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domingo, 3 de noviembre de 2019

Tras las Elecciones. El síndrome de Hubris... @dealgunamanera...

El síndrome de Hubris…

Bombo y guitarra, Alberto Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

La soberbia del poder terminó mareando a Macri. Alberto Fernández y un diálogo valioso con Trump.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 03/11/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


La responsabilidad de la derrota electoral de Juntos por el Cambio fue de Mauricio Macri y, a la vez, fue suyo el mérito de haber salvado al oficialismo de una caída catastrófica.

La dirigencia oficialista quedó en un letargo tras la PASO, del cual solo emergió tras la multitudinaria marcha del 24 de agosto.

Ese acto conmovió a Macri y lo decidió a ponerse la campaña al hombro en busca de la hazaña de llegar al ballottage. Hazaña imposible porque el porcentaje superior al 45% alcanzado por Alberto Fernández le permitía ganar en segunda vuelta por apenas un voto y no había tiempo para remontar la diferencia. Como dijo Luis Juez, la campaña de cercanía y medidas de alivio a la penuria económica debería haber comenzado antes.

La derrota de Cambiemos es producto de la soberbia de Macri  su entorno. Es, en definitiva, la enfermedad del poder, el Hubris, que aísla al gobernante de la realidad. Jaime Duran Barba escribió un interesante artículo en Perfil sobre el síndrome de Hubris. Se ve que el Presidente no lo leyó. El consultor estrella del PRO reprodujo allí conceptos que, para disgusto de sus destinatarios, hemos venido escribiendo en esta columna desde hace años.

El momento letal para el Gobierno fue en octubre de 2017, el mismo día en que derrotó en las elecciones legislativas a Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires, cuando Macri creyó equivocadamente que se había convertido en dueño del poder. Que la negociación política era mala palabra. Que lo peor ya había pasado. Que con la “magia” de Marcos Peña y Duran Barba se manejaba todo.

Se dio entonces una singular dicotomía: el Presidente hablaba de diálogo y consensos, pero en los hechos se hacía lo contrario. Eso dejó muchos heridos internos, como Emilio Monzó, y fue uno de los elementos que empujó al peronismo a su reunificación.

El domingo pasado, Macri recibió su derrota con dignidad. Su discurso, en el que felicitó a Alberto Fernández por su excelente elección, y la posterior invitación que le hizo para compartir un desayuno al día siguiente, representan un mojón en la construcción republicana de la Argentina. Es un contraste brutal con la falta de altura institucional y personal con la que CFK manejó la traumática transición de 2015.

El 40% obtenido en la elección transforma a Macri en el líder de la oposición. Pero si cree que ese liderazgo significa verticalidad, se equivocará. Los radicales que le advirtieron las consecuencias electorales negativas que la crisis económica tendría, ya han pedido cancha. Alfredo Cornejo, clave para el triunfo en Mendoza, lo dijo con todas las letras: de ahora en más deberá discutirse todo.

María Eugenia Vidal fue una de las grandes derrotadas de esta elección. Su liderazgo se debilitó por la amplitud de la caída y por su desvaída campaña. “Abandonamos el Conurbano y se lo regalamos a nuestros rivales”, dijo una voz de las entrañas del gobierno bonaerense.

La victoria de Alberto Fernández fue sólida y no es menor que haya ganado en primera vuelta. El ballottage hubiera sido de resultado incierto. Pero tampoco es un dato menor que   el porcentaje de votos que logró y la diferencia que sacó fueron menores a lo esperado. Es una muestra del rechazo que sigue generando en una parte importante de la sociedad la figura de CFK. El presidente electo tiene una cuota propia de poder. Sin Sergio Massa, el Frente de Todos no ganaba. Y a Massa lo llevó Alberto Fernández, quien tiene un desafío doble: mantener el equilibrio interno y hacer frente a la desastrosa situación socioeconómica que le deja Macri. Lo interno es una incógnita.

