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martes, 9 de julio de 2024

FEDERICO STURZENEGGER. EL REGRESO DEL QUETEJEDI... @dealgunamanera...

Federico Sturzenegger. El regreso del Quetejedi…


Fue uno de los responsables del Megacanje que antecedió al estallido de 2001. Luego hombre clave del gabinete económico de Mauricio Macri. Desde 2023 es asesor estrella de Javier Milei. Con los recientes cambios en el gabinete nacional, Federico Sturzenegger tendrá ahora un ministerio hecho a su medida para avanzar en la desregulación de la economía y las privatizaciones. Facundo Iglesia traza un perfil del economista fan de la Guerra de las Galaxias, que se prepara para hacer su tercera aparición estelar en la turbulenta historia económica argentina.        

© Escrito por Facundo Iglesias el domingo 28/06/2024 y publicado por la Revista Anfibia de la Ciudad de San Martín, Provincia de Buenos Aires, República Argentina. Ilustraciones: María Elizagaray Estrada.

Federico Sturzenegger golpea el monitor monocromático en su oficina del Ministerio de Economía. Lo que ve no es lo que esperaba. Es agosto de 2001. En mayo, el presidente Fernando De La Rúa lanzó el Megacanje, una operación para postergar tres años los vencimientos de deuda. Por unos meses pareció que sí, pero ahora es evidente que no: los mercados no les creen.

—El riesgo país tendría que bajar y está subiendo —dice Sturzenegger, secretario de Política Económica, mirando el numerito en la pantalla.


A principios de agosto el riesgo país retomó su camino alcista. El indicador que mide las chances de cesación de pagos y que aparece constantemente en televisión con música catástrofe. “Tener 975 puntos de riesgo país como hoy, igual no cambia demasiado las expectativas de una reactivación rápida, aún lejos - publicó el diario Ámbito Financiero el 8 de mayo de 2001 - la Argentina sigue afuera del mercado internacional para financiarse”.


Sturzenegger tiene 35 años y un doctorado de economía en MIT. Hace seis años volvió al país desde Los Ángeles para convertirse en el economista jefe de la privatizada YPF. Sostuvo el puesto hasta 1998, cuando la española Repsol tomó la empresa. En marzo de 2001, Ricardo López Murphy lo convocó para ser parte del gobierno de Fernando De la Rúa. Sturzenegger dice que siente su rol como “estar en la cabina de un avión cuyos motores empiezan a fallar”. López Murphy renunció el 20 de marzo, a los quince días de asumir, pero Sturzenegger no se fue. Sturzenegger, todavía, no se quería ir.


“No tenía recorrido o vocación de meterse tanto en la ejecución, pero sí en la estrategia, en el diseño de políticas de corto plazo y en la comunicación con terceros”, dice alguien que lo cruzaba en los pasillos de Economía.


Ya en la segunda mitad de 2001 el superministro Domingo Cavallo, con quien tiene muy buena relación y lo ubica entre los “jóvenes economistas más brillantes del país”, está cada vez más convencido de sus propias ideas y toma medidas sin consultarlas con nadie. Antes de cada reunión, Sturzenegger coordina cuidadosamente con sus compañeros cómo le transmitirá la situación al ministro que ya no escucha razones. Ante lo que perciben como una situación insostenible, varios funcionarios de segunda línea del Palacio de Hacienda empiezan a renunciar escalonadamente para no desatar una crisis institucional. Sturzenegger se irá el 20 de noviembre, poco más de ocho meses después de asumir, diez días antes de que se impusiera el “corralito” y un mes antes de que caiga el gobierno de Fernando de la Rúa.


Pero Sturzenegger va a volver. En diciembre de 2015, catorce años después del 2001, se convierte en el primer presidente del Banco Central de la gestión de Macri, cargo del que será eyectado en medio de internas cruzadas: su esquema de “metas de inflación” choca con la realidad. Volverá otra vez. Javier Milei lo llevará como asesor en 2023, como uno de los principales arquitectos de la reforma integral que el libertario impulsará en el país con la Ley Bases y su Mega DNU. No es todo: en la noche del 27 de mayo Milei hará cirugía mayor en su gabinete y Sturzenegger ocupará un ministerio de “desregulación” creado a medida. Si la economía es el motor de la historia, Sturzenegger es uno de los principales personajes de la Argentina reciente.

 


Federico Sturzenegger nació en 1966 en Rufino, un centro agrícola y ganadero de 20 mil habitantes en la provincia de Santa Fe. Se crió en Gonnet, una ciudad de La Plata famosa por albergar la República de los Niños, el primer parque temático del continente americano, creado en 1951 por Juan Domingo Perón. Su padre, Adolfo Sturzenegger, es un integrante de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de origen radical.


Federico es, ante todo, un académico. El segundo economista más citado del país después de Eduardo Levy Yeyaty, con quien escribió varios textos. Se licenció en la UBA, fue profesor asistente de Economía en la Universidad de California en Los Ángeles, enseñó y fue decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella y fue profesor visitante de Políticas Públicas en la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard. Se doctoró en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), una cantera de funcionarios públicos a nivel mundial.


En el MIT fue discípulo de Rudi Dornbusch, un liberal alemán experto en países emergentes y crisis de balanza de pagos que apoyaba la dolarización. Sin embargo, dice un colega suyo, hay algo que el argentino no aprendió de Dornbusch: “Sturzenegger ve las cosas de una manera muy teórica, con una teoría que baja muy rápidamente a la realidad”. Sturzenegger toma como guía para analizar la realidad y plantear políticas “la teoría más estilizada, con supuestos lo más abstractos posibles y alejados de las prácticas, de las instituciones y de la historia”, dice la misma fuente. A lo largo de su carrera política, las instituciones (sobre todo, los sindicatos) se le figurarán como un estorbo.


