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sábado, 12 de abril de 2014

Dividir para reinar… De Alguna Manera...

Dividir para reinar…

Revoleando muñecos, Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes

Cristina y el paro general. Todo lo que hizo el Gobierno para conseguir que la huelga fuera masiva. Contradicción y barbarie.

Combatió a la dictadura y al neoliberalismo menemista codo a codo con Germán Abdala. Es el primer amigo de Lula en la Argentina. Fue secretario general de la Asociación de Trabajadores del Estado durante muchos años y sin embargo vive en un departamento de 52 metros cuadrados y de dos ambientes en Lanús. Se moviliza solo en un Citroën 3CV de 2012 y su celular es un BlackBerry Curve. Su madre, Bocha, siempre le ruega que se cuide porque no tiene pelos en la lengua y va al frente para defender a los trabajadores. Se llama Víctor De Gennaro y tiene autoridad moral para opinar del paro más contundente que se haya hecho contra el kirchnerismo.

El actual diputado nacional me dijo varias cosas que ayudan a pensar:

1) Los paros nacionales siempre son contra la máxima autoridad porque es la responsable de todo lo que ocurre.

2) Hubo un consenso subterráneo que se expresó con millones de trabajadores que dijeron basta a la dificultad para llegar a fin de mes, basta de angustias.

3) Si millones de jubilados ganan $ 2.776 está todo dicho. Yo agrego: en un trimestre la maldita inflación les comió el aumento del semestre que Cristina anunció con bombos y platillos. ¿Más cifras objetivas? El 50% de los trabajadores gana menos de $ 4 mil.

4) Hugo Yasky demostró que la subordinación a un gobierno lo llevó a enfrentar a su clase. Perdió el rumbo por criticar la medida de fuerza.

5) Yo asistí a un congreso de la CUT (Central Unica de Trabajadores) de Brasil donde el propio Lula, que la había fundado pero que era el presidente de todos, les pidió a sus compañeros que defendieran a rajatabla sus intereses frente a las múltiples presiones que tiene un jefe de Estado. Y la CUT no dudó en hacerle paros al mismísimo Lula (De Gennaro dijo esto en respuesta a mi pregunta sobre el comentario de Yasky respecto de que “no se le podía parar a un gobierno que recuperó la vigencia de las paritarias libres”, sin recordar que los docentes de su gremio dejaron sin clases a millones de chicos por 17 días).

6) Nosotros tenemos una central aparte de las CGT porque no compartimos el sindicalismo que vive y piensa como los empresarios (por eso comencé esta columna con una radiografía de la manera austera en la que vive).

7) Respecto del presunto progresismo de los Kirchner dio un ejemplo demoledor: en el año 1997, las 200 empresas más grandes explicaban el 11,6% de la riqueza del país y 104 de ellas eran extranjeras. En 2012, esas mismas corporaciones reunían el 21,2% de las riquezas y 128 no eran nacionales. “Mayor extranjerización y concentración de la riqueza”, dijo, y bromeamos sobre que la fuente, la revista Mercado, no era precisamente un semanario trotskista.

Hubo ridiculeces de todo calibre desde los defensores del Gobierno. Yasky dijo que el paro fue de la Sociedad Rural, como si ese sector tuviera semejante poder de convocatoria y movilización entre la clase obrera. Los más fanáticos reunidos en una solicitada escupieron su pasado combativo y piquetero diciendo que “hay derecho a huelga pero no a extorsión ni chantaje”. Entre los firmantes estaban Milagro Sala y Luis D’Elía, que se cansaron de cortar calles, rutas y de mostrar actitudes violentas. Sólo faltó la rúbrica de Fernando Esteche, que suele acompañar estos liderazgos: el comandante de Quebracho está preso.

Cobarde como todo anónimo, el afiche que hizo el gobierno de Cristina intentó pegar a Luis Barrionuevo con Carlos Menem y Sergio Massa. Como si el riojano no hubiera votado siempre al Frente para la Victoria en el Senado. ¿Se olvidó Jorge Capitanich de que fue menemista? ¿Y Cristina no recuerda a Néstor, su marido, en la inauguración del aeropuerto de El Calafate cuando colocó a Menem a la altura histórica de Perón? ¿O no son ellos los que están en el video que puede verse en YouTube? ¿Eran Fátima Florez y Martín Bilyk con Nito Artaza?

Por eso Hugo Moyano, con picardía de barrio, se hizo un picnic con los voceros K. Le dijo Quico a Coqui (peor fue Barrionuevo, que lo chicaneó asegurando que llegó como King Kong y terminó como la Mona Chita) y después de sacarse fotos con sus nietos, como un buen abuelo, recordó que él luchó contra el menemismo y la dictadura mientras los del Gobierno estaban debajo de la cama.

“La única revolución que hicieron fue la recaudadora”, dijo el jefe cegetista, que le pasó por encima con un camión simbólico a Axel Kicillof: “Vino con chapa de izquierda y fue a rendirse al FMI. ¿Cuál es la derecha?”.

Cristina, Tomada y Carta Abierta quedaron en la foto con Armando Cavalieri y Gerardo Martínez, dos jerarcas sindicales millonarios, capitanes del modelo noventista y vinculados con la dictadura, uno como espía del Batallón 601 de Inteligencia y el propio ministro que vio reaparecer algo que había ocultado prolijamente en su currículum: fue enviado por la dictadura a la OIT.

Cada vez se nota con mayor nitidez que Jorge Fernández Díaz tenía razón cuando escribió que nunca el peronismo les habló sólo a las minorías, como hace esta versión kirchnerista del justicialismo. Tal vez la indiscreción de Cristina en La Plata explique algo más en eso de “divide y reinarás”. Dijo que cuando era chica soñaba con ser princesa o reina. 

