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sábado, 10 de junio de 2023

La sonrisa del dragón… @dealgunamaneraok...

La sonrisa del dragón… 

Xi Jinping. Fotografía: CEDOC

El último viaje de Massa y su comitiva a China replantea el alineamiento internacional de la Argentina. Los acuerdos con Xi Jinping y el frío de EEUU. 

© Escrito por  Jaime Neilson, former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986), el sábado 10/06/2023 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 

Hace casi veinte años, el entonces presidente Néstor Kirchner anunció que China estaba por invertir tanta plata en el país que en adelante habría que colgar un retrato suyo al lado de aquel del Libertador José de San Martín en todos los despachos oficiales. Aunque el torrente de dinero que Néstor esperaba conseguir nunca se materializó, lo que presuntamente tenía en mente distaba de ser insensato.

Como muchos otros, el fundador de la dinastía K entendía que la expansión económica de China modificaría drásticamente el mapa geopolítico del mundo e intuía que a la Argentina le convendría vincularse cuanto antes con la eventual superpotencia de mañana, emulando así a San Martín que despejó el camino para que el país tuviera una relación estrecha y beneficiosa, que duraría más de un siglo, con el Imperio Británico.  Puede que Sergio Massa, con lo de “Argenchina” cuya aparición festejó, haya fantaseado con asegurarse un lugar igualmente destacado en el panteón nacional.

De resultar ciertas las previsiones de los convencidos de que el futuro se escribirá en chino mandarín, ni el gobierno actual ni sus sucesores inmediatos podrían darse el lujo de minimizar el significado del cambio así supuesto. Después de la Segunda Guerra Mundial, el presidente Juan Domingo Perón, cometió un error garrafal al oponerse frontalmente a la hegemonía patente de Estados Unidos que creía sería pasajera. Andando el tiempo, procuraría reconciliarse con el cada vez más imponente “Coloso del Norte”, pero ya era demasiado tarde. Desgraciadamente para el país, la resistencia inicial del general a reconocer que el orden mundial basado en el poder de Estados Unidos duraría por mucho tiempo, lo hizo consolidar el modelo socioeconómico que está desintegrándose ante nuestros ojos, con consecuencias terribles para la mayor parte de la población.

Sea como fuere, mientras que en 1946 era razonable suponer que países de cultura occidental continuarían desempeñando un papel rector en el mundo, puesto que tanto Estados Unidos como su principal rival, la Unión Soviética, se habían inspirado en ideas netamente europeas, la situación actual es muy diferente. Aunque la elite china ha adoptado una versión sui géneris del marxismo, su forma de pensar debe mucho a sus propias tradiciones, en especial a las confucianas, de suerte que para los demás es aún más difícil entender lo que los motiva de lo que era para los “kremlinólogos” que intentaban descifrar lo que ocurría en el seno del régimen soviético.

El cada vez más autocrático presidente chino Xi Jinping y quienes lo rodean son nacionalistas. Sienten orgullo por lo logrado a través de los milenios por la gran civilización china que, no lo olvidemos, en distintas épocas era por mucho la más próspera e intelectualmente más sofisticada del mundo. Desde su punto de vista, sería natural que China retomara su lugar en el ápice de un orden internacional jerárquico en que los demás pueblos ocuparían puestos más humildes.

Hasta hace poco, China disfrutaba de una relación mutuamente beneficiosa con Estados Unidos en que, a cambio de encargarse de la producción de bienes de consumo y de tal modo ayudar a reducir el costo de vida de los norteamericanos, aprovechaba las ventajas comerciales y tecnológicas que les brindaba el orden mundial regenteado por Washington. Sin embargo, al darse cuenta los norteamericanos de que, con su ayuda, China estaba erigiéndose en una superpotencia rival que se guiaría por valores que les son radicalmente ajenos, llegaron a la conclusión de que habían sido víctimas de una gran estafa. Con todo, si bien quisieran “desacoplarse” de China con la esperanza de frenar su desarrollo económico privándola de acceso al mercado norteamericano, no les será nada sencillo hacerlo sin poner fin a la globalización y de tal manera provocar una gravísima crisis económica mundial que a buen seguro los perjudicaría.

