Mostrando las entradas con la etiqueta Miguel A. Pichetto. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Miguel A. Pichetto. Mostrar todas las entradas

domingo, 5 de mayo de 2024

El Gobierno. Vieja casta, viejos vicios… @dealgunamanera...

El Gobierno. Vieja casta, viejos vicios…

La ‘voz’ de los libertarios, Nicolás Posse. Dibujo: Pablo Temes.

Los primeros meses de gestión tuvieron elementos en común: falta de operatividad y destrato a los profesionales que se incorporaron.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 04/05/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

Hubo aplausos en la reunión de gabinete del jueves pasado que formalmente encabezó el jefe de Gabinete, Nicolás Posse –más conocido como “el Mudo”, según el apelativo de amplia circulación por los pasillos del poder– pero que, en los hechos, fue manejada por “el Jefe”, es decir Karina Milei. Las internas en el seno del Gobierno se incrementan día a día.

Las críticas al jefe de Gabinete son continuas. Habrá que prestarle atención a la exposición que hará en los próximos días en la presentación del informe que debe hacer ante los senadores. Su figura se ve opacada por la intensidad de Santiago Caputo, que ha conformado un tándem con el ministro del Interior, Guillermo Francos. Ambos tuvieron un rol destacado en las conversaciones con los sectores dialoguistas de la Cámara baja. Las internas no solo se viven en el seno del Poder Ejecutivo. En el Congreso, el oficialismo muestra pujas por doquier. Por eso el bloque está tan deshilachado como producto de relaciones humanas muy complejas. “Todo se hace más difícil cuando la cúpula del poder parece estar blindada por dos o tres personas y las órdenes se bajan verticalmente, como si fuésemos soldados. Está claro que alguien debe tener la última palabra pero el ejercicio de la cohesión y la camaradería sigue estando ausente”, graficaron en el despacho de un legislador. Esto no será un problema mayor mientras los resultados sigan siendo positivos pero puede resultar un boomerang en época de vacas flacas.

Algo más que discursos

El motivo de la euforia actual fue la media sanción que la Cámara de Diputados le dio al proyecto de ley Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos. La así llamada “ley ómnibus”, devenida en “ley minibús”, constituye el instrumento esencial que necesita el Gobierno para avanzar con su gestión. “Lo que se aprobó es lo posible”, reconoció un conspicuo miembro del Poder Ejecutivo. Ese es un dato de la realidad política que refleja los límites que tiene Javier Milei. La expresión más brutal de ese hecho la reflejó Federico Sturzenegger –el padre del mamotreto hecho proyecto de ley–, que puso blanco sobre negro lo que representa lo aprobado en la maratónica sesión legislativa del martes: sindicatos 1-Milei 0.

Efectivamente, el corazón de la reforma laboral se fue a la basura. Los sindicatos festejaron en silencio la continuidad de los aportes solidarios que cada trabajador debe hacer a su gremio aunque no esté afiliado. Lo mismo ocurrió con la ausencia de sanciones a los bloqueos empresariales. Entre otras cosas, la llamada caja sindical ha quedado intacta. “Ese era el límite para garantizar la paz en la calle. Más allá del paro agitado por Pablo Moyano, los muchachos se quedaron más tranquilos”, atinó a decir una fuente cercana a la CGT sin ponerse colorada. Para que se vea con mayor claridad. El último borrador incluía un capítulo laboral muy parecido al DNU 70, por eso los sindicalistas exigieron encontrarse con Santiago Caputo y con el diputado Miguel Ángel Pichetto, y acordaron la marcha atrás del oficialismo. Los artículos de modernización laboral eran 58 y quedaron solo 16, sin la presencia de los puntos objetados por la CGT. No significa que lo que quedó no sea importante. Lo que sobrevivió fue el intento de quitarles a esos dirigentes sindicales el privilegio y el poder que les da el manejo de las multimillonarias cajas de las cuales viven y con la cuales mantienen su poder. Ese era un objetivo importante de la reforma que, una vez más, quedó archivado. Es lo mismo que les pasó a los expresidentes Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa.