El horrible discurso de Axel Kicillof en la noche del domingo, que en nada se condice con la idea del diálogo y de la búsqueda de consensos que pregona el presidente electo y sus principales referentes, fue un botón de muestra. Varios de los que habitan la geografía heterogénea del nuevo poder aseguran que la ex presidenta pretende reservarse el poder de veto. Y, aunque muchos lo niegan, algo de eso ya se vio en la celebración del triunfo. Matías Lammens confesó que le hubiera gustado subir al escenario, pero que alguien ordenó que no pudiera. Lammens fue y es muy crítico de la corrupción del kirchnerismo. Hubo gobernadores que también se quedaron con las ganas de estar en ese escenario.

El gran misterio por estos días es la conformación del gabinete del nuevo gobierno. Alberto Fernández ya decidió que lo dará a conocer recién en la última semana previa a su asunción. El objetivo de esta decisión es más que obvio: proteger a los futuros funcionarios de presiones prematuras y de su consecuente desgaste. De todas maneras, hay hechos que hablan por sí solos. Felipe Solá parece encaminado a ser el futuro canciller. El viernes fue quien reveló la muy buena conversación telefónica entre el presidente electo y Donald Trump.

Gestores de ese diálogo fueron el embajador de los Estados Unidos, Edward Prado y Santiago Cafiero. Trump, quien no está en su mejor momento debido al proceso de impeachment que acaba de iniciarle la Cámara de Representantes, tiene, con respecto a la Argentina, una procupación: Venezuela. Si las coincidencias se imponen sobre las diferencias, está dispuesto a darle una mano importante al nuevo gobierno en su negociación con el FMI, en la que Fernández necesitará  un negociador con experiencia, conocimiento y, a su vez, reconocido por los funcionarios del organismo. El economista que reúne esas condiciones es Guillermo Nielsen. Y hay alguien más que conoce ese universo: Gustavo Béliz que fue arropado en el exilio al que lo condenó el kirchnerismo por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

La semana estuvo cruzada por rumores sobre la salud de Fernández, quien los atribuyó a Marcos Peña.

Alberto Fernández está bien de salud. Como explicamos aquí en junio, padece una trombofilia, una predisposición a formar coágulos por la que está en tratamiento desde hace años a base de anticoagulantes, bajo control y sin ninguna complicación. Su médico, Federico Saavedra –prestigioso clínico– planea realizarle al presidente electo, que está con sobrepeso, un exhaustivo chequeo luego de su regreso de México. La salud de un presidente es un tema de Estado.  

Producción periodística: Lucía Di Carlo.




sábado, 12 de octubre de 2019

Después de Octubre. Los unos y los otros... @dealgunamanera...

Los unos y los otros…



El Cámpora. Dibujo: Pablo Temes.

Las elecciones van a definir más el futuro de Macri y Cambiemos que otra cosa. La Cámpora al poder.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 06/10/2019 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


¿Sabés quién va a ocupar mi puesto?”, le preguntó un funcionario con despacho en la Casa de Gobierno a un periodista que lo había llamado para hacer una pregunta vinculada con la agenda del Presidente. La pregunta refleja el ánimo que campea en los ámbitos del oficialismo.

Es que la perspectiva del resultado de la elección presidencial del próximo 27 no hace más que ratificar lo que sucedió en las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias del 11 de agosto. Lo que proyectan todas –absolutamente todas– las encuestas es la victoria del binomio Fernández-Fernández en primera vuelta. Por ello, para mucha gente esta campaña no existe. Cree que todo está resuelto.

Qué será de ti. La campaña de Mauricio Macri es desvaída y a destiempo. Desvaída porque se enfrenta con contradicciones y disensos internos que surgen de un escenario de “sálvese quien pueda” que atraviesa a Juntos por el Cambio. A destiempo porque las medidas que el Presidente viene anunciado para favorecer a la ciudadanía llegan, en muchos casos, muy tarde.

Lo de Mendoza el domingo pasado es un ejemplo de las tensiones internas que se experimentan dentro del oficialismo. El triunfo de Rodolfo Suárez fue una victoria del actual gobernador, Alfredo Cornejo, quien fue el que, a comienzo de año, le dijo a Macri en una reunión en el country Cumelén, donde pasaba sus vacaciones, que si no adoptaba medidas que atendieran la creciente crisis socioeconómica perderían la elección. Los que conocen sus términos hablan de una reunión fuerte y tensa que dejó secuelas. Secuelas que se van a ahondar luego de los comicios si es que se termina de confirmar el triunfo del Frente de Todos. Por eso, el Presidente se mantuvo en un segundísimo plano en el festejo.