A confesión de partes, relevo de pruebas.

© Escrito por Alfredo Leuco el Viernes 11/04/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


domingo, 27 de enero de 2013

Reportaje a José "Pepe" Nun... De Alguna Manera...



"Los aplaudidores quieren la re-re de Cristina"…

 Oposición. "En general, los veo sin proyectos, sin lograr articular una propuesta convincente para el país".

En otra entrevista de impacto de Magdalena Ruiz Guiñazú, el Secretario de Cultura de Néstor Kirchner dice que el ex presidente siempre respetó su pluralismo. Señala que el populismo es enemigo de las instituciones y advierte sobre la “corrupción de cada día”.

El doctor José Nun es politólogo, fue secretario de Cultura del presidente Néstor Kirchner de 2004 a 2009 y hace de la conversación un estimulante ejercicio. Diría que, para Nun, pensar es un verdadero placer.

—Sin embargo, doctor –argumentamos–, hoy el antagonismo político hace que el kirchnerismo considere un enemigo a quien no profesa sus mismas convicciones…
—Bueno, esto es algo característico de la historia argentina. No sé si hay muchos países en el mundo (creo que ninguno) donde la palabra “intransigente” sea considerada un mérito y que además justifica la pertenencia a un partido político. ¡Pero esto viene desde fines del siglo XIX! ¡Del unicato! ¡Se estaba a favor o se era un traidor a la patria! Y esto recorre la historia argentina. Obviamente, los golpes militares definían quiénes eran los buenos y quiénes los malos. Peronismo y gorilismo. Pero este corte es bien argentino. Desde este punto de vista, no hay nostalgia que valga de períodos mucho más pacíficos y amigables. Muchas veces, los que invocan esos períodos amigables son los que, en esos períodos, estaban en posiciones dominantes. Ahora la cuestión es trabajar seriamente para que uno pueda hacer críticas a un gobierno o a la oposición y aplaudir lo que nos parece bien.

—El otro día en Mar del Plata, en el coloquio de IDEA, usted planteó algo muy interesante: si se podía o no hablar de “acuerdo opositor”. Creo recordar que le parecía imposible, ¿no?
  Nun marca precisiones:
—Yo le voy a aclarar cuál fue la idea central que, afortunadamente, prendió bien. Por eso la retomó Miguel Blanco (presidente de IDEA) en su discurso de cierre. Lo que yo dije es que no confiaba mucho en una palabra que se había usado abundantemente. Me refiero a la palabra “consenso”. Y la razón por la cual esta palabra no me despierta demasiada simpatía es porque “consenso” viene del latín y quiere decir “sentir”. Y “consenso” tiene un origen religioso: la comunidad que siente al unísono, se aman los unos a los otros y todos concurren a ese sentimiento común. En cambio, hay otra expresión (que tiene también como origen el latín) y que es la palabra “concertar”. En latín, certare quiere decir luchador, debatir, discutir. Entonces uno debate con la vehemencia que sea. Discute. Se enfrenta y llega a cierto punto de acuerdo sin renunciar a todo aquello otro que lo diferencia de la persona con la que está tratando de buscar algún avenimiento. Entonces, yo pensaba que lo que la Argentina necesita es “concertación” y no “consenso” porque, finalmente, el consenso lleva al totalitarismo.

—Explíqueme por qué…
—¿Acaso todos tenemos que pensar igual? ¿Sentir igual? Esto, finalmente, se vuelve coercitivo. Yo quiero que me dejen opinar. Dejar opinar a los otros y buscar términos de acuerdo que generalmente estén por encima de esos términos y de las rencillas más inmediatas. Desde este punto de vista yo creo que la oposición sí puede llegar a tener acuerdos y que, con el Gobierno, es también muy importante que haya concertación. Para eso, claro, el Gobierno tiene que aceptar no buscar el consenso y la oposición también tiene que aceptar procurar la concertación y no el consenso. Esta idea es muy sencilla: si uno establece una dialéctica amigo-enemigo está impidiendo la posibilidad de que existan puentes. Y creo que eso es terriblemente pernicioso. Es decir, descuento (al estar hablando con usted y apareciendo en las páginas de PERFIL) que más de uno dirá: “¡Este tipo es un enemigo del Gobierno!”. Y si yo hablo a favor del Gobierno con usted, dirán: “¡Este es un cristinista!”. ¡Pero yo no soy ni enemigo del Gobierno ni cristinista! ¡Reivindico el derecho de pensar libremente y de opinar según mi leal saber y entender!

—Pero, si no me equivoco, cuando usted fue secretario de Cultura la posición gubernamental era distinta. Como eran también distintos Néstor y Cristina…
—Lo que yo puedo decir es que, cuando fui secretario de Cultura, mi gestión fue de un pluralismo total y absolutamente respetado por el presidente Kirchner. Fue, en realidad, un doble pacto que hicimos cuando tuvo la gentileza de ofrecerme el cargo.

—¿Cómo fue exactamente ese doble pacto?
—Consistió en aumentar el presupuesto de Cultura y, por otra parte, que yo no aceptara ninguna imposición de influencias políticas ni obligación alguna de ese tipo sobre mi trabajo. Quedó entendido que yo nombraría a mis colaboradores y fue así. Doy testimonio de que durante toda la presidencia de Kirchner el Gobierno jamás, jamás trató de influir o de colocar funcionarios en la Secretaría de Cultura.

