Enrique
Pescarmona: “Habrá que preguntarle a De Vido”...
“Los empresarios, de alguna forma, ayudan a las campañas políticas. Pero
una cosa es ayudar y otra es que desaparezca la plata para otros fines.” En su
casa de Mendoza. Foto: Emmanuel Rodríguez Villegas
El tema omnipresente son los retornos a los
políticos en la obra pública. El empresario habla de su experiencia en Brasil y
el ejemplo argentino.
—¿Qué lo dispuso a
hablar, siendo un empresario que nunca concede reportajes?
—Lo decidí porque existe un problema de percepción de la sociedad argentina y
mendocina del momento difícil que está pasando Impsa después de tantos años de
historia. La sociedad tiene que saber la realidad, por lo menos en general, de
lo que estamos pensando, de lo que estamos haciendo.
—Comencemos con el
desencadenante, que es lo que le pasó en Brasil. ¿Por qué fue a Brasil?
—Siempre tuve la idea de hacer una multinacional argentina que hiciera
tecnología de punta, porque creo que nos debemos los argentinos no vender sólo
commodities, sino vender tecnología. Y en Mendoza tenemos una cultura, debe ser
por nuestros antepasados, de hacer valor agregado. Somos una de las pocas
provincias que hace valor agregado porque el vino es un valor agregado. Hay que
vestirlo, hay que venderlo, hay que hacerle marketing. Y si se es argentino, o
sudaca como dicen por ahí, tiene que hacer la mejor tecnología del mundo o no
se la compra nadie, lo cual no deja de ser un desafío importante. Pero esa
mejor tecnología depende mucho de los países donde uno puede ser un líder.
Después, en el resto del mundo no será un líder, pero puede competir
fuertemente.
—Cuando se refiere
a un país donde una empresa argentina podría ser un líder, ¿lo dice por Brasil?
—En Brasil en nuestro sector son todas multinacionales. Siendo sudamericano, y
con una concepción distinta de lo que hace una multinacional, podíamos tener
una integración. Por otro lado, nosotros tenemos un centro de tecnología en la
Argentina muy avanzado. Ya nos habíamos hecho muy grandes, facturábamos más de
mil millones de dólares por año, ahora estamos mucho más achicados. Y queríamos
tener dos centros de tecnología para que estuvieran totalmente interconectados
y usaran todas las técnicas modernas de comunicación.
—¿Brasil iba a ser
ese segundo centro de tecnología?
—En Brasil estuvo ese segundo centro de tecnología. La decisión de ir a Brasil
se produce después de la crisis de 2001 de la Argentina, de la que nosotros
salimos rápidamente porque Impsa empezó a trabajar mucho en el exterior,
lamentablemente, con poco éxito en la Argentina. Empezamos a trabajar en
Brasil, pero además decidimos que no podíamos depender solamente de un producto
como la hidroeléctrica, que es muy buena, que conocemos muy bien, hoy la mejor
tecnología del mundo hidroeléctrica es la argentina, y teníamos que desarrollar
otros sectores. Uno era el eólico, que lo hicimos, y el segundo era el de
estabilización de redes eléctricas y smart grids. Son negocios muy
tecnológicos, muy de avanzada, muy difíciles de entender para quien no esté en
el negocio.
—¿Cuánta dinero
invirtió en Brasil?
—Plata nuestra, unos 300 millones, y de otros inversores muchísimo dinero. En
total en Brasil invertimos más de mil millones de dólares.
—Y de los 300
millones de capital propio, ¿cuánto perdió?
—Todo. Perdimos todo.
—¿Qué pasó?
—Siempre uno comete errores. No se puede decir que uno las hace todas bien. El
error nuestro fue una percepción errada del Brasil moderno y no nos dimos
cuenta de que un grupo de personas podía dar vuelta una situación.
—¿Usted creía que
Brasil era un país con un sistema de gobierno más desarrollado? ¿Sobreestimó a
Brasil?
—Sí. Tengo un gran aprecio por Brasil, quiero aclarar. Primero, porque tengo
dos nietos brasileños. Brasil es un gran país. No tiene la culpa de lo que nos
pasó a nosotros. Ni Brasil ni la clase dirigente. Es un pequeño grupo de
personas, no es una cosa que se le pueda echar la culpa a Brasil. Volviendo al
tema, en 2010, nosotros invertimos en un parque eólico en Santa Catarina, que
era uno de los tres más grandes del mundo y el más grande de Sudamérica, en su
momento, 1.300 millones de reales, que eran en ese momento…
—Ochocientos
millones de dólares.
