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sábado, 29 de septiembre de 2018

Biblia negra… @dealgunamanera...

Biblia negra…


Macri pidió a los argentinos que se enamoren de la presidenta del FMI y el Indec dice que con este gobierno de millonarios incompetentes hay menos pobres que antes. Es como decir que negro es blanco, pero es la Biblia para muchos, una especie de Biblia negra, la contracara de esta realidad donde los pobres se han multiplicado por la aplicación de las políticas del FMI, del cual hay que enamorarse. El macrismo sigue construyendo sentido común hegemónico con la ayuda de un Indec trucho, de las corporaciones mediáticas, sectores del poder judicial y la credulidad o la mezquindad del ser humano. Y genera estas criaturas simbólicas grotescas.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 239/09/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

En medio de la hiperdevaluación y la remarcación serial, la causa por las fotocopias de cuadernos o el encantamiento del presidente con Christine Lagarde o la infamia del Indec macrista, tienden a pasar desapercibidos. Un público de mediano y alto poder adquisitivo quiere que la sociedad crea que el gobierno que votaron haya bajado la pobreza. Y ya están enamorados de Lagarde. Pero la mayoría de la sociedad tiene que preocuparse por las facturas de los servicios y el salario que, en la mayoría de los casos, ya está por debajo de la verdadera línea de pobreza. Sin embargo, cuando pasa la primera ola de impacto de la crisis, comienzan a reverberar estos engendros que han sido concebidos con una fuerte carga ideológica y difundidos por las corporaciones de medios oficialistas como se esparce el virus de la peste bubónica.

Las encuestadoras coinciden en que más del 70 por ciento del país critica el acuerdo con el Fondo. En ese país del 70 por ciento, el Presidente habla de enamorarse de Lagarde. Y en el marco de una dura negociación, Lagarde se da el lujo de hacer desplazar a Luis Caputo del Banco Central. Caputo no era su enemigo y, en cambio, era amigo personal de Mauricio Macri. Su cabeza fue entregada a Lagarde, como actuación del amor de Macri en un gesto simbólico de subordinación a un poder superior.

El FMI no quiere que el nuevo préstamo que otorga a la Argentina sea usado por el Central para frenar al dólar y subsidiar la fuga de capitales. Pero esa decisión se podría haber tomado con un Caputo que no se hubiera resistido. El desplazamiento del titular del Banco Central justo cuando el presidente Mauricio Macri negociaba el nuevo acuerdo con el FMI, no pudo ser una decisión personal de Caputo como dice el comunicado, y aparece claramente como un sacrificio en el altar del organismo financiero internacional. Fue la declaración del nuevo Virreynato del Río de la Plata.

Si el 70 por ciento rechaza el acuerdo con el FMI, se podría pensar que estas actuaciones de Macri acelerarían su suicidio político. Pero en realidad, forman parte de una estrategia donde este esfuerzo por enraizar un sentido común a favor del endeudamiento fenomenal y la consecuente pérdida de decisión soberana ante un poder extraño, se apoya en una contraparte. Puede decir y naturalizar estas barbaridades, porque al mismo tiempo se respalda en la actividad permanente que genera la causa de las fotocopias que seguirá produciendo titulares y comentarios periodísticos durante todo el próximo año electoral.

La estrategia de fondo busca instalar un sentido común que naturaliza la deuda externa y la pobreza y trata de destruir el sentido común que se le opone. Esa es la razón del caso de las fotocopias de los cuadernos del chófer y el romance descarado con el Fondo al mismo tiempo. No van por separado. Las dos cosas van juntas. Seguramente hubo hechos de corrupción como en todos los gobiernos durante el kirchnerismo. Pero al sistema no le interesa combatir la corrupción. Le interesa instalar que el populismo es corrupto, dígase peronismo o kirchnerismo. Le interesa naturalizar que la soberanía política no es importante y que los que piensan que sí, son corruptos. La discusión no es la corrupción sino la soberanía.

El tema de la dependencia, de unidos o dominados, se complementa con el de la pobreza. Porque son temas que van de la mano, la subordinación a otros intereses genera pobreza. Y en general, las estrategias de defensa de la soberanía implican distribución de la riqueza. La derecha se preocupó desde los primeros días del gobierno de Néstor Kirchner por insistir en que el discurso distributivo era una mentira, un “relato” del kirchnerismo.

Durante el gobierno neoliberal menemista ya habían incursionado en el tema buscando naturalizar la idea de que “siempre habrá pobres”. Durante el kirchnerismo, esa cortina de humo de la derecha fue más a fondo con diferentes estrategias: se midió la pobreza con canastas diferentes, se exageraron cifras y se mostraron situaciones de pobreza fuera de contexto. Por supuesto que existían esas situaciones, pero el sentido de las medidas de gobierno —creación de millones de puestos de trabajo, paritarias y programas sociales, índice de aumento y moratorias de las jubilaciones y otras— generaban como tendencia el descenso de la pobreza y de la indigencia.

Las cifras insultantes que dio a conocer el Indec dicen que en el primer semestre, la pobreza subió algo más que un punto, pero que igual se ubica muy por debajo de cómo estaba en el 2015. Esas cifras buscan generar la ilusión de que con políticas que producen una colosal transferencia de riqueza hacia los sectores más concentrados de la economía, la pobreza puede bajar. Para el Indec macrista de Jorge Todesca, los servicios suben  grotescamente y puede bajar la pobreza. Suben astronómicamente los precios de los alimentos y la pobreza baja. Hay cientos de miles de despedidos y bajan la pobreza y la indigencia. El salario promedio ha perdido casi el 13 por ciento de poder adquisitivo en estos años, pero baja la pobreza.

