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lunes, 11 de noviembre de 2024

Se alinearon los planetas... @dealgunamanera...

 Se alinearon los planetas…

Empleado del mes, Donald Trump. Dibujo: Pablo Temes.

Javier Milei y su gobierno recibieron con euforia la victoria de Donald Trump. En política, las relaciones interpersonales juegan un papel clave.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 09/11/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Se alinearon los planetas. No quedan dudas. Ese es el significado que para Javier Milei y su gobierno tiene la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. A medida que en la noche del martes los resultados iban consolidando una tendencia imparable a favor del candidato del Partido Republicano, la euforia del Presidente y su entorno iba experimentando una especie de crescendo casi extático. Es claro que para el actual gobierno no daba lo mismo que ganara uno u otro candidato. Con Kamala Harris en la Casa Blanca las cosas hubieran sido muy diferentes. 

En la política –como ocurre prácticamente con cualquier otra actividad– las relaciones interpersonales juegan un rol fundamental. Y esa importancia se agiganta cuando esa relación de afecto y afinidad se da entre los jefes de Estado. En el caso del vínculo entre la Argentina y los Estados Unidos, la historia es rica en ejemplos que confirman el postulado precedente: Carlos Menem con George Bush padre y Bill Clinton; Arturo Frondizi con John Fitzgerald Kennedy.  

Donald Trump siente afecto verdadero y gratitud por Milei, cuya gestión valora enormemente. Afecto por la afinidad ideológica absoluta existente entre los dos; gratitud, por la actitud del mandatario argentino de ir a visitarlo en un momento en que el flamante presidente electo era denostado por la mayoría de la dirigencia política estadounidense. En la tarde del miércoles en Miami, dos integrantes del Comité de Campaña de los republicanos señalaban que a Trump lo conmovió esta actitud de Milei. De ahí que la reunión de la próxima semana en Mar-a-Lago, la exuberantemente lujosa residencia de Trump en West Palm Beach, debe ser tomada como una muestra de ese afecto. Y como una verdadera señal política. Afecto y valoración que son compartidos por Elon Musk, cuyo protagonismo en la campaña y en estos primeros días posteriores a la elección es evidente y significativo. 

Las reacciones de los mercados del miércoles reflejaron con contundencia el impacto positivo que el triunfo de Trump produjo en la macroeconomía vernácula. Una de las expectativas de mayor envergadura está dada por la posibilidad de conseguir el apoyo por parte del futuro presidente de EE.UU. para obtener el dinero fresco necesario para levantar el cepo. En 2018, durante la realización de la cumbre del G20 en Buenos Aires, se recuerda que Trump le preguntó a Mauricio Macri –a quien lo une una amistad de años– qué necesitaba. Y, más allá de lo que Macri le haya contestado en ese momento, los hechos posteriores demostraron que Trump ayudó mucho a su amigo para conseguir aquel préstamo inaudito que le otorgó el Fondo Monetario Internacional.  

Pero, para el gobierno argentino, el alineamiento de los planetas no termina en esta posibilidad de obtener la cantidad de dólares necesarios para levantar el cepo. Las circunstancias políticas de la región hacen que Milei pueda transformarse en una pieza muy importante dentro del mosaico que hay en esta parte del continente ya que, con la ausencia de Jair Bolsonaro, la alianza con la Argentina es de obligada necesidad para tener influencia en gran parte de Latinoamérica. “Vamos a ser el faro de América del Sur y vamos a forjar alianzas duraderas con los amigos de la libertad. Con Trump en los Estados Unidos mucho de lo que estamos haciendo aquí cobra un sentido mucho más trascendental”, aseguró un diputado oficialista.

El Gobierno se siente cómodo en la pelea con los líderes sindicales, que no entienden el cambio de época.

En la política doméstica, una vez aquietadas las aguas por la salida de Cancillería de Diana Mondino, también se vivieron días de euforia y revancha. El Presidente, junto a Guillermo Francos y su hermana Karina, recibieron en Casa Rosada a los gobernadores radicales Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Carlos Sadir (Jujuy), Gustavo Valdés (Corrientes), Alfredo Cornejo (Mendoza) y Leandro Zdero (Chaco). Fueron casi dos horas de reunión, donde se intentó dejar atrás la polémica por Alfonsín, tema en el que Milei ensayó una suerte de disculpa, y se centraron en la importancia de sostener el equilibrio fiscal, hablaron de la realidad que atraviesa cada una de las provincias y de cómo motorizar la actividad desde las economías provinciales para que el país salga adelante. En realidad, lo que al Gobierno le interesa es mantener esa suerte de alianza con los mandatarios provinciales que le permitirá luego contar con votos y apoyos que son vitales entre las bancas del Congreso Nacional. 

