DECLARACIÓN DEL COMITÉ NACIONAL 22 DE FEBRERO DE
1987, PARTIDO SOCIALISTA POPULAR
Nuestro
país sufre una profunda crisis como resultado del agotamiento del modelo
económico dependiente puesto en marcha a fines del siglo pasado.
El
agotamiento se ve y se sufre en la situación económica y social que vivimos. No
hay trabajo para quien no lo tiene, no hay estabilidad para quien trabaja;
tampoco hay salario y jubilaciones dignas. La degradación de la economía impide
el cumplimiento de las leyes. Así pasa con las paritarias y con las
jubilaciones.
En
realidad no sólo castiga a trabajadores y jubilados, sino que también golpea
con crudeza a los pequeños y medianos productores de nuestro agro y a la
pequeña y mediana industria nacional, privando al pueblo argentino de un futuro
cierto.
Asfixiado
por la dependencia y por la usura que esta genera nuestro país ha visto cerrar
sus fábricas y reducir sus fuentes de trabajo, a la par que se acelera el
despoblamiento del interior y de nuestras fronteras por el quebranto de las
economías regionales.
En
realidad tampoco da respuesta a las apremiantes necesidades de las provincias
que, saltando el cerco de la organización nacional, tratan de resolver sus
problemas en un “sálvese quien pueda” que se exterioriza desde la emisión
sustitutiva del papel moneda hasta el apoderamiento de obras hidroeléctricas y
el manejo del comercio exterior.
A este
cuadro se suma la existencia de la deuda externa -absolutamente impagable¬
que-, generada por el equipo encabezado por Martínez de Hoz, hipoteca y
compromete nuestro futuro y la existencia independiente de nuestra nación. A
través de las negociaciones de la deuda externa el imperialismo condiciona
nuestra economía.
En el
país, las únicas actividades lucrativas son las realizadas por empresas de
capital extranjero y las que están basadas en la especulación y la usura. El trabajo
y la producción de los argentinos, cada vez vale menos; lo producido por ellos,
cada vez vale más.
La
inmensa mayoría de los argentinos vive sacrificándose para dar respuesta a las
exigencias de FMI y de la Banca Mundial que nos lleva año tras año, al saldo
cada vez menor de nuestra balanza comercial.
En
1983 los argentinos recuperamos para nuestro país la democracia, luego de haber
sufrido ocho largos años de negación de todo derecho. Factores internos y
externos -la resistencia de los trabajadores y de la inmensa mayoría del
pueblo, la solidaridad internacional y el resultado de la guerra de Malvinas-
determinaron el retorno del país a la vida institucional.
En
1983, la realidad caótica del país ya existía y la realidad de hoy era
absolutamente previsible.
II-
Promover la Coincidencia Nacional y la participación
Consciente
de la profundidad de nuestra crisis el Socialismo Popular reitera hoy la
necesidad de conformar una coincidencia nacional que supere los simples
acuerdos partidarios y que esté más allá de un acuerdo electoral.
La
crisis Argentina no puede ser superada por un solo partido, es imprescindible
estructurar una amplia mayoría que permita la reconstrucción de la Nación. La
coincidencia es necesaria para otorgar viabilidad y estabilidad a un proyecto
político, condición indispensable para lograr la credibilidad en el mismo por
parte del pueblo.
Esta
interpretación de la realidad nacional no es compartida por la conducción de
los grandes partidos políticos, que en consecuencia, tampoco comparten nuestra
propuesta para superarla. Sus convocatorias a la unidad nacional no trascienden
de meras estrategias electorales partidarias, como resultado de ello, el país
vive una confrontación ínterpartidaria estéril que se prolonga hasta nuestros
días.
Los
resultados electorales de 1983 hubieran posibilitado convocar a una
coincidencia nacional encabezada por el partido triunfante. No se interpretó
que en un país en crisis, el mero triunfo electoral no es suficiente para
gobernar. En la crisis, para gobernar, es necesario contar con el consenso
social de los que trabajan y producen. Se pueden ganar elecciones sin sus
votos, pero no se puede gobernar sin su consenso.
Basado
en el principio mayoritario, un gobierno democrático, puede contar con el
consenso político que se expresa cada cuatro o seis años en las urnas, pero
funcionará tanto mejor cuanto más amplia y unida sea la mayoría que acepta su
política de distribución de oportunidad–y sacrificios. Cuando el consenso
social se reduce y no coincide con el consenso político, se genera un obstáculo
para el afianzamiento y la estabilidad de la democracia.
El
Socialismo Popular ha planteado la necesidad de arribar a un acuerdo entre los
diversos sectores políticos y sociales de la realidad nacional para garantizar
una estrategia y un programa que nos permita salir de la crisis generando
confianza y certeza para cada uno de los sectores.
Se
trata de acordar las bases de la reformulación nacional, los comicios
determinarán las responsabilidades en su concreción. La transparencia del
proyecto y la concreción de nueva formas participativas fortalecerá y
desarrollará la confianza en las instituciones de la democracia.
Nadie
puede pensar que quienes en el extranjero y en el país se benefician con la
actual situación asistan como simples observadores de la transformación que
proponemos. El camino para superar esta resistencia es el de construir una
estrategia histórica adecuada a las grandes tradiciones de la Nación, porque
una estrategia así arraigada será capaz de coordinar las fuerzas y de crear las
tácticas necesarias a fin de derribar los obstáculos que existen para la
reformulación de Argentina.
La
crisis económica, social y moral debilita la confianza de los argentinos en la
capacidad y en la fuerza de la Nación Argentina. Es necesario revertir este
proceso. La identidad nacional es una exigencia prioritaria, pues es ella misma
la que anima y sostiene la voluntad colectiva. La defensa de su especificidad
representa el primer paso hacia la plena recuperación de las facultades
creadoras y realizadoras de un pueblo y de su decisión de participar en un
mundo que tiende a suprimirlas. No puede interpretarse esto como una simple
reactivación de valores antiguos, sino como la construcción de un futuro
sólidamente arraigado en nuestra tradición nacional.
La
conciencia colectiva solo existe dentro del marco nacional, dislocar esa
conciencia nacional es destruir la propia sustancia de la Nación y su única
fuente de resistencia a la colonización de las superpotencias y a la presión de
sus compañías multinacionales. Aquí y ahora la causa nacional y la del
socialismo son solidarias en América Latina.
La
coincidencia nacional resulta necesaria no solo para superar la crisis del
país, sino para posibilitar su propio funcionamiento hoy trabado por
confrontaciones intrascendentes, marginada de los intereses de los
trabajadores, de los jubilados, de la juventud, de los pequeños y medianos
empresarios, de la ciudad y del campo, y de los altos objetivos de la nación.
Alfredo
Palacio dijo: “Mantener o fomentar los antagonismos internos
desconociendo los derechos fundamentales de la nacionalidad y particularmente
de los trabajadores, en lugar de promover la unión de los argentinos, sin
mezquinos propósitos de ventajas personales, es traicionar los destinos de la
Patria, y secundar los planes siniestros del extranjero sin escrúpulos, que
aspira a someternos”.
En el
seno de la coincidencia nacional, crecerá quien realmente trabaje para el
afianciamento del sistema democrático y por los cambios sociales en nuestro
país.
El Socialismo Popular reitera que la palanca del cambio
es la participación que refuerza el sistema representativo, mejora a quienes
participan y al posibilitar la participación de los organismos intermedios,
coordina y organiza toda acción social tras los objetivos comunes de la Nación.
Es necesario otorgar a las expresiones populares,
sociales y regionales una participación en la gestión y contralor del Estado.
La participación democrática es la forma de garantizar el correcto
funcionamiento de una maquina estatal cada vez más voluminosa y burocrática.
El
socialismo ha propuesto como forma institucional de la coincidencia nacional y
de la participación la concreción de concejos económicos y sociales,
multipartidarios y multisectoriales, a nivel nacional y provincial.
III-
Defender la convivencia democrática
La
persistencia de la crisis económica a través de largos años ha llevado al
pueblo a vivir en una gran inseguridad, generadora de la crisis moral que
padece el país.
El
advenimiento de la democracia hizo nacer la expectativa generalizada de que se
resolverían rápidamente, además de los problemas políticos, y
económicos-sociales, las diversas situaciones críticas que vive el país en lo
externo y en lo interno.
