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domingo, 24 de junio de 2012

Querido ex enemigo… De Alguna Manera...

Querido ex enemigo…

 Ambición. Hugo Moyano aspira a que su influencia política trascienda el sindicalismo.

El desafío de Moyano a la Presidenta tiene un costado positivo. Puso una lente de aumento sobre los mismos defectos de todos los actores políticos que, al estar ampliados, hizo más didáctica su comprensión. ¿Usted se imaginaba, lector, a Moyano anunciando un paro de Camioneros desde los estudios de TN? Peor aun, ¿alguna vez usted hubiera imaginado a Macri y al PRO apoyando un paro general de la CGT y enviando adherentes a una marcha de Moyano a la Plaza de Mayo?

¿O a Scioli pornográficamente desnudado por Moyano? El esmero del gobernador por disimular –haciendo de un Chauncey Gardiner que dice obviedades para ser interpretado como un metafísico folk– fue arrasado por su foto con Moyano tras jugar al fútbol con el equipo de Camioneros, levantando el trofeo que el líder sindical calificó como “Copa de la Lealtad” en honor a Mariotto y justo en los albores del lanzamiento de su conflicto sindical. En el lenguaje analógico de los gestos con los que Scioli “habla”, su foto de ayer jugando al fútbol contra el equipo de Maradona y el Kun Agüero busca minimizar aquella imagen con Moyano.

¿Y quién hubiera imaginado a la Mesa de Enlace apoyando un reclamo de Moyano? ¿O que las opiniones sobre el Gobierno que Moyano expresa públicamente coincidirían con las de quienes cacerolean? León Gieco sentenció: “No hay que ser hipócritas diciendo que este gobierno es una dictadura militar, como dice Moyano”.

Moyano sostiene que él no cambió, que sigue defendiendo lo mismo y que quienes cambiaron son los otros, o sea Clarín, Macri, Scioli, la Mesa de Enlace o quienes cacerolean. Moyano se equivoca, ellos tampoco cambiaron; igual que él, defienden lo mismo de siempre: su propia supervivencia. Igual que el Gobierno. Todos, sin tener en cuenta principios, razones, criterios de verdad o justicia, pretensiones de consistencia ni tampoco adscripción ideológica.

Cuando la Argentina sea un país plenamente desarrollado, tanto económica como política y culturalmente, quizá los historiadores de esa época expliquen las causas de nuestra inferioridad actual basados en el hecho de haber convertido en religión aquello de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. O lo explicarán como consecuencia de nuestra fragilidad y pobreza, ante la cual cada actor social no podría darse el lujo de la coherencia porque a cada paso estaría en juego el total de su subsistencia.

Moyano representaba todo lo indeseable para la clase media no kirchnerista, pero por el solo hecho de enfrentarse al Gobierno pasó a tener razón y ser valorado por quienes antes lo despreciaban. Tal es el deseo de que le vaya mal al kirchnerismo, que cualquiera con fuerza suficiente para hacerle daño, venga de donde venga, es bienvenido. Pero se equivoca el Gobierno al creer que se trata de un complot. Es desesperación por ver que ningún partido de la oposición es capaz de poner límite al oficialismo y, ante esa orfandad, se ilusionan con cada esperanza que va apareciendo, igual que el familiar de un enfermo terminal que se aferra a un curandero.

Moyano tampoco deja de ser patético con la severa crítica que ahora realiza sobre el Gobierno cuando hace sólo nueve meses llamó a votar por Cristina Kirchner. O al omitir sin descaro que hay una crisis mundial que enfría no sólo la economía de los países centrales sino también la de Brasil y todos los países emergentes. Distinta fue su posición cuando ante un caso similar, en 2009, tuvo una actitud responsable al aceptar aumentos de sueldos inferiores a los del año anterior (bajó de 20% en 2008 a 17% en 2009) y que ese año no hubiera actualización del mínimo no imponible para el cálculo del impuesto a las ganancias. Por lo mismo que hoy llama a un paro nacional.

