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domingo, 17 de julio de 2016

No es cómo, es el qué… @dealgunamanera...

No es cómo, es el qué…

Cacerolazo: primera protesta contra Macri, déjà vu de 2002. Foto: Obregón.

En cada una de las medidas, se intenta salvar a Macri poniendo como responsables a sus asesores o ministros.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 17/07/2016 y publicado en el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Cada vez que recrudecen las críticas al gobierno de Macri –el pico anterior fue previo a la balsámica aparición de los bolsos de López en el monasterio–, se escuchan reproches a la comunicación o a la instrumentación de las medidas. Muchos opinan que se debió comunicar de forma diferente para lograr adhesiones y convencimiento. Mientras que otros consideran que el problema lo generó una mala instrumentación de las medidas porque se debería haber hecho en dosis más espaciadas o con distintos procedimientos.

Consciente o inconscientemente, ambas críticas comparten una consecuencia común: salvar a Macri de la responsabilidad de las medidas utilizando de pararrayos a los ministros o asesores. Aranguren, con su frontalidad, es un gran pararrayos pero es obvio que la decisión no fue de él. Esa elaboración emocional, mayoritaria en la parte de la sociedad que votó a Macri, es comprensible: nadie que haya invertido en la compra de una casa, un auto o cualquier bien costoso aceptaría a los siete meses haber hecho la peor inversión o haberse equivocado, y elegir a un presidente disruptivo con el orden precedente es una enorme inversión para todos aquellos cuya calidad de vida cotidiana depende de lo que haga ese presidente.

Hay hipocresía en atribuir el problema del aumento de las tarifas a que no hubo audiencias públicas

Pero desde esa perspectiva algo negadora y algo más confortable, el problema nunca estaría en el “qué” de las medidas sino en el “cómo” de su pasaje a la práctica. Cuando en realidad el verdadero problema está en las cuestiones muy de fondo, aunque difíciles de digerir, como que la mayor parte de la población padecerá una reducción en sus ingresos reales porque la economía argentina se encaminaba a un ajuste debido a que su déficit fiscal venía aumentando año tras año. En alguna medida, “es un 2002 en cuotas”, como había anticipado Lavagna cuando el kirchnerismo quiso corregir el retraso de las tarifas y el dólar –la “sintonía fina” de 2012– y, al ver la reacción contraria de la población, decidió entregarse al facilismo de posponer el problema, asumiendo también ese día que no iba a continuar en el poder después de diciembre de 2015.

El cacerolazo del jueves a la noche, aunque incomparable en términos cuantitativos, tuvo un déjà vu de 2002: fue por cuestiones económicas y fue heterogéneo políticamente. Y al igual que en 2002, las protestas de las personas generan efectos políticos como acortar la vida política de determinados funcionarios y/o de un gobierno, pero no podrán torcer el rumbo de lo inevitable, en este caso una reducción de la capacidad de consumo. En 2002, la caída de esa capacidad vino por una inflación cercana a la actual (41%) pero sin paritarias. En 2016, las paritarias fueron en promedio un 15% menores que la inflación (30% contra 45%) pero las tarifas de los servicios públicos, que en 2002 prácticamente no se pudieron aumentar, en 2016 vinieron a agregar una pérdida del salario real.

El poder de compra del salario no se constituye directamente por el valor en dinero de éste, sino por el subsidio o no que tengan los productos que se consuman. En la ex Unión Soviética, donde el salario de las personas con estudios universitarios no alcanzaba los 100 dólares mensuales, no había pobreza, porque el transporte y todos los servicios públicos eran proveídos sin costo por el Estado agregándole al salario mucho más de lo que se recibía en dinero. Sumado a subsidios en todo tipo de productos que, al venderse a precios infinitesimales, había cupos de compra limitados y colas interminables para adquirirlos. Así como “altitud corrige latitud”, en las temperaturas acercándose al ecuador, “precio corrige cantidad” porque si el precio es inferior al costo, escasea el producto.

Se podría simplificar diciendo que si la Argentina arrancó 2016 con un déficit de alrededor del 8% del producto bruto y un déficit sustentable sería del 3%, los argentinos deberemos consumir el 5% menos.

¿Pero quién ganaría las elecciones prometiendo bajar el consumo un 5%? O ya en el gobierno, ¿quién no perdería apoyo más rápidamente si le dijera a la población que no hay más salida que apretarse el cinturón? Por eso, el problema del Gobierno no es de comunicación, hay temas que no se pueden comunicar.

En el macrismo aplican una frase de Macri cuando era presidente de Boca: en ciertas circunstancias hay que “hacerse el boludo”. Y cuando dicen “estamos aprendiendo”, en realidad es “vamos probando y cuando el paciente grita mucho, paramos y comenzamos el ajuste por otro lado, donde se sienta menos el dolor”, pero finalmente los sueldos reales bajarán.

Y el ajuste es mayor a ese 5% del déficit fiscal a reducir, porque desde hace varios años se había estancado el empleo privado a partir de que los salarios argentinos en dólares habían alcanzado un nivel superior a los de nuestros vecinos y países con similar competitividad, haciendo que no fuera rentable invertir para la mayoría de las empresas. La cantidad de trabajo también corrige por su costo.

Un ejemplo es Rosario con la prohibición a los supermercados de abrir los domingos, el día de mayor consumo. El sindicato cree que las horas extras que perderán serán compensadas con otras mejoras en futuras negociaciones que conseguirán aun trabajando un día menos, como los continuos feriados. Ventajas que se extinguen porque, a mediano plazo, si una sociedad no produce mejor que otra, no podrá sostener un consumo mayor, aunque se trate de un discurso muy antipático y antipopular.

Aranguren es apenas el pararrayos de todo el e económico y de la política del propio Presidente

Hay cierta hipocresía en atribuir a la falta de audiencias públicas el problema del aumento de tarifas. Sería más justo reconocer que el Gobierno cosechó ahora las críticas acumuladas por un aumento significativo de la inflación y por paritarias con aumentos de sueldos por debajo de esa inflación, y que este nuevo aumento de tarifas fue la gota que colmó el vaso.




domingo, 3 de enero de 2016

Ajuste de tarifas eléctricas en C.A.B.A. y G.B.A.... @dealgunamanera...

Con subas de hasta el 500% buscan racionar el uso de la electricidad…

En las próximas semanas presentarán el nuevo precio de la energía para Capital y GBA. El ala técnica ya diseñó el esquema y ahora depende de Jefatura de Gabinete. Apuntarán también a reducir subsidios. Infografía: Sergio Ucedo

Preparan el anuncio de aumentos de tarifas. En las próximas semanas presentarán el nuevo precio de la energía para Capital y GBA. El ala técnica ya diseñó el esquema y ahora depende de Jefatura de Gabinete. Apuntarán también a reducir subsidios.

© Escrito por  Nicolás Gandini y publicado el domingo 03/01/2016 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Pasaron la salida del cepo y la devaluación. El Gobierno se alista ahora a otro capítulo de la herencia económica: aumentar las tarifas eléctricas de la Ciudad Buenos Aires y el Conurbano. El anuncio llegaría en cuestión de semanas. En la cabeza de los técnicos que trabajan con el ministro de Energía, Juan José Aranguren, hay dos ideas centrales: que los usuarios sientan en el bolsillo el gasto en electricidad y racionen su consumo, y que las empresas vuelvan a invertir. Si fuera por el ala profesional, las tarifas deberían subir cuanto antes. Pero hay tiempos políticos de por medio.

Más de dos millones de hogares del área metropolitana pagan menos de $ 30 por mes por la energía que toman de la red. Es decir, menos de un peso por día. Son residenciales que consumen 300 kilowatt por hora (KWh). Representan casi la mitad del universo total de usuarios cubiertos por Edenor y Edesur, las dos mayores distribuidoras de la Argentina. En concepto de cargo fijo abonan apenas $ 4,46 por bimestre, según el cuadro tarifario actual, que se mantuvo congelado desde 2001.

Aranguren confirmó que en los primeros dos meses de 2016 se definirán los incrementos de las facturas de luz de la zona metropolitana, que paga tarifas tres o cuatro veces más baratas que en el interior del país. Aunque no precisó detalles de cuánto aumentará la electricidad, se sabe que el primer salto será significativo. Hay quienes hoy pagan $ 60 por bimestre, y tendrán aumentos de entre el 200 y el 500%. Más del 80% de los alcanzados son hogares, y el resto, industrias.

El atraso tarifario es tan grande que la primera corrección deberá ser importante si se apunta a reducir los subsidios que se lleva el sector eléctrico. Sólo a partir de una primera suba de peso podrá establecerse luego un sendero gradual de aumentos”, explicó a Perfil un ejecutivo que en los últimos días se reunió con el gabinete energético.

Esta semana el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, defendió el próximo ajuste, al asegurar que “no podemos seguir derrochando lo que no tenemos”. “Asustan los porcentajes, pero una factura que se pagaba $ 150 y pasa a $ 350 implica una diferencia de $ 200, que es también igual a dos taxis o dos pizzas”. “Creo que ésa es la discusión que hay que tener”, destacó en una entrevista televisiva.

La masa de subsidios que demanda el sector energético se desmadró en los últimos años. Representa cerca de 3 puntos del PBI. Sólo el sistema eléctrico requiere subsidios anuales por más de $ 80 mil millones. Según un informe basado en datos de 2014 de Cammesa –la administradora el mercado mayorista– al que accedió este medio, las tarifas que pagan los usuarios de Edenor y Edesur sólo permiten cubrir el 17% del costo de generación, transporte y distribución de energía.

En el interior esa brecha es menor porque las distribuidoras provinciales pudieron recomponer sus cuadros tarifarios. Aun así, lo que se recauda representa el 42% de costo real del sistema. El resto lo absorbe el Estado principalmente mediante subsidios al segmento de generación. Esos fondos son los que busca achicar el Gobierno con una suba del precio de la energía. Aranguren afirmó que en una primera etapa se buscará reducir subvenciones por $ 70  mil millones, pero no especificó un horizonte temporal.

Desde lo técnico, la elaboración de una propuesta para recortar subsidios está en la cabeza de Andrés Chambouleyron, subsecretario de Política Tarifaria del Ministerio de Energía, que está abocado al diseño de los nuevos cuadros tarifarios que se darán a conocer en las próximas semanas. El funcionario –un economista especializado en regulación de servicios públicos– fue quien propuso un esquema para mantener un subsidio equivalente al consumo de 150 kWh para dos millones de hogares de bajos recursos en todo el país.

Timing político.

El ajuste final de las tarifas surgirá de una serie de mediaciones con otros exponentes de peso del gabinete como el propio Prat-Gay; el ministro de Interior, Rogelio Frigerio, con voz para opinar en cuestiones presupuestarias; y el jefe de Gabinete, Marcos Peña, que se apoya en Gustavo Lopetegui, uno de sus hombres de máxima confianza y virtual controller del Ejecutivo, para definir cuestiones ligadas al negocio petrolero y energético.

Para Aranguren, el sinceramiento tarifario –tal como le gustaría que se presente la medida– tiene sentido no sólo para reducir el déficit fiscal por subsidios.

Confía, además, en que con precios más altos los usuarios domiciliarios dosifiquen su consumo de energía. “Hoy la demanda está desbocada porque el costo no afecta al bolsillo”, reconocen cerca de Aranguren.

El aumento de las tarifas es, a su vez, condición sine qua non para relanzar la inversión privada.

Negocian que la nafta no trepe más de 20% en el año.

Desde mañana, el ministro de Energía, Juan José Aranguren, buscará avanzar en la redacción de un acuerdo de precios con las empresas petroleras, provincias productoras y sindicatos que sentará las bases de cuánto aumentarán los combustibles durante 2016. La intención del Gobierno es que no suban más de un 20% durante el año. 

Se trata, en la práctica, de replicar una iniciativa similar a la que impulsó en 2015 el ex titular de Economía, Axel Kicillof, que mantuvo el precio interno del petróleo en valores competitivos frente al derrumbe del barril a nivel mundial. El objetivo es el mismo: defender la mayor cantidad de puestos de trabajo. Pero, a diferencia de su versión anterior, que funcionó en base a un acuerdo verbal entre cada uno de los actores de la industria, esta vez Aranguren quiere que el acuerdo quede por escrito.

El trazo grueso del nuevo entendimiento quedó definido la semana pasada tras reuniones que funcionarios de Energía mantuvieron con representantes de YPF, la mayor productora de hidrocarburos que es controlada por el Estado, y Pan American Energy (PAE), que es propiedad de BP, la china Cnooc y los hermanos Carlos y Alejandro Bulgheroni. El precio local de crudo seguirá en cerca de US$ 65 cuando en Estados Unidos es menos de 40.



sábado, 15 de febrero de 2014

Viejas fórmulas... De Alguna Manera...