Luego de renunciar al gobierno de la Alianza, se acercó al PRO y ocupó una seguidilla de cargos: presidente del Banco de la Ciudad de Buenos Aires (2008-2013), diputado nacional (2013-2015) y presidente del Banco Central (2015-2018). Cuando Milei llegó a la presidencia, se sumó como su asesor estrella. 


Una pesadilla que tuvo en octubre de 2008, narrada en su libro Yo no me quiero ir (2013), da cuenta cabalmente de su pensamiento más profundo.

Sturzenegger soñó que moría. Moría sin ver a Gimnasia de La Plata campeón.

Pero después se dio cuenta de que la pesadilla no se trataba sobre el equipo de sus amores: “Comprendí que estaba elaborando la idea de que mi anhelo de ver a la Argentina como una nación avanzada, equitativa y pujante, quizá no fuera posible en toda mi vida”. El sueño, dice el libro, se debe a que ese año asomaba por parte del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner un incipiente intento por hacer crecer “el poder económico y regulatorio del Estado”. Eso, según Sturzenegger, llevaría a la cooptación de voluntades políticas.


En su libro se define como un “optimista incorregible”. Quizás no sea tan distinto a los adjetivos que le atribuyen las fuentes consultadas para esta nota: máquina de trabajar, disciplina suiza, fundamentalista, mesiánico, cabeza dura, ingenuo, dogmático.

 


El 85 por ciento del universo es completamente invisible. A esa materia que no emite ningún tipo de radiación electromagnética ni interactúa con la luz la astrofísica la llama materia oscura. Su existencia es puramente hipotética. Sólo puede inferirse por sus efectos gravitacionales en el movimiento de las estrellas o las galaxias, que ninguna otra masa podría causar. Su composición es casi completamente una incógnita. El concepto sirvió, también, para explicar la economía. 


En 2004 el gobierno de Estados Unidos calculó que tenía un déficit en su cuenta corriente de 2,5 billones de dólares. Pero si su economía tuviera tal agujero, dicen en un famoso artículo Sturzenegger y su colega Ricardo Hausmann, el gigante del norte pagaría intereses de deuda astronómicos. Los dos economistas encontraron su respuesta en las estrellas. En 2005, acuñaron el término “materia oscura” para referirse a los activos “invisibles” de un país que generan ganancia y escapan a las mediciones oficiales. El know how de una empresa o la reputación de una marca son activos invisibles. Bajo este concepto, Estados Unidos no tiene déficit, sino superávit: el 40 por ciento de su PBI, calculan, está hecho de esa incógnita.


“Una vez que se considera la materia oscura, el mundo está sorprendentemente equilibrado”, aseguran Hausmann y Sturzenegger en un artículo del Financial Times. La economía, para ellos, es un poco como el universo.


Alguien que lo conoce bien dice que Sturzenegger, como muchos economistas, necesita un modelo teórico de referencia en su vida. Antes de 2001 y el estallido de la convertibilidad, estaba convencido de que el esquema que traería estabilidad al país era un tipo de cambio fijo e inamovible: un hard peg, es decir, una paridad dura como la convertibilidad. Años después de que el uno a uno estallara por los aires y que De la Rúa volara en helicóptero, Sturzenegger decía a quien quisiera escucharlo que había cambiado completamente de opinión: que ahora creía en los regímenes de tipo de cambio flotantes.

Escribió papers detallando la nueva evidencia empírica que había encontrado al respecto. “El decepcionante caso argentino” es parte de ese corpus.


En 2002 volvió al llano y recuperó su rol como decano de la escuela de negocios de la Universidad Torcuato Di Tella. En 2005, lo nombraron "Joven Líder Global" en el Foro Económico Mundial de Davos. Ya por esos años, comenzó a acercarse a un nuevo partido político de corte vecinalista y oenegeísta: Propuesta Republicana, liderado por Mauricio Macri y luego rebrandeado como PRO.


En 2008 Macri se convirtió en el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires y llamó a Sturzenegger para que presidiera el Banco Ciudad, cosa que hizo hasta el 9 de octubre de 2013. Algunos hitos de su gestión: despidos masivos, una encarnizada lucha contra el sindicato La Bancaria, denuncias de créditos preferenciales a miembros del PRO (luego desestimadas por la Justicia), la construcción de una nueva sede diseñada por el arquitecto británico Norman Foster y la instalación de la primera sucursal del banco en un barrio de emergencia, Villa Soldati.


En 2013, ya como diputado nacional, Sturzenegger comenzó a tener más visibilidad pública, aun cuando algunos de sus asesores le dicen que conviene guardarse porque él no era candidato a nada. De esa etapa tiene un remordimiento que lo persigue hasta hoy: haber votado positivamente por la ley de moratoria previsional en julio de 2014, que permitió que 500 mil personas accedieran a un haber jubilatorio. Se los suele comentar a sus alumnos de Macroeconomía Avanzada en la Maestría de Economía en la Universidad de San Andrés. Para él, fue un error que contribuyó a que el sistema jubilatorio hoy sea “insostenible”.

 


Sturzenegger es cinéfilo. Son conocidas las figuras de Star Wars con las que adornaba su oficina en el Central (“cascos y equipamientos tamaño ser humano de los personajes de la Guerra de las Galaxias”, los describe alguien que visitaba asiduamente su despacho para discutir con él), pero también hace cursos de cine con su esposa Josefina Roullet. Su loft de soltero fue una locación en El Hijo de la Novia, la película de Juan José Campanella.

Su libro Yo no me quiero ir está plagado de referencias cinematográficas: Indiana Jones, Mujer Bonita, Wall Street, Goodbye Lenin!, Gladiador. También compara a la “búsqueda del poder” del segundo gobierno de CFK con la joya de El Señor de los Anillos. “¿Quiénes serán nuestro Gandalf y nuestro Frodo?”, se pregunta.


Además de papers y conferencias, Sturzenegger también escribe poesía. Uno de sus versos más famosos, desenterrado por Página/12 en 2011, habla de un viejo amor o acaso algo más etéreo que no puede olvidar porque “en vos todo comienza y en vos termina…”. Quizás hablaba de él mismo.