Pasados
tres años sin respuestas relevantes en lo económico y social, la frustración se
incrementó y se han creado las condiciones propicias para el resurgimiento de
voces desvalorizadoras de la democracia por parte de quienes nunca han creído
en ella. Entre ellos están quienes correctamente piensan que sus privilegios
peligran con la vigencia de la democracia y quienes incorrectamente piensan que
en democracia, no pueden mejorarse las condiciones de vida de los trabajadores
y de los sectores más postergados.
Constituye
un dato de nuestra realidad que el debate entre las interpretaciones subjetivas
y las objetivas con respecto a los cambios posibles y a sus formas, se
desarrolla hoy nuevamente en nuestro país. Ya lo vivimos en 1966 cuando, frente
a la dictadura de Onganía y los socialistas planteábamos “elecciones libres sin
proscripciones y exiliados” frente a quienes gritaban “ni golpe ni elección,
revolución”. El tiempo nos dio la razón en 1973 cuando el pueblo se volcó
masivamente a las urnas. Así también fue cuando encabezamos la defensa del
gobierno popular, pese a sus desaciertos y su desorden, diciendo en 1974
que “nadie especule con la derrota de este gobierno, porque si ello
ocurriera solo existirá futuro para el dolor de los argentinos y la apetencia de
los mercenarios”.
Muchas
veces se toman equivocadamente respuestas de otras tierras, de otros tiempos y
se construyen frases y respuestas que nada tienen que ver con la realidad; sus
análisis ideales de la realidad claman por soluciones coherentemente imaginarias.
Estas
concepciones subjetivas desarraigadas de la realidad, que menosprecian la
capacidad del pueblo, le hicieron el “juego” a quienes derrocaron al último
gobierno popular, abriendo la dolorosa experiencia de 1976. Hay que tener
memoria. Porque hoy nadie pide rendición de cuentas a los responsables de aquel
debate ideológico que precipitó a la juventud a una estrategia nihilista reñida
con nuestra realidad y con su vida.
Ante
este debate el Socialismo Popular reitera su definición por la defensa y la
consolidación de la democracia que vivimos. Algunos se avergüenzan y retacean
decir que estamos en la defensa de la democracia frente a quienes sostiene que
la nuestra es una democracia dependiente, formal y no real, política y no
social.
Nosotros
sostenemos que nuestra democracia es la democracia que existe, aquí y ahora, y
que luchamos para que esta democracia tenga cada vez más un contenido social,
pero partiendo de lo que tenemos, no negándola. Esta democracia es el comienzo
de la otra; es un paso ineludible para su construcción y por ella han luchado
los trabajadores, la juventud, y el pueblo todo. Porque la democracia que
tenemos es una conquista nuestra, no es un regalo del imperialismo. Quienes así
no piensan, sostiene que la posibilidad de resquebrajamiento institucional no
nos debe preocupar porque esta democracia es la forma electa por el
imperialismo.
Sostener
que esta democracia es formal y que, por ser tal, no tiene valor o significado,
resulta una posición indefendible a esta altura de la experiencia histórica
argentina. Porque cuando la democracia formal deja de existir, la dependencia
no es solo denominación económica y sujeción social de la mayoría, sino que a
ello se agrega el autoritarismo y la dictadura con el consiguiente sello de violación
de los derechos más elementales del hombre. Entonces, puede apreciarse que las
reglas del juego democrático, la llamada democracia formal, constituye una
conquista, que no es una concesión del imperialismo, sino una conquista de los
trabajadores, de la juventud y demás sectores de las mayorías nacionales.
Dejemos que otros discutan en las piezas y
gabinetes la diferencia entre democracia formal y real y salgamos a trabajar en
las organizaciones populares, en los clubes, en las vecinales, en los centros
estudiantiles, en los sindicatos, en las asociaciones de profesionales, en las
cooperadoras, en las cooperativas para la defensa de los intereses de los
argentinos, fomentando la participación popular. Así estaremos transformando la
democracia política en social.