—Sí. Hicimos un parque eólico extraordinario en menos de un año. Montábamos una
máquina por día, 170 máquinas eólicas grandes, y que tenía 230 megas.
—¿Hay en la
Argentina algo comparable?
—De esos, no hay ninguno.
—¿Y sumando todos
los parques eólicos argentinos?
—Ni así se llega al de Santa Catarina.
—¿Un parque eólico
así genera energía equivalente a una represa?
—Sí, claro, 230 megas. La última represa hidroeléctrica que se hizo en la
Argentina, en San Juan, eran 170 megas. Esto es del mismo tamaño de
Potrerillos, en Mendoza. La energía eólica es una gran energía porque es
limpia. Tiene el inconveniente que, cuando no hay viento, no hay energía. Un
sector eléctrico no puede estar solamente en un segmento, hay que
diversificarlo.
—En la Patagonia
siempre hay viento.
—Nosotros tenemos en la Patagonia potencial para un millón de megas. Una
locura.
—En ese parque
eólico de Santa Catarina, que genera 230 megas, se invirtieron 800 millones de
dólares. ¿Cuánto cuesta una represa con igual capacidad de megas?
—Más o menos lo mismo, un poquito más, un poquito menos. Depende de dónde esté
y es una alternativa para cuando las aguas bajan.
—Como la reciente
sequía en Brasil que dejó sin aguas las represas.
—Brasil tiene una gran ventaja: las lluvias son totalmente opuestas al viento.
Cuando hay lluvia, no hay viento; cuando no hay lluvia, hay viento. Y, además,
tiene un potencial porque tiene toda la costa de los alisios del noroeste
brasileño, y tiene toda la costa que linda con Uruguay.
—Además del de
Santa Catarina construyeron otro parque eólico en el nordeste.
—Hicimos varios. También vendimos equipos, hicimos equipos para nosotros y para
terceros.
—¿Los fabricaban en
Brasil?
—Sí. Pero los controles los hacíamos en la Argentina.
—Cuando se refiere
a un grupo de personas que les dieron vuelta la situación, ¿a quiénes se
refiere?
—Creo que fue por un capricho porque no creo que Brasil piense así. Es más, la
élite brasileña nos respeta muchísimo a nosotros. Yo estoy muy triste con lo
que está pasando en Brasil. Tengo mucho cariño por grandes empresarios
brasileños, a los cuales quiero y aprecio por su capacidad. Me tiene mal también
esta semana la muerte de un gran mendocino, que era Juan Carlos Mazzón, un gran
político, muy serio, un tipo bárbaro. Y, bueno, se nos murió.
—¿Y en el caso de
Brasil?
—Me pone triste porque Brasil es un grande, una potencia. Esto lo va a
adelantar y lo va a atrasar.
—¿En qué lo va a
adelantar y en qué lo va a atrasar?
—Lo va a adelantar en el avance que tiene que tener una sociedad democrática y
no una sociedad capitalista, que es el fomento a la competitividad y la
competencia. Y en el otro lado, duele mucho que gente que es muy capaz esté
pasando la que está pasando.
—Cuando dice gente
que es muy capaz, ¿se refiere a personas como Odebrecht y otros proveedores del
Estados que están presos?
—Sí, a toda esa gente muy capaz, y a mí me da mucha pena por ellos. Por otro
lado, creo que el hecho de que sucedan todas estas cosas tiene dos partes
buenas: que la Justicia brasileña es totalmente independiente, no depende del
poder de turno, y segundo, que se va a cumplir mucho más la ley. Un país que
cumple la ley se convierte en mucho más aburrido, pero se convierte en mucho
más rico.
—Pero, más allá de
su afecto personal por estas personas, ¿no cree que uno de los problemas que tenía
Brasil era la cartelización de todas estas empresas?
—Posiblemente. Nunca entramos en los carteles y, además, nunca nos invitaron. Y
si nos hubieran invitado, habríamos dicho que no, porque creo que lo mejor que
le puede pasar a un país es tener competencia.
—Entonces, ¿no le
parece que esta acción de la Justicia produce todos avances y ningún retroceso?