Es 17 de diciembre de 2015 y Federico Sturzenegger está muy seguro de lo que hace. Mauricio Macri asumió la presidencia de la Nación hace siete días y, como presidente del Banco Central, está cumpliendo una de las principales promesas de campaña del PRO: levantar el cepo cambiario. Sturzenegger acaba de subir el tope a 2 millones de dólares mensuales y de levantar todos los requisitos. El dólar sube a 13,93. Sturzenegger festeja la medida en un almuerzo con el directorio del Banco Central. Pero uno de los invitados le hace notar que la devaluación se trasladará inmediatamente a precios. El fenómeno se llama pass through.


—El pass through es un mito —responde.


Los números oficiales del Banco Central en 2016 son fuertes: la inflación mensual de diciembre, que fue de 4%, duplicó a la de noviembre; la anual fue de 40%, unos 15 puntos más que la del 2015. En 2017 amaina, pero se está incubando una crisis que estallará en 2018 y que expulsará a Sturzenegger del gobierno. 

La estrategia del presidente del Central para contener los precios se llama inflation targeting, o metas de inflación, que usa como principal ancla la tasa de interés (y no el tipo de cambio o la cantidad de dinero). El 13 de enero de 2016, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, anuncia los objetivos para todo el mandato. Este año, dice, la inflación se encontrará en un rango entre 20% y 25%: al final será el doble. 


“Yo no me atrevo a decir que Federico se enteró por los medios cuáles eran las metas de inflación, pero anduvo por ahí - explicará Fernando Meaños, gerente de prensa del Banco Central entre 2007 y 2018 -. ¿Qué hizo Federico frente a eso? La meta de 2016 directamente no la tomó en cuenta. Era incumplible”.


Macri pretende terminar con la era del “superministro” de Economía y lotea su gabinete económico: en 2016 las funciones pasan a las carteras de Hacienda y Finanzas, de Producción, de Agroindustria, de Energía y Minería, de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, y Transporte. En 2017 va un paso más allá y separa Hacienda y Finanzas en dos. Todos ellos supervisados por el jefe de Gabinete Marcos Peña. Un funcionario del Banco Central nos dirá: “Era un entrecruzamiento de internas. Un gobierno lleno de caciques, donde había muchísimos funcionarios que se sentían en condiciones de ser ministros de Economía o banqueros centrales”. 


La gestión de Sturzenegger queda en medio de ese fuego cruzado y explica gran parte de su fracaso. Pero no todo.


Es que ni siquiera los propios están convencidos del esquema de metas de inflación: en el paper de octubre de 2017, el profesor de la Universidad de Columbia Guillermo Calvo, que conoce muy bien al jefe del Banco Central, llamará a la lucha contra el aumento de precios crónico usando tasas de interés: “Cortar la cabeza de una Hidra con una navaja suiza”.


Y advertirá: “Subir las tasas de interés sólo conseguiría aliviar la inflación temporalmente”.


Pero Sturzenegger no afloja. Organiza conferencias de prensa, escribe informes, asiste a congresos. En la presentación del informe de política monetaria de octubre de 2017 reafirma el régimen de tipo de cambio flotante con metas de inflación. Planta como meta una inflación de 10 puntos para 2018. Pero llegará a 47,6%, la cifra más alta en los últimos 27 años.

 

 

Sturzenegger es un ferviente evangelizador de la teoría del equilibrio general, una rama de la microeconomía que busca dar una explicación global del comportamiento de la economía. Así lo explicó en una charla del 16 de marzo de 2016 en la Academia Nacional de Ciencias Económicas: por ejemplo, si aumentaran las tarifas de energía un 100%, la inflación debería subir acorde. 

Pero Sturzenegger propone que si los precios de la energía subieran un 100% las familias tendrían menos para gastar en otros bienes. Por la baja de demanda, entonces, el precio de estos otros bienes debería bajar y por lo tanto, el índice general de inflación también.


“En este caso [...] los efectos de las tarifas sobre los precios serían nulos”, concluye.


Una de las pocas veces que Sturzenegger tuvo que hacer algo en lo que no creía quedó grabada para la posteridad. A la fecha, el 28 de diciembre de 2017, se la conoce entre políticos y economistas con una denominación propia de acontecimientos históricos: el 28D.


Conferencia de prensa en Casa Rosada. A los periodistas les avisaron la noche anterior. Los voceros están nerviosos, los funcionarios llegan tarde. El ambiente es turbio. En la mesa, de izquierda a derecha: Sturzenegger, el jefe de Gabinete Marcos Peña, el ministro de Hacienda, Nicolás Dugones, y el secretario de Finanzas, Luis “Toto” Caputo. “Sturzenegger es literalmente un cero a la izquierda”, murmuraba una periodista a la espera de que hablaran los de la mesa.


El anuncio fue simple: la meta de inflación para el año siguiente, originalmente del 10%, aumenta al 15%. Para eso, el Banco Central debe bajar las tasas de interés.


Sturzenegger se opone: primero, la foto evidencia que la independencia del Banco Central, algo declamado por el macrismo, no existe. Y segundo, que una política monetaria más expansiva acelera la inflación. Los mercados ven con recelo al gobierno del PRO.


El entonces presidente del Central dijo en privado que le torcieron el brazo, que Macri parecía comprender y acordar con él pero que a la hora de la verdad cambiaba de opinión. Dirá que esa vez eligió la estabilidad del partido y del gobierno contra su convencimiento más íntimo. Sturzenegger culpará al jefe de Gabinete Marcos Peña y al círculo íntimo del presidente.


El 28D tiene, también, la multiplicidad de versiones de los acontecimientos históricos: gente que trabajó con Sturzenegger está convencida de que Federico fue a la conferencia sin saber del todo qué se anunciaría. Otros dicen que sus asesores le aconsejaron no asistir. “Tendría que haber renunciado el 29D”, dice un economista de alto perfil que aprecia a Sturzenegger y que supo integrar la mesa chica de La Libertad Avanza.