La
experiencia dictatorial de América Latina, nos demuestra que aspectos
denominados “formales” como el habeas corpus, la división de poderes, las
garantías de la libertad individual y el pleno respeto de los derechos humanos,
son muy “reales” y tienen vital importancia para la construcción de una
democracia más profunda.
La
compleja y difícil realidad que estamos viviendo que se expresa a través de la
agudización de los problemas económicos y sociales: el rebrote inflacionario,
desfasaje de los salarios y jubilaciones, la crisis de las pequeñas y medianas
empresas, del campo y de la ciudad, así como la situación de las fuerzas
armadas y la cuestión Malvinas, determina una situación de alta complejidad y
de gran fragilidad para el afianzamiento de la convivencia democrática entre
los argentinos.
Frente a ello, existen dos grandes líneas a
seguir, por parte de quienes propiciamos el cambio: nos marginamos de la
realidad, nos enajenamos del hoy, y la cuestionamos en su conjunto o asumimos
la realidad, nos insertamos en ella trabajamos aquí para modificarla y partimos
del hoy para construir el futuro.
Para
quienes plantean el cuestionamiento de la globalidad este es un país entregado
en bloque y, hay que crear un polo contrario que plantee su liberación. Blanco
o negro: se pretende que el país sea blanco o negro porque se piensa
esquemáticamente -al margen de la realidad- en blanco y negro. Pero la realidad
no es así; la realidad es toda una gama de grises.
El
Socialismo Popular ratifica el compromiso asumido en nuestro Comité Nacional de
fines de 1985, de asumir dos cuestiones que, muchas veces en nuestro país
fueron presentadas como contradictoria: el afianzamiento de la convivencia
democrática y, al mismo tiempo, el desarrollo de una alternativa socialista.
Este
compromiso se amplía en el marco de la Unidad Socialista, concretada a fines
del año pasado y que ha de formalizar en breve tiempo.
El
socialismo ha tomado la responsabilidad de una difícil práctica política:
integrar un concejo para la consolidación de la Democracia y al mismo tiempo
pedir el cambio de la política económica y del equipo que la ha implementado, y
ser plenamente solidario con los reclamos de los trabajadores.
No hay un camino simple porque la realidad no
lo es. Este es un quehacer complejo, ya que al tiempo que peleamos por la
convivencia democrática, luchamos por las reivindicaciones de los trabajadores,
por el afianzamiento de la independencia nacional y por el desarrollo de una
alternativa socialista.
Somos conscientes
de que la crítica sin alternativa concreta frente al problema concreto es una
crítica que, por salirse de la realidad, plantea la ruptura y, por
consiguiente, no crea posibilidades futuras de cambio. Por el contrario la crítica
con alternativa concreta, frente al problema concreto, nos lleva a una
inserción cada vez mayor en la realidad y genera posibilidades ciertas de
cambio.
IV-
Desarrollar la alternativa socialista
En
1983, el Partido Socialista Popular, que había logrado desarrollar el
socialismo en el campo nacional, participa del proceso electoral. Después de
décadas el socialismo concreta una realidad a la que miles de argentinos ven
como alternativa argentina de cambio.
Pero los socialistas populares sabemos que el
advenimiento del socialismo en argentina, no es un fatalismo o un determinismo
histórico. No es un hecho inevitable, sino el fruto de una acción política
colectiva, permanente, persistente, militante y coherente, basada en la
interpretación socialista de la realidad que desarrollamos diariamente en
nuestra patria, ‘Parte integrante de nuestra querida América Latina y en la
mayoría de la humanidad: el Tercer Mundo.
La
alternativa que luchamos por crear todos los días no es la alternativa del
gobierno socialista ideal, sino que es la alternativa del socialismo posible,
esto es, del mejor cambio posible, acorde con la realidad argentina de 1987.
Porque,
para nosotros, el socialismo no es un “estado” que deba implantarse, un esquema
“ideal” preexistente al que ha de sujetarse la realidad sino un movimiento real
que supera el estado actual de cosas. Todo proceso social hacia adelante no
consiste en la realización de ningún esquema, porque el socialismo, como el
mundo, no podrá ser creado en un solo día; su construcción no es como la de una
casa. Ella consiste en liberar, no en crear, las energías sociales ya
existentes, los elementos de la nueva sociedad contenidos en la vieja sociedad
y en coordinar/os hacia adelante.