No menos hipócritas son los muchos ex funcionarios de primera línea del kirchnerismo que critican al Gobierno despiadadamente amparándose en que hubo un cambio en los últimos años, cuando la esencia cultural kirchnerista y sus defectos son los mismos desde el primer día. La única diferencia es que antes ellos se beneficiaban siendo parte del “proyecto”, y ahora no. El mejor ejemplo es la publicidad oficial, columna vertebral del relato oficial, instrumentada los primeros seis años del kirchnerismo por Alberto Fernández, quien ahora critica los abusos del Gobierno como si fuera un representante de una ONG republicanista.

Si todo enemigo del Gobierno es bueno porque sirve para debilitar al Gobierno sin importar nada más, la crítica al Gobierno por hacer lo mismo carece de legitimidad. Y más aun, lo peor del kirchnerismo ganó: porque colonizó culturalmente el comportamiento de quienes lo rechazan.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 24 de junio de 2012. 



martes, 1 de mayo de 2012

Oposición surreaslita... De Alguna Manera...

Una oposición que parece surrealista…

Surrealismo puro.

Pocas Luces. El grado de apoyo que recibe el gobierno nacional en la población es esencialmente dependiente de la situación económica del país. Por cierto hay otros temas que preocupan a la gente; pero la economía es el tema dominante. Desde hace varios años viene ocurriendo algo así: cuando la tendencia de la economía es a la baja, el Gobierno registra una sensación térmica incómoda, se preocupa y sobreactúa alguna decisión dramática, hasta que registra que ninguna opción opositora cosecha réditos y entonces retoma la tranquilidad; cuando la tendencia es en alza, el Gobierno se robustece y los grupos opositores se desorientan. 

Desde luego, tanto en la política como en la vida cotidiana la gente experimenta el estado de la economía como una  “sensación” –no porque se lo cuenten o se lo analicen, sino porque lo vive diariamente–; por lo tanto, el registro se produce teñido de otras sensaciones y revestido de discursos y mensajes diversos.  Por eso a menudo hay bastante “ruido” alrededor de las señales de la economía. Es “ruido” en el sentido de que, lejos de introducir mayor definición en la situación, esos mensajes confunden. El efecto decisivo es, en definitiva, el de la situación económica percibida. Los datos de las encuestas de opinión establecen esto de manera inequívoca. Y en esa situación, el Gobierno obtiene réditos y la oposición se desdibuja.

Además de la economía, a la gente le preocupan otros temas que hasta ahora no mueven el amperímetro electoral –la delincuencia, el desempleo o la educación–. Lo cierto es que, sobre esos temas, desde la política casi no se dice nada relevante. Desde la oposición se habla más de la calidad institucional y de la corrupción, que aparentemente a muchísima gente no le preocupan tanto, y desde el Gobierno se habla de la maldad de los medios de prensa y de cada enemigo circunstancial que elige, y la mayoría de la gente no le cree. De la calidad de los servicios públicos –otro gran tema en la Argentina– se habla cuando el tema se instala a través de una tragedia de proporciones, pero no cotidianamente. En general, hay baja sintonía entre la política y la sociedad. Se entiende que un gobierno al que le va bien no busque mejorar la sintonía; pero, ¿y la oposición? 

¿Qué pasa con esta oposición que no consigue mejorar su desempeño?  Es cierto que hay demasiados  grupos opositores como para hablar de “una” oposición; pero todos experimentan la misma dificultad, todos fracasan en encontrar una frecuencia de onda para comunicarse con la sociedad. El Gobierno consiguió el 54 por ciento de los votos no porque algo más de la mitad de los argentinos piense exactamente lo mismo sobre todos los asuntos que conducen a decidir el voto, sino porque fue hábil en la formación de una coalición ganadora. Se analizan mucho las diferencias entre distintos integrantes de la coalición gobernante –Scioli, Moyano y los sindicatos, los intendentes del conurbano, los gobernadores, incluso las tensiones internas al núcleo duro del Gobierno–, pero lo cierto es que la Presidenta gobierna con esa coalición y la conduce; tiene sentido de los tiempos, mantiene la iniciativa y maneja con habilidad los recursos de poder que resultan efectivos para sostener esa coalición, a pesar de sus diferencias internas. Así se ha hecho política en todos los tiempos.

