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martes, 8 de mayo de 2018

¿Porqué no al Fondo Monetario Internacional.?... @dealgunamanera...

Volver al F.M.I.


Mucho ruido y pocas nueces, diría Shakespeare hoy respecto a la comprensión del argentino promedio, el llamado sentido común, de lo que le está pasando. Y es que el ruido es tanto que no entendemos bien de qué se trata.


© Publicado el martes 08/05/2018 por La Batalla Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Sí, porque hace poco más de una década tuvimos un gobierno que pagó la deuda con el FMI y ahora tenemos otro que vuelve a tomar deuda con este organismo multilateral. Presentimos —no es mucho más que eso, un presentimiento— que esto último no es bueno, pero no sabemos muy bien por qué.

Y el por qué es una papa para comprender si hacemos el análisis de las cosas como realmente son. ¿Por qué pagar la deuda es bueno y tomar más deuda no lo es? “Claro, porque si tomás deuda significa que la vas a tener que pagar”, contesta el sentido común, con mucho sentido común.

Pero el sentido común sirve para mirar hacia ambos lados antes de cruzar la calle, sirve para no andar endeudándose por la vida y no sirve para mucho más que eso. Para analizar la economía de un país hay que aplicar el buen sentido, como decía Arturo Jauretche.

El buen sentido nos indica que el problema de pedir fiado en el FMI no es el tener que pagarlo después. En realidad, el FMI es uno de esos usureros que no quieren cobrar en dinero. No, no. El FMI quiere que no paguemos nunca y por eso el gesto de Néstor Kirchner fue una afrenta al poderoso. Néstor Kirchner le pagó al FMI una deuda que el FMI no quería cobrar.

¿Por qué? Porque el FMI no vive de cobrar deudas, sino de apretar a los deudores para que estos hagan lo que el FMI quiere. ¿Y qué quiere el FMI? Pues quiere imponer la aplicación de medidas neoliberales de “austeridad” —que es ajuste sobre la población— de manera indefinida, lo que llamamos ajuste sobre ajuste.

¿Y por qué? ¿Por qué el FMI prefiere imponer medidas neoliberales sobre los países deudores en vez de cobrar las deudas? Simplemente porque el FMI existe para favorecer a las corporaciones trasnacionales y con el ajuste fiscal esas corporaciones ganan muchísimo más, cientos y miles de veces más, que lo que el FMI presta para “blindar” a los países. En una palabra, el FMI existe para gobernar países a control remoto, no para cobrar deudas.

Lo que el FMI “presta” no es préstamo, es compra de soberanía. Cuando el FMI da, pide a cambio el control del gobierno que recibe. Y por eso NéstorKirchner le pagó al FMI y le pegó un lindo voleo en el traste: porque en la Argentina de Néstor Kirchner gobernábamos los argentinos.



sábado, 5 de septiembre de 2015

Shakespeare en un año electoral… @dealgunamanera...

Ser o no ser…


En tiempos electorales, cuando se agita el gallinero, es inevitable que la realidad te haga volver a Shakespeare. Sin tablet, sin Google, sin luz eléctrica, sin Freud, a mano, papel y pluma, don William escribió los mejores versos que nos cantan lo que somos. Difíciles de silbar y de decir para quien no sea Alfredo Alcón, pero armónicos, bellos, iluminados, certeros, románticos, desgarrados, sabios y placenteros de leer y releer.

¡Vaya asociación libre!

Una mañana escuchando declaraciones de Aníbal Fernández, recordé el monólogo de Macbeth, el que dice cuando se entera que la cruel y desalmada Lady se suicidó, cansada de lavar guita en el reino, pero preocupada porque la mancha de sangre de los crímenes contra los pobres no salen y los muertos en Once, en inundaciones, desnutridos, siguen ahí, veinte años después de menemismo y kirchnerismo. Y lo vi a Shakespeare de movilero, preguntándole a Aníbal: “¿Usted es sólo una sombra pasajera/un pobre comediante que se agita/haciendo su papel sobre la escena/y no vuelve a salir...” Y escuché cuando Aníbal, contestaba: “No sé, yo duermo y encubro en un baúl”.

¡A la noche me pasó otra vez! Pasaba canales en la tele para no pensar y de pronto el que estaba sentado ahí, vestido como si fuera el cacique Félix Díaz de la comunidad Qom, era una versión de don William que le contestaba a un tal Brancatelli: “... Para ustedes entonces la vida es esto que hacen al fin, un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido”. Atrás sonaba en la guitarra la cordura de un tal Cordera y me escuché decir: ¡Debatime ésta, Brancatelli!


Esa madrugada cerré el gastadito ejemplar del Hamlet editado por Losada que lleva en la tapa la imagen de Alcón recitando, y me despedí del día con un suspiro: “Ser o no ser, hasta mañana”.

Cuando el alma se me estaba despegando del cuerpo, alcancé a oír al propio don William que susurraba: “Olvidate, man, el relato es falso y el resto es silencio” como para que descanse tranquilo. En cambio, logró sobresaltarme. Me incorporé como si hubiera comprendido algo que estaba ahí, que era evidente, pero se me esfumaba como un fantasma amigo, vestido con una sábana deshilachada: “¿Dormir o soñar?, decía el loco Hamlet desde la boca recortada en la tela, “¿ésa es la cuestión?” ¡No! Grité. ¡Ni dejarse dormir por éstos, ni soñar otra vez con el país de nunca jamás!


Por los ojos recortados en la sábana, la mirada de Hamlet sugería lo que callaba:

“¡Uy, este pibe está más loco que yo!”. Traté de explicarle: es un dilema falso, flaco, vos en el monólogo me decís que uno tiene que decidir entre aceptar que las cosas son así, que no van a cambiar o, –cuando ya no te la bancás y te duele demasiado– tratás de zafar de alguna manera de esta jodida realidad.

Es decir, te rajás del país, apostás al Quini, te volvés loco, esperás enganchar un buen laburo o te conseguís un subsidio, un plan, te das con algo y salís de caño.

Y no, no, viejo príncipe, tiene que haber otra. Vos mismo le dijiste a Horacio, acordate, “hay más cosas entre el cielo y la tierra que las que puede soñar tu filosofía”.

Me pareció que la sábana inclinó el copete para un costado como si me hiciera saber: “Bueno, también escribí algunas boludeces”. Por mi parte, insistí: no puede ser que pasen los años y le coman la vida a millones de personas con promesas que nunca se cumplen y le dejás el protagonismo de la historia siempre a los mismos, a los que viven del Estado y después te la cuentan como si hubieran hecho algo heroico, estamos perdidos.

La sábana se convulsionó, “¡palabras, palabras, todo palabras!”. Sí, le dije, ésa la cantaba Mina, “parole, parole, parole”. La entendí como una señal que la sábana quería darme y me fui durmiendo con la letra: “No cambias más, no cambias más, no cambias más... Te prometo que todo va a ser diferente... No cambias más, yo tengo pruebas... parole, parole, parole... Siempre me atormentarás con promesas...”

© Escrito por Carlos Ares el sábado 05/09/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.