Viejas fórmulas...

Rubén Vázquez, Presidente de Cabal Cooperativa de Servicios Ltda.

"Calor, amor. La historia tras la puerta", decía con sencillez y belleza el gran poeta español Jorge Guillén. Y es hermoso pensarlo así. La furia con que irrumpieron en estos días las altísimas temperaturas del verano, nos hicieron pensar, sin embargo, más que en esas palabras del artista de Valladolid en otras suyas de un pequeño poema denominado “Inferno”, en el que, recordando un diálogo entre Virgilio y el Dante en la Divina Comedia, afirmaba que, en la vida del hombre, lo que está más “al alcance de la mano” no es el cariño tibio de los otros sino los ardores del Averno.
 
Un poco así nos sentimos en estas semanas. Ofuscados por el calor, buscando razones a las dificultades en que nos metieron este inédito fenómeno meteorológico –nunca en promedio y continuidad se había soportado durante todo el siglo pasado un clima tan ardiente en las principales ciudades del país- y las ineficiencias de las empresas eléctricas para dar solución a los múltiples apagones ocurridos. Nos vimos asaltados por un legítimo malhumor social, porque, más allá de las explicaciones que se puedan dar a lo que ocurrió, a nadie le gusta atravesar por una situación así.
 
Convengamos en que la emergencia comenzó a estabilizarse y se confirmaron las hipótesis de que el problema estaba, más que en la falta de generación de electricidad, en su deficiente diseño de distribución de las empresas privadas Edesur y Edenor, debilitado por la falta de inversiones a través de los años, achique de personal y tercerizaciones truchas. El consumo de energía creció de una manera extraordinaria en los últimos años por efecto del mejoramiento en la calidad de vida de los hogares y de una mayor demanda provocada por el crecimiento industrial. Esa expansión del consumo no fue acompañada a nivel de la distribución de las obras necesarias para cumplir con las nuevas necesidades.
 

He aquí entonces un eslabón frágil de la estructura productiva, como todavía lo es también el transporte, que el gobierno tendrá que suturar, a través de los instrumentos que considere más aptos, para evitar que el problema se reedite. La consolidación de un modelo basado en la inclusión social requiere continuar con las políticas públicas que defiendan las conquistas sociales obtenidas, pero también avanzar sobre aquellos problemas que están pendientes de solución. Todo eso en la línea de un proyecto que haga cada vez más profunda la democracia social en el país, más equitativa la distribución de sus riquezas.
 

Es interesante percibir cómo, frente a la aparición de estas situaciones, los viejos economistas del establishment asoman de nuevo la cabeza y reclaman soluciones a la vieja usanza. Como se está haciendo hoy en Europa, donde el intento de salir de la crisis –una crisis que la Argentina ya no vive- es a través de las medidas de ajuste muy bien conocidas por estas latitudes: rebaja de los salarios y las jubilaciones, incremento de la desocupación, expulsión de millones de personas del sistema y su condena a vivir en condiciones infrahumanas. Como dijo el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, estos planes buscan dejar afuera de la sociedad a diez millones de argentinos.

Ahora, es indispensable reflexionar no solo en el hecho de que estos economistas, cuando ejercieron funciones gubernamentales, resolvieron los problemas que se les presentaban mutilando siempre los derechos de las mayorías, trabajadores, profesionales, comerciantes o industriales pymes, sino también en la circunstancia en que en los últimos años equivocaron una y otra vez los pronósticos que hicieron sobre la marcha de la economía. En la edición del suplemento económico “Cash”, del diario Página 12 del 29 de enero de 2013, hay un sabroso estudio donde demuestran las enormes pifias perpetradas por estos individuos. No hubo un solo caso en que sus predicciones sobre actividad económica (que aumentó un 5,4 por ciento), consumo (que creció un 7,9 por ciento) o inversión (que también se expandió un 7.9 por ciento) en que se acercaran a la realidad. Y en este verano siguen produciendo humo, humo sucio e intoxicante.
 