Los opositores, por otro lado, se encuentran con un 46 por ciento de los votos dispersos. La propensión a la dispersión fue y es la nota dominante en los grupos opositores. La coalición que derrotó a Néstor Kirchner en Buenos Aires en 2009 se dividió pomposamente en 2011. La UCR, que nunca ofreció una autocrítica convincente por su mal desempeño en 2011, ahora se muestra dividida ante asuntos muy importantes. Del lado del centro izquierda a los votantes les cuesta entender el fundamento de las fronteras que separan a los socialistas de algunos radicales, algunos miembros de la Coalición Cívica y Pino Solanas; las misma Coalición Cívica parece un mosaico pulverizado.  Muchos opositores apoyan las políticas del Gobierno, criticando el estilo o las formas, mientras otros, a menudo del mismo partido, critican la sustancia de las políticas. No se sabe a quién buscan representar unos y otros.

Es difícil hacer política sin sostenerse en algunas ideas. Hacer política con ideas confusas,  y mezclando esa confusión con identidades que también son confusas, es una receta para el fracaso. El Gobierno es exitoso porque sabe lo que quiere y sabe cómo hacer lo que quiere. Es difícil saber qué quieren los opositores y parece evidente que, sea lo que sea aquello que busquen, no lo hacen bien. A veces hasta parece que el fracaso es su propósito. En esto los opositores argentinos recuerdan al Club Surrealista de la Francia de los años veinte. Cuando uno de sus miembros más conspicuos publicó un libro que fue récord de ventas en librerías, el Club le envió un telegrama diciéndole: “Tu libro ha tenido éxito.

Es una vergüenza. Estás expulsado”. Hay algo de surrealista en la política argentina.

© Escrito por Manuel Mora Y Araujo (*) y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 29 de Abril de 2012.

(*) Profesor de la Universidad Torcuato Di Tella.



jueves, 5 de abril de 2012

Amado, Ciccone & Rafecas... De Alguna Manera...

Amado Boudou mintió, atacó y apretó 
para defenderse…

 Amado Boudou.

Magnetto, Boldt, bingos, Macri, La Nación, España, Anses, etc. En su errática conferencia de prensa —insólitamente sin preguntas permitidas a los periodistas— Amado Boudou habló de todo menos del allanamiento que este jueves llevó adelante la justicia sobre un inmueble a su nombre ubicado en Puerto Madero.

En medio de una elocuente soledad, sin funcionarios a su lado, el Vicepresidente habló en el Congreso de la Nación y demostró que está más comprometido de lo que se creía. En lugar de ensayar alguna defensa, se dedicó a atacar, criticar y apretar a diversos actores de una trama que ni él cree que sea real. Si así fuera, desbancaría a los más reputados best sellers de la historia de la ficción.

Es que, según Boudou, su desgracia no se debe a los hechos de corrupción que lo involucran, sino a un entramado que "hilvana" a Clarín, Macri, Scioli, Boldt, y hasta a la Bolsa de Comercio. Imposible de creer.

Por el contrario, el vice jamás dio explicaciones respecto de las acusaciones en su contra ni por el procedimiento judicial que ayer se hizo sobre su departamento. ¿Habrá temido meter la pata como suele hacerlo cada vez que habla?

Una de las pocas frases que pronunció en su favor fue desacertada: "No llevé adelante ninguna acción para favorecer a la empresa Ciccone", aseguró, olvidando que ello ha sido desmentido por los propios hechos. Una nota enviada oportunamente a la AFIP, donde mostró interés por esa firma, refuta sus palabras.

Por más que intentó explicar que se trató de un procedimiento usual, difícilmente el vicepresidente pueda justificar por qué fue la primera y única vez que intercedió en favor de una empresa privada.

El ataque de Boudou no tuvo miramientos ni límites: por caso, en un gesto que sorprendió a propios y ajenos, embistió duramente contra el juez Daniel Rafecas, a quien sindicó como "esbirro de la mafia". ¿Olvidó el funcionario que fue el gobierno de los Kirchner el que lo puso en su cargo al frente de la Justicia Federal?

