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domingo, 10 de marzo de 2024

Un fiscal implacable… @dealgunamaneraok...

 Un fiscal implacable


Javier Milei. Dibujo: Pablo Temes.

Así actúa la sociedad, atenta a que se cumpla todo lo prometido. La paciencia no da para mucho más.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 09/03/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 


Nicolás Posse le estrechó la mano a cada uno de los gobernadores y vicegobernadores que asistieron a la reunión del último viernes convocada por el Gobierno. Para todos ellos fue la primera vez en que tuvieron la oportunidad de conocer y escuchar la voz del jefe de Gabinete, que se sentó en la cabecera de la larga mesa por la que se distribuyeron los asistentes. 
El ministro del Interior, Guillermo Francos, se sentó a la derecha de Posse. Y a la derecha de Francos se sentó Axel Kicillof. Uno y otro habían cruzado chicanas mutuas a lo largo de la semana. Durante las cuatro horas que duró la reunión en cuestión, todo eso pareció quedar olvidado. De todas formas, no viene mal señalar la incontinencia verbal del preferido de la ex vicepresidenta Cristina Kirchner.

Hace algunos días había acusado al Gobierno de montar encuentros marketineros y soltó una frase socarrona: “Si no llegamos, arranquen nomás”. Algo similar ocurrió a lo largo de su corta historia política como ministro y gobernador. Profirió largas peroratas en contra del capitalismo, el Fondo Monetario Internacional, la deuda externa y la privatización de las empresas del Estado, y terminó siendo un gran pagador, contrariamente a lo que suponía toda su puesta en escena. El caso emblemático fue la estatización de YPF: un error suyo y de su jefa política que le costó una suma multimillonaria a la Argentina.

La número dos del FMI quedó sorprendida y preocupada con lo que vio y escuchó

A la reunión con los gobernadores la precedieron dos encuentros igualmente importantes que tuvo a Francos en la Casa Rosada. El primero fue el jueves con Cristian Ritondo y Rodrigo De Loredo. Ritondo es el jefe del bloque del PRO y De Loredo, el de la UCR. El viernes por la mañana, el invitado fue Miguel Ángel Pichetto, jefe del bloque de Hacemos Coalición Federal. Con todos ellos, Francos testeó las reales posibilidades de aprobación del proyecto de ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos. De los tres obtuvo respuestas similares: una delegación de poderes podría ser aceptada y aprobada con los votos de los sectores dialoguistas. En cambio, la restitución del impuesto a las ganancias y la nueva fórmula del cálculo de las jubilaciones, no.

El comienzo fue bueno. En la reunión con los gobernadores el clima fue cordial, aun cuando no faltaron momentos de intensidad en la discusión entre las partes. Uno de los mandatarios provinciales dijo una frase que resonó fuerte en ese ámbito austero en el que lo único que se sirvió fue agua: “Hay que salir de las redes sociales y buscar dialogar”. Hasta aquí, es una recomendación que el Presidente no ha aceptado. ¿Cambiará?

El Gobierno necesita que se apruebe la ley ómnibus cuanto antes. Si no lo logra, las cosas se le van a hacer muy cuesta arriba. Y para obtener los apoyos suficientes en el Congreso necesita negociar. Es algo que surge de la realidad y sobre lo que se le insiste al ministro de Economía, Luis Caputo, cuando participa de foros económicos internacionales o cuando se encuentra con Gita Gopinath, la subdirectora gerenta del Fondo Monetario Internacional, de estrecha cercanía y máxima confianza del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. Una ley basada en el consenso es mucho más fuerte que una normativa arrancada entre gallos y medianoches.

Se abrió una puerta

Hubo alguna expectativa acerca de la posible presencia de Milei en la reunión de los gobernadores. Era la foto que los grupos empresariales hubieran deseado. Cuando hablan con potenciales inversores extranjeros que muestran interés por desarrollar negocios en nuestro país, el tema de la ausencia del diálogo surge de inmediato. Es un asunto que los inquieta. Nadie quiere invertir dinero en un país que siempre has estado lejos de ser normal. Otra preocupación, tanto de los hombres de negocios como del oficialismo, es obtener el visto bueno del GAFI.

El Grupo de Acción Financiera Internacional ya se encuentra en nuestro país capacitando al Estado para la evaluación de los estándares de calidad en la lucha contra el lavado de activos y el financiamiento del terrorismo. Un resultado negativo dejaría nuevamente al país en la lista gris del organismo, lo que impactaría de manera negativa a la hora de hacer negocios con el resto del mundo y, si fuera necesario, obtener financiamiento externo.