Nuestro
socialismo no llega como producto de un accidente histórico-geográfico, sino
que se abre paso en la conciencia de los trabajadores y de la juventud, poco a
poco; con mucho esfuerzo militante, con mucha fe, con mucho amor y disposición
de servicio.
El
socialismo es una resolución práctica y diaria de servir al pueblo. No a un
pueblo abstracto e ideal, sino al que existe en la realidad, producto de tantos
años de dependencia, explotación y marginación.
El
crecimiento del socialismo obedece a la concreción de un proyecto político de
cambio inserto en nuestra realidad y arraigado en nuestra tradición histórica.
Frente
al crecimiento del socialismo, surge la pregunta acerca de qué es el
socialismo: nuestro socialismo es el análisis objetivo de la sociedad
capitalista dependiente.
¿Qué
socialismo se plantea?
No
existe dogmáticamente un proyecto socialista, y nadie más que los trabajadores
y la juventud definirán cuál es el socialismo necesario y posible. El programa
socialista para Argentina 1987 es el que determinan y elaboran los socialistas
argentinos insertos en la realidad actual acorde a las necesidades de nuestro
pueblo y de nuestra Nación. Este es un socialismo objetivo, que difiere del
socialismo esquemático, subjetivo, de utopías.
Nuestra
propuesta socialista, que nace de la realidad, es impulsada fundamentalmente
por quienes más padecen esta realidad: los trabajadores y la juventud. Los
trabajadores que constituyen la base fundamental e irremplazable de la
producción económica son quienes sufren sobre sus espaldas y las de sus
familias el mayor peso de las arbitrariedades de la realidad, son quienes están
menos comprometidos con su injusticia y quienes pueden y quieren cambiar/as.
Tampoco
se debe olvidar que la referencia última de los trabajadores está en sus
familias, está en su tierra, está dentro de la Nación. Por todo ello, los
trabajadores son los encargados históricamente de conducir a las mayorías
nacionales a una nueva etapa de vida y a una nueva forma de organización
social.
La
juventud que es fisiológicamente futuro, se ve privada de su condición de tal,
porque el agotamiento de/ modelo económico imperante en el país priva de futuro
cierto a todos los integrantes de la Nación.
Nuestra propuesta frente a la crisis que
afecta a la inmensa mayoría de los integrantes del pueblo, debe ser una
propuesta cultural amplia, debe ganar cultura/mente a la inmensa mayoría del
país, obtener su consenso para nuestra interpretación histórica. Plantear
intereses sociales más amplios y más altos ideales solidarios, adquiriendo así
la capacidad de orientar el proceso histórico futuro.
No se
trata de negar en bloque la realidad cultural, de nuestro tiempo, sino de
analizarla, eliminando las deformaciones producidas por la dependencia para
poner la cultura contemporánea al servicio de /a emancipación y la realización
del hombre.
La inmensa mayoría de la población, exige
conocer las propuestas del socialismo frente al problema de la organización de
la salud, de la educación, de los contenidos y formas de enseñanza, de la
vivienda, de la economía, de/ arte y el deporte para aceptarlo como alternativa
de cambio. Esta exigencia no se encuadra ni se agota en el rechazo de hoy, sino
que se satisface en la propuesta de hoy para mañana.
Los
socialistas tenemos que asumir hoy nuestra realidad y comenzar a construir en
ese compromiso, el cambio que queremos. Comenzar a construirlo hoy haciéndolo
con solidaridad, con servicio, con el estudio de una nueva economía, con /a
proyección de una nueva alternativa. Pero hoy estamos existiendo, hoy la gente
está sufriendo y hoy tenemos que empezar a construir el futuro.
A
quienes van perdiendo su fuerza, a quienes van bajando sus brazos, debemos
llevarles un mensaje de fe, que es el mensaje de que el cambio es posible en la
República Argentina a través de la alternativa socialista, donde toda argentina
y argentino que vive de su trabajo y se siente lesionado por la dependencia y
esta corrupta sociedad de consumo, tiene un lugar para ser protagonista de este
cambio.
