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sábado, 27 de julio de 2019

Reclamo a la UAR por los 152 rugbiers desaparecidos... @dealgunamanera...

El 70 % de los deportistas víctimas del terrorismo de Estado tuvieron una pelota ovalada en sus manos...

Los All Blacks en la Ex ESMA. Imagen: Facebook Museo Sitio de la Memoria

Reclamo a la UAR por los 152 rugbiers desaparecidos Familiares y organismos de Derechos Humanos le pedirán a la Unión Argentina de Rugby que tenga un gesto por la memoria de sus jugadores desaparecidos.

© Escrito por Gustavo Veiga el  sábado 27/07/2019 y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La idea germinó una tarde lluviosa. Carlos Pisoni, de H.I.J.O.S., la compartió durante la presentación de un libro en el café Tortoni. La venía compartiendo con Julián Axat, abogado, poeta y docente. Una iniciativa parecida había sido presentada a la Unión Argentina de Rugby (UAR) en 2013 y 2014. Pero ignoró el pedido. Ahora quizás no pueda desentenderse de una nueva solicitud que le formularán los organismos de Derechos Humanos, más familiares, amigos y compañeros de los 152 jugadores desaparecidos que tiene este deporte.

La carta que les entregarán a los dirigentes les reclama que organicen “un reconocimiento institucional a los rugbiers detenidos-desaparecidos que formaban parte de diversos clubes en todo el país”. Aquel número demuestra que el rugby fue la disciplina más afectada por el terrorismo de Estado

Son 220 los deportistas federados víctimas de la última dictadura cívico-militar y de los grupos de ultraderecha como la Triple A o la CNU (Concentración Nacional Universitaria). De esa cantidad, casi el 69 por ciento tuvieron una pelota ovalada en sus manos. ¿Por qué tantos? Las respuestas se abren en varias direcciones. No hay una que explique todo.

En un par de semanas o más, sin un plazo prefijado, la carta que busca un pronunciamiento de la UAR llegará a destino. Pisoni y Axat --también hijo de desaparecidos, su padre Rodolfo jugó en La Plata Rugby Club-- le dieron forma a la propuesta que ya recogió varias adhesiones. Es el principio del que tal vez sea un largo camino. A nivel institucional el rugby no ha mostrado vocación de revisionismo. Lo confirma el texto que recibirán sus dirigentes: “Como ya se hiciera formalmente a través de reuniones mantenidas por integrantes de los organismos de derechos humanos en los años 2013 y 2014 con autoridades de la UAR, volvemos a reiterar el pedido”. Un pedido de reconocimiento. Un gesto institucional hacia los rugbiers desaparecidos. Hasta ahora hubo una excepción. En el club de Gonnet hay una placa que recuerda a sus veinte jugadores desaparecidos. Axat les dedicó un poema: Los canarios románticos.

Se dieron otras iniciativas, pero no partieron de los clubes, ni de la UAR o las uniones provinciales. El torneo nacional Homenaje a los rugbiers desaparecidos realizará su cuarta edición este año en Bariloche, el 9 y 10 de noviembre. 

Carola Ochoa es su fuerza motriz. Una sanjuanina que recorrió el país buscando completar la lista de víctimas del terrorismo de Estado que sufrió el rugby. Por ella se supo que hasta hoy son 152. Eliseo Branca, ex Puma y símbolo del CASI, además de varios ex jugadores, la acompañan en esta búsqueda de memoria, verdad y justicia. El evento que se completa con talleres y exposiciones sobre la temática les interesó a las autoridades de la Federación Francesa de Rugby.

En nuestro país esta cuestión que cruza a los derechos humanos con el deporte, es como una piedra en el zapato para la dirigencia. Que además sufrió reproches del sector más conservador del rugby por un hecho que ocurrió el miércoles 17 de julio. Ese episodio está mencionado en la carta que se le enviará a la UAR: “Recibimos con alegría la noticia de que los jugadores de los ALL BLACKS (en mayúsculas) hayan visitado el Sitio de Memoria de la Ex ESMA, y se interiorizaran de lo sucedido allí, y veríamos con agrado que lo mismo pueda suceder con las distintas categorías que conforman el seleccionado nacional de LOS PUMAS así como también con los clubes que son parte de la UAR”.