Sin embargo, los problemas domésticos vuelven a colocarse por encima de los intereses soberanos. Argentina necesita imperiosamente modificar la Ley de Prevención de Lavado de Activos. Es una exigencia del propio GAFI. Aunque parezca mentira, el proyecto de ley, que ya tiene media sanción de la Cámara baja y un dictamen de comisión favorable en el Senado, aún no ha podido ser tratado en la Cámara alta. ¿Los motivos? Peleas internas en la distribución y reparto de comisiones y la mano de algunos gobernadores para que sus senadores no voten el proyecto como forma de presionar al Ejecutivo en la pelea por la coparticipación, entre otras cuestiones insólitas. El plazo máximo para renovar la ley de Plaft es el 26 de marzo, sin esa ley el Gobierno deberá recurrir a un DNU para satisfacer las exigencias del organismo internacional. El problema es que gran parte del contenido de la ley –como por ejemplo la modificación de los tipos penales– no puede salir por decreto. El país vuelve a quedar preso de los dirigentes que no saben ordenar sus prioridades o, peor aún, lo saben y optan por no soltar sus privilegios.

Hablando de privilegios y de falta de visión de la realidad, ha resultado inentendible el aumento que fue otorgado a diputados y senadores a partir del acuerdo paritario firmado con los gremios de los empleados legislativos y que significó un aumento del 30% en sus dietas. Más “casta” no se consigue. Martín Menem en la Cámara baja y Victoria Villarruel en la alta no tuvieron el sentido común necesario para frenarlo y obligaron al Presidente a pedírselo públicamente. Javier Milei estaba furioso.

No se pueden cometer errores de tamaño semejante mientras el ajuste devora los bolsillos de trabajadores que no llegan a fin de mes. Por la naturaleza del ajuste que se ha autoimpuesto para ordenar el desastre fiscal –en buena hora– el Gobierno está obligado a no volver a cometer este tipo de errores no forzados. Hay demasiada sensibilidad en la sociedad toda, que actúa como un fiscal implacable, verificando que se cumpla con lo que le han prometido. La paciencia no da para mucho más.



   

domingo, 23 de octubre de 2022

Las peligrosísimas imprecisiones y vaguedades de Mauricio Macri... @dealgunamaneraok...

 Las peligrosísimas imprecisiones y vaguedades de Mauricio Macri...



El ex presidente Mauricio Macri. Fotografía: Nicolás Stulberg.

En todas sus intervenciones, el ex presidente es muy enfático cuando se trata de despotricar contra el kirchnerismo y el populismo. Pero, ¿qué va a hacer cuando llegue al poder, si es que le toca? ¿Cuáles serán las medidas concretas?

© Escrito por Ernesto Tenembaum el domingo 23/10/2022 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 

Hace muy poquito tiempo, apenas siete años, la sociedad argentina -o una enorme parte de ella- estaba cansada de 
Cristina Kirchner. En todos los estudios de opinión se expresaba una mayoritaria voluntad de cambio. Luego de un trabajo constante, valiente y muy esforzado, Mauricio Macri logró transformarse en la expresión política de ese deseo. Así, llegó a Presidente de la Nación. Algo parecido intenta ahora. En cada una de sus apariciones vocifera en contra del actual estado de cosas. Se trata de un método que ya le funcionó hace unos años. ¿Por qué no iría a funcionarle ahora que la voluntad de cambio es mucho más fuerte?

En aquel 2015, Macri también era bastante 
ambiguo respecto de lo que haría cuando llegara al poder. Casi nadie le preguntaba demasiado, porque la sociedad privilegiaba su necesidad de cambio. Y a él no le convenía ser muy preciso. Al fin y al cabo, el deseo de cambio unía desde Hugo Moyano hasta Elisa Carrió. Las precisiones, en cambio, podían dividirle al electorado. Sin embargo, había algo que tenía en claro: eliminaría el control de cambios -el famoso cepo- apenas asumiera. El “cepo” era un símbolo rechazado por los argentinos y el candidato se aprovechaba de eso para consolidar votos.

Mucha gente seria le advirtió que no lo hiciera. Los escépticos tenían argumentos muy razonables. Existía una demanda de 
dólares que había sido reprimida durante cuatro años. Si levantaba el cepo los dólares volarían y él tendría que tomar deuda a corto plazo y alto interés para cubrir el bache. Ese escenario sería explosivo. Ante cualquier inconveniente, habría una corrida. Macri respondía que él generaría la confianza necesaria para que eso no ocurriera.

