La “Corpo” de jueces y
periodistas…
La exposición de
Laclau en Tecnópolis la semana pasada fue –simbólicamente– sexo explícito. El
constitucionalismo, el republicanismo y las instituciones son armas que
utilizan los conservadores para defender el statu quo y mantener sus
privilegios. La revolución y hasta la reforma precisan nuevas alternativas de
representación porque las existentes son retrógradas y contrarias al cambio. En
sus palabras: “Las instituciones no son nunca neutrales, las instituciones son
una cristalización de fuerzas entre las mismas y todo proceso de cambio radical
de la sociedad necesariamente va a chocar en varios puntos con el odio
institucional. Las nuevas fuerzas sociales tienen que ir creando formas
institucionales propias que van a cambiar el sistema institucional vigente”.
Dicho más brutalmente: la Justicia es un antro de
conservadores y radicales que se perpetúan corporativamente nombrándose unos a
otros conjuntamente con sus familiares y resultan un freno al cambio, igual y
más grave que la Corpo periodística. Al igual que a los medios, a los miembros
de la “familia judicial” no se los elige por voto popular y su mandato no tiene
límite. Representan la misma amenaza porque medios y Justicia son el poder
permanente
Tiene su lógica: las instituciones, al ser una
cristalización, son el resultado de la presión de fuerzas no sólo entre ellas
sino y fundamentalmente, de las distintas fuerzas a lo largo del tiempo, como
capas geológicas, que se fueron formando en diferentes épocas de la sociedad y
necesariamente representan el voto del pasado en el presente, de la misma forma
que nuestra sociedad actual compromete el futuro de las próximas generaciones.
Marx, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, escribió: “Los
hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo
circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con
que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el
pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una
pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse,
precisamente, a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca
visto, en estas épocas de crisis revolucionaria, es precisamente cuando
conjuran temerosos en su exilio los espíritus del pasado, toman prestados sus
nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez
venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia
universal.”
O sea, los hombres somos libres de hacer con lo que primero
otros hicieron por, para y con nosotros.
Para el kirchnerismo la Justicia siempre fue antiperonista,
porque el peronismo entendió mejor que ningún otro partido del mundo que sólo
se puede gobernar bajo estado de excepción, y que los radicales fracasan porque
creen que se puede gobernar respetando las instituciones.
Más aún, desde esta perspectiva no sólo la Justicia es
conservadora, un Parlamento que no es controlado por el Poder Ejecutivo,
también lo es. Laclau dijo en Tecnópolis que “tenemos el peligro de plantear el
campo de la lucha política como la lucha parlamentaria en el seno de las
instituciones existentes. Los Parlamentos han sido siempre las instituciones a
través de las cuales el poder conservador se reconstituía, mientras que muchas
veces un Poder Ejecutivo que apela directamente a las masas –frente a un
mecanismo institucional que tiende a impedir procesos de la voluntad popular–
es mucho más democrático y representativo. La representación no tiene por qué
ser representación parlamentaria.”
O sea, cualquier institución que pueda ser independiente del
Poder Ejecutivo será una amenaza para el cambio. Y es la división de poderes lo
que se rechaza. Por eso la Justicia y el periodismo, considerado este último
tanto auxiliar de la Justicia como cuarto poder, padecen similar embestida del Gobierno.
Y si avanzamos un paso más, el consenso y la sola idea de
acuerdo también es conservadora porque ninguna medida revolucionaria se puede
tomar por consenso: gobernar es imponer la fuerza de la mayoría a la minoría.
Laclau habló en Tecnópolis del Estado integral de Gramsci
pero no del Estado total de Carl Schmitt, de orientación ideológica opuesta,
quien también lo creía una superación del Estado liberal y prefería la
dictadura como sistema de gobierno antes que las democracias parlamentaristas
pluralistas.
Violencia moral. Hay una contradicción entre la declaración
del presidente de la Corte Suprema durante la V Conferencia Nacional de Jueces
en Mendoza sobre que “los jueces no cederemos a ninguna presión” y la renuncia
del juez Raúl Tettamanti la semana anterior, que él mismo atribuyó a “violencia
moral”. ¿Puede un juez excusarse por violencia moral? ¿No se supone que la
profesión de juez requiere casualmente poder superar no sólo el riesgo de
violencia moral sino hasta la física, resistiendo a las amenazas de asesinos
múltiples y narcotraficantes sobre los que dictará sentencia a lo largo de su
carrera? ¿No sería lógico que además denunciara legalmente a quien comete el
delito de amenazarlo y que un fiscal de oficio abriera una causa por amenazas a
un juez o la Corte Suprema misma ordenara una investigación?
Violencia moral se define como “apremio físico o
psicológico, hecho sobre el sujeto con tal de que preste el consentimiento para
la celebración de un acto contrario a su voluntad”. Otro emparentamiento con
los jueces: los periodistas vivimos bajo violencia moral permanente y también
algunos ceden a presiones.
© Escrito por Jorge
Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad de Buenos Aires el
sábado 20 de Octubre de 2012.