V –
Democracia y socialismo
La
problemática de la democracia involucra dos cuestiones que es necesario
definir: el de las formas o modos de la transición, esto es el de la vía
democrática al socialismo y el del ineludible contenido democrático de la
sociedad socialista.
El
Partido Socialista Popular como ya lo planteara y lo practicara con toda
responsabilidad en los difíciles años de 1974/75, repudia la violencia
considerándola una forma absolutamente negativa e ineficaz para superar la crisis
y avanzar hacia adelante, reiterando hoy su profunda-convicción de que en la
sociedad argentina el cambio solo puede operarse a través del consenso. Pensar
en otra vía para realizar el cambio es avanzar hacia la concreción de otra
dictadura que superará en vejación, depravación y entrega a todo lo conocido en
nuestro país.
Resulta
irreal en Argentina 1987 pensar en algún cambio positivo que no cuente con la
adhesión y el consenso democráticamente expresado de las mayorías nacionales.
La idea de una sociedad nueva y profundamente distinta ha de poder conquistar
el consenso de las grandes mayorías. Lo importante para los que queremos el
cambio es que los cambios perduren y perdurarán si están apoyados por el
consenso.
Los
socialistas luchamos por crear una alternativa argentina, por estructurar una
nueva mayoría nacional independiente de los intereses de la dependencia y del
privilegio interno.
Ratificamos
la corrección de nuestra propuesta de Frente del Pueblo formulada en 1967 y
ratificada en el Congreso Nacional partidario de 1975.
Coherentemente
el socialismo, para lograr este objetivo, ha de debatir con los demás sectores
integrantes de las mayorías nacionales, en forma democrática y consensual, la
elaboración del programa de la nueva mayoría. A esa mesa, el socialismo
concurrirá con su programa, pero con el espíritu y la decisión política de
acordar con el resto de los participantes.
Es por
ello que debemos profundizar el dialogo con las expresiones políticas y
sectoriales de las mayorías nacionales para fortalecer la unidad nacional,
única estrategia valida contra la dependencia extranjera.
Los
partidos políticos mayoritarios del país aún cuentan con la adhesión política
necesaria para triunfar en los comicios pero exhiben un agotamiento
programático. Durante estos últimos tres años han expresado la voluntad de
recomponer con diversos matices el pasado, sin asumir su irreversible
agotamiento y la necesidad de reformular el país.
El socialismo como proyecto de independencia
nacional, de liberación de todos los oprimidos y de quienes aspiran a una
sociedad mejor, no tiene un modelo político único y excluyente, pero reconoce
que la democracia es un valor y principio histórico irrenunciable. El
socialismo representa la profundización del concepto de democracia, pues lo
concebimos como una forma de organización social que eleva a su más alto nivel
la democratización de la sociedad, a través de la participación popular
institucionalizada en la gestión del Estado a todo nivel.
El socialismo es democracia social en cuanto impulsa, en
el plano de las relaciones sociales, la instancia igualitaria, pero también es
la democracia política más desarrollada y más directa en cuanto estimula la
progresiva autodirección organizada y social. El socialismo continúa, desarrolla,
profundiza y hace evolucionar la democracia más allá de sus límites
jurídico-formales. La clave para avanzar es no considerar la democracia
política como un estorbo para el eficiente funcionamiento del Estado y para la
progresión de las transformaciones sociales.
El
socialismo ha de ser el perfeccionamiento de la democracia y, para ello,
demostrará que es un proyecto positivo de integración, refuerzo y expansión de
la realización de cada persona. Porque un socialismo basado en el consenso y en
el pluralismo político no será nunca un socialismo impuesto, que se tambaleará
sobre sus cimientos, sino que será un socialismo construido por la voluntad de
las mayorías que articularán la austeridad con la solidaridad.
El socialismo sólo podrá afirmarse si demuestra que es
capaz de obtener el consenso de los trabajadores, de la juventud y demás
sectores de las mayorías nacionales, y no de una parte restringida de la
sociedad, constituida, como se afirmaba, por la “vanguardia consiente y
organizada” que, por el interés del pueblo reemplaza al pueblo.