Siempre predijeron cifras por debajo de las que ocurrieron o el advenimiento de hechos apocalípticos que no se produjeron. Frente a tanto disparate y mala fe, es lícito preguntarse ¿hasta cuándo se van a seguir prestando atención a estos datos, siendo que hay muchos otros que consignan apreciaciones más sensatas? Porque, lejos de perjudicar, las buenas críticas, las que señalan vacíos o errores existentes en la política económica, ayudan a mejorar cualquier perspectiva de llevar adelante un proyecto nacional y popular, pero no la mentira.
 

El crecimiento con inclusión social produjo en estos últimos años un fuerte proceso de redistribución del ingreso. Y en el marco de una estructura económica que todavía muestra desequilibrios y sectores de concentración oligopólica, las empresas han exhibo una tendencia a no querer resignar los altos niveles de ganancias obtenidos en otras épocas. Y eso provoca tensiones. La fórmula de los neoliberales ha sido siempre, para remediarlas, favorecer a los que más tienen. Y eso es lo que quieren también aquí, que ocurra como en España, donde a pesar de la caída del producto bruto interno en los últimos años hay muchos más ricos. ¿Cómo es esto? Es que, dentro de la menor cantidad de riqueza nacional, los ricos se llevan tajadas mayores que en otros tiempos.
 

De ahí que la solución sigue siendo, por un lado, seguir apostando al fortalecimiento del mercado interno –los cooperativistas siempre lo sostuvimos-, y, por el otro, aumentar y mejorar la inversión pública, en especial, la asociada a la producción para lograr una matriz económica más sustentable, diversificada y competitiva. Y en ese sentido son fundamentales la integración nacional y la sustitución de importaciones.  Por todo lo que vemos, 2014 será pues un año de nuevos desafíos, de retos a la creatividad para seguir pensando en una Argentina de verdad democrática en lo social y político. Y no hay porque sospechar que, a pesar de esos desafíos, no se seguirá avanzando en una dirección correcta.  Nos gusta conjeturar que con calor (del bueno, claro), amor, y también perseverancia e inteligencia para desnudar y contrarrestar las asechanzas de los -en toda hora- desvelados mercaderes del odio, la historia, como dice Guillén, estará detrás de la puerta.   

© Escrito por Rubén Vázquez el 01/02/2014 y publicado por la Revista Cabal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

domingo, 29 de diciembre de 2013

Apagones e irresponsabilidad, no cambió nada... De Alguna Manera...

No cambia nada...

PLANIFICADOR OFICIAL Julio De Vido. Dibujo: Pablo Temes 

Pasan los años y los problemas no sólo se repiten: se agravan. La falta de respuestas oficiales. Lo que sigue, es la reproducción del párrafo inicial del artículo escrito para PERFIL el domingo 6 de enero de 2008.

Se leía allí: “Sucedió el jueves pasado a la media tarde, a medida que la temperatura y la sensación térmica iban subiendo y poniendo al sistema eléctrico en una situación de máxima tensión. Tal como había ocurrido en la noche del último día de 2007, el sistema empezó a desnudar sus flaquezas. Los barrios porteños de Caballito, Flores y Barracas quedaron sin luz junto a otros distritos del Gran Buenos Aires y del resto del país. La gente, literalmente, explotó y decidió salir a la calle. Y ahí protagonizó un cacerolazo que estremeció al poder que venía siguiendo el problema de lejos.[…] De ahí el nerviosismo del Gobierno en esas horas de mínima tensión eléctrica y máxima tensión política. La orden, pues, bajó imperativa y tajante desde la residencia vacacional de El Calafate. El ministro de Planificación, Julio De Vido –el mismo que se la pasa todo el tiempo diciendo que todo está bien–, puso al rojo vivo los teléfonos de las empresas distribuidoras de electricidad. La orden que tronó fue que debían dar la cara y apurar soluciones para los indignados y sufrientes vecinos que se derretían con los 38 grados de sensación térmica y la falta de luz y agua”.

