“Hasta el último día de mi
vida voy a decir que no fue foul”…
Enganche
encontró a Brazenas en el medio de Moscú y, gaseosa de por medio, charló
durante una hora con el ex árbitro sobre aquella mítica acción que lo marcó en
el Vélez-Huracán y que quedó en la historia.
© Escrito por
Sebastián Varela del Río el sábado 23/06/2018 y publicado por el Diario
Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Cuenta que habló apenas tres veces en
su vida con Julio Grondona. Una mañana de 2010, el árbitro tocó a la puerta del
mandamás y le dijo que quería dejar todo. El Don le respondió dos palabras:
“¿Estás seguro?”. Brazenas le insistió. El entonces presidente de la AFA, como
un apóstol, dudó hasta tres veces. Finalmente, ante la certeza del referí,
levantó el teléfono, llamó a recursos humanos y dictaminó: “Va Brazenas.
Arreglale todo al pibe”. Se saludaron. La reunión duró, como mucho, cinco
minutos. Gabriel Vito Brazenas asegura que ni ese día ni en los anteriores,
Grondona le preguntó jamás por Vélez-Huracán.
En los suburbios de Moscú, donde el ex
árbitro vive el Mundial de Rusia junto a su hija, Brazenas habla con Enganche
y, lejos de ser un hombre rodeado de los misterios que dejó aquel mítico
partido, se sienta durante una hora a comentar su historia sin tapujos.
“Decime, ¿cuánto me pagaron?”, suelta, un poco en broma, un poco en serio, como
para sacar solemnidad a su caso. Gran parte del fútbol argentino, ese
permanente constructor de mitologías aparentes, cree, con firmeza, que este
hombre sancionó con malicia el aquel encuentro que definía al campeón del
torneo Clausura 2009. Él, que dice que se sentaría a hablar del partido con
Ángel Cappa, se aguanta todas las preguntas y no se mueve un milímetro de su
relato.
“Hoy mi vida está perfilada fuera del
fútbol. Me dedico al manejo administrativo de una inmobiliaria grande del
barrio de Palermo. Nosotros, los árbitros, vivíamos en vivo. Uno en una oficina
está encerrado, no es lo mismo. Eso no lo voy a recuperar nunca”, suelta,
mientras un camarero ruso vuelve a hacer de las suyas y trae, en vez de tres
gaseosas sin azúcar, la misma cantidad de cafés con hielo. “¿Qué habrá
entendido?”, pregunta Brazenas. Y pone play: “Arranquemos”.
-¿Cómo se lleva un árbitro con el engaño?
-Es difícil, porque el origen de los
jugadores es el potrero, no este fútbol de teatro al que quieren llevarnos. Es
complejo. ¿El fútbol perdió el potrero o lo vamos a seguir dejando ser eso? El
origen de los grandes jugadores es el potrero. Si hay menos tolerancia, también
hay más engaño. ¿El jugador saca ventaja para lograr su objetivo? Es difícil.
Hay jugadores que entrenaban mirando la posición del árbitro para tirarse en el
otro costado. Y lo entrenaban. Eso es profesionalismo. Había técnicos que lo
practicaban, porque, claro, desde el ángulo más difícil el árbitro puede tener
jugadores delante y confundirse. El fútbol es un juego de engaños. ¿Y cuál es
el juego de cartas más preponderante de Argentina?
-El truco.
-Claro. ¿Y el truco qué es? El engaño
constante. El jugador trata de engañarme a mí y yo trato de que no me engañe.
-¿Te molestaba el engaño?
-Hay que saber que el jugador te quiere
sacar ventaja en todo. ¿Vos viste a algún jugador que diga algo cuando le dan
un gol que no es? Es así. El fútbol es así. En Argentina te dicen que hay que
ser honesto y festejamos todos el gol con la mano de Diego. Hay un mensaje
ambiguo. Entonces, o somos pícaros o somos honestos. ¿La trampa es picardía o
es engaño? Es bravo, eh.
-¿Por qué a los árbitros se les cuestiona la honorabilidad?