El informe del Indec es tan sesgado que plantea que en el segundo semestre del 2016 el macrismo había logrado bajar la pobreza del 32,2  al 25,7 por ciento.  Son cifras que se suman a la frase de Macri de que el kirchnerismo dejó a “la tercera parte de los argentinos por debajo de la línea de pobreza”. Es el discurso macrista y de alguna parte de la izquierda que no puede diferenciar las políticas distributivas de las políticas neoliberales. 

Porque no es la pobreza lo que está en discusión para el discurso del neoliberalismo, sino la necesidad de demostrar que el populismo la genera y el libre mercado la disminuye. Necesita demostrar que la Asignación Universal por Hijo y el índice de movilidad jubilatorio son parte de políticas de pobreza. Y que por el contrario, las políticas que favorecen a los ricos bajan la pobreza.

Ni la pobreza, ni la corrupción le interesan al neoliberalismo o al macrismo. Estas cifras, junto con la causa de las fotocopias de los cuadernos y el endiosamiento del FMI están explicadas en una cita que tiene unos cuantos años: “La hegemonía del neoliberalismo no se funda sólo en la coerción, sino en la creación de un sentido común frente a las formas de comportamiento. El neoliberalismo es, por encima de todo, un gobierno sobre la organización de los afectos y los deseos. Interviene sobre la cotidianeidad de las personas, sobre el modo en que se alimentan, se divierten, educan a sus hijos, llevan su vida sexual, desarrollan sus intereses espirituales. No hay gobierno sin la  creación de un habitus”.

Parece un texto de Durán Barba bajando línea al periodismo oficialista. No lo es, pero seguramente el publicista de la derecha sacó de allí mucho contenido. La cita es del curso “Nacimiento de la biopolítica”, de 1979, de Foucault.

El debate central, el que la derecha esconde y rehúye, no es una discusión técnica sobre la medición de la pobreza ni sobre las formas legales para perseguir a la corrupción. Es claro que eso no es lo que está en discusión. La polémica se da entre dos proyectos políticos o por lo menos entre dos campos, uno amplio y diverso que representa al campo popular y nacional con sus diferentes corrientes y modelos de país más o menos compatibles, frente al modelo de país que encarna Cambiemos como expresión política del capital concentrado y las transnacionales.

La economía que peor funcionó en América Latina fue la de la Argentina macrista. La economía que mejor funcionó fue en la Bolivia de Evo Morales. En su discurso en el Consejo de Seguridad, y a pocos metros de Donald Trump, el presidente boliviano desnudó la política de doble rasero: “Estados Unidos invade países, lanza misiles o financia cambio de regímenes y lo hace acompañado de una campaña de propaganda que reitera que es a nombre de la justicia, la libertad, la democracia, los derechos humanos, o por razones humanitarias”. “Quiero decirles —agregó— a Estados Unidos no le interesa la democracia. Si no, no habría financiado golpes de Estado y apoyado dictaduras, no amenazaría con intervenir militarmente a gobiernos democráticamente electos, como lo hace con Venezuela. No le interesan los derechos humanos ni la Justicia. Si así fuera firmaría los convenios internacionales de protección a los derechos humanos (...) no promovería el uso de la tortura, no abandonaría el Consejo de Derechos Humanos y no separaría a niños migrantes de sus familias ni los pondría en jaulas”.

Como demostró Morales, a Estados Unidos no le interesan demasiado la democracia ni los derechos humanos con que llenan sus discursos. Lo mismo sucede en la Argentina con Cambiemos: no le interesan la pobreza ni la corrupción con que llenan de titulares los medios del oficialismo. Y cuando hablan de esos dos temas, lo que están imponiendo de manera velada y embustera es un modelo de país para pocos.



sábado, 21 de julio de 2018

Pasan cosas… @dealgunamanera...

Pasan cosas…

 María Eugenia Vidal y Mauricio Macri. Fotografía: N.A.

Íbamos bien y pasaron cosas, dijo Mauricio Macri. Y sí, pasaron dos cosas esta semana que podrían sumarse a las que pasan todos los días, pero que pueden cambiar el panorama electoral del 2019. Con esta crisis en la economía, las cosas que pasan no son buenas para Cambiemos. Las dos cosas que pasaron  fueron la investigación periodística que demostró la estafa electoral del oficialismo en la provincia de Buenos Aires y la carta que firmó la mayoría de la oposición contra el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.

Escrito por Luis Bruschtein el sábado 21/07/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Hubo denuncias más fuertes, algunas que involucraron al presidente, como  las casi 50 empresas y cuentas offshore que tiene el Grupo Macri, o la autocondonación de la deuda de 70 mil millones de pesos (habría que recalcular y aumentar esa cifra por la devaluación) que el Grupo Macri tiene con el Estado argentino por el Correo. Son denuncias que provenían de fuentes internacionales que no tienen relación con la disputa política local, como es el consorcio internacional de periodistas de investigación. Y las cifras son multimillonarias en dólares. Sin embargo, cuando se produjeron, la imagen de Macri estaba en su cenit, la situación económica no se les había ido de las manos y apenas pudieron mellar el poderoso blindaje protector de las corporaciones mediáticas oficialistas.