No es el único. Alguien que empieza a aparecer en los medios dice que el anuncio dinamitó la reputación de Sturzenegger. “Si yo estuviera en sus zapatos, presentaría mi renuncia de manera indeclinable”, afirmó ese mismo día, en diálogo con El Cronista, el economista libertario Javier Milei.


Sturzenegger asumió en el Banco Central de Macri estando procesado por negociaciones incompatibles con la función pública en el Megacanje del 2001, algo que sus opositores políticos y mediáticos le recuerdan casi a diario. En 2003 el perito en Ingeniería financiera Moisés Resnick Brenner probó que le produjo al país un perjuicio de unos 55 millones de dólares. Diez años después, procesaron a Sturzenegger.


Cavallo y su secretario de Finanzas, Daniel Marx, habían sido absueltos en 2014 y 2010 respectivamente. Una fuente con conocimiento de la causa dijo que Sturzenegger, aunque más alejado que Marx y Cavallo de la operatoria, no aclaró su rol y por eso la Justicia no fue tan benévola con él.


La investigación intentaba determinar si todos ellos habían “obligado de manera abusiva a la República Argentina” a hacer la operatoria con el propósito de lograr “un lucro indebido” para los bancos que participaron: Banco Francés, Banco Galicia, Credit Suisse First Boston, Grupo Santander Central Hispano, HSBC, J. P. Morgan y Salomon Smith Barney­.


Para la Justicia la operación tuvo “un altísimo costo financiero fiscal”, no cumplió con los “criterios de razonabilidad” que impone el artículo 65 de la ley 24.156, ni consiguió un “diferimiento relevante” en el calendario de pagos: “Para lograr un alivio financiero de U$S 12.840 millones hasta el año 2005 inclusive, se incrementaron los vencimientos hasta el año 2031 en más de 55.000 millones de dólares”.


En su declaración judicial de 2006, Sturzenegger dijo que su función era de “índole estrictamente técnica”, y que él “no adoptó decisiones ni dio instrucciones, no emitió opiniones o recomendaciones, no participó en reuniones o negociaciones con poder de decisión”. Su rol nunca estuvo relacionado a la emisión de títulos de deuda o a la vinculación con bancos internacionales o extranjeros, dijo, y nunca participó en la elaboración ni implementación del Megacanje.


Marx testificó en el mismo sentido: dijo no recordar que Sturzenegger hubiese participado en el proceso de selección de las entidades financieras del Megacanje, sino que fue un simple observador.


En junio de 2016 el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal 2 absolvió a Sturzenegger. Una de las primeras llamadas que hizo al recibir la noticia fue a un viejo adversario para notificarle que ya no podría referirse a él como “procesado”.


No había pasado un año desde la victoria de Cambiemos en las elecciones de medio término en 2017. El 25 de abril de 2018 aparecieron los primeros cimbronazos de la que sería la primera turbulencia financiera del gobierno amarillo. Ese día, la JP Morgan ordenó desprenderse de 800 millones de dólares de Lebac, un título público de deuda a corto plazo del BCRA, y comprar dólares. La JP Morgan, una de las mayores empresas financieras del mundo, había colocado 2.300 millones de dólares de deuda voluntaria. Tenía buena relación con el gobierno de Macri y varios de sus funcionarios habían trabajado en sus oficinas. Por eso el desconcierto en la mesa de dinero del Central.


Solo ese día, el Central vendió US$1.471 millones para contener al dólar. Pero no fue suficiente. Fue la primera gota de una sangría. En pocos días el dólar pasó de 20 a 25 pesos. Antes de fin de año llegó a 38.


Días después, Macri recibió un llamado del secretario de Finanzas, que luego contó en su libro Primer Tiempo. “Se está complicando, no creo que podamos conseguir más plata” le dijo Caputo. El 8 de mayo, el presidente ordenó al ministro de Hacienda sellar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el número 22 que firmaría el país con la institución de crédito. Ese mismo día, grabó un mensaje para anunciarlo: “El problema que tenemos es que somos de los países del mundo que más dependemos del financiamiento externo, producto del enorme gasto público que heredamos y que estamos ordenando - dijo - frente a esta nueva situación, y de manera preventiva, he decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para que nos otorgue una línea de apoyo financiero”.


Diez días después, en medio de lo que parecía una pax cambiaria, Sturzenegger invitó a un grupo de jóvenes economistas activos en Twitter a su despacho para dar la versión oficial de lo que se perfilaba como una catástrofe. Los recibió con uvas. Es que el analista Christian Buteler, uno de los invitados, solía twittear monitoreando las cuotas de los créditos hipotecarios UVA (Unidades de Valor Adquisitivo), que tienen sus cuotas indexadas por inflación y que, por la reciente crisis, se habían disparado. 


Los créditos UVA fueron una creación de Sturzenegger, que recibió a los economistas sosteniendo un plato con un racimo jugoso: 


—A vos que no te gustan las uvas, te preparé esto —le dijo a Buteler.


Los recién llegados se divertían con los modelos de naves de Star Wars que adornaban la oficina. Desde su sillón, Sturzenegger daba explicaciones para todo: blanqueó la interna en el gobierno, dijo que no creía en el acuerdo con el FMI, negó que la escasez de divisas o el sobreendeudamiento fueran un problema, prometió que convocaría mujeres la próxima vez (eran todos hombres) y explicó su modelo de equilibrio general.


—En nuestro modelo, no hay lugar para el dólar a 25 pesos. 


Ese día, las pizarras en la city mostraban casi exactamente ese valor para la venta: $25,05. Uno de los invitados le advirtió que dejar flotar el tipo de cambio podría tener consecuencias sobre la inflación, el empleo y el crecimiento. Sturzenegger se encogió de hombros y mostró las manos, como diciendo “y qué se le va hacer”.