La media sanción del proyecto de ley fue producto de la negociación. Es otra de las moralejas que dejó el trámite parlamentario. El agradecimiento del presidente a Miguel Ángel Pichetto, a Cristian Ritondo y a Rodrigo De Loredo es una muestra inequívoca de ello. Pichetto está llamado a tener un creciente protagonismo a lo largo del mandato de Milei. Por las dudas, ya se ocupó de quitarle dramatismo a la posible vuelta a Diputados del proyecto de ley si es que en el Senado se aprueba con modificaciones.

Disonancia cognitiva

La negociación en la Cámara alta será ardua. El kirchnerismo se juega una carta clave: si alguno de sus integrantes no cumple con la orden de cerrar filas que ha bajado Cristina Fernández de Kirchner, la mengua de su poder se acentuará. Su reaparición en Quilmes mostró esa decadencia y una necesidad, cuya consecuencia es la interna que crece con Axel Kicillof, a quien se encargaron de ningunear, impidiéndole estar en el escenario para que no pueda ganar protagonismo. El kirchnerismo duro está malherido y sus movimientos internos apuntan a la cristalización de una nueva figura que, por ahora, se parece bastante al gobernador de la provincia de Buenos Aires. No está dicha la última palabra pero la puja con Máximo Kirchner sigue abierta y las desprolijidades en el seno de núcleo K continúan a la orden del día.

Tampoco en el oficialismo son demasiado puntillosos. Los primeros meses de mandato han dejado un denominador común en distintos ministerios: falta de operatividad y destrato por los profesionales que se han incorporado. En algunos casos las mañas de la política sucia propia de la casta que se dice combatir recayeron en gente calificada a quien se utilizó deliberadamente para ajustar personal, ordenar secretarías y direcciones, y luego fue dejada en la calle para que sus puestos sean ocupados por los amigos del poder. Más casta no se consigue.

Cuando la política se humanice, los viejos vicios podrán empezar a cambiar de verdad.



    


domingo, 4 de febrero de 2024

De ómnibus a minibús… @dealgunamaneraok...

 De ómnibus a minibús…  

Meter balas en el protocolo, Patricia Bullrich Pueyrredón. Dibujo: Pablo Temes.

Todo lo que ocurrió en los tres días de sesiones en Diputados era previsible. Habrá que seguir negociando. 


© Escrito por Nelson Castro el sábado 03/02/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


“Bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos” pasó de ser un proyecto de ley ómnibus a ser un proyecto de ley minibus. La sanción en general, por parte de la 
Cámara de Diputados augura nuevos cambios y /o recortes en la votación en particular. Lo evidencia la decisión de postergar el tratamiento de cada uno de sus artículos hasta el próximo martes. 
 
Habrá que seguir negociando. Todo lo que ocurrió a lo largo de los tres días de sesiones en los que se discutió el proyecto era previsible. A decir verdad, lo que hubo en el plenario de la Cámara baja no fue un debate sino una serie de peroratas interminables en la que, en medio de chicanas e invectivas, muchos decían cualquier cosa. Algunos dieron vergüenza. Lo marcó muy bien Miguel Ángel Pichetto que, de lejos, fue el mejor en cuanto a su conocimiento de la mecánica de funcionamiento de la Cámara y de la legislación. 

Fue malo lo del kirchnerismo que, fingiendo demencia, se expresó como si nada tuviera que ver en la catástrofe por la cual atraviesa la Argentina. ¿Podía esperarse otra cosa? Lo primero que deberían haber hecho es pedir disculpas por la horrorosa gestión de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa.    

Milei presidente es la evidencia categórica del fracaso del kirchnerismo.

La pauta de esa realidad por ellos ignorada la tuvo Máximo Kirchner durante la pantomima que protagonizó en la noche del jueves cuando, durante los incidentes entre el grupúsculo de manifestantes que intentaban cortar las calles que enmarcan a la Plaza del Congreso, salió a la calle para hacer no se sabe qué y recibió críticas encendidas por el desastroso gobierno del que fue parte. Milei presidente es la evidencia categórica de ese rotundo fracaso. Por otra parte, los legisladores de Unión por la Patria tanto en Diputados como en la reunión de Comisión del miércoles en el Senado, donde el ahora oficialismo no pudo obtener dictamen para la modificación de la ley de Prevención de Lavado de Activos, se mofaban de lo difícil que le resulta a sus pares de La Libertad Avanza y Unión PRO, alcanzar sus objetivos. Chicanas propias de un grupo de alumnos del colegio secundario.  