El otro tema en el que el Gobierno se siente cómodo es en la pelea con los líderes sindicales. Esta semana el conflicto con los gremios aeronáuticos se agudizó. Gente que quedó varada en los aeropuertos, pasajeros que tuvieron que sufrir más de tres horas de espera arriba de los aviones y otras postales para el olvido. La Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA), que conduce Pablo Biró, la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), encabezada por Juan Pablo Brey, y la Asociación del Personal Aeronáutico (APA), liderada por Edgardo Llano, fueron las responsables de las penurias de miles de pasajeros. Ninguno de los responsables de estos gremios ha entendido que la gente pide a gritos un cambio de época mientras ellos mantienen sus privilegios de espaldas a la sociedad. Basta con citar las palabras de otro experimentado líder sindical que tuvo, al menos, un rapto de lucidez: se trata de Ricardo Cirielli, líder de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico (APTA), quien cruzó a sus compañeros y dijo que “están obligando al Gobierno a cerrar Aerolíneas Argentinas” e incluso calificó su estrategia de paros eternos como de “lock out sindical”. Más claro, agua. Sus declaraciones son un símbolo que alumbra la futura relación de los gremios entre sí y de estos para con el Gobierno. Han perdido el apoyo de la gente y le están entregando a Milei un triunfo en bandeja para agigantar su figura. La mentalidad anacrónica y llena de vicios de gran parte de los líderes sindicales es un problema que se debe encarar de una vez por todas para que la Argentina empiece a sanar.



domingo, 3 de noviembre de 2024

Confianza en Trump... @dealgunamanera...

Confianza en Trump… 


El Gobierno espera que el magnate republicano gane las elecciones para recibir una ayuda de los amigos en el FMI.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 02/11/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


Más allá del estrépito, la salida de Diana Mondino de la Cancillería era algo ya sabido. El estrépito fue producto de un hecho que dejó al descubierto la falta de comunicación interna del Gobierno. El voto argentino en la Organización de las Naciones Unidas fue, históricamente, contrario al embargo contra Cuba. Es un voto que tiene un valor meramente simbólico. La catastrófica situación de atraso y pobreza que soporta la ciudadanía cubana no está causada por ese embargo, sino por la concepción anacrónica de un régimen totalitario y autocrático cuyos dirigentes viven en medio de una opulencia escandalosa.  

Diana Mondino se ha encargado de decir que ese voto había sido puesto en conocimiento de la Casa Rosada antes de ser emitido. Hasta ahora no ha habido respuesta desde la Presidencia. Eso, sumado a las palabras elogiosas del jefe de Gabinete, Guillermo Francos, hacia la exministra indica que hay voluntad de no tirarla por la borda. Sin embargo, queda clara la brutal forma de ejercer el poder que tiene el Presidente. Lo que sí hubo fue un comunicado dirigido al personal de la Cancillería, cuyo párrafo final sembró inquietud y encendió alarmas “… el Poder Ejecutivo iniciará una auditoría del personal de carrera de la Cancillería, con el objetivo de identificar impulsores de agendas enemigas de la libertad”. Una cosa es que el cuerpo diplomático lleve adelante las políticas que emanan del gobierno de turno –esa es, al fin y al cabo, su tarea– y otra muy distinta es que todos sus integrantes piensen de la misma manera. La caza de brujas ha formado parte de los usos y costumbres del kirchnerismo, del peronismo y de los regímenes militares. El ideario libertario prometió otra cosa. Ese tipo de reacciones van en contra de los postulados de la libertad.    


Diana Mondino hizo saber que la Casa Rosada conocía cómo se iba a votar en la cuestión de Cuba.

Un ejemplo de la volubilidad de la política vernácula lo representa el caso del reemplazante de Mondino, el flamante ministro de Relaciones Exteriores, Gerardo Werthein, quien se venía desempeñando como embajador de la Argentina ante el gobierno de los Estados Unidos, supo ser un acérrimo acólito de Cristina Fernández de Kirchner. “Habíamos podido abandonar el modelo de especulación financiera por uno de producción y, además, éramos de los países más desendeudados del mundo”, escribió el flamante ministro en 2011. El problema no es solo el cambio de opinión. Al fin y al cabo, ahí está el caso de Daniel Scioli, que también se desvivió en elogios hacia la expresidenta –que no le evitaron ser despreciado por ella– y hoy es funcionario estelar de este gobierno que le permite por estos días subirse a la ola del fenómeno Franco Colapinto e intentar traer la Fórmula 1 a la Argentina. El problema es de esencia moral: haber apoyado al kirchnerismo significa haber convalidado la corrupción reinante en esos gobiernos y el proyecto autocrático  –y por ende antidemocrático– que encarnaban. Queda claro que a La Libertad Avanza le está costando demasiado mantener una línea de coherencia entre sus nuevos funcionarios. En este mismo contexto se inscribe también la elección del titular de la Dirección General Impositiva (DGI), Andrés Vázquez, con un controvertido pasado kirchnerista.  