Frente a China, Joe Biden ha resultado ser aún más agresivo que Donald Trump. En Washington, los jefes militares están preparándose anímicamente para una eventual guerra en defensa de la independencia de Taiwán que, para Pekín, es sólo una provincia rebelde que tarde o temprano tendrá que ser reincorporada a la Madre Patria, una guerra que, de acuerdo común, sería una catástrofe aún mayor que la provocada por la invasión de Ucrania por el ejército de Vladimir Putin. Sin embargo, aun cuando los dos gigantes opten por seguir compitiendo de manera pacífica, ambos harán cuanto puedan por aumentar el poder económico, tecnológico y diplomático propio en desmedro de aquel de su contrincante, lo que ya ha comenzado a plantear problemas a los muchos países, entre ellos la Argentina, que quisieran sacar provecho de la “guerra fría” que se ha desatado.

Tanto Estados Unidos como China cuentan con ventajas y desventajas. El sistema político norteamericano a veces parece ser tan disfuncional como el argentino, mientras que la dictadura china tiene forzosamente que privilegiar los intereses de una elite que se cree sin más alternativa que la de tratar de controlar hasta los pensamientos del resto de la población, La legitimidad del régimen depende de un pacto informal según el cual su derecho a gobernar se basa en el éxito innegable de su estrategia económica, lo que entraña el riesgo de que una recesión, o las secuelas del colapso demográfico que ya está incidiendo en la vida del país, darían lugar a disturbios inmanejables.

Por ahora cuando menos, Estados Unidos está tecnológicamente más avanzado que China, pero Xi y quienes lo rodean confían en que el empleo sistemático de la Inteligencia Artificial le permitirá adelantarse. En este terreno, cuentan con la ayuda de “progresistas” norteamericanos que están resueltos a subordinar todo, comenzando con la calidad académica, a la “equidad” racial y sexual, una obsesión que ya está teniendo un impacto muy negativo en las facultades científicas de Harvard y otras universidades aún muy prestigiosas.

Si China tiene una carta de triunfo en la lucha por superar a Estados Unidos en la carrera tecnológica, es la voluntad de esforzarse, es decir, “la cultura de trabajo”, de los integrantes más talentosos de su población. Como acaba de recordarnos Máximo Kirchner que, para extrañeza de muchos, acompañó a Massa en su expedición a los dominios de Xi en busca de dinero fresco, “es admirable lo que hizo China” en el ámbito de la enseñanza. 

TRASTIENDA DE LAS HORAS MÁS DRAMÁTICAS DE SERGIO MASSA

No se equivocó el jefe de La Cámpora, pero olvidó señalar que el sistema educativo chino se destaca por su rigor extremo. A diferencia de lo que es habitual en la Argentina, el país del “ingreso irrestricto” y de la mentalidad facilista correspondiente, en China los jóvenes que quieren ir a una universidad tienen que superar el temible Gaokao, una prueba que figura entre las más exigentes y competitivas del mundo entero.

Para prepararse, es normal que, durante años, millones de adolescentes chinos, cuidadosamente vigilados por sus padres, estudien al menos diez horas todos los días. Si por algún motivo los docentes se declararan en huelga, serían linchados por sus vecinos o, si tuvieran suerte, enviados a un campo de reeducación en alguna región remota, ya que incluso los contrarios al régimen comunista comparten la fe más que milenaria de los chinos en la meritocracia. De más está decir que sería maravilloso que Máximo, impresionado por un sistema educativo que ha contribuido enormemente a la transformación sumamente rápida de China de un país paupérrimo en una gran potencia económica, ordenara a la gente de La Cámpora militar para que la Argentina lo adoptara, pero la posibilidad de que lo hiciera es virtualmente nula.

Según Massa y otros oficialistas, los chinos estarán dispuestos a ayudar financieramente a “Argenchina” con “swaps” ampliados, yuanes y así por el estilo sin pedirle nada a cambio. Dicen que no son como los técnicos pedantescos del Fondo Monetario Internacional que, por razones incomprensibles, quieren que el gobierno preste más atención a los números. Es una ilusión.  Si bien es cierto que en ocasiones el régimen chino aplica criterios que son más geopolíticos que económicos cuando le interesa relacionarse con países en apuros, nunca vacila en aprovechar su capacidad para presionar a los endeudados para que lo apoyen en el escenario mundial, además de obligarlos a hacer concesiones que son lesivas a la soberanía nacional.

Lejos de ser un acreedor blando, como uno de los integrantes principales del FMI, China ha adoptado posturas tan severas como las de Alemania y Japón que están entre los más reacios a continuar aportando al “plan llegar” de Massa por entender que aprobarlo sería contraproducente no sólo para la Argentina sino también para el sistema financiero mundial.