De buen semblante, explicó que el motivo oficial para la retirada era la entrada en vigencia del decreto 279/2018 del 6 de abril: un impuesto a la renta financiera para inversores extranjeros, que gravaba con 5% para las ganancias en pesos y 15% en dólares.


Buteler dice hoy: “Era medio discutible si ese había sido todo el motivo o no: era una crisis de demasiada magnitud para reducirla a simplemente ‘se fueron porque no quisieron pagar un impuesto’. Si a ellos le da que siguen ganando plata, por más que tengan que pagar un impuesto, lo pagan y listo”. 


“Acá hubo, a mi criterio, una visión de que había inconsistencias que algún momento iban a estallar - explica el economista - y bueno, esto es como el juego de la silla, ¿no? Nadie se quiere quedar cuando se apaga la música y sin poder sentarse”.


Ese mismo día, el FMI informó que el plan de metas de inflación de Sturzenegger no funcionó y evaluó un esquema de agregados monetarios. La noche del 8 de junio, Sturzenegger anunció junto a Dujovne en el CCK el nuevo acuerdo con el FMI, que incluía un préstamo de 50.000 millones de dólares: el más grande que dio el Fondo en sus más de setenta años de historia.


Esa primera versión del acuerdo no le permitía al BCRA usar el dinero del préstamo para contener al dólar. Según cuenta Macri en su libro, Sturzenegger creía que ese acuerdo era suficiente, pero Caputo no estaba de acuerdo con la regla. “En dos o tres días te van a ir a buscar otra vez, Fede”, le dijo Toto en una reunión en Olivos. “Saben que no tenés armas para contrarrestarlo”.


Dos días después de ese encontronazo, el dólar saltó de 26 pesos a 28. Para Macri, eso le terminó de dar la razón a Caputo. “Federico, abollado y sin credibilidad, tuvo que renunciar”, dice el expresidente en su ópera prima.


Macri’s Macro, the meandering road to stability and growth (La Macro de Macri: 

el serpenteante camino hacia la estabilidad y el crecimiento) es el título del paper de Sturzenegger en el que analiza el fracaso de la gestión macrista. Su tesis es que, tras un éxito inicial, todos los programas económicos del gobierno fracasaron por los “excesos fiscales” del macrismo y el hecho de que las jubilaciones estuvieran indexadas por la inflación.


“El presidente Macri se puso del lado del Tesoro y tomó la decisión trascendental de cambiar los objetivos de inflación, socavando su propio marco macroeconómico y desencadenando una crisis financiera”, escribió Sturzenegger en una nota en Infobae, titulada El fracaso económico de Macri es sorprendente. La publicó cuatro días después de que Macri perdiera las elecciones contra Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner.


A instancias de Karina Milei, viejos conocidos del economista libertario crearon el Instituto para el Crecimiento (IC) en 2022 para producir informes y propuestas de ley para un posible gobierno de su hermano. Ese es el equipo originario al que Javier Milei se refería en medios como su “gabinete en las sombras” antes de asumir. Una fuente del IC asegura que, en un zoom tres semanas antes de la segunda vuelta presidencial, José Rolandi (que se convertiría en número dos del jefe de Gabinete, primero, y director de YPF, después) mencionó el nombre del que se convertiría en el nuevo líder del equipo: Federico Sturzenegger sería el encargado de “compatibilizar” los proyectos de LLA y el PRO.


Sin embargo, el ex banquero central de Macri se apropió casi completamente de la lapicera.


Desde 2021 Sturzenegger alimentaba de ideas económicas al sector de Patricia Bullrich. “Somos bichos políticos, no somos bichos técnicos”, explica hoy un encumbrado dirigente del bullrichismo. Según dice, la misión del economista era emprender una reforma del Estado que, en su versión original, tenía 3.000 artículos, decretos y derogaciones. La reforma del Estado es, principalmente, la reforma del PRO.


Hasta ahora, apenas un tercio de ellos llegó al público: 644 en el DNU que Milei anunció diez días después de asumir y 366 en la primera versión de la Ley Bases.


Sturzenegger sonaba como posible ministro de Economía en los meses previos a la asunción de Milei pero el cargo fue para Caputo, un viejo adversario de con quien nunca recompuso el lazo. En febrero, un ex miembro de LLA afirmaba que no veía la mano de Sturzenegger en las decisiones de política económica del gobierno. “Federico no está. Conociéndolo a Caputo, no creo que acepte cuestionamientos de Federico sobre la política económica”.


A Sturzenegger le ofrecieron primero encabezar una “Unidad Transitoria para la Desregulación de la Economía”. Pero la rechazó y se convirtió en un asesor ad-honorem del presidente. Según un dirigente del PRO, a Sturzenegger lo tienen sin cuidado las legalidades y los cargos, algo que le trae problemas prácticos ya que el asesor “no tiene firma”.


Sus apariciones públicas son cada vez más virulentas, pero existe un hilo conductor entre el Sturzenegger que en 2013 contaba cómo heroicamente le descontó el sueldo por los días de paro a los empleados del Banco Ciudad y el que planteó “empobrecer a estos grupos de interés y drenarlos de los recursos” en 2024.


Luego del anuncio con bombos y platillos de la vigencia del DNU, comenzó una desenfrenada negociación con la llamada “oposición dialoguista” por Ley Ómnibus. Desde LLA y el PRO comentan que el economista no era receptivo a las sugerencias de cambios en el texto. Cuando le sugirieron no incluir el controversial cambio de la fórmula jubilatoria que ataba las actualizaciones a la inflación, Sturzenegger fue claro: “Lo sacamos, pero vamos a matar de hambre a los jubilados”. El día antes de la asunción de Milei, un funcionario libertario advirtió que eliminar las contribuciones solidarias a los sindicatos abriría un foco de conflicto con los trabajadores. Sturzenegger dijo que lo consideraría, pero en la primera versión de la Ley Bases avanzó con la eliminación.


