Tener
el coraje...
Los
exabruptos de Pablo Moyano exigían un repudio inmediato de los candidatos
opositores.
Aun
cuando Hugo Moyano haya relativizado y restado importancia a las gravísimas
declaraciones de Pablo Moyano, la situación que se ha creado en Quilmes supera
largamente la geografía de ese municipio del Gran Buenos Aires y alude e
interpela a una de las cuestiones claves de la Argentina, hoy, mañana y pasado
mañana. ¿Qué vamos a hacer con las instituciones? ¿Qué vamos a hacer con el
estado de derecho? ¿En dónde va a quedar la noción del gobierno de la ley? Es
una cuestión y un conflicto que, otra vez, supera y trasciende el marco de un
gobierno. No se vincula estrictamente solo a lo hecho y dicho en estos once
años por el kirchnerismo.
La
problemática del deterioro de las instituciones y el irrespeto a la ley que
acaba de dramatizar Pablo Moyano revela e indica que la cuestión es mucho más
grave y más extensa.
Se
planteó un problema en el municipio de Quilmes, donde la empresa recolectora de
residuos se llama Covelia y su contrato vencía el 5 de mayo. A punto de
terminar el contrato, el municipio, conducido por Francisco Gutiérrez, un
hombre del kirchnerismo, le anticipó a Covelia –estrechamente asociada al
Sindicato de Camioneros – que no le renovaría el contrato. En esta empresa de
recolección de residuos de Quilmes prestan servicio 430 trabajadores. Pablo
Moyano congregó a los camioneros frente al Municipio de Quilmes y declaró al
periodismo de la zona: “Si tiene que haber muertos, va a haber uno, dos o
tres”. “Muertos”, dijo, supuestamente en defensa de la fuente de trabajo.
El
intendente de Quilmes ha dicho que su idea no es echar a nadie, sino que,
sencillamente, como ha determinado que la gestión de Covelia es deficiente, va
a mantener la mano de obra contratada, pero la empresa quedará en manos del Municipio,
que hasta ahora pagaba 8 millones de pesos por mes por esa tarea concesionada.
¿Por
qué asocio esto con cuestiones que trascienden largamente la geografía de
Quilmes e inclusive la temática de los camioneros? Porque las declaraciones de
Pablo Moyano, más allá de la relativización que su padre, Hugo, haya querido
hacer (no es la primera vez que Pablo Moyano descarrila) revelan un fenómeno
global del país: el desprecio por la ley.
Este
incidente interpela básicamente a quienes enfrentados actualmente con el
Gobierno, tal vez no hayan tenido el coraje o la decisión de condenar este tipo
de manifestaciones y proclamas violentas.
Creo
que sería de un enorme valor para el país que hombres que aspiran a ser
presidentes de la nación como Julio Cobos, Hermes Binner o Ernesto Sanz, por
mencionar algunos, se pronunciaran claramente, sin ninguna especulación
oportunista, sin prescindir de una condena a los dichos de Moyano.
No
hay que olvidarse, por otro lado, de que Hugo Moyano y el gremio camionero
estuvieron hasta hace apenas pocos años muy cerca del gobierno kirchnerista y
compartieron más de un acto público junto con Néstor y Cristina Kirchner. No es una novedad, en consecuencia, lo
que esta gente opina y hace: la técnica de los bloqueos y los piquetes, impedir
la circulación de personas y mercancías, ha sido puesta en vigencia, con
lenguaje belicoso y virulento, por los camioneros en más de una oportunidad.
En algún momento fue Hugo Moyano, y ahora le toca el turno a su heredero Pablo,
como si se tratara de una dinastía sindical, el hombre que dirige el día a día
de la actividad del sindicato camionero.