Si resulta que tengan razón quienes prevén que China desempeñe un papel internacional preponderante en los años que vienen, no manifestará mucha simpatía por países que parecen incapaces de mantenerse solventes. Los chinos no se sienten abrumados por “la culpa post-imperial” que aflige a los europeos y, hasta cierto punto, los norteamericanos. Tampoco se sentirán conmovidos por la pobreza extrema en otras partes del mundo; después de todo, tienen derecho a decir que, para superarlo, les bastaría con hacer lo que, a partir de 1979, ha hecho su propio gobierno. Se trataría de una propuesta que, claro está, no motivaría mucho entusiasmo en las filas de kirchnerismo.



    

sábado, 3 de diciembre de 2022

Un shock antirrepública… @dealgunamaneraok...

 Un shock antirrepública… 

Recinto. Diputadas y diputados rodean a la presidenta del cuerpo, Cecilia Moreau. Un clima difícil para debatir. 

Este jueves 1°, en la reunión que tenía por objeto renovar las autoridades de la Cámara de Diputados, como se hace anualmente, la oposición no dio quórum con el argumento de una supuesta parcialidad de la presidenta del cuerpo, Cecilia Moreau, en el tema de la elección de los miembros del Consejo de la Magistratura. 

© Escrito por Carlos Heller el viernes 03/12/2022 y publicado por la Revista Acción de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina. 


Esto hizo que tuviéramos que sesionar en minoría y aplicar el artículo 37 del reglamento de la Cámara, que establece que si no se eligen nuevas autoridades continúan las preexistentes. 

A continuación se pasó a una sesión que estaba convocada para tratar un extenso orden del día, que mayormente incluía proyectos para mejorar la calidad de vida de la gente y de reconocimiento de derechos. Por ejemplo, la creación de siete nuevas universidades en distintos puntos del país. 

Pese a la ausencia de Juntos por el Cambio, esa sesión logró el quórum necesario, pero cuando comenzó irrumpieron los diputados y las diputadas de esa fuerza y generaron un clima de difícil funcionamiento, con desbordes verbales y gestualidades ofensivas sumamente graves, golpes en las bancas, gritos y gestos obscenos. 

En un momento, un grupo de diputadas del Frente de Todos se levantó y se acercó a la cabecera porque varios legisladores opositores estaban hostigando a Moreau de una manera inaceptable. Realmente, un acto de barbarie. Un verdadero shock antirrepública. 

No puedo dejar de poner este episodio en el marco de lo que hemos vivido recientemente, y que tuvo su punto culminante en el intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández.

Antes de eso vimos marchas opositoras con guillotinas, horcas, bolsas mortuorias, dibujos de personas colgadas, ataúdes. O amenazas de ahorcamiento a la misma vicepresidenta, «delante del Instituto Patria o del Senado». Todo lo cual forma parte del mismo clima: no fueron hechos aislados. 

También lo podemos vincular con el inminente fallo sobre la causa Vialidad, sobre el cual Cristina Fernández dijo en su alegato final: «Esto no es un tribunal, sino un pelotón de fusilamiento». Y agregó: «Como lo dije el 2 de diciembre de 2019, al comienzo de este juicio, la sentencia está escrita. Lo que no sabía es que está tan mal escrita que la acusación es una serie de mentiras, incluso sobre hechos que no existieron». Vale recordar que días después del atentado, el diario Clarín tituló: «Cristina entre la bala que no salió y el fallo que sí saldrá». 

En síntesis, esa violencia directa, tanto física como verbal, tiene un correlato con la violencia institucional. Estamos ante una situación de gravedad institucional que debería preocuparnos.

Como en Estados Unidos, donde llegaron a tomar el Capitolio cuando el resultado electoral no favoreció a Donald Trump, o en Brasil, donde grupos opositores al triunfo del presidente electo Lula da Silva exhibían saludos nazis, aquí vemos el recrudecimiento de una derecha antidemocrática y sumamente riesgosa para el funcionamiento de las instituciones. Ante lo cual tenemos que estar en alerta. 


domingo, 27 de marzo de 2022

Guerra con final incierto... @dealgunamaneraok...

Guerra con final incierto...

 Destrucción. En casi todas las ciudades ucranianas el panorama es desolador por los ataques de Rusia. | AFP.

El autor deja por esta vez de lado el escenario político para contar lo que está viviendo en el conflicto bélico.

