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domingo, 2 de agosto de 2020

"¿Vas a desenfundar?"... @dealgunamanera...

"¿Vas a desenfundar?"  

Del otro lado del cañón... Sabina Frederic. Dibujo: Pablo Temes. 

Internas feroces en el oficialismo y en la oposición. Pero no habrá novedades durante la cuarentena. 

© Escrito por Nelson Castro el Sábado 25 /07/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.  


Fue una de las frases de la semana. La información acerca del tenso momento que se vivió el miércoles durante la reunión encabezada por Axel Kicillof que tuvo lugar en La Plata y de la que participaron la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, su par de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, y un numeroso grupo de asesores produjo fuerte impacto. La frase, con la que la ministra reaccionó ante la actitud intempestiva de Berni, quien, irritado por causa de sus desacuerdos con Frederic, se puso de pie y en actitud desafiante se quitó el barbijo para expresarle su reproche, reflejó la realidad de una relación totalmente rota entre los dos. 

“Pará loco, calmate”, fue casi lo único que Kicillof en su lenguaje de dirigente estudiantil atinó a decir en medio del azoro reinante en esa sala. 

Después de esto, ¿alguien cree que la cohabitación entre Frederic y Berni se puede encauzar? 

Lo “notable” fue que, en vez de inquietarse por las consecuencias adversas que sobre las políticas de seguridad –que, en verdad, no las hay– genera ese nivel de enfrentamiento entre los dos ministerios, la preocupación de los funcionarios provinciales y del kirchnersimo pasó por averiguar quién fue el responsable de la filtración (sic). Desde la cercanía del gobernador dan por sentado que el albertismo fue quien dejó trascender a la prensa el entredicho, que luego fue ratificado por Berni ante los medios. Como se ve, el “desamor” reina. 

El caso del ministro de Seguridad es bien curioso. Su perfil no encaja para nada en los preceptos ideológicos del kirchnerismo puro. Es más, sus definiciones y conceptos sobre la inseguridad  y su circunstancia lo emparentan mucho más con la ex ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que con los militantes devenidos funcionarios que abrevan en las fuentes K. Ese amén poco entendible tiene una razón: Cristina Fernández de Kirchner lo sostiene. 

El reclamo por un refuerzo en la seguridad es compartido por los intendentes tanto de la oposición como del oficialismo. Mario Secco, de Ensenada –un kirchnerista de paladar negro–, mantuvo un fuerte cruce con Berni, en el marco de un encuentro con intendentes de la tercera sección electoral. A pesar de la desmentida de ambos, por los pasillos de la gobernación se habló de una discusión que llegó hasta el límite de un cruce físico. El reclamo consistía en una ayuda de la Provincia para contrarrestar el incremento de la inseguridad. 

“Quiero que el gobierno provincial y el nacional me den un mimo ahora que tenemos un gobierno nacional y popular”, admitió Secco en declaraciones periodísticas. El trasfondo de la pelea sería la quita de treinta efectivos de la Bonaerense que prestaban servicio en el distrito, y que de un día para el otro fueron retirados. 

Desde el entorno de Secco admiten que el encuentro con Berni fue “muy tenso”, aunque mostraron mayor preocupación por el “filtrado” de la información. Las sospechas apuntan a Gastón Granados, intendente interino de Ezeiza, quien se encuentra en el cargo en reemplazo de su padre, Alejandro Granados, ex ministro de Seguridad durante la penosa gestión de Daniel Scioli, quien se encuentra recluido en la Patagonia ante la amenaza del Covid-19. Es bien sabido que Granados no comulga con el kirchnerismo. 
Una vez más, las internas de la coalición gobernante al rojo vivo. Mientras tanto, el conurbano bonaerense es un Kosovo infinito. Nada le falta, como lo demuestra el episodio protagonizado por el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, aludiendo a los que venden drogas.

¿Alguien cree que la cohabitación entre Berni y Frederic se puede encauzar? 

Desde Provincia respaldan a Berni y no hablan de reemplazantes –en verdad no lo tienen–, aunque admiten que es un díscolo.   

