad que tiene el
oficialismo de evitar que la oposición pueda alcanzar los dos tercios de los
votos que se necesitan para revertir el veto presidencial. Si el kirchnerismo
lograra neutralizarlo, le infligiría al Gobierno una nueva y dura derrota de
consecuencias políticas muy adversas.
Sin embargo, falta aún un largo devenir para pavimentar un camino en el
que la voluntad de acuerdo entre oficialismo y la oposición que le es afín
reine por sobre la discordia. Recuérdese que el 9 de julio pasado se firmó en
San Miguel de Tucumán el así llamado Acuerdo de Mayo sin que hasta aquí haya
habido algún signo claro de traducir ese acuerdo en hechos.
Sobre este asunto se habló en la semana que pasó durante una reunión
empresarial, en cuyo transcurso los asistentes –que apoyan los objetivos y el
rumbo del Gobierno– expresaron su preocupación por la falta de voluntad por
parte del oficialismo para dejar de lado la metodología de la confrontación
permanente. En tanto y en cuanto no haya acuerdos políticos de peso entre La Libertad Avanza y los sectores de la oposición que
le son afines, las inversiones gigantes que necesita la Argentina para salir de
su estancamiento e involución no vendrán. “Si no hay acuerdos, no habrá
previsibilidad y, entonces, por más que se levante el cepo, nadie por fuera del
sector energético pondrá un dólar acá”, dijo con todas las letras uno de los
empresarios importantes que participaron del encuentro. El conflicto como
política sostenida recuerda los tiempos del kirchnerismo.
Los problemas del Gobierno no son solo con los opositores: los hay
también internamente. Ello es producto de una falta de conducción de parte del
Presidente a la que se le agregan los egos personales y que se exhiben de
manera casi obscena. La inentendible y criticable visita a los exmilitares
condenados por delitos de lesa humanidad dejó expuesto la existencia de una
alarmante incomunicación y ánimo de enfrentamiento entre los legisladores de
LLA que es tan asombrosa como inquietante. En realidad lo que se observa hoy
día es el resultado de algo cuya génesis estuvo en los inicios de la campaña
electoral: el oficialismo no tenía la gente suficiente para ocupar cargos en el
poder. Vale la pena hacer un poco de memoria. Una vez ganadas las elecciones,
los diputados electos por La Libertad Avanza se quejaban de dos cosas que
resultaban sintomáticas. La primera es que no se conocían entre ellos. La segunda
es que la mayoría jamás había tenido un contacto más o menos cercano con el
líder del espacio ni tampoco con las figuras fuertes del Gobierno. Un rejunte
que sirvió para presentar número, pero que hoy está mostrando sus
consecuencias. Victoria Villarruel lo había señalado off the record por
aquellos tiempos no menos turbulentos: “Somos cuatro gatos locos”, le decía con
honestidad brutal a quien se animaba a consultarla.
Karina Milei y Santiago Caputo no digieren que Victoria
Villarruel tenga peso político propio.
Hablando de la vicepresidenta –para sumarle más temperatura a esto–,
está la ruidosa disputa de poder que protagoniza con el líder libertario. La
relación entre ellos es evidentemente tóxica. La ausencia de diálogo y la
improvisación son asombrosos. En el entorno de Milei –léase su hermana Karina y
Santiago Caputo– no digieren que Villarruel tenga peso político propio. Les guste o
no, la vice tiene un número de simpatizantes que no es menor. Con más razón,
deberían afinar la estrategia y no dejar cabos sueltos. El castigo no les está
dando buenos resultados. “Deberíamos estar con un balde de pochoclo mirando las
barbaridades de la causa contra Alberto Fernández, pero, en lugar de eso, nos
estamos peleando entre nosotros”, dijo con preocupación un diputado libertario.
Mientras tanto, en el oficialismo siguen disfrutando de una realidad que
no les presenta competencia. Juntos por el Cambio ya no existe, el radicalismo
no encuentra su propio rumbo, en el PRO intentan ponerse de acuerdo para
brindar un apoyo constructivo y el peronismo ha dejado –por el momento– de ser
una variable desequilibrante. Tanto es así que en el entorno de uno de los
barones del Conurbano señalaron con preocupación la dificultad que la realidad
les presenta a la hora de movilizar gente. “Entre los planes, las asignaciones
y toda la ayuda social que ahora llega a la gente casi sin intermediarios no
tenemos herramientas para la movilización. La gente –por ahora– no se mueve de
su casa. Veremos qué ocurre si la economía no se reactiva y siguen
desapareciendo las changas”.
En lugar de descansar en esta falta de rivales políticos de peso, el
Gobierno debería poner manos a la obra en alcanzar la concordia interna,
levantar el cepo y reactivar la economía para evitar males mayores de cara a
2025.