Se confirmaron los peores vaticinios. No fue casualidad. Fue una 
catástrofe muy previsible. Había mucho material escrito sobre qué ocurre cuando se elimina livianamente un régimen de control de cambios. Solo era cuestión de escuchar a economistas diferentes a aquellos que creen que todo se resuelve con un “presupuesto equilibrado”, esos que el prestigioso director de Fiel, Fernando Navajas, describe como “monetaristas de una sola neurona”.

Dado ese antecedente, la pregunta es obvia: ¿la Argentina no estará por 
repetir esa experiencia? ¿Hay algún elemento que permita deducir que, esta vez, las cosas se están pensando con más seriedad?

Alfonso Prat-Gay, ministro de Economía de Cambiemos, juntos al ex presidente Mauricio Macri y al ex jefe de Gabinete Marcos Peña (AP)

En todas sus intervenciones, Macri es muy enfático cuando se trata de despotricar contra el kirchnerismo, denunciar la falacia de las ideas progresistas, luchar por lo que él define como libertad y contra el populismo. De esta manera, intenta interpretar, como en aquel entonces, el espíritu de la época. Pero, ¿qué va a hacer cuando llegue al poder, si es que le toca? ¿Cuáles serán las medidas concretas? ¿Cómo lo va a hacer?

En la gira mediática que hizo para presentar su libro, el ex presidente ofreció indicios preocupantes. En una entrevista con Jonatan Viale, Macri explicaba con soltura que la Argentina no puede vivir con tantos tipos de cambio, que así nadie va a invertir nunca y que en un país normal hay un solo tipo de cambio.

Cierto.

Viale entonces le preguntó:

-Si unificás el tipo de cambio quiere decir que vas a devaluar el oficial. O sea: si ustedes son Gobierno, ¿eso quiere decir que va a haber una devaluación?

Era una pregunta sencilla para un hombre con tanta experiencia. Se trataba apenas de responder con un monosílabo: sí o no. Tal vez con una aclaración posterior. La respuesta completa de Macri es muy ilustrativa de que algunos temas centrales no están resueltos.

-Primero hay que restablecer la confianza con una idea clara de lo que vamos a hacer…

Así arrancó: de la devaluación, nada.

--…Por eso el “para qué” (muestra la tapa de su libro titulado de esa manera)…¿Para qué vas a usar el poder? Para que se sepa que vamos a lograr en la Argentina tener un presupuesto sano. Eso significa que no vamos a gastar más de lo que ingresa…

¿Y el dólar, ingeniero? ¿Qué va a hacer con el dólar?

Para qué, el segundo libro de Mauricio Macri 

Sigue Macri:

--…Vamos a cobrar impuestos razonables. Vamos a hacer una emergencia laboral para que la gente pueda entrar al mercado en blanco. Hoy más de la mitad de la gente está en negro…

Eso, sin duda, es un problema. Pero no era la pregunta.

Continúa el candidato:

--…Acá siguen defendiendo el privilegio de unos poquitos dejando afuera a una mayoría de argentinos. Y vamos a tratar de tener una justicia ordenada porque nadie va a invertir en un país si un juez laboral saca un fallo que hunde a una Pyme. Y eso pasa todos los días. Entonces todas esas cosas las tenemos que arreglar…

A estas alturas ya era inútil tener la esperanza de que Macri iba a aclarar cómo unificaría el tipo de cambio.

Pero él seguía:

--…Dejame decirte una cosa. De vuelta, para la positividad. He viajado mucho por Medio Oriente. He viajado por los Estados Unidos, por Europa, en China mantengo las relaciones…

Ajá.

--…Todos siguen pensando, más después de la guerra, que una zona de paz como América Latina para proveerse de alimentos y energías es estratégica. Ahora: no están dispuestos a darnos más plata para que despilfarremos el dinero en corruptelas, no están dispuestos a poner plata en un país donde ellos, sus ciudadanos se ajustan el cinturón y nosotros no estamos dispuestos a pagar las tarifas que corresponden. Están dispuestos a financiar a un país con gente normal…

Macri hizo, como quien dice, un gran firulete pero evitó responder un planteo sencillo y definitorio. Si el cepo está mal, ¿va a 
unificar? ¿eso significa que va a devaluar? Es un problema complejísimo: si no unifica deberá seguir conviviendo con múltiples tipos de cambio; si lo hace la inflación puede ser tremenda. Por eso son necesarias más explicaciones. Algo más que eso al menos. Un pequeño esfuerzo que aclare, al menos, que entiende el problema, que reconozca que no basta con principios generales para gobernar.

-El levantamiento del cepo: ¿inmediato? ¿A mediano plazo?
—le preguntó Diego Shenkman unos días después.

Macri hizo una pausa.