Cuando el río suena… Los meses pasan, la cuarentena sigue y la gestión no aparece. “No creo en los planes”, dijo el Dr. Fernández en el reportaje que le concedió al Financial Times. Fue un sincericidio absolutamente innecesario. Consciente de su error, el Presidente trató de enmendarlo el jueves cuando criticó a los que “andan renegando” y dicen que el Gobierno no tiene un plan económico, señalando que el programa ATP fue “planificado desde el primer día, para que la pandemia no arrastre a empresas y sus trabajadores”. 

Mal que le pese al jefe de Estado, el manejo de la larga cuarentena muestra una significativa falta de planificación para encarar sus consecuencias psicológicas, sociológicas y económicas. A pesar del Programa de Asistencia al Trabajo y a la Producción (ATP), en la ciudad de Buenos Aires ya cerraron definitivamente 25 mil pymes y en la Provincia, 45 mil. 

Una norma no escrita de la política dice que, cuando un funcionario debe ser respaldado por el Presidente –o, en este caso, por la vicepresidenta– es porque su situación es tambaleante. Es lo que le sucede al ministro de Economía, Martín Guzmán. La posibilidad de que sea desplazado de su cargo una vez que se cierren la renegociación de la deuda sigue rondando por los pasillos del ministerio, de la Casa Rosada y de la quinta de Olivos. 

Nada ocurrirá durante la cuarentena. Los cambios del Gabinete serán para después. Para el Presidente, esta circunstancia representa un problema doble porque, como es sabido, su poder para imponer nombramientos está menguado. Eso ya se lo vio con el reemplazo de Alejandro Vanoli en la Anses. 

Claro que las internas no son exclusivas del oficialismo. También las hay en la oposición y son crecientes. Y un rasgo que comparte Mauricio Macri con integrantes de este gobierno es su falta de autocrítica. 

Hablando de Macri, algo que Alberto Fernández no aprendió de los errores cometidos por el ex presidente durante su administración es que la atomización del Ministerio de Economía complica seriamente la gestión y la puesta en marcha de cualquier plan en caso de que lo hubiere. La ausencia de planes es otra de las carencias que asemejan a los dos gobiernos.   

Uno de los ministerios apetecidos por el kirchnerismo es el de Desarrollo Social. 

Daniel Arroyo enfrenta una interna de intensidad variable con la titular del Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, Victoria Tolosa Paz, que se suma a las dificultades de tener una cartera loteada. 

Todo lo que sea “caja”, es decir plata, es prioridad K. Nada que sorprenda.





domingo, 29 de marzo de 2020

Qué lindo vivir en Ezeiza, ¿no?... @dealgunamanera...

Qué lindo vivir en Ezeiza, ¿no?

El intendente de la municipalidad de Ezeiza es el señor Alejandro Granados, presidente del Partido Justicialista de su ciudad y congresal del Partido Justicialista a nivel provincial.

Ahí se concentran todos los curros habidos y por haber: el Mercado Central, con sus efectos colaterales de especulación, subfacturación y mafias organizadas; el aeropuerto internacional, sinónimo de contrabando y evasión impositiva; el centro atómico; los juzgados federales y la inacción tarifada; el predio de la AFA, para qué agregar algo más; dos complejos de cárceles federales, o sea narcotráfico y delitos menores; countries; puestos de pillaje en la autopista de acceso directo a los campos donde se crían los caballos de polo más caros del mundo, en Cañuelas; y a la vera de la ruta de ingreso a la Ciudad de Buenos Aires, el restaurante El Mangrullo, el primer testimonio directo sobre el poder de las vacas argentinas para los extranjeros que acaban de aterrizar y refugio militarizado para los encuentros políticos del más alto nivel, siempre dentro del partido hegemónico.

© Escrito por Enrique Vázquez el domingo 29/03/2020 y publicado en Facebook, en algún lugar de la República de los Argentinos.

El Mangrullo es propiedad del intendente, que vende carne asada de sus propias vacas y sus propios lechones, aunque es bien sabido en el pueblo que la principal actividad del intendente ha sido siempre el cuatrerismo, o sea el robo de ganado y el subsiguiente faenamiento clandestino.

El intendente de la municipalidad de Ezeiza es el señor Alejandro Granados, presidente del Partido Justicialista de su ciudad y congresal del Partido Justicialista a nivel provincial.