© Escrito por Nelson Castro desde la Ciudad de Kiev, Ucrania, el sábado 26/03/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

La crueldad de la guerra continúa haciéndose presente a cada momento, a cada metro y a cada paso que damos por la ciudad de Kiev. Hemos sido testigos en estas horas de los enfrentamientos armados y las luchas cuerpo a cuerpo en el barrio de Obolon en las afueras de la capital Ucraniana. 

El sábado hubo intensos combates en Yrpin, una especie de suburbio residencial que combina altos edificios con pequeñas casas de ladrillo y madera. Se nota que allí la vida familiar era lo normal en esta parte del territorio que hoy ha quedado desierto.

Claramente la ofensiva rusa continúa. y, lo que es peor aún, continuará. Es un avance destructor no sólo de las vidas humanas sino de todo aquello que sus pobladores han sabido construir. Casas arrasadas, negocios, plazas y todo lo que encuentren a su paso. 

La defensa de la ciudad se mantiene con una llamativa convicción que crece con el correr de los días: “Nosotros vamos a ganar. Ucrania seguirá siendo libre”, vocifera un hombre al pasar cerca de los periodistas que aquí realizamos la cobertura. 

Esto no deja de ser notable, porque desde el punto de vista de los desplazamientos aún hay mucha gente que opta por quedarse para luchar.

Guerra en Europa: soldados rusos asesinaron a uno de sus propios comandantes.

Teniendo en cuenta como avanza la guerra y el crecimiento de la férrea intención de los ucranianos de resistir, este será un conflicto largo. 

Las dificultades de Rusia para seguir avanzando son evidentes y si no se encaminan las negociaciones, el resultado seguirá siendo indefinido. 

Si nos remitimos a lo que ocurre en el terreno en materia de estrategia y objetivos militares, Rusia no ha conseguido nada de lo que se propuso. 

No ha lograda el dominio completo de ninguna ciudad importante, ni siquiera de Mariúpol, que fue víctima permanente de bombardeos y luchas urbanas. 

Allí se ha visto algo brutal que podríamos calificar casi como un genocidio. Una vez que los ataques cesen en esa zona se podrá tomar una real dimensión de lo que ha sucedido. La resistencia de la gente ha sido admirable.

Sin paz

Las posibilidades de negociación de paz han sido absolutamente infructuosas. Desde el punto de vista político Putin no tiene otra alternativa que ganar esta guerra porque una derrota sería su fin no solamente político sino humano y personal con destinos como la cárcel y/o la muerte.

En el terreno, Ucrania continúa defendiéndose en soledad porque la ayuda que ha llegado desde los Estados Unidos y los países de Europa no termina de tener un efecto concreto en el campo de batalla. 

Occidente ha enviado mucho armamento pero los que luchan son los soldados y civiles ucranianos. 

A esta altura Rusia no quiere que esto se extienda más allá de Ucrania pero nadie puede afirmarlo con seguridad. 

Desde el punto de vista geopolítico, si Putin se lleva la victoria tendrá mayores posibilidades de imponer nuevas condiciones a Occidente. La derrota sería el catalizador para un gobierno de características diametralmente opuestas en Moscú.

Mataron a la periodista rusa Oksana Baulina mientras realizaba una cobertura en Kiev.

Desde el punto de vista profesional, el trabajo se hace cada día más difícil por el aumento en la cantidad de controles y el riesgo que conlleva la intensidad de los combates. 

A esta altura, ya no basta con el chaleco de prensa o la credencial con la autorización correspondiente. 

Cualquiera puede resultar sospechoso de ser un espía ruso. 

Los propios policías nos piden ver en sus celulares las transmisiones en vivo que acrediten que, efectivamente, trabajamos para la prensa argentina. 

Pese a todo ello es una experiencia extraordinaria para cualquier periodista.

Somos pocos los colegas que quedamos en Kiev y vivir la guerra desde aquí nos permite tener la real dimensión de la concentración del poderío político y militar y, por supuesto, de la destrucción que produce la guerra. 

Una contienda cuyo final todavía es incierto.




martes, 1 de marzo de 2022

Cristina Kirchner opinó de la situación en Ucrania... @dealgunamanera...

Cristina Kirchner opinó de la situación en Ucrania: no mencionó a Putin y criticó a las "potencias globales"


"El respeto al derecho internacional junto a la verdad y la coherencia entre las ideas y las acciones no parecen ser atributos de las potencias globales", dijo. 

© Publicado el domingo 27/02/2022 por el Diario El Economista de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos. 

