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domingo, 13 de enero de 2019

Hacernos los boludos… @dealgunamanera...

Hacernos los boludos…



La inseguridad nos pone a todos en estado de alerta pero... alerta con el Estado. Las soluciones no siempre son salvajes.

© Escrito por Pablo Marchetti el domingo 13/01/2018 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Estoy muy concentrado escribiendo mi columna política en mi escritorio, en mi oficina. Aprovecho que en la productora está todo el mundo de vacaciones para concentrarme sin que nadie me moleste. Tengo los auriculares puestos para que no me moleste ningún ruido y, de paso, escuchar un poco de música. De repente, siento una descarga eléctrica que me duelo mucho. De todos modos, el dolor no es nada comparado con el susto.

— ¡Aaaay! –grito, me arranco los auriculares y pego un salto en mi silla que casi me deja de espaldas en el piso.

Me doy vuelta y la veo a Carla, mi asesora de imagen, parada justo detrás de la silla, con algo en la mano, riéndose a carcajadas.

— ¿Qué hacés? –le grito, enfurecido–. ¿Vos estás loca? ¿Me querés matar?

—Tranquilo, esto no mata –responde Carla, risueña–. Es algo inofensivo, apenas distractivo.

— ¿Inofensivo? ¿Distractivo? ¡Duele un montón! ¡Y que me podés matar del susto!

—Bueno, está bien, disculpá. Es que si te avisaba, no ibas a querer que te lo hiciera. Y creo que está bien que lo experimentes en carne propia. Pensá que solo lo hago por el bien de tu tarea periodística.

— ¿De qué estás hablando? –pregunto, muy enojado–. ¡Me diste una descarga eléctrica!

—Estoy hablando de actualidad, de noticias –responde Carla–. A ver, contame, ¿sobre qué estás escribiendo?

—Sobre inseguridad. Me llama la atención cómo, en medio de aumentos de tarifas y de transporte, el Gobierno logre desviar el tema y hacer que hablemos sobre bajar la edad de imputabilidad, echar extranjeros y comprar pistolas Taser.

— ¿O sea que vos estás en contra de las pistolas Taser? –pregunta Carla.

—Por supuesto –respondo.

— ¿Y por qué?

—Porque son horrendas, son como picanas.

— ¿Y sabés cómo funcionan?

—Bueno, no…

—Ahora sí sabés –dice Carla sonriendo y levantando el objeto que tiene en una mano.

— ¿Me diste con una pistola Taser? –grito, enojadísimo.

—De nada –me dice, sonriendo aún más.

— ¿Me picaneás y querés que te agradezca? –pregunto y mi bronca crece.

—Por supuesto –responde Carla–. Deberías agradecerme por cuidar tu carrera periodística. Ahora tenés un dato muy bueno para poner en tu columna.


—No sé qué responder. No sé qué decir. La verdad, no deja de ser un dato, en eso Carla tiene razón. ¿Pero por qué tiene que tratarme así? Nos quedamos un rato en silencio.

—Y en cuanto a desviar el tema de los aumentos, tenés razón –agrega Carla.


—Creo que es una cortina de humo, voy a poner eso.

—Mmm… sí, cortina de humo… puede ser… pero eso no termina de explicar el tema.

— ¿Y qué es lo que sí explica el tema?

—Hacernos los boludos –responde Carla.

—En todo caso ellos, los del Gobierno son los que se hacen los boludos –corrijo.

—Todos nos hacemos los boludos. Sobre todo vos y todos los progres como vos.


— ¿Y yo por qué?

—A ver… una cortina de humo funciona cuando todo el mundo compra el cambio de tema, ¿no?

—Y, sí…

—Por ejemplo, si yo quiero tapar el aumento del dólar, no puedo desviar la atención hablando de las Olimpíadas Matemáticas, ¿no?

—Claro, porque no le interesan a nadie –digo.

—En cambio, si lo tapo con el Mundial de Fútbol Masculino, ahí sí la cosa funciona un poco mejor, ¿no?

—Por supuesto, porque a todo el mundo le interesa el fútbol masculino.

—Con la inseguridad pasa lo mismo: todo el mundo la sufre, todo el mundo vive alerta, todo el mundo está temeroso.

—Bueno, pero de ahí a dar soluciones tan salvajes…

— ¡Son salvajes pero son soluciones! –Afirma Carla–. El progresismo, en cambio, prefiere no hablar del tema. A ver, contame, ¿qué hay que hacer con la inseguridad?

—Yo creo que hay que empezar por la educación, por la distribución equitativa de la riqueza, por…

— ¡Dejá de chamuyar! Está claro que con educación y menos pobreza se soluciona todo. Pero mientras tanto, ¿qué?

—No me parece que esté bien meter bala y…

—A mí tampoco, pero no estoy hablando de lo que no hay que hacer, sino de lo que sí hay que hacer.

— ¡Bueno, pero yo no soy político! –me quejo.

—Esa sí que es una respuesta política –reconoce Carla–. Y aunque creas que no, podrías ser un gran político porque tenés todo para representar a una inmensa mayoría de nuestra sociedad.

— ¿Qué tengo? –pregunto–. ¿Carisma? ¿Poder de convencimiento? ¿Liderazgo? ¿Buen discurso?

—No –concluye Carla–. Tenés una grandísima capacidad para hacerte el boludo.



(Fuente: www.perfil.com). El periodismo profesional es costoso y por eso debemos defender nuestra propiedad intelectual. Robar nuestro contenido es un delito, para compartir nuestras notas por favor utilizar los botones de "share" o directamente comparta la URL. Por cualquier duda por favor escribir a: perfilcom@perfil.com

jueves, 7 de abril de 2016

Hacernos los boludos, deporte nacional... @dealgunamanera...


Hacerse el boludo…

Un asesino es un asesino.
Un violador es un violador.
Un chorro es un chorro.
Un estafador es un estafador.
Y un evasor es un evasor.

Me llama nauseabundamente la atención como nuestra sociedad acomoda los tantos según donde le pique el culo.

Probablemente bienintencionados militantes K se hicieron los boludos mirando para otro lado porque "había que bancar los trapos " mientras algunos de los funcionarios de su gobierno afanaban a mansalva. Ellos se quedaron con los trapos y las buenas intenciones y los piolas de siempre se llevaban la guita...

Miles de caceroleros que, libremente, marchaban pidiendo muerte a la yegua y vociferaban palabras como República, Democracia y demás y vivían poniendo como ejemplo países que funcionaban en serio, hoy no dicen ni mu ante las novedades de los negocios espurios que cometía su líder moral y actual presidente. Islandia queda tan lejos...

Tenemos una especial habilidad en hacernos los boludos.

Creo, en realidad, que más que hacernos, formamos una sociedad de pelotudos irredentos.

Los que miraban hacia otro lado cuando desaparecían miles de personas.

Los que se babeaban admirados cuando Menem viajaba a Pinamar en 2 horas en una Ferrari mal habida y decían, embobados, "¡¡¡Qué bien la hizo el turco!!".

Los que lo volvieron a elegir.

Los que toleraron megacanjes, Cavallos, endeudamientos vergonzantes (y las suculentas comisiones que se llevaban los mismos de siempre...),

¿Alguien, realmente bien intencionado, podía ignorar la historia del Grupo Macri?

¿Qué pensamiento fantasioso podría suponer que alguien que se ha manejado en su vida privada de modo, por lo menos, sospechoso, haciendo su fortuna en base a negocios con el estado, con varias causas judiciales generadas por sus accionares, podría cambiar de la noche a la mañana y ser el nuevo Gandhi?

Insisto: lo único que cambia entre los que nos afanaron ayer, los que nos afanan hoy y los que nos afanarán mañana, es el número de la cuenta suiza donde irá a parar nuestro dinero.

¿Nadie sabía que existen, hace muchos pero muchos años, decenas de oficinas en el micro centro donde se cuentan millones de dólares por día para fugarlos al exterior?

¿Y que muchas de esas oficinas pertenecen a "respetables" bancos de aquí y de allá?

¿Alguien, realmente, puede creer que el vídeo que circuló día y noche las últimas semanas es un descubrimiento?

¿Cómo suponen que llegaron los doscientos mil millones de dólares de argentinos a descansar en cuentas de otros países?

¿Los propietarios de esa escalofriante suma de dinero, no son lavadores y evasores?

Ayer leí en una publicación de un amigo un comentario de un tipejo hablando de honor y decencia. El detalle es que ese tipejo, hace años, se robó un reloj de mi estudio que sólo devolvió cuando fue descubierto e invitado amablemente a restituirlo a su dueño...

Leo comentarios de varias personas (que conozco) indignadas por la corrupción e invocando la moral, y que ha cimentado sus muy acomodados pasares obligando a pagar cometas a los proveedores que contrataban, como condición indispensable para ser contratados, y muestran fotos de sus vacaciones, sus hermosas casas de veraneo y hablan de la felicidad y se indignan con los políticos corruptos.

Doble moral…
Flojera de papeles...

¿Hay estafas tolerables y otras que no?

¿Sólo depende si la comete el que voté o el que no?

Somos una sociedad de sofistas, que acomodan sus argumentaciones en base a sus egoístas conveniencias.

Y vamos repitiendo la historia cíclicamente, volviendo, una y otra vez, a cometer los mismos errores y desaguisados.

Y, como siempre, la culpa la tienen los otros...

Dale no más, dale que va… Que allá en el horno “se vamo” a encontrar.

© Escrito por Edu Zvetelman el miércoles 06/04/2016 y publicado en Edu Zvetelman