—Por eso digo que, a largo plazo, para Brasil es muy bueno. Me hace acordar a
lo que pasó con los carteles en Estados Unidos en los años 50, después de la
Segunda Guerra Mundial, que las grandes empresas hacían carteles y fueron todos
presos. A largo plazo, eso a un país lo hace mucho más seguro jurídicamente,
democráticamente, y ayuda a las empresas a que sean competitivas, porque no se
puede no ser competitivo.
—Además, esa
cartelización de la obra pública era la fuente de sustentación de la plata
negra de la política. No sólo es un problema de eficacia económica sino de
corrupción política.
—Bueno, en todas las democracias, los empresarios, de alguna forma, ayudan a
las campañas políticas. Pero una cosa es ayudar y otra cosa es que desaparezca
la plata para otros fines. La verdad es que es muy difícil financiar las
campañas políticas que hay en este momento porque cuestan mucho dinero. Y
todavía no se ha hecho una ley como para financiar esas campañas. No está
reglamentado en la Argentina. En Estados Unidos, creo que el gran avance que
hizo Obama fue conseguir que mucha gente le pusiera dinero a través de
internet.
Le
atribuyen a De Vido decirle: “Vos precisas un socio” a comienzos del
kirchnerismo, pero Pescamona no lo confirma. Foto: Emmanuel Rodríguez
Villegas
—Además, ni
siquiera es para la campaña, en Brasil existía un sistema mensual de
recolección que se repartía entre los políticos de todos los partidos
financiando la campaña, sino directamente una vida lujosa de los políticos. Al
hoy senador Fernando Collor de Mello al allanarle la casa por el caso de
Petrobras le encontraron un Ferrari, un Porsche, una Lamborghini.
—Como yo no participé, no le puedo dar
fe, pero es evidente que, por lo que dicen todos los periodistas y los diarios,
es obvio que sucedía. Nosotros tuvimos mucha suerte. Fuimos a un estado a hacer
nuestra fábrica, en Pernambuco, gobernado por un tipo súper serio.
—Quien si su avión
no se hubiera caído hoy probablemente sería el presidente.
—Exactamente, Eduardo Campos que, lamentablemente se nos murió en ese accidente
trágico. Estuve un día en su casa de campo al lado de la playa con su señora,
con la cual tenía cinco chicos. Era una casa súper sencilla. Y la mujer, que
era la gobernadora del estado de Pernambuco, con diez millones de votos, me
sirvió el café. ¿Qué quiere que le diga? Un tipo extraordinario Eduardo Campos,
y con las ideas claras, un político de raza porque su abuelo había sido
gobernador. Siempre nos ayudó. Decía: “Enrique, yo estoy contento de que
ustedes vengan acá porque han dado trabajo a dos mil personas. Los han sacado
de cortar cañas y les han enseñado a hacer industria. Y hoy esa gente tiene un
salario digno y puede vivir bien y además tienen un salario constante que les
permite comprarse un auto. Además, son dos mil puestos de trabajo directos,
pero son otros cinco mil, siete mil, diez mil personas indirectas a las que les
están dando trabajo”.
—Cuando dice
“Tuvimos mucha suerte”, se refiere a que perdió 300 millones de dólares, pero
se salvó de estar preso como muchos de los empresarios de obra pública de Brasil
que pagaron coimas a los políticos.
—Pero no estoy preso, y eso tiene sus ventajas. Yo digo que a los empresarios
creativos, cuando nos va mal y después inventamos otra, y salimos adelante, y
nos reinventamos. En este mundo tan competitivo, hay que reinventarse cada 10
años, esté en el rubro que esté. Si no, se extingue. Es como la supervivencia
de las especies.
—No hubo muchas
inversiones argentinas de capital propio de 300 millones de dólares y, en
total, de mil millones fuera del país. ¿Fue una de las inversiones argentinas
en el extranjero más importantes?
—En su momento, fue la primera. Después, cuando Techint compra Usiminas,
pasamos a ser los segundos. Y, además, estábamos haciendo tecnología en Brasil.
—Imagino que otro
de los motivos que lo impulsan a conceder este reportaje ahora es que también
acaba de ganar un juicio en Brasil.
—Sí. Una sentencia en primera instancia nos dio la razón en todo sentido. Es
contundente y condena a Electrobras y a Aneel.
—¿Qué es Aneel?
Electrobras, su nombre es explícito, es la compañía nacional de electricidad de
Brasil.
—La más grande de Latinoamérica, lejos. La Argentina produce en total 24 mil
megas, y Brasil tiene 120 mil.
—Seis veces más, la
misma relación del producto bruto.