El señor Granados se hace llamar "el Sheriff de Ezeiza", y quizás por eso fue el creador de las rondas de vecinos armados con revólveres y fusiles, a bordo de camionetas municipales, para mantener a raya la disconformidad social del 2001 y posterioridades.

Fue elegido intendente por primera vez en 1999 y reelegido consecutivamente en 2003, 2007, 2011, 2015 y 2019.

Nunca abandonó su cargo, a pesar de que entre el 13 de agosto de 2013 y el 10 de diciembre de 2015 se desempeñó como ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, designado por Daniel "Clemente" Scioli.

Y es curioso que no haya dejado ni siquiera formalmente el cargo, porque de haberlo hecho, su reemplazante hubiera sido su mujer, la señora Isabel Beatriz Visconti de Granados, alias "Dulce Granados", quien se desempeñó además como diputada nacional entre 1993 y 1997, reelegida hasta el 2001. 

Ahí sobrevino un extraño receso durante el cual se volcó al municipio, donde creó la "Agrupación Dulce Granados", un cuerpo de choque para disolver manifestaciones opositoras, apedrear locales políticos de otros partidos y "proteger al Sr. Intendente en los actos públicos”. Entre 2005 y 2009 fue diputada provincial. En el 2009 volvió al Congreso de la Nación como diputada y fue reelecta hasta el 2017.

Ahora se desempeña como presidenta del concejo deliberante municipal.

A quienes puedan sentirse preocupados por el devenir de este gobierno mezclado con emprendimiento familiar, me complace tranquilizarlos con la noticia de que el hijo mayor del Sheriff y la Dulce, de nombre Gastón, ejerce la jefatura de Gabinete.

En el sitio web del municipio, a falta de título universitario, al intendente se lo presenta con foto patriarcal y un epígrafe sincero: "Don Alejandro Granados".

Después me dicen que este país no es Peronlandia.




martes, 28 de enero de 2014

Elia Espen, Madre de la Plaza... De Alguna Manera...


Madre de la Plaza: "Me gustaría decirle un montón de cosas a Cristina"…

Elia Espen tiene 82 años y está enfrentada con las Madres que adhieren al gobierno. Foto: Cedoc

Se llama Elia Espen y está enfrentada con las Madres oficialistas. Una entrevista lapidaria con el gobierno y con Hebe de Bonafini.  Tiene 82 años. Dice lo que piensa, le moleste a quien le moleste. Se llama Elia Espen, es Madre de Plaza de Mayo, y suele apoyar los reclamos de los trabajadores. Marcha, religiosamente, todos los miércoles con un grupo de jubilados que exigen el cumplimiento del 82% móvil y fue investigada en el famoso Proyecto X. En 2012, por aparecer en actos con partidos de izquierda, asegura que la echaron de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora.

Sentada en la mesa de un bar, a metros del Congreso de la Nación, Espen recuerda con tristeza el día en que se lo llevaron a su hijo Hugo, un joven de 27 años, estudiante de arquitectura de la Universidad de Buenos Aires y militante del PRT.

-¿Le sorprendió el ascenso del General César Milani?
-Pienso que el gobierno busca una amnistía encubierta y lo tienen a Milani por si acaso, por las dudas. Haberlo puesto a Milani es una cosa como decir “no nos van a tocar porque va a salir el ejército a defendernos”. No pueden salir a defender personas de los organismos de derechos humanos –se refiere a Hebe de Bonafini- a Milani que dice que por ser joven no sabía. ¿Y Alfredo Astíz que era? También era joven, pero el traidor se metió entre nosotras y así hay tres madres desaparecidas. Ser joven no justifica nada, lo que valen son los hechos. Hoy tenemos a Sergio Berni, a Milani, y a Alejandro Granados, ¿estos son los que defienden los derechos humanos?