-Va a depender de…de qué…de cuál es la situación de partida, de cuál es el apoyo externo que se va a tener, que va a ser poco…y además, de cuan profundo sea el…el…el…el vértice…o la fuerza fiscal, ¿no? Nosotros tenemos que lograr el equilibrio fiscal en el momento cero. No puede esperarse gradualmente. Eso tiene que ser desde el momento cero. Nosotros tenemos que decirle al mundo que nos curamos. No somos más borrachos.

Recorrida de Mauricio Macri junto al diputado Cristian Ritondo por San Nicolás

Pareciera ser, entonces, que si no hay dólares, Macri no levantaría el cepo. Pero, entonces, sería necesario explicar cómo se conseguirían esos dólares y en cuánto tiempo. Las cosas, como se ve, se empiezan a complejizar. No son tan sencillas. Al parecer, además, Macri vincula el levantamiento del cepo con el equilibrio fiscal. Si no hay déficit, eso generaría confianza y eso permitiría levantar el cepo. ¿Será así? Hay economistas muy serios que no ven una relación tan lineal entre ambas cosas. ¿No sería mejor explicarlo mejor?

Hay otro problema con las propuestas generales de Macri. Esta misma semana, el mundo se estremeció con la renuncia de 
Elizabet Truss como primera ministra británica, apenas 45 días después de haber asumido el cargo. Para conseguir su nombramiento, Truss propuso una drástica reducción de los impuestos, entre ellos, de los impuestos a las personas más ricas (“impuestos razonables”, en la jerga de Macri) y un “presupuesto equilibrado”. En un célebre debate, su competidor -el ex ministro de Finanzas conservador, Rishi Sunak- se burló: “Pero Liz, si haces eso, van a subir las tasas de interés y vas a mandar a la quiebra a miles de familia”. Liz no escuchó, como Macri en el 2015 al levantar el cepo y, al mismo tiempo, reducir las retenciones. Los mercados reaccionaron violentamente cuando percibieron los efectos fiscales del recorte de impuestos. Subió la tasa de interés. La libra se devaluó. Truss renunció.

Lograr un 
presupuesto equilibrado –mucho más en un marco de reducción de impuestos- es una operación muy sofisticada, que puede salir mal. Truss ahora, como Macri entonces, asumieron con una retórica pro mercado pero fueron abandonados, justamente, por los mercados. Si un gobierno recorta gastos puede ocurrir que provoque una recesión y que eso reduzca la recaudación. Así las cosas, no se reduciría el déficit: sería una medida dolorosa e inútil a la vez. Macri propone en su último libro abrir la economía y que las empresas que no puedan competir cierren. “Ya les dimos demasiado tiempo”, advirtió. “No puede ser que los argentinos paguen precios más altos porque las industrias son ineficientes”. Eso significaría que habría que importar lo que se dejaría de producir acá. Pero no hay dólares. ¿Y entonces?

Las 
imprecisiones vaguedades de Macri además, aparecen en todos los ámbitos. Macri explicó, por ejemplo, que hay que darles más facultades a las Fuerzas Armadas para que los “pseudomapuches” no interfieran con el desarrollo de Vaca Muerta. Es confuso: Vaca Muerta está viviendo en estos meses un proceso de crecimiento explosivo. Nadie está frenando eso. O sea, que mandaría militares para solucionar a tiros un conflicto que, al menos en los términos en que lo plantea, no existe.

Macri dijo que se pone a llorar cada vez que ve cómo los jóvenes argentinos se van al exterior. “Antes del 2019 se iban los narcos, ahora se van ellos”, dijo. Desde la dirección de Migraciones le respondieron con estadísticas concretas. Antes del 2015, emigraban 50 personas por día, ahora solo 18.

Tal vez esos números estén fraguados.

Puede ser que Macri tenga razón.

O no.

Pero, ¿Cuáles son sus números concretos?

Ninguno.

El libro que acaba de publicar Macri es un ejemplo muy elocuente de esas limitaciones. En la anteúltima página (258) se lee textualmente: “He dejado para el final el tema de la 
educación porque es el más importante de todos”. Pero le dedica apenas un párrafo de 10 líneas. Su experiencia en la presidencia de Boca Juniors, en cambio, mereció 80 páginas. Apenas diez páginas, en cambio, alcanzan para que Macri explique todo lo que hay que hacer en el país. En ningún lugar el libro da cuenta de las dificultades, de la complejidad de cada medida, de las posibilidades de que, aún con las mejores intenciones, todo termine con más inflación y más pobreza, como sucedió en su mandato anterior. Tal vez no tuvo ganas de dedicarle mayor esfuerzo. Seguramente le resultaban más atractivas las anécdotas que compartió con Riquelme, Palermo, Bianchi o el eterno ajuste de cuentas con su padre ya fallecido. Las páginas pasan y pasan. Macri está siempre en el centro de la escena como un líder inteligente, tolerante, humano, con capacidad de aprendizaje. Pero en ese recorrido el país, sus problemas, sus desafíos aparecen apenas como telón de fondo.