—Y de los 120 mil que tiene Brasil, Electrobras tiene más del 50%. Aneel es la
entidad regulatoria, que es la que tendría que haber regulado este sistema y
que no lo quiso hacer, y por eso la condenan también. Hoy le estamos reclamando
judicialmente a Electrobras más de mil millones de reales, que va a ayudar a
nuestros acreedores.
—Aproximadamente
300 millones de dólares.
—Va a ser bastante más porque primero, yo creo que el real está overshooted, me
parece que es un real de una presidenta que tiene poca credibilidad. Como nos
pasó a nosotros en el año 2001, que el dólar valía cuatro pesos y estábamos en
uno. Devaluamos un 300, 400%, y después se revaluó el peso argentino.
—También pasó
cuando Lula asumió la primera presidencia y el dólar llegó a costar cuatro
reales, y hace dos años bajó hasta 1,60. ¿Vio la nota de tapa de “Veja” de hace
tres semanas, titulada “Cada vez más cerca” de Dilma, por las acusaciones de
corrupción al Nº1 de Electrobras, Valter Cardeal, desde hace más de treinta
años amigo de la presidenta y para algunos hasta ex pareja?
—No. Estaba en Malasia.
—Pero Valter
Cardeal debería ser la persona responsable de que su empresa colapsara en
Brasil y que conecta el escándalo de corrupción de Petrobras con el de
Electrobras.
—Es lo que dicen todos.
—Concretamente,
¿atribuye usted haber perdido 300 millones de dólares en Brasil a este sistema
de corrupción que privilegiaba a aquellos empresarios que eran parte de la
cartelización y castigaba a los que no lo eran?
—Perdón, quiero aclarar, porque una
golondrina no hace el verano. Una persona que haga mal las cosas no quiere
decir que el país haga mal las cosas. No quiero entrar en esa polémica de decir
que...
—¿A alguna de las
empresas brasileñas proveedoras de obra pública que hoy están procesadas por
corrupción le dejaron de pagar o cancelaron unilateralmente los contratos como
la suya?
—No. Todas cobraban. A los únicos que no le pagaron fue a nosotros. Eso
contesta su pregunta. No quiero elucubrar sobre el tema, pero lo cierto es que
a la única inversión que que no le pagaron la energía por tres años, fue a
nosotros. Y, además, nos quisieron rescindir el contrato a pesar de estar
firmado, y nos querían poner también una multa de cuatro mil millones de
reales. Habíamos invertido 1.500 millones de reales y nos querían poner una
multa de cuatro mil millones de reales. Cuando fui a hablar con la gente con la
que podía hacerlo en Electrobras, que es gente muy bien, me dijeron: “Enrique,
no tenés más remedio que ir a la Justicia”. Incluso uno de nuestros ejecutivos,
que, lamentablemente, por la situación de Brasil lo hemos perdido, que era muy
bueno, José Luis Menghini, fue a hablar con el presidente de Electrobras y le
dijo: “Usted va a ganar, pero tiene que ir a la Justicia”. Pero ir a la Justicia
significa que nosotros dejamos de cobrar tres años la energía, y eso es lo que
nos mató porque fueron 250 millones de dólares que no cobramos y nos sacó. Y
digo que cometimos algunos errores porque a la empresa de energía la
capitalizamos nosotros.
—¿Confió de más?
¿Tener una segunda Impsa en Brasil lo enamoró?
—Exactamente. Cuando uno se enamora de las cosas o de las mujeres, está
complicado.
—¿Y cómo afecta a
su empresa en la Argentina?
—En la Argentina también hemos tenido algunos encontronazos porque no hemos
conseguido trabajo. Si no consigue trabajo, es como un diario que no se vende:
no es sustentable. Lamentablemente, no pudimos convencer, por culpa nuestra,
que nosotros podíamos hacer los proyectos. Hemos tenido un par de proyectos,
fundamentalmente en la parte nuclear, de los cuales estamos muy orgullosos.
Impsa Argentina tiene que pasar el proceso de arreglar con sus acreedores.
Estamos en eso, estamos trabajando muy fuerte para llegar a un acuerdo que sea
sustentable para la compañía. Pero Impsa Argentina, con un poco de suerte, y
con ayuda de la sociedad, y con el nuevo gobierno, estamos seguros de que vamos
a tener nuevos trabajos en el área nuestra. Bueno, ya la tenemos en marcha a la
empresa. La crisis fuerte, que bajamos de dos mil personas acá en la Argentina,
a 900 o 950 ya pasó. Hoy la tenemos estabilizada. Es una empresa que funciona,
que está fabricando.