-El árbitro tiene un problema: cuando
se equivoca es un corrupto. En cambio, cuando un jugador se equivoca, no pasa
nada. Por ejemplo, cuando un jugador (Palermo) erró tres penales, siguió
jugando. ¿Te imaginás un árbitro que cobre mal tres penales en un partido? Lo
matan. El problema es la falta de credibilidad.
-¿La falta de credibilidad en los árbitro está bien fundada?
-Es el país. Es Argentina. En nuestro
país nadie le cree al presidente, ni al ministro de economía, ni a nadie. ¿Cómo
le voy a creer a un árbitro? Mirá la justicia ordinaria. La justicia es cuando
te favorecen. Cuando no, decís que te perjudicaron.
-¿Cuánto tiempo fuiste árbitro?
-Muchos años.
-¿Cuántas veces te ofrecieron plata?
-Ninguna. ¿Cómo arreglás a 22 tipos?
¿Cómo le decís a todos que tiren la pelota afuera? Yo tuve una conversación con
un jugador de primer nivel en la que me dijo: “Si vos me querés cagar, yo te
hago tres goles”. Es imposible. No se puede arreglar de esa manera.
-En la mitología del fútbol se dice que hay árbitros que te van empujando.
Dos tiros libres por acá, un par de amarillas por allá y te ponen contra tu
arco. ¿Es así?
-Eso es una payasada. Primero, si el
árbitro logra hacer eso, pierde plata, porque tiene una inteligencia con la que
podría ganar mucho más en otra cosa.
-¿Nunca escuchaste algo raro? ¿De verdad?
-Yo he escuchado que tal partido está
arreglado y después termina para el otro lado. Lo que sí puede pasar es que
haya tipos que se sienten a tomar un café con un árbitro y le digan al
dirigente que arreglaron el partido. Yo te voy a contar cómo es esto, porque es
interesante. El tipo va, es amigo o conocido de un árbitro, le dice al
dirigente: “Che, tal los dirige el fin de semana y voy a ver si puedo hacer
algo”. El tipo viene, se sienta a tomar un café con el árbitro, el dirigente lo
ve y después le dice que está todo listo. Si el equipo de ese dirigente gana,
pasa por caja a cobrar.
-¿Te pasó?
-Si me pasa, lo mato. Pero sé que pasó.
Ahora, ¿cómo es la historia? ¿El corrupto es el árbitro o es el dirigente? A mí
no me pasó, pero a otros árbitros sí.
-¿En la Libertadores tampoco escuchaste nada raro?
-Fui a todos lados y no me pasó jamás.
Por mis hijos te lo juro. Una sola vez, en Colombia, fuimos a dirigir con el
Sargento (Daniel) Jiménez y nos regalaron ropa antes del partido. Jugaba el
DIM. Y es normal que te regalen remeras los jugadores o ropa. Fuimos al
partido, el DIM perdió y cuando volvimos al hotel, nos habían sacado toda la
ropa. Parece que no merecíamos tener la camiseta del DIM porque el equipo no
ganó.
-¿Por qué te fuiste del fútbol?
-Por un problema físico. No por otra
cosa. Fue eso.
-¿No te cansaste de ser Gabriel Brazenas, el tipo más puteado?
-No me podría cansar de ser yo, porque
tendría que terminar con mi vida. Yo conozco el mundo gracias al fútbol. Fui un
privilegiado. Por eso, hay que entender a la gente. Las puteadas me las como,
porque, primero, no voy a hacer famoso a nadie. Por suerte, el fútbol me dio un
nivel de tolerancia tremenda. Si un tipo me insulta, le pego una piña mal dada
y pasa algo, después tengo una vida para pagarlo. Y no cambia nada. En vez de
diez, elijo contar hasta cincuenta. En el fútbol y en la vida, todo lo que
construiste podés perderlo en un segundo. También lo malo vende más que lo
bueno. Yo hoy abro los diarios y veo cosas triviales, que no son importantes.
Lo bueno nunca vende. Vende el lío.