La próxima semana será de gran expectativa en la Casa Rosada como producto de la elección presidencial en los Estados Unidos. Prudente y acertadamente, el Gobierno viene sosteniendo en su discurso una postura equidistante de los dos candidatos. Se prenuncia una elección con un resultado muy cerrado. En el promedio de las encuestas más respetadas hay una ventaja mínima, pero sostenida para Donald Trump sobre Kamala Harris. Es claro que, en el sentimiento de 
Milei
, su deseo es que gane Trump. Su identificación y cercanía con el candidato republicano hace la diferencia para un acceso a la Casa Blanca que no tendría con Harris. Y eso, en el contexto de todo lo que falta negociar con el Fondo Monetario Internacional, pesa. Lo vivió Mauricio Macri: de no haber sido por su amistad con Trump, el extraordinario –y controvertido– préstamo que el organismo le dio al país no se hubiese materializado. Como ya se vio, en las filas del trumpismo, la figura de Milei despierta apoyo y euforia. De ser elegido, habrá que ver cuánto de todo esto se traduce realmente en medidas de apoyo para el gobierno argentino.  


El paro mostró que dirigentes como Pablo Moyano no entienden el cambio que vive la Argentina.

Mientras tanto, en la política de cabotaje, viejos fantasmas sobrevuelan la escena. Por un lado, el paro en el transporte que impulsó una parte del gremialismo duro, puso de manifiesto que dirigentes como Pablo Moyano no han entendido el cambio que se está produciendo en la Argentina. Más allá del gobierno libertario, la gente de a pie ya no tolera medidas que perjudiquen su vida diaria en pos de sostener los privilegios de la casta sindical. La Unión Tranviarios Automotor (UTA), el gremio que nuclea a los trabajadores de las principales líneas de colectivos del país, decidió no participar de la medida de fuerza luego de llegar a un acuerdo de recomposición salarial con el Gobierno y las cámaras empresariales. El oficialismo logró así una doble carambola: evitó un jueves sin el servicio de colectivos, aisló a los gremios díscolos y los convirtió –una vez más– en su sparring de cara a la sociedad.  

El otro hecho que se celebró dentro del Gobierno es que CFK se encamina a presidir el PJ. No solo eso, La ex vicepresidenta se reunió con gobernadores y otras figuras del peronismo para ponerse a trabajar de cara a las elecciones de medio término del año que viene. Sergio Massa está incluido en ese combo. Nada nuevo bajo el sol. Queda claro que la oposición no tiene figuras de renovación y les regala a los libertarios la posibilidad de arrasar con el pasado reciente que tanto mal le ha hecho a la Argentina.





domingo, 19 de mayo de 2024

Odio, aberraciones y Milei... @dealgunamaneraok...

 Odio, aberraciones y Milei...


El discurso político basado en la mentira consiste tanto en la fabricación de falacias que denigren al rival como en el maquillaje de las propias fortalezas y defectos. Populistas de extrema derecha como Javier Milei están abonados a esta estrategia que no fue inventada por Goebbels ni Donald Trump, sino que es tan vieja como la política misma.

Por ejemplo, se atribuye a Octavio el haber desacreditado a Marco Antonio, hace dos milenios, mediante la difusión de bulos que presentaban a este como un desequilibrado sometido a Cleopatra. Al estilo de los tuits venenosos que circulan hoy por la red de Elon Musk, Octavio acuñó unas monedas con breves mensajes insidiosos contra su rival. Se explicaba así en la reciente exposición sobre fake news del espacio de Fundación Telefónica en Madrid.

© Escrito por Miguel Molina el lunes 20/05/2024  publicado por el Diario La Vanguardia de la Ciudad de Barcelona, Reino de España.

Milei, arropado por celebrities de la extrema derecha global, se abonó ayer a la mentira en un discurso en el que llegó a culpar al socialismo del asesinato de 150 millones de personas, sin aclarar en qué fuentes se basaba, y en el que calificó de “corrupta” a la esposa del presidente del Gobierno español sin aportar prueba alguna.

Además, en su fin de semana madrileño, Milei dejó anotada una frase estelar que trasciende el concepto de fake news: “La justicia social es una aberración”. Es una apreciación que a buen seguro comparten sus correligionarios europeos, pero que se cuidarán mucho de sostener en plena campaña electoral.

