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domingo, 12 de mayo de 2024

Nada cambió. El Ferrocidio sigue ahí… @dealgunamanera...

Nada cambió. El Ferrocidio sigue ahí…

Bienvenidos al tren, Javier Milei. Dibujo: Pablo Temes

Tras el accidente de Palermo, es obvio que nadie sabe a ciencia cierta cuál es el nivel de acción de los organismos de control del Estado.

© Escrito por Nelson Castro el domingo 12/05/2024 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

La tragedia estuvo a punto de enseñorearse otra vez en el atribulado devenir de la Argentina. De milagro no se produjeron víctimas fatales, luego del tremendo choque de trenes ocurrido en la media mañana del viernes pasado en las vías del Ferrocarril San Martín a la altura del puente que cruza la avenida Figueroa Alcorta. Víctimas fatales es un eufemismo que se usa para evitar hablar de muertos. La baja velocidad a la que iba el tren de pasajeros que embistió a “La Liviana” –nombre con que se denomina en la jerga ferroviaria a la formación compuesta por una locomotora y un furgón que estaba reparando un tramo de la vía, que viene desde la estación de Retiro– hizo que sólo hubiera heridos y politraumatizados. 

El recuerdo de la Tragedia de Once, sucedida el 22 de febrero de 2012 a las 8.36 de la mañana, fue y es inevitable. Es menester recordar que allí la historia terminó de la peor manera ya que perdieron la vida 51 personas. Falta de mantenimiento, ausencia de controles, obsolescencia del material rodante y corrupción fueron las causas que llevaron a ese desenlace. Fueron la crónica de una tragedia anunciada. Pasaron 12 años, dos meses y 20 días de aquella jornada lúgubre, y, como se ve, nada ha cambiado. Todo sigue igual lo que, en los hechos significa peor.

Desde el nefasto momento en que el expresidente Carlos Menem junto a su ministro de Economía, Domingo Cavallo, hicieron aquel anuncio –lamentable y erróneamente celebrado por muchos–, que postulaba  “ramal que para, ramal que cierra”, se ha vivido un deterioro imparable de gran parte de la vasta red ferroviaria de nuestro país. Se cerraron más de seiscientas estaciones sólo en la provincia de Buenos Aires, hiriendo de muerte a pueblos enteros que quedaron incomunicados y fueron condenados al abandono y la desaparición. Aquel hecho fue el pasaporte que dio paso a ese verdadero disparate. La red ferroviaria debió haber sido cuidada como un verdadero tesoro. 

Hoy en día, los países que marchan a la cabeza del desarrollo privilegian al tren como un medio de transporte altamente seguro y amigable para el medio ambiente. Recuperar lo que se perdió es lisa y llanamente imposible. Hace ya cinco años un informe de la Asociación Latinoamericana de Ferrocarriles determinó que el transporte en camión es dos veces más caro. En Argentina sólo el 5% de la carga comercial se transporta por vía ferroviaria. Esos números se mantienen inalterables. ¿Cómo se explica semejante atraso con cálculos tan elocuentes? Aquí calza perfecto la figura y el imperio que el sindicalista de camioneros Hugo Moyano supo construir al calor y con la complicidad del poder.

El clan Moyano y el grupo de obsecuentes y patoteros que lo rodea ha servido como fuerza de choque y contención de varios de los gobiernos peronistas. Los Moyano son uno o varios grupos empresariales, beneficiados por el poder de turno. Representan la figura perfecta del sindicalista empresario que se posiciona de ambos lados del mostrador. Compañías de servicios de salud, empresas de construcción, negocios en el fútbol, son sólo una muestra de su imperio. Basta con una pregunta para correr el velo al entramado de negocios sucios y poder: ¿Quiénes son los clientes de estas empresas? La respuesta es muy sencilla: la obra social de Camioneros, el sindicato de Camioneros, la Federación de Camioneros, la mutual de Camioneros, el Club de Fútbol Camioneros y el Club Independiente (durante el lapso en que Moyano fue presidente de esa institución cuyo final fue vergonzoso. 

En la actualidad el conspicuo integrante de la casta sindical conserva suficiente poder para imponerse con sus caprichos y decisiones. El mejor ejemplo fue la reforma laboral que no pudo ser convertida en ley tal cual estaba pensada. Efectivamente el corazón de la reforma laboral se fue a la basura. Los sindicatos festejaron la continuidad de los aportes solidarios que cada trabajador debe hacer a su gremio aunque no esté afiliado. Lo mismo ocurrió con la ausencia de sanciones a los bloqueos empresariales, una práctica llevada adelante por la patota de Camioneros en reiteradas oportunidades. Entre otras cosas, la llamada caja sindical ha quedado intacta. Ésta es una descripción de una pequeña parte de la realidad que estanca el crecimiento y la prosperidad de la Argentina como Nación. El final de los trenes que se inició con la soberbia de un expresidente, siguió adelante con la complicidad de los que lo sucedieron en el poder.