La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner rompió su silencio hoy, y no para hablar del programa que están negociando Argentina y el FMI sino sobre la crisis en Ucrania.  

En una serie de tuits, Fernández advirtió hoy sobre el "doble estándar" de las grandes potencias en materia de derecho internacional, al referirse a la crisis desatada en Ucrania a partir de la decisión de Rusia de reconocer a dos provincias separatistas de ese país y, luego, avanzar con una invasión a gran escala de todo Ucrania. 

La vicepresidenta aludió al tema a través de una serie de tuits que publicó "a 40 años de la Guerra de Malvinas y a 8 años del conflicto entre Ucrania y Rusia por la península de Crimea". 

"En el año 2014, siendo presidenta de la Nación y Héctor Timerman nuestro canciller, Argentina formaba parte, en carácter de miembro temporario, del Consejo de Seguridad de la ONU. En ese año, el día 15 de marzo, se trató en dicho organismo una resolución presentada por Estados Unidos que exhortaba a la comunidad internacional a no reconocer el resultado del referéndum por la independencia de Crimea, previsto para el domingo 16 de marzo de ese mismo año", recordó Fernández de Kirchner. 

La expresidenta consignó que "ese día, 13 de los 15 países miembros del Consejo de Seguridad, entre ellos Argentina, votaron a favor del texto presentado por Estados Unidos que defendía la 'soberanía, la independencia, la unidad y la integridad territorial' de Ucrania". 

“O sea: Argentina apoyó a Ucrania basada en el principio de integridad territorial, pilar del derecho internacional. Rusia, uno de los cinco miembros permanentes con derecho a veto, ejerció dicho privilegio y se pronunció en contra. China se abstuvo”, recordó CFK. 

Para la vicepresidenta, “en este episodio radican los dos principales problemas que afectan la seguridad y la paz globales”. 

Primero, el "doble estándar de las grandes potencias en materia de derecho internacional a la hora de tomar decisiones", lo que la llevó a citar la situación de las Islas Malvinas y el apoyo de Estados Unidos y el Reino Unido al referéndum de 2013 en el que los habitantes del archipiélago votaron a favor de permanecer bajo el control político de Londres. “Remember Malvinas y el referéndum de los Kelpers”, dijo.

En segundo término, la vicepresidenta hizo referencia al "anacronismo" del Consejo de Seguridad de la ONU que "sigue, desde la Segunda Guerra Mundial, sin modificar el statu quo de los países vencedores que se acordaron a sí mismos sillas permanentes con derecho a veto y al resto de los países, sillas temporarias y voto testimonial".

"¿Alguien piensa que con estos privilegios y aplicando o no el derecho internacional según les convenga a los países poderosos del mundo, estamos cuidando la seguridad global y la paz mundial?", preguntó la exmandataria. 

Y concluyó: "El respeto al derecho internacional junto a la verdad y la coherencia entre las ideas y las acciones no parecen ser atributos de las potencias globales. Hoy 27 de febrero del 2022, sigo pensando lo mismo".



domingo, 12 de septiembre de 2021

Más allá del voto… @dealgunamaneraok...

 Más allá del voto…

 

El día después de estas PASO, el día después de las elecciones de noviembre y más aún de las elecciones de 2023, valdrá la misma pregunta: cómo hacer para que –al igual que desde hace cincuenta años– más allá de quién sea triunfador y perdedor, al gobernar todos terminen derrotados y perdemos con ellos.

 

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 11/09/2021 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina.

 

Se asocian o distancian partidos que construyen nuevas alianzas, cambian los nombres de las colaciones y sus conformaciones internas, pero se repiten las mismas dos explicaciones –narrativas– sobre la causa de nuestra decadencia. Unos la explican a partir de que a mediado de los años 70 en Argentina se comenzaron a aplicar ideas neoliberales abandonando las “keynesianas” del peronismo de mediados de siglo pasado. Otros, que la continua aplicación de esas ideas desde 1945 terminó por consumir los stocks de capital acumulados a principio de ese siglo dejando exhausta a la Argentina a mediados de la década del 70 y ya sin más recursos para volver a crecer. 


Tanto con una u otra la explicación al punto de inflexión se produce a mediados de los años 70 cuando la Argentina tenía solo 4% de pobreza, la que desde allí subió de manera sostenida multiplicándose por diez. Difieren las interpretaciones de las causas que la producen, difieren los remedios que proponen, pero coinciden en el fracaso de sus terapias probablemente porque ambas narrativas estén equivocadas.

