Mostrando las entradas con la etiqueta Julio Grondona. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Julio Grondona. Mostrar todas las entradas

domingo, 30 de noviembre de 2025

Milei vs. Tapia - En el fútbol está el síntoma y la enfermedad argentina… @dealgunamanera...

 Milei vs. Tapia - En el fútbol está el síntoma y la enfermedad argentina…

El pelotero oficial. Dibujo: Pablo Temes.

El deporte más popular lleva años de un manejo personalista que no se detiene. Un poder que desafía al de la Nación.


© Escrito por el Doctor Nelson Castro el domingo 30/11/2025 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.


La historia no se equivoca. En 1978, quien esto escribe le preguntó a Joao Havelange –por entonces presidente de la FIFA– si le interesaría ser presidente de Brasil. Su respuesta fue más que elocuente: “De ninguna manera. El fútbol abre los despachos de cuanto hombre y mujer poderosa hay en el mundo. En cambio, la presidencia de Brasil no”.

Seguramente, ni Claudio “Chiqui” Tapia ni sus secuaces imaginaron siquiera que el inédito e insólito título de campeón que le dieron a Rosario Central generaría el terremoto futbolístico y político que hoy sacude a la Asociación del Fútbol Argentino. Eso es lo que ocurre generalmente cuando se ejerce el poder con impunidad. Ese manejo absolutista e impune de la AFA viene ya desde la gestión de Julio Grondona, quien permaneció al frente de la Asociación durante 35 años. Por si alguien no se dio cuenta, Tapia aspira a algo similar. “Me quedan muchos años más” en el cargo, dijo el jueves en forma desafiante en medio de una celebración.

Este episodio le ha venido a Milei como anillo al dedo. Hay que recordar que la embestida contra la conducción de la AFA comenzó no bien el actual gobierno comenzó su gestión. La idea de las sociedades deportivas anónimas viene dando vueltas desde hace años aquí. La falta de dinero de la inmensa mayoría de los clubes ha hecho que la fuga de jugadores de calidad del empobrecido fútbol vernáculo sea incesante. La selección nacional, que es el escudo protector de Tapia, es una muestra de ello.

Hoy más que nunca Suscribite

“El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, reza la célebre frase de Lord John Emerich Edward Dalkberg Acton. Es lo que se ve en la AFA, en la cual a ese poder absoluto de su presidente lo consiente el silencio cómplice del resto de los dirigentes. A no engañarse, no ha habido –hasta el momento– grandes dirigentes del fútbol que hayan salido a respaldar al presidente de Estudiantes de La Plata, Juan Sebastián Verón. Eso es algo muy del peronismo. Es decir, el concepto de que, ante los atropellos, la respuesta es el silencio, producto del temor a sufrir represalias. Verón ha tenido una actitud valiente al plantarse frente a Tapia en sus manejos turbios de patrón de estancia. El séquito que lo rodea, con Toviggino a la cabeza, un hombre poco locuaz que solo sabe escupir insultos vía redes sociales ante la carencia de ideas, es también una muestra de ese manejo del poder. Ha querido el destino que, el caso de la Andis, los ha ligado a Diego Spagnuolo, a Miguel Calvete y a Maximiliano Ariel Vallejo, cuya cercanía a Tapia le abrió las puertas a Sur Finanzas a clubes como Racing, Banfield, Barracas Central, Deportivo Morón y Platense. El mundo es un pañuelo. Párrafo aparte para la carrera futbolística de Barracas, cuestionada desde todos los ángulos posibles por todo el mundillo del fútbol argentino. Tapia fue presidente del club que hoy está en el ojo de la tormenta no solo por su ascenso meteórico sino por sus ruidosos incumplimientos. El titular de la IGJ aseguró que Barracas no presenta balances desde hace diez años. Es tal el escándalo que los jugadores terminan siendo víctimas ya que pocos les reconocen autenticidad a sus logros deportivos. Más allá de este secreto a voces, lo que realmente importa es el trasfondo que viven prácticamente todas las instituciones del fútbol de nuestro país: dirigentes ricos –millonarios– y clubes pobres. Una realidad que ya no da para más.

La decisión de Javier Milei de no viajar a Washington para participar de la ceremonia del sorteo de la Copa del Mundo hay que leerla con un poco más de detalle. El Presidente sabía que no había ninguna posibilidad de que allí se firmara el acuerdo comercial con el gobierno de Donald Trump del que se viene hablando desde hace varias semanas. Esto es producto de todos los detalles que resta pulir. Viajar a Washington y venirse con las manos vacías hubiera representado un acontecimiento negativo para el Gobierno. Y, por supuesto, encontrarse cara a cara con Tapia y aparecer sonriente a su lado habría significado una contradicción flagrante para Milei.

La afinidad de Tapia con el peronismo, los aspectos poco transparentes y sospechosos de su gestión, el ámbito de corrupción que envuelve a la AFA, lo transforman en el enemigo ideal para el Gobierno, en el que, por otra parte, las internas no cesan. En estas horas, el campo de batalla se ha trasladado nuevamente al Senado. Patricia Bullrich salió con los tapones de punta y la fuerza de los conversos a marcarle la cancha a Victoria Villarruel. Por si hiciera falta algo más, Manuel Adorni y Karina Milei salieron a criticarla duramente, acusándola de haberles impedido ingresar al recinto del Senado, acusación que la vicepresidenta negó. La ruptura entre Milei y Villarruel es total e irreversible. Solo los sostiene la obligación por la institucionalidad, que por otra parte luce cada vez más debilitada ante tamaño enfrentamiento.