El robo de cables y los déficits de mantenimiento del Ferrocarril San Martín –y seguramente de las otras líneas– viene siendo denunciado desde mediados del año pasado. El tema del robo de cables en particular, habla de la degradación social que se vive desde hace ya demasiados años en nuestro país. El riesgo de morir electrocutado en el intento es un ejemplo de la inconsciencia y la marginalidad de quienes cometen tamaño vandalismo. Tan solo queda imaginar la desesperada situación y la falta de apego a la vida de quienes se embarcan en esa locura. Circula en las redes un video de un trabajador ferroviario que, en julio del año pasado, lo explicó y denunció con todas las letras. Sin embargo, durante el gobierno de Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner y Sergio Massa, nada se hizo, tanto para evitar esto como para subsanar sus consecuencias. Nada parece haberse hecho tampoco en este gobierno para enmendar esta realidad.

Nadie sabe a ciencia cierta cuál es el nivel de acción y/o eficacia de los organismos de control del Estado. Se recuerda siempre que, en los meses previos a la Tragedia de Once, la Auditoría General de la Nación había emitido un informe donde alertaba sobre la posibilidad de accidentes graves en el Ferrocarril Sarmiento, al que nadie prestó atención. Nada parece mostrar que en el presente las cosas sean diferentes. Asistimos impávidos a lo que Juan Carlos Sena describió a la perfección en su libro como: “El Ferrocidio”.



domingo, 17 de mayo de 2015

Manga de inútiles… @dealgunamanera...

Manga de inútiles…

Teníamos Patria... Dibujo: Pablo Temes.

El escándalo del fútbol refleja otras mayores incapacidades de la dirigencia nacional. Fin de ciclo, de Chile a Argentina.

Qué notable capacidad para arruinar casi todo: lo que mejor hacemos, la pasión de multitudes, los colores del corazón. El verdadero superclásico argentino es convertir una fiesta en un desastre, que pudo haber sido un velorio. Un país que fue y debería ser fabuloso quedó transformado en un ejemplo mundial de fracaso colectivo, mediocridad, soberbia, cobardía y desazón.

Sería un error poner el foco en Boca, el fútbol, la Conmebol, Berni, el Cata Díaz o las bocas tapadas para que no se note el desconcierto y la incredulidad. Pudo haber pasado en cualquier cancha, cualquier otro día, en cualquier otro deporte o en un recital. Pasó en la AMIA, Cromañón, en la tragedia de Once, con la crisis energética y con la inflación. Arruinamos a Madres de Plaza de Mayo, a la Universidad de Buenos Aires y hasta a la pobre estatua de Colón.

Se trata de una sociedad que involucionó a tal punto que es incapaz de resolver las cuestiones más simples y esenciales, de preservar sus recursos más valiosos. Que prefiere engañarse a sí misma, deslindar responsabilidades, negar la realidad, invertir fortunas en proyectos absurdos, derrochar tiempo y posibilidades.

Todo, rodeado de un marketing tan patético como efectivo, tan caro como seductor: conectamos, igualamos, somos buena gente, solidarios, incluimos, construimos, informamos, recreamos, educamos y sanamos. Fuimos potencia, la casa estuvo en orden, qué lindo fue dar buenas noticias. Ganamos, siempre ganamos. No importa el resultado, quién o cómo lo mida: para eso destruimos el Indec, ¿para qué lo queremos? Siempre estamos mejor.

Sería un error desconocer que también hay otra Argentina. Que trabaja, innova, se esfuerza, lucha, se sacrifica, apuesta e invierte en el largo plazo, que se rompe el alma cada día para estar aunque sea un poco mejor. Que mira esta apabullante decadencia con vergüenza e impotencia. Que no le encuentra la vuelta y que, por suerte, ya no se raja tanto como antes –prefiere pelearla desde acá–. Pero está bastante resignada: no espera nada bueno ni demasiado nuevo de sus gobernantes. Ya la han engañado muchas veces. Si hasta intuye que son todos iguales. O parecidos. Qué más da.

Castillos en el aire. Ante la frustración colectiva, nos ilusionamos con muy poco. Y tendemos a focalizar en proyectos individuales, en salidas egoístas, en zafar. Como si eso fuera acaso posible, de ese modo pretendemos minimizar el impacto de los groseros errores del Estado, de las patéticas dificultades de coordinación que tenemos los argentinos como sociedad.