Cornejo deberá luchar ahora por hacer la mejor elección posible el 27 porque, además del presidente y del vice, se eligen legisladores nacionales. Él es candidato a diputado. De lo buena o mala que sea la cosecha de votos que obtenga va a depender su poder dentro del Cambiemos que viene. Y ese futuro Cambiemos tiene a muchos de sus dirigentes pensándolo sin Macri. No es precisamente ese el pensamiento del Presidente quien, según algunos de sus allegados, estaría pensando en buscar la revancha en 2023.

Ese Cambiemos posmacrista tendrá como protagonistas principales a Horacio Rodríguez Larreta, a María Eugenia Vidal, a Martín Lousteau, a Emilio Monzó –si no se va al Frente de Todos– y al mencionado Cornejo. La presencia de la UCR es clave para preservar territorio y potencia opositora.

Vidal va a seguir parada en la provincia de Buenos Aires porque, aunque pierda, le va a quedar una estructura donde pararse.

Esto es, un bloque importante en la Legislatura, algunos intendentes que van a ganar –varios van a perder– y radicales del interior de la Provincia que la apoyan mucho. No pasa lo mismo, en cambio, a nivel nacional.

El radicalismo, que hace mucho tiempo está desmembrado, no puede hacer pie en pos de una construcción política sólida. Hay una parte más cercana al peronismo y hay un radicalismo más lejano que nunca se va a sentar a compartir nada con el peronismo.

Mientras tanto, los intendentes de Cambiemos están haciendo la campaña del corte de boleta del candidato del Frente de Todos. Un ejemplo gráfico se da en Pilar, donde su intendente, Nicolás Ducoté, está colgando por las calles afiches con la boleta del Frente de Todos y en el último tramo se ve una tijera, para que corten el candidato. Es como si dijera: “Votá a Alberto, pero poneme a mí”.

Posturas. Alberto Fernández sigue actuando como presidente virtualmente electo. Como pasa con todo presidente electo, una de las grandes incógnitas es conocer la composición de su gabinete y su modelo de gestión. Respecto de esto último, se sabe que se va a apoyar mucho en las estructuras territoriales, algo similar a lo que hizo Néstor Kirchner en el arranque de su gobierno. La idea es construir un dispositivo con gobernadores e intendentes y apoyarse en ellos. Fernández tiene un especial feeling con los gobernadores de Tucumán, Manzur; de San Juan, Uñac, y Perotti, electo recientemente en Santa Fe. Entre los intendentes, con Katopodis, de San Martín, y Zabaleta, de Hurlingham.

De su gabinete futuro, la danza de nombres hace baza en Santiago Cafiero, jefe de Gabinete; Eduardo “Wado” de Pedro, ministro del Interior; y Felipe Solá, ministro de Relaciones Exteriores. Solá no solo acompañó a AF en su viaje a España y Portugal sino que, a su pedido, llevó adelante una gestión secreta con el embajador de Brasil para intentar acercar posiciones con su presidente, Jair Bolsonaro.

Esta semana, Fernández tuvo su primer test de gestión. Fue cuando decidió intervenir en el duro conflicto –azuzado por cuestiones políticas– entre los pilotos de Aerolíneas Argentinas y Austral, que los llevó a anunciar un paro para este fin de semana. Fue un test significativo de cara al futuro. El desaire que primero le hicieron los dirigentes que llamaron al paro no pudo ser pasado por alto por el candidato. ¿Un presagio de futuros frentes de tormenta?

Axel Kicillof aún no habló con nadie del tema gabinete. Ese nadie incluye a Máximo Kirchner. A todos los que se le acercan (dirigentes, intendentes, sindicalistas, etc.) les dice: “Elaborame una propuesta, armá un proyecto y traélo. Después del 27 voy a sentarme a estudiar todo y elijo”.

Haciendo lugar. La Cámpora va a tener un rol importante en la provincia de Buenos Aires. Ello surgirá de lo que decidan Kicillof y el hijo de la ex presidenta.

Los intendentes podrán tener algún lugar en esa estructura de poder. Pero todo será después del 27 de octubre. Un posible interlocutor de los intendentes con la gobernación va a ser Martín Insaurralde, quien viene hablando y negociando con Máximo Kirchner.

