Joaquín Abellán y la vigencia
de Max Weber…
Joaquín Abellán García
Joaquín Abellán ha
dedicado una vida de reflexión intelectual a la teoría política y, muy
especialmente, a la obra de Max Weber. Sobre la vigencia del pensamiento del
pensador alemán y otras cuestiones subyacentes hemos conversado con él.
© Escrito por Fernando Manuel Suárez el jueves
27/02/2020 y publicado por el Diario La Vanguardia de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, República de los Argentinos.
Joaquín Abellán García es catedrático
de la Universidad Complutense de Madrid y especialista en teoría política, su
obra, que consta de decenas de libros y artículos, ha recorrido diversos
problemas y autores. Sin embargo, su nombre está asociado, más que a ninguna
otra figura, a la del célebre sociólogo Max Weber, uno de los más relevantes
teóricos sociales del siglo XX. Abellán ha editado, traducido y prologado en
múltiples ocasiones al autor alemán, incluidos los seis volúmenes publicados
por editorial Alianza, convirtiéndolo en uno de los difusores más destacados
del pensamiento weberiano en Iberoamérica. Asimismo ha dedicado un exhaustivo y
minucioso análisis a su pensamiento político en Poder y
política en Max Weber (Biblioteca Nueva, 2004).
El interés y conocimiento
de Joaquín Abellán por Weber debe leerse dentro de un marco más amplio, es
decir el pensamiento y la historia alemana en general. A ella se abocó en una
lectura de largo aliento en Nación y nacionalismo
en Alemania. La «cuestión alemana» (1815-1990) (Tecnos, 1997).
Por otro lado, su labor de traducción y edición al español también incluyó a
autores tan diversos, y al mismo tiempo ineludibles, como Martín Lutero, Wilhem
von Humboldt, Georg Friedrich Wilhelm Hegel, Immanuel Kant o los socialistas
Eduard Bernstein y Ferdinand Lassalle.
En los últimos años, como
corolario parcial de una prolongada carrera, se ha dedicado a publicar una
serie de volúmenes con un cariz más divulgativo en una colección titulada
«Conceptos políticos fundamentales». Esos últimos trabajos ratifican el interés
de Joaquín Abellán por hacer accesible las nociones claves de la teoría
política y difundir a sus más significativos autores. Esa vocación, así como su
invaluable predisposición, hizo que accediera a conversar con La Vanguardia sobre sus
investigaciones y, en especial, sobre la vigencia de la obra de Max Weber, un
autor sin dudas fundamental.
Weber es un autor fundamental porque revisó en profundidad las
“ciencias de la cultura” existentes hace un siglo no sólo desde el punto de
vista metodológico, sino dando un nuevo concepto de las tareas y límites de la
nueva ciencia social.
Ha trabajado gran parte de tu vida
académica en la traducción y difusión de la obra de Max Weber. Si tuviera que
sintetizar en pocas frases, ¿Por qué se trata de un autor fundamental? ¿Cuáles
son las advertencias que le haría a un lector ignoto?
Weber es un autor
fundamental porque revisó en profundidad las “ciencias de la cultura”
existentes hace un siglo no sólo desde el punto de vista metodológico, sino
dando un nuevo concepto de las tareas y límites de la nueva ciencia social.
Fundamental ha sido su análisis de la modernidad occidental, señalando cómo su
proceso de racionalización (secularización) ha desembocado finalmente en pluralidad
de esferas de la vida (política, ciencia, religión, arte,), regidas por lógicas
internas diferentes y opuestas entre sí, y en continua tensión entre ellas. La
introducción de la perspectiva sociológica en la reflexión sobre el Estado y el
poder ha conducido a ver la política desde otra dimensión, destacándose desde
esta perspectiva fenómenos tan importantes –ligados al proceso de
democratización– como el de la democracia
plebiscitaria, es decir, el de la transformación de la democracia
en una democracia de partidos, con una relación de nuevo tipo entre los líderes
políticos y los aparatos partidarios.
