Colonizar
la Justicia…
Animus domini. Dibujo: Pablo Temes.
Recusación
serial. Preocupa a los magistrados la intromisión del Gobierno. Los aprietes y
el peligro de un conflicto de poderes.
No hace falta frecuentar
a Sigmund Freud para descubrir la manifestación del inconsciente en el chiste
que circula desde hace algunas horas. Dice que hasta Antonio Gasalla renunció
al jurado de ShowMatch presionado por el gobierno que empieza con K de Kirchner
y termina con K de Alak. No causa gracia la consigna vengativa y setentista que
se cantaba por lo bajo en Tribunales: “Cinco por uno, no va a quedar ninguno”.
Se referían a los jueces independientes. Los van liquidando de a uno y los
ametrallan, no con tiros como en aquella época, pero sí con el aparato
propagandístico del Estado que hace de la difamación una tortura del periodismo
de Estado.
Hay mucha preocupación
entre los magistrados. Los que frecuentan diariamente los pasillos de la
Justicia en general, pero de la federal en particular, confiesan que nunca se
habían sentido tan rigurosamente vigilados y apretados como ahora desde la
reinstauración de la democracia en 1983. Los servicios de inteligencia y los
estudios de abogados, que diseminan la carne podrida que allí se produce,
tienen amenazados a varios jueces y fiscales con carpetazos de distinto tipo.
En algunos casos, vinculados a la vida íntima de los funcionarios judiciales o
a las actividades y actitudes de miembros de su familia. Hugo Moyano dijo en
estas horas que “la AFIP es la Gestapo K” pero en Comodoro Py creen que los
espías son mucho más feroces. Se debaten entre plantarse para no dejarse
aplastar y poder ejercer su función con libertad y el temor que los obliga a
silbar y mirar para otro lado. El ministro Julio Alak sueña con una Justicia
con la camiseta partidaria y con la multiplicación de los Oyarbides. Y trabaja
incansablemente para eso. Es la continuación por otros medios del “Vamos por
todo” de Cristina. Apelarán a la recusación serial si fuera necesario hasta
limpiar el terreno de los temibles jueces autónomos. Y lo hacen a cara
descubierta, en forma desembozada. Es tan grande la impunidad que no sienten ni
culpa en interferir desde el Ejecutivo en la Justicia y en poner la situación a
las puertas de un grave conflicto de poderes.
El gobierno de Cristina
tuvo y tiene muchas virtudes. Por eso ganó las elecciones con algo que nadie
logró en la historia: 12 millones de votos. Pero el gran drama del oficialismo
es que también tiene defectos y que, además de no reconocerlos, los maquilla
para exhibirlos como si fueran cualidades morales. Se construye un monopolio
estatal de paraperiodismo y eso es presentado como soberanía informativa.
Martín Sabbatella no cumple con su deber moral y ético de renunciar a la banca
y se lo muestra como la potencia de sus convicciones. No dejan juzgado por
colonizar y quieren mostrarlo como una renovación necesaria. Se asocian con los
más gordos y burócratas menemistas del sindicalismo y el relato plantea que es
parte de la democratización del gremialismo corrupto.
Que Cristina levante su
dedito acusador en medio del sermón televisado y refriegue en la cara de la
sociedad todo lo bueno que han hecho, vaya y pase. Pero que también quiera dar
cátedra con lo que a todas luces son errores es perverso y genera una gran
irritación social que se expresa a través de las protestas virtuales y
callejeras de diversos sectores sociales. Si la idea es convencer a los
ciudadanos de que no hay cepo, no hay inflación, no hay inseguridad y que la
Presidenta habla con los periodistas todos los días, esas falsas virtudes se
convierten en el combustible que potencia la disidencia. Mo Yan, en ese contexto,
deja de ser el escritor chino flamante Premio Nobel de Literatura para
comunicar lo que realmente significa ese seudónimo: “No hables”. La asignatura
pendiente más cruel que va a dejar el kirchnerismo es la utilización de los
valores para un lado o para el otro, según la conveniencia de los fanáticos. Es
doloroso e imperdonable, en términos históricos, lo que reveló el humillante
apriete que sufrió Jorge Lanata por parte de unos matones chavistas con carnet
de servicios secretos.
Interrogatorios obscenos,
prepotencia armada y la negación de la libertad, que es borrar contenidos
periodísticos, fue reinterpretada por los esbirros locales como una provocación
del periodista. Nunca se había llegado a tanto. Es una inmoralidad y una degradación
de la condición humana justificar a los victimarios porque hubo “presuntamente”
una provocación de la víctima. Uno se imaginó equivocadamente que esas
categorías fascistas habían sido superadas. La burda creencia de que el
violador es menos violador porque la violada utilizaba minifalda. Repugna
descubrir el silencio del Gobierno y la complicidad de los grupos de tareas
informativos que primero negaron los padecimientos de Lanata, Nico Wiñazki y
sus compañeros y luego fueron capaces de celebrar la actuación de militares que
“defienden el socialismo bolivariano”. ¿Qué hubieran dicho si Horacio Verbitsky
hubiese sufrido el mismo maltrato en Chile o en Colombia? La responsabilidad de
violar los derechos humanos de un trabajador de prensa hubiera sido de la
derecha, Clarín y la CIA. Tiene razón Julio Bárbaro, el virus letal del
estalinismo está vivito y coleando en la conciencia de muchos presuntos
defensores del pluralismo informativo. El gran timonel, Carlos Zannini, dijo
que Clarín quiere voltear al Gobierno y sabotear las políticas populares, y hay
que prepararse para eso. Qué distinto pensaba Néstor Kirchner hace tan poco, en
términos históricos, cuando en el último minuto de su gobierno autorizó la
fusión de Multicanal y Cablevisión y disfrutó del concubinato con Héctor
Magnetto. ¿Será un sentimiento de despecho hacia la novia que se fue con otro?
El pasado sólo sirve para
herir al otro. Nunca para reflexionar sobre los propios comportamientos. A
Julio Alak no hay juez que le venga bien. Un hombre ético como Pablo Lanusse lo
acusó del delito de “amenazas coactivas”. El ministro de Justicia, en su
desenfrenada lucha a favor de los pobres y oprimidos, siempre tuvo el coraje de
colocarse todos los sombreros: el de Menem, el de Duhalde y por supuesto, los
de Néstor y Cristina. Ahora que los 90 regresan de la mano de la Ley
Antiterrorista y la de accidentes de trabajo o la negativa de Cristina a
habilitar el debate por el aborto, entre otras cosas, la pregunta surge sola
para Alak: ¿Siempre tuvo razón y estuvo del lado de la verdad y la justicia? ¿
O sólo en estos momentos? Si hasta Amado Boudou habla del cepo a la democracia.
Pobre cepo. La reforma de 1918 instaló un himno que dice así: “Los dolores que
nos quedan son las libertades que nos faltan”.
©
Escrito por Alfredo Leuco y publicada por el Diario Perfil de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires el domingo 14 de Octubre de 2012.
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