 

A mediados de los setenta algo mucho más importante que cierta hegemonización de las ideas de la escuela económica de Chicago –neoliberalismo– fue que Estados Unidos decidió promover el desarrollo de China para separarla de la ex Unión Soviética y desarmar la amenaza militar de ésta última. 

 

La muerte de Mao en 1976 y poco después las frases de su sucesor Deng Xiaopin “enriquecerse es glorioso” y “no importa que el gato sea blanco o negro sino que cace ratones” hicieron que parte de los 1.300 millones de chinos pasaran a integrarse a la producción capitalista con jornadas laborales de 54 horas semanales que se mantienen hasta hoy.

 

En estos 50 años China agregó a la producción mundial industrial, tanto como lo que la humanidad había producido hasta entonces, afectando a todos los países industrializados del mundo. Japón, Europa y Estados Unidos en ese orden. Muchos de nuestros vecinos latinoamericanos no se vieron afectados porque no tenían industrias y recibieron las mejoras del aumento del precio de sus materias primas.

 

Argentina era el único país latinoamericano que había desarrollado a mediados del siglo pasado un fuerte sector industrial, sindicatos y un incipiente Estado del bienestar que la globalización fue arrasando. Como los otros países latinoamericanos siempre tuvieron a la enorme mayoría de la población en trabajos informales, sector primario, servicios y cuentapropismo, la globalización no los empobreció.

 

Parte del error de diagnóstico  consiste en confundir neoliberalismo con globalización. Se pueden no aplicar políticas económicas neoliberales, pero no se pueden eliminar los efectos de la globalización.






domingo, 13 de septiembre de 2020

Joseph Stiglitz. Las lecciones que ya dejó la pandemia... @dealgunamanera...

Las reglas de Joseph Stiglitz para la economía pos coronavirus...

El mundo pospandémico podría experimentar desigualdades aún mayores a menos que los gobiernos hagan algo", afirma Joseph Stiglitz. Imagen: Leandro Teysseire

El primero Nobel postula que será necesario un programa integral para reducir la desigualdad de ingresos. Aconseja políticas monetarias que se centren en garantizar el pleno empleo. La legislación laboral debe mejorar la protección de los trabajadores porque hoy existe una economía plagada de poder de mercado y explotación.

© Escrito por Joseph Stiglitz (*) el domingo 06/09/2020 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de los Argentinos.

La Covid-19 no ha sido un virus de igualdad de oportunidades: persigue a las personas con mala salud y aquellas cuya vida diaria las expone a un mayor contacto con los demás. Esto significa que persigue desproporcionadamente a los pobres, especialmente en países pobres y en economías avanzadas como Estados Unidos, donde el acceso a la atención médica no está garantizado. 

Una de las razones por las que Estados Unidos se ha visto afectado por el mayor número de casos y muertes (al menos en el momento de esta publicación) es porque tiene uno de los estándares de salud promedio más pobres de las principales economías desarrolladas, ejemplificado por la baja esperanza de vida (más baja ahora incluso que hace siete años) y los niveles más altos de disparidades en salud.

En todo el mundo existen marcadas diferencias en la forma en que se ha gestionado la pandemia, tanto en lo que respecta al éxito de los países en el mantenimiento de la salud de sus ciudadanos y la economía como en la magnitud de las desigualdades que se muestran. 

Hay muchas razones para estas diferencias: el estado preexistente de la atención médica y las desigualdades en salud; la preparación de un país y la resistencia de la economía; la calidad de la respuesta pública, incluida la confianza en la ciencia y la experiencia; la confianza de los ciudadanos en la orientación del gobierno; y cómo los ciudadanos equilibraron sus “libertades” individuales para hacer lo que quisieran con su respeto por los demás, reconociendo que sus acciones generaban externalidades. Los investigadores pasarán años analizando la importancia de estos varios efectos.

Lecciones

Dos países ilustran las posibles lecciones que surgirán. Si Estados Unidos representa un extremo, quizás Nueva Zelanda represente el otro. Es un país en el que un gobierno competente se basó en la ciencia y la experiencia para tomar decisiones, un país donde existe un alto nivel de solidaridad social (los ciudadanos reconocen que su comportamiento afecta a los demás) y confianza, incluida la confianza en el gobierno. 