No conforme con denostarlo, el Vicepresidente apretó indirectamente al juez al recordarle que fue él quien permitió que un narco serbio llamado Dragoslav Ilic pudiera salir de prisión para ser parte de una fiesta que generó fuerte polémica. No fue casual: en el escritorio de Boudou reposa una carpeta donde se asegura que Rafecas le habría cobrado dos millones de dólares al mismo narcotraficante que liberó de manera temporal.

Por si no hubiera sido suficientemente claro el mensaje —el apriete en realidad—, el funcionario insistió en su ataque al mencionar que el magistrado sabe enviar mensajes de texto a diversos periodistas, anticipándoles sus movidas judiciales. ¿Cómo sabe este dato Boudou? ¿Se lo aportó la siempre oscura Secretaría de Inteligencia?

Hay que decir que la apresurada conferencia del vice tiene una razón de ser: Rafecas dio con la tecla  al allanar el inmueble ubicado en el piso 25 de la calle Juana Manso 740. Jamás Boudou pensó que en un departamento que estaba desocupado a la Justicia se le ocurriría llevarse dos teléfonos inalámbricos e indagar sobre el pago de expensas del mismo lugar. Ello explica la inesperada sobreactuación del funcionario.

¿Qué ocurriría si al juez se le ocurre llevar adelante un peritaje de las comunicaciones punto a punto que surgen de los aparatos telefónicos secuestrados? ¿Qué pasaría si se descubre que el inquilino de Boudou es Alejandro Vandenbroele y no el fantasmal Fabián Donoso Donatiello?

En realidad, se trata de algo más que preguntas retóricas. Son parte de las sospechas que Rafecas ostenta en estas horas y que ha transmitido al fiscal Carlos Rívolo, con quien comparte la investigación de marras. A este último, el magistrado le aseguró que avanzaría hasta donde fuera necesario, siempre y cuando aparecieran evidencias de peso. Eso es lo que ocurrió ayer en el allanamiento ad hoc.

Ahora, al acusarlo de "esbirro de la mafia", Boudou ha dado un insospechado impulso a Rafecas para que investigue con más ahinco y, por qué no, con más independencia.

Sin embargo, no es lo más desacertado que ha hecho el vice: al atacar a la empresa Boldt, abrió la puerta a un tópico que hasta ahora no fue debidamente desmenuzado por los medios.

Es el que tiene que ver con lo ocurrido en octubre de 2010 cuando José María Nuñez Carmona, otro de los presuntos testaferros de Boudou, se encontró en el hotel Caesar Park con el director de Asuntos Públicos de la empresa Boldt, Guillermo Gabella. Junto a ellos se sentó el sciolista Lautaro Mauro, gestor del encuentro.

Allí, según este último les juró a Rafecas y Rívolo, Núñez Carmona lo habría presionado para que le entregara la planta de Ciccone Calcográfica que su empresa había alquilado poco antes por el término un año. "Represento a las máximas autoridades del gobierno nacional", jura Gabella que le dijo el socio de Boudou como toda justificación. Acto seguido, le dio las buenas nuevas —malas para él—: "Compramos Ciccone".

Que se conozcan los detalles de esa trama no le conviene a la firma Boldt, pero menos aún al Vicepresidente. ¿Qué ocurrirá cuando se conozca el resultado del peritaje que Rafecas ordenó efectuar ayer mismo sobre los celulares de Núñez Carmona, Gabella y Lautaro Mauro? ¿Cree realmente Boudou que se mantendrá un pacto de silencio por el cual aún nadie ha desembolsado un solo centavo?

En fin, no ha sido una buena idea la conferencia que ha brindado Boudou —presumiblemente por orden de Cristina Kirchner—, ya que ha forzado a que la agenda de los medios insista en referirse al escándalo que lo involucra. Mal que le pese, cuanto más escarba el periodismo, más contradicciones lo complican.