Parte del trabajo de Sturzenegger consistió en receptar reclamos de distintos sectores empresarios. En una entrevista reciente en C5N, el economista Emmanuel Álvarez Agis reveló que aspectos desregulatorios del régimen para grandes inversiones de la Ley Bases ya circulaban como exigencias por los despachos oficiales cuando Alberto Fernández era presidente. En enero, Daniel Funes de Rioja, entonces presidente de la Unión Industrial Argentina afirmó en una entrevista radial que el bufete Bruchou & Funes de Rioja participó de la redacción. Hubo abogados que También fueron de la partida el actual secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo, que trabajó en la empresa eléctrica española Iberdrola y Jorge Muratorio, partner del Estudio O'Farrell. En la primera versión de la Ley Bases sobrevivieron, también, algunos pocos aportes de la formación original del IC, que despidió a todas sus autoridades originales.


Enero de 2024 fue un punto álgido de las negociaciones por la Ley Bases. Varios medios dieron cuenta de un “encuentro secreto” entre diputados libertarios y de la llamada oposición dialoguista para terminar de puntear el texto en el departamento del libertario Cristian Caram. La reunión terminó mal. La presencia de Sturzenegger incomodó a un grupo de legisladores - entre ellos Miguel Ángel Pichetto y Oscar Agost Carreño, de Hacemos Coalición Federal - que se fueron de la casa a los gritos. Fue el propio Pichetto quien tendió luego la trampa a Oscar Zago, que mató el proyecto cuando lo mandó a comisiones. 

 


La nueva versión de la Ley Bases ya tiene dictamen en Diputados y se está negociando en senadores. Tiene muchas más manos y menos artículos que la original: 232, esta vez con más aportes de Presidencia, consensuado con gobernadores y legisladores de la oposición.  

Sigue siendo, en su núcleo, el proyecto de Sturzenegger y su equipo. Declara como “sujetas a privatización” a empresas como Aerolíneas Argentinas o Nucleoeléctrica Argentina, aunque en el segundo caso, dice que el Estado debe mantener su participación mayoritaria. Prohíbe a los sindicatos públicos descontar parte del salario de los trabajadores no afiliados, plantea descuentos a los trabajadores en huelga, sube el período de prueba a desde seis meses a un año. Impone un cuestionado régimen para grandes inversiones (enfocado, principalmente, en proyectos de extracción de cobre o litio) que según varios analistas consultados, es mucho más que lo que pedían las empresas del sector.


En los últimos meses, Milei tuvo trato casi diario con su asesor estrella. Después de bajar a Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete y poner en su lugar a Guillermo Francos, anunció la creación del nuevo ministerio que se encargará de la desregulación de la economía y las futuras privatizaciones. Sturzenegger vuelve a primera fila y con firma. Parece que en él todo comienza y todo termina.



     

domingo, 23 de octubre de 2022

Las peligrosísimas imprecisiones y vaguedades de Mauricio Macri... @dealgunamaneraok...

 Las peligrosísimas imprecisiones y vaguedades de Mauricio Macri...



El ex presidente Mauricio Macri. Fotografía: Nicolás Stulberg.

En todas sus intervenciones, el ex presidente es muy enfático cuando se trata de despotricar contra el kirchnerismo y el populismo. Pero, ¿qué va a hacer cuando llegue al poder, si es que le toca? ¿Cuáles serán las medidas concretas?

© Escrito por Ernesto Tenembaum el domingo 23/10/2022 y publicado por el Diario Digital Infobae de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 

Hace muy poquito tiempo, apenas siete años, la sociedad argentina -o una enorme parte de ella- estaba cansada de 
Cristina Kirchner. En todos los estudios de opinión se expresaba una mayoritaria voluntad de cambio. Luego de un trabajo constante, valiente y muy esforzado, Mauricio Macri logró transformarse en la expresión política de ese deseo. Así, llegó a Presidente de la Nación. Algo parecido intenta ahora. En cada una de sus apariciones vocifera en contra del actual estado de cosas. Se trata de un método que ya le funcionó hace unos años. ¿Por qué no iría a funcionarle ahora que la voluntad de cambio es mucho más fuerte?

En aquel 2015, Macri también era bastante 
ambiguo respecto de lo que haría cuando llegara al poder. Casi nadie le preguntaba demasiado, porque la sociedad privilegiaba su necesidad de cambio. Y a él no le convenía ser muy preciso. Al fin y al cabo, el deseo de cambio unía desde Hugo Moyano hasta Elisa Carrió. Las precisiones, en cambio, podían dividirle al electorado. Sin embargo, había algo que tenía en claro: eliminaría el control de cambios -el famoso cepo- apenas asumiera. El “cepo” era un símbolo rechazado por los argentinos y el candidato se aprovechaba de eso para consolidar votos.

Mucha gente seria le advirtió que no lo hiciera. Los escépticos tenían argumentos muy razonables. Existía una demanda de 
dólares que había sido reprimida durante cuatro años. Si levantaba el cepo los dólares volarían y él tendría que tomar deuda a corto plazo y alto interés para cubrir el bache. Ese escenario sería explosivo. Ante cualquier inconveniente, habría una corrida. Macri respondía que él generaría la confianza necesaria para que eso no ocurriera.

Se confirmaron los peores vaticinios. No fue casualidad. Fue una 
catástrofe muy previsible. Había mucho material escrito sobre qué ocurre cuando se elimina livianamente un régimen de control de cambios. Solo era cuestión de escuchar a economistas diferentes a aquellos que creen que todo se resuelve con un “presupuesto equilibrado”, esos que el prestigioso director de Fiel, Fernando Navajas, describe como “monetaristas de una sola neurona”.

Dado ese antecedente, la pregunta es obvia: ¿la Argentina no estará por 
repetir esa experiencia? ¿Hay algún elemento que permita deducir que, esta vez, las cosas se están pensando con más seriedad?