-¿Qué opina de la política de derechos humanos durante los gobiernos de Néstor y Cristina Fernández de Kirchner?
-Siempre digo lo mismo, que esta política fue impulsada por un matrimonio que estaba en Santa Cruz haciendo los negociados que hizo. En esa época, cuando las Madres eran atacadas y perseguidas, ellos –como defensores de los Derechos Humanos- nos hubieran mandado una esquelita muy chiquitita, que decía “los Kirchner estamos con ustedes” pero no los conocíamos y tampoco lo hicieron. Cuando vieron la oportunidad de llenarse de plata, se juntaron, habrán pensado que estas taradas –por las Madres- las podían engañar de la forma que quisiesen. Siempre hicieron las cosas en beneficio propio y, el que opina distinto, lo dejan a un lado. Se olvidan que respetar los derechos humanos es también cuidar a las personas que no tienen trabajo, educación, salud, que los jubilados estemos ganando bien y no que la defensora de los derechos humanos –por Cristina- nos haya vetado el 82% móvil.

-Ha apoyado a los petroleros de Chubut, a los trabajadores despedidos de Kraft, a los jubilados y ha participado en incontables marchas, ¿la sociedad acompaña?
-La sociedad no se compromete mucho. Algunos chicos, la juventud, un grupo de políticos que nos acompañan. Pero viajo todos los días en el tren Sarmiento y observo que la gente está cansada, trabaja todo el día y se preocupan por sus cosas. Lo entiendo. Pelean por su supervivencia.

-¿Alguna vez estuvo en Casa Rosada?
-Nunca me invitaron, fui una vez por los detenidos uruguayos que los querían extraditar y fuimos a impedirlo. Estaba con Adolfo Pérez Esquivel. Entramos, esperamos, nos sentamos para presentar la carta. Cristina no nos recibió, vino un secretario que nos dijo que la carta llegaría a Presidencia pero jamás nadie nos contestó. Con los trabajadores de Kraft también fuimos en una camioneta a Olivos, tampoco nos atendió. Volvimos y nos metimos en las rejas de la Casa Rosada, yo con el pañuelo. En ese momento estaba en sus oficinas. Le queríamos explicar qué estaba pasando realmente en Kraft. Ni las rejas pudimos pasar. No soy de las Madres de Plaza de Mayo de ellos

-¿Hay diferencias entre las Madres cercanas al gobierno y otras, críticas, como usted?
-Totalmente. Me gustaría mirarla a la cara a Cristina y decirle un montón de cosas. Educadamente, sin insultos. Pero nunca tuve esa oportunidad

-¿Qué le diría?
-Que piense, que piense mucho. Que acá no se trata de favorecer sólo a los amigos y parientes sino que hay 40 millones de argentinos. Que todos tienen los mismos derechos. Le diría que se fije por lo que está pasando Félix Díaz, que a los qom los están matando en el norte, que lo escuche.

-¿Por qué otros referentes de las organizaciones de derechos humanos están enamorados de este gobierno?
-No sé cómo encontrar la palabra justa para no ofender a nadie.

-¿Puede decir lo que piensa con libertad?
-Yo lo digo.

-¿Le trajo consecuencias?
-Me han echado de Línea Fundadora, me ha dejado mucha gente de hablar, pero no me importa. No me iré de este mundo sin decir lo que pienso.

-¿Molestó que se junte con partidos de izquierda?
-Molesta estar en la calle. Pero este gobierno no defiende a los trabajadores y tiene desaparecidos y no los menciona, como Luciano Arruga, Jorge Julio López. El ocultamiento del crimen de Paulina Lebbos, ¿no tienen nada para decir?

-¿Qué significa el pañuelo blanco que lleva puesto?
-Un santuario, algo sagrado. Yo le di mi pañuelo a una chica, Vicky Moyano, nieta recuperada que sufrió un montón, que pasó por todo. Entonces se lo di a ella en un acto por Trosky como homenaje a todos aquellos que están en la lucha. Jamás se lo daría a Aníbal Fernández (en diciembre del 2013, Hebe de Bonafini le entregó su pañuelo blanco al senador del Frente Para la Victoria, el ex intendente de Quilmes por ser “un genio”).

-¿Hace mucho que no ve en persona a Hebe de Bonafini?
-Hace añares que no hablamos. En la separación de 1986, una de ellas, Juanita –por Juana Meller- con quien hablábamos mucho, me pidió que me quedara con ellas, que me harían bordar el pañuelo. Por suerte me fui a Línea Fundadora. Te repito, no quiero que mis hijas y nietas me digan el dia de mañana que no hice nada, que no estuve en la calle luchando sino detrás de un escritorio juntando papeles y plata.

