Reescribir
la historia…
Reforma de la Fórmula de Cálculo de los Haberes Jubilatorios. En todos
los casos, el Gobierno debió echar mano a algo que en la retórica y
en el pensamiento del Presidente y su círculo áulico, se desprecia y se
aborrece: la negociación política. De no haber pasado, ninguno de esos tres
éxitos legislativos hubiesen ocurrido.
Surge de esos tres episodios la confirmación de un rol clave por parte
de Mauricio Macri, cosa que los libertarios también hubieran
preferido evitar. Sin la participación decisiva del ingeniero, los dos vetos
hubieran caído y tampoco habría habido Ley “Bases”. Consciente de esto, el
expresidente ya avisó a su propia tropa y a los ajenos, que es la última vez
que le da un cheque en blanco al oficialismo. En adelante, todo se deberá
negociar, es decir que, cada uno de los proyectos que se discutan con el Gobierno
deberán tener en cuenta los puntos de vista –y exigencias– que el PRO
proponga. Se acabó la pasividad. Es un decir: “hasta acá llegamos” que expresa
el nivel de fastidio de Macri quien, hasta aquí, se ha sentido usado. Ya se
sabe que, por ahora, no hay ninguna posibilidad de fusión entre el PRO y LLA.
Hay una diferencia muy fuerte entre el expresidente y Milei. Macri aboga por el
diálogo con los sectores afines de la política. Milei y su entorno, en cambio, no. Desprecian esa
herramienta. Ese es un problema grande. Si bien, tras lo ocurrido en la Cámara
de Diputados con los dos vetos, las acciones de Cristian Ritondo y Diego
Santilli van en ascenso, a fin de posicionarse como interlocutores directos del
PRO con el Gobierno, nadie sabe hasta dónde llegan.
Argentina necesita verdaderos
estadistas capaces de gobernar para todo un país sin sembrar la
discordia.
En lo concreto, el próximo hecho que requerirá de negociación será el
proyecto de ley del presupuesto. Ahí se va a necesitar también muñeca política.
Sin el apoyo de los sectores dialoguistas de la oposición –con el PRO a la
cabeza–, la aprobación del presupuesto será una quimera. “No es momento de
festejar nada, pero sí es hora de hacer valer nuestro apoyo. El Presidente debe
entender que gobernar en soledad, no es posible e implica un desgaste de su
figura que se sentirá más pronto que tarde” –aseguró uno de los protagonistas
del equipo amarillo. Otro detalle no menor al respecto: el kirchnerismo viene
fogoneando un rechazo al proyecto. Tal vez haya olvidado que en el 2010, año en
que la oposición lo dejó sin presupuesto, gobernó con amplia comodidad
disponiendo de la caja a su antojo y sin control. Por lo tanto, la oposición
debería repensar cuán funcional o conveniente resulta su idea de dejar al
Gobierno sin esa herramienta. En parte del peronismo, la UCR, todo el kirchnerismo y la izquierda, todavía se
frotan las manos por los resultados de la marcha universitaria. Deberían dejar
de lado la idea siempre presente de ganar la calle frente a un gobierno que,
aún con sus dificultades, sigue marcando la agenda. Milei ha demostrado ser un
hombre de acción, y sin una oposición seria seguirá avanzando a paso firme.
En el Gobierno se vive un momento de manifiesta euforia. El 3,5% que
arrojó el de Precios al Consumidor (IPC) se recibió con una alegría que, en
algunos casos, fue desbordante. Perforar el 4% se había transformado en una
especie de obsesión dentro del equipo económico. Dólar y riesgo-país a la baja,
y un blanqueo que supera con creces el guarismo alcanzado por el que se vivió
durante la presidencia de Macri. El oficialismo no debería confundirse ni
engolosinarse con esto. Cuando la gente va al supermercado o al almacén de
barrio, lo que vive nada tiene que ver con la euforia. Lo que abunda allí es la
penuria. Eso es lo que padecen quienes hacen malabares para comprar leche, pan,
fideos, arroz, huevos, algo de carne, verduras y frutas. Todo parece un lujo. Los
bolsillos siguen flacos, porque los salarios no llegan a cubrir las necesidades
básicas de la mayoría de la gente. Sin reactivación de la actividad económica
esto seguirá siendo así.
Mientras tanto, la confrontación no para. El acto en el CCK demuestra
que el Gobierno está lanzado a la campaña electoral, dentro de una estrategia
que tiene como objetivo marcar la agenda para así mantener la centralidad
política.
A eso ha comenzado a dedicarse con todo ímpetu Karina Milei, quien está dando pasos concretos en el
armado de su plan que tiene, como uno de sus objetivos, dar la batalla
cultural. Por eso lo de ayer en el CCK sumado a la sorpresiva y súbita
revalorización de Tecnópolis que, hasta hace un tiempo tenía destinos de
motosierra. Los libertarios han demostrado ser pragmáticos en la reconstrucción
de su propio relato. Al igual que en tiempos del kirchnerismo, pero con
ideología opuesta, la obsesión por reescribir la historia está siempre
presente. Los riesgos de esta conducta –al igual que aquella del pasado
reciente–, tienen que ver con los vaivenes abruptos que terminarán por agrandar
la grieta. Para dar esa batalla cultural enfocada en el cambio, en el Gobierno
–hasta el momento– apuestan a seguir profundizando la división. En esto
demuestran no haber aprendido una de las pocas virtudes que dejó el menemismo:
la unidad por sobre todas las cosas.
Argentina necesita de una vez por todas verdaderos estadistas capaces de
gobernar para todo un país sin sembrar la discordia entre los argentinos. El
tiempo dirá si Javier Milei tiene la capacidad de serenarse para pacificar un
país, que ya camina cansado entre tantas disputas ideológicas.
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