-Te putearon en el Mundial hace poco. ¿Cómo lo viviste?
-Un hecho menor. Yo prefería dirigir
los partidos importantes, no quedarme abajo de un escritorio dirigiendo
partidos seis puntos y pasando desapercibido. Si querés estar arriba, tenés que
estar preparado para eso y para los precios que hay que pagar.
-¿Volviste a jugar Vélez-Huracán en tu cabeza?
-Jamás. Nunca. Partido jugado, partido
terminado. Para mí pasó y si decidí las cosas que decidí fue porque en ese
momento tenía los elementos para decidir así.
-¿No cambiarías ninguna decisión en tu carrera?
-Ni una. Las decisiones tomadas en ese
momento son así. Es el vivo. Uno no tiene la posibilidad de editar y volver
para atrás. Los que trabajan en vivo son los mejores, hablo de locutores,
famosos y figuras. El vivo te obliga porque no tenés marcha atrás. Por eso
Mirtha Legrand es la uno, Marcelo Tinelli es el uno y Susana Giménez también.
Ahí hay adrenalina pura.
-¿Manejaste mal el post Vélez-Huracán?
-En este país, todo lo que diga puede
ser usado en mi contra. Las cosas tienen que ver con un contexto. Me fui porque
la parte física predominaba sobre lo técnico, porque así lo empezó a dictaminar
la FIFA. Yo nunca fui un dotado físicamente. Me han criticado que no corría,
pero siempre trataba de estar al lado de la jugada. Después, sobre ese partido,
si la gente quiere pensar que atrás de todo eso hubo otra cosa, es un problema
de cada uno. Sabés la cantidad de cosas que yo pienso de todos y no las digo.
Cada uno hace lo que quiere con sus actos y sus ideas.
-¿Cómo lo tomó tu familia en ese momento?
-Nunca me dijeron nada de ese partido.
Mi señora falleció hace dos años. Mi viejo, también. En el mismo mes que mi
mujer. Mi hijo tiene el mismo nombre que yo y, cuando le han dicho algo, le
respondió que vengan a hablar conmigo. Mi hija, igual. Yo a mis hijos los
preparé. Sabíamos que teníamos que cambiar el número a cada rato. Pero todo
existió desde siempre, aunque hoy las redes sociales lo agranden. Hoy viene un
muchacho, me saca una foto, pone algo y se hace el piola. Me parece bien. Pero
internet no se creó para eso. La gente puede creer alguna decisión desacertada
y me parece bien. Cada uno es libre.
-¿Te sentarías a tomar un café con Ángel Cappa?
-Yo tomo un café con cualquiera. No
tengo nada que decirle, porque él defiende su postura y yo la mía. Es el
contexto. Cada uno sabe lo que hizo y lo que pasó. Hace unos meses me llamó la
producción de Coco Silly, que es hincha de Huracán, para que hable con él. Y
hablé. Yo tomo un café con cualquiera. Son ellos los que tienen problemas
conmigo, yo no tengo nada con ellos. Tengo la tranquilidad por cómo obré.
-¿Pensás que te van a preguntar muchos años por esto?
-Seguramente. A Guillermo Nimo le
preguntaron por el penal de Gallo hasta que se murió.
-¿Volviste a ver esa jugada, la de la supuesta falta de Larrivey a Monzón?
-Una o dos veces. Pero nada más. La
verdad, la decisión que tomé, la tomé tranquilo de lo que hacía. Y lo sigo
pensando.
-¿Qué significa la palabra “corrupto” para vos?
-Es alguien que no aplica la ley. Y no
es sólo conseguir dinero. Puede ser tener favores, o algún puesto mejor, o
alguna ventaja, o un beneficio...
-Para cerrar, ¿fue falta de Larrivey?
-Para mí no. Sigo insistiendo en lo
mismo. Para mí no y por eso no lo cobré.
-¿Hasta el último día vas a pensar igual?
-Sí, hasta el último día de mi vida voy
a decir que no fue foul. A veces las cosas son así.