—Yo también recuerdo, doctor, que aun siendo mi posición crítica hacia el Gobierno, la Secretaría de Cultura (bajo su autoridad) auspició uno de los documentales que hicimos para Canal 13.
—También convoqué a un diálogo entre Hugo Moyano y Víctor de Gennaro, y lo moderé yo mismo. Creo que era la primera vez que, públicamente, intercambiaban opiniones. Y le digo algo más que la alegrará: uno de los planes de los que me enorgullezco ha sido el Plan Libros y Casas. Le comenté entonces al presidente Kirchner que se me había ocurrido esta idea: que cada casa que fuera entregada por el Gobierno (me refiero a las viviendas que estaba construyendo) tuviera en su interior una biblioteca. Una biblioteca con aproximadamente 18 títulos. A Kirchner le gustó inmediatamente la idea. “Hacelo”, me dijo, “pero también te pido una cosa. Y es que no dejes de poner un libro…” “¿Qué libro?”, pregunté yo. “El Nunca más”, dijo Kirchner.

—Pese a lo cual, doctor Nun, le adosaron otro prólogo al que había escrito Ernesto Sabato…
—Nosotros no. El prólogo no fue tocado. Lo que hice fue un trabajo para reducir lo voluminoso del Nunca más. Es un informe dolorosamente repetitivo y el público al que estaban destinadas las bibliotecas no era un público que iba a poder leer y digerir el informe completo. Contratamos entonces a dos periodistas que elaboraron una versión reducida manteniendo, por supuesto, todo lo esencial. Me refiero a una versión de alrededor de 150 páginas que tuvo gran éxito y gran difusión…

—Me gustaría también volver sobre algo muy interesante que usted dijo cuando afirmó que el populismo destruye las instituciones. No sé si lo interpreto, pero es cierto que el afán por “cooptar” voluntades puede ir en detrimento de los principios de cada uno…
—Por definición, el populismo se plantea como “lo otro” de la institucionalidad republicana. Pueden estar acertados o equivocados y no es algo que uno les imputa para agredirlos. Es, en cambio, algo que hace a la esencia de la concepción populista de la política. De la misma manera que el capitalismo genera desigualdades, ¡no porque sea malo sino porque así funciona! Es decir, si hay competencia en el mercado, algunos ganan y otros pierden. Bueno, de la misma manera, el populismo busca establecer una comunicación directa entre el líder y la masa. Y entonces le estorban instituciones que medien en esa relación.

—¿O que impongan ciertas reglas?
—Efectivamente. Ciertas reglas que limiten ese fluir de la palabra del líder hacia la gente. Mire, la versión más extrema (y desde mi punto de vista más criticable del populismo) es aquella en la cual una masa de gente desposeída de hecho está también privada de la palabra. Entonces, ¡esa masa heterogénea pasa a ser (entre comillas) “hablada” por el líder! Vale decir que la voz del líder se erige a sí misma en la voz del pueblo. Por eso se vuelve intocable. ¿Quién va a atreverse a censurar la voz del pueblo? Quien se atreva a censurarla será, claro, un enemigo del pueblo… Bueno, desde ese punto de vista, ¡el populismo en esta versión extrema hace que las instituciones estén de más! Pero como tienen que existir porque hay que hacer algún encuadramiento de la sociedad, deben estar totalmente sometidas a las decisiones de quien lidera. ¡Y eso se considera natural! ¡Se considera bueno y justo! Porque se parte de la premisa de que ese líder, o esa líder, desprecia la voluntad colectiva. A su vez, los medios de comunicación adictos tienen como tarea transmitir a la masa la voz que se supone que es del pueblo para que la haga propia.

—¿No le parece, doctor, que ésas serían las características de una democracia autoritaria?
—¡Yo diría que son las características más bien de una demagogia! Y que deben ser fuertemente criticadas ante todo porque, si pasamos a hablar en concreto de nuestro país, hay ciertos sectores que sostienen lo que estoy diciendo. Incluso tratan de teorizarlo. Como usted se dará cuenta, esto va de la derecha a la izquierda porque Hitler o Mussolini eran líderes populistas. Hay populismo de izquierda y de centro, y ahora tenemos un florecimiento del populismo en Europa, por ejemplo con la hija de Le Pen en Francia. Hay que oponerse a estos sectores que piensan así. Le aclaro que no creo que sea el caso de la Presidenta, pero a estos sectores que piensan así, insisto, hay que oponerles un dato muy fuerte. Y es el siguiente: la Constitución argentina establece que nuestra forma de gobierno es republicana. Y las instituciones de la República están para ser defendidas, ¡y todo aquello que entorpezca su funcionamiento o que las viole es anticonstitucional! Me parece que esto es básico. Fíjese que la Constitución de Brasil habla de Brasil como de un Estado democrático. La Constitución argentina no. Lo que dice la Constitución argentina es que nuestra forma de gobierno es representativa, republicana y federal. Y a esto tenemos que atenernos. Entonces, todo lo que afecte la institucionalidad republicana no solamente es inconstitucional, sino que hace daño a estas concertaciones que son tan importantes de generalizar para vivir en paz.

—Cuando usted recordaba, doctor, la frase de Clinton, “¡Es la economía, estúpido!”, la parafraseó y dijo: “¡Es la política, estúpido!”, y quienes la escuchamos también nos preguntamos: ¿y dónde está la oposición? ¡Para haber política tiene que haber oposición!
—Bueno, hay diversos sectores de la oposición a los que veo tratando de organizarse… Prefiero que algunos no se organicen –se ríe–, ¡pero existen! Pero, en general, los veo sin proyectos, sin lograr articular una propuesta convincente para el país. De todas maneras, en ese sentido yo abriría una puerta de esperanza. Si volvemos al año 2002, Kirchner era un desconocido para la mayor parte de los argentinos, y en la elección obtiene el 20% de los votos. Y logra su triunfo electoral gracias a Menem, que no logra consolidarse en la segunda vuelta.