Fue –como siempre– malo lo de los partidos de izquierda y los movimientos piqueteros, una mixtura para la cual el gran triunfo era poder cortar la calle. A medida que fueron pasando los días, la cantidad de gente que participó fue disminuyendo de manera apreciable. Ello permitió identificar muy bien a los violentos que se dedicaron a romper baldosas y cordones para agredir a las fuerzas de seguridad. Eran verdaderos provocadores cuyo objetivo era generar un accionar descontrolado de la Policía, la Prefectura, la Gendarmería y la Policía de Seguridad Aeroportuaria. La medida de la falta de apoyo a esta metodología, la dio la actitud de los automovilistas de transitar por la zona no bien se despejaba. Como se ha repetido una y mil veces en esta columna, el derecho a protestar y manifestarse contra un gobierno es absolutamente legal y legítimo, y forma parte de la esencia de la vida en democracia. Ese derecho debe ser ejercido con métodos legales. Cortar una calle, una ruta, una vía, no lo es; el vandalismo tampoco. 

Fue malo lo del Gobierno. Creyó que se podía llevar por delante todo y a todos

Fue malo lo del Gobierno. Creyó que se podía llevar por delante todo y a todos. El 56% de los votos no le da derecho a hacer cualquier cosa. Ese pensamiento es el mismo que tuvo CFK cuando fue reelegida en 2011 con el 54%. 

Hay errores conceptuales profundos en 
Javier Milei y el círculo áulico que lo rodea: uno es considerar que ser fuerte significa que a los que no piensan como ellos hay que agredirlos y tratarlos como enemigos y corruptos; el otro, creer que las únicas ideas buenas son las suyas. Sin embargo, nada de esto los preocupa. Están convencidos de que la magnitud del desprestigio de la dirigencia política es tal que, que es mejor estar lo más lejos posible de ellos.  

El Gobierno ganó el primer tiempo de un partido largo y complejo que aún no está terminado. En gran medida se aprovechó de una oposición absolutamente dividida y fragmentada. Aún así, para lograrlo tuvo que ceder y negociar. Lo que cedió no fue poca cosa: ni más ni menos que el paquete fiscal, que es el corazón del programa económico que lleva adelante 
Luis Caputo. Al día de hoy,  nadie sabe cuándo esto podrá ser tratado.  

En las cercanías del ministro tienen la convicción de que, tarde o temprano, serán los gobernadores los que pidan algunas de las medidas propuestas en el capítulo impositivo eliminado de la ley. Por eso en el Ministerio de Economía se trasunta un clima de optimismo. Hay dos datos positivos que les dan aliento: el aumento de las reservas del Banco Central y una caída del índice de inflación de enero que las consultoras están ubicando alrededor del 20%. La contracara de esto es la recesión que no durará poco tiempo. La caída en la actividad económica arrastra como consecuencia directa la falta de generación de nuevos puestos de trabajo.

La gente está aguantando como puede. Sin embargo, en el Gobierno permanecen inmutables. Aquellos a quienes les toca negociar, tienen algo más de autocrítica. Lo dicen en voz baja porque temen la ira de sus pares de paladar negro, dentro de la Libertad Avanza. Un empresario dio la alerta al describir lo que percibe como contraproducente para la gestión: “Una cosa es mostrar firmeza ejemplificadora y otra muy distinta es echar un ministro a los 60 días de iniciado el Gobierno. Si continúa esa inestabilidad terminará generando dudas respecto a la presencia de interlocutores válidos. Si hablás con alguien pensando que su gestión puede durar lo que canta un gallo, entonces la confianza se rompe”.

Argentina intenta ponerse de pie; pero deberá recorrer un largo camino a prueba y error con un gobierno que transita los vaivenes del aprendizaje constante.



   

sábado, 3 de febrero de 2024

Ley Ómnibus: uno por uno, cómo votó cada diputado y cada bloque el proyecto de Milei... @dealgunamaneraok...