Para un lector nuevo, y
también para alguien que ya conozca algo de la obra de Weber, haría una modesta
advertencia general: que, yendo más allá de las palabra traducidas a nuestro
idioma, se esfuerce por llegar a su contenido propio; que busque explicaciones
de los contenidos, que huya de la libre asociación de ideas a las palabras que
se suelen manejar con Weber; que sea consciente que el vocabulario no es de
fácil comprensión y que sea consciente que muchos términos de los que utiliza
Weber tenían sentidos controvertidos en su época. Un ejemplo: si Weber utiliza
algún vez el término “Herrenvolk” y se ofrece la traducción literal como
“pueblo de señores” sin ninguna explicación más, el lector puede entender hasta
lo contrario de lo que significa realmente en Weber: pueblo soberano, pueblo
dueño de sí mismo, personas sui iuris (en
el sentido que había tenido en el derecho romano).
Max Weber
Gran parte de la obra de Weber,
incluida la conocida Economía
y sociedad,
permaneció inédita y hay muchas discusiones con respecto al modo en que estos
trabajos fueron publicados. ¿Considera que esos problemas han distorsionado su
recepción? ¿Qué reservas deberíamos tener para abordarlas? ¿Cuál debería ser la
agenda futura de traducciones y ediciones en español en función de ello?
Sin duda se han dado esas
distorsiones, pero la edición de las obras completas en alemán ya ha
establecido los textos, las fechas de su composición, y el lugar que ocupan
dentro de toda la obra. Economía y Sociedad tal
como la conocíamos en la edición en español de los años 40 ya no existe en las
Obras completas. Seis volúmenes integran ahora la vieja Economía y Sociedad.
Más relevantes son ahora, y
para nuestro mundo hispánico, los procesos de distorsión derivados de la
traducción y de la carencia de una explicación precisa de los conceptos
fundamentales (por ejemplo: “neutralidad axiológica”, “racionalidad de acuerdo
a valores”, “dominación” o “plebiscitario”) con lo que sugieren en un primer
momento, no nos acercan al contenido, sino que más bien nos alejan.
Economía y Sociedad tal como la conocíamos en la edición en español de los
años 40 ya no existe en las Obras completas. Seis volúmenes integran ahora la
vieja Economía y Sociedad.
Has dedicado varios trabajos, como por
ejemplo el libro Poder y política en Weber, a analizar los escritos políticos de
Weber. A pesar de ser una de las facetas menos sistemáticas de su obra, su
perspectiva política ha tenido un enorme predicamento incluso allende las
fronteras del mundo académico. ¿Por qué considera que esto ocurrió así? ¿A qué
se debe la vigencia de, por ejemplo, una conferencia como La política como profesión?
Una primera cuestión sería ¿Debemos
hablar de la política como vocación o de la política
como profesión? Pero
no entremos ahora en detalle en esta cuestión, que nos conduciría a clarificar
lo que significa el término profesión (Beruf) en alemán, el cual contiene dos
elementos –la actividad laboral y la “llamada” interior a realizar esa tarea
como una “misión”–, mientras que en español no la usamos con ese doble
contenido, y tenemos para ese contenido doble dos términos que distinguimos e
incluso contraponemos: profesión y vocación. Pero yendo ahora a la continuación
de la vigencia de la La política como profesión,
yo diría que es debida a que Weber aborda ahí problemas centrales del concepto
y de la práctica de la política, poniendo en conexión distintos fenómenos
históricos.
La conferencia resulta actual porque
aborda un problema fundamental de la política en la democracia de
partidos, como es el de la relación entre los líderes y los aparatos
partidarios, o la relación entre la política y la ética. Es actual porque
plantea la naturaleza de la acción política, y, desde ahí, aborda la relación
entre la política y la ética, criticando con rotundidad la “ética de
convicciones” como inadecuada a la política y explicando por qué la “ética de
la responsabilidad” es la única que resulta compatible con el concepto de
“política como poder” que se realiza en un mundo que no es racional desde el
punto de vista moral.
Los “usos de Weber” entre los
académicos han producido muchas discusiones, desde la cuestionada traducción de
Parsons hasta el debate más reciente entre Schluchter y Käesler, entre una
lectura más rígida y una más abierta. ¿Cuál es su posición al respecto?
¿Considera que se ha hecho un “mal uso” de Weber en algunos casos?