—¡Mucha gente votó a Kirchner para que Menem no tuviera chance de segunda vuelta!
—Quiere decir que todavía tenía menos representatividad que el 20%... Y, sin embargo, surge como un líder poderosísimo, potente, fuerte… Yo no descarto que esto pueda volver a ocurrir. Tal vez dentro de las mismas filas del peronismo. O fuera de ellas… eso no se puede prever. ¡Pero todavía estamos muy lejos de 2015!

—¿Usted cree?
—Hay una cosa que la prensa no ha recogido y que me parece sumamente importante. Me refiero a las palabras que dijo la Presidenta en Harvard cuando le preguntaron por la re-reelección. “Para eso se necesita una reforma constitucional”, dijo ella, “y para que haya reforma constitucional…” (y éste es el punto fundamental que, me llama la atención, no fue titular en los grandes diarios) “… se requieren los dos tercios de los votos de la totalidad de los miembros de la Cámara de Diputados y del Senado”. Con esto, la Presidenta adoptó la posición constitucional absolutamente correcta, que interpreta que el artículo 30 de la Constitución se refiere a los miembros en su conjunto y no a los miembros presentes en la sesión. La interpretación maliciosa que se quiso hacer después ha generado grandes discusiones entre los constitucionalistas. Algunos pasaron a sostener que se trata de los miembros presentes. Ahora bien, cuando la Presidenta dice “se trata del total de los miembros”, coincide en esto con la doctrina constitucional más difundida y aceptada en Argentina. Ella sabe que es imposible disponer en este momento de esos dos tercios. No es posible hacer una reforma constitucional. ¿Lo será después de 2013? Nada indica que esto vaya a ser posible. Ahora, lógicamente, desde un punto de vista político yo creo que jamás le aconsejaría a la Presidenta decir, desde ahora: “Yo no voy a presentarme a una re-reelección”, porque le quedan años de gobierno y entonces se produciría el famoso síndrome del “pato rengo”. Perdería de inmediato autoridad y se desplazaría el centro de la política a una lucha por la sucesión. Entonces yo creo que la Presidenta se está moviendo muy bien desde un punto de vista político: ¡no dice ni que sí, ni que no! Esto no quiere decir que no haya sectores que defiendan rabiosamente sus posiciones porque saben que la única manera de conservarlas es con la permanencia de Cristina en la Presidencia. Pero a ella no se le puede imputar que haya entrado en este juego. Ahora, que astutamente deje transcurrir el tiempo.

—Y todo lo que la rodea tiende a eso…
—No todo. ¡Scioli no tiene ninguna gana de que la cosa sea así!

—¡Scioli no la rodea!
—Claro. Pero algunos del grupito que la rodea seguramente sí. Los aplaudidores. Los que los italianos llaman “carreristas”. Es decir, “los que hacen carrera”. Los que entran a la política para hacer carrera y en quienes, a veces, la Presidenta confía en exceso, ¡sin darse cuenta de que un “carrerista político” se acomoda con el que venga! Ese sujeto no es confiable porque considera que lo primero es su carrera…

—En ese sentido, la juventud de algunos es preocupante.
—Bueno, ¡es preocupante que haya jóvenes que sean tan “carreristas”! Estoy totalmente de acuerdo, pero es un espíritu de época también. Aunque, cuando lo señalé en el coloquio de IDEA, los diarios (por razones comprensibles) no lo levantaron. Hay un clima “de época” que trasciende ampliamente a la Argentina y que tiene como uno de sus vectores a la corrupción. Es decir, una corrupción normalizada como natural. Precisamente, hace unas tres o cuatro semanas, estando de viaje por Europa, ¡leí muy impresionado que Tony Blair cobró 1.250.000 libras por gestionar ante el Principado de Qatar una concesión para una compañía inglesa que le ganó, de este modo, a una competidora francesa! Y yo me pregunto: ¿de dónde le sale la relación con Qatar? ¡Del hecho de haber sido Primer Ministro! Bueno, también su esposa tiene una consultora que desde hace años gana mucho dinero haciendo este tipo de trabajo. El rey de España...

—Bueno, ¡el del papelón de los elefantes!
—… mucho antes, hace años, ¡se sabía que el rey de España era un gran lobbista! Y podríamos continuar con esta lista. Francamente, no creo que Bill Clinton cobre 200 mil dólares por cada conferencia porque eso sea lo que vale su conferencia. Supongo que es por lo que está haciendo detrás de su discurso. Entonces, esta naturalidad...

—Lo que usted llamó “la corrupción de cada día”…
—... algo así. Tenemos que combatirla, y hay algo importante que subrayar y que aprendí en la función pública porque no lo sabía: hay un corte entre lo que es el sector público y el sector privado, que es más marcado de lo que la gente cree. Es decir, una vez que desde su juventud se insertan ciertos personajes en el sector público, permanecen después allí. Podemos descubrirlos cometiendo errores, en actitudes sospechosas, obligarlos a renunciar. Pero en los primeros tiempos de mi gestión, ¡ingenuamente suponía que a ciertas personas no volvería a encontrarlas en el terreno político! Que se retirarían a la actividad privada. Pero no. Esas personas quedan flotando en el ámbito público. Saben aguantar porque saben, también, ¡que se van a reacomodar! Y, generalmente, en un lugar desde donde puedan hacer mucho daño. Entonces, cuando se llega a este estado de cosas, los funcionarios, aun los más probos, por razones de prudencia tienen que moverse con cuidado y fijarse a quién echan y a quién no. Estas cosas pueden afectar toda su gestión, y no es tan fácil llevar a la persona deshonesta ante la Justicia porque generalmente no se tienen los elementos suficientes para hacerlo. Además, no se la puede llevar ante la Justicia sin pasar antes por las agencias de control del Estado que, en muchos casos, van a impedirlo porque esa persona pertenece a tal o cual sector. Pero lo que sí puede hacerse es apartarla de su cargo. Y lo que le estoy diciendo es tan simple como que esa persona puede, luego, aterrizar en otro puesto y, desde allí, ¡sabotear la gestión del funcionario honesto que lo ha denunciado! En una palabra, el funcionario con experiencia intenta crearse la menor cantidad posible de enemigos. Y esto que le digo generaliza un clima de corrupción que, a veces, sorprende. Impresiona ver a ciertos personajes que están en puestos encumbrados.

—¿Y que están siempre?
—Están siempre, efectivamente.

*Publicado originalmente el 28 de octubre de 2012.

© Escrito por Magdalena R. Guiñazú el domingo 26/01/13 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



domingo, 21 de octubre de 2012

Lecciones para la Argentina... De Alguna Manera...

Encuentro con Lula, el estadista más grande de los últimos 50 años...
 
Presidente Luis Inácio Lula da Silva,

Crónica detallada y emocionada sobre el ex presidente de Brasil. Anécdotas de una historia particular. Y todas las definiciones en las que deberíamos inspirarnos.

Lula me miró emocionado, se golpeó el corazón con el puño cerrado y me llamó con una seña. Tardé un segundo en estar a su lado y me dio un abrazo de esos que sólo se les dan a los afectos más profundos. Después comprobé que lo hace con todo el mundo. Es cariñoso, incluso con quienes no conoce.

Los fotógrafos gatillaron mil veces, para mi felicidad. Jamás olvidaré esa imagen. Lula con el video Compañero presidente en la mano y a mi lado. Nunca imaginé semejante gratificación de quien considero el estadista más grande de la región de los últimos cincuenta años. Al principio no me atreví a acercarme a su mesa y el antiguo VHS se lo dio, gentilmente, el doctor Guillermo Lipera, miembro del comité organizador del coloquio de IDEA. Es un documental biográfico de Lula que comencé a hacer el día más importante de su trayectoria política, el 27 de octubre de 2002, cuando cumplió 57 años y se consagró presidente electo de Brasil después de haber perdido tres elecciones consecutivas.

¿Cómo llegué a ese lugar? Un periodista extranjero en la intimidad de la celebración de Lula fue posible gracias a Víctor De Gennaro, que en ese momento era el mejor amigo de Lula en Argentina. El me dio una tarjeta personal y me dijo que se la entregara a Carlos Grana, jefe de los metalúrgicos de San Bernardo do Campo en San Pablo. Ansioso, a las 7 de la mañana ya estaba en la puerta del gremio con el camarógrafo y el Zorro Milicich como productor, que se había puesto la camiseta de Rosario Central. Grana llegó solito y en un Gol sin vidrios polarizados. No había un solo custodio ni matón a su lado. Pensé en Armando Cavalieri y me dio vergüenza ajena. Grana me invitó a que lo acompañara.

¿Adónde vamos?, pregunté. “A la casa de Lula”, fue la respuesta que me aceleró el corazón. Y fue cierto. Entramos al Condominio Residencial Hill House, de Villa Teresinha, muy similar a los de clase media de Caballito, que hasta seguridad privada tenía. Ingresamos con otros viejos compañeros del sindicato en el que Lula se hizo dirigente, y 57 chicos con 57 tortas blancas con una estrella roja en el centro con sus respectivas velitas. Todos le cantaron el “parabienes”, con la música de nuestro “que los cumplas feliz”. Me acerqué, y sin pensarlo le dije:

 Alfredo Leuco y el Presidente Lula. Mar Del Plata, 2012. El columnista de PERFIL le entrega a Lula el viejo VHS con el documental sobre su vida, que hizo hace una década.

—Lula, le quiero desear un feliz cumpleaños y un feliz gobierno.
Me dijo “muito obrigado”, me estrechó la mano y siguió de largo como si nada. Tuve que apelar a mi arma secreta:

—Ah, Lula, el viernes estuve con Víctor De Gennaro y le manda un gran abrazo.
Logré detener su marcha sin mentir. Y le sacudí la primera pregunta:

—¿En quién pensó cuando apagó las velitas y se emocionó tanto?
—En mi madre. Ella era lavandera. Me acordé del día de su muerte. Yo estaba preso por la dictadura militar y ella se murió sin saberlo. Mi carcelero se conmovió y me sacó media hora a escondidas de sus superiores para que yo estuviese en el velorio. Pero no me permitieron estar en su entierro ni hablar con mis familiares.

—No pudo contener el llanto...
—Y, ¿qué le parece? Ella era analfabeta, igual que mi padre. Me mandaban a comprar el diario sólo para ver las fotos y los dibujos. Me hubiese gustado tanto tenerla esta noche a mi lado...

—Es comprensible, recuerdo....

En ese momento, un morochazo de dos metros tipo NBA me dijo claramente: no más preguntas, y me apartó con firmeza.

Pero yo ya había filmado con mi camarita familiar toda esa celebración. ¿Qué más podía pedir un periodista?

Así salió Lula de su casa rumbo al colegio Joao Firmino, donde votó frente a más de 300 lentes y flashes que habían llegado hasta de los países más recónditos de la Tierra para registrar la epopeya del lustrabotas que llegó a conducir el quinto país más importante del mundo por territorio y población, y que en poco tiempo estará en el mismo puesto pero en términos de poder económico.

Los chicos del barrio de Lula también le cantaron la canción-himno de campaña que pedía “un Brasil decente para un pueblo pobre pero noble y trabajador”.

En un momento hizo llorar hasta a los fotógrafos japoneses, que parecían muy distantes y profesionales. Lula cortó la torta que en su interior decía su nombre, escrito en chocolate. El primer bocado se lo dio en la boca a uno de los chiquitos cantores, que no podía caminar sin apoyarse en muletas. Fue un momento estremecedor. Lula se puso en cuclillas para estar a su altura y con la cucharita le hizo “avioncito” como cualquier padre le haría a su hijo. Sólo que Lula no era su padre. Y que se había acordado de doña Lindu, como él le decía a Eurídice, su madre lavandera y analfabeta.

Sin miedo. Las buenas noticias dicen que Lula viene derrotando a un maldito cáncer de garganta, como derrotó todo lo que se le puso adelante. Por eso me acordé de aquel día glorioso del año 2002, cuando la consigna de esa campaña que llevó a Lula a la presidencia decía así: “La esperanza vence al miedo”. Hoy, el pueblo brasileño que ama a Lula, frente al ataque del cáncer, dice lo mismo: “La esperanza vence al miedo”.

Después, pude cruzar un par de palabras más. Fue cuando se enteró de que yo era cordobés. Se confesó admirador de Agustín Tosco y la Córdoba clasista y combativa de finales de los 60 y principios de los 70. El Gringo Tosco fue un dirigente sindical, marxista independiente, lúcido, honrado y valiente como Lula que me habló de las experiencias de Sitrac-Sitram y de las similitudes del cinturón industrial paulista, cuna de las terminales automotrices, con lo que ocurre en mi provincia. Al final se despidió con una confesión: en un momento estuvo a punto de viajar a Córdoba para probar suerte en IKA-Renault. Tal vez hubiese cambiado la historia de Brasil y el Cordobazo habría tenido un grito en portugués. Fue la pueblada que derrocó a un gobernador fascista y que hirió de muerte al dictador patricio, el general Juan Carlos Onganía.

El miércoles fue la estrella de IDEA. Lula exhibió en plenitud su ideología y se acordó de aquel día de gloria, del que se va a cumplir exactamente una década dentro de seis días.

La pregunta inmediata en los pasillos fue: “¿Y cuál es la ideología de Lula?”. José Manuel de la Sota y Hugo Moyano se apresuraron en llevar agua para su molino y dijeron que era claramente un peronista del último Perón. Y algo de razón tienen. Es profundamente humanista, y cada día más cristiano. Se casó por iglesia con su actual mujer y la amistad del sacerdote Frei Betto debe sumarse a que la batalla contra el cáncer suele insuflar más fe y religiosidad a los hombres. Es muy interesante intentar observar que tiene el “lulismo” adentro. Es un debate conceptual que está creciendo para orientar definitivamente el rumbo de los gobiernos populares de América latina. ¿Es lo mismo Lula que Chávez? ¿Se puede caracterizar a Cristina de la misma manera que a Lula? El populismo beligerante de Chávez, más el manual de la confrontación permanente como forma de construcción política de Ernesto Laclau, son caminos divergentes en la teoría que proclamó Lula en su paso por Argentina.

Hizo la transformación social más grande de la historia de Brasil: llevó cuarenta millones de pobres a la clase media. Eso es movilidad social ascendente y no macanas. Y la diferencia con Argentina y Venezuela es que lo hizo sin fracturar la sociedad y sin inyectar odio en sus venas. Todo lo contrario: Brasil está hoy más cohesionado y no partido al medio como los países de Chávez y Cristina. Hoy Dilma continúa con la alianza y no la lucha de clases, con inflación controlada, sin malversar las estadísticas públicas, discutiendo a fondo con el periodismo pero sin intentar silenciarlo ni controlarlo, con un diálogo permanente con la sociedad en general y la oposición en particular, y apoyando la idea de que más de dos períodos de gobierno son monarquía. Lula lo dijo con todas las letras cuando elogió la alternancia “no sólo de hombres, sino también de sectores sociales” en el gobierno. “Es una conquista de la humanidad”, dijo. Y se puso a sí mismo como ejemplo. Le prohibió a su partido que moviera un dedo para reformar la Constitución y buscar la eternización en el poder. Pudo haberlo hecho porque tenía una aceptación del 87% cuando finalizó su gobierno. Pero no quiso, se autolimitó. Y aunque apoyó francamente a Chávez, dijo con toda claridad que debería empezar a construir su sucesión.

Fracaso. Ernesto Laclau, que ayer se reunió con Martín Sabbatella, propone cosas muy distintas, más infantilmente radicalizadas y cercanas al fracaso. Apoya la reelección permanente, la batalla contra los medios de comunicación convertidos en satanes y voceros de las corporaciones económicas, y el choque y el castigo como manera de elegir enemigos y diseñar su propia identidad. Plantea que “el constitucionalismo radical sostiene el poder conservador y el ultrainstitucionalismo es el típico discurso de la derecha”, a la que son funcionales tanto Binner como Pino Solanas y Libres del Sur. Corta tan finito, tan sectario, identifica tantos enemigos de Cristina que la obliga a quedarse cada vez más sola. A esa misma hora, el Pepe Mujica, otro que hay que ver actuar pero saber escuchar también, se alineó con Lula respecto de las dificultades que tienen los líderes populistas agresivos para encontrar sucesión: “Los mejores luchadores son los que dejan gente que los suplante”, sentenció ante el aplauso de jóvenes del radicalismo en La Plata. La ausencia de herencia política es el más grave problema tanto de Chávez como de Cristina.

Lula le dio un reportaje al diario La Nación y fue el principal orador del coloquio que nuclea a los 900 empresarios más importantes de la Argentina. Los Kirchner jamás cometieron semejante herejía. Lula llegó a decir que los periodistas que critican excesivamente pierden credibilidad. Y que los que elogian en forma desmedida, también. Por eso manifestó que él confía en la gente para valorar la verdad o la mentira y que quiere medios más libres y con menos injerencia del gobierno. “Yo fui tremendamente castigado por los medios y me fui con un altísimo nivel de aprobación”, fue su conclusión, similar a la que dijo Perón en su momento: “Subí con todos los medios en contra y me derrocaron con todos los medios a favor”. Todo lo contrario de esta Argentina manchada con viejas teorías paternalistas que creen que los diarios lavan el cerebro de la gente.

Disparador. José “Pepe” Nun, ex secretario de Cultura de Néstor Kirchner, el más aplaudido del coloquio en Mar del Plata, aportó otros elementos disparadores de ese debate dentro de lo que en los 70 se llamaba “campo popular”.

Nun, que está distanciado del cristinismo por varias razones pero sobre todo porque algunos funcionarios que él expulsó por ladrones hoy siguen enquistados en otros puestos de poder, también criticó con altura el populismo. Sostuvo que el individualismo extremo que no tiene límites para su codicia y que evade impuestos genera una masa de marginados y excluidos, que son carne de cañón para el populismo. Que el líder populista habla por esos sectores que no tienen voz y apunta a destruir las instituciones porque no quiere que nadie lo controle. Muchos llegan a creerse dioses. ¿Y quién se atreve a hacerle una auditoría a Dios?, preguntó Nun, con ironía. Palos compartidos para la avaricia empresaria y para el autoritarismo chavista.

Lula, al revés de Cristina, predica la conveniencia de aumentar las alianzas sociales y evitar caer en el aislamiento.

Contó lo difícil que fue explicarle a su partido la sociedad con José Alencar, quien fue su compañero de fórmula. Un empresario al que muchos de sus camaradas definían como un burgués. Romper los dogmas del martillo y la hoz, alejarse del estalinismo jurásico, abrirse a los nuevos tiempos sin bajar las banderas igualitarias del socialismo le permitieron concretar sus sueños desde el poder y sacarlos de las charlas de café.

Néstor y Cristina también comprendieron la necesidad de sumar sectores medios ubicados más a la derecha, y por eso Daniel Scioli, Julio Cobos y Amado Boudou fueron vicepresidentes. Hoy la sensación es que la Presidenta se encerró sobre sí misma y que le alegra perder el apoyo de muchos caceroleros que también la votaron.

La humildad de Lula es garantía de diálogo. Dedicó el 50% de su tiempo a reuniones con sus adversarios con el siguiente lema: “Un presidente no sabe de todo y por eso debe escuchar a toda la sociedad.”

En un desayuno con la cúpula del FAP, Lula le contó a De Gennaro que Carlos Grana, nuestro común amigo sindicalista metalúrgico, hoy es intendente de San Bernardo do Campo. Y se manifestó feliz porque el hijo del jardinero del cementerio más pobre de San Pablo está estudiando diplomacia. Es que Lula fue el primer presidente de la historia de Brasil sin título universitario. Y él se encargó de intentar ser el último. Fue el que más universidades construyó. Durmió en una casilla con sus siete hermanos y un padre golpeador. Vendió naranjas y sardinas por las calles. De lustrabotas a estadista. Sin rencores ni odios. Un constructor del futuro sin injusticias y con más libertad. Ojalá se transforme en un espejo para los argentinos.

Es generoso, sabe que vino al mundo a hacer el bien a los que la pasan mal. Hoy es un Che Guevara desarmado, un Salvador Allende que pudo concretar su obra, un Tosco que no se murió en la dictadura. Es asombrosa su capacidad de acción, pero también su impresionante facilidad para transformar conceptos complejos en consignas populares. “Democracia es que mi pueblo coma cinco veces al día y no que coman una vez cada cinco días”. Eso dijo. O que su proyecto político es que ningún brasileño tenga que agachar la cabeza ante ningún poderoso.

Más de una vez definió muy claramente su ideología: “Somos un partido socialista de extrema democracia”. Profundo y sencillo: justicia social mil, autoritarismo cero.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 20 de Octubre de 2012.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Disidentes y enemigos... De Alguna Manera...


Disidentes y enemigos…

Repegar.com Ricardo Echegaray. Dibujo: Pablo Temes.

Discurso único. Con soberbia setentista pero con otras armas, el poder oficial cada vez castiga más a quienes se atreven a no coincidir.

La soberbia armada es el título de un libro sobre la guerrilla montonera, del periodista Pablo Giussani. Se equivocó: lo de Firmenich –dirigente máximo de aquella guerrilla y hoy autopropuesto candidato a presidente de la Nación– ha sido y sigue siendo soberbia política. La sangre de miles de jóvenes y no tan jóvenes que entraron en la muerte, movidos por el ideal de una Argentina mejor, no ha desmontado a Firmenich de esa soberbia”. El 5 de agosto de 2001, desde la contratapa de Página/12, el gran poeta Juan Gelman utilizaba su mejor arma, la palabra, para separar la paja del trigo. ¿Quién puede acusar a Gelman de derechista o gorila? Autodefinido como “teniente del llamado ejército montonero y miembro de ese mascaron de popa que se llamó Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero”, se preguntó: “¿Nada tuvo que ver con la política suicida y suicidante que él encabezó antes y después del golpe del 24 de marzo de 1976?”.

