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sábado, 5 de septiembre de 2015

Shakespeare en un año electoral… @dealgunamanera...

Ser o no ser…


En tiempos electorales, cuando se agita el gallinero, es inevitable que la realidad te haga volver a Shakespeare. Sin tablet, sin Google, sin luz eléctrica, sin Freud, a mano, papel y pluma, don William escribió los mejores versos que nos cantan lo que somos. Difíciles de silbar y de decir para quien no sea Alfredo Alcón, pero armónicos, bellos, iluminados, certeros, románticos, desgarrados, sabios y placenteros de leer y releer.

¡Vaya asociación libre!

Una mañana escuchando declaraciones de Aníbal Fernández, recordé el monólogo de Macbeth, el que dice cuando se entera que la cruel y desalmada Lady se suicidó, cansada de lavar guita en el reino, pero preocupada porque la mancha de sangre de los crímenes contra los pobres no salen y los muertos en Once, en inundaciones, desnutridos, siguen ahí, veinte años después de menemismo y kirchnerismo. Y lo vi a Shakespeare de movilero, preguntándole a Aníbal: “¿Usted es sólo una sombra pasajera/un pobre comediante que se agita/haciendo su papel sobre la escena/y no vuelve a salir...” Y escuché cuando Aníbal, contestaba: “No sé, yo duermo y encubro en un baúl”.

¡A la noche me pasó otra vez! Pasaba canales en la tele para no pensar y de pronto el que estaba sentado ahí, vestido como si fuera el cacique Félix Díaz de la comunidad Qom, era una versión de don William que le contestaba a un tal Brancatelli: “... Para ustedes entonces la vida es esto que hacen al fin, un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido”. Atrás sonaba en la guitarra la cordura de un tal Cordera y me escuché decir: ¡Debatime ésta, Brancatelli!


Esa madrugada cerré el gastadito ejemplar del Hamlet editado por Losada que lleva en la tapa la imagen de Alcón recitando, y me despedí del día con un suspiro: “Ser o no ser, hasta mañana”.

Cuando el alma se me estaba despegando del cuerpo, alcancé a oír al propio don William que susurraba: “Olvidate, man, el relato es falso y el resto es silencio” como para que descanse tranquilo. En cambio, logró sobresaltarme. Me incorporé como si hubiera comprendido algo que estaba ahí, que era evidente, pero se me esfumaba como un fantasma amigo, vestido con una sábana deshilachada: “¿Dormir o soñar?, decía el loco Hamlet desde la boca recortada en la tela, “¿ésa es la cuestión?” ¡No! Grité. ¡Ni dejarse dormir por éstos, ni soñar otra vez con el país de nunca jamás!


Por los ojos recortados en la sábana, la mirada de Hamlet sugería lo que callaba:

“¡Uy, este pibe está más loco que yo!”. Traté de explicarle: es un dilema falso, flaco, vos en el monólogo me decís que uno tiene que decidir entre aceptar que las cosas son así, que no van a cambiar o, –cuando ya no te la bancás y te duele demasiado– tratás de zafar de alguna manera de esta jodida realidad.

Es decir, te rajás del país, apostás al Quini, te volvés loco, esperás enganchar un buen laburo o te conseguís un subsidio, un plan, te das con algo y salís de caño.

Y no, no, viejo príncipe, tiene que haber otra. Vos mismo le dijiste a Horacio, acordate, “hay más cosas entre el cielo y la tierra que las que puede soñar tu filosofía”.

Me pareció que la sábana inclinó el copete para un costado como si me hiciera saber: “Bueno, también escribí algunas boludeces”. Por mi parte, insistí: no puede ser que pasen los años y le coman la vida a millones de personas con promesas que nunca se cumplen y le dejás el protagonismo de la historia siempre a los mismos, a los que viven del Estado y después te la cuentan como si hubieran hecho algo heroico, estamos perdidos.

La sábana se convulsionó, “¡palabras, palabras, todo palabras!”. Sí, le dije, ésa la cantaba Mina, “parole, parole, parole”. La entendí como una señal que la sábana quería darme y me fui durmiendo con la letra: “No cambias más, no cambias más, no cambias más... Te prometo que todo va a ser diferente... No cambias más, yo tengo pruebas... parole, parole, parole... Siempre me atormentarás con promesas...”

© Escrito por Carlos Ares el sábado 05/09/2015 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



martes, 15 de enero de 2013

En pelotas… De Alguna Manera...


En pelotas…

Cristina capitana de la Fragata y de todo, para sus admiradores, y en su difícil camino para el humorista Dr. Lecter.

Una mujer que escribe decenas de tuits en minutos, miles de caracteres en Facebook y exhibe verborragia en cada discurso irradia descontrol. Al recibir a la fragata Libertad como si viniera triunfante de una guerra verdadera, dijo que si quedáramos sin armas pelearíamos en pelotas como los indios, citando a San Martín, quien sí libró batallas reales y no una simbólica por el levantamiento de un embargo.