Sí, en efecto. Se ha usado
a Weber de manera distorsionada cuando se le ha querido entender con términos y
categorías de perspectivas sociológicas funcionalistas o cuando se le ha visto
como portador de una fe positivista en el papel de la ciencia, y despreocupado
de la cuestión de los valores. Esas valoraciones no han contemplado su
dimensión antropológica, su preocupación básica por el tipo humano que estaban
requiriendo los cambios producidos en el mundo moderno, algunos de cuales eran
a su vez resultado de las nuevas actitudes y modos de vida –en el caso del
creyente religioso (protestante), o del empresario o del profesor académico
ante los cambios en la ciencia y en la universidad, o del político en una
democracia de partidos–.
Entre los muchos conceptos weberianos
que han calado en el sentido común y entre los analistas, se destaca uno: líder
carismático. Dados los recaudos epistemológicos que Weber manifiesta en la
construcción de tipos ideales, ¿te parece que su utilización, incluso en
literatura académica, viola algunos de los preceptos de su autor? ¿Qué recaudos
deberíamos tener para utilizar las definiciones weberianas?
Como es sabido, los tipos
ideales no son conceptos esenciales, sino son los instrumentos analíticos
construidos por los científicos sociales para describir, tipificar, comparar
fenómenos sociales o históricos. Y en su Sociología del poder, Weber analiza,
juntos a los otros tipos, el tipo de poder legítimo carismático y una variante,
el de legitimidad carismática antiautoritaria (con el que se corresponde el
liderazgo de los partidos políticos modernizados, centralizados).
Y dentro de este último tipo analiza
la relación entre un líder de partido elegido y su aparato (compensaciones a su
aparato por los éxitos electorales y reparto de cargos, disciplina por parte
del aparato respecto al líder, el “sacrificio de la inteligencia” de sus
seguidores que se produce con esta disciplina, etc.). Con esto quiero decir que
su exposición de los tipos de poder legítimo cuenta con estas construcciones
mentales para el trabajo científico-social. Y, en torno al liderazgo
carismático, se ha generado una atención especial que ha conducido
abiertamente a errores de interpretación.
Se ha hablado mucho de la preferencia
de Weber por un líder plebiscitario tras la primera guerra mundial para
la nueva Alemania Y se ha llegado a asociar a su propuesta de un Presidente
plebiscitario para la nueva República a planteamientos no democráticos.
Sin embargo, creo que las alarmas y dudas que algunos han lanzado sobre el
Weber de los últimos años de su vida no parecen justificadas si atendemos a lo
que el propio Weber escribe en sus artículos de 1918-1919.
Dice allí que, durante la monarquía,
él había escrito a favor de la parlamentarización del sistema de gobierno del Deutsches Reich (es decir, fortalecimiento
del papel Parlamento y de los partidos políticos), y que después, ya sin el
Emperador, estaba a favor de la República, abogando en concreto por un sistema
presidencialista, en el que el Presidente fuera elegido directamente por los
ciudadanos (plebiscitariamente). Para este Presidente prevé, por tanto, que
tenga una “legitimidad” directa procedente de los ciudadanos, en vez de que
fuera elegido por el Parlamento, como había ocurrido en las primeras sesiones
de la Asamblea Nacional Constituyente de Weimar.
Y en el artículo dedicado a esta
figura de la Presidencia de la República expone sus funciones fundamentales,
sus límites (que tenga siempre presente “la soga y la horca”) y la necesidad de
un Presidente con poder para que se pudiera realizar mejor la “socialización”
de la economía, es decir, la reestructuración y estabilización de la situación
económica después de la derrota de la Guerra. Junto al Presidente estaría el
Parlamento igualmente elegido por los ciudadanos y una “Cámara de los Estados federados”.
En torno al liderazgo carismático se ha generado
una atención especial que ha conducido abiertamente a errores de
interpretación.
La trayectoria política de Weber fue
uno de los puntos más controvertidos para los estudiosos posteriores, entre los
que lo identifican como un antecesor del nazismo hasta los que lo ven como un
liberal progresista. ¿Si tuviera qué caracterizarlos políticamente, cuál sería
su parecer? ¿Hay más de un Weber en términos políticos o los analistas han
caído en llanas distorsiones?
