Carta
abierta al gobierno que fogoneó el odio y la intolerancia...
La
Asociación Madres de Plaza de Mayo, que preside Hebe de Bonafini, acompañada
por la agrupación italiana Kabawil Pescara visitan el barrio La Carbonilla para
conmemorar el 37° aniversario del nacimiento de la agrupación. Foto: Télam
Respuesta
a las injustificadas críticas del trabajo sobre "La Carbonilla".
Hacía
24 horas que mi video "Metáforas de una década ganada. La Carbonilla por
dentro" estaba subido al portal de Perfil.com. Fue en ese momento, tras
una interminable difamación pública, insultos y agravios de uno de los
protagonistas del mini-documental y de un improductivo subgerente de la
Televisión Pública, en que me pregunté de qué servía contestar a cada una de
sus mentiras e insultos, a través de una red social.
No
debería sorprender el nivel de sinsentidos y banalización de la discusión de
Juan "Hank" Soriano, el líder del Vatayón Militante que la mismísima
Presidenta de la Nación bancó, públicamente, luego de que Sergio Schoklender
denunciara su existencia tras su segunda estadía en prisión por malversación de
fondos públicos en la Fundación Madres de Plaza de Mayo. Pero sí el de una
influyente autoridad que representa a los medios públicos. Sin argumentos de
ningún tipo, contestar seriamente sus mensajes sería como dialogar con Beavis
and Butthead. Es la lógica imperante en los tiempos kirchneristas: la abogada
exitosa premia este tipo de actitudes de inoperantes que han hecho de la
alcahuetería una religión.
El
video de 12 minutos transcurre en la villa "La Carbonilla" ubicada en
el barrio de La Paternal en la ciudad de Buenos Aires. El barrio es noticia
pues fue el lugar de encuentro de Hebe de Bonafini, cuestionada hasta por
Estela de Carlotto por la forma en que se manejó en Sueños Compartidos, César
Milani -el "progresista" general de Cristina- y "Unidos y
Organizados", conjunto de agrupaciones que va de Kolina, La Cámpora,
Movimiento Evita hasta el, antes mencionado, Vatayón de Soriano.
Es
muy fuerte lo que el corto muestra, más aún, lo que no se dice. Las escenas
indignaron hasta al director de cine Juan José Campanella. Allí se observa a la
plana mayor del Gobierno nacional, festejando la inauguración apócrifa de las
cloacas en el barrio junto a Víctor Heredia. El ejército de Milani que aparece
en la villa para barrear, y la "militancia", para “palear”, como
explica un vecino. Chicos corriendo a las puteadas en un local del Vatayón
bautizado, cuándo no, con el nombre del prócer Néstor Carlos Kirchner, mientras
una colaboradora de la agrupación habla de integración social. Un grupo de
pibes de 15 años que se animan a mostrar su casilla en la que tres baldes y un
pozo hecho a mano demuestran que lo de las cloacas K es mitológico.
Una
Bonafini que grita que "no tengan miedo de pedir". ¿Será la misma
mujer que mandó a reclamarles a su ex hijo putativo, Sergio Schoklender, a
cuatro trabajadores de su Fundación, que le pedían saber quién y cuándo se iba
a hacer cargo de sus sueldos adeudados? Una dirigente local que aplaude a
rabiar a Andrés Larroque y al ministro de Defensa, Agustín Rossi y que,
casualmente, es la misma mujer que presentaban, los medios públicos, como una
vecina común y corriente que denunciaba al gobierno de Mauricio Macri por
dejarlos a la buena de Dios. Una canchita de fútbol sin arcos y una plaza en la
que sólo quedaron los fierros del tobogán y el sagrado nombre que tatuó
"la militancia" en sus ratos libres. Sí, adivinó: Néstor Carlos
Kirchner.
Todos
esos pequeños detalles conforman la gran estafa de estos años: el engaño de
cuál fue la real inversión en obra pública y la apropiación y partidización del
país, desde los organismos de derechos humanos, los grupos piqueteros, los
artistas, el rock, los medios públicos hasta las villas miserias.
¿Alguien
imagina que podría instalar un local en La Carbonilla sin pertenecer a una
agrupación kirchnerista? ¿Quién autorizó al Vatayón a instalarse allí? ¿Con qué
recursos bancan ese espacio? De esas cosas, Soriano jamás hablará. Tiene dignos
ejemplos para comportarse impunemente. De Amado Boudou a César Milani, del
Ricardo Echegaray sorprendido en Río de Janeiro por TN al José María Núñez
Carmona de Punta del Este. Por esa razón, nos detestan. El periodismo de
investigación es eso. Pero para los "intocables" del poder K,
meternos donde nadie nos invita nos convierte en el mal: citan a Alfredo Astiz
y a Jorge Rafael Videla de memoria. Señalan con su dedo acusador. Nací un 23 de
enero de 1980, difícilmente pude haber tenido algún tipo de relación con la siniestra
y asesina dictadura militar. ¿Dónde estaba el revolucionario Masllorens en esos
años?