Hay maneras de combatir estos discursos. El Gobierno español reaccionó llamando a consultas a su embajadora. El filósofo Slavoj Žižek acaba de publicar un ensayo (Demasiado tarde para despertar, Anagrama) en el que urge a movilizarse contra la deriva apocalíptica de la historia. Y hay otras vías novedosas, como la que exploran unos investigadores del MIT, Cambridge y Cornell que tratan de probar que, con la ayuda de la IA, se puede lanzar mensajes que se ajusten como un traje a medida a cada receptor de discursos de teoría de la conspiración.

Esta focalización, sostienen, será mucho más útil para neutralizar estos embustes que los desmentidos que no tienen en cuenta el modo en que las mentiras del populista de turno impactan en las diferentes tipologías de creyente. La IA al rescate, quién lo iba a decir.


    

domingo, 25 de febrero de 2024

Sin margen de error... @dealgunamaneraok...

Sin margen de error...

¡Tic, Tac, Tic, Tac! Javier Milei. Dibujo: Pablo Temes

El Presidente está acostumbrado a frenar antes del precipicio. Pero hoy no hay espacio para equivocarse. 

© Escrito por Nelson Castro el sábado 23/02/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.   


La presencia en Buenos Aires de la 
subgerenta del Fondo Monetario Internacional, Gita Gopinath, y del secretario de Estado de los Estados Unidos, Anthony Blinkenes una demostración del creciente interés internacional que genera Javier Milei. Para consolidar esa tendencia, hay que agregar la visita de un grupo de importantes inversores de primer nivel mundial ansiosos por ver en el terreno cómo funciona esta experiencia nunca vista en la historia de la Argentina y el tratamiento que recibe el Presidente cada vez que se desplaza al exterior. En algunos casos, como si fuera un rockstar, a lo que coadyuva su exuberante personalidad.

Gita Gopinath quedó efectivamente sorprendida y, a la vez, preocupada con lo que vio y escuchó. También habló haciendo hincapié en la necesidad de ampliar la base política del Gobierno para darle una sustentabilidad que hoy no tiene. Pidió prestar especial atención a la situación social, sobre la que se expresaron los diversos interlocutores con los cuales conversó en su breve estadía porteña entre los que se destacan algunos hombres fuertes del sindicalismo como Gerardo Martínez, líder de la Uocra. No fue el único que le hizo saber que los modales del Presidente no lo llevarían a buen puerto y que están siendo muy pacientes con el primer mandatario. La funcionaria del Fondo –por las dudas– también resaltó la inquietud creciente en Washington con la 
cercanía entre Milei y Donald Trump. Al paso que van las cosas, la elección presidencial de los Estados Unidos se va a dirimir entre Joe Biden y Trump. Algo similar le sucedió a Anthony Blinken. El secretario de Estado apoyó en un todo los postulados de La Libertad Avanza. Todos concuerdan con los objetivos del Gobierno. La duda se las genera cuán tolerable será el brutal ajuste que está en ejecución cuyos efectos recaen directamente sobre la población. El ajuste más grande está recayendo sobre la clase media y la clase baja. Por eso los índices de pobreza han experimentado un notable aumento. Las cifras que dio a conocer el estudio de la UCA –al que el Presidente tildó de “dibujo”– lo muestran con sobrada elocuencia. Para el Observatorio de la Deuda Social de esa casa de estudios, en enero la pobreza habría alcanzado su mayor valor en 20 años: 57%.
Por supuesto que no hace falta recurrir a ese estudio para comprobarlo: con caminar por la calle se lo ve.   

La número dos del FMI quedó sorprendida y preocupada con lo que vio y escuchó.

Milei es absolutamente consciente de que la gobernabilidad se la va a dar la marcha de la economía. Lo asiste la razón. Se equivoca cuando piensa que, mientras la economía no encuentre el camino de la prosperidad, hay que hacer show. El paro de trenes que afectó a los trabajadores que más necesitan el servicio pudo haber sido evitado fácilmente. Con haber dictado la conciliación obligatoria hubiese sido suficiente para frenar la medida de La Fraternidad y evitarle a más de un millón de personas la penuria de ir y volver de sus trabajos en condiciones desfavorables. Ello no hubiese implicado ninguna convalidación de la dirigencia sindical cuya mala imagen ya es contundente. 