Nueva Zelanda ha logrado controlar la enfermedad y está trabajando para reasignar algunos recursos infrautilizados para construir el tipo de economía que debería marcar el mundo pospandémico: una que sea más verde y más basada en el conocimiento, con mayor igualdad, confianza y solidaridad

Desafortunadamente, por muy mala que haya sido la desigualdad antes de la pandemia, y como con tanta fuerza la pandemia ha expuesto las desigualdades en nuestra sociedad, el mundo pospandémico podría experimentar desigualdades aún mayores a menos que los gobiernos hagan algo

La razón es simple: la covid-19 no desaparecerá rápidamente. Y el miedo a otra pandemia persistirá. Ahora es más probable que tanto el sector público como el privado se tomen los riesgos en serio. Y eso significa que ciertas actividades, ciertos bienes y servicios y ciertos procesos de producción se considerarán más riesgosos y costosos. 

Si bien los robots contraen virus, son más fáciles de administrar. Por lo tanto, es probable que los robots, cuando sea posible, al menos al margen, reemplazarán a los humanos. El "zoom" sustituirá, al menos en el margen, a los viajes en avión. 

La pandemia amplía la amenaza de la automatización de los trabajadores de servicios de persona a persona pocos calificados que, hasta ahora, la literatura ha considerado menos afectados, por ejemplo, en educación y salud. Todo esto hará que disminuya la demanda de determinados tipos de mano de obra. Es casi seguro que este cambio aumentará la desigualdad, acelerando, de alguna manera, las tendencias ya vigentes.

Nueva economía, nuevas reglas

La respuesta fácil es acelerar la mejora de las competencias y la formación junto con el cambiante mercado laboral. Pero hay buenas razones para creer que estos pasos por sí solos no serán suficientes. Será necesario un programa integral para reducir la desigualdad de ingresos

El programa debe reconocer primero que el modelo de equilibrio competitivo (mediante el cual los productores maximizan las ganancias, los consumidores maximizan la utilidad y los precios se determinan en mercados competitivos que igualan la oferta y la demanda) que ha dominado el pensamiento de los economistas durante más de un siglo, no proporciona un buen resultado

Esta es la imagen de la economía actual, especialmente cuando se trata de comprender el crecimiento de la desigualdad. Tenemos una economía plagada de poder de mercado y explotación

Debilitamiento de las limitaciones del poder empresarial; minimizar el poder de negociación de los trabajadores; y la erosión de las reglas que gobiernan la explotación de consumidores, prestatarios, estudiantes y trabajadores han sumado juntos para crear una economía de peor desempeño caracterizada por una mayor búsqueda de rentas y una mayor desigualdad.

Necesitamos una reescritura integral de las reglas de la economía

Por ejemplo, necesitamos políticas monetarias que se centren más en garantizar el pleno empleo de todos los grupos y no solo en la inflación; leyes sobre quiebras que estén mejor equilibradas, reemplazando aquellas que se volvieron demasiado favorables a los acreedores y proporcionaron muy poca responsabilidad a los banqueros que participaron en préstamos predatorios; y leyes de gobierno corporativo que reconocen la importancia de todas las partes interesadas, no solo de los accionistas. 

Las reglas que gobiernan la globalización deben hacer algo más que servir a los intereses corporativos; los trabajadores y el medio ambiente deben estar protegidos. La legislación laboral debe mejorar la protección de los trabajadores y brindar un mayor margen para la acción colectiva.

Pero todo esto no creará, al menos a corto plazo, la igualdad y la solidaridad que necesitamos. Tendremos que mejorar no solo la distribución de ingresos en el mercado, sino también la forma en que los redistribuimos. De manera perversa, algunos países con el mayor grado de desigualdad de ingresos del mercado, como Estados Unidos, tienen sistemas tributarios regresivos en los que los que más ganan pagan una proporción menor de sus ingresos en impuestos que los trabajadores que se encuentran más abajo en la escala.

Igualdad

Durante la última década, el FMI ha reconocido la importancia de la igualdad para promover un buen desempeño económico (incluido el crecimiento y la estabilidad). Los mercados por sí mismos no prestan atención a los impactos más amplios que surgen de las decisiones descentralizadas que conducen a un endeudamiento excesivo en moneda extranjera o a una desigualdad excesiva. 

Durante el reinado del neoliberalismo no se prestó atención a cómo las políticas (como la liberalización del mercado de capitales y financieros) contribuyeron a una mayor volatilidad y desigualdad.  O cómo hubo políticas como la jubilación con beneficios definidos, o de pensiones públicas a privadas que llevaron a una mayor inseguridad individual, así como a una mayor volatilidad macroeconómica, al debilitar los estabilizadores automáticos de la economía.

