La Vacunagate
La revolución
rusa, Vladimir Putin. Dibujo: Pablo Temes
Trastienda de las
idas y vueltas en torno a las vacunas antiCovid. Más interna en el Gobierno.
© Escrito por Nelson Castro el sábado 19/12/2020 y
publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República
de los Argentinos.
El 10 de diciembre pasado el presidente Alberto Fernández
anunció que el Gobierno había firmado el acuerdo con Rusia para adquirir la
vacuna Sputnik V y que, en consecuencia, se podría inmunizar a 10 millones
de personas entre los meses de enero y febrero próximos. Agregó, además, un
dato clave: dijo que él sería el primero en aplicarse la vacuna rusa cuando
llegue al país “para que nadie tenga miedo”. Alberto Fernández tiene 61 años y
padece trombofilia.
No es un dato menor para inferir que, en la planificación
del gobierno, los adultos mayores - que conforman uno de los grupos de riesgo más
significativos por su cuantía- iban a ser de los primeros en recibir la vacuna.
La propia asesora presidencial Cecilia Nicolini había asegurado en
declaraciones que realizó a los medios el 3 de noviembre que se iba “a
priorizar a los grupos de riesgo, al personal sanitario y a las fuerzas de
seguridad”.
En su anuncio de hace 10 días, el Presidente, que estuvo
acompañado por el ministro de Salud, Ginés González García, aseguró que el
gobierno preveía aplicar la inyección a 300.000 personas antes de fin de año. Y
dijo que su administración contaría “con las dosis suficientes para poder
vacunar entre enero y febrero a 10 millones de argentinos y argentinas”.
Solo una semana después el presidente de Rusia, Vladimir
Putin, afirmó que “las vacunas que están circulando entre la población general
están destinadas a personas de un determinado grupo de edad, y las vacunas aún
no han llegado a personas como yo”. El presidente ruso tiene 68 años.
¿El Dr. Fernández sabía que la Sputnik V aún no era apta
para mayores de 60 años? Todo indica que sí, debido a la información que le
llega desde Moscú vía la delegación que encabeza la viceministra de Salud,
Carla Vizzotti.
“Hubo una apuesta concreta y meditada respecto de la
vacuna Rusa. Se tomó una decisión. Pero también se negociaba con otras. No
se puede ideologizar una vacuna o una política de salud pública pero lo cierto
es que quienes impulsaron esta decisión fueron funcionarios afines a la línea
más dura del kirchnerismo como el ministro de salud de la provincia de Buenos
Aires, Daniel Gollán. También la Dra. Vizzotti se dejó llevar por esta
corriente y el ministro Ginés no tuvo el peso suficiente para detener esa
movida”, dijo una voz del gobierno que conoce las internas del Instituto
Patria.
“Hay una clara interna en Salud tan dura como en las
otras áreas. CFK, Kiciloff y Gollán no están conformes con el rendimiento de
Ginés. Va a terminar pagando los platos rotos porque la presión para que asuma
Gollán es enorme” – concluyó la susodicha fuente.
Dudas y más dudas. Con el tiempo las dudas se han
incrementado, muestra de una singular falta de cuidado en el manejo y difusión
de la información sobre la vacuna. El 14 de diciembre el Centro Nacional
de Epidemiología y Microbiología de Gamaleya y el Fondo Ruso de Inversión Directa
anunciaron que la Sputnik V había alcanzado un 91,4% de eficacia en el último
punto de control de los ensayos clínicos de la fase III, según el tercer
análisis provisional. De esa conferencia se desprenden dos observaciones: no
hubo ninguna referencia a que la vacuna no era aún recomendable para los
mayores de 60 años y no hay constancia de que la experimentación haya incluido
la fase 3.
En Clinicaltrial.gov se informa que la fase 3 de la
Sputnik V, que incluye a 40.000 voluntarios, comenzó el 7 de septiembre y tiene
como fecha para completar los estudios primarios el 1 de mayo del año próximo.
Es decir que la fase 3 no está completada.
En otra publicación del mismo portal se habla también que
la fase 2 se va a completar el 31 de diciembre e incluye sólo a 110 voluntarios
de más de 60 años. Por lo tanto según lo aparecido en ese sitio, que hace un
listado de la información científica existente sobre todas las vacunas contra
el Covid-19, el último día del año se sabrán los resultados de la fase 2, no
los de la 3.
Teniendo en cuenta que en el gobierno insisten en que ese
dato ya les era conocido, cabe preguntarse: ¿Por qué entonces no se lo hizo
público? ¿Por qué el Presidente anunció que, no bien llegara la vacuna a la
Argentina, él sería el primero en vacunarse? ¿Por qué dijo hace unos meses que
Rusia le había enviado las dosis con cada uno de los componentes de la vacuna
que decidió no aplicársela para no tener ningún privilegio respecto del resto
de la ciudadanía, siendo que la Sputnik V todavía no había completado la fase
3?
El engorro por el affaire de las vacunas no concluye
aquí. El episodio concerniente a la vacuna de Pfizer es de una grisura que se
profundiza según pasan los días. Pfizer fue la primera vacuna que presentó la
documentación respaldatoria de sus investigaciones ante el ANMAT. El hecho
generó un anuncio sonoro del Ministro de Salud, Dr. González García. Ello
ocurrió el 2 de diciembre pasado.
Se habló, además, de una cantidad de
alrededor de 700.000 dosis que estarían disponibles hacia fines de este mes.
Hay que recordar que esta es la única vacuna de cuya investigación
multicéntrica participó la Argentina que fue, además, la que aportó la mayor
cantidad de voluntarios. Y no sólo eso: el artículo de referencia que dio
cuenta de todos los detalles de la investigación, publicado en el
prestigiosísimo
The New Journal of Medicine, tiene como primer autor al destacado
pediatra argentino Fernando Polack. Eso da idea de la calidad y la envergadura
de la investigación desarrollada en nuestro país. ¿Qué sucedió, pues, para que
finalmente no haya habido ningún tipo de acuerdo para la provisión de la
vacuna? ¿Cuáles fueron las demandas inaceptables que pidió Pfizer? ¿Qué cosas
diferentes hicieron para acordar con Pfizer países con gobierno de tan disímil
orientación ideológica como los de Chile, México y China?
Mientras tanto, la ex presidenta en funciones mandó a
“laburar” a los ministros que no hacen lo que ella quiere. Y ayer Eduardo
Valdés, un vocero de Alberto Fernández, ya avisó cuáles son las áreas en
capilla: salud, política y comunicaciones. Es una confirmación contundente de
que Cristina Fernández de Kirchner manda y el Presidente obedece.