Como antecesor del nazismo
no lo veo en absoluto, no hay ningún fundamento para mantenerlo. Si por liberal
progresista se entiende al defensor de una democracia de partidos, en la que
los ciudadanos pueden elegir a sus gobernantes y pueden exigirles cuenta y
cambiarlos, puede ser una definición apropiada. En los meses de la Revolución
alemana, tras el final de la Primera Guerra Mundial, Weber sí fue un decidido
crítico de los revolucionarios, a los que veía como “políticos de
convicciones”, inadecuados por tanto para la política porque no toman en cuenta
la realidad ni las consecuencias de las acciones políticas, En su intento de
entrar en la política, en las elecciones generales para la Asamblea
Constituyente, estuvo con el partido DDP (Partido Demócrata Alemán), que fue un
partido de centro, creado después del final de la Guerra, y colaboró con el
Gobierno de Berlín en las semanas anteriores a las elecciones generales en la
redacción de los primeros borradores de Constitución. Antes de ingresar en el
Partido Demócrata, había tenido dos intervenciones en el Partido Progresista,
en las que habla de “nosotros los radicales” (noviembre de 1918) cuando están
discutiendo sobre la nueva situación de Alemania. Creo que “liberalismo
democrático” podría ser otra etiqueta para Max Weber.
Yendo a otro tema, también ha
traducido y editado a autores como Eduard Bernstein y Ferdinand Lassalle,
figuras centrales del pensamiento socialdemócrata y reformista. Frente a la
situación actual que vive el socialismo democrático: ¿Cuáles fueron sus
principales aportes? ¿Pueden ser útiles hoy en día para renovar las bases de un
progresismo en crisis?
El socialismo de estos autores,
especialmente el de Bernstein que desarrolló una obra más amplia dentro del
partido socialista, mientras que Lassalle murió muy joven, aunque había sido el
fundador del primer partido socialista alemán (el ADAV), es un socialismo que
se entiende a sí mismo como continuación y profundización del liberalismo y que
entiende que, desde el Estado, se puede hacer mucho para avanzar hacia la
sociedad socialista.
Lo que ahora ha ocurrido
con el Estado de bienestar es que su triunfo, en donde se han recogido las
herencias del liberalismo y del socialismo, ha generado al mismo sus
dificultades para su propio mantenimiento y se encuentra ante nuevos retos
antes no previstos, como es el sostenimiento del medio ambiente y la aceptación
de los movimientos migratorios hacia países democráticos y con bienestar
económico. No parece, sin embargo, que se puedan hacer frente a estos nuevos
retos sin mantener el Estado social de derecho.
En el último tiempo se han hecho
muchos paralelismos entre el actual reflujo de las derechas y el período de
entreguerras, en particular en Alemania. ¿Te parece productiva esta comparación
entre la actualidad y la experiencia de la república de Weimar o el anacronismo
es un riesgo innecesario? ¿La relectura de autores como Weber, Heller o Schmitt
gana otro sentido en base a esas posibles similitudes?
La experiencia de Weimar en
Alemania sigue siendo un laboratorio para el análisis. Y por eso se
podrían también añadir a esos autores Kelsen y Smend. Ahora los populismos de
derecha e izquierda pueden estar apuntando a nuevas formas de totalitarismo,
que fue lo que se produjo en esos años de entreguerras –en torno a la raza, la
clase o la nación–. Estamos avisados, por tanto, aunque parece que los
populismos tienen especial interés en ocultar los riesgos de totalitarismo y
destrucción de la democracia.
Quién es Joaquín Abellán García
Joaquín Abellán García es
Licenciado en Filosofía y Letras, Derecho, y Ciencia Política, así como Doctor
en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid. También se
desempeña como catedrático de Ciencia Política en la misma casa de estudios.
Dedicado básicamente a la historia de los conceptos políticos, ha realizado
numerosas ediciones de textos clásicos de teoría política, en especial a Max
Weber.
Sobre este último ha publicado
Poder y Política en Max Weber (2004) y ha editado Conceptos sociológicos
fundamentales (2006), La Ética protestante y el «espíritu» capitalista (2006),
La política como profesión (2007), Sociología del poder (2009), Escritos
políticos (2008), La ciencia como profesión (2009), La «objetividad» del
conocimiento en la ciencia social y en la política social (2009), y El sentido
de «no hacer juicios de valor» en la Sociología y la Economía (2011).