El fenómeno que demuestra que no todo está dicho sobre el poder de los grandes medios fue que una investigación casi artesanal, por una cifra menor que las otras estafas denunciadas, y que se difundió por un portal de Internet, pudo rasgar ese muro infranqueable de los medios más poderosos. Tampoco se trata del mito de la primavera mediática donde un solo internetista derrumba el sistema. Hubo dos condicionantes importantes: es el peor momento de Mauricio Macri y su gobierno. La crisis tiene un impacto tan fuerte en la sociedad, que involucra a capas medias y empresarias, además de los sectores más vulnerables. El malhumor, ya no se puede ocultar.

El otro factor es que la alianza con las corporaciones mediáticas está cambiando su equilibrio interno. Si el dominante antes era Macri, como la llave para los negocios a los que aspiraba el Grupo Clarín, ahora el Grupo se convirtió en el principal jugador de la economía y del manejo de las comunicaciones. La polaridad interna cambió: ahora manda el Grupo, que empieza a sondear opciones.

El impacto de la investigación que inició el periodista Juan Amorín para El Destape, demostró que aún en estas sociedades donde las grandes corporaciones de medios capturan la subjetividad de las personas para manipularlas, en algún momento la realidad se puede imponer sobre la virtualidad. Como sucedía con las viejas dictaduras que amenazaban con eternizarse pero en algún momento la fuerza de las armas decaía ante las resistencias populares.

El resquebrajamiento de esa doble cara se puso en evidencia en la conferencia de prensa de Macri. Se manejó como lo hizo siempre, con los mismos criterios de desprecio por la realidad y tapando un presente desastroso con falsas expectativas para el futuro. Pero lo que en su momento fue carta de triunfo, ahora apenas movió el amperímetro. No generó expectativa ni frenó la caída vertiginosa en su credibilidad.

La denuncia por los aportes truchos se propagó en forma exponencial. Aparecieron falsos aportantes  incluso en las filas del oficialismo, dispuestos a denunciar la estafa de su partido lo cual también fue síntoma de desmoralización y deserción. Además el torpedo impactó en la línea de flotación del armado electoral de Cambiemos para el 2019 porque María Eugenia Vidal fue preparada y preservada como figura de relevo de Macri. Y si Macri trata de repetir, la gobernadora es la carta principal en la provincia de Buenos Aires. La expulsión de la contadora Fernanda Inza y las conferencias de prensa de Vidal y Macri en el mismo día mostraron que, potenciadas por el malestar social, las denuncias habían hecho daño.

Para el otrora ascendente Cambiemos, el escándalo de los aportes truchos indicó el cambio hacia la curva descendente. En contraposición, la carta de la oposición a Christine Lagarde expresó un escalón de ascenso para una oposición que no terminaba de caer. Y sienta un precedente importante para las próximas elecciones presidenciales.

Los medios oficialistas le dieron menos importancia que la propia Lagarde. La presidenta del FMI había pedido que en su agenda se incluyan entrevistas con dirigentes de la oposición. Al Fondo le preocupa la sustentabilidad de un acuerdo firmado por un gobierno que quizás no sobrepase el 2019. La carta subraya que si bien la Constitución habilita al Poder Ejecutivo a tomar deuda, cuando ésta involucra condicionamientos de tipo político y económico, el acuerdo debe pasar por el Congreso. Si Lagarde estaba preocupada, el documento le aclara que la mayoría de la oposición está en desacuerdo y queda implícito que el convenio podría ser denunciado en el futuro si no pasa por el Congreso.

La carta constituye otro punto de contacto entre fuerzas opositoras diferentes, desde las dos CTA, dos triunviros de la CGT, Pablo Moyano, referentes de los movimientos sociales de diversas corrientes así como legisladores de los bloques del FPV-PJ, del Frente Renovador y algunos del Federal.

No constituyen toda la oposición, pero sí la gran mayoría. Tampoco implica un acuerdo electoral ni se habla de que confluyan en una sola lista para el 2019, o que participen en una sola interna. El documento representa un espacio amplio que está en la sociedad y que se expresó en los multitudinarios actos del 25 de Mayo y del 9 de Julio. Cientos de miles de personas se movilizaron en esas fechas en contra del acuerdo con el FMI.

Pero da cuenta de dos factores. El primero es que el ámbito de lo político empieza a acompasarse con lo que sucede en la economía y en los movimientos sociales, que son los que perciben primero los efectos del ajuste y la crisis. Son niveles que tienen tiempos diferentes que ahora empiezan a sincronizar. La política es más lenta en reaccionar que la economía y lo social. Y además las confluencias se hacen más trabajosas porque Cambiemos se encargó de dinamitar el camino, indujo la división y el enfrentamiento.

Pocos apostaban a un final feliz en las conversaciones de unidad que se iniciaron en el peronismo. La sensación era de que apenas se hablara de una lista, se terminaba el diálogo y que seguramente habría más peleas que reencuentros. El documento crítico del FMI no implica un compromiso,  pero está representando una amplia base social. Casi el 70 por ciento del país rechaza el acuerdo con el FMI. Y pese a que no haya acuerdos de listas o internas ni candidaturas, ese amplio espacio, o una parte importante de él, será un jugador desequilibrante si es que hay segunda vuelta en las elecciones presidenciales de 2019.

Un paradigma de los dos primeros años de gobierno de Cambiemos fue que la oposición no resistía una segunda vuelta. Por primera vez despunta un espacio opositor que puede disputar el ballotage y no solo por lo que hagan sus dirigentes, sino porque esa amplia base electoral es la que empuja esas definiciones. Los dirigentes podrán ir en listas separadas y competir por su cuenta. Pero llegado el momento, esa base tan amplia deberá decidir por el candidato de ese espacio que haya pasado a segunda vuelta. Ese conjunto  heterogéneo prefiere esa línea de confluencia más que la planteada por Cambiemos, a pesar de los enojos y recelos.