—¿Impsa Argentina
no corre riesgos?
—La empresa tiene todo para salir para adelante y, lo más importante, es que la
gente nos está acompañando, porque en estas empresas de tecnología, lo más
importante es no perder el core tecnológico.
—Que son las
personas.
—Tenemos 300, 400 personas de un nivel internacional, lo mejor que existe. Esa
gente que está pasándola mal porque hemos podido aumentar un poco los sueldos,
nos sigue acompañando porque le encanta ser ingeniero. Yo soy mejor ingeniero
que empresario, para decírtelo claramente. A mí me entusiasma la ingeniería, y
me sigue entusiasmando. Me encanta cuando voy a la empresa y me encuentro que
estamos haciendo una ecuación con 120 millones de incógnitas, que hay muy pocos
lugares en el mundo que son capaces de hacer una ecuación así, y la estamos
haciendo en Mendoza con nuestros ingenieros. Parece mentira. Es extraordinario
que les pueda decir: “Miércoles, estamos al tope del mundo”. Solamente
ecuaciones con mayor grado de libertad que ésa son las de las tormentas
atmosféricas, así que ya se da cuenta lo que es poder modelar una estructura de
ese tamaño.
—Se conoce que
Impsa ha vendido tecnología argentina en muchos países...
—Nosotros nos fuimos al exterior hace muchos años. El primer trabajo que
hicimos afuera fue en Ecuador.
—Pero lo de Brasil
fue distinto. No era hacer una represa sino construir otra Impsa en Brasil.
—Claro, era otra Impsa.
—Y contó que la
decisión la tomó tras la crisis de 2001 cuando en la Argentina había menos
trabajo. Pero de 2004 en adelante, la Argentina se recuperó.
—Exactamente.
—Y hubo muchas
obras, e Impsa no las hacía.
—No pudimos convencer al gobierno de turno de hacerlas.
“Soy
mejor ingeniero que empresario, la ingeniería me sigue entusiasmando. Me
encanta cuando voy a la empresa y me encuentro que estamos haciendo una
ecuación con 120 millones de incógnitas, que hay muy pocos lugares en el
mundo que son capaces de hacer una ecuación así.” Foto: Emmanuel
Rodríguez Villegas
—De Vicenzo decía
que tenía más suerte cuanto más entrenaba. ¿Podría, inversamente, decir que no
tener suerte debía obedecer a algo?
—Hay que estudiar el pasado porque el pasado ayuda a comprender los errores que
se han cometido, o que te han hecho cometer. Pero el futuro es lo que importa,
porque el futuro lo puedo modelar. El pasado, no. Ya pasó.
—Una revista de
historia en Francia, sostiene en su campaña publicitaria que “la única forma de
conocer el futuro es entendiendo el pasado”.
—Exactamente.
—¿Impsa es la
empresa con más experiencia en tecnología hidroeléctrica?
—Seguro.
—¿Y cómo puede ser
que se aprobó la construcción de varias represas a lo largo de los últimos doce
años, e Impsa no ganó ninguna?
—Ganamos algunas. Incluso tuvimos adjudicaciones pasadas por la Legislatura
correspondiente, contratos.
—¿Y qué pasó
después?
—Nos los rescindieron.
—¿Y esas represas
cuáles fueron?
—Las del Sur.
—Que finalmente se
volvieron a licitar.
—Sí. Las ganaron los chinos.
—No sólo los
chinos, en cada represa hay siempre un socio argentino.
—La tecnología es totalmente china, los bulones se traen de China, todo se trae
de China porque hay financiamiento chino. Cuando un país que exporta da
financiamiento, es para...
—Pero hay socios
locales.
—Sí.
—Entonces, ¿por qué
el socio local no es Impsa?
—No sé por qué. Todavía no me lo explico. Cuando llegó la hora de tener que,
por una razón política o económica, darle las presas de Piedra del Aguila a los
rusos (N.d.R.: en 1985), el gobierno de turno nos ayudó a negociar con los
rusos para que nosotros hiciéramos, junto con ellos, la tecnología y las
máquinas. E hicimos Piedra del Aguila con los rusos. En este caso se podría
haber hecho lo mismo, pero no se ha hecho.
—Lo hicieron con
Electroingeniería.
—Electroingeniería es una gran empresa argentina, pero que no tiene el know-how
de presas ni de la parte hidroeléctrica.