Por suerte para él, aún nadie se ha detenido en un punto, el más neurálgico para sus intereses: el que tiene que ver con su propio patrimonio. ¿Qué sucedería si a alguien se le ocurre hurgar sobre los bienes que tenía en el año 2003 y compararlos con los que hoy ostenta? ¿Qué explicación daría si se le preguntara cómo logró crecer tanto en tan poco tiempo, solo con su salario derivado de la función pública?

Aunque el vice se encargó de armar sociedades de diversa índole tanto en la Argentina despierto, se ha equivocado en un punto: ha colocado a los mismos socios en todas ellas (a ese respecto debe prestarse especial atención a la marplatense Sandra Viviana Rizzo). Ello permite que cualquiera que tire de la punta del ovillo pueda averiguar toda la trama de negocios que lo involucran.

Boudou sabe que ese monstruo podría poner en jaque sus días como funcionario público y su futuro como referente político.

Lo que parece desconocer es que acaba de despertar a esa misma bestia.

Escrito por Christian Sanz y publicado por http://www.periodicotribuna.com.ar el jueves 5 de Abril de 2012.


domingo, 22 de enero de 2012

Esmerilar y malvinizar… De Alguna Manera...

Esmerilar y malvinizar…

 Ssssssssscioli... Ssssssssssilencio... Foto: Pablo Temes

Los nuevos pasos oficiales. En el final de la convalecencia de CFK, todo empieza a volver a la “normalidad”. El objetivo Scioli. La escalada con Gran Bretaña.

Ya con la Presidenta transitando el tramo final de su convalecencia tras la operación por un supuesto carcinoma papilar de tiroides, que afortunadamente nunca tuvo, la rutina del poder va volviendo a su “normalidad”. Así se van definiendo algunos de los cursos de acción que tienen como objetivo consolidar un proyecto que le asegure al kirchnerismo, más allá de estos cuatro años de mandato, un rol preponderante como factor de poder permanente: la búsqueda de la suma del poder público se constituye en un factor clave.

En el marco de este proyecto, uno de los primeros objetivos es neutralizar y derruir a Daniel Scioli. Ya no queda duda de que el gobernador bonaerense está cada vez más lejos de reunir las condiciones para ser considerado el delfín de la Presidenta para 2015. La estrategia de Scioli es la de hacerse el distraído o el desentendido, por lo que los voceros del Gobierno se encargan de hacerle saber esa realidad a cada momento. Un día, el motivo de la crítica es haber jugado un partido con Macri mientras Cristina se recuperaba de su operación. Otro día, la causa es porque supo ser un asistente a los almuerzos de Mirtha Legrand, según hizo saber el vicegobernador Gabriel Mariotto. Y en algún momento posterior, la razón es su pasado menemista, como si la Presidenta y Néstor Kirchner no estuvieran abarcados por ese proceso político de los 90 al que no se privaron de apoyar.

A los fines de esmerilar la figura de Scioli, el vicepresidente tiene la orden de caminar la provincia. Amado Boudou ya dio el primer paso en aras de ese objetivo al convocar a Mariotto para una foto en su austero despacho del Banco Nación al día siguiente del encuentro Scioli-Macri. La reunión que tuvieron por estas horas el Vicepresidente y el Gobernador no cambia la situación. Por su parte, Mariotto también hace su tarea en ese operativo. Producto de ello es el alto perfil que le está imprimiendo a su tarea como vicegobernador. Y lo que hace es gestionar. Con ese propósito, el vicegobernador ha comenzado a tomar contacto con intendentes afines al kirchnerismo de distintas localidades de la provincia. Ante ellos se presenta como el nexo directo con la Casa Rosada capaz de hacer que se abran las puertas del poder y aparezcan los recursos que, de otra manera, el gobernador no puede proveer. Allí se concretan nombramientos para médicos en municipios que hace años lo venían reclamando, o bien una ayuda para la construcción de una escuela o la concreción de una obra pública anhelada por la comunidad.