En algunos países, esas reglas alentaron la miopía y las desigualdades, dos características de las sociedades que no han manejado bien la Covid-19. Esos países no estaban adecuadamente preparados para la pandemia: construyeron cadenas de suministro globales que no eran lo suficientemente resistentes. Cuando llegó la covid-19, por ejemplo, las empresas estadounidenses ni siquiera pudieron proporcionar suficientes suministros de cosas simples como máscaras y guantes, y mucho menos productos más complicados como test y respiradores.

La covid-19 ha expuesto y exacerbado las desigualdades entre países al igual que lo ha hecho dentro de los países. Las economías menos desarrolladas tienen peores condiciones de salud, sistemas de salud menos preparados para enfrentar la pandemia y personas que viven en condiciones que las hacen más vulnerables al contagio, y simplemente no tienen los recursos que las economías avanzadas tienen para responder a las consecuencias económicas.

La pandemia no se controlará hasta que se controle en todas partes, y la recesión económica no se dominará hasta que haya una sólida recuperación mundial. Por eso es una cuestión de interés propio, así como una preocupación humanitaria, que las economías desarrolladas proporcionen la asistencia que necesitan las economías en desarrollo y los mercados emergentes. Sin esa asistencia la pandemia mundial persistirá más de lo que lo haría de otro modo, entonces las desigualdades mundiales aumentarán y habrá divergencia mundial.

Si bien el Grupo de los Veinte anunció que utilizaría todos los instrumentos disponibles para brindar este tipo de ayuda, ésta hasta ahora ha sido insuficiente. En particular, no se ha empleado un instrumento utilizado en 2009 y fácilmente disponible: una emisión de 500.000 millones de dólares en derechos especiales de giro (DEG)

Hasta ahora, no se ha podido superar la falta de entusiasmo de Estados Unidos o India. La provisión de DEG sería de enorme ayuda para las economías en desarrollo y los mercados emergentes, sin costo o con un costo mínimo para los contribuyentes de las economías desarrolladas. Sería incluso mejor si esas economías contribuyesen con sus DEG a un fondo fiduciario que las economías en desarrollo utilizarían para hacer frente a las exigencias de la pandemia.

Las reglas del juego afectan no solo el desempeño económico y las desigualdades dentro de los países, sino también entre países, y en este campo las reglas y normas que gobiernan la globalización son centrales. Algunos países parecen estar comprometidos con el "nacionalismo de las vacunas". Otros, como Costa Rica, están haciendo todo lo posible para garantizar que todo el conocimiento relevante para abordar la covid-19 se utilice para todo el mundo, de manera análoga a cómo se actualiza la vacuna contra la influenza cada año.

Deuda

Es probable que la pandemia provoque una serie de crisis de deuda. Varios países tienen más deuda de la que pueden pagar dada la magnitud de la recesión inducida por la pandemia. Los acreedores internacionales, especialmente los acreedores privados, ya deberían saber que no se podrá sacar agua de la piedra. Habrá una reestructuración de la deuda. La única pregunta es si será ordenada o desordenada.

Si bien la pandemia ha revelado las enormes divisiones entre los países del mundo, es probable que la propia pandemia aumente las disparidades dejando cicatrices duraderas, a menos que haya una mayor demostración de solidaridad mundial y nacional

Las instituciones internacionales, como el FMI, han proporcionado un liderazgo global, actuando de manera ejemplar. 

En algunos países también ha habido un liderazgo que les ha permitido abordar la pandemia y sus consecuencias económicas, incluidas las desigualdades que de otro modo habrían surgido. 

Pero por dramáticos que hayan sido los éxitos en algunos lugares, igualmente dramáticos son los fracasos en otros lugares. Y aquellos gobiernos que han fallado internamente han obstaculizado la respuesta global necesaria. 

A medida que la evidencia de los resultados dispares se vuelve clara, ojalá haya un cambio de rumbo 

Es probable que la pandemia nos acompañe durante un tiempo y sus secuelas económicas durante mucho más tiempo. Todavía no es demasiado tarde para un cambio de rumbo, por supuesto.

(*) Profesor en la Universidad de Columbia y premio Nobel de Ciencias Económicas. Este artículo apareció en la edición de septiembre de la revista Finanzas & Desarrollo del Fondo Monetario Internacional.