Ley Ómnibus: uno por uno, cómo votó cada diputado y cada bloque el proyecto de Milei. 

La Cámara Baja aprobó en general el proyecto de "Ley Bases" enviado por Milei. Imagen: Prensa Diputados. 

El oficialismo consiguió la aprobación con el apoyo de la oposición dialoguista. El trámite parlamentario tendrá una segunda etapa el martes desde las 14.30,  con el tratamiento en particular de cada artículo.   

© Publicado el viernes 02/02/2024 por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.    

En una sesión que quedará marcada en la historia legislativa de Argentina, la Cámara de Diputados aprobó por mayoría (144-109) la Ley Ómnibus, una legislación integral que aborda una amplia gama de temas cruciales para el país. La votación fue respaldada por los referentes de Hacemos Coalición Federal, encabezados por Miguel Ángel Pichetto y Ricardo López Murphy. También lo acompañó el sector de la UCR liderado por el cordobés Rodrigo De Loredo, y el bloque del PRO, representando por Cristian Ritondo. El debate parlamentario tendrá una segunda etapa el martes desde las 14.30, en el tratamiento de los puntos particulares de la norma

Ley Ómnibus: se aprobó el proyecto en general en Diputados

La Cámara de Diputados aprobó en general el proyecto de Ley Ómnibus enviado por Javier Milei. En este contexto el PRO, la UCR, Hacemos Coalición Federal e Innovación acompañaron con su voto al oficialismo. 

Por otra parte, la oposición, liderada por el jefe de bloque de Unión por la Patria, Germán Martínez, manifestó la falta de claridad en una votación atípica por la falta de  dictamen que dé cuenta de la letra final del proyecto de la Ley Ómnibus y afirmó que "el 95 por ciento de lo que estamos acá sentados nos sabemos lo que se va a poner en consideración a la hora de votar". 

Así votó cada bloque de diputados la Ley Ómnibus:

La votación afirmativa fue liderada por diputados de Hacemos Coalición Federal, La Libertad Avanza, UCR - Unión Cívica Radical, Pro, Innovación Federal, y Avanza Libertad.


Por otro lado, diversos bloques y diputados expresaron su
rechazo a la Ley Ómnibus del gobierno. Entre los partidos que votaron en contra se encuentran Unión Por La Patria, Frente de Izquierda y de Trabajadores y Hacemos Coalición Federal.

El resultado de la votación reflejó la diversidad de opiniones y enfoques dentro del ámbito legislativo respecto de una ley que da amplias libertades al presidente para definir políticas en áreas clave.

Las bancadas que facilitaron el trámite parlamentario confiaron en que en el tratamiento de los aspectos particulares haya acuerdos. Sectores del PRO y del radicalismo destacaron la necesidad de hacer cambios en algunos puntos, como las privatizaciones, el impuesto PAIS y el endeudamiento.

La discusión en torno a la "Ley Bases" continuará el martes próximo, mientras se esperan más reacciones de diversos sectores de la sociedad.



   

domingo, 31 de diciembre de 2023

Las formas importan.... @dealgunamaneraok...

 Las formas importan…

Javier, la ira de Dios. Dibujo: Pablo Temes.

Ante tanta fragilidad política, el gobierno debe cuidar no solo el contenido de sus medidas.    

© Escrito por Nelson Castro el domingo 31/12/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.  


Todo transcurre en medio de una vorágine pocas veces transitada. Desde ese punto de vista no hay sorpresas. Es lo que Javier Milei había prometido. Eso no significa que sea lo ideal. Acierta el gobierno cuando exhibe acción. Eso indica que, efectivamente, tiene un plan. Se equivoca cuando pretende imponer una noción de que la cosa es a todo o nada, lo que en el ámbito de la política es decididamente malo.

Tanto el Decreto de Necesidad y Urgencia como el proyecto de Ley para las “Bases y punto de partida para la Libertad de los Argentinos”, demuestran que el equipo que encabeza Federico Sturzenegger trabajó durante muchos meses con todo detalle sobre una impresionante diversidad de temas. Más allá de lo que marca la Constitución Nacional. Pretender evitar la participación del Congreso en alguno de los puntos del DNU, es afectar su vigencia en el tiempo. Lo que se pretende imponer de un plumazo, se puede también derogar de un plumazo. Sería aconsejable que en el entorno de Milei esto se entendiera bien.  