En una detallada nota sobre la visita del plantel neozelandés al ex centro clandestino de detención y tortura, el colega Ezequiel Fernández Moores cuenta cómo nació la idea de acercarse al lugar: “En plena recorrida, el fisioterapeuta Pete Gallagher, autor de la iniciativa, cuenta por qué está él allí: ‘Vine muchas veces a la Argentina, pasé siempre por la puerta, me pareció que ya era tiempo de entrar y conocer’”. Catorce All Blacks se sacaron fotografías --fue casi la mitad del plantel que estuvo en Buenos Aires para la victoria 20 a 16 sobre Los Pumas-- y después las subieron a sus redes sociales. La visita no era obligatoria, pero el grupo que estuvo en la Ex ESMA escribió en su cuenta de Instagram:  “La angustia inimaginable de este período todavía se siente hoy”. 

El hooker Dan Coles agregó: “Escuchamos historias de mujeres que estaban embarazadas y les quitaron sus bebés. Siempre tratamos de aprender un poco de la historia de los países que visitamos”. Algo semejante hicieron los Springboks sudafricanos en isla Robben. En septiembre del año pasado viajaron desde Ciudad del Cabo al presidio donde estuvo Nelson Mandela. De los 27 años que lo mantuvieron detenido durante el régimen del Apartheid, 18 los pasó ahí en condiciones de aislamiento. La memoria no está disociada del deporte.

Los Springboks en la isla donde estuvo preso Nelson Mandela.

La presencia de los bicampeones mundiales en la Ex ESMA puede vincularse con un dato deportivo de aquel trágico pasado que los neozelandeses quisieron conocer. En 1976, cuando se produjo el golpe de Estado, los All Blacks visitaron por primera vez la Argentina, una gira que la UAR celebró en su memoria y balance de ese año. 

“Es nuestra esperanza que podamos asimilar todo lo bueno que hemos visto para perfeccionar nuestro juego y sacar suficiente provecho de su técnica, potencia y efectividad. También expresamos nuestro deseo de que esta visita sea comienzo de una vinculación que se mantenga en el futuro, lo que sin duda será sumamente beneficioso para el rugby nacional”, decía la Unión.

Los Pumas jugaron dos partidos contra Nueva Zelanda en el ’76 en la cancha de Ferro. Perdieron 21 a 9 y 26 a 6. La UAR dejó constancia en su memoria de un dato insoslayable: “Por primera vez se contó este año con el concurso de la Compañía de Policía Militar del Cuerpo de Ejército 1, que tuvo a su cargo la seguridad interna del estadio”. Una postal de la época.

Los All Blacks que visitaron la Ex ESMA hace pocos días no habían nacido. Aquellos que vinieron a jugar cuando en el país se secuestraba, torturaba y desaparecía hoy ya deben estar jubilados. Se sabe ahora que 152 rugbiers integran la nómina más extensa de víctimas que deporte alguno haya sufrido en la Argentina. La UAR será notificada por carta sobre ello. 

Familiares, amigos, compañeros de equipo y organismos de derechos humanos esperan un gesto que se compadezca con la memoria de esos jugadores que estuvieron en sus registros. Los bicampeones mundiales que se conmovieron por lo que vieron en el ex centro clandestino más grande de la Armada seguramente estarían de acuerdo.




domingo, 30 de septiembre de 2012

All Blacks, los mejores del mundo... De Alguna Manera...


All Blacks, los mejores del mundo...


No vinieron a ver el Museo Dardo Rocha. No descubro nada diciendo que muchas de nuestras costumbres y convicciones tienen tanto más que ver con lo que mamamos de chiquitos que con cómo nos va condicionando el paso del tiempo. Desde ese lugar, sólo concibo ir a ver a Los Pumas, como un ritual entrañable lleno de emociones que no siempre tienen que ver con el partido en sí, y mucho menos con un resultado.

Antes de este presente tan federal como politizado, Los Pumas pasaron por emblemáticos escenarios futboleros. Si bien hay registros de partidos entre argentinos y sudafricanos en una cancha de Ferro tan vieja que ni siquiera salían las torres de Morixe en la foto –por los años 30–, la primera auténtica “casa Puma” fue la famosa cancha de Gimnasia y Esgrima sección Maldonado, muy ligada al atletismo y nada al fútbol.

Para las profundidades de mi recuerdo, Ferro es “el” lugar. Acepto a los que claman por Vélez, algunos más jóvenes hablarán de River y hoy no faltará quien diga que el Ciudad de La Plata le da más brillo a estos tiempos de por si brillantes de nuestro rugby.

Pero mi bondi vuelve siempre a Caballito.