Lo del Gobierno, pues, está claro. Lo que no está claro es lo de Scioli: ¿Qué hará? Hasta ahora nadie tiene esa respuesta. Lo que sí se conoce es que muchos intendentes han comenzado a hartarse de la indefinición del gobernador. “Tenemos que saber si Scioli se va a largar a pelear por la presidencia o no. Si lo hace, somos muchos los que lo seguiremos; pero alguna vez, y no demasiado lejos en el tiempo, debe decidirse y hablar claro; si no lo hace y además se mantiene mudo ante esta realidad, yo y otros no tendremos más remedio que encolumnarnos detrás de Mariotto o aquel al que Cristina designe porque no tendremos otra alternativa”, asegura un intendente peronista del GBA que no es afecto lo que siente por el kirchnerismo.

El presente favorece al oficialismo para el despliegue de este accionar. Se asiste a un verano con un notable movimiento turístico que es muestra de un bienestar económico indiscustible. Las voces que advierten sobre el impacto que tendrá en la Capital y zonas del Conurbano la quita de los subsidios a los servicios de agua, electricidad y gas se parecen a predicaciones en el desierto. Se vive un ambiente de fiesta y a muchos parece no interesarles los anticipos acerca de lo que vendrá.

El que vive su momento de gloria es Guillermo Moreno, el ministro de Economía en funciones de este Gobierno. Hace y deshace a su antojo. Se siente el vencedor de la pulseada cambiaria que se vivió a fin de 2011. El cierre de las importaciones lo vive como un triunfo. No importa que en Tierra del Fuego no puedan ensamblar los teléfonos celulares supuestamente “hechos en Argentina”, que haya dificultad para la provisión de electrodomésticos o de instrumental médico. En el mundo editorial todavía es motivo de comentario la condición que puso Moreno para que se reabriera la importación: “Si quieren importar libros deberán antes exportar cualquier otra cosa. Así que vayan a La Salada, compren calzoncillos y expórtenlos, después hablamos”, fue –palabras más, palabras menos– el tenor de ese diálogo.

Recién ahora, la Unión Industrial Argentina ha decidido pronunciarse en contra de esta medida intempestiva y nociva para la industria nacional. Que nuestro país busque el desarrollo de una industria propia, que tenga la capacidad de sustituir con igual calidad y en igual cantidad muchos de los productos que hoy provienen del exterior, es un objetivo trascendente. La obtención de ese logro sólo será posible con la puesta en práctica de políticas sólidas y perdurables que le den sostén a una iniciativa de trascendentes consecuencias económicas, sociales y políticas. Para ello hay necesidad, entre otras cosas, de crear condiciones de accesibilidad al crédito que hoy sólo puede garantizar la Anses, con todos los vericuetos de discrecionalidad política que ello suscita. Exige, también, la existencia de un empresariado con conductas tales que le permitieran alcanzar un liderazgo social del que hoy carece.

En paralelo, asistimos a un recalentamiento de las relaciones entre la Argentina y Gran Bretaña por la soberanía de las islas Malvinas. El aumento de las tensiones, a treinta años de aquella guerra delirante y trágica, tiene más que ver con aspectos internos de la vida política del Reino Unido. La negativa a permitir la entrada de buques con bandera de las Malvinas a los puertos de Chile, Uruguay y Brasil ha enfurecido al gobierno del primer ministro David Cameron. Hay mucho de sobreactuación en el medio de una situación política que le es complicada. El asunto Malvinas siempre ha sido así. También en nuestro país. La guerra de 1982 encaja en ese modelo. En aquel momento, tanto la Junta Militar que presidía el general Leopoldo Galtieri como el gobierno de Margaret Thatcher tambaleaban. El triunfo en la contienda bélica salvó a Thatcher y acabó con los proyectos de perpetuación en el poder de Galtieri y compañía. Los derechos de nuestro país sobre las Malvinas son incuestionables.

Sin embargo, hay una circunstancia que no es menor: ahí vive gente que no quiere ser argentina. Ese es el principal obstáculo que tiene nuestro país para hacer valer sus derechos, obstáculo que ninguno de nuestros gobiernos democráticos ha sabido cómo superar. El día que eso ocurra, las negociaciones que hoy parecen imposibles tendrán el peso inevitable de la realidad.

© Escrito por el Doctor Nelson Castro y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 21 de Enero de 2011.