El envío del proyecto de ley al Congreso sorprendió a varios funcionarios del gabinete nacional. Entre ellos, los que estaban dialogando con el secretariado general de la CGT. Por eso, el Presidente hizo una mala lectura de la realidad ya que había un diálogo subterráneo con el sindicalismo, con cierto grado de acuerdo con varios de ellos. Ese puente se rompió aun cuando, la fecha del 24 de enero, fijada por la central obrera para el paro general, deja abierta la ventana a una eventual negociación. En este punto, es menester hacer una reflexión sobre la foto que dejó la presencia de Héctor Daer, Pablo Moyano y compañía en el escenario del salón Felipe Vallese en la que anunciaron la medida de fuerza. Es una foto sepia que atrasa y, el hecho de que durante los cuatro años del desastroso gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, Sergio Massa y Alberto Fernández –el orden no es un error, sino que se corresponde con el nivel de poder que tuvieron– no hayan llevado adelante ningún paro expone su pusilanimidad. 

“Cuando tuvimos inflación, que fue un flagelo, y siguió y aumentó, tuvimos las paritarias para recomponer el salario” –argumentó Daer– olvidando que Massa los había presionado para que las paritarias no superaran el 60%. Luego agregó que “jamás se apuntó en contra del sistema jubilatorio y la igualdad de todos los que habitamos esta tierra”. Sobre esto, es necesario recordar dos cosas: primero, los dichos de la diputada por el Frente de Todos contra Todos, Fernanda Vallejo, quien calificó de “fórmula de mierda” al sistema de ajuste votado por ella misma y el resto del oficialismo K; y sobre la igualdad, hay que recordarle a Daer que Cristina Fernández cobró hasta ahora, el haber de la jubilación como presidenta y una pensión también de presidente correspondiente a su esposo Néstor, algo absolutamente contrario a las disposiciones legales. Es decir, un privilegio bochornoso por su inmoralidad que está en vías de ser revocado. La legisladora Graciela Ocaña sigue sosteniendo la causa en la Justicia. Al respecto, llama la atención que entre la quita de privilegios a “la casta” el Presidente Javier Milei no haya puesto la lupa sobre estos privilegios, algo que –a todas luces– no tiene razón de ser. Es más, vale la pena recordar que el exvicepresidente condenado Amado Boudou está entre los que perciben este beneficio extraordinario.   
Una constante con la que se han encontrado los nuevos funcionarios en los principales ministerios es la cantidad de gente empleada que no realiza tareas específicas. El propio ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona denunció públicamente que tuvo que poner cámaras en el edificio porque habían roto en siete oportunidades el sistema de validación de ingresos y egresos con la intención de sortear los controles. En el Ministerio de Economía y en la Secretaría de Comercio sucede algo similar y es puesto de manifiesto en el off the récord por los propios empleados de carrera de la cartera: “No te podés distraer porque apareció gente que no había venido nunca a buscar desesperadamente un escritorio libre donde recaer. Son los ñoquis, que no quieren perder sus beneficios y no tienen ningún empacho en discutir con quienes hemos estado trabajando día y noche cumpliendo con nuestras obligaciones”. Una foto cabal de lo que dejó el kirchnerismo. 

El período de Sesiones Extraordinarias en el Congreso no será un paso fácil para el gobierno. El Decreto de Necesidad y Urgencia desencadenó una oposición férrea en todos los sectores del peronismo y, como ya se dijo, en la CGT, sobre todo por la reforma laboral impulsada y las limitaciones para las protestas callejeras. El propio Miguel Ángel Pichetto, presidente del nuevo bloque Hacemos Coalición Federal pidió “no dramatizar” el debate legislativo de la ley Ómnibus del Ejecutivo y sostuvo que hay contenidos necesarios para darle al gobierno herramientas que faciliten la gobernabilidad. Si bien, en un principio se mostró crítico del DNU, aseguró que “lo que no se pueda discutir en el decreto se discutirá en la ley”.  