Otra muestra de la impostada batalla que libra el mandatario es la pelea sin cuartel con los gobernadores por los fondos coparticipables. Los mandatarios de la Patagonia apoyaron el anuncio del gobernador de Chubut, Ignacio Torres, quien amenazó con cortar el envío de petróleo y gas desde su provincia si la Nación no le envía $ 13.500 millones de coparticipación. Ante semejante situación en lugar de apostar al diálogo y generar consensos, el Gobierno se ocupó de apagar el fuego con un bidón de 20 litros de nafta. La cuenta de la red social X  “Oficina del Presidente” mencionó que los $ 13.500 millones descontados que Chubut reclama “corresponden a una deuda que mantiene la provincia con el Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial” y que “por normas de emisión de dicha deuda, su cobro se realiza por descuento directo de la Coparticipación”. Hasta ahí la justificación técnica; pero el tono sobrador, canchero y patotero del resto del comunicado no hace más que dinamitar cualquier opción posible de diálogo. Este fulbito para la tribuna tiene su explicación en dos direcciones. Por un lado, busca marcar una senda de “escarmiento” que sea visible para el resto de los jefes provinciales. Por el otro, envía un mensaje a los mercados haciendo alarde de su política de cuidado y custodia de los fondos. Cualquiera sea su intención, el Gobierno se embarcó en un camino de ida cuyo efecto es de muy corto plazo. Se puede presionar a algunos por algún tiempo. Pero no se puede asfixiar a todos todo el tiempo.

La dinámica de la realidad jaquea  al nuevo organigrama de reducción de ministerios.

El día a día tampoco le está resultando fácil al oficialismo. La propia dinámica de la realidad, casi pone en jaque al nuevo organigrama de reducción de ministerios. La ministra de Capital Humano Sandra Pettovello no la está pasando bien. En una misma semana su megacartera debió afrontar conflictos muy complejos, entre reclamos docentes al borde del inicio de clases y marchas piqueteras en diversos puntos del país. Existieron fuertes roces con el Ministro de Economía, Luis Caputo. El propio Javier Milei había dicho públicamente que la única autorizada para usar la billetera era su amiga y titular del área de Capital Humano. Pero el hombre fuerte de las finanzas se ha convertido en el custodio de los números oficiales y ha empezado a cosechar críticas por lo bajo: “Toto hace su juego. Está ordenando el descalabro general, pero también aprovecha para sacar algunas ventajas en la consideración política. Molesta un poco, pero es natural”.

El otro receptor de críticas feroces a poco más de dos meses de gobierno es “el arquitecto de LLA”, Santiago Caputo. El ala moderada empieza a preocuparse por la ascendencia que tiene en el Presidente. “Lo potencia en el mal sentido, Javier necesita serenarse y pensar en frío y este chico no ayuda” –se quejan entre dientes.

El Presidente es el único responsable de sus ideas, sus formas y su temperamento. Es un hombre acostumbrado a levantar el pie del acelerador a pocos metros del precipicio, pero debe saber que la Argentina no está en condiciones de resistir nuevos errores de cálculo.




   

domingo, 19 de noviembre de 2023

Por una renovada esperanza… @dealgunamaneraok...

Por una renovada esperanza…  

Leudando… Dibujo: Pablo Temes.

Hoy por la noche la Argentina tendrá un nuevo presidente. Ojalá que también se renueve la confianza de la sociedad.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 18/11/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

A la hora de escribir esta columna la única certeza existente en medio de la navegación por las procelosas aguas del proceso electoral que culmina hoy es que, gane quien gane, en el horizonte se avizoran tiempos duros para la Argentina. 

Lo saben los que vayan a votar por Sergio Massa, lo saben los que vayan a votar por Javier Milei, lo saben los que vayan a votar en blanco o impugnar el voto y lo saben los que no vayan a votar. Es producto de lo que representan los dos candidatos: Milei, un salto al vacío; Massa, la profundización del abismo. Los dos han protagonizado la peor campaña electoral de la que se tenga memoria desde la recuperación de la democracia en 1983. A lo largo de este fatigoso e interminable devenir electoral hubo escasez de ideas y superabundancia de agresiones y riñas. La última la vimos todos el domingo pasado durante el debate entre los dos candidatos. Llamar debate a lo que se vio la noche del domingo pasado es absolutamente incorrecto. El candidato de Unión por la Patria con su soberbia y el libertario con sus incongruencias dieron un espectáculo penoso. Resultó ser absolutamente incongruente con la lógica política que Milei no haya puesto sobre la mesa el tema de la inflación, o el tema del escándalo por el espionaje ilegal o de la corrupción en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires que toca a dos dirigentes de directa relación con Massa. 


Tan extraño fue que, sumado a otro burdos errores de campaña cometidos no solo por la candidata a la vicepresidencia, Victoria Villarruel, como así también por la diputada Lilia Lemoine, no fueron pocos los que comenzaron a hacerse una única pregunta: ¿quiere Milei realmente ganar las elecciones?  