La
realización política del socialismo surge así como potenciación de la soberanía
popular y se vincula a la batalla democrática actual. Si todos los hombres
participan realmente en la gestión del Estado la dependencia y la explotación
ya no podrán existir. La clave que asegura esta perspectiva de realización
pacifica de la revolución socialista es, evidentemente, la conquista del
consenso respecto de la necesidad y la viabilidad de construcción de una nación
independiente y solidaria.
No
sólo debemos librar una batalla en defensa de las instituciones democráticas
sino que conjuntamente debemos dar una batalla ofensiva que, ampliando la
democracia representativa con formas participativas y proyectando reformas
sociales, inicien un proceso general de transformación de la sociedad y del
Estado.
El
sistema de libertades formales ha de ser desarrollado por el socialismo,
posibilitando la creciente participación que no excluye el ejercicio del poder
por vía representativa. El desarrollo de esta fórmula es una tendencia en todos
los trabajadores del mundo, porque constituye una necesidad histórica
contemporánea. Con el advenimiento del socialismo, la libertad formal no será
sustituida por la libertad real sino que será reforzada, y el sistema representativo
no será sustituido por un sistema participativo sino reforzado.
En
definitiva, en Argentina 1987, es posible fundir la lucha democrática que se
abre hacia el socialismo y la lucha socialista que afianza a la democracia.
Este accionar asegurará la independencia nacional.
El
socialista popular ratifica sus propuestas para la coyuntura económica en la
argentinización de las finanzas y en la moratoria de la deuda externa para
poner fin a la hemorragia de nuestra economía. Para ello proponemos:
1. La
argentinización de la banca, del comercio exterior, del mercado de cambio y de
las operaciones de seguro y reaseguro. Argentinización que no significa el
manejo burocrático de éstas áreas, sino su contralor a través de organismos democráticos
y democratizantes, que han de integrarse con representantes de los
trabajadores, de las empresas nacionales, de los productores del agro, de las
cooperativas, y del estado nacional o provincial según corresponda, a los
efectos de garantizar que estas funciones se realicen en beneficio de la
comunidad y no en su desmedro. Los gastos de estos representantes estarán a
cargo de sus organizaciones, quienes los elegirán democráticamente, y asimismo
tendrán derecho a revocar su mandato a los efectos de garantizar en forma
constante su representatividad.
2. La
concreción de una moratoria por doce meses de toda obligación emergente de la
deuda externa.
3. Una
recomposición salarial y de las jubilaciones de monto fijo.
4. Una
política de control de precios basada en la participación democrática.
5. La
participación de los trabajadores, de los usuarios y del Estado (Nacional,
Provincial o Municipal) en la administración de las empresas públicas.
6. La
participación de los trabajadores de las empresas líderes.
7.
Concesión de créditos para los pequeños y medianos productores agropecuarios y
a los pequeños y medianos industriales, con disminución progresiva de las tasas
de interés.
8.
Verificación de los costos de los insumos esenciales de la explotación agropecuaria.
9.
Revisión del sistema impositivo a través de sucesivas reformas que tengan en
cuenta la capacidad contributiva, el incremento de la esfera de los impuestos
directos y la reducción de los indirectos.
La
moratoria en materia de deuda externa decretada hace pocas horas por el
gobierno de Brasil demuestra la factibilidad y la responsabilidad de la
propuesta moratoria hecha por el socialismo.
La
moratoria brasileña pone al gobierno argentino frente a dos alternativas:
sumarse a través de la moratoria al liderazgo de la defensa de los intereses de
los pueblos de América Latina o aprovechar la moratoria brasileña para obtener
mejores condiciones en la dependencia. Esta última alternativa nos alejará de
la causa latinoamericana y no conseguirá beneficio trascendente alguno para
nuestro país.
El
socialismo convoca a creer en la capacidad creadora y realizadora de cada
integrante del pueblo. Esto es creer en la esencia de la democracia y en las
posibilidades de la Nación.
El
socialismo convoca a los trabajadores y a la juventud a encabezar la defensa de
la convivencia democrática y la necesaria reformulación del país, para
concretar una Nación independiente y solidaria.
Comité Nacional del Partido Socialista Popular
Buenos Aires, 21 – 22 de febrero de 1987