Mauricio Macri, ex presidente de la Nación

En este contexto, hay una oración que ubica a Macri en uno de los lugares más extremos de la historia del pensamiento capitalista. Javier Milei aún no llegó tan lejos. Los debates serios acerca de la participación del Estado en la economía han sido siempre muy complejos porque las economías capitalistas, en general, son mixtas. El ejemplo clásico para disuadir a las concepciones más opuestas a la participación estatal es el chileno, donde el Estado es el principal exportador de cobre. Sin embargo, es cierto que algunos teóricos consideran que el Estado solo debería tener cuatro funciones: salud, seguridad, justicia y educación. Macri va aún más allá que ellos. Escribe textualmente: “Pasar de la lógica de un Estado paternalista a uno que se ocupe solo de sus funciones esenciales como son la seguridad, la educación y la justicia requiere un apoyo profundo y un compromiso explícito por parte de los ciudadanos”. ¿No falta una de las funciones esenciales? ¿No se olvidó de la salud pública? ¿Cuál sería la propuesta concreta? ¿Qué se desmantelen todos los servicios de salud que brinda el Estado? ¿No merece un poquito más de desarrollo una idea tan novedosa? ¿Lo haría el primer día como sugiere que hay que hacer todo?

Durante una campaña electoral, es sencillo evitar respuestas complicadas y reemplazarlas por esloganes y banderas ideológicas. Si se quiere, es una de los elementos que se le atribuyen habitualmente al 
populismo, sea de derecha –como en este caso- o de izquierda. Se elige un enemigo real o ficticio y se lo ataca. Eso llena páginas y páginas de libros y minutos y minutos de entrevistas. El enemigo tal cosa y tal otra. Pero, después, llega el momento de gobernar y pasan cosas. Ahora, ¿no será al revés? ¿No ocurrirá que esas heroicas banderas se levantan como una cortina de humo para no tener que explicar demasiado lo que va a hacer?

En las últimas décadas, la Argentina ha pagado un costo muy alto por votar a personas que llegaban con discursos a favor de la justicia social y la distribución del ingreso, pero no sabían cómo alcanzar esos objetivos y provocaban un desastre. Y a otras que llegaban proponiendo construir una economía normal que asegurara la estabilidad y el crecimiento, pero tampoco tenían idea de cómo llegar hasta allí y provocaban otro desastre. Cada tantos años, los argentinos votamos a unos para sacarse de encima a los otros, o viceversa. Siempre con el mismo resultado.

Macri quiere volver al poder envuelto en banderas antipopulistas.

Pero cuando le preguntan qué va hacer con el dólar responde que ha viajado mucho por Medio Oriente.

Qué tranquilidad.


    

domingo, 22 de agosto de 2021

ASPO, DISPO y al pasto... @dealgunamaneraok...

 ASPO, DISPO y al pasto...

 

Mucho antes de anunciar la estatización de las telecomunicaciones, allá por julio del 2020 y en medio de un estricto confinamiento, Alberto Fernández perdió la conexión con la sociedad Argentina. La cuarentena como dogma y una llamativa ausencia de una estrategia comunicacional que derivó en una profundización de las crisis políticas, son el combo perfecto para entender por qué el Presidente vive sus horas más oscuras.

© Escrito por José Ferrentino el viernes 20/08/2021 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La publicación de la fotografía donde se lo ve celebrando el cumpleaños de la Primera Dama en la Quinta de Olivos -junto a allegados y conocidos sin barbijo ni distanciamiento, en tiempos donde realizar reuniones sociales no estaba permitido por un Decreto de Necesidad y Urgencia que él mismo había firmado-, terminó de socavar la legitimidad de un Presidente que, hasta entonces, era caracterizado de múltiples maneras en los focus groups, menos como un “mentiroso”. 

Veamos: su primera gran crisis político-comunicacional llegó de la mano del Campo. Apuró la expropiación de Vicentin, y sin consultar a nadie más, lanzó en conferencia de prensa su embestida. En menos de 24hs retrocedió en sus posiciones ante la respuesta de la sociedad santafesina, y una vez que dejaron de volar dardos, sobre Alberto Fernández se lacró el mote de “títere. 