Dicen
que somos fachos o la derecha, que nos paga Héctor Magnetto y que funcionamos
como soldados que obedecemos las órdenes de tal o cual dueño de un medio. Lanzan
el término "servicio", ¿sabrán que los servicios de inteligencia los
maneja el gobierno a diestra y siniestra desde hace años? ¿Les sonará el
Proyecto X? ¿Milani? Son tan caraduras que están diseñando una ley para no
tener que pasear, jamás, por algún pasillo de Tribunales. Hablan de pluralismo
porque ahora se escuchan "más voces" y "cada uno dice lo que
quiere"... mientras sea dueño de un medio donde expresarse.
Pequeño
detalle. Los medios de comunicación que afloraron durante la década ganada son,
casi en su totalidad, K, filo K, recontra K y ultra K. Argumentan la crítica a
una nota por la cantidad de visitas que obtuvo: "Nadie te conoce" o
"El día que tengas 1000 visitas te compro una torta". Es su
concepción de la democracia. A las minorías hay que silenciarlas, hostigarlas,
aniquilarlas. La historia es cíclica. Se repite en forma de parodia, escribió
un tal Karl Marx que, quizá algún día estos milibobos se animen a leer más allá
de embobarse con su barba "onda el Che Guevara". En los últimos
meses, los talibanes del kirchnerismo ingresaron en su etapa final: la de
victimizarse asegurando que ellos son los perseguidos y hostigados.
Casualmente, siempre que aparecen en las redes sociales para difamar al
periodista, son funcionarios del Gobierno nacional, de mayor o menor rango o
empleados del Estado. ¿Quedará algún kirchnerista que no pasa a cobrar a fin de
mes por las arcas públicas?
Nada
sorprende a esta altura. Pero la mañana del miércoles 25 de junio me encontré
anonadado con mi respuesta desenfrenada. Había perdido la paciencia. Uno de los
que me calificaban como "sorete", cómplice de la dictadura, amigo de
Videla y de "ladrón" era el subgerente de Extensión y Desarrollo de
Proyectos de la Televisión Pública, un cargo más anodino que el de Ricardo
Forster y su pensamiento nacional. Jamás oculté que trabajo desde julio del
2008 en la Gerencia de Prensa e Institucionales del canal público. Público. No
de un partido. Cuando salió publicado mi anterior libro, El negocio de los
derechos humanos, seriamente me replanteé si debía renunciar a mi trabajo. Un
sabio amigo periodista me dijo que no lo hiciera, que no dejara espacios vacíos
que, raudamente, otro Hank seguramente ocuparía. La Televisión Pública no son
ellos. No todos los que trabajan aquí se comportan como estos matones de poca
monta que, ni siquiera, son reconocidos por sus superiores.
En
fin, el funcionario que se desempeña bajo la misma gerencia de la que formo
parte se preocupaba en difamarme, hostigarme. Se solidariza con el amigo del
exdirector del Servicio Penitenciario, Víctor Hortel, el de las cloacas de
mentira y los presos fugados de verdad. En seis años, jamás tuvo el coraje de
comentar su malestar de trabajar con un "facho" como yo. Sin embargo,
explotó en la impunidad de una red social. En una década en la que se fogoneó
la intolerancia y el odio, el detalle es menor. Masllorens se presenta como
"militante político". Sin embargo, su amor por la patria y su
gobierno, no lo ha demostrado en su gestión diaria en la que nadie sabe para qué
está ni qué hace.
A
fines del 2013, en un duro momento del Gobierno nacional, en medio de los
saqueos, la crisis económica y social e intensas protestas internas en los
pasillos del canal que debería ser de todos, ideó junto con un pequeño grupo de
empleados del canal, Canal 7 Para la Victoria. Quería imitar a los colegas de
Télam. Empapelaron el canal para sobreactuar que “bancaban” a Cristina. Una vez
más, confundían lo de todos con lo de un grupo determinado, aunque sean los
supuestos iluminados que nos están rescatando del capitalismo salvaje y de los
malditos monopolios.
Soriano
es joven. Masllorens, no. Demuestran que la intolerancia no tiene edad, no
envejece. El primero debería explicarle a la familia Taddei cómo el baterista
de Callejeros, Eduardo Vázquez, se paseó por las calles de San Telmo
acompañando a su Vatayón, poco después de ser condenado por prender fuego a su
mujer Wanda. Recuerdo que el subgerente reclamó a su superior que me echaran
cuando conoció la publicación de mi libro. La respuesta fue que “a pesar de las
diferencias ideológicas, no echamos gente”. La justificación remitía a lo peor
de la Historia humana. "Tengo un amigo judío", le faltó decir.
En
el estatuto laboral está expresamente prohibida la discriminación religiosa,
étnica e ideológica. ¿De qué ideología hablarán? ¿La de Fidel Castro o la de
Chevron? Con ese "argumento" teórico, un representante de los medios
públicos se enfurece porque alguien que piensa distinto y, encima trabaje y le
aporte más al canal que diez subgerentes de vaya a saber qué, sobreviva en
"su" canal. El otro, Soriano, odia quedar expuesto. Alberto Lebbos,
alguna vez me dijo que "en este país la gente tiene más miedo a perder el
trabajo que a que le maten un hijo". Es así. El temor paraliza. No todos somos
como estos personajes que tienen que justificar sus jugosos y exclusivos
ingresos económicos sobreactuando su supuesto convencimiento a un proyecto que
ni ellos saben de qué se trata.
©
Escrito por Luis Gasulla el Viernes 27/06/2014 y publicado por el Diario Perfil
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.