Párrafo aparte para la Justicia: en la semana que pasó, la Corte Suprema falló a favor de la provincia de Entre Ríos por el reclamo de la devolución del IVA luego de que el Gobierno decretara su quita por medio de un DNU; y se dictaminaron las libertades de los empresarios kirchneristas Gerardo Ferreyra y Cristóbal López.

¿Es la impunidad que avanza?  

Producción periodística: Lucia Di Carlo.




domingo, 3 de junio de 2018

Errores de cálculo… @dealgunamanera...

Errores de cálculo…

El Gobierno no detectó a tiempo la corrida por el dólar y el voto contrario en el Congreso.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 03/06/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Los gobiernos suelen creer que la realidad es coincidente con su hipótesis más favorable. La frase, atribuible al lúcido análisis de Rosendo Fraga, encaja perfectamente con lo que hasta aquí ha sido la creencia del presidente Mauricio Macri y de parte de su entorno, y refleja el pensamiento enancado en lo más rancio del oficialismo, que está atrapado en un presente que lo contradice y que no previó ni imaginó.

Macri hace del optimismo un credo.

Es muy bueno ser optimista. Pero el verdadero optimista es aquel que, teniendo clara conciencia de la realidad, opera sobre ella para mejorarla.

Cuando el Presidente dice “lo peor ya pasó”, lo que demuestra es desconocer esa realidad. Para millones de argentinos, lo peor no pasó sino que está pasando ahora. Y entre muchos de esos hay quienes votaron a Cambiemos y hoy se encuentran atravesados por sentimientos de desilusión y entendible enojo.

“Yo estaba presente cuando Luis Caputo le dijo a Mauricio que el financiamiento externo estaba terminado”, confiesa un referente fundacional de Cambiemos que, salvo por su condición de hincha de River, no tiene diferencias con Macri. Sin embargo, nadie apreció la seriedad de esa advertencia y, cuando la realidad mostró lo duro de sus consecuencias, la tardía reacción del Gobierno fue ineficaz: la corrida cambiaria, que aún no ha cesado, se había instalado.

Imprevisión.

Lo mismo ocurrió con las tarifas. Nadie del círculo que rodea al Presidente se tomó la molestia de abrevar en la experiencia del ajuste tarifario de 2016. Los únicos que lo advirtieron fueron Elisa Carrió y el presidente de la UCR, Alfredo Cornejo, a quienes, por lo que se vio, no tomaron en serio. “Le dije a Mauricio que este ajuste era suicida”, confesó la diputada a quien el presidente desoyó.

Hubo otros errores. Uno de ellos –clave– fue creer que los senadores justicialistas actuarían como soldados de los gobernadores peronistas dialoguistas y les obedecerían ciegamente. Eso sucede cuando el peronismo está en el poder. Cuando el peronismo está en el llano y carente de liderazgo interno, los comportamientos son otros. Hubo además en ese bloque cansancio por sentirse socios solo en las noticias negativas y turbación cuando se les endilgó ser títeres de Cristina Fernández de Kirchner.

Otra cosa que nadie puede entender es la ausencia absoluta en el debate público del ministro de Energía, Juan José Aranguren. El debió haber salido a hablar para rebatir los argumentos de la oposición y para responder los cuestionamientos de mucha gente que no puede pagar sus facturas. “El problema de Aranguren es que no puede salir a hablar porque una persona que dice que tiene el 80% de su patrimonio fuera del país porque todavía ‘no cree en la Argentina’ carece de autoridad moral”, explica una voz del oficialismo.

Él tendría que haber sido el vocero de tarifas, haber salido a explicar cuál era la propuesta del Gobierno, cuáles son las perspectivas, por qué no se puede dar marcha atrás, y por qué el Gobierno sigue insistiendo en que las tarifas vayan por un ascensor y los salarios vayan por la escalera. Pero, claro, no tiene credibilidad ante la sociedad.

El Gobierno debe ahora retomar la iniciativa y replantear muchas cosas frente al presente y el futuro.

La clave pasará –una vez más– por la economía. La inflación está desbordada. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional es ahora prioritario. Viene un tiempo de recortes. Habrá una desaceleración de la obra pública. Se congelarán vacantes en los distintos niveles de la administración pública. “Por necesidad y por vocación política tenemos que seguir convocando a todos”, afirma un hombre de la cercanía del ministro del Interior, Rogelio Frigerio.