Ferro es el templo de mis emociones rugbísticas. Ansiedades que en este momento soy capaz de sentir. La de conseguir estacionamiento. La de cerciorarme de tener esa entrada que mi viejo escondía casi hasta el momento de mostrársela al control del acceso sobre Avellaneda. La de esperar que Diego se cruzara con la menor cantidad de conocidos posibles –sus previas duraban tanto como el partido en sí aunque no tanto como el post– porque sólo llegar al asiento relajaba mis nervios. Si hasta creo haberme salteado varias veces el increíble flan mixto que ofrecían de postre en el bodegón a tres cuadras de la cancha, uno de esos en los que la baranda a estofado duraba en la bufanda hasta el miércoles.

Eran tiempos en los que las únicas camisetas que se veían en las tribunas eran las de los pibes de los clubes que venían en colectivo con sus entrenadores, se instalaban en la popular y exhibían su orgullo de ser jugadores de las inferiores de Lomas y de San José, de Matreros y de Los Tilos, de Sitas y de Mariano Moreno. Algo de esto aún sobrevive en estos tiempos de entradas caras y costumbres diferentes. Tal vez no en el Cuatro Naciones, pero aún es posible detectar estas nubecitas de ilusión rugbística en test matches de convocatoria menos impactante.

No recuerdo que en aquellos tiempos uno pudiese comprar la camiseta de Los Pumas en las casas de deporte. Sospecho que, en realidad, cuando yo era chico la celeste y blanca no era una pieza comercial sino que, como también me decía Diego, para tener una de esas había que ganársela. Está claro que, si para tener una había que ser Puma, jamás llené ese hueco en mi ropero.

Lo autorreferencial –tan poco aconsejable como inevitable para mí en estos días de reblandecimiento– y la nostalgia ocupan en esta columna el espacio reservado para la crónica de un partido en el que, finalmente, los All Blacks le explicaron a los Pumas que, sin ignorar todo lo bueno que hicieron desde aquel debut en Ciudad del Cabo, lo que sucedió en La Plata fue lo que muchos imaginábamos que ocurriría desde el mismísimo debut.

La Argentina perdió todos sus partidos ante los All Blacks menos uno, que se empató a centímetros de poder ganarlo. Perdió casi siempre de manera justificada, varias veces por paliza y hasta estuvieron cerca de recibir 100 puntos en contra. Los neozelandeses, además de ser los campeones del mundo y de este primer Cuatro Naciones, suelen jugar al rugby sustancialmente mejor en estos torneos que en el Mundial mismo.

Y después de haberse visto sorprendidos y desordenados por Los Pumas en sus dos últimos choques –cuartos de final del Mundial y el 21-5 de hace un mes en Wellington– decidieron que era tiempo de mostrarse en plenitud.

La traducción de enfrentar a los All Blacks en plenitud sería algo así: sabés que vas a perder y, si no cometés errores, te irás a las duchas frustrado con una derrota razonablemente categórica. Eso corre, hoy por hoy, para Los Pumas tanto como para Australia, Sudáfrica, Inglaterra o Francia.

La tarde noche platense empezó para fiesta pero pronto quedó claro que los All Blacks no vinieron hasta aquí para visitar el Museo de Dardo Rocha sino para, cuando no les bastara con el mérito propio, cobrarse cada error que cometiese el rival. Nueva Zelanda le dio una cátedra a la Argentina y a puro try se impuso 54-15 en La Plata y se coronó campeón del Rugby Championship.

Fueron cuarenta minutos lapidarios a los que sólo el enorme corazón Puma evitó que se cayera en el desánimo. Aún así, en un segundo tiempo más terrenal de los visitantes, tuvieron respuestas contundentes ante cada acierto argentino. Y un poco más también.

Los Pumas crecieron de manera descomunal en este mes y medio de competencia. Y al de anoche no se lo debe considerár como un retroceso en un camino que debería llevar, dentro de pocos días, al primer triunfo en este torneo.

De todos modos, en honor a la imponencia del rival y a la dureza de la derrota, prefiero replegarme nuevamente en los recuerdos. Ya que no pude llorar un triunfo abrazado a mi Fermín de cuatro meses, me voy a la cama abrazado al recuerdo de aquel llanto compartido con Diego, cuando Los Pumas le ganaron a los franceses por primera vez. En Ferro, claro. Hace casi treinta años.

© Escrito por Gonzalo Bonadeo y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 30 de Septiembre de 2012.