Hablando de las instituciones, la Justicia parece haber tomado nota del bochorno operativo del juicio en la causa de los cuadernos. CFK y sus exfuncionarios, pero también algunos empresarios, se rieron de los tiempos impuestos por la lánguida agenda de audiencias. Eso se corrigió parcialmente y la condenada en el banquillo salió a despotricar contra la autenticidad de esos cuadernos. No se puede tapar el sol con la mano ni apostar ciegamente a la posverdad. El fiscal certificó la autenticidad de esa copiosa cantidad de pruebas, y los arrepentidos hicieron lo propio con sus testimonios. La expresidenta no aceptará nunca lo que es evidente para todos: la corrupción en la obra pública fue la columna vertebral de la recaudación de su gobierno.



 

miércoles, 27 de junio de 2018

Reportaje a Gabriel Brazenas… @dealgunamanera...

“Hasta el último día de mi vida voy a decir que no fue foul”…


Enganche encontró a Brazenas en el medio de Moscú y, gaseosa de por medio, charló durante una hora con el ex árbitro sobre aquella mítica acción que lo marcó en el Vélez-Huracán y que quedó en la historia.

© Escrito por Sebastián Varela del Río el sábado 23/06/2018 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cuenta que habló apenas tres veces en su vida con Julio Grondona. Una mañana de 2010, el árbitro tocó a la puerta del mandamás y le dijo que quería dejar todo. El Don le respondió dos palabras: “¿Estás seguro?”. Brazenas le insistió. El entonces presidente de la AFA, como un apóstol, dudó hasta tres veces. Finalmente, ante la certeza del referí, levantó el teléfono, llamó a recursos humanos y dictaminó: “Va Brazenas. Arreglale todo al pibe”. Se saludaron. La reunión duró, como mucho, cinco minutos. Gabriel Vito Brazenas asegura que ni ese día ni en los anteriores, Grondona le preguntó jamás por Vélez-Huracán.

En los suburbios de Moscú, donde el ex árbitro vive el Mundial de Rusia junto a su hija, Brazenas habla con Enganche y, lejos de ser un hombre rodeado de los misterios que dejó aquel mítico partido, se sienta durante una hora a comentar su historia sin tapujos. “Decime, ¿cuánto me pagaron?”, suelta, un poco en broma, un poco en serio, como para sacar solemnidad a su caso. Gran parte del fútbol argentino, ese permanente constructor de mitologías aparentes, cree, con firmeza, que este hombre sancionó con malicia el aquel encuentro que definía al campeón del torneo Clausura 2009. Él, que dice que se sentaría a hablar del partido con Ángel Cappa, se aguanta todas las preguntas y no se mueve un milímetro de su relato.

“Hoy mi vida está perfilada fuera del fútbol. Me dedico al manejo administrativo de una inmobiliaria grande del barrio de Palermo. Nosotros, los árbitros, vivíamos en vivo. Uno en una oficina está encerrado, no es lo mismo. Eso no lo voy a recuperar nunca”, suelta, mientras un camarero ruso vuelve a hacer de las suyas y trae, en vez de tres gaseosas sin azúcar, la misma cantidad de cafés con hielo. “¿Qué habrá entendido?”, pregunta Brazenas. Y pone play: “Arranquemos”.

-¿Cómo se lleva un árbitro con el engaño?

-Es difícil, porque el origen de los jugadores es el potrero, no este fútbol de teatro al que quieren llevarnos. Es complejo. ¿El fútbol perdió el potrero o lo vamos a seguir dejando ser eso? El origen de los grandes jugadores es el potrero. Si hay menos tolerancia, también hay más engaño. ¿El jugador saca ventaja para lograr su objetivo? Es difícil. Hay jugadores que entrenaban mirando la posición del árbitro para tirarse en el otro costado. Y lo entrenaban. Eso es profesionalismo. Había técnicos que lo practicaban, porque, claro, desde el ángulo más difícil el árbitro puede tener jugadores delante y confundirse. El fútbol es un juego de engaños. ¿Y cuál es el juego de cartas más preponderante de Argentina?

-El truco.

-Claro. ¿Y el truco qué es? El engaño constante. El jugador trata de engañarme a mí y yo trato de que no me engañe.

-¿Te molestaba el engaño?

-Hay que saber que el jugador te quiere sacar ventaja en todo. ¿Vos viste a algún jugador que diga algo cuando le dan un gol que no es? Es así. El fútbol es así. En Argentina te dicen que hay que ser honesto y festejamos todos el gol con la mano de Diego. Hay un mensaje ambiguo. Entonces, o somos pícaros o somos honestos. ¿La trampa es picardía o es engaño? Es bravo, eh.

-¿Por qué a los árbitros se les cuestiona la honorabilidad?

-El árbitro tiene un problema: cuando se equivoca es un corrupto. En cambio, cuando un jugador se equivoca, no pasa nada. Por ejemplo, cuando un jugador (Palermo) erró tres penales, siguió jugando. ¿Te imaginás un árbitro que cobre mal tres penales en un partido? Lo matan. El problema es la falta de credibilidad.

-¿La falta de credibilidad en los árbitro está bien fundada?

-Es el país. Es Argentina. En nuestro país nadie le cree al presidente, ni al ministro de economía, ni a nadie. ¿Cómo le voy a creer a un árbitro? Mirá la justicia ordinaria. La justicia es cuando te favorecen. Cuando no, decís que te perjudicaron.

-¿Cuánto tiempo fuiste árbitro?

-Muchos años.

-¿Cuántas veces te ofrecieron plata?

-Ninguna. ¿Cómo arreglás a 22 tipos? ¿Cómo le decís a todos que tiren la pelota afuera? Yo tuve una conversación con un jugador de primer nivel en la que me dijo: “Si vos me querés cagar, yo te hago tres goles”. Es imposible. No se puede arreglar de esa manera.

-En la mitología del fútbol se dice que hay árbitros que te van empujando. Dos tiros libres por acá, un par de amarillas por allá y te ponen contra tu arco. ¿Es así?