-¿Qué país sueña?
-Quiero un país donde pueda caminar, no mirarnos con odio, porque este gobierno consiguió eso, enemistar a todos los que piensan distinto. Podes ser comunista, peronista, radical, socialista, de derecha, lo que quieras, pero hoy no es así. Que haya trabajo y libertad de expresión en serio, dejando de lado las banderas partidarias. Lo tenemos que conseguir entre todos, la unidad es lo importante. Eso quería mi hijo, Hugo. “Yo sé que habrá que pelearla mucho pero lo conseguiremos” me dijo días antes del 18 de febrero de 1977 cuando se lo llevaron. Era sábado, temprano, en nuestra casa de Flores, en Páez y Boyacá. Hugo me contaba que desaparecían compañeros de la facultad, ahí le dije “¿Por qué no te vas del país?” “Yo me tengo que quedar, tengo que estar acá”, me respondió con sus 27 años. Ese día, perdí mi oído derecho por los golpes que me dieron. Tiempo después me contaron lo que le habían hecho a Hugo, las torturas y los vuelos de la muerte. El día que conocí a Azucena Villaflor, cambió nuestra vida. Ella sabía muy bien cómo organizarse. Ella nos decía a qué iglesias ir para buscar ayuda. Ese año, me tocó ir a la iglesia Britania, en Medrano y Sarmiento, poco antes de que desaparecieran a las madres. De repente, un muchacho se acercó y nos dice: ¡Te tenés que ir! No sé si habré hecho bien en irme. Pero no estaría acá contando la historia de mi vida.

© Escrito por Luis Gasulla el Lunes 27/01/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


sábado, 25 de enero de 2014

Del dicho al hecho… De Alguna Manera...


La derrota cultural K…

Uniforme de combate. César Milani. Dibujo de Pablo Temes

Cómo el propio Gobierno demuestra en la gestión que la batalla por una sociedad justa era, más que nada, retórica. Del dicho al hecho.

No es lejano el recuerdo de cuando se hablaba de la “batalla cultural” ganada por el kirchnerismo. Apenas tres años después de aquel juicio impactante, con la misma contundencia y el mismo apoyo empírico aquella vez alegados, podemos proclamar la noticia, en principio muy buena, de su derrota. Necesito aclarar por qué digo que la noticia es “muy buena,” por qué digo que es “contundente,” y por qué digo sólo “en principio”.

La noticia es muy buena porque, finalmente, el kirchnerismo dejó claro que era más un obstáculo que un medio para alcanzar una sociedad más justa, más igualitaria y sobre todo más fraterna. Luego del huracán de su paso por diez años, los niveles de pobreza y desigualdad son dramáticos en términos históricos, y con tendencia al empeoramiento (la diferencia de ingresos entre el 20% superior y el 20% inferior era de 7,36 en 1961, 10,24 en 1986, 12,28 en 2009, y en grave declive desde entonces, si las simuladas cifras oficiales nos permitieran confirmarlo); todos los servicios públicos básicos aparecen abandonados; y los lazos sociales se han corroído hasta los niveles de horror que comprobamos durante los últimos saqueos: vecindarios armados contra un “enemigo interno”, nacido y criado en su propio vientre.

La noticia es contundente porque hoy ya no es necesario hacer esfuerzos de “desenmascaramiento”. Para cualquiera –salvo para el núcleo duro de su militancia– el kirchnerismo es, más que la contracara, la caricatura de los ideales que alguna vez predicó. Años atrás, cualquiera podía entender de qué hablaba el kirchnerismo cuando sacaba el pecho y contraponía el intervencionismo estatal (con el que se identificaba) al neoliberalismo menemista (al que repudiaba con el fanático fervor de los conversos). Hoy, en cambio, el kirchnerismo representa la falta de luz en verano, ante los primeros calores; la falta de gas en invierno, ante los primeros fríos; tarifas subsidiadas para los ricos y caras para los más pobres; una red de transporte que nos condena al sufrimiento, con trenes que luego de la masacre siguen rodando salvajes, amenazantes: un insulto que se graba día a día sobre la piel de un pueblo cansado. Pese a la retórica estatista, fue el kirchnerismo el que obligó a ese pueblo a recurrir al abuso de los proveedores privados. En manos privadas hubo que recalar para proveerse de los bienes dignos que antes garantizaba un Estado bueno: primero salud y educación, luego transporte y seguridad, enseguida el agua porque bajaba sucia, y –la novedad de estos días– generadores de electricidad particulares.

Años atrás, hablar de las continuidades existentes entre menemismo y kirchnerismo resultaba una provocación que corría en desventaja, una injuria que debía demostrarse ante interlocutores impávidos. Hoy, esa continuidad es demasiado obvia como para ser demostrada. No sólo porque el elenco es casi el mismo (repásese la lista de los principales legisladores, gobernadores, intendentes), sino, sobre todo, porque la estructura económica y social del país no difiere mucho de la que entonces predominaba: la economía está tan concentrada y más extranjerizada que durante el menemismo; el país quedó maniatado a la voluntad de los Repsol, los Chevron, las compañías mineras contaminantes y los empresarios del juego. Es decir, seguimos dependiendo de las decisiones de un puñado de empresarios ricos, envueltos en negocios sucios, y aplaudidos por la misma farándula excitada de los años idos.

Carcomida la retórica K sobre el Estado, la de los derechos humanos pasó a ser la última frontera de su legado. La debacle en la materia fue brutal: medidas y nombramientos sucedidos uno tras otro, sin respiro, sin compensación y sin matices: la ley antiterrorista, aprobada –para no dejar dudas– como primera ley del cristinismo. Enseguida llegaron el espionaje sobre militantes sociales (Proyecto X), organizado por el Ministerio de Seguridad; el uso de las fuerzas armadas para resolución de conflictos internos; los nombramientos de Sergio Berni en el Ministerio de Seguridad, César Milani al frente de la Inteligencia, Alejandro Granados en la Seguridad de la Provincia, Alejandro Marambio en el Servicio Penitenciario. No eran errores ni excesos, sino una política consistente, rotunda y sin fisuras, que se coronó días atrás con Hebe de Bonafini abrazada a Milani, nuevo jefe del Ejército, y un coro de partidarios celosos balbuceando tonterías.

Los hechos señalados sólo ilustran el fin de la fábula. Dejo constancia de que hasta aquí no mencioné siquiera a la corrupción; no he dicho nada sobre los diez años de mentiras del Indec; nada del hiper-presidencialismo; nada sobre la hostilidad con los campesinos e indígenas; nada sobre el modo en que desalientan, ridiculizan y atacan a la participación popular, a las ONG, a los grupos ambientalistas; nada sobre el modelo extractivista, clientelista y consumista de desarrollo. No es necesario hacer más esfuerzos argumentativos. Quien no quiera convencerse no será convencido por nadie, pero ya no es necesario convencer a más gente. (Hasta hace poco, muchos veían estos problemas, pero los balanceaban diciendo que el peronismo era liderazgo, la única garantía de gobernabilidad en un país desbocado. Pero luego de meses de una presidenta ausente, con pánico de contaminar su investidura con algún problema; luego de saqueos que recorrieron el país en medio de la falta de luz, gas, agua, trenes, policía, es difícil seguir repitiéndolo. El peronismo no garantiza la gobernabilidad, y es parte fundamental de los problemas que la ponen en crisis).

El kirchnerismo perdió la batalla cultural, pero el problema es que el mal contra el que peleamos lo trasciende largamente. De allí que la buena nueva de su derrota sea buena sólo “en principio.” Las bases de la desigualdad estructural, que el kirchnerismo consolidó como nadie, nacieron antes que él, y seguirán luego de su duelo. Resolver la desigualdad no requiere sólo medidas que no se toman, sobre una estructura de miseria sólida e intacta, sino disposiciones morales y actitudes sociales –un ethos extendido– que hace años quedaron exhaustas. Por eso la derrota del kirchnerismo no significa victoria. La disputa por una sociedad justa, igualitaria, fraterna la venimos perdiendo desde hace años.

© Escrito por Roberto Gargarella, Doctor en Derecho, el Domingo 12/01/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.