No hay otra alternativa para un gobierno que tiene minoría en ambas cámaras del Congreso y solo 5 de los 24 gobernadores del país, y que acaba de hacer una convocatoria al acuerdo nacional a partir de la cual, después del acuerdo con el Fondo Monetario, se empezará a elaborar el Presupuesto 2019. En medio de la batalla parlamentaria por el tema tarifario, el Presidente perdió una oportunidad de generar un ámbito acuerdista ya que, más allá de haber criticado la aprobación de la emergencia, podría haber elogiado que, al mismo tiempo y en la misma sesión, la oposición haya votado tres proyectos de ley del Ejecutivo para “modernizar y agilizar” el Estado derivados de un DNU firmado a comienzos de año y que no tuvo aprobación parlamentaria.

Desafíos.

Macri sabe que debe estabilizar la economía este año para tener aspiraciones en 2019. El peronismo también tiene un desafío. El Gobierno le dejó servida en bandeja una victoria política que el justicialismo no desaprovechó. Fue lo que buscó consciente de que, desde un punto de vista técnico, sus propuestas eran inviables. El veto anunciado del Presidente les dio, paradojalmente, vía libre para aprobar alegremente una ley que sabían que era devastadora para las arcas fiscales.

Lo más significativo de todo este episodio para el PJ es que, de repente y gracias a los muchos errores cometidos por el oficialismo en estos últimos dos meses, se encontró con que la posibilidad de disputar el poder con chances de ganar en 2019 ya no luce como una utopía. Para eso necesita la unidad. El discurso del senador Miguel Ángel Pichetto dejó en claro que la unidad del peronismo tiene en CFK un escollo hasta ahora insalvable. Sus críticas a la ex presidenta no fueron casuales. Tuvieron como objetivo no solo hacer memoria de la desastrosa política energética –si es que hubo alguna– implementada a lo largo del kirchnerato, sino también marcarle la cancha.

Desmenuzado todo este análisis, lo que queda en el sedimento es la ciudadanía con sus problemas. Y se supone que la actividad política tiene como objetivo solucionarlos.  

Producción periodística: Lucía Di Carlo.



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domingo, 22 de abril de 2018

Nada para derrochar… @dealgunamanera...

Nada para derrochar…

Luz y Sombra. Elísa Carrió. Dibujo: Pablo Temes

Falta energía, porque los K la dilapidaron, y falta capacidad del Gobierno para ajustar los precios.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 22/04/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La pérdida del autoabastecimiento energético fue una de las mayores calamidades que dejó como herencia el kirchnerato. Esa pérdida creciente, iniciada hacia finales de 2005, fue el resultado no solo de una caída de la producción de petróleo, sino también de un aumento de la demanda que se generó, precisamente,  a partir de las bajas tarifas –absolutamente irreales– que estimularon el nivel de consumo con dimensiones de derroche en los hogares de la Capital Federal y del Gran Buenos Aires y, en menor medida en algunos sectores industriales. Esa cultura del derroche aún persiste. Le asiste la razón al Presidente cuando señala ese patrón de conducta y lo compara con el de los habitantes de otras ciudades de la región, tal como lo hizo con el grupo de periodistas a los que convocó a la Casa Rosada el jueves pasado. Allí les leyó un informe que le preparó el secretario de Coordinación de Políticas Públicas, Gustavo Lopetegui, en el que se muestra que en Montevideo el consumo mensual de gas es de 62 m3, en Santiago de Chile de 69 m3 y en Buenos Aires de 109 m3.

Hay que recordar que, a lo largo del kirchnerato, se llegó a importar energía por valor de unos US$ 15 mil millones por año. “Esa enorme erogación de divisas fue una de las causas del cepo”, reconoció alguien que supo ser un conspicuo funcionario durante los dos gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner. Uno de los grandes disparates ocurridos en ese período fue que, para evitar el costo político que representaba cobrar el coste real que tenía el precio de la energía, se decidió subsidiar a todo el mundo. ¡Un disparate!

Así, no. 

