Disidentes y enemigos…
Repegar.com Ricardo
Echegaray. Dibujo: Pablo Temes.
Discurso único. Con
soberbia setentista pero con otras armas, el poder oficial cada vez castiga más
a quienes se atreven a no coincidir.
La soberbia armada es el título de un libro sobre la
guerrilla montonera, del periodista Pablo Giussani. Se equivocó: lo de
Firmenich –dirigente máximo de aquella guerrilla y hoy autopropuesto candidato
a presidente de la Nación– ha sido y sigue siendo soberbia política. La sangre
de miles de jóvenes y no tan jóvenes que entraron en la muerte, movidos por el
ideal de una Argentina mejor, no ha desmontado a Firmenich de esa soberbia”. El
5 de agosto de 2001, desde la contratapa de Página/12, el gran poeta Juan
Gelman utilizaba su mejor arma, la palabra, para separar la paja del trigo.
¿Quién puede acusar a Gelman de derechista o gorila? Autodefinido como
“teniente del llamado ejército montonero y miembro de ese mascaron de popa que
se llamó Consejo Superior del Movimiento Peronista Montonero”, se preguntó:
“¿Nada tuvo que ver con la política suicida y suicidante que él encabezó antes
y después del golpe del 24 de marzo de 1976?”.
Integré aquella generación de los que luchamos por el
socialismo. Pero como lo hacíamos por la vía pacífica de las urnas, como
nuestros admirados Salvador Allende o Agustín Tosco, éramos descalificados en
cada asamblea como “reformistas burgueses funcionales al imperialismo
norteamericano”. Nos levantaban el dedito para darnos cátedra de Foquismo I,
mientras construían ese infierno que tan bien describe Gelman porque lo conoció
desde adentro. Los mismos infantilismos irresponsables del extremismo
pragmático hoy nos siguen enseñando con la misma altanería blindada. Hoy la
materia es Emancipación I y los que queremos una sociedad más igualitaria y
libre somos “defensores de las corporaciones monopólicas”.
Algunos actores, son los mismos de aquella época.
Dinosaurios reciclados que se agazaparon, detrás de las instituciones
republicanas que hoy dinamitan. La soberbia desarmada actual también atropella
lo que antes denominaban la partidocracia o la democracia formal y burguesa. No
se acatan las decisiones de la Corte Suprema de la Nación en varios casos. Se
apela a los aprietes como una manera de eliminar al enemigo, aunque esta vez
utilizan los “fierros” del Estado como la AFIP, los servicios de inteligencia y
la maquinaria propagandística. Se castiga a los disidentes propios mucho más
que a los enemigos externos. Y si no que lo digan Miguel Bonasso o Esteban
Righi. Y a los compañeros de ruta que se abren, como Roberto Lavagna, Alberto
Fernández, la familia Eskenazi o Daniel Peralta, por nombrar sólo a algunos de
una gran diversidad ideológica. Todos cayeron en desgracia. En los 70 se los
condenaba a muerte. Ahora, a la muerte política. Los juicios sumarios los hacen
quienes antes eran, y ahora son, dueños de la verdad absoluta y de la patria.
Por eso no hay rivales ni adversarios. Hay enemigos que deben ser exterminados.
Sin tiros, aunque semejante nivel de clima vengativo sea plataforma de
lanzamiento de algunos gurkas de izquierda como los que asesinaron a Luis
Condorí en Humahuaca. La prueba de parafina confirmó que los detenidos
utilizaron pistolas y las fotos de hace diez días muestran al jefe de ellos con
Milagro Sala, comandante de la Tupac Amaru. El Perro Santillán, otro al que
nadie puede vincular con la derecha, lo atribuyó a “la impunidad de los que van
a las movilizaciones en Mercedes-Benz”.
En una semana cargada de desmesuras que
hablan más de sí mismos que de los que critican, Eduardo Fellner, el gobernador
de Jujuy, le quitó responsabilidad al intendente local porque aseguró que se
trató “de una pelea entre privados”. Esa ideología Skanska debería llenar de
indignación y rebeldía a los que defienden sobre todas las cosas la vida y los
derechos humanos. La frase privatizadora del crimen compite con lo que dijo el
ministro Julio de Vido contra Paolo Rocca. El responsable de los fracasos
energéticos y del transporte de la era K, explicó que el capo de Techint “defiende a las patronales y nosotros a los
obreros”. Ese clasismo declarativo debería ser contrastado con las opiniones de
Hugo Moyano, Pablo Micheli, Víctor De Gennaro, Jorge Ceballos o Néstor Pitrola.
Sobre todo este último, cuya agrupación padeció en carne propia otro asesinato
de otro joven, Mariano Ferreyra por parte de la patota de José Pedraza,
alineado en aquel momento con Carlos Tomada y ahora con Antonio Caló en la
interna cegetista. Pero hubo más definiciones inquietantes. Axel Kicillof le
perdonó la vida a Techint. Fue magnánimo en decir que podrían fundir a Rocca
pero que “no lo van a hacer, pese a que habla mal del Gobierno”.
Paolo Rocca,
que hasta hace poco fuera caracterizado como ejemplo de la burguesía nacional y
orgullo de los argentinos por Cristina, sinceró su pensamiento y pasó a ser “un
monopólico que se hizo millonario gracias a la política antidumping y los
subsidios de los Kirchner”. Podrían declarar de interés público y sujetas a
expropiación todas las empresas y provincias cuyos líderes no elogien a
Cristina. Fueron tragicómicas declaraciones en línea con la cercanía a Dios de
la Presidenta a la hora de fomentar el miedo entre los mortales. Cristina
todavía no escribió ningún libro, aunque virtualmente ya existe una suerte de
“Manual de la Destitución de Estado K”. A Peralta se lo aplicaron a rajatabla.
Santa Cruz tuvo tres gobernadores en seis años y está a punto de tener cuatro.
Todos los pusieron y los derrocaron los Kirchner. Golpes de Estado provinciales
que explican por qué le cuesta a Cristina encontrar un heredero político, un
jefe de la CGT Balcarce o un gobernador santacruceño que esté a su altura.
Nadie da la talla. Peralta probó de su propia medicina. Cometió el pecado de
pelearse con la casa matriz de La Cámpora, atendida por su propio dueño:
Máximo. Scioli, Macri, De la Sota, Cariglino, entre otros, se pueden mirar en
el espejo de Peralta. Asfixia económica, cacería mediática de los
paraperiodistas, fogoneo de causas judiciales en su contra; obras y dinero para
intendentes conspiradores, son los capítulos principales del manual.
Pablo Giussani, en su libro en 1984, concluye: “Los
montoneros, afortunadamente, han quedado atrás en la historia argentina, en la
conciencia de los argentinos, y acaso parezca superfluo o anacrónico a esta
altura un intento de estimular aversiones contra ellos. Condenar a los
montoneros ya es en el país moneda corriente, casi una moda, por cierto más
saludable que la moda precedente de ensalzarlos”. Termino con otra cita de Juan
Gelman de aquel turbulento 2001: “La soberbia frecuenta impertérrita los territorios
del oportunismo”. El capitalismo de amigos y enemigos es así.
© Escrito por Alfredo
Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el
sábado 8 de Septiembre de 2012.
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