-Eso es una payasada. Primero, si el árbitro logra hacer eso, pierde plata, porque tiene una inteligencia con la que podría ganar mucho más en otra cosa.

-¿Nunca escuchaste algo raro? ¿De verdad?

-Yo he escuchado que tal partido está arreglado y después termina para el otro lado. Lo que sí puede pasar es que haya tipos que se sienten a tomar un café con un árbitro y le digan al dirigente que arreglaron el partido. Yo te voy a contar cómo es esto, porque es interesante. El tipo va, es amigo o conocido de un árbitro, le dice al dirigente: “Che, tal los dirige el fin de semana y voy a ver si puedo hacer algo”. El tipo viene, se sienta a tomar un café con el árbitro, el dirigente lo ve y después le dice que está todo listo. Si el equipo de ese dirigente gana, pasa por caja a cobrar.

-¿Te pasó?

-Si me pasa, lo mato. Pero sé que pasó. Ahora, ¿cómo es la historia? ¿El corrupto es el árbitro o es el dirigente? A mí no me pasó, pero a otros árbitros sí.

-¿En la Libertadores tampoco escuchaste nada raro?

-Fui a todos lados y no me pasó jamás. Por mis hijos te lo juro. Una sola vez, en Colombia, fuimos a dirigir con el Sargento (Daniel) Jiménez y nos regalaron ropa antes del partido. Jugaba el DIM. Y es normal que te regalen remeras los jugadores o ropa. Fuimos al partido, el DIM perdió y cuando volvimos al hotel, nos habían sacado toda la ropa. Parece que no merecíamos tener la camiseta del DIM porque el equipo no ganó.

-¿Por qué te fuiste del fútbol?

-Por un problema físico. No por otra cosa. Fue eso.

-¿No te cansaste de ser Gabriel Brazenas, el tipo más puteado?

-No me podría cansar de ser yo, porque tendría que terminar con mi vida. Yo conozco el mundo gracias al fútbol. Fui un privilegiado. Por eso, hay que entender a la gente. Las puteadas me las como, porque, primero, no voy a hacer famoso a nadie. Por suerte, el fútbol me dio un nivel de tolerancia tremenda. Si un tipo me insulta, le pego una piña mal dada y pasa algo, después tengo una vida para pagarlo. Y no cambia nada. En vez de diez, elijo contar hasta cincuenta. En el fútbol y en la vida, todo lo que construiste podés perderlo en un segundo. También lo malo vende más que lo bueno. Yo hoy abro los diarios y veo cosas triviales, que no son importantes. Lo bueno nunca vende. Vende el lío.

-Te putearon en el Mundial hace poco. ¿Cómo lo viviste?

-Un hecho menor. Yo prefería dirigir los partidos importantes, no quedarme abajo de un escritorio dirigiendo partidos seis puntos y pasando desapercibido. Si querés estar arriba, tenés que estar preparado para eso y para los precios que hay que pagar.

-¿Volviste a jugar Vélez-Huracán en tu cabeza?

-Jamás. Nunca. Partido jugado, partido terminado. Para mí pasó y si decidí las cosas que decidí fue porque en ese momento tenía los elementos para decidir así.

-¿No cambiarías ninguna decisión en tu carrera?

-Ni una. Las decisiones tomadas en ese momento son así. Es el vivo. Uno no tiene la posibilidad de editar y volver para atrás. Los que trabajan en vivo son los mejores, hablo de locutores, famosos y figuras. El vivo te obliga porque no tenés marcha atrás. Por eso Mirtha Legrand es la uno, Marcelo Tinelli es el uno y Susana Giménez también. Ahí hay adrenalina pura.

-¿Manejaste mal el post Vélez-Huracán?

-En este país, todo lo que diga puede ser usado en mi contra. Las cosas tienen que ver con un contexto. Me fui porque la parte física predominaba sobre lo técnico, porque así lo empezó a dictaminar la FIFA. Yo nunca fui un dotado físicamente. Me han criticado que no corría, pero siempre trataba de estar al lado de la jugada. Después, sobre ese partido, si la gente quiere pensar que atrás de todo eso hubo otra cosa, es un problema de cada uno. Sabés la cantidad de cosas que yo pienso de todos y no las digo. Cada uno hace lo que quiere con sus actos y sus ideas.

-¿Cómo lo tomó tu familia en ese momento?

-Nunca me dijeron nada de ese partido. Mi señora falleció hace dos años. Mi viejo, también. En el mismo mes que mi mujer. Mi hijo tiene el mismo nombre que yo y, cuando le han dicho algo, le respondió que vengan a hablar conmigo. Mi hija, igual. Yo a mis hijos los preparé. Sabíamos que teníamos que cambiar el número a cada rato. Pero todo existió desde siempre, aunque hoy las redes sociales lo agranden. Hoy viene un muchacho, me saca una foto, pone algo y se hace el piola. Me parece bien. Pero internet no se creó para eso. La gente puede creer alguna decisión desacertada y me parece bien. Cada uno es libre.

-¿Te sentarías a tomar un café con Ángel Cappa?

-Yo tomo un café con cualquiera. No tengo nada que decirle, porque él defiende su postura y yo la mía. Es el contexto. Cada uno sabe lo que hizo y lo que pasó. Hace unos meses me llamó la producción de Coco Silly, que es hincha de Huracán, para que hable con él. Y hablé. Yo tomo un café con cualquiera. Son ellos los que tienen problemas conmigo, yo no tengo nada con ellos. Tengo la tranquilidad por cómo obré.

-¿Pensás que te van a preguntar muchos años por esto?

-Seguramente. A Guillermo Nimo le preguntaron por el penal de Gallo hasta que se murió.

-¿Volviste a ver esa jugada, la de la supuesta falta de Larrivey a Monzón?

-Una o dos veces. Pero nada más. La verdad, la decisión que tomé, la tomé tranquilo de lo que hacía. Y lo sigo pensando.

-¿Qué significa la palabra “corrupto” para vos?

-Es alguien que no aplica la ley. Y no es sólo conseguir dinero. Puede ser tener favores, o algún puesto mejor, o alguna ventaja, o un beneficio...

-Para cerrar, ¿fue falta de Larrivey?

-Para mí no. Sigo insistiendo en lo mismo. Para mí no y por eso no lo cobré.

-¿Hasta el último día vas a pensar igual?

-Sí, hasta el último día de mi vida voy a decir que no fue foul. A veces las cosas son así.






martes, 14 de febrero de 2017

Carlos Babington: Confesiones desde el destierro… @dealgunamanera...

Carlos Babington: Confesiones desde el destierro…


Un ascenso, un descenso, un equipo inolvidable que no pudo salir campeón, peleas con referentes y transferencias bajo sospecha son la fórmula del cóctel explosivo que empujó su salida de Huracán por la puerta de servicio. Dice que la final perdida ante Vélez y las suspicacias en el pase de Javier Pastore rompieron su relación con los hinchas. A casi seis años de su caída, sin poder pisar el Ducó ni Parque Patricios, el inglés rompe el silencio para responder a las acusaciones.

© Escrito por Marcelo Benini el lunes 13/02/2017 y publicado por el Periódico de Noticias El Barrio, de Villa Urquiza, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

“Yo me fui mal de Huracán. Lo primero que puedo decirte es que me duele en el alma, siento que no merecía este final. Cuando sos jugador tenés una idolatría total, cuando pasás a ser técnico empieza a declinar y cuando sos presidente caés del todo. Me metí en la política, grave error, embalado por amigos. La experiencia no fue buena por culpa de los resultados. Ese partido con Vélez marcó un clic en mi vida. De ahí en adelante nada fue igual. Caí en una pendiente que no pude remontar”.

Carlos Babington escupe este alegato amargo desde el destierro, el castigo espontáneo que purga desde 2011 por su malograda gestión al frente del Globo. Hoy no puede pisar el Ducó ni caminar en paz por las calles de Parque Patricios. Él lo sabe y parece resignado a esa condena. Enfrenta además varias causas en la justicia, impulsadas por la actual Comisión Directiva del club, debido a supuestas  irregularidades en transferencias que involucran a los jugadores César Montiglio, Carlos Quintana, Luciano Nieto y Patricio Toranzo.

Como jugador, fue un volante exquisito que disputó 12 temporadas (309 partidos y 127 goles, con un hoy imposible promedio de 0,41) y logró el inolvidable título de 1973. Como entrenador fue responsable de los ascensos de 1990 y 2000. En el medio de ambas décadas, apareció la primera mancha en su relación con los hinchas: en septiembre de 1997 renunció como DT del Globo, a poco de iniciado el Torneo Apertura, para asumir en Racing. Volvió al club a fines de 1998, para descender seis meses después. El 25 de junio de 2000 lograría su segundo ascenso. Los desencuentros parecieron quedar momentáneamente en el olvido…

El 2 de julio de 2006, con el equipo nuevamente en la B Nacional, ganó las elecciones presidenciales con el 42 por ciento de los votos y menos de un año más tarde, como dirigente, consiguió el tercer ascenso del club. Dos años después, a caballito del tiki tiki de Ángel Cappa y el espaldarazo político del entrenador, fue reelecto presidente tras obtener más del 62 por ciento de adhesión. El mejor equipo de Huracán de los últimos 35 años jugó además una final ante Vélez, perdida tras un arbitraje irregular.

Desde entonces, todo sería caída libre para el inglés más famoso de Parque Patricios. En 2010 el desencanto comenzó a ganar a la gente y Babington dejó de ir a la cancha. A fin de año, tras la séptima derrota consecutiva de visitante, los hinchas tomaron la sede y exigieron su renuncia. Acorralado por las presiones y la inminencia del cuarto descenso, concretado el 22 de junio de ese año, decidió adelantar las elecciones para el domingo 3 de julio: Alejandro Nadur se impuso con el 70 por ciento.

Pasaron casi seis años desde entonces y Babington se convirtió en un fantasma. En los foros y redes sociales su apellido mutaría al humillante “Ladrington”. Cuando le propusimos la entrevista, esperábamos encontrarnos con evasivas. Lejos de eso, se mostró predispuesto. “Vos preguntá lo que quieras que yo te voy a contestar”, anticipó, en tono casi de necesidad. Nos encontramos con él una mañana de febrero, en el Bonafide de Pedro Goyena y Bertres, Caballito. A los 67 años, vestido con chomba beige, bermudas y sandalias, el inglés buscará explicar en dos horas sus cinco años de controvertida gestión dirigencial.


-Desde que a fines de 2009 dejaste de ir a la cancha siendo aún presidente, debido al rechazo de los hinchas, poco se sabe de vos. El último año y medio de tu gestión fue una agonía…
-Esto fue de mayor a menor. El primer gobierno, a pesar de cimbronazos como la renuncia de Mohamed, ascendimos, nos posicionamos en primera división y llegó el equipo de Cappa. Gané las elecciones dos semanas antes de la final y después de ahí todo fue barranca abajo. El equipo empezó a perder, se quebró mi relación con la gente y parecía que estaba solo contra el mundo. Todas las culpas eran mías. Algunas habré tenido, pero en estos temas te aseguro que no. Siempre banqué a los técnicos porque yo también lo fui y sé cómo es esta historia.