Ejemplo: frente al flagelo de la inseguridad, instalamos rejas y alarmas, nos mudamos a un edificio con sereno, a un barrio privado o ponemos una garita para que un policía retirado, a menudo casi un Fayt de las fuerzas de seguridad, ahuyente a los cretinos que nos vienen a robar. Les damos celulares a los chicos para que nos manden mensajes a cada rato, adaptamos nuestra vida cotidiana, limitamos nuestros movimientos, nuestra vida cultural y nuestra espontaneidad. ¿Arreglamos el problema? Para nada: invertimos fortunas para tener la sensación de que hacemos lo posible para minimizar una amenaza que está siempre latente, al acecho. Y en cualquier descuido, sin duda, nos va a afectar.

Sin embargo, este comportamiento alcanza niveles totalmente absurdos y costos absolutamente exorbitantes cuando los protagonistas son nuestros dirigentes políticos. En ellos prevalece un personalismo extremo, y esto involucra tanto a los que están en el Gobierno como los que pugnan por llegar desde la oposición. Se creen la solución, pero en verdad son una parte fundamental del problema.

El extremo más patético y enfermizo es la intención de quienes están ahora de “salvarse”, logrando impunidad de cara a lo que se viene. Eso implica acumular todo el poder posible, incluyendo el del veto, para seguir influyendo en la agenda pública a partir del 10 de diciembre próximo. CFK se va de la presidencia con poder, pero el poder se le va de las manos. Un hecho inédito en el país: desde el regreso a la democracia, nadie finalizo su mandato reteniendo tanta autoridad. No se resigna a abandonar ese viejo sueño de poder eterno, aunque en la práctica sólo puede construir meros castillos en el aire.

El sociólogo chileno Manuel Garretón acuñó el concepto de “enclave autoritario”: mecanismos institucionales generados por un líder saliente para seguir influyendo después de abandonar la presidencia y, en particular, lograr impunidad. Esto permitió entender los dispositivos contenidos en la Constitución pinochetista de 1980, que siguió vigente durante los primeros quince años de la transición y que alteraba con disposiciones de naturaleza autoritaria el normal funcionamiento del sistema democrático.

Por ejemplo, un sistema electoral binominal para que las fuerzas de derecha estuviesen sobrerrepresentadas (que fue desarticulado recientemente); la imposibilidad de que el presidente llamase a retiro a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas; la designación de senadores vitalicios para vetar cambios institucionales; y la asignación directa de un porcentaje de los recursos del cobre para financiar a las Fuerzas Armadas, entre muchas otras.

Malas noticias para Cristina: ni siquiera Augusto Pinochet logró los resultados esperados: terminó asediado con causas judiciales, totalmente desacreditado en Chile y en el exterior. Su debacle precipitó la despinochetización de la sociedad chilena. Las fuerzas de derecha se fortalecieron con su inesperada democratización, y hasta llegaron al gobierno con Sebastián Piñera.

Lo que está haciendo ahora CFK, a la luz del ejemplo chileno, no tiene mayor sentido. Se trata simplemente de los caprichos típicos de quien atesoró demasiado poder y, ante la inminente pérdida, se desespera. Mientras tanto, dedica tiempo y esfuerzo a diseñar una estrategia de retirada que a la corta o a la larga no servirá para nada. El que venga construirá autoridad desde la presidencia, ella lo sabe mejor que nadie. Fue protagonista de un poder que ella misma construyó de la noche a la mañana cuando falleció Néstor, y antes fue testigo de cuando su difunto marido logró acumular influencia “desde arriba”, entre 2003 y 2005.

Tal vez tenga un as en la manga y logre su cometido. Difícil. Esas mangas se tajean fácilmente, por ahí penetran esos raros gases tóxicos que te nublan la vista, te cierran la garganta. Es imposible evitar las consecuencias de tanta desidia. Es inútil pretender que las cosas salgan bien cuando hacemos todo lo posible para que salgan mal.

© Escrito por Sergio Berensztein el domingo 17/05/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

domingo, 19 de abril de 2015

Estela Morandi, Q.E.P.D. ... @dealgunamanera...

Dolor por la muerte de la jefa de Catástrofes del SAME, Estela Morandi...

Dolor por la muerte de la jefa de Catástrofes del SAME, Estela Morandi.

Participó en las tareas de rescate de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA, las tragedias de Cromañón y Once.

A los 60 años, la jefa de Catástrofes del SAME durante dos décadas, Estela Morandi, falleció días atrás en forma repentina en su casa.

Morandi, considerada por sus compañeros como una heroína, participó de las tareas de rescate de trágicos hechos que conmovieron a la sociedad como los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, en el despiste del avión de LAPA, en el incendio de Cromañon y en la Tragedia de Once.