A pesar de todo, hay en el gobierno cierto aire de optimismo. Saben que para la oposición y, sobre todo para el sindicalismo, no será gratis oponerse a un gobierno que lleva apenas un par de semanas en el poder. De hecho, las marchas que han intentado ganar la calle en los últimos días, nacieron con ese mismo vicio de debilidad. Habrá que ver qué sucede si el paro general anunciado por la CGT a realizarse a sólo 44 días de gestión del nuevo gobierno se traduce en una demostración de poder en la calle. Una cosa es segura: a ambos extremos de la cuerda les conviene negociar. Es muy pronto para todo.  

El gobierno tiene la oportunidad de dejar atrás años de decadencia, pero no debe olvidar que, en un contexto de fragilidad política, las formas son tan importantes como el fondo de las medidas. La Argentina y todos sus habitantes están en sus manos y no hay lugar para otro fracaso.



   

viernes, 22 de noviembre de 2019

El eterno retorno... del peronismo… @dealgunamanera...

El eterno retorno... del peronismo… 


El peronismo logró vencer a la coalición Juntos por el Cambio y frustrar la reelección de Mauricio Macri. El fracaso económico del gobierno y la reunificación del peronismo explican el retorno de este último al poder más rápido de lo que hasta hace poco se esperaba.

© Escrito por María Esperanza Casullo el domingo 27/10/2019 y publicado por Nueva Sociedad de la Ciudad de Buenos Aires, República Argentina.

