Favor impensado...
Suple Clarín Joven, Amado Boudou. Dibujo: Diego Temes
El vice apuntó contra Moneta, un histórico enemigo de Clarín y con buenos vínculos con el kirchnerismo.
Nunca imaginó Héctor Magnetto
el inmenso favor que esta semana le hizo Amado Boudou.
Debe estar tentado de
agradecerle el gentil servicio. Además, ocurrió en su propio canal de cable –en
el programa de Zlotogwiazda y Tenembaum–, cuando el vicepresidente intentó
desligarse del empoderamiento de la empresa Ciccone que le imputa la Justicia
y, al mismo tiempo, en esa discutible aclaración deslizó cargos y sospechas
sobre la moralidad de Raúl Moneta. No sólo invocó falta de transparencia a la
participación del ex banquero en la “ruta del dinero” que se vincula al affaire
de la ahora estatizada fábrica de billetes.
También se encargó de aludir
suspicaz y ligeramente, con argumentos arrancados de un legajo policial, a la
trayectoria empresaria de Moneta, quien en los últimos treinta años ha sido el
mayor enemigo del emporio mediático, el hombre que más horas le ha quitado al
sueño de Magnetto y el que le ocasionó todo tipo de disturbios económicos a
través de juicios y denuncias en el país y en el exterior.
Nunca esperó el zar de Clarín
ese regocijante obsequio de Boudou, una alegría imprevista de quien
curiosamente lo acusa de dañarlo y perseguirlo, de lincharlo a través de los
medios propios y ajenos. Tan singular el episodio, que la Casa Rosada, tan
puntillosa en lo que a Magnetto se refiere, no reprochó ni reprendió al
vicepresidente por haber colmado de felicidad al odiado opositor. Tampoco
advirtieron otros observadores la naturaleza de esa placentera venganza.
Sorprende ese cuestionamiento
de Boudou a Moneta por otra razón: se entendía al ahora sospechado como un
hombre cercano y confiable para el Gobierno, no casualmente lo habían
habilitado para internarse en distintos negocios vinculados al Estado, de
radios a petróleo, mientras disfrutaba de una intensa relación con el ministro
Julio De Vido y con otro empresario de corazón kirchnerista, Cristóbal López.
No eran los únicos, claro, y
alerta que el vicepresidente pareciera ignorarlo. Paradojas de la vida, por
otra parte, con acento especial: en la misma semana del impagable regalo a
Magnetto, Jorge Capitanich –instruido por la mandataria– descalificó indignado
a Daniel Scioli por haber concurrido a un evento de Clarín, presidido por
Magnetto en el Malba, e incluirse en una galería fotográfica que el matutino
divulgó como señal de su existencia y convocatoria en el poder.
“Dime con quién andas y te
diré quién eres”, le endilgó el jefe de Gabinete al gobernador bonaerense,
apelando a un dicho popular incompatible para su edad, señalando a la
militancia con esa descripción que Scioli ya no cabe en la corte cristinista ni
dispone de aval para su candidatura por parte de Ella: está exiliado, el
chaqueño confirma su exclusión, es un ex amante odiado sin haber pasado por el
tálamo. Cierta decadencia política se advierte en este novelón de la tarde: una
foto común, de sociedad, significante pero no casual, enojó más a la Presidenta
que la misma palabra, las intrigas orales vertidas por su preferido vice a
favor del instinto animal de Magnetto.
A menos que, por el candor
explícito de la falta de información, uno más tarde descubra un doble estándar
en la cúpula y una cínica conveniencia de los protagonistas.
Si el caso Ciccone es un
dédalo de casualidades y coincidencias, debe consignarse otra que provoca
sonrisas: Alejandro Vandenbroele, quien no conoce a Boudou, como ambos juran,
también se inscribió azarosamente en la misma teoría del vice: pide la
investigación de Moneta y barrunta ilícitos del empresario que aseguró haber
aportado fondos para Ciccone.
Habrá más anotados en esa
búsqueda de la “ruta”, en esas imputaciones personales, casi una estrategia
oficial para endosarle al empresario calamidades varias, incluso la de otros.
Total, Moneta no sabe ni contesta, desde hace más de un año está casi
irrecuperable, yacente e internado por un doble problema de salud, uno de los
cuales (cerebral) lo postró al punto de la irreversibilidad, de que su familia
ya se ha desprendido de ciertas posesiones.
Es una vía muerta,
judicialmente hablando: le pueden colgar hasta el fusilamiento de Dorrego.
Y la
estrategia de involucrarlo, sin entrar en comparaciones desdorosas, se remonta
a las prácticas de las que se han servido los terroristas o delincuentes –como
método para salvarse del castigo judicial– para atribuir responsabilidades que
a ellos mismos correspondían a otros que lograron fugarse o cuyas vidas fueron
segadas. De manual, entonces, lo que se viene en los estrados.
Un desenlace anunciado,
procesamientos y escándalo público, la entrega oficial y muda de Moneta para
una carnicería venidera de la cual disfrutará Magnetto, enfrentado por décadas
con el banquero por monumentales recursos dinerarios y a quien le atribuía
variadas operaciones de inteligencia en su contra, hasta la vigilancia, control
y diagnósticos de sus intervenciones médicas en los Estados Unidos, provocadas
por un cáncer que le dejó notorias secuelas en el habla.
Entendía el jerarca de Clarín
que Moneta le llevaba esa información a Néstor Kirchner, previendo una
desaparición que nunca se produjo y una crisis inédita en el Grupo Clarín que
determinaría su urgencia. A su vez, Moneta reservaba su propio rencor y
sostenía que, además de lo que Magnetto le había birlado, padeció su
persecución a través de una Justicia obediente que lo convirtió en convicto, lo
obligó a vivir en la clandestinidad, bajo tierra, durante mucho más de un año.
Quizás, ambos tenían razón.
Son los protagonistas de una guerra de treinta años, de los cuales los Kirchner
son apenas un capítulo, cuando en los inicios del gobierno de Néstor, Magnetto
era un preferido confidente, un habitué de Olivos, mientras Moneta –en ese
momento con ciertas penurias económicas– no podía acercarse siquiera a las inmediaciones
del ex presidente: pagaba el precio de haber sido un privilegiado de Carlos
Menem, su banquero (nadie, claro, hablaba de los otros socios).
Una carga que
también sufrió, entre los más conspicuos, Eduardo Eurnekian, hasta que Kirchner
lo redimió con holgura y pudo sentarse a su vera luego de un baño gratuito en
el Jordán. Tardíamente, Moneta también obtuvo su perdón y escaló en las
inmediaciones del poder, hasta que casi alcanza –con la bendición oficial– a
quedarse con Telecom antes que Ciccone.
Delicias de la década.
© Escrito por Roberto García
el Sábado 14/06/2014 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires.