Jaquecas, Axel Kicillof. Dibujo: Pablo Temes
La provincia de Buenos Aires, su gobernabilidad y sus dificultades
financieras, son un problema que también afecta a Alberto Fernández.
© Escrito por Nelson
Castro el domingo 12/01/2020 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires.
El recorte del porcentaje de
coparticipación que le corresponde a la Capital Federal había sido planteado
durante la campaña por Alberto
Fernández quien luego, al ser consultado por el tema,
prácticamente lo descartó. Pero, en el acto de asunción de Fernando Espinoza
como intendente de La Matanza, a los pocos días de comenzado el Gobierno, Cristina Fernández de Kirchner lo impulsó
con vehemencia. Lo que hizo, claramente, fue marcarle la cancha al Presidente
quien, a menos de un mes, adoptó la iniciativa sin ningún tipo de negociación
previa con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. ¿No era que existiría
diálogo antes de tomar medidas? ¿Es así como AF quiere dar una imagen de no
dependencia de su vicepresidenta?
Quienes han hablado con el Dr.
Fernández lo han escuchado quejarse de esta conjetura. “Resulta que antes de
integrar la fórmula con Cristina, yo era una persona de carácter y pensamiento
propio y a partir de ese momento me convertí en su monigote”, les manifestó a
algunos de los periodistas a los que les hizo conocer su fastidio por esa
apreciación. Le guste o no, será ése un karma con el que deberá cargar a lo
largo de su mandato. Y de su independencia de la vicepresidenta dependerá la
posibilidad de éxito de su gobierno, que está atravesado por contradicciones.
Una de las evidencias de esas contradicciones se ve en algunas de las
designaciones que se han producido hasta aquí.
"Volvimos para ser mejores”, fue
una de las frases que repitió desde la noche del 28 de octubre, el día de la victoria
electoral. Sin embargo, hubo nombramientos que contradicen esa promesa. ¿Es
“ser mejores” proponerlo al juez federal Daniel Rafecas –quien debió haber sido
sometido a juicio político por su bochornoso papel en el caso Boudou, a uno de
cuyos abogados aconsejó mientras estaba a cargo de la causa– como procurador
general de la Nación? ¿Es “ser mejores” designarlo al ex gobernador de Entre
Ríos, Sergio Urribarri –un hombre muy cuestionado en esa provincia– como
embajador de la Argentina ante el gobierno de Israel? ¿Es “ser mejores” haberlo
nombrado a Carlos Zannini como procurador del Tesoro?
Volver. En las
segundas líneas de varias áreas del Gobierno han sido designados dirigentes de
La Cámpora que habían estado en la gestión de CFK, quienes no han tenido
empacho en expresar a viva voz su avidez de revancha. ¿Eso es “ser mejores”?
La Argentina necesita inversiones de
un volumen monumental, si es que la erradicación de la pobreza se erige en un
objetivo auténticamente prioritario del Gobierno. Y para atraer ese nivel de
inversiones, la gestión de AF debe ser necesariamente mejor que las dos de CFK
y la de Mauricio Macri.
En las expresiones del Presidente y
de varios de sus funcionarios se evidencia un equivocado concepto de lo que es
la clase media. Sobrevuela ahí la idea de que es una clase llena de privilegios
y ausente en el sacrificio. Es un grosero error de concepto. Es el mismo error
de concepto que supo expresar –y aún hoy expresa– la vicepresidenta. Todos
recordamos sus peroratas durante sus Aló Presidenta por cadena nacional en las
que no dejaba pasar oportunidad para fustigar a la clase media. Por si hace
falta recordarlo, la clase media la pasó mal con CFK, la pasó mal con Macri y
la sigue pasando mal con Alberto Fernández.
El mal momento de la economía
persiste y hasta que no sea superado no habrá mejoras ni soluciones. Roberto
Lavagna hizo conocer su preocupación sobre esto en la reunión que mantuvo en
Pinamar con varios de sus dirigentes.
Allí expresó su aprobación al bono
para los jubilados y su crítica a la doble indemnización y la falta de
coordinación de las medidas tributarias implementadas a nivel nacional,
provincial y municipal. Como ejemplo puso a la provincia de Buenos Aires.
La ley de reforma impositiva
aprobada por la Legislatura bonaerense dejó al descubierto las falencias y
desprolijidades políticas del gobierno de Axel Kicillof. “A Axel –“este
chiquito va a ser un gran gobernador” dijo AF– le falta mucha cintura política”,
señaló –contundente– un legislador provincial oficialista. Por eso fue
necesario el involucramiento de Sergio Massa.
Hubo una férrea voluntad de
diputados y senadores oficialistas y opositores de ser ellos quienes lleven
adelante la negociación final. Es como si hubieran rememorado la famosa frase
de Obdulio Varela en el Maracanazo: “Los de afuera son de palo”. Verónica
Magario también estuvo activa cerrando por su cuenta acuerdos con legisladores
que no se sabía si tenían el visto bueno del gobernador. Desde algún sector del
oficialismo le atribuían algunas demandas a Massa, quien se apresuró a
desmentir.
El frente interno de Kicillof es
complejo. Son varios los intendentes del PJ que no lo quieren.
Elogios. Las
cosas con el Fondo Monetario Internacional marchan bien. Los elogios de algunos
de sus funcionarios a las medidas del Gobierno sorprendieron a más de
uno.
De todos modos hay aún un largo
camino por recorrer. Esto genera algunas discrepancias en el equipo designado
por el Presidente. Por eso Daniel Marx, cuya propuesta no fue tenida en cuenta,
decidió alejarse.
Venezuela es una piedra en el zapato
para el Gobierno. Hay un punto muy importante que tanto el Presidente como el
canciller, Felipe Solá, deberían tener muy en cuenta: Nicolás Maduro no tiene
la más mínima intención de abandonar el poder y, por lo tanto, cualquier
negociación con él tiene destino de Titanic. Allí la democracia está liquidada.
No existe más. La fuente de poder de Maduro son las Fuerzas Armadas. Todo lo
que hacen es dilatar las cosas para que todo siga igual. Quienes confiaron en Maduro
salieron mal parados. Le pasó al mismísimo papa Francisco. Esa es la triste
realidad de Venezuela que el gobierno argentino parece no conocer.
El martes, luego de almorzar, el
Presidente se sintió mal. Por eso fue a consultar a su médico, el Dr. Federico
Walter Saavedra, un prestigioso clínico. Le diagnosticó una virosis
gastrointestinal que fue tratada a base de dieta, líquido y algo de reposo. Por
eso el miércoles, atendió en su despacho desde Olivos. El jueves ya se sintió
bien. Alberto Fernández es una persona de buen comer, no exento de cierta
glotonería, que está con sobrepeso. Le vendría muy bien atender ese “detalle”.
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