Nos pasaron cosas, dijo Macri y tiene razón. Estas dos pueden cambiar el escenario electoral de 2019 al esmerilar a la candidata de recambio del oficialismo y al empezar a delinearse un espacio de oposición que sin ataduras de acuerdos o listas, puede actuar en forma coincidente en esas elecciones.
              
El final no tiene que ver con las elecciones. Es un twitt que circula como el espanto y la peste: “Sarampión en CABA, 750 mil niños en riesgo por caída de cobertura de vacunas. Dos muertes y un trasplante hepático por fiebre amarilla, 7 casos de dengue en la villa 21-24. Aumento de los casos de sífilis y tuberculosis. Enfermedades controladas reemergen”. Desgraciadamente no es una “fakenews”, es una maldita noticia verdadera.



miércoles, 18 de julio de 2018

Estamos como queremos… @dealgunamanera...

Estamos como queremos…


El Presidente no se hizo cargo de ninguno de los problemas del país. Quedó claro que las papas queman para el Gobierno y que Mauricio Macri, como horas antes María Eugenia Vidal, dio la conferencia de prensa obligado por la caida de su imagen y no como una muestra de su convicción democrática.

© Escrito por Luis Bruschtein el miércoles 18/07/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La conferencia de prensa fue muy democrática después de dos años y medio, con 350 periodistas de Télam despedidos en la puerta, que se suman a los tres mil que ha dejado este gobierno con sus políticas de ahogo a los medios críticos. Todo fue muy democrático pero el Presidente no se hizo cargo de ninguno de los problemas del país: o fueron culpa de la pesada herencia o de la tormenta exterior.

Todo fue muy democrático, pero es la primera vez que hace una conferencia de este tipo, que coincide además, con la que hizo María Eugenia Vidal. Las papas queman para el Gobierno y lo que podría haber sido una muestra de convicción democrática quedó claro que lo hicieron obligados por la caída de imagen de las dos principales candidatos de Cambiemos. 

Las respuestas Mauricio Macri conforman el compendio del malentendido. Por ejemplo, que el gobierno anterior se equivocó con las retenciones y que lo correcto es haberlas sacado. O sea: el gobierno anterior aplicó políticas incorrectas y el país estaba mejor; el gobierno actual aplica medidas correctas y el país está mucho peor. Hay que tener un tubo en la cabeza para no entenderlo.

Más de eso: "Bajar la inflación ha sido siempre nuestra preocupación principal". O sea: el gobierno anterior, tenía la mitad de inflación que este, pero era inflacionario. Este gobierno tiene el doble de inflación que el anterior, pero es antiinflacionario. Ver (o no ver) para creer.

Otra más: "No podemos meter los problemas bajo la alfombra, porque eso nos trajo hasta acá, tenemos casi un tercio de la población en la pobreza". La alfombra para Macri es la "pesada herencia". Y además está desactualizado, porque si había menos de un tercio cuando asumió, ahora más de la mitad de los argentinos son pobres, según esa medición. ¡Más de la mitad! No solamente no hubo ni un pobre menos, sino que con la devaluación y la inflación aumentaron más del 20 por ciento. Y Macri ni lo considera.

Son todas muy bonitas. Para eludir la pregunta sobre si bajaba el Impuesto a las Ganancias (una de sus principales promesas de campaña) empezó a decir que había hablado con gobernadores y legisladores "con todo el mundo" para la reforma tributaria. O sea; va a responsabilizar a los gobernadores y los opoficialistas porque el Impuesto a las Ganancias no va a bajar, ni siquiera lo que ya aumentó con Macri. Y además no habló con todos, dejó fuera a la oposición principal que es el kirchnerismo.

Otra perlita: cuando le preguntaron por los aportantes truchos de la provincia de Buenos Aires, dijo que iban a proponer una ley para bancarizar los aportes y hacerlo más transparente. El periodista le había aclarado en su pregunta que en la elección de 2017, Unidad Ciudadana presentó su declaración de campaña con más del 90 por ciento de sus aportes bancarizados. En cambio, Cambiemos había presentado todo en efectivo. Más turbio imposible. Los que necesitan la ley son ellos mismos.

Y para terminar, una lista corta de las grandes verdades del macrismo: "No nos está yendo mal" (111 por ciento de inflación desde que empezó el gobierno); "vamos a trabajar con transparencia" (causas por offshore, por el Correo y los aportes truchos bonaerenses), "sinceridad" ("lamento cada uno de los miles de despedidos") y "respeto a los derechos humanos". Quedó en el aire la pregunta por los derechos humanos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.





miércoles, 9 de mayo de 2018

Al Fondo y a la derecha… @dealgunamanera…

El retorno de la Argentina al FMI



El presidente Macri aprovecha el temor que se extendió en la sociedad por la crisis que provocaron las medidas de su gobierno, para disciplinar y ajustar aún más a los sectores de menos recursos. La vuelta del FMI confirma la vuelta a los 90.