Nadie discute la necesidad de completar un ajuste que lleve esa tarifa a valores reales. El tema no es el qué, sino el cómo. Y he aquí que resulta increíble apreciar cómo el Gobierno repite dos veces el mismo error: insistir en un ajuste implementado de una manera tan abrupta que se hace muy difícil de pagar principalmente para la clase media que no goza de ninguna posibilidad de ayuda o subsidio.  Es algo sobre lo que el gobernador de Mendoza y titular de la Unión Cívica Radical, Alfredo Cornejo, alertó a Macri cuando dijo que “esto golpea al corazón de nuestros votantes”. Todo esto se ve agravado por la mala comunicación que el Gobierno hace de estas medidas. Cuando por un lado el Presidente dice que lo peor ya pasó y, por el otro,  la gente no para de recibir aumentos, lo que reina es el desconcierto y el malhumor. Es lo que están reflejando las encuestas de todas las orientaciones que andan dando vueltas por los despachos de varios funcionarios de la Casa Rosada.  
  
El miércoles hubo pavor en el Gobierno.

Las alarmas se terminaron de encender a la media mañana, cuando en el Congreso los diputados de la oposición estuvieron a punto de lograr el quórum para una sesión especial para tratar un proyecto de congelamiento de tarifas que habría sido un dolor de cabeza para el oficialismo. Con Alfredo Olmedo sentado, hubo 128 diputados. Es decir, faltó solo uno para lograr la mitad más uno y habilitar la sesión.

No hagan olas. 

Por eso, los teléfonos de los gobernadores peronistas que dialogan con el Gobierno están a full con demandas de la Casa Rosada para que ordenen a sus respectivos diputados no participar de la sesión que el kirchnerismo y el Frente Renovador intentarán concretar la semana entrante.

Pero las alarmas no solo se encendieron hacia afuera. 

También lo hicieron hacia adentro. Son alarmas que, desde el punto de vista político, son de mayor relevancia que las externas. Y el principal problema, contra lo que muchos creen, no fue Elisa Carrió, sino los radicales. Por eso la reunión del jueves en la que participó el mismísimo presidente fue clave. Allí Macri insistió en explicar cuál es la situación energética del país. Habló del endeudamiento que el atraso tarifario genera. Mostró datos sobre el impacto en los hogares.

El arreglo al que se llegó –la prórroga de los pagos de un porcentaje de la tarifa de los bimestres mayo-junio, julio-agosto– pareció dejar conformes a unos y a otros. El tema de esta contrapropuesta se siguió con mucha atención y tensión en Washington. Allí, tanto el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, como el de Finanzas, Luis Caputo, vivieron momentos de incertidumbre cuando supieron de una posible modificación sustantiva en el esquema de aumento de tarifas. “Si esto no se hace como estaba planeado, se nos cae toda la pauta de inflación planeada a partir de mayo”, se le escuchó decir a Dujovne. El que lo llamó para tranquilizarlo fue Macri.

Pero el episodio del aumento de la tarifa del gas merece otras reflexiones. La oposición, que ahora se sube a este reclamo de muchos ciudadanos, debió haber advertido esto durante el debate del Presupuesto 2018, en donde este ajuste está incluido. Esto demuestra con qué liviandad se tratan temas tan profundos.  También demuestra lo que pasa en las audiencias públicas. Solo  va un puñado de incansables ciudadanos de ONGs que naufragan en sus intentos de hacer escuchar sus objeciones sobre estas medidas de alto impacto. En 2016, cuando la falta de realización de las audiencias públicas fue la razón invocada por la Justicia por la cual se suspendió el aumento tarifario de entonces, lo que sucedió –y no por lo bueno– es digno de ser recordado. En el primer día de las audiencias hubo un mundo de gente. Al segundo, ya hubo menos y en el último solo veinte personas.  

El último coletazo opositor sobre este asunto fue la marcha de las velas de pobre concurrencia popular y dirigencial. El principal propulsor fue Hugo Moyano, a quien representó su hijo Pablo que, con gente del gremio de Camioneros, encabezó y tuvo a su cargo el grueso de la organización del acto. Allí quedó claro la soledad política de los Moyano. Como se ve, la mayoría de la ciudadanía argentina, afortunadamente, no padece de hyalofagia.

Producción periodística: Lucía Lopreiato.