El domingo 27 de octubre, Argentina se dio nuevo gobierno. Lo hizo mediante un acto eleccionario en el cual el país asistió a varias novedades: por primera vez en su historia nacional, fue derrotado un presidente en funciones que buscaba su reelección; por primera vez desde la recuperación de la democracia en 1983, un presidente no peronista logró llegar a las elecciones luego de cuatro años de mandato con posibilidades de ser reelegido; por primera vez un ex-presidente (en este caso, ex-presidenta) va a asumir como vicepresidente de la nación; por primera vez, asumirá un presidente que no ha pasado por ninguna función ejecutiva o electiva previa. También será la primera vez que el peronismo llegue al poder derrotando a un presidente en ejercicio (en 1989, Raúl Alfonsín no era candidato; en 2003, Néstor Kirchner no compitió contra Fernando de la Rúa, quien había renunciado dos años antes). Con la asunción del nuevo gobierno, el próximo 10 de diciembre, Argentina llegará a 36 años de estabilidad democrática, no solo con elecciones libres sino con alternancia en el poder.
Pero comencemos por el principio: ¿cómo puede explicarse que Mauricio Macri haya logrado lo que solo otros dos presidentes latinoamericanos pudieron antes, vale decir, ser derrotado en su intento reeleccionista?
En enero de 2016 publiqué un artículo en Nueva Sociedad titulado «El gobierno de Mauricio Macri: entre lo nuevo y lo viejo», en el que intentaba sistematizar las dimensiones con las cuales evaluar la gestión del entonces nuevo gobierno. Argumentaba que Cambiemos (la coalición integrada por Propuesta Republicana, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica) había llegado al gobierno con algunas promesas sustantivas que habían concitado apoyo en la población, entre ellas, la reducción de la inflación, una mayor liberalización económica (sobre todo, la posibilidad de comprar dólares y de acceder a bienes de consumo limitados por el «estatismo» kirchnerista) y, en especial, la perspectiva de derrotar políticamente, y de manera definitiva, al kirchnerismo (una popular consigna antikirchnerista era «No vuelven más»). De estas tres cuestiones dependería su éxito o fracaso.
Es evidente que el resultado adverso en las urnas del domingo 27 de octubre solo puede explicarse como resultado de haber incumplido totalmente las dos primeras promesas. No obstante, la resiliencia política de Cambiemos hacia el futuro se explica a partir del éxito (parcial) en el cumplimiento de la tercera.
Resulta tal vez redundante, pero necesario, recentrar el análisis de la derrota de Juntos por el Cambio (el nuevo nombre de Cambiemos) en su gestión de gobierno, ya que aquí se cifra la causa principal. El gobierno de Macri no solo no disminuyó la inflación (aunque en la campaña había dicho que eso era «muy fácil»), sino que la aumentó (el gobierno kirchnerista se retiró con una inflación de alrededor de 25% anual; la última medición del Instituto Nacional de Estadística y Censos antes de las elecciones alcanzó un 6% mensual). No llovieron las inversiones privadas, como había prometido el gobierno market-friendly, y la gestión económica macrista disminuyó las posibilidades de consumo de la mayoría de la población.
En un país en el que el acceso al consumo es una demanda prácticamente universal, no solamente los bienes de primera necesidad y suntuarios resultaron más caros en términos reales sino que su oferta se empobreció: menos variedad de marcas y de productos en los supermercados y nula apertura a las marcas aspiracionales globalizadas que sus votantes buscaban. No solo no se instaló en Argentina un Apple Store, ni vinieron H&M o Forever 21, sino que de repente se volvió difícil para grupos sociales enteros comprar queso o lácteos. A punto que tal que Cristina Fernández de Kirchner ironizó: «Estos son malos capitalistas, conmigo sí había capitalismo (...) que no me jodan más con lo del capitalismo».
Si bien en algunos sectores aumentó la oferta de servicios (por ejemplo, en el mercado de transporte aéreo, con el ingreso de las llamadas low cost), cabe señalar que el gobierno de Macri fue mucho más «proempresas» que «promercado», para utilizar la útil clasificación de James Bowen. La concentración empresarial en los sectores de servicios públicos, bancario, de telefonía celular y de medios de comunicación fue una constante. El deterioro de las condiciones de vida de las mayorías (que incluyó la caída de cuatro millones de personas bajo la línea de pobreza y el crecimiento de la pobreza hasta alcanzar al 35% de la población) no condujo al «círculo virtuoso» en el cual un menor salario real dinamizaría la demanda de empleo, que se suponía frenada por el alto costo laboral argentino.
En síntesis: Argentina cerrará este ciclo de gobierno con una caída del PIB proyectada para este año de 3,1%. Finalmente, y casi como una cruel ironía, Macri terminó su mandato reinstalando controles de cambios: la posibilidad de ahorrar en la moneda estadounidense fue la demanda que había unificado a sus votantes desde que el gobierno de Fernández de Kirchner implementó el llamado «cepo» en 2012. El cepo actual es aún más restrictivo que el de entonces: solo se pueden comprar 200 dólares mensuales por persona.