© Escrito por Luis Bruschtein el miércoles 09/05/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“El FMI erró en particular en el período pre-crisis, soportando las debilidades fiscales pronunciadas del país, aún cuando era evidente que a finales de los ‘90 la disciplina fiscal y las reformas estructurales estaban ausentes”, dice un informe del FMI del 2004 para explicar la crisis del 2001. Además, el documento resaltó que “la supervisión del FMI y sus condiciones fueron débiles y por eso la deuda pública creció, disminuyendo la habilidad de las autoridades para usar contracíclicamente la política fiscal”.
                                                                 
El menemismo y la Alianza habían creado las condiciones para la crisis del 2001-2002 por seguir los lineamientos del FMI, una crisis que destruyó la economía, la peor en la historia del país. Las crisis de ese período a nivel mundial tuvieron algunos elementos comunes. En primer lugar fueron precedidas de un boom que implicó la entrada masiva de capitales y en segundo lugar, estos capitales se fueron repentina y masivamente. Con las Lebac, Mauricio Macri convocó en masa a capitales especulativos. Y ahora su salida implicaría un derrumbe similar o peor al de 2001. Esto ha sido la crónica de una crisis anunciada.

Otro elemento en común: Menem y De la Rúa coincidieron al buscar como tabla de salvación a Domingo Cavallo y al FMI. Fueron una verdadera garantía, pero para el desastre. Los dos gobiernos, entre la convertibilidad de Cavallo y los ajustes del FMI, cultivaron las condiciones para la explosión de 2001-2002. En 1998, el FMI ponía como ejemplo ante el mundo a la economía argentina y calificaba a Menem como “nuestro mejor alumno”, al mismo tiempo que la economía entraba en un pico de recesión –del que sólo se repuso varios años después con el kirchnerismo– y la deuda externa crecía en forma acelerada. Era un año preelectoral y el gobierno menemista se había mostrado efectivamente como su mejor alumno. Fue una forma de intervenir en política a favor de Menem. Cuando apenas asumió al año siguiente, Fernando De la Rúa demostró que no había ninguna diferencia con su antecesor y entonces el FMI le dio el blindaje y le permitió el maquillaje de una situación que ya era explosiva.

En el 2004, después que la economía de su mejor alumno se fue al demonio, el FMI se hizo una autocrítica. Pero no por haberse equivocado al imponer los lineamientos que habían llevado al desastre y haber errado todos los diagnósticos y no haber previsto la dimensión de la crisis. Su autocrítica fue por no haber sido más exigente en el cumplimiento de sus condiciones. Quería más ajuste –en un país que ya estaba muy ajustado– y exigía que se cambiaran las leyes de jubilación. 

El recorte de las jubilaciones está siempre en las exigencias del Fondo. Hay una insistencia particular en este tema. Muchos de los jubilados que votaron a este gobierno –y los que no lo votaron– ya están sintiendo los rigores de estas políticas antiprevisionales con el recorte del índice de actualización. Lo sufrirán más con la alta inflación. Lo siguen sufriendo con el aumento de los remedios. Y en el futuro inmediato lo volverán a sufrir con las seguras restricciones que impondrá este regreso de la “supervisión” del organismo financiero internacional.

El retorno del Fondo a la Argentina es una victoria del mundo financiero internacional al que representa. El gobierno kirchnerista fue muy crítico del papel que había tenido el FMI en la crisis del 2001-2002. Al igual que Lula en Brasil, en el 2006 Néstor Kirchner pagó la deuda de 9 mil millones de dólares con el Fondo y cortó cualquier intervención del organismo en la economía del país. Fue una derrota fuerte para el Fondo de la que ahora se recupera gracias al macrismo y los radicales. El precedente había sido Cuba, que en 1964, tras pagar su deuda, se retiró del organismo (en realidad, la terminó de pagar cuando ya se había retirado). Ni Lula ni el kirchnerismo volvieron a pedir prestado ni a permitir el control sobre sus economías.

En la historia, el FMI ha respaldado e impuesto dictaduras y gobiernos derechistas latinoamericanos y ha tratado de frenar las medidas de distribución del ingreso y las mejoras sociales a las que visualiza como un gasto innecesario. Este retorno del FMI es coherente con el pensamiento del macrismo y su campaña de desprestigio y difamación de las políticas populares. Seguramente se hubiera producido sin necesidad de esta crisis de inflación, devaluación, tarifazo y fuga de capitales.

Y ¡ojo!: decir que el FMI no dejará caer la economía argentina porque no le conviene después de su fracaso del 2001 y del kirchnerismo, es lo mismo que decir que “estos no roban porque son ricos”. Al FMI tampoco le convenía la crisis que estalló en el 2001 y sin embargo sucedió. Con esta decisión, Macri aprovecha el temor que se extendió en la sociedad por la crisis que provocaron las medidas de su gobierno, para disciplinar y ajustar aún más a los sectores de menos recursos. La vuelta del FMI confirma la vuelta a los ‘90. Al Fondo y a la derecha: el inodoro.


sábado, 3 de diciembre de 2016

El Líder… @dealgunamanera...

El Líder…


“¡Yo soy Fidel!” “¡Yo soy Fidel!” “¡Yo soy Fidel!” Se extendió de a poco, primero fue uno, después varios y al final el grito se apoderó de cientos de miles de gargantas el martes en la Plaza de la Revolución hasta convertirse en la consigna que ahora repite el pueblo al paso de la cureña que atraviesa Cuba con las cenizas de Fidel. Los oradores habían hablado de que muchos se preguntan en el mundo lo que pasará ahora en Cuba sin su enorme líder. Y la respuesta fue ese grito que bajó de la multitud y ahora se extiende de La Habana a Santiago.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 03/12/2016 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La impresionante despedida del pueblo cubano, con el nombre de Fidel pintado en sus caras, en sus vinchas y en sus banderas, la tristeza, el respeto, no ocultan los problemas que pueda afrontar ese mismo pueblo y el gobierno cubano, pero al mismo tiempo se convierte en otra desmentida a la propaganda de Miami y sus medios. La revolución no puede ser inmutable y deberá encontrar el camino de sus transformaciones, pero el proceso revolucionario tiene raíces que los cubanos ya reconocen como parte de su acervo.