La opción entre dos malos candidatos define el estado de situación de la política argentina. Es la constatación de una decadencia que, elección tras elección, se acentúa. No es un fenómeno exclusivo de nuestro país. Lo padecen también las grandes democracias. Esa decadencia, que tiene profundas consecuencias sociales y económicas, atenta contra la solidez del mismísimo sistema democrático y de los valores republicanos, dando pie así a la aparición de líderes con aires mesiánicos cuyo principal valor es ser supuestamente antisistema. El caso de los Estados Unidos es el más paradigmático. Donald Trump es lo más parecido a lo que representan muchos de los dirigentes vernáculos: corrupto, despectivo, despreciativo del orden legal, intolerante con las críticas y ávido de alcanzar el poder absoluto. Lo notable de todo ello es el acompañamiento social que logran, el cual se mantiene incólume no importa cuántos delitos cometan y con cuánta evidencia se los muestre a la parte de la sociedad que los apoya y los vota. En la primera mitad de los años 50, durante el apogeo del general Juan Domingo Perón, circulaba un dicho que grafica a la perfección lo antes dicho que decía así: “Aunque sea un ladrón, lo votamos a Perón”. 

Sergio Massa es un mal candidato; Javier Milei, también. Particular encrucijada esta en la cual se encuentra la sociedad. Elegir entre dos malos nunca puede ser bueno. La teoría del mal menor suena a consuelo vano. Los malos son, al fin y al cabo, siempre malos. 

Milei representa un salto al vacío. Hay que reconocerle que siempre dijo lo que iba a hacer en caso de llegar al poder. Sus premisas esenciales estuvieron expuestas desde un principio. Nunca cambiaron más allá de algún maquillaje que hubo en el último tramo de su campaña. Lo que no dijo fue cómo lo iba a hacer. En todas ellas hubo un dejo de disparate y de irrealidad. Desde la dolarización hasta el tan mentado cierre del Banco Central pasando por la venta de órganos. A ese dejo de disparate contribuyeron no solo el candidato, sino también algunos de sus acólitos más relevantes. En esa nómina “sobresalieron” Victoria Villarruel, candidata a vicepresidenta, Diana Mondino, mencionada como eventual canciller y la diputada Lilian Lemoine. Para subrayar también fue el fugaz romance político con Luis Barrionuevo, un engaño en el que el candidato libertario cayó con la ingenuidad de un amateur.  

Sergio Massa es alguien que ha hecho de la mentira un evangelio. Es, además, el representante genuino de un fracaso: su gestión al frente del Ministerio de Economía ha llevado al país a sufrir la peor inflación de los últimos treinta años. Desde ese punto de vista, es un verdadero rara avis: no hay registro de un ministro que, habiendo llevado adelante una gestión tan mala, haya tenido la posibilidad real de ser electo presidente. A la mentira le agrega su falta de escrúpulos. La última muestra de esto la dio el jueves en el acto de cierre de campaña. Lo hizo en un colegio público –el Carlos Pellegrini– con menores de edad. La degradación cultural de la Argentina es tan grande que no muchos han advertido la dimensión de lo que eso significa. La escuela es un lugar sagrado que nunca debe ser usado para el adoctrinamiento. El acto se desarrolló en horario de clase con el consentimiento del rector del colegio. Seguramente habrá entre sus alumnos quien no comulga con la ideas de Massa más allá de simpatizar –o no– con Milei. El acto exhibió a pleno la cultura de la apropiación del Estado que es característica del peronismo.  

Elecciones: es lo que hay

El candidato de Unión por la Patria hace acordar mucho al Néstor Kirchner de 2003, que prometía un gobierno diferente del peronismo clásico. El tiempo mostró que eso era una mentira: al igual que Carlos Menem, su afán fue apropiarse del poder absoluto con la idea de permanecer para siempre. Si, en caso de ser electo hoy, Massa cumpliera con sus promesas –gobierno de unidad nacional, Justicia independiente, órganos de control para la oposición y un largo etcétera–, debería, lisa y llanamente, traicionar tanto a Cristina Fernández de Kirchner como a su hijo Máximo. No es que ello sea una novedad: en el nombre de la lealtad, la traición es en el peronismo una norma. Lo hizo Eduardo Duhalde con Menem y luego Néstor Kirchner con el mismo Duhalde.  

Al final de este largo camino electoral es imprescindible hacerse una pregunta: ¿qué es lo que ha llevado a una parte significativa de nuestra sociedad a elegir candidatos tan malos? ¿Son estos dirigentes los que representan los valores genuinos de la ciudadanía? Estas preguntas caben no solo para Milei y Massa, sino también para los otros que quedaron en el camino, muchos de ellos como producto de la soberbia y el egoísmo.

Hoy por la noche la Argentina tendrá un nuevo presidente. Ojalá, también, una nueva esperanza.



   

sábado, 10 de junio de 2023

La sonrisa del dragón… @dealgunamaneraok...