Alfonso Prat-Gay, ministro de Economía de Cambiemos, juntos al ex presidente Mauricio Macri y al ex jefe de Gabinete Marcos Peña (AP)

En todas sus intervenciones, Macri es muy enfático cuando se trata de despotricar contra el kirchnerismo, denunciar la falacia de las ideas progresistas, luchar por lo que él define como libertad y contra el populismo. De esta manera, intenta interpretar, como en aquel entonces, el espíritu de la época. Pero, ¿qué va a hacer cuando llegue al poder, si es que le toca? ¿Cuáles serán las medidas concretas? ¿Cómo lo va a hacer?

En la gira mediática que hizo para presentar su libro, el ex presidente ofreció indicios preocupantes. En una entrevista con Jonatan Viale, Macri explicaba con soltura que la Argentina no puede vivir con tantos tipos de cambio, que así nadie va a invertir nunca y que en un país normal hay un solo tipo de cambio.

Cierto.

Viale entonces le preguntó:

-Si unificás el tipo de cambio quiere decir que vas a devaluar el oficial. O sea: si ustedes son Gobierno, ¿eso quiere decir que va a haber una devaluación?

Era una pregunta sencilla para un hombre con tanta experiencia. Se trataba apenas de responder con un monosílabo: sí o no. Tal vez con una aclaración posterior. La respuesta completa de Macri es muy ilustrativa de que algunos temas centrales no están resueltos.

-Primero hay que restablecer la confianza con una idea clara de lo que vamos a hacer…

Así arrancó: de la devaluación, nada.

--…Por eso el “para qué” (muestra la tapa de su libro titulado de esa manera)…¿Para qué vas a usar el poder? Para que se sepa que vamos a lograr en la Argentina tener un presupuesto sano. Eso significa que no vamos a gastar más de lo que ingresa…

¿Y el dólar, ingeniero? ¿Qué va a hacer con el dólar?

Para qué, el segundo libro de Mauricio Macri 

Sigue Macri:

--…Vamos a cobrar impuestos razonables. Vamos a hacer una emergencia laboral para que la gente pueda entrar al mercado en blanco. Hoy más de la mitad de la gente está en negro…

Eso, sin duda, es un problema. Pero no era la pregunta.

Continúa el candidato:

--…Acá siguen defendiendo el privilegio de unos poquitos dejando afuera a una mayoría de argentinos. Y vamos a tratar de tener una justicia ordenada porque nadie va a invertir en un país si un juez laboral saca un fallo que hunde a una Pyme. Y eso pasa todos los días. Entonces todas esas cosas las tenemos que arreglar…

A estas alturas ya era inútil tener la esperanza de que Macri iba a aclarar cómo unificaría el tipo de cambio.

Pero él seguía:

--…Dejame decirte una cosa. De vuelta, para la positividad. He viajado mucho por Medio Oriente. He viajado por los Estados Unidos, por Europa, en China mantengo las relaciones…

Ajá.

--…Todos siguen pensando, más después de la guerra, que una zona de paz como América Latina para proveerse de alimentos y energías es estratégica. Ahora: no están dispuestos a darnos más plata para que despilfarremos el dinero en corruptelas, no están dispuestos a poner plata en un país donde ellos, sus ciudadanos se ajustan el cinturón y nosotros no estamos dispuestos a pagar las tarifas que corresponden. Están dispuestos a financiar a un país con gente normal…

Macri hizo, como quien dice, un gran firulete pero evitó responder un planteo sencillo y definitorio. Si el cepo está mal, ¿va a 
unificar? ¿eso significa que va a devaluar? Es un problema complejísimo: si no unifica deberá seguir conviviendo con múltiples tipos de cambio; si lo hace la inflación puede ser tremenda. Por eso son necesarias más explicaciones. Algo más que eso al menos. Un pequeño esfuerzo que aclare, al menos, que entiende el problema, que reconozca que no basta con principios generales para gobernar.

-El levantamiento del cepo: ¿inmediato? ¿A mediano plazo?
—le preguntó Diego Shenkman unos días después.

Macri hizo una pausa.

-Va a depender de…de qué…de cuál es la situación de partida, de cuál es el apoyo externo que se va a tener, que va a ser poco…y además, de cuan profundo sea el…el…el…el vértice…o la fuerza fiscal, ¿no? Nosotros tenemos que lograr el equilibrio fiscal en el momento cero. No puede esperarse gradualmente. Eso tiene que ser desde el momento cero. Nosotros tenemos que decirle al mundo que nos curamos. No somos más borrachos.

Recorrida de Mauricio Macri junto al diputado Cristian Ritondo por San Nicolás

Pareciera ser, entonces, que si no hay dólares, Macri no levantaría el cepo. Pero, entonces, sería necesario explicar cómo se conseguirían esos dólares y en cuánto tiempo. Las cosas, como se ve, se empiezan a complejizar. No son tan sencillas. Al parecer, además, Macri vincula el levantamiento del cepo con el equilibrio fiscal. Si no hay déficit, eso generaría confianza y eso permitiría levantar el cepo. ¿Será así? Hay economistas muy serios que no ven una relación tan lineal entre ambas cosas. ¿No sería mejor explicarlo mejor?

Hay otro problema con las propuestas generales de Macri. Esta misma semana, el mundo se estremeció con la renuncia de 
Elizabet Truss como primera ministra británica, apenas 45 días después de haber asumido el cargo. Para conseguir su nombramiento, Truss propuso una drástica reducción de los impuestos, entre ellos, de los impuestos a las personas más ricas (“impuestos razonables”, en la jerga de Macri) y un “presupuesto equilibrado”. En un célebre debate, su competidor -el ex ministro de Finanzas conservador, Rishi Sunak- se burló: “Pero Liz, si haces eso, van a subir las tasas de interés y vas a mandar a la quiebra a miles de familia”. Liz no escuchó, como Macri en el 2015 al levantar el cepo y, al mismo tiempo, reducir las retenciones. Los mercados reaccionaron violentamente cuando percibieron los efectos fiscales del recorte de impuestos. Subió la tasa de interés. La libra se devaluó. Truss renunció.