El argumento por el que Mauricio Macri no participó en las exequias del líder latinoamericano fue que solamente asistirían los presidentes que tenían una relación personal con Fidel. La canciller Susana Malcorra encabezó la delegación argentina y participó el martes en la impresionante despedida del pueblo habanero. Se dijo que se había retirado antes del final, lo que se desmintió. En cambio la vieron hablar largo y tendido con el canciller brasileño José Serra, un hombre que pasó de la ultraizquierda a la ultraderecha, aspirante frustrado a la presidencia de su país, siempre derrotado por la izquierda hasta que, gracias al golpe parlamentario que derrocó a Dilma Rousseff, se convirtió en canciller de Michel Temer, un presidente sin respaldo popular y de dudosa legitimidad.

Es difícil saber de qué hablaron, pero es conocido que los gobiernos derechistas de Argentina y Brasil se han convertido en piezas de la política exterior norteamericana para aislar y presionar al gobierno de Nicolás Maduro. El jueves se anunció que vencía el plazo de Venezuela para adaptarse a los requisitos técnicos establecidos por el Mercosur. Finalmente, se anunció ayer de manera oficial que habían suspendido su participación en el bloque  regional. Con el final de la Guerra Fría, la confrontación con la Revolución Cubana había dejado de figurar en las prioridades del Departamento de Estado, para ubicar en su lugar a la principal reserva de hidrocarburos del mundo, que además se había convertido en el principal aliado de Cuba. Susana Malcorra y José Serra, discutiendo los detalles de la ofensiva contra Caracas en La Habana, con el marco de la última despedida del pueblo cubano al líder de la revolución, aparece como una expresión de los nuevos tiempos.

Los cancilleres Malcorra y Serra, más los de Paraguay, Eladio Loizaga y Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, firmaron el comunicado sobre la suspensión de Venezuela, dirigido a la canciller de ese país, Darcy Rodríguez, documento que no fue entregado en Caracas sino en la sede del Mercosur en Montevideo. Se pretendió ocultar detrás de argumentos tecnicistas una decisión  esencialmente política. El plazo se podría haber ampliado porque Venezuela ha demostrado su interés en el Mercosur y ha avanzado en el cumplimiento de la mayoría de esas normas. Con otros gobiernos en Argentina y Brasil, ese plazo se hubiera estirado, pero la derecha que gobierna ambos países, más que en la integración, está interesada en que Estados Unidos pueda controlar en el corto plazo la principal reserva de petróleo del planeta.

Si se echa a un país que tiene un gobierno de izquierda simplemente porque en los demás países, sobre todo en Argentina y Brasil, sus gobiernos son de derecha, el Mercosur no tiene destino. Aunque los gobiernos de Macri y Temer, a los que se sumó con entusiasmo el paraguayo Horacio Cartés y, un poco a desgano, el uruguayo Tabaré Vazquez, buscaron una excusa técnica para sostener esta decisión, han sentado un precedente letal para la integración latinoamericana a partir de esta suspensión por motivos políticos.

Los gobiernos populares y progresistas que durante la década pasada impulsaron ese camino subrayaron siempre que la coincidencia política de ese momento en la región era un factor favorable para la integración, pero que no debía convertirse en requisito indispensable. Esos gobiernos aceptaban el pluralismo, incluían la perspectiva de que participaran jugadores de derecha.

Los que ahora controlan el Mercosur demostraron que los gobiernos de derecha no toleran a otros gobiernos de izquierda y que anteponen la afinidad ideológica a la integración regional. La suspensión de Venezuela deja una conclusión peligrosa: si los gobiernos populares y de izquierda aceptan el pluralismo y los de derecha no, quiere decir que con la derecha la integración es imposible y que la única posibilidad de transitar ese camino será en la medida que haya gobiernos populares. Pero son razonamientos contagiados del que primó en la suspensión de Venezuela, y que terminan por habilitar la intervención foránea en los asuntos internos entre países vecinos. En vez de integrar, son líneas de acción que separan y aíslan. El único proceso de integración posible es desde el pluralismo, lo que debería ser aceptado por la derecha y defendido por el progresismo tibio que muchas veces no lo hace por temor a la confrontación o porque cede rápidamente a las presiones.

Es abominable imaginar que esta agresión a Caracas se haya empollado en el homenaje a Fidel. La gran figura del jefe revolucionario se convirtió en el paradigma de liderazgo en procesos populares. Es quizás el más sobresaliente por su proyección mundial, pero todos los movimientos emancipadores han proyectado referentes similares que son despreciados, temidos y combatidos por la derecha y muy cuestionados por cierto progresismo que lo visualiza como una suerte de alienación del individuo ante la figura del líder.

Perón, el gran líder de masas en Argentina, dijo que “la organización vence al tiempo”. Parece un contrasentido porque el fuerte del peronismo no había sido tanto su organización como su liderazgo. Y no tanto por el contenido que también aporta su carga, sino porque la figura de ese liderazgo constituye una herramienta de unidad y confluencia popular que es la única fuerza que tienen.