Los videos del cumpleaños de Fabiola Yáñez 

En septiembre del 2020, en una Buenos Aires crispada por el confinamiento, hubo un levantamiento policial que terminó con la Bonaerense rodeando la Quinta de Olivos. Alineados todos los intendentes detrás de Alberto Fernández, sin distinción partidaria, el Presidente habló por una improvisada cadena nacional: Le quitó parte de la coparticipación a CABA para solucionar un conflicto bonaerense; lo hizo sin avisarle al jefe de Gobierno, y detonó una bomba sobre un hecho que venía a soldar los clivajes políticos de la Provincia. Aquí se erigieron dos atributos negativos más de la imagen presidencial: “traidor” y “oportunista”. 

En enero del 2021 llegó el affair “llamé a mi amigo Ginés”, o como muchos se apuraron en rubricar: “vacunatorio vip”. En una sociedad que buscaba desesperadamente una luz de esperanza, y antes los traspiés del Gobierno por conseguir vacunas, estalló una granada en el Ministerio de Salud que, por su onda expansiva, sacudió los cimientos de la Casa Rosada, la Quinta de Olivos y hasta Santa Cruz. 

Era imposible explicar lo inexplicable, el Presidente echó a su ministro de Salud y evitó que las esquirlas lo tocaran a él. Las derivaciones de este hecho sacudieron al Poder, porque por primera vez el Gobierno no erraba en la creación o promoción de una política pública, sino que traicionaba al pueblo en sus valores: privilegios del poder ante una sociedad que estaba cansada del encierro, fatigada por la pérdida de empleo y desesperanzada por las promesas de vacunas que no llegaban. 

Macri reapareció en campaña: "Nos llevaron al país de morondanga con el vacunatorio VIP"

La foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez cayó como un meteorito en Olivos, porque hacia atrás termina de configurar la imagen pública de Alberto Fernández como un “mentiroso”. Ya no en ese hombre que creía en la cuarentena como dogma -en el que estabas de un lado o del otro de la mecha, como decía el entonces ministro de Salud de PBA y actual candidato a diputado Nacional Daniel Gollán-, sino en el Presidente que hacía lo mismo que aquellos a quien señalaba desde el mismo salón de Olivos. 

El remedio resultó peor que la enfermedad, pues en tren de ensayar una disculpa, responsabilizó a su mujer por el hecho. En tiempos donde tanto se pone la lupa en las cuestiones de género, un hombre responsabiliza a su mujer por armar una reunión prohibida: la culpa es de la mujer del Presidente. 

Por primera vez en dos años, no fueron Cristina Kirchner, La Cámpora, sus ministros ni el Mauricio Macri. Fue él, y el impacto lo sucedido, hasta ahora incalculable, lo deja en una posición compleja frente a la sociedad; ya no por lo que ocurrió, sino por lo que vendrá.

Olivos: el abogado de una amiga de Fabiola Yáñez aseguró que hay "30 fotos más" del festejo. 

La pandemia no terminó, los argentinos no están vacunados en su mayoría con 2 dosis, y la variante Delta está al acecho. La pregunta es, entonces: ¿con qué autoridad se impondrá un Presidente que carece de “credibilidad” y “liderazgo”, dos atributos esenciales para cualquier dirigente político que esté al frente de una Nación? 

José Ferrentino. Consultor en Comunicación Política. Percipi. Consultora. https://www.linkedin.com/in/joseferrentino/




 

sábado, 3 de abril de 2021

Los malditos de nuestra historia… @dealgunamaneraok...

Los malditos de nuestra historia… 


Cuando está retomando la carga y se le suma la mutación viral de la pandemia, sus malas noticias son un cerco de peligro de nuestra geografía. 

© Escrito por Carlos Leyba el viernes 02/04/2021 y publicado por Diario El Economista de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

La pobreza marca un récord que concentra indigencia en el conurbano, el territorio de miserables disputas políticas y de las mayores consecuencias nacionales.

 

El Departamento de Estado de EE.UU. informa, en voz alta al mundo, los elevados niveles nacionales de corrupción en el poder (político, judicial, seguridad) y la consagración de la impunidad que no distingue colores políticos ni tramos de la historia o categorías criminales.

 

Lo sabemos. Lo sufrimos. Todo ese agobio, incluye como doctrina, la justificación de la abolición de la pena, presuntamente “progre”, que logró imponer Raúl Zaffaroni, el juez al que ascendió la Dictadura y cuyo estatuto juró. Estamos tapados de contradicciones.

 

Estamos lejos de “estar bien”.

 

Pandemia, pobreza y un sistema de Justicia doloroso forman un triángulo de las Bermudas del que nos debemos alejar. No es lo único. Pero es lo que nos coloca en frente la noticia de la realidad.