-Mencionaste al Turco Mohamed. ¿Por qué terminaste mal con él?
-Se fue después de una derrota con Boca. Me enteré en la última práctica. ¿Viste cuando dormís de todo? Quizá él sabía que tenía a la gente de su lado, que lo quería más que a mí, y especulaba con ganarle a Boca para luego irse y arrastrarme con él, no lo sé. Conmigo se comprometió a aducir temas personales, pero a los periodistas les dijo todo lo contrario: que no le traje jugadores, que no cobraban y que el estado del campo de juego era un desastre. Quizá me pasó factura de lo ocurrido unos años atrás. Todo llevó a una relación de mierda, me hacía la vida imposible. Por mi personalidad o estoy peleado o no: no tengo término medio. Me retrotraigo a 2002, cuando regresé a Huracán como DT. Me vino a ver Manolo Corrado para decirme que Mohamed quería jugar gratis en el club, para darle una mano. Averigüé con un amigo mío en México, Jorge Davino, ex jugador de Huracán, y me dijo que el Turco no estaba en condiciones. Le dije entonces que no lo necesitaba, porque iba a traer a Cabrol. Buscaba un armador más que un delantero. Se me puso de culo mal y me hizo la cruz, sin decírmelo. Al poco tiempo se retiró. Luego, siendo DT y jugador, se sacó a él mismo del equipo porque le daba vergüenza como jugaba.

-¿No creés que quizá, por respeto a su trayectoria, merecía retirarse jugando en Huracán, por más que no estuviera en su plenitud?
-Es probable, no calculé que iba a pasar de ser amigo a todo lo que fue después. Yo no me comporté mal, le fui de frente. Si me equivoqué, fue de buena fe. Después de la muerte de su hijo, recuerdo que en el Ducó vimos juntos el debut de Chiche Sosa en Huracán. Perdimos 5 a 1 con Tiro Federal y todos me puteaban, hacía un mes que había ganado las elecciones. La reflexión de mi etapa como presidente sería que me peleé con todos mis amigos, porque terminé mal también con Chiche. Después vino Mohamed, está demostrado que no es un mal técnico. Al año ascendimos, pero la relación no estaba bien. Se quedó enganchado con el hecho de no haberlo llevado a Huracán como jugador, no me lo perdonó. Estoy seguro de que es eso. Nunca más lo vi.

-Huracán perdió hace dos años un juicio con Osvaldo Ardiles por un incumplimiento contractual originado en tu mandato. También se fue mal del club…
-Fue una vergüenza lo que hizo. Lo traje por recomendación de Úbeda, que lo había tenido en Racing. Le pedí opinión a Carrascosa y me dio el OK. No lo conocía, porque vino a Huracán cuando yo me fui y volví cuando él se fue. Nunca lo había visto tête-à-tête. El equipo empezó a funcionar, andaba bien. Él era un personaje bastante atípico, hablaba la mitad en inglés y la mitad en castellano. A los jugadores les decía yes. Si me preguntás por qué se empezó a deteriorar la relación nunca supe ni él me lo dijo…

-Supongo que le gustaría la puntualidad en el pago y estaba atrasado…
-Es verdad, estaba fastidioso por el tema del pago, pero él hizo abandono de tarea, tenía contrato por seis meses más. El tucumano Montiglio me hizo lo mismo. ¿Sabés cómo se desencadenó todo con Ardiles? Un día en la cancha de Vélez estoy entrando al vestuario y veo que le están haciendo un reportaje. Estaba diciendo “porque el presidente no viene nunca” y mencionó el tema de la guita. Yo estaba atrás de él, escuchando con Pocho (N. de la R.: Norberto Giuliano, por entonces vicepresidente del club). “¿Vos escuchás lo que está diciendo este muchacho?”, le dije. Lo encaré a Ardiles, le pedí explicaciones y no sé qué me dijo. Se fue a Inglaterra y no vino más. Al poco tiempo nos inició una demanda, había que ponerse al día y Huracán no tenía un peso. Yo vivía en el Juzgado, había pedidos de quiebra todos los días.


-Ardiles nunca se sintió cómodo en Huracán…
-Un grave error mío fue alojarlo en un hotel de Constitución, donde Huracán tenía un convenio. En su época era un hotelazo, hasta paró Boca, pero luego la zona decayó, debo reconocerlo. A la semana se quejó de mala manera: “Escuchame, yo vengo de Londres, ¿cómo me vas a traer acá?”. Le pedí disculpas y hablé con el Coti Nosiglia, amigo mío, que tiene un hotel en Florida y Santa Fe, el Elevage. “Haceme un favor. Conseguime una habitación porque tengo a este muchacho que es muy pretencioso”, le pedí. Mirá qué paradoja: Ardiles tenía un Rolex Presidente y cuando fue a tomar un café a la esquina se lo robaron.

-Uno de las primeras experiencias amargas que tuviste como presidente de Huracán, seis meses después de haber asumido, fue el arbitraje de Daniel Giménez en San Juan, en una Promoción por el ascenso. ¿Tenés algo para decir al respecto?
-Huracán tiene una historia con los árbitros como ningún otro club. Se lo dije a Grondona dos días después de Brazenas: “Ya pararon dos árbitros por irregularidades con nosotros: Sinnott y Giménez”. “Y ahora van a ser tres”, me respondió Julio. ¿Te acordás del día que la gente de Huracán se manifestó en la AFA? Grondona me llamó a su oficina, apagó la luz y señalando la calle me preguntó: “¿Me merezco esto? Carlitos, si hay un equipo que no quiero que salga campeón nunca es Vélez”, me aseguró.