—Repasemos las
represas que se hicieron en los últimos 12 años, o que se aprobaron para hacer.
Comencemos por Néstor Kirchner-Cepernic, que ustedes habían ganado dos veces.
—Esta es la más grande de todas: 1.800 megas.
—¿Las dos veces lo
anularon?
—La primera vez cambiaron las condiciones del pliego para que hubiera un poco
de financiamiento. La segunda vez, nosotros nos presentamos y ganamos, con un
financiamiento de la CAF (Banco de Desarrollo de América Latina) y de los
socios que estábamos. La segunda vez que nos adjudicaron, pasó por la
Legislatura, fue aprobado y después inicialamos el contrato y, un año y 14
meses después, se rescindió ese contrato.
—Antes de pasar a
las próximas empresas, ¿es cierto que los chinos que van a fabricar esa represa
comparten con Impsa en Malasia represas en la misma cuenca hídrica?
—Nosotros hicimos una represa en Malasia, que es Bakun. Cuatro máquinas hicimos
nosotros, de 350 megas, son máquinas grandes, que funcionan perfectamente, y
las otras máquinas que hizo otro competidor nuestro internacional no andan
bien, están en reparación desde hace tres años.
—¿Ese competidor es
la misma empresa china de la represa Kirchner-Cepernic?
—No, los chinos han hecho otra represa aguas abajo y las informaciones
periodísticas dicen que han tenido problemas serios de calidad.
—Ese es un caso.
¿Qué otras represas importantes se hicieron en la Argentina en los últimos años?
—La más importante, la de San Juan, que la financió el Estado Nacional y
trajeron los equipos de Rusia.
—¿Y cuál fue el
socio local?
—Techint.
—¿Cuáles más?
—Otra que se está por hacer es Chihuido (N. de la R.: sobre el río Neuquén).
Nosotros salimos primeros en precio. Se la adjudicaron a los rusos.
—¿Quién es el socio
local?
—Eduardo Eurnekian.
—Entiendo que
Techint es una gran empresa.
—Extraordinaria. Es la empresa más importante de la Argentina.
—Pero no tiene
especialización en turbinas hidroeléctricas.
—No, pero tiene especialización en grandes obras.
—Pero no en
turbinas. ¿La única que tiene la especialización es Impsa?
—Exactamente.
—En una, entra una
empresa que no es la más especializada en turbinas. En la otra, un destacado
empresario, como Eduardo Eurnekian, pero que no tiene ninguna especialización
en turbinas. En la otra entra Electroingeniería, que es una empresa importante,
pero no de turbinas, sino de tendido de redes, si no entiendo mal.
—Sí, de líneas eléctricas.
—Y la única empresa
argentina que fabrica turbinas hidroeléctricas, gana las licitaciones, después
las anulan por alguna razón. Me parece que mala suerte tres veces no podía
haber.
—No sé. Habría que preguntarle al arquitecto De Vido por qué tomaron esa
decisión.
—Una versión periodística
le atribuye a De Vido haberle dicho a usted durante una comida al comienzo del
kirchnerismo. “Vos necesitabas un socio”. ¿Fue así?
—Eso lo dicen los periodistas.
—¿Le pasó en la
Argentina, aunque de otra manera, lo mismo que en Brasil?
—No sé. No quiero elucubrar sobre lo que podría haber pasado en otras
situaciones porque hay que pensar en el futuro. Estamos en el momento del
cambio de gobierno, estamos en elecciones, yo creo que estamos empezando a
entender la democracia. Va a haber un cambio de gobierno positivo para el país
porque, en cualquier caso, se van a mejorar muchas cosas.
—Cuando dice que es
mejor ingeniero que empresario, ¿quiere decir que no sabe cómo hacer el lobby
correcto en sistemas políticos populistas?
—Porque, por ejemplo, ninguna máquina que hemos hecho nosotros se ha roto, o,
si ha tenido fallas, son menores. Y si la empresa está complicada en este
momento es culpa de que no soy tan buen empresario.
—¿Qué habilidad es
la que le faltaría?
—Es una buena pregunta, y tendríamos que pensarla entre nosotros porque en este
momento no la puedo... Es una buena pregunta para ver, para estudiar los
errores que hemos hecho que hagan que no somos tan buenos empresarios como
ingenieros. Hemos sido grandes empresarios hasta que nos pegó este golpazo
de...