Han pasado ya seis años de aquellos hechos y, como es fácil apreciar, nada ha cambiado. Los días transcurren así en medio de un devenir desesperante en el que a la falta del suministro eléctrico, se le agrega el desamparo que produce la indiferencia y la lejanía de los funcionarios. La Presidenta sigue en El Calafate y no ha partido de ella ninguna palabra siquiera de solidaridad hacia los miles de damnificados por esta catástrofe. A Alicia Kirchner, la ministra de Desarrollo Social, no sólo no se la ha visto sino que sus tuits con referencias a los aumentos de las ventas navideñas en los shoppings y alabanzas a la militancia kirchnerista no han tenido una sola mención a los padecimientos de los que no tienen luz ni agua. De Vido sigue insistiendo en que las empresas deben dar la cara, tal como lo decía hace seis años. 

Según narró nuestra colega Mercedes Ninci, hasta el jueves pasado el secretario de Energía, Daniel Cameron, estaba de vacaciones. Tampoco abundaron las presencias de funcionarios del Gobierno de la Ciudad. Recién ayer apareció Mauricio Macri. Los legisladores porteños Gustavo Vera (Unen) y Marcelo Ramal (PO), presentaron un proyecto para declarar la emergencia energética en la ciudad, cosa que no se pudo lograr porque al momento de hacerlo había sólo cinco de sus miembros presentes en el recinto de sesiones. El jefe de Gabinete, Jorge Capitanich –que casi como una burla no dudó en encabezar un acto para entregar el Premio a la Calidad 2013 a la central termoeléctrica Genelba–,se la pasa amenazando a Edesur y Edenor con sanciones que van desde multas hasta la estatización, alternativas que para la gente afectada no significan nada: lo que reclama y necesita es la luz. La deuda de la política con la ciudadanía es monumental. La estrategia del Gobierno es clara: pretende quedar como víctima. Como siempre, lo mismo hizo tras la tragedia de Once.

El acuerdo de precios que ha anunciado el Gobierno –del cual no se sabe aún la lista de productos ni sus valores– ha nacido casi sin vida. Que comience a regir a partir del 3 de enero ha generado una aceleración de la remarcación de los precios con aumentos que, en el caso de algunos productos de primera necesidad, ha oscilado entre el 10 y el 15%. Habrá que ver cuánto dura ese efecto colchón ante una inflación que no cede. En este marco, las expresiones del presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, respecto de una disminución del nivel de la emisión monetaria para el 2014, constituyen una irrealidad. Si no se ataca de raíz la inflación esa será una misión imposible.

Axel Kicillof actúa a la manera de un cruzado. El ministro, que viene de protagonizar una deslucida gira por China en la que no obtuvo ningún resultado concreto –los 19.000 millones de dólares en inversiones que se anunciaron son un cuento chino, al igual que aquel otro de 2004 en el que se hablaba de 20.000 millones que nunca llegaron– tiene un enfrentamiento fuerte con su predecesor, Hernán Lorenzino, que se dedica ahora a hacer circular versiones sobre un posible y pronto arreglo de la deuda con el Club de París, situación que por el momento parece pertenecer al mundo de la fantasía. El equipo de Kicillof no presenta fisuras.

Su problema es la falta de ideas sobre lo que es la gestión.

En este contexto, el dato político más relevante es la ausencia de la Presidenta. Su reclusión en El Calafate es un símbolo que refleja el momento político por el que atraviesan el Gobierno y el país. Mayor contraste, imposible: allí hace frío mientras que aquí la ola de calor abrasa. Las únicas expresiones que se conocieron de la jefa de Estado fueron las destinadas a desmentir una eventual candidatura suya en 2015. Por lo demás, el silencio presidencial sobre los apagones fue y es estrepitoso. Esa ausencia, en un gobierno personalista como el de ella, ahonda los problemas de gestión de su administración. Como a la jefa de Estado hay que llevarle sólo buenas noticias, la única manera de hacerlo es desconociendo la realidad o adjudicarles la responsabilidad a los otros.

Aparece allí el protagonismo de Máximo Kirchner, quien cree que todo esto es una conspiración que será derrotada por el tiempo y las circunstancias. Las circunstancias de las que se habla en ese entorno van desde los dólares que vendrían para YPF hasta la magia de Lionel Messi para la obtención de la Copa del Mundo en Brasil. Dijo Abraham Lincoln: “Se puede engañar a todo el mundo durante algún tiempo; se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero lo que no se puede hacer es engañar a todo el mundo todo el tiempo”. La Presidenta debería anoticiarse de ello.

Producción periodística: Guido Baistrocchi.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 29/12/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.