-¿Qué pasó en San Juan?
-Llegamos al hotel y uno de los dirigentes me señala a dos personas reunidas: Giménez y Gioja, el gobernador de San Juan. Obvio hubo suspicacias. Ahora, analizando el partido, el arbitraje no me pareció deshonesto. Huracán hizo un gol, ellos también. Es verdad que adicionó siete minutos, pero el del final fue un tiro libre de mierda y hubo una falla nuestra. No lo defiendo a Giménez pero estaba a punto de retirarse, no fue el mismo caso de Brazenas.

-¿Cuál es la verdad de lo ocurrido el 5 de julio de 2009 en Liniers?
-Brazenas traía el antecedente de Racing-Vélez en 2001, que no tuvo repercusión porque no fue una final. Tenemos la mala suerte de que nos tocó definir dos campeonatos en la última fecha, de visitante, con el rival en cuestión. Lo de 1994 igual es distinto: con Independiente no teníamos ninguna chance. Yo no vi el partido con Vélez: acompañé a los jugadores hasta la cancha y después me fui a caminar. Soy cardíaco y tengo tres stents. Por eso largué la dirección técnica y evito mirar los partidos. Decidí caminar 45 minutos por el costado de la General Paz y luego volver, para coincidir con el final del partido. Llegué no recuerdo si hasta Av. San Martín, ya se veían los tanques de Constituyentes. Pero no calculé que con el granizo el partido se iba a suspender varios minutos. Al regresar por Juan B. Justo me lo cruzo a Carlos Fren, un amigo mío, en una parada de colectivos. “Carlitos, no te des vuelta, soy Babington”, le dije. Yo llevaba una capucha y anteojos. Le pregunté cómo iba el partido, para mí ya era la hora. “Andá tranquilo, que van a pasar tres años y Vélez no hace un gol. Ya son campeones”. Entré por el portón del club y nunca voy a olvidarme de esta imagen: un gordo pelado, con la camiseta de Vélez, gritando el gol. Quería que me tragara la tierra.

-¿Con qué sensación llegaste a ese partido? Se rumorean tantas cosas: que lo compró Vélez, que lo entregaste vos, que Grondona te pasó factura…
-Grondona era el último que quería que Vélez saliera campeón, te lo firmo. En las reuniones de Comité Ejecutivo el único que se le paraba de manos era Raffaini. Julio los odiaba: “Ustedes son una basura, ya van a ver”, les decía. La AFA no tuvo nada que ver. Si hubo un arreglo lo hizo Vélez. ¿Vos viste el partido? El gol de Domínguez lo anuló el lineman. Yo desconfío de él, no de Brazenas.


-Es verdad, Casas tampoco marcó la infracción de Larrivey cuando como asistente tenía toda la facultad para hacerlo.
-Grondona siempre nos decía que era más fácil “arreglar la banderita”. Después nosotros tenemos un arquero inexperto. Un arquero vivo se queda con la pelota una hora en el suelo. Éste la soltó. ¿Te metieron un planchazo? Faltaban siete minutos… Qué destino el de ese pibe, después de ese partido desapareció. Había atajado un penal, se llevaba la gloria, lo quería River… Al tiempo del partido fui a la AFA y me encontré con el capo de los árbitros de las tres A, Alejandro Toia. “Brazenas quiera hablar con vos”, me dijo. “Yo no tengo nada que hablar. Me arruinó la vida. Sólo él sabe lo que hizo”, le respondí. Yo estaba herido de muerte. Ese partido me hizo irme de Huracán de la peor manera, odiado. No veo cómo puedo congraciarme con la gente.

-Dijiste de Cappa: “Su ciclo fue rarísimo porque fue muy bueno el primero y el segundo muy malo. Y ahí comenzó a gestarse la situación de hoy”.
-Cappa se volvió loco, el segundo campeonato salimos últimos. Quería armar el equipo con vos y el tipo que está sentado allí (señala otra mesa del café). El creía que podía jugar con Bolatti y diez más. Así le fue. Me trajo cualquier cosa, fue a buscar a España al hijo de un amigo, Trecarichi, que no jugaba ni en la B. La amistad en el fútbol no existe. ¿Cómo le decías que no, si Ángel era el rey de Huracán? Yo fui el gran culpable de aceptarlo. Tuvo gran mérito en el equipo que armó, que lamentablemente se desarmó porque Huracán no podía sostenerlo. Se portó mal conmigo, estuve una semana seguida pidiéndole todos los días que se quedara. “Los jugadores no me escuchan más”, me dijo.

-Si bien fuiste ratificado por abrumadora mayoría en 2009, en parte gracias a que Cappa amenazó con renunciar si vos perdías, se te reprocha, entre otras irregularidades, no haber presentado balances y el ninguneo a los órganos de control, como la Junta Fiscalizadora, el Tribunal de Honor y la Asamblea.
-Como no soy político, creí que a un club como Huracán lo podía manejar por fuera de la política. La oposición no colaboraba. No es tan como se dice: los balances se hacían de la mejor manera que se podían, por ahí se presentaban atrasados. Creo que eso no tuvo que ver con mi final. No fuimos más que los de antes ni menos que los de ahora. El club estaba deteriorado en todos los sentidos y uno hizo las cosas como pudo, a los ponchazos. Creo que los que me resisten son los socios de menos de 40 años.

-¿No fue excesivo el tiempo que se quedó Pompei? El equipo no estaba para descender, pero su ciclo fue a pura derrota. Y en el club no hubo reacción…
-Es probable que Pompei no fuera el técnico indicado para ese momento. Pero el que me hace una mala jugada es Brindisi. En conferencia de prensa yo había dicho que sería el DT hasta el final de mi mandado. Hizo la pretemporada en Pinamar, un lugar insólito, gastamos una fortuna… En el campeonato estábamos en una situación media, sin demasiado riesgo de descenso: le traje a Cámpora y a Maidana. Empatamos con Argentinos, perdió con River y dijo “me voy, quiero lo mejor para Huracán”. Me dejó en banda. Y ahí me entró la locura, no sabía a quién traer. Pensé en Tito Pompei, hincha de Huracán… Yo trataba bien a todos los técnicos, pero la mayoría me abandonó mal.