—Para que la
Argentina mejore también es necesario que haya una clase empresaria pujante.
Tratar de entender qué es lo que hace que en la Argentina a grandes
emprendedores no les vaya lo suficientemente bien, es un problema que
trasciende a los individuos y corregir las causas es importante para el país.
—Cuando yo era joven teníamos dos empresas que estaban entre las cien grandes
de Fortune, entre ellas Bunge y Born. Era un orgullo para los argentinos una
empresa como ésa, porque llevaba la bandera argentina. Hoy, Colombia tiene
muchas más empresas multinacionales que la Argentina. Y eso es, primero, por
los desbarajustes que hemos tenido económicamente; segundo, por no tener
moneda, y tercero, porque la globalización es la que ayuda a que el país se
integre al mundo. El agro argentino está integrado, nosotros estábamos
integrados al mundo, Techint está integrado al mundo, Arcor está integrado al
mundo. Y no muchos más. Después tenemos todas estas empresas tecnológicas
informáticas, que también se han integrado al mundo y que son exitosísimas.
—Ahora, casi como
señal de cambio de ciclo político, el Director de Relaciones Institucionales de
Arcor, Adrián Kaufmann Brea, pasa a presidir la UIA. Pero a lo largo de los
últimos años, hubo una actitud antiempresaria desde el Gobierno. Usted presidió
IDEA en su momento, y creo recordar que le trajo algunos problemas.
—Fue difícil. Especialmente el coloquio…
—De Mar del
Plata.
—Yo era presidente de IDEA, pero el presidente del coloquio era Alfredo Coto,
un empresario que tuvo algunos problemas.
—Fue por decir que
las previsiones de inflación para 2006 eran del 12%.
—Es un gran empresario Alfredo Coto, compite contra las multinacionales, contra
Carrefour que está mucho más capitalizada, contra las chilenas, que son grandes
empresas, pero que tienen el mercado de capitales a su favor en Chile, que
nosotros no lo tenemos.
Cartelización.
“Nunca nos invitaron. Y si nos hubieran invitado, habríamos dicho que no,
porque lo mejor para un país es la competencia.” Foto: Emmanuel
Rodríguez Villegas
—Haber sido
presidente de IDEA le trajo dolores de cabeza.
—Sí.
—¿Y estar en AEA?
—Un poco menos, pero también me trajo.
—¿No ve una
relación entre que no ganaba ninguna represa y que participaba de estas
organizaciones empresarias?
—Puede ser. No sé si hay causa y efecto, pero no hay ninguna duda que puede
haber tenido algo que ver. Hay otros que están también en las organizaciones
empresarias y les va bien.
—A lo mejor no
dependen de que les compre el Estado. ¿Después de que lo secuestraran usted se
fue a vivir a Estados Unidos?
—Sí. Admiro mucho a los Estados Unidos. Hoy es una economía que funciona, y
funciona creando empleo, que, al final, es lo que importa.
—¿Vivió en
Pittsburgh?
—Sí. Fuimos a Pittsburgh después del secuestro porque la Argentina estaba
complicada y hacía rato que jorobaba Lucy (su mujer y para muchos la más
inteligente de la familia) para que nos fuéramos.
—Estamos hablando
de 1985.
—Sí. Nos fuimos a Estados Unidos. Yo me quería ir al Asia, porque me parecía
que el futuro era Asia, que no me equivoqué, y ella no quería que yo me fuera,
nadie quería que me fuera tan lejos porque después, para volver, son 48 horas,
y además la diferencia de horarios, entonces, bueno, finalmente negociamos y
quedamos que nos íbamos a Pittsburgh. ¿Y por qué Pittsburg? Porque nosotros en
Pittsburgh tenemos una compañía chiquita que se llama Impsa International, que
hace trading, que ahora hemos tenido que achicar por razones obvias.
—Pero además porque
Pittsburg era una ciudad atravesada por la ingeniería desde que Carnegie
descubre que se podían construir edificios con acero, e inventa los
rascacielos.
—Los rascacielos hechos de acero. El edificio de la U.S. Steel, que ya no es
más de la U.S. Steel, en su momento fue el edificio más grande del mundo por el
Cor-Ten que tenía. Tiene más de cien pisos.
—¿Mucho antes
también vivió en Europa siendo uno de los primeros argentinos en hacer un
máster en negocios en el exterior?
—Aprendí mucho en el IS en España en 1967.
—Cuando no era muy
común.
—No.