La gran disputa en el campo de lo cultural y lo simbólico está dada entre un discurso que tiende a segmentar y aislar, nada de asociación vecinal, de sindicatos, de participación política, nada de pueblo, sólo individuos, nada de Nación, nada de Latinoamérica o integración regional. Frente a otro discurso que busca defender, recrear, y construir identidades desde la del vecino a la del trabajador, identidad de pueblo, de Nación y latinoamericanismo, generar conciencias colectivas, de solidaridad y comunitarias. El primero es el discurso que busca la opresión, desarmar intereses populares, dividir y aislar para prevalecer. Uno que aísla frente a otro que integra, uno que hace recelar del vecino o del compañero y del extranjero, y otro que los incorpora. Uno que divide y excluye frente a otro que unifica e incluye.

El discurso que profundiza en la fragmentación de la sociedad, que es el discurso del poder económico, es hegemónico a través de los grandes medios de comunicación que han instalado el desprecio por la política, los gremios y la militancia juvenil, que han estimulado el egoísmo para dividir y enfrentar a la sociedad en castas, estamentos, jerarquías y categorías fantásmicas, y han tratado de destruir los liderazgos populares con persecución y difamación. Ha sido así en la historia. El arma principal de los movimientos populares es su resistencia  a la fragmentación, su masividad y su convocatoria, un rasgo que ha sido más fluctuante que permanente. Son los lenguajes que movimientos emancipadores y sectores del privilegio han enfrentado en la historia. El liderazgo que surge en esos movimientos con sobrecarga de identificación y afecto, más respeto y agradecimiento, surge de esa necesidad de convocar y unir por encima de particularidades y diferencias instaladas y agrandadas por el discurso fragmentador, disgregador y desculturizante. No es un fenómeno “primitivo” como lo desprecia un sector del progresismo tibio, sino que por el contrario ha sido la herramienta popular más importante para desnivelar esa relación de fuerzas tan desfavorable.

En los doce años de gobiernos kirchneristas surgieron liderazgos populares en todo América Latina: Lula, Evo, Correa y Chávez, que en Argentina estuvieron referenciados por Néstor y Cristina Kirchner.

Cada uno de ellos tiene su particular relación con las clases y personas que representan y mecanismos propios y diferentes de articulación de esos liderazgos. Pero representan fuerzas movimientistas. Son referentes de un magma social lleno de diferencias y particularidades que son capaces de diluir por la convocatoria de ese liderazgo. Aunque en la historia de los pueblos estos liderazgos, que se constituyen en grandes motorizadores del progreso, no se producen fácilmente ni son tan comunes. La historia siempre tiene la última palabra. Pero lo que ha demostrado hasta ahora es que la figura de estos liderazgos como grandes emergentes de los movimientos sociales han prevalecido sobre los ataques más destructivos e incluso sobre quienes no los entendieron.







sábado, 19 de marzo de 2016

Los 100 días… @dealgunamanera

  Los 100 días…


El PRO no se preparó para ganar y el Frente para la Victoria ni se imaginaba que iba a perder. El resultado es malo para el país. Aunque las encuestas verdaderas ya permitían vislumbrar el resultado, las dos fuerzas estaban instaladas en su rol de oficialismo y oposición. Sus estrategias y políticas se estructuraban en esos roles. Los que estaban en la Rosada presuponían que su plan de gobierno se podía trasladar en forma automática en el remoto caso de que pasaran a la oposición. Desde la oposición, el PRO pensaba lo mismo pero al revés. Pero no es tan fácil en ambos casos.

© Escrito por Luis Bruschtein el sábado 19/03/2016 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


Parece un chiste la forma en que ahora los macristas defienden lo que antes bombardearon, como el secreto del acuerdo con Chevron, o ver las visitas a regañadientes de Macri a la ex ESMA o las críticas sin convicción al sector empresario por los aumentos en los precios. Ninguno tenía plan B y los problemas se van resolviendo sobre la marcha. Un resultado de esta situación de improvisación inevitable fue la negociación apresurada con los fondos buitre y sus malos resultados. Y la oposición quedó presa de las situaciones de hecho que va creando el oficialismo. No hay agenda opositora más allá de lo que dejan entrever los forcejeos y reacomodos de una interna donde los melones no terminan de acomodarse.

Es el momento de mayor fuerza del macrismo y el de mayor debilidad para el FpV. 49 a 51 fue el resultado, pero en la realidad esa proporción no duró ni un día. El triunfo fortalece y la derrota debilita, aunque la diferencia haya sido mínima. Así es la ley. Una parte importante de ese 49 por ciento que votó a Daniel Scioli, tras la derrota abrió una expectativa a favor del nuevo gobierno. Pese a la escasa diferencia del resultado electoral, a la semana el gobierno de Macri llegaba hasta casi el 70 por ciento de imagen positiva. Inmediatamente empezó a descender.

Al cumplirse los primeros cien días de gobierno –se toman como un simbólico período de gracia por experiencia histórica–, esa proporción es más o menos la misma que la del resultado electoral, pero con una carga diferente. Cada vez menos los problemas se identifican con la administración anterior, como sucedía en el resultado electoral y cada vez más comienzan a estructurarse con Macri como responsable. El horizonte no es bueno para el macrismo que perdió en estos cien días casi todo el plus que le había concedido el triunfo electoral.