Su “en pelotas” puede revelar más que una mera evocación patriótica. Además de decir que también la Presidenta cree estar peleando una guerra de la independencia contra enemigos externos (buitres) e internos (caranchos), habla de ella misma, de su psicología, algo aun más fuerte que cualquier ideología.

Dice que, a diferencia de su marido, ella iniciará batallas aunque no cuente con las armas para ganar. Que no pactará con el enemigo de su enemigo si le resultara despreciable. Que no temerá acumular todos los adversarios que se le vayan cruzando. En síntesis: “Vivos o muertos pero nunca esclavos”, al revés de la mayoría, que prefiere “libre o esclavo pero nunca muerto”.

El “pelearemos en pelotas” de Cristina –aunque paradójico en un sentido– es perfectamente coherente con aquella declaración suya: “Se podrán quedar con la Fragata pero no con nuestra dignidad”. Ese ánimo de pelear aun desnuda de armas fue lo que anteriormente a la llegada de la Fragata habrá motivado al ex líder de los Redonditos de Ricota a agradecerle por su coraje justo cuando la Presidenta no pasaba un buen momento: “Toda mi vida acepté, a regañadientes, que la valentía era un recurso temporario de los jóvenes –escribió el Indio Solari–. Mi respeto por la templanza y su firme determinación juvenil”.

Esa rebeldía sin medir consecuencias es una característica juvenil. Argentina debe ser uno de los países donde en mayor proporción esa rebeldía está extendida más allá de los jóvenes. Y Cristina Kirchner encarna bien esa pulsión nacional.

“País niño” fue una de las críticas de Darín que enardecieron a la Presidenta. Ella es niña como el país que critica Darín. Ella se rebela ante “los padres”, que pueden ser los acreedores, “los generales mediáticos”, los grandes empresarios o los caciques de corporaciones.

Cuentan que cuando Zulema Yoma llegó a Olivos con Menem recién electo presidente, preguntó al portero de la Quinta de Olivos cómo había sido la vida en esa residencia previamente y quiénes venían antes a reuniones. Y el portero respondió: “Vienen siempre los mismos; los que cambian son ustedes, los presidentes”. Eso que Cristina llama “matriz de poder” es ante lo que ella se rebela. Guerra perdida antes de comenzar, salvo que sus aspiraciones se dirijan a batallas puntuales y acepte que la matriz de poder vaya cambiando con los diferentes presidentes y el de ella sea un aporte más en una cadena de emancipaciones.

Pero Cristina desconfía de la valentía con la que sus sucesores enfrentarán esa matriz de poder. Imagina que serán tan conformistas como sus predecesores, y eso es lo que más la irrita de Scioli.

Probablemente su guerra sea contra su propio fantasma y no contra esa matriz real, porque siguen yendo a Olivos muchos de los mismos de siempre. Que Bulgheroni sea el aliado para YPF o “los gordos” la base de la CGT oficialista muestra qué poco real es ese cambio de matriz de poder.

Y, como en toda lucha imaginaria, puede lograr lo opuesto. De tanto amenazar a la Justicia, la predispuso y hasta obligó a sobreactuar sus diferencias con el Gobierno (ya se habla de un nuevo proyecto de ley de medios en el Congreso si la Cámara y la Corte consideraran inconstitucional la ley de 2009). Y ladrándole a Macri logra hacerlo más visible y que suba en las encuestas.

Pelear contra fantasmas odiados no pocas veces está motivado en la aparición de otros fantasmas: los amados, y que reclaman venganza. Así como a Hamlet se le aparecía el padre muerto, en el caso de Cristina sería el de su marido muerto, a quien se refiere todo el tiempo sin lograr traspasar ese recuerdo a tantos argentinos como querría, por lo menos de los que van al cine, ya que la película sobre Néstor Kirchner no fue un éxito de concurrencia siquiera con toda la promoción, y del total de personas que fueron a verla casi la mitad se concentró la primera semana, cuando los intendentes tuvieron que comprar entradas.

Ser hijo, buscar la emancipación del padre, ser rebelde frente a él son posiciones en el orden del discurso frente a un padre simbólico. Buscar la emancipación en el orden del discurso es una posición progresista, de izquierda, anticonservadora. En esas categorías “rebelde versus conservador” es donde Cristina Kirchner construye mejor que en las clásicas categorías de “derecha versus izquierda”. Y los atributos joven e izquierda se desplazan y condensan mutuamente. La psicología es la ideología.

También Darín es niño en algunos aspectos, y no se equivoca su hermana –al frente del sindicato de actores– cuando dice que la Presidenta y él están del mismo lado. Los grandes actores nunca deberían poder dejar de ser niños, rebeldes, inconformistas, libres hasta el anarquismo.

Por eso le debe haber molestado especialmente a Cristina Kirchner la crítica de Darín, la de un par, la de alguien que ella cree que pelearía aun en pelotas porque la rebeldía es su naturaleza. Aunque su rebeldía fuera de ella misma y de la mayoría de sus colegas, los actores que aplauden o callan.

© Escrito por Jorge Fontevecchia el sábado 12/01/2013 y publicado por el Diario Perfíl de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.