El 40 por ciento del pase de Marías Defederico fue vendido en 2008 a Bluesand International, empresa radicada en Panamá de Bouza y Lavalle, en apenas 150.000 dólares. Marcelo Simonian también compró porcentajes de los derechos económicos de varios juveniles del club, entre ellos Rodrigo Battaglia y Gonzalo Martínez, ventas que no constaban en actas.
-Necesitábamos hacer caja, no había plata. Con el dinero de la televisión nos alcanzaba justo para el presupuesto del plantel, pero ante cualquier imprevisto flaqueábamos. Cuando vendimos a Larrivey, creo que en 800 mil dólares, nos alcanzó para todo el año del plantel profesional. Vendimos muchos puchitos, todos los clubes hacen en mayor o menor medida. Es una manera de subsistir cuando no te entra dinero. Pero todas las ventas pasaron por Comisión Directiva. Yo soy de Huracán de verdad y estoy dolido por lo que se dice. No soñé con irme de esta manera. Nosotros agarramos al club destruido y no lo dejamos tan mal. Pintamos toda la cancha, pusimos riego artificial, cañerías nuevas en la sede… Nadie lo reconoce. Todo lo que hicimos fue por derecha. El único error que me achaco es haberlo dejado en el descenso.

-A mediados de 2008 reconociste en “Semanario Quemero” la existencia de una opción de compra por Javier Pastore. Luego lo desmentiste y Javier fue transferido en ocho millones de dólares al Palermo. Esa compra hubiera significado la salvación económica de Huracán.
-La gente cree que yo me hice millonario con Pastore y nada que ver. Yo no me llevé la de Pastore porque nunca fue de Huracán. Este tema va adosado al partido con Vélez y fue mi perdición como dirigente. Yo iba siempre a la Quemita los sábados a ver las inferiores. Una mañana jugaban Talleres y Huracán y Pastore nos hizo cuatro goles. Le pregunté por él a un cordobés y me explicó que jugaba en cuarta porque Talleres estaba en quiebra. El pase era de Marcelo Simonian, un amigo. Le pedí que me lo diera para Huracán y llegó sin cargo y sin opción, como han venido en esa circunstancia más de veinte jugadores durante mi gobierno.

-Es algo que se cuestiona de tu gestión. Huracán fue vidriera y no tuvo beneficios.
-Por supuesto que no es la mejor opción, pero en esos años era agarrala o dejala. Pero me equivoqué con veinte jugadores, no sólo con Pastore. Simonian me lo prestó a regañadientes, los negocios los hace para él como todo empresario. ¿Por qué no me juzgan con Bolatti, que también vino sin cargo ni opción? Los 40.000 dólares por mes le pagaba el Porto. Cuando Cappa me dice “Bolatti y diez más” los 40.000 dólares debió pagarlos Huracán.

-En los primeros meses de 2009 se decía que por 250 mil dólares Huracán hubiera podido comprar a Pastore…
-No es así. Y pese a que no había firmado nada tengo entendido que Simonian le reconoció un cinco por ciento a Huracán del 50 por ciento que poseía de Pastore. Igual creo que Pastore está sobrevaluado, tiene condiciones pero muchos defectos. No es un crack. Es un buen jugador y nada más, siempre hablando del precio que se pagó por él. Es suplente hace tres años en el PSG.

-Una de tus deudas es que no capitalizaste a Huracán con jugadores…
-Hoy Huracán está más armado por las ventas que hizo, entonces no puede traer un jugador sin cargo y sin opción para que el negocio lo haga otro, ¿pero sabés lo que era el club cuando yo asumí? Todos los días había un pedido de quiebra, levantamos más de cien juicios y dejamos sólo tres: el más importante de Ardiles. Huracán no podía comprar nada y encima no te lo permitía el juez, que a lo mejor me lo hacía a propósito porque era de San Lorenzo. Nadie se imagina cómo recibí a Huracán…

-La gente que por un exceso de personalismo tiene dificultades para delegar corre el riesgo de equivocarse. ¿Creés que fue tu caso?
-Tenía un grupo de cuatro o cinco personas afines. Antes de asumir le pedí un consejo a Jorge Peña: “Consultá, pero resolvé todo vos”, me dijo. Yo no era tan personalista, pero las decisiones del fútbol me las reservaba. Igual al único técnico que puse de prepo fue a Cappa: me lo volteaban todos.

-Muchos hinchas de Huracán consideran que la tuya fue la peor gestión de los últimos 50 años, junto con la de Jorge Batet. ¿Qué opinás?
-Me causa una pena muy grande esa comparación. Estoy muy dolido con la gente de Huracán. Muchos me saludan, pero sé que no es la realidad. Me gustaría ir a la cancha. No merezco este final, me fui de la peor manera, pero a mí nadie me quita el globo de acá (se toca el corazón). Babington es Huracán. Estoy identificado de por vida.

-No puedo evitar comparar el tuyo con el final de Passarella en River. Campeón como jugador y DT, fracasó como presidente…
-Sí, a veces pienso que él tampoco puede ir a la cancha ni caminar por la calle. Imaginate que si a mí alguien me putea, lo de él hay que multiplicarlo por diez.

-¿Te arrepentís de algo que hiciste o dejaste de hacer?
-Pude haberme equivocado en un montón de cosas, pero no me arrepiento porque todo lo hice con la intención de mejorar el club.