No puede resultar sorprendente, por lo tanto, que el núcleo del voto del peronismo hayan sido las zonas geográficas de Argentina más impactadas por el deterioro productivo y socioeconómico de estos cuatro años. La victoria de Alberto Fernández, cuya candidatura permitió reunificar al peronismo, se construyó con los votos de las zonas industriales y populosas del Conurbano bonaerense (profundamente afectadas por la caída del empleo) y las provincias del sur y el norte del país. La Patagonia, en particular, resultó adversa para el macrismo, que una y otra vez la consideró una región de privilegios indebidos, por ejemplo, por recibir subsidios a las tarifas de gas y electricidad. Tampoco resulta sorprendente que el núcleo del voto de Juntos por el Cambio se haya distribuido en espejo: las zonas agrícola-ganaderas del centro pampeano del país fueron, son y seguramente serán el corazón del proyecto político del macrismo en la oposición.
Pero el macrismo no sólo no pudo entregar buenos resultados macroeconómicos: resultó llamativo durante estos cuatro años su desapego (que bordeó en la displicencia) hacia la gestión del Estado. El gobierno de Cambiemos no tuvo prácticamente políticas insignia novedosas ni dejará tampoco leyes reformadoras de gran relevancia. En salud, educación, tecnología y política social, su gestión fue o bien la clausura de políticas enteras, o bien una continuidad desganada del statu quo anterior, cualquiera fuese este. No hubo reformas de fuste o creación de nuevas capacidades estatales en prácticamente ningún área. La inversión en infraestructura de transporte, vivienda y saneamiento ambiental fue módica. Por momentos pareció como si el gobierno de Macri hubiese estado auténticamente convencido de que el único y fundamental deber de su gobierno era retirar al Estado lo más posible, con la convicción de que desaparecido este obstáculo, las fuerzas del mercado desarrollarían autónomamente el país. Se abrió el debate del aborto pero no se aprobó y, en la campaña, el oficialismo hizo un giro «provida».
Queda aún la tercera promesa de Macri: derrotar definitivamente y para siempre al kirchnerismo (primero) y al peronismo (luego de 2017), con la paradoja de que Macri buscó un candidato a vicepresidente peronista (antikirchnerista), Miguel Ángel Pichetto, y que varias provincias «amarillas», como Córdoba o Santa Fe, donde ganó Macri, tienen también gobernadores peronistas. En esta meta podemos encontrar (paradójicamente, ya que fue derrotado por el revitalizado adversario peronista) los mayores éxitos del macrismo.
Juntos por el Cambio alcanzó 40% de los votos en unas elecciones disputadas en medio de una grave crisis económica porque la coalición respondió con mucha claridad a la pregunta de a quién representaba: a los y las votantes cuya primera prioridad ideológica es enfrentarse, de plano y definitivamente, con el peronismo, con votantes peronistas a los que imaginan radicalmente distintos de ellos mismos, y con la dimensión plebeya, contestataria y popular que el peronismo (tanto en sus versiones neoliberal durante la década de 1990 como nacional-popular durante el kirchnerismo) no tiene empacho en traer a la arena política.
El giro hacia el antiperonismo puro y duro se reforzó en el último mes antes de las elecciones, durante el cual Macri llevó adelante una larga gira por todo el país bautizada «Sí se puede». En ella inauguró una fase de «liderazgo carismático» (que incluyó, por ejemplo, besar el pie descalzo de una seguidora sobre el escenario) que pocos anticipaban, pero que fue eficiente en movilizar a su base más fiel. Si bien la coalición Juntos por el Cambio fue derrotada, conservó una buena porción de votos, ganó en las provincias agroganaderas del país (Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos), en San Luis y la Ciudad de Buenos Aires, y se aseguró un bloque muy nutrido en el Congreso. No es poca cosa. El precio, sin embargo, fue la consolidación de un discurso con ribetes clasistas –e incluso racistas–, cuyo desenvolvimiento en la esfera pública habrá de ser monitoreado.
Lo que viene es una incógnita, ya que hay pocos elementos del pasado con los cuales establecer comparaciones o analogías, y el peronismo siempre se reinventa a sí mismo. Como en los últimos años, la economía será el principal desafío del nuevo gobierno: la deuda externa, asumida en su totalidad por el gobierno de Macri, deberá ser renegociada. Alberto Fernández deberá negociar con los actores económicos y sociales del país a fin de que todos acepten perder algo: los acreedores deberán resignar ganancias, los sectores agroexportadores tal vez deberán pagar más impuestos y las bases sociales del peronismo deberán tal vez aceptar que la mejoría en su calidad de vida y sus ingresos no será todo lo rápida que ellos se imaginan hoy.
Además, ambos bloques deberán maniobrar en una situación en la cual las diferencias ideológicas entre los votantes –en las elecciones más polarizadas desde 1983– parecen haberse solidificado de manera abierta, al aire libre, en el reino de lo dicho y no de lo insinuado. Lo esperable no es la desaparición de los antagonismos políticos (no es esa la «cultura» argentina) pero sí, al menos, su canalización en los espacios del Congreso y la negociación sectorial institucionalizada. También es una incógnita cómo funcionará la encarnación actual del peronismo, de la cual el kirchnerismo es una parte fundamental pero no la conductora, y Fernández de Kirchner fungirá, de manera inédita, como vicepresidenta (tal vez valga la pena recordar que el peronismo en el poder hasta ahora se ha verticalizado siempre bajo la figura de la autoridad presidencial). 
Por el momento, vale la pena señalar que, en una región que está en este momento sumida en serias turbulencias políticas, Argentina vivió una elección presidencial en la que dos visiones de país distintas –una de centroizquierda y otra de centroderecha– se enfrentaron pacíficamente.

Esta elección libre no es poca cosa: al ejercerla, la sociedad argentina decidió que un gobierno que teóricamente venía a hegemonizar la política nacional por cien años durará sólo cuatro.