Lograr un 
presupuesto equilibrado –mucho más en un marco de reducción de impuestos- es una operación muy sofisticada, que puede salir mal. Truss ahora, como Macri entonces, asumieron con una retórica pro mercado pero fueron abandonados, justamente, por los mercados. Si un gobierno recorta gastos puede ocurrir que provoque una recesión y que eso reduzca la recaudación. Así las cosas, no se reduciría el déficit: sería una medida dolorosa e inútil a la vez. Macri propone en su último libro abrir la economía y que las empresas que no puedan competir cierren. “Ya les dimos demasiado tiempo”, advirtió. “No puede ser que los argentinos paguen precios más altos porque las industrias son ineficientes”. Eso significaría que habría que importar lo que se dejaría de producir acá. Pero no hay dólares. ¿Y entonces?

Las 
imprecisiones vaguedades de Macri además, aparecen en todos los ámbitos. Macri explicó, por ejemplo, que hay que darles más facultades a las Fuerzas Armadas para que los “pseudomapuches” no interfieran con el desarrollo de Vaca Muerta. Es confuso: Vaca Muerta está viviendo en estos meses un proceso de crecimiento explosivo. Nadie está frenando eso. O sea, que mandaría militares para solucionar a tiros un conflicto que, al menos en los términos en que lo plantea, no existe.

Macri dijo que se pone a llorar cada vez que ve cómo los jóvenes argentinos se van al exterior. “Antes del 2019 se iban los narcos, ahora se van ellos”, dijo. Desde la dirección de Migraciones le respondieron con estadísticas concretas. Antes del 2015, emigraban 50 personas por día, ahora solo 18.

Tal vez esos números estén fraguados.

Puede ser que Macri tenga razón.

O no.

Pero, ¿Cuáles son sus números concretos?

Ninguno.

El libro que acaba de publicar Macri es un ejemplo muy elocuente de esas limitaciones. En la anteúltima página (258) se lee textualmente: “He dejado para el final el tema de la 
educación porque es el más importante de todos”. Pero le dedica apenas un párrafo de 10 líneas. Su experiencia en la presidencia de Boca Juniors, en cambio, mereció 80 páginas. Apenas diez páginas, en cambio, alcanzan para que Macri explique todo lo que hay que hacer en el país. En ningún lugar el libro da cuenta de las dificultades, de la complejidad de cada medida, de las posibilidades de que, aún con las mejores intenciones, todo termine con más inflación y más pobreza, como sucedió en su mandato anterior. Tal vez no tuvo ganas de dedicarle mayor esfuerzo. Seguramente le resultaban más atractivas las anécdotas que compartió con Riquelme, Palermo, Bianchi o el eterno ajuste de cuentas con su padre ya fallecido. Las páginas pasan y pasan. Macri está siempre en el centro de la escena como un líder inteligente, tolerante, humano, con capacidad de aprendizaje. Pero en ese recorrido el país, sus problemas, sus desafíos aparecen apenas como telón de fondo.

Mauricio Macri, ex presidente de la Nación

En este contexto, hay una oración que ubica a Macri en uno de los lugares más extremos de la historia del pensamiento capitalista. Javier Milei aún no llegó tan lejos. Los debates serios acerca de la participación del Estado en la economía han sido siempre muy complejos porque las economías capitalistas, en general, son mixtas. El ejemplo clásico para disuadir a las concepciones más opuestas a la participación estatal es el chileno, donde el Estado es el principal exportador de cobre. Sin embargo, es cierto que algunos teóricos consideran que el Estado solo debería tener cuatro funciones: salud, seguridad, justicia y educación. Macri va aún más allá que ellos. Escribe textualmente: “Pasar de la lógica de un Estado paternalista a uno que se ocupe solo de sus funciones esenciales como son la seguridad, la educación y la justicia requiere un apoyo profundo y un compromiso explícito por parte de los ciudadanos”. ¿No falta una de las funciones esenciales? ¿No se olvidó de la salud pública? ¿Cuál sería la propuesta concreta? ¿Qué se desmantelen todos los servicios de salud que brinda el Estado? ¿No merece un poquito más de desarrollo una idea tan novedosa? ¿Lo haría el primer día como sugiere que hay que hacer todo?

Durante una campaña electoral, es sencillo evitar respuestas complicadas y reemplazarlas por esloganes y banderas ideológicas. Si se quiere, es una de los elementos que se le atribuyen habitualmente al 
populismo, sea de derecha –como en este caso- o de izquierda. Se elige un enemigo real o ficticio y se lo ataca. Eso llena páginas y páginas de libros y minutos y minutos de entrevistas. El enemigo tal cosa y tal otra. Pero, después, llega el momento de gobernar y pasan cosas. Ahora, ¿no será al revés? ¿No ocurrirá que esas heroicas banderas se levantan como una cortina de humo para no tener que explicar demasiado lo que va a hacer?

En las últimas décadas, la Argentina ha pagado un costo muy alto por votar a personas que llegaban con discursos a favor de la justicia social y la distribución del ingreso, pero no sabían cómo alcanzar esos objetivos y provocaban un desastre. Y a otras que llegaban proponiendo construir una economía normal que asegurara la estabilidad y el crecimiento, pero tampoco tenían idea de cómo llegar hasta allí y provocaban otro desastre. Cada tantos años, los argentinos votamos a unos para sacarse de encima a los otros, o viceversa. Siempre con el mismo resultado.

Macri quiere volver al poder envuelto en banderas antipopulistas.

Pero cuando le preguntan qué va hacer con el dólar responde que ha viajado mucho por Medio Oriente.

Qué tranquilidad.