Integré aquella generación de los que luchamos por el socialismo. Pero como lo hacíamos por la vía pacífica de las urnas, como nuestros admirados Salvador Allende o Agustín Tosco, éramos descalificados en cada asamblea como “reformistas burgueses funcionales al imperialismo norteamericano”. Nos levantaban el dedito para darnos cátedra de Foquismo I, mientras construían ese infierno que tan bien describe Gelman porque lo conoció desde adentro. Los mismos infantilismos irresponsables del extremismo pragmático hoy nos siguen enseñando con la misma altanería blindada. Hoy la materia es Emancipación I y los que queremos una sociedad más igualitaria y libre somos “defensores de las corporaciones monopólicas”.

Algunos actores, son los mismos de aquella época. Dinosaurios reciclados que se agazaparon, detrás de las instituciones republicanas que hoy dinamitan. La soberbia desarmada actual también atropella lo que antes denominaban la partidocracia o la democracia formal y burguesa. No se acatan las decisiones de la Corte Suprema de la Nación en varios casos. Se apela a los aprietes como una manera de eliminar al enemigo, aunque esta vez utilizan los “fierros” del Estado como la AFIP, los servicios de inteligencia y la maquinaria propagandística. Se castiga a los disidentes propios mucho más que a los enemigos externos. Y si no que lo digan Miguel Bonasso o Esteban Righi. Y a los compañeros de ruta que se abren, como Roberto Lavagna, Alberto Fernández, la familia Eskenazi o Daniel Peralta, por nombrar sólo a algunos de una gran diversidad ideológica. Todos cayeron en desgracia. En los 70 se los condenaba a muerte. Ahora, a la muerte política. Los juicios sumarios los hacen quienes antes eran, y ahora son, dueños de la verdad absoluta y de la patria. Por eso no hay rivales ni adversarios. Hay enemigos que deben ser exterminados. Sin tiros, aunque semejante nivel de clima vengativo sea plataforma de lanzamiento de algunos gurkas de izquierda como los que asesinaron a Luis Condorí en Humahuaca. La prueba de parafina confirmó que los detenidos utilizaron pistolas y las fotos de hace diez días muestran al jefe de ellos con Milagro Sala, comandante de la Tupac Amaru. El Perro Santillán, otro al que nadie puede vincular con la derecha, lo atribuyó a “la impunidad de los que van a las movilizaciones en Mercedes-Benz”. 

En una semana cargada de desmesuras que hablan más de sí mismos que de los que critican, Eduardo Fellner, el gobernador de Jujuy, le quitó responsabilidad al intendente local porque aseguró que se trató “de una pelea entre privados”. Esa ideología Skanska debería llenar de indignación y rebeldía a los que defienden sobre todas las cosas la vida y los derechos humanos. La frase privatizadora del crimen compite con lo que dijo el ministro Julio de Vido contra Paolo Rocca. El responsable de los fracasos energéticos y del transporte de la era K, explicó que el capo de Techint  “defiende a las patronales y nosotros a los obreros”. Ese clasismo declarativo debería ser contrastado con las opiniones de Hugo Moyano, Pablo Micheli, Víctor De Gennaro, Jorge Ceballos o Néstor Pitrola. Sobre todo este último, cuya agrupación padeció en carne propia otro asesinato de otro joven, Mariano Ferreyra por parte de la patota de José Pedraza, alineado en aquel momento con Carlos Tomada y ahora con Antonio Caló en la interna cegetista. Pero hubo más definiciones inquietantes. Axel Kicillof le perdonó la vida a Techint. Fue magnánimo en decir que podrían fundir a Rocca pero que “no lo van a hacer, pese a que habla mal del Gobierno”. 

Paolo Rocca, que hasta hace poco fuera caracterizado como ejemplo de la burguesía nacional y orgullo de los argentinos por Cristina, sinceró su pensamiento y pasó a ser “un monopólico que se hizo millonario gracias a la política antidumping y los subsidios de los Kirchner”. Podrían declarar de interés público y sujetas a expropiación todas las empresas y provincias cuyos líderes no elogien a Cristina. Fueron tragicómicas declaraciones en línea con la cercanía a Dios de la Presidenta a la hora de fomentar el miedo entre los mortales. Cristina todavía no escribió ningún libro, aunque virtualmente ya existe una suerte de “Manual de la Destitución de Estado K”. A Peralta se lo aplicaron a rajatabla. Santa Cruz tuvo tres gobernadores en seis años y está a punto de tener cuatro. Todos los pusieron y los derrocaron los Kirchner. Golpes de Estado provinciales que explican por qué le cuesta a Cristina encontrar un heredero político, un jefe de la CGT Balcarce o un gobernador santacruceño que esté a su altura. Nadie da la talla. Peralta probó de su propia medicina. Cometió el pecado de pelearse con la casa matriz de La Cámpora, atendida por su propio dueño: Máximo. Scioli, Macri, De la Sota, Cariglino, entre otros, se pueden mirar en el espejo de Peralta. Asfixia económica, cacería mediática de los paraperiodistas, fogoneo de causas judiciales en su contra; obras y dinero para intendentes conspiradores, son los capítulos principales del manual.

Pablo Giussani, en su libro en 1984, concluye: “Los montoneros, afortunadamente, han quedado atrás en la historia argentina, en la conciencia de los argentinos, y acaso parezca superfluo o anacrónico a esta altura un intento de estimular aversiones contra ellos. Condenar a los montoneros ya es en el país moneda corriente, casi una moda, por cierto más saludable que la moda precedente de ensalzarlos”. Termino con otra cita de Juan Gelman de aquel turbulento 2001: “La soberbia frecuenta impertérrita los territorios del oportunismo”. El capitalismo de amigos y enemigos es así.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 8 de Septiembre de 2012.