 

No estamos bien porque la cuestión sanitaria nos encuentra relativamente indefensos. No es consuelo que no estemos más indefensos que lo que lo están lugares prósperos del planeta.

 

No estamos bien porque la cuestión social nos tiene acorralados y  en un lugar complejo en términos planetarios: abundancia en producción de alimentos y una ingeniería social perversa que hace difícil lograr la alimentación saludable de más de la mitad de los más pequeños de nuestros niños.

 

No estamos bien y sin seguridad que, en esta vida, la Justicia llegará a los extremos que nos asolan.

 

No llegará al motochorro que mata por una cartera flaca del suburbio. Y tampoco a las altas esferas de las que hablamos todos los días y de otras de las que hablamos poco. Con precisión quirúrgica, José Claudio Escribano, en reportaje de Carlos Pagni, a raíz de un comentario sobre Mauricio Macri, más o menos dijo que Macri era hijo de la corrupción estructural. Esa de la que en esta columna hemos hablado hasta el hartazgo: la nueva oligarquía de los concesionarios, los nuevos ricos que se apoderan de recursos de la comunidad para montar fortunas escandalosas y exhibicionistas, al tiempo que la pobreza se acelera.

 

Dinero a base de secretos de alfombras, generado sin olor ni de sudor industrioso ni de bosta rural.

 

Nombre y apellido de escandalosas fortunas de los últimos 30 años cuando estalló la pobreza.

 

Las viejas fortunas de la tierra y de la industria, se hicieron en la prosperidad del país y no como estas surgidas de la nada en las décadas de la decadencia.

 

¿Cómo? Deberíamos tenerlo en cuenta.

 

No estamos bien. Pero, acaso, ¿vamos bien?

 

La respuesta, como diría Julio Argentino Cobos, “no es positiva”. Cobos no fue, vaya paradoja, el único vicepresidente que le torció el brazo al Presidente.

 

El voto de Cobos fue un veto que inclinó la balanza de la historia y evitó una catástrofe a la que ciega, respecto de la realidad social, nos dirigía Cristina Kirchner alentada (¡que notable!) por el hoy opositor Martín Lousteau. 

Una lección que alguien debería imitar en los días que corren. Vetar el desbarranco. 

En nuestra Argentina hay impunidad ante la propia historia. Una deriva del galimatías que genera la capacidad idiomática del castellano en el que “ser” es distinto del “estar”. 

Digresión: algunos políticos dicen “ser” de un espacio (ahora así se llama) y se permiten “estar” en el espacio contrario. Ir y venir.  Alberto, ¡cuánta confusión! Alguna política no se preocupa por la coherencia del “ser” sino por las mieles del “estar”. Eso también enferma a la sociedad. 

Volvamos. 

La peste es una desgraciada importada. Casi nadie pudo evitarla. 

A pesar de las muchas fallas que cometimos, no la hemos enfrentado tan mal. 

Una reflexión de Semana Santa podría obrar el milagro que todos los que algo tienen que decir acerca de esto, puedan dialogar acerca de los modos de “tratar” y morigerar los efectos de la pandemia. 

Conversaciones apacibles sobre la mucha opinión fundada sobre tratamientos sólidos posibles, hasta que la vacuna genere esa inmunidad de rebaño que sería el principio del retorno a la normalidad. 

¿Serán también posibles conversaciones apacibles acerca de la solución de los males que nosotros hemos generado? ¿Acerca de la marea de pobreza o la tragedia de la impunidad (toda la impunidad) que ha mutilado los brazos de la Justicia? 

Ninguno de estos dos males gravísimos son la consecuencia de una invasión externa. Son consecuencia inexorable de nuestras decisiones políticas. Entonces, ¿Qué deberíamos cambiar? 

Pero mientras que, para la búsqueda de la inmunidad de rebaño, hay un consenso dominante que apuesta a las vacunas con el proviso de no abandonar sine die los cuidados y el distanciamiento social; para esos otros males, que, aclaremos, no son los únicos que nos hacen “estar mal”, no existe ni remotamente por ahora la posibilidad de un consenso y ni siquiera la disposición al diálogo verdadero. ¿Nada nos conmueve ante la inmensidad de las consecuencias nefastas posibles? 

No visualizamos propuestas para transitar, con alguna certeza, una vía que nos lleve a buen puerto. Un puerto en el que todos podamos embarcarnos sin exclusiones.

La renuncia de Marcela Losardo fue la manifestación de la renuncia de Alberto Fernández a sostener una mirada distinta sobre la Justicia a la de Cristina Kirchner o el Instituto Patria. 