La sonrisa del dragón… 

Xi Jinping. Fotografía: CEDOC

El último viaje de Massa y su comitiva a China replantea el alineamiento internacional de la Argentina. Los acuerdos con Xi Jinping y el frío de EEUU. 

© Escrito por  Jaime Neilson, former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986), el sábado 10/06/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

Hace casi veinte años, el entonces presidente Néstor Kirchner anunció que China estaba por invertir tanta plata en el país que en adelante habría que colgar un retrato suyo al lado de aquel del Libertador José de San Martín en todos los despachos oficiales. Aunque el torrente de dinero que Néstor esperaba conseguir nunca se materializó, lo que presuntamente tenía en mente distaba de ser insensato.

Como muchos otros, el fundador de la dinastía K entendía que la expansión económica de China modificaría drásticamente el mapa geopolítico del mundo e intuía que a la Argentina le convendría vincularse cuanto antes con la eventual superpotencia de mañana, emulando así a San Martín que despejó el camino para que el país tuviera una relación estrecha y beneficiosa, que duraría más de un siglo, con el Imperio Británico.  Puede que Sergio Massa, con lo de “Argenchina” cuya aparición festejó, haya fantaseado con asegurarse un lugar igualmente destacado en el panteón nacional.

De resultar ciertas las previsiones de los convencidos de que el futuro se escribirá en chino mandarín, ni el gobierno actual ni sus sucesores inmediatos podrían darse el lujo de minimizar el significado del cambio así supuesto. Después de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Juan Domingo Perón, cometió un error garrafal al oponerse frontalmente a la hegemonía patente de Estados Unidos que creía sería pasajera. Andando el tiempo, procuraría reconciliarse con el cada vez más imponente “Coloso del Norte”, pero ya era demasiado tarde. Desgraciadamente para el país, la resistencia inicial del general a reconocer que el orden mundial basado en el poder de Estados Unidos duraría por mucho tiempo, lo hizo consolidar el modelo socioeconómico que está desintegrándose ante nuestros ojos, con consecuencias terribles para la mayor parte de la población.

Sea como fuere, mientras que en 1946 era razonable suponer que países de cultura occidental continuarían desempeñando un papel rector en el mundo, puesto que tanto Estados Unidos como su principal rival, la Unión Soviética, se habían inspirado en ideas netamente europeas, la situación actual es muy diferente. Aunque la elite china ha adoptado una versión sui géneris del marxismo, su forma de pensar debe mucho a sus propias tradiciones, en especial a las confucianas, de suerte que para los demás es aún más difícil entender lo que los motiva de lo que era para los “kremlinólogos” que intentaban descifrar lo que ocurría en el seno del régimen soviético.

El cada vez más autocrático presidente chino Xi Jinping y quienes lo rodean son nacionalistas. Sienten orgullo por lo logrado a través de los milenios por la gran civilización china que, no lo olvidemos, en distintas épocas era por mucho la más próspera e intelectualmente más sofisticada del mundo. Desde su punto de vista, sería natural que China retomara su lugar en el ápice de un orden internacional jerárquico en que los demás pueblos ocuparían puestos más humildes.

Hasta hace poco, China disfrutaba de una relación mutuamente beneficiosa con Estados Unidos en que, a cambio de encargarse de la producción de bienes de consumo y de tal modo ayudar a reducir el costo de vida de los norteamericanos, aprovechaba las ventajas comerciales y tecnológicas que les brindaba el orden mundial regenteado por Washington. Sin embargo, al darse cuenta los norteamericanos de que, con su ayuda, China estaba erigiéndose en una superpotencia rival que se guiaría por valores que les son radicalmente ajenos, llegaron a la conclusión de que habían sido víctimas de una gran estafa. Con todo, si bien quisieran “desacoplarse” de China con la esperanza de frenar su desarrollo económico privándola de acceso al mercado norteamericano, no les será nada sencillo hacerlo sin poner fin a la globalización y de tal manera provocar una gravísima crisis económica mundial que a buen seguro los perjudicaría.

Frente a China, Joe Biden ha resultado ser aún más agresivo que Donald Trump. En Washington, los jefes militares están preparándose anímicamente para una eventual guerra en defensa de la independencia de Taiwán que, para Pekín, es sólo una provincia rebelde que tarde o temprano tendrá que ser reincorporada a la Madre Patria, una guerra que, de acuerdo común, sería una catástrofe aún mayor que la provocada por la invasión de Ucrania por el ejército de Vladimir Putin. Sin embargo, aun cuando los dos gigantes opten por seguir compitiendo de manera pacífica, ambos harán cuanto puedan por aumentar el poder económico, tecnológico y diplomático propio en desmedro de aquel de su contrincante, lo que ya ha comenzado a plantear problemas a los muchos países, entre ellos la Argentina, que quisieran sacar provecho de la “guerra fría” que se ha desatado.

Tanto Estados Unidos como China cuentan con ventajas y desventajas. El sistema político norteamericano a veces parece ser tan disfuncional como el argentino, mientras que la dictadura china tiene forzosamente que privilegiar los intereses de una elite que se cree sin más alternativa que la de tratar de controlar hasta los pensamientos del resto de la población, La legitimidad del régimen depende de un pacto informal según el cual su derecho a gobernar se basa en el éxito innegable de su estrategia económica, lo que entraña el riesgo de que una recesión, o las secuelas del colapso demográfico que ya está incidiendo en la vida del país, darían lugar a disturbios inmanejables.

Por ahora cuando menos, Estados Unidos está tecnológicamente más avanzado que China, pero Xi y quienes lo rodean confían en que el empleo sistemático de la Inteligencia Artificial le permitirá adelantarse. En este terreno, cuentan con la ayuda de “progresistas” norteamericanos que están resueltos a subordinar todo, comenzando con la calidad académica, a la “equidad” racial y sexual, una obsesión que ya está teniendo un impacto muy negativo en las facultades científicas de Harvard y otras universidades aún muy prestigiosas.

Si China tiene una carta de triunfo en la lucha por superar a Estados Unidos en la carrera tecnológica, es la voluntad de esforzarse, es decir, “la cultura de trabajo”, de los integrantes más talentosos de su población. Como acaba de recordarnos Máximo Kirchner que, para extrañeza de muchos, acompañó a Massa en su expedición a los dominios de Xi en busca de dinero fresco, “es admirable lo que hizo China” en el ámbito de la enseñanza. 

TRASTIENDA DE LAS HORAS MÁS DRAMÁTICAS DE SERGIO MASSA

No se equivocó el jefe de La Cámpora, pero olvidó señalar que el sistema educativo chino se destaca por su rigor extremo. A diferencia de lo que es habitual en la Argentina, el país del “ingreso irrestricto” y de la mentalidad facilista correspondiente, en China los jóvenes que quieren ir a una universidad tienen que superar el temible Gaokao, una prueba que figura entre las más exigentes y competitivas del mundo entero.

Para prepararse, es normal que, durante años, millones de adolescentes chinos, cuidadosamente vigilados por sus padres, estudien al menos diez horas todos los días. Si por algún motivo los docentes se declararan en huelga, serían linchados por sus vecinos o, si tuvieran suerte, enviados a un campo de reeducación en alguna región remota, ya que incluso los contrarios al régimen comunista comparten la fe más que milenaria de los chinos en la meritocracia. De más está decir que sería maravilloso que Máximo, impresionado por un sistema educativo que ha contribuido enormemente a la transformación sumamente rápida de China de un país paupérrimo en una gran potencia económica, ordenara a la gente de La Cámpora militar para que la Argentina lo adoptara, pero la posibilidad de que lo hiciera es virtualmente nula.

Según Massa y otros oficialistas, los chinos estarán dispuestos a ayudar financieramente a “Argenchina” con “swaps” ampliados, yuanes y así por el estilo sin pedirle nada a cambio. Dicen que no son como los técnicos pedantescos del Fondo Monetario Internacional que, por razones incomprensibles, quieren que el gobierno preste más atención a los números. Es una ilusión.  Si bien es cierto que en ocasiones el régimen chino aplica criterios que son más geopolíticos que económicos cuando le interesa relacionarse con países en apuros, nunca vacila en aprovechar su capacidad para presionar a los endeudados para que lo apoyen en el escenario mundial, además de obligarlos a hacer concesiones que son lesivas a la soberanía nacional.

Lejos de ser un acreedor blando, como uno de los integrantes principales del FMI, China ha adoptado posturas tan severas como las de Alemania y Japón que están entre los más reacios a continuar aportando al “plan llegar” de Massa por entender que aprobarlo sería contraproducente no sólo para la Argentina sino también para el sistema financiero mundial.

Si resulta que tengan razón quienes prevén que China desempeñe un papel internacional preponderante en los años que vienen, no manifestará mucha simpatía por países que parecen incapaces de mantenerse solventes. Los chinos no se sienten abrumados por “la culpa post-imperial” que aflige a los europeos y, hasta cierto punto, los norteamericanos. Tampoco se sentirán conmovidos por la pobreza extrema en otras partes del mundo; después de todo, tienen derecho a decir que, para superarlo, les bastaría con hacer lo que, a partir de 1979, ha hecho su propio gobierno. Se trataría de una propuesta que, claro está, no motivaría mucho entusiasmo en las filas de kirchnerismo.