“Mi mamá era un ejemplo excepcional, estuvo frente a todas las catástrofes de los últimos veinte años y entregó todo a sus compañeros”, indicó en diálogo con Radio 10 su hija Paula Acunzo, quien la recordó como una madre “excelente y generosa”. 


Sus compañeros le rindieron homenaje con el inconfundible ruido de las sirenas tronando durante diez minutos, cortando la calle Monasterio -donde se sitúa la central de Emergencias- y con una imagen de Morandi emocionada en pleno rescate de víctimas en la estación de Once.

Morandi era médica tocoginecóloga y legista, egresada de la Universidad de Buenos Aires. Trabajó en hospitales públicos hasta que se inclinó por la emergentología y arribó al SAME.

Su hija recordó una anécdota que refleja la esencia de Morandi: “Una vez de vacaciones en Mar del Plata, mi madre vio como se cayó una señora, fue la primera en asistirla y se quedó junto a ella hasta que llegó la ambulancia”. Y fue el director del SAME, Alberto Crescenti, quien se deshizo en elogios: “En un mundo donde todos miran cada vez más para otro lado cuando pasa algo, ella ayudaba sin mirar”.


© Publicado el sábado 18/04/2015 por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

sábado, 22 de febrero de 2014

Tragedia de Once… Carta del Papa Francisco a los familiares de las víctimas…


Tragedia de Once… Carta del Papa Francisco a los familiares de las víctimas…


"Aquel 22 de febrero de hace dos años nos enlutó a todos. 52 víctimas, la mayor parte de las cuales iba a trabajar, se quedaron a mitad de camino, a mitad de camino de la vida, víctimas de sombrías negligencias de los 'responsables irresponsables', como los llamé en la misa del 24 de marzo de aquel año", destacó el Sumo Pontífice en su misiva.

"Se acerca el 2° aniversario y me acuerdo de esas 52 personas. Mi corazón se pone triste y lloro con ustedes... lloramos en esa ciudad que no llora porque no sabe como se hace. Quiero acompañar a los familiares de las personas que fueron arrebatadas aquel día gris de nuestra historia como pueblo. Ese día ofreceré la misa por ustedes y por los muertos

Ese día les estaré muy cercano", agregó Francisco.

"Rezo por todos Ustedes y, por favor, les pido que lo hagan por mí. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide", añadió.

Los familiares de las víctimas de la tragedia ferroviaria recibieron con emoción la esquela del máximo representante de la Iglesia Católica en el marco de las actividades por el segundo aniversario del choque.

© Publicado el Sábado 22/02/2014 por http://www.lanoticia1.com de la Ciudad de San Pedro, Provincia de Buenos Aires.


viernes, 19 de abril de 2013

La corrupción es enorme, y mata... De Alguna Manera...

Los que callan...


Históricamente, los regímenes totalitarios han manipulado a los sectores más vulnerables de la sociedad: los jóvenes, y los pobres.

Los primeros son estafados en la pureza de sus idealismos con promesas y discursos simplificadores de la realidad que señalan como enemigos del pueblo a todos los que cuestionan de alguna manera la hegemonía absoluta del régimen, y son convencidos de ser actores de los verdaderos cambios que beneficiarán a la sociedad, canalizando la natural aspiración a la acción, y sumando algunos incentivos materiales y/o sociales inmediatos. Los segundos son comprados literalmente con dádivas que les alcanzan para subsistir y los desalienta para buscar un trabajo genuino (el famoso "si me blanquea pierdo el plan"), se les lava el cerebro con los medios manejados desde el poder, y se les deja en manos del narcotráfico ineficazmente combatido para que las drogas y el alcohol lleguen a convertir a muchos de sus hijos en seres subhumanos.

La cantidad de multimillonarios encaramados en la función pública, que jamás podrán explicar razonablemente sus fortunas, explica las gravísimas falencias del estado en seguridad social (jubilados siempre estafados), obras públicas (inundaciones con numerosas muertes y pérdidas de todo tipo por omisión de obras necesarias), transporte (catástrofe ferroviaria del Once), y un larguísimo etcétera.

Creo que a esta altura de los acontecimientos, todo ciudadano dotado de raciocinio y despojado de fanatismo, ha aprendido que la corrupción es enorme, y que la corrupción mata. Se convierte automáticamente en corrupto el que la acompaña o calla por un beneficio personal.

Se comprende que el pobre pueda tomar la dádiva que necesita, siempre y cuando no entregue su dignidad, y sepa hacerla valer como corresponde a la hora de votar. Los jóvenes por su lado, deben comprender antes que sea más tarde aún, que han sido engañados y manipulados por intereses que no los representan.

© Escrito por Santiago Floresa el viernes 19/04/2013 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.