-Construiste dos edificios a pocas cuadras de aquí. Muchos presumen que son inversiones derivadas de ilícitos en tu gestión…
-Sí, las “Torres Pastore”. Yo me dedicaba desde antes al negocio de la construcción. Empecé en 2003 en Pinamar, después de dejar la dirección técnica. Allí construí diez casas. Cuando asumí en Huracán le dije a mi hijo que lo hiciéramos acá y nos asociamos con un arquitecto amigo. ¿Cómo le hacés entender a la gente que yo estaba en este rubro antes de agarrar Huracán?


-Me pongo en abogado del Diablo. Habiendo tantos antecedentes de conflicto con técnicos y jugadores, que se fueron mal del club, ¿no sos vos el que falló?
-(Silencio pensativo) No sé qué decirte, estoy tranquilo conmigo mismo y me considero un buen tipo, tendrías que preguntarle a ellos. Te cuento una anécdota que fue un golpe muy duro a nivel afectivo, cinco meses después de ganar las elecciones. Volvíamos de Mendoza tras el ascenso y fuimos a la sede, que estaba llena de gente, a festejar. Me asome al balcón de la presidencia a saludar a los hinchas y me putearon en cuatro idiomas. ¿Sabés qué hice? Fui al baño y me puse a llorar.


-Pensando en tu historia de desencuentros con Huracán, ¿hasta qué punto la relación con la gente se rompió definitivamente en 1997, cuando te fuiste a Racing? ¿Te reprochás hoy esa decisión?
-Yo tenía mala relación con Juan José Zanola desde que ganó las elecciones en 1988, pese a que salí campeón en 1990. En 1997 me trajo otra vez de técnico contra su voluntad. Un día en La Raya me encuentro con Coco Basile y Osvaldo Otero, el presidente de Racing, que me ofreció la dirección técnica por mucha plata: si en Huracán ganaba 200 mil dólares, en Racing me daban 600 mil. Me negué. Otero, muy pillo, me dijo “¿vos sos boludo, no sabés que Zanola te odia?”. Al otro día me invitó a su oficina, fui y mirá lo que hizo, con maldad. Llamó a Zanola, puso el teléfono en manos libres y le preguntó si podía hacerme una oferta. Juan, sin saber que yo estaba presente, le respondió: “Si me sacás ese cáncer de encima te doy lo que quieras”. Agarré el auto, me fui a La Bancaria y, sin mencionarle que había escuchado sus palabras, le comenté a Zanola que tenía una oferta de Racing. Como soy buen tipo, nunca hice público este tema. Y me comí todas las piñas.

-Lo que sucede es que en todas las internas que mencionaste -Mohamed, Ardiles, Zanola- la gente de Huracán quedó como rehén de tus disputas…
-Por ahí mi gran defecto es que nunca intenté congraciarme con nadie, soy como soy. Pero tengo argumentos para todo. ¿Te parece que alguien puede decir “sacame a este cáncer de encima”? Irme a Racing fue dejar un clavo en la pared de Huracán. Cuando volví saqué el clavo, pero el agujero quedó. Nunca me puse a pensar que debía haber actuado distinto. Soy espontáneo, hago lo que siento. Por supuesto estaba equivocado, porque los hechos lo demuestran. Pero no sirvo para ser de otra manera.

-Cuando eras DT de River cuentan que Dávicce te reprochaba tus habituales trasnoches en La Raya. En Huracán solía comentarse con preocupación tu placer por la ruleta. ¿Es un gusto controlado o se convirtió en adicción? ¿Pusiste alguna vez en riesgo tu patrimonio o el del club?
-Para romper con ese mito, hace siete años que no piso el casino. Me gusta el juego, tuve caballos de carrera, me gusta salir de noche… Ser bohemio es una manera de vivir que adopté y no me arrepiento. Jamás terminé arrumbado en un rincón a las cinco de la mañana ni fui adicto al juego. A las carreras sí voy de vez en cuando. Ponele que sea un vicio, pero la gran virtud que tengo es que lo controlo como pocos. Supongamos que llevo mil pesos para gastar, cuando se terminan me vuelvo a casa calladito. Ni mangueo ni voy a buscar y vuelvo. Lo que pasa es que me vieron tres veces en el casino y piensan “éste se va a gastar la de Huracán”. ¿Tengo que salir a desmentir algo sin asidero? Paro en La Raya, un lugar histórico donde me casé. Todos los lunes me junto con Mostaza Merlo, Horacio Pagani y Chicho Serna, pero antes lo hice con Pedernera, Di Stéfano, Néstor Rossi… Muchos asocian el lugar con la noche y el chupi. Pero yo no tomo, siempre fui muy controlado. Ahora soy muy tanguero.

-¿Qué sentís cuando se realizan los agasajos a los campeones de 1973 y no te invitan?
-Este es un club desagradecido con las glorias. En la época que fui presidente yo lo intenté: le hice homenajes a Jorge Carrascosa, a Sebastián Viberti, a Miguel Loayza, que fue mi ídolo. La última vez que me reuní con el equipo del 73 fue porque Clarín nos hizo una nota. Del club nunca me llamaron. La política me hizo pelearme con todos.

-¿Qué opinás del presente del club?
-No estoy muy al tanto, pero el club está económicamente mejor y logró un par de campeonatos importantes. Me dijeron que el presidente es muy personalista, pero si hace las cosas bien…

-¿Creés que algún día podrás congraciarte con la gente de Huracán o esta ruptura no tiene solución?
-Mi situación personal no me gusta para nada, me siento mal. No sé cómo revertirla. Si la gente piensa que me robé todo con Pastore, ¿qué voy a  explicar? Seguiré siendo de Huracán. ¿Sabés las ganas que tengo de ir al Ducó con mi nieto? (se quiebra, traga saliva, se recompone). No quisiera que alguno me diga algo adelante de él y sé que me lo van a decir. Sería un orgullo poder llevarlo. Hoy es el dolor más grande que tengo.