—Ni que los empresarios
argentinos mandaran a sus hijos a estudiar al exterior, ni mucho menos que
hicieran un máster.
—Tuve la suerte de hacer un máster en economía y dirección de empresas, y me
tocó en la época del cambio de España, y vi todo eso. Cuando llegué a España,
la Argentina tenía cuatro veces más PBI que España. Ahora es al contrario. Yo
tengo 72, me recibí de ingeniero a los 22; máster, a los 24.
—Tuvo una formación
internacionalista que no tienen la mayoría de los empresarios argentinos de su
generación.
—Pero yo estudié siempre en escuelas estatales. Escuela primaria General Manuel
Belgrano; perito mercantil, en la Escuela de Comercio Martín Zapata; ingeniero
electromecánico, Universidad Nacional de Cuyo. Hice los primeros tres años de
ingeniería civil y después me gustaba más la mecánica y me cambié. Soy
ingeniero electromecánico. Pero es la misma ingeniería porque es la ingeniería
de los nerds, de los tipos medio extraños. Yo era un sapo. Mi mujer me cambió.
Reconozco que ella primero me cambió el look, porque no me importaba el look.
—Lo llevo por el
camino de su formación internacionalista porque....
—Yo soy un tipo preparado, sin ninguna duda. Además, creo que soy un
economista. Antes era un ingeniero nerd, ahora soy un ingeniero generalista.
Antes sabía mucho más de empresaria o técnica que lo que sé ahora, y sabía
economía porque me la enseñaron. La aprendí porque quería saber economía, y en
el IS teníamos grandes economistas. Y grandes financistas, además. Uno de los
profesores que nos enseñó finanzas fue Rafael Termes, que fue el presidente de
la Asociación Bancaria de España. Los españoles siempre tuvieron grandes
bancos.
—... siguiendo ese
razonamiento: ¿no cree que ése es el problema? ¿Qué le vaya mejor en Malasia,
en Vietnam o en Estados Unidos que en Brasil o en la Argentina, porque el
ecosistema de negocios para el que está más preparado es uno donde las reglas
se cumplen?
—No se puede decir eso porque los brasileños tienen grandes empresas
internacionales.
—Bueno, quite
Brasil y deje la Argentina.
—Acá no puede decir nada de Techint, de Arcor. Yo creo que nosotros tuvimos un
mal momento.
—Arcor no depende
de mercados regulados por el Estado.
—Quizá el problema nuestro es que nuestros negocios están muy regulados por el
Estado.
—Por la política.
—Por la política. Ese es el problema que podemos tener nosotros.
—Y Techint es una
empresa que hoy es más extranjera que argentina.
—Obvio. Acá fabrican cuatro millones de toneladas, y en el resto del mundo,
treinta.
—Y podríamos decir
que la familia Rocca es más italiana que argentina. De hecho, en la revista
“Forbes”, Rocca figura como italiano.
—Hay que ver quiénes son los que mandan. Y los ejecutivos en Techint son
argentinos, y son grandes ejecutivos porque no somos tan tontos los argentinos
para manejar las cosas.
—Y parece no ser
una excepción que les vaya mejor afuera.
—Mire el vuelco que ha dado YPF. Es un argentino el que la está manejando. Lo
podrán criticar, pero el tipo está haciendo un buen trabajo. Es cierto que está
ayudado por las condiciones que antes no las tenía, pero también ha aprovechado
las condiciones.
En un reportaje que
hace muchos años le hice al dueño del principal banco argentino, a Jorge Brito,
le pregunté por qué él no había enviado sus hijos a estudiar al exterior. Y él
me respondió: “Porque las cosas que les enseñan en las universidades
norteamericanas no sirven para la Argentina”.
—Puede ser que tenga razón.
—¿Hay algo que no
le haya preguntado que quiera agregar?
—Que estoy muy contento de haber tenido esta charla porque ha sido muy franca,
muy directa, me ha dado algunas ideas para estudiar, lo cual es muy bueno.
Siempre cuando uno habla con gente inteligente aprende algo. Me dejó una pica
enfrente que la tengo que empezar a pensar en mis noches productivas de
insomnio, que son muchas, porque nosotros trabajamos 24 horas. Incluso cuando
dormimos seguimos pensando. Yo me despierto todos los días a las 3 de la mañana
y, entre las 3 y las 4, pienso, y después me vuelvo a dormir. Y cuando el
despelote es muy grande, no me duermo más.
© Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 16/08/2015 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.