Cristina procura obtener cambios en el sistema o en las personas, que permitan la definición de su inocencia en todas las causas en la que la Justicia la persigue desde que ella ejercía la presidencia. En aquél entonces se iniciaron los procesos, se realizaron las denuncias y acumularon las pruebas. 

Las decisiones dependen de la virtud de los jueces. La virtud se alimenta de imparcialidad y capacidad de resistir a las presiones ajenas a las pruebas. 

Claro que si los jueces son mis abogados o mis correligionarios, la imparcialidad no está garantizada. Y si quienes deben juzgar esas decisiones judiciales, a su vez, tienen posición tomada, la resistencia será de corta duración. 

El Instituto Patria aspira a instalar una Justicia que procura el abolicionismo tanto para el motochorro como para, en la práctica, el mega chorro. 

El fundamento ideológico es que el capitalismo es insanablemente inmoral y debe ser “saqueado” por arriba y por abajo, para poder ser vencido. 

Néstor sostenía de manera transparente que era necesaria una nueva “burguesía rica y progresista”. Los métodos para lograrlo pasaban por apropiarse, sin costo, de recursos abundantes. Así surgieron los Eskenazi comprando YPF, con utilidades de YPF y los planes de la AFIP para garantizar el flujo de dinero gratuito para acumular capitales “liberadores”. Eso ocurrió gracias a Néstor. 

Siempre hay “otro lado de la luna”, aquel que creemos o queremos, no ver. 

Por ejemplo la inseguridad es la contra cara de la ausencia de Justicia. Toda la cuestión de la Justicia es parte del dilema de la “inseguridad” y es consecuencia de la “debilidad del Estado”. 

Esa “debilidad” que nos enferma, es consecuencia de la ausencia de un “consenso de Nación”. 

La ausencia de un nosotros común, es lo que construye a “los otros” como el enemigo necesario. 

Sin Nación, sin idea de trayectoria común, no hay Estado. Puede haber gobierno, una manda transitoria. 

Sin Estado, o Estado débil, el gobierno transcurre a la defensiva. El gobierno como combate es al que, en combate, se le procura su reemplazo. 

Toda la cuestión de la Justicia, el mensaje en alta voz del Departamento de Estado, no dice nada nuevo. 

Es la consecuencia de la debilidad del Estado que es la deriva de la ausencia de Nación. Nada más difícil de resolver. 

Porque en la lógica del problema, que ausenta la solución, está la aniquilación del adversario. La supresión de la alternativa. ¿En eso estamos? ¿Somos conscientes? 

Toda la temática de la inseguridad y de la justicia, es la contra cara de esa debilidad de la existencia del Estado y de la ausencia de Nación. 

Detrás de la pobreza que nos consume, la exclusión activa de una manera de vivir que reconocemos como propia, está el proceso siniestro de concentración de las últimas décadas, construido sin producción y sólo con apropiación, que no es lo mismo. 

La exclusión  de más de la mitad de los niños y casi la mitad de los argentinos, es hija de la debilidad del Estado y de la cooptación saqueadora de los gobiernos y sus políticas. 

¿Cómo procurar el bien común presente y de largo plazo, con un Estado existencialmente débil? 

La pobreza no ocurrió de golpe. El proceso se arrastra desde hace más de cuatro décadas. Partimos de 800.000 pobres, el 4% de la población. La acumulación sistemática la llevó a casi 20 millones. Y 42% de la población. 

No nos llegó de golpe.  Fue una enfermedad silenciada que se acumuló sin pausa, al mismo tiempo que se generaban fortunas súbitas del estancamiento mediante el saqueo del Estado, como señaló Escribano. 

Esa concentración responde a un pensamiento que procura demostrar que el modelo económico que había logrado incluir al 96% de los argentinos estaba equivocado. 

Aquel modelo había comenzado, con los conservadores, como respuesta a la inviabilidad de la especialización en las materias primas para financiar el crecimiento. Un modelo cuyo éxito quedó demostrado en 30 años de Estado de Bienestar con crecimiento económico, diversificación productiva e inclusión social. 

Primero, con las armas, lo atacaron los guerrilleros que querían instaurar el socialismo y, en la práctica, lo liquidó la Dictadura con el pretexto de terminar con la guerrilla. Se instaló el Estado de Malestar en el que la pobreza y el extravío de la Justicia son consecuencias. 

Sembraron la muerte, el estancamiento y la exclusión, al tiempo que se formaban condiciones para forjar fortunas súbitas en la decadencia colectiva. 

La pandemia agrava las cosas, pero si no empezamos a resolver la pobreza y la justicia, seremos parte de las generaciones que perdieron una Nación de progreso heredada de los mayores. Seremos los malditos de la historia.