Para la oposición, el balance tampoco ha sido positivo porque en estos cien días no ha podido encontrar un eje que la ordene en su nuevo lugar y quedó entrampada en la aceptación o el rechazo de lo que genera el gobierno. Para la característica volcánica del peronismo, esta podría considerarse una transición en calma hacia la oposición. Después de una derrota ha podido preservar el debate en su interior sin volcarlo al escenario general. Pero permanece en un clima de desconfianza, pases de factura y detonación de viejas inquinas al que se suma la necesidad de gobernar para los que tienen una gestión a su cargo, ya sean gobernadores o intendentes. En esta situación de desconcierto mutuo sale favorecido el macrismo, que encuentra en el gobierno más herramientas para la acción, desde la famosa caja con la que aprieta a los gobernadores, hasta la capacidad de una mayor iniciativa política.


El proceso que culminó en el acuerdo con los fondos buitre puso de manifiesto que el macrismo había tomado como prioridad este tema, pero sin diseñar una estrategia de negociación. El planteo se reducía a cerrar el diferendo. No a negociar. Los representantes argentinos simplemente aceptaron pagar lo que estipulaba el fallo del juez Thomas Griesa. Pero lo hicieron con tal impericia que no pudieron reaccionar cuando los buitres les corrieron el arco como habían hecho en las negociaciones anteriores. Fue una actitud ideologizada porque este gobierno tiende a pensar como lo hacen los ejecutivos de las financieras cuando negocian con los Estados, (son despreciativos y desconfiados de los funcionarios, no de los buitres) no piensan como debería hacerlo un Estado cuando negocia con estos fondos.

Por ideologizar de esta manera fueron incautos y nunca pensaron que esos fondos iban a aumentar sus reclamos y condiciones cuando vieran flaqueza del otro lado. Y la impericia fue mostrarse dispuestos y urgidos, vulnerables. Se la dejaron picando. Fue una mala negociación porque no pensaban negociar y fueron forzados a hacerlo sin tiempo porque estaban apurados por cerrar. Con este acuerdo se les paga más, incluso, de lo que ellos esperaban, y queda abierta la posibilidad de que esos mismos fondos pleiteen contra el país en base a los bonos ya reestructurados que ellos también poseen.

La razón del apuro fue la urgencia por reendeudarse. Ya se tomaron cinco mil millones de deuda y ahora se tomarán otros doce mil millones más. Esa enorme cifra es nada más que para pagar deuda. Ni un solo peso para reactivar a una economía que tras las medidas del gobierno se lanzó en picada al abismo de la recesión. En forma inminente tendrá que tomar más deuda. Los gobernadores han demostrado que respaldarán cualquier acuerdo que les permita endeudarse rápidamente para zafar del cepo que les pone el gobierno de Macri con la canilla del financiamiento.

Aunque el FpV no ve con buenos ojos esta decisión, los gobernadores de esta filiación asumen la posibilidad de endeudarse y la devolución del 15 por ciento de la coparticipación, como una vía que los independiza del gobierno central. En el caso de los gobernadores están entre la espada y la espada: pierden en lo inmediato si se oponen y pierden también si respaldan el acuerdo con los buitres.

Desde el kirchnerismo se pensó que el pago a los buitres establecería una línea divisoria, pero la realidad es más compleja y plantea sus urgencias. Por el otro lado, lo real es que el endeudamiento indiscriminado termina siendo un gol en contra. Con todas las restricciones que tenían en los mercados financieros, los gobiernos kirchneristas sumaron ahorro propio y alguna deuda, pero con organismos internacionales, y realizaron la mayor cantidad de obra pública de los últimos cincuenta años. Ese megaplan de obra pública se hizo con muy poca deuda.

Es paradójico, pero al macrismo le ha ido mejor en la política que en la economía: a pesar de ser minoría en el Congreso, consigue respaldo para medidas económicas que después no funcionan como esperaban. Pasaron los tres meses de gobierno y no han llegado las inversiones masivas del exterior, sacaron las retenciones y los productores rurales igual especularon para rendir sus dólares, devaluaron y los formadores de precios llevaron los precios a las nubes.

De la inesperada hiperactividad macrista de estos cien días no hubo una sola medida que favoreciera a los sectores de menor poder adquisitivo. La imagen de “gobierno de los ricos” –sin sentido peyorativo sino puramente descriptivo– empieza a circular en la sociedad como una síntesis que define al macrismo.

Al peronismo y al kirchnerismo les está resultando difícil encontrar el eje que los estructure en la oposición, aunque no hubo dispersión ni grandes divisiones. La salida de los 14 diputados del Bloque Justicialista resultó finalmente una sangría mínima que sirvió más para favorecer al macrismo que para debilitar al FpV. Hasta ahora predominaron el desconcierto y las recriminaciones o la búsqueda de chivos expiatorios de la derrota. Algunos intendentes aprovechan sus litigios territoriales para apuntarle a un Martín Sabbatella también hiperactivo. Otros apuntan a La Cámpora, que a su vez atraviesa una situación interna de inquietud.

Pero todas estas expresiones se asemejan más a los reacomodos lógicos en las nuevas relaciones de fuerza que a divisiones internas. Por esa característica el debate interno es pobre y no surgen de allí lineamientos que los ordenen. Kirchneristas y no kirchneristas están condenados a convivir si quieren generar una alternativa de poder en una situación económica muy deprimida que a mediano plazo se los va a reclamar. En vez de líneas divisorias tienen que encontrar un encuadre de reglas de juego y circulación de las decisiones para esa convivencia y recoger los nuevos reclamos de la sociedad para construir desde allí el rol de oposición política.