Quiero
asociar esto con un luminoso ensayo que publicó el 30 de abril en La Nación
Luis Alberto Romero. (“Mas allá de izquierdas y derechas”http://www.lanacion.com.ar/1686389-mas-alla-de-izquierdas-y-derechas)
un texto de lectura obligatoria, sobre todo para las fuerzas políticas que se
han coaligado en el Frente Amplio UNEN y para hombres como Ricardo Alfonsín,
Binner, Pino Solanas y tantos otros. Romero, con enorme lucidez, menciona el
problema del autoritarismo dictatorial y la facciosidad que caracterizaron al
gobierno de Juan Perón en la década del 50. Pero a continuación dice, y por
favor prestar atención a este párrafo, maravilloso por lo preciso, de
Romero: “En estas dos
décadas largas, el Estado no sólo desertó de sus funciones básicas, sino que
perdió la capacidad para limitar a sus gobernantes, limitar el saqueo o
corregir los gruesos errores de gestión. Un Estado destruido y una máquina
política gigantesca aferrada a un cuerpo exangüe es lo que dejan a quien tome
la apuesta en 2015”.
La
perspectiva de Romero es, en el mejor sentido de la palabra, provocadora,
porque estimula el debate. Este episodio de Pablo Moyano anunciando muertes por
la negociación de un convenio en un municipio del Gran Buenos Aires, ratifica
la vigencia de los interrogantes de Romero. ¿Moyano y sus seguidores, son de
izquierda o de derecha? En más de una oportunidad, dirigentes del radicalismo
sostenían que Mauricio Macri era “el límite”, la frontera: hasta ahí no podían
llegar, porque era de “derecha”. Sin embargo, en las elecciones de 2011 la UCR
hizo arreglos y trapicheos con fuerzas de la derecha peronista, con hombres que
provenían del menemismo, como Francisco de Narváez. En el caso que ahora
preocupa, ¿qué decir de la acción directa? ¿qué de la práctica permanente,
sistemática y deliberada de episodios de acción directa que, como en el caso de
Quilmes, ponen en tela de juicio todo el estado de derecho?
“La opción política principal –dice
Romero, en otro párrafo que subrayo –
pasa por la continuidad de este estado de cosas o su reversión, continuidad o
reversión, que consiste en primer lugar en reconstruir el orden y las reglas, y
también los partidos”.
Nadie
le puede negar al profesor Romero su clara identificación con lo más
progresista y transformador del pensamiento social. Nadie podría alegar que
patrocine represión y mano dura. Habla de reglas porque no hay
posibilidad de cambio social alguno sin orden y sin reglas. Si dirigente social amenaza con
muertes porque no se resuelve un problema sindical, no hay derecha o izquierda
que valga. Hay un desafío al orden establecido.
Por
eso, Romero subraya la importancia de considerar como valiosa y prioritaria la
reconstrucción de las instituciones. Sin embargo, aparentemente, esto en la
Argentina no se entiende cabalmente.
El
episodio de Quilmes tiene el enorme valor de iluminar como gigantesco foco el
escenario argentino. Si
la Argentina quiere que, a partir de 2015, se inicie un proceso de reconstrucción
del estado de derecho tan vulnerado en los últimos quince años y un proceso de
recuperación, revalorización y puesta en valor del estado de derecho a través
de las normas y el cumplimiento efectivo de la ley, no se puede andar con
disquisiciones entre ilusorias “izquierda” y “derecha”, como si se condenara a
algunos porque son “de derecha”, pero no a otros porque se cree que son
“progresistas” y eso puede interpretarse como gesto de amistad para con “la
derecha”.
El
episodio de Quilmes es profundamente autoritario y conlleva el huevo de la
serpiente. Hablar de muerte en la Argentina y propiciar enfrentamientos
violentos, aun cuando se haga supuestamente en defensa de intereses de
trabajadores, es valerse del peor, más reaccionario y retardatario de los
lenguajes.
Nada
sería más importante que el autodenominado progresismo argentino comprendiera
que lo que está de por medio ahora no es una puja entre Estado y mercado. La Argentina tiene que tener Estado
y tiene que tener mercado, las dos cosas.
Pero, sobre todo, hay que reconstruir
el plexo legal de la vida cotidiana.
El
silencio en torno del episodio de Quilmes y la patoteada de Pablo Moyano es una
manera, por omisión, de decir que, en ciertos casos, para algunos, violar la
ley es “progresista”, algo negativo y pernicioso para el presente y para el
futuro.
© Escrito por Pepe Eliaschev el Viernes
02/05/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.