No quiere escuchar…
Intimidades de su llegada
a Harvard. Contradicciones y reacciones destempladas. La ausencia de
“estadismo”.
Ocurrió una tarde de 2011
en la Universidad de Salamanca. Estaba allí dando clases Alberto Fernández como
profesor visitante de Derecho Penal. Se le acercó entonces un estudiante
argentino, quien le dijo que su hermana, que estaba haciendo un posgrado en Harvard,
quería contactar a la Presidenta para invitarla a disertar en la Facultad de
Gobierno. El ex jefe de Gabinete se mostró abierto a colaborar y le indicó cómo
llegar al secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, a fin de
cursarle la invitación. Conocedor de la mecánica de Harvard, que incluye una
sesión abierta de preguntas no acordadas por parte del auditorio, Fernández
previno al estudiante sobre las chances nulas de lograr la participación de la
Presidenta, siempre renuente a este tipo de circunstancias. La alumna de
Harvard no se arredró; mandó la invitación y, para su sorpresa, un día de marzo
de este año se encontró con un mail de la oficina de Parrilli que le confirmaba
que Cristina aceptaba gustosa la invitación. Esa fue la génesis del
electrizante acontecimiento del jueves.
El problema de lo que
allí se vio no fueron las preguntas que los alumnos de Harvard le hicieron a la
Presidenta, sino sus respuestas y la agresividad con que reaccionó ante el
auditorio. El primer aspecto fue que Fernández de Kirchner dejó expuesta su
incapacidad para soportar las preguntas que la obligaron a explicar asuntos
críticos de su gestión. El segundo aspecto inquietante fue, además de la
intolerancia, el creciente descontrol que experimentó la Presidenta a medida
que se sucedían las preguntas, lo que la tornó agresiva. Y el tercer elemento
que afloró fue la inexactitud de varias de sus respuestas.
La presentación de
Fernández de Kirchner ya comenzó mal cuando hizo que su discurso tuviera una
duración que pareció hacerlo interminable. Durante su exposición, desplegó otra
vez su deporte predilecto: querer mostrar que la historia argentina es una
larga cadena de desgracias de la que ha sido redimida por el kirchnerismo.
Condenó la convertibilidad y aludió a su creador, Domingo Cavallo. No dijo que
en los denostados 90 ella y su esposo apoyaron tanto la convertibilidad como al
ex ministro.
En ese discurso llamó la
atención que la Presidenta, siempre memoriosa de las cifras, no supiera los
valores mínimos del salario ni de la jubilación, dato que tampoco demostraron
conocer los funcionarios que la acompañaban.
“Chicos, estamos en
Harvard... esas cosas son para La Matanza”, fustigó la Presidenta a algunos que
la silbaron cuando le reprochó a un estudiante de 20 años no tener memoria.
Curiosa expresión ésta, que, de haber sido pronunciada por algunos de sus
adversarios, habría dado pie a una larga cadena de descalificaciones de muchos
de los acólitos del Gobierno, que –como no podía ser de otra manera– salieron a
defenderla.
“Fui una abogada
exitosa”, recibió como respuesta la estudiante estadounidense que dijo haber
vivido en la Argentina y que le preguntó qué explicación tenía para justificar
el espectacular crecimiento de su patrimonio producido a lo largo de los ocho
años de gobierno. Fue una mala respuesta que dejó sin contestar la pregunta. La
estudiante se refería al incremento del patrimonio ocurrido en los ocho últimos
años y no a aquellos en los que había desarrollado su actividad abogadil.
“Yo hablo con millones de
personas en Argentina, no puedo creer que se dejen llevar por lo que digan dos
o tres periodistas”, le contestó la Presidenta al estudiante que le señaló que
se sentía privilegiado por poder preguntarle. Otra vez, el comentario se desvió
de la apreciación puntual que hizo el alumno. Primero porque es imposible que
Fernández de Kirchner o cualquiera de nosotros pueda hablar con “millones de
personas”, y segundo porque el estudiante no dijo sentirse un privilegiado por
el hecho de poder hablarle, sino por el de poder formularle una pregunta.
“Me parece poco
académico. Esperaba otro análisis de ustedes”, disparó la Presidenta a modo de
“ninguneo” ante otra pregunta que la perturbó, demostrando desconocer el
contenido programático de algunas de las carreras que allí se cursan y que
incluyen, entre otros temas, los que estaban en los contenidos de las preguntas
(corrupción, relaciones entre gobierno y prensa, gestión). A esa altura de la
noche, lo único del manual kirchnerista que le faltó decir fue que, a los
estudiantes, las preguntas se las había dictado Héctor Magnetto.
Cuesta entender cómo la
jefa de Estado dejó al desnudo una notable falta de preparación para enfrentar
la situación en Harvard. Algo le ha pasado a Fernández de Kirchner, a quien
muchos periodistas recordamos como una muy buena polemista, siempre dispuesta a
enfrentar situaciones controversiales con aplomo y un buen nivel de
fundamentación, que hoy demuestra haber perdido. Alguno de los muchos
integrantes del aparato comunicacional oficial debió acercarle a la Presidenta
el video de la presentación que hizo en ese mismo lugar Dilma Rousseff, quien
supo enfrentar preguntas incómodas con inteligencia, elegancia y calma.
La Presidenta no
comprendió que estaba en un ámbito académico y que, en tales circunstancias, lo
que se espera de un estadista es que haga docencia. Saber contestar una
pregunta crítica mostrando respeto por quien la formula –lo que ni siquiera
significa compartir esa crítica– es hacer docencia. Pero, como se recordará,
alguna vez la Presidenta se enorgulleció por el hecho de no ser una estadista
ni querer serlo, algo que se nota.
En Georgetown, Fernández
de Kirchner había señalado: “Hablo todos los días con la prensa. Lo que pasa es
que escuchan lo que ellos quieren escuchar”. Lo que dejó en claro lo sucedido
ese día y, sobre todo, el jueves en la Universidad de Harvard, es que las cosas
son exactamente al revés: es la Presidenta la que no quiere escuchar preguntas
que la incomoden y para las cuales demostró no tener otras respuestas que el
enojo y la descalificación, cualidades propias de quienes hacen de la
intolerancia un dogma.
Producción periodística:
Guido Baistrocchi.
© Escrito por Nelson
Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
el domingo 30 de Septiembre de 2012.