Paciencia democrática…
Paciencia
democrática, por Norma Morandini Foto: Cedoc
Es la historia de una perseverancia. Conozco pocos ejemplos en los que la
apariencia de un fracaso poco tiempo después se confirma un logro. Conservo,
entre los papeles amarillados por el tiempo, el último número del primer diario
Perfil, el que salió por tan sólo tres meses. Como nadie resiste a una
fotografía propia en el diario, aquel ejemplar publicaba una reunión-debate en
el Centro Cultural en la que participé. Corría 1998 y Jorge Fontevecchia se
había burlado de los prejuicios de los intelectuales, el mío propio, que nos
negábamos a ir a la revista Caras pero aparecíamos en la sección de sociales
del diario, dedicada al quehacer intelectual.
© Escrito por Norma
Morandini, periodista y escritora el domingo 10/09/2017 y publicado por el
Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Entonces, sentí tanto su cierre como
más tarde me entusiasmé con su relanzamiento, del que celebramos ahora sus doce
años. La propuesta de un periódico plural en el que las columnas de opinión son
su apuesta más fuerte se anticipó a su tiempo. O mejor: acompañó, con
paciencia, el sinuoso camino de la democracia. Hoy, frente a la intolerancia y
el fundamentalismo reconocemos que la acumulación de ira e intolerancia
dogmática atentó contra una cultura de convivencia, cuyo principal sostén es
precisamente el debate público de ideas, en el que las diferencias son la razón
misma del pacto verbal de la democracia. Todo lo que propicia este periódico.
Como caí en la tentación de cambiar
la pluma de la escritura por la tribuna de la política, mi vida legislativa
coincidió con diez de los doce años del periódico Perfil. Fue la década en la
que se distorsionó la misma idea democrática, violentada por una concepción de
poder autoritaria que mal toleró el disenso. En ese tiempo encontré en sus
páginas, en los editores del suplemento Ideas, un espacio para las que siguen
siendo mis obsesiones democráticas, la educación ciudadana y una pedagogía de
la paz como antídoto al pasado de terror. Al repasar todo lo que escribí en ese
tiempo, nada puedo agregar para condenar el lenguaje del odio y ese
contrasentido de que se invoquen los derechos humanos y se los niegue con los
palos, las encerronas, los encapuchados. Desde estas páginas pude expresar mi
perplejidad frente a la distorsión del lenguaje humanista de los derechos
humanos, una herramienta de pacificación, utilizado para incitar a la violencia
y agregar más sufrimiento al lastimado espacio público de la convivencia.
A lo largo de todos estos años, en
las páginas de este periódico fuimos dando cuenta de la precariedad de nuestra
democracia y el trabajoso camino de las reformas. A la par se premió “la
inteligencia”, y al honrar a figuras como Robert Cox, quien desde el Buenos
Aires Herald publicaba la información de los desaparecidos que se pretendía
ocultar, plantó banderas sobre la función de la prensa: la denuncia en los
tiempos de terror y la defensa de la libertad del decir en los tiempos
democráticos, sin descuidar la lucha contra la intolerancia.
Los argentinos no podemos tener una
memoria tan corta como para olvidar aquel día en el que como un karma
simplificamos en dos palabras nuestro mayor compromiso político: el “nunca más”
a la violencia política, al sufrimiento de tantos de nuestros compatriotas. Fue
cuando instintivamente elegimos lo que nunca habíamos tenido, la democracia
como el sistema en el que podemos unir la justicia social con los derechos
fundamentales de la libertad, la integridad y el pluralismo.
Ignoro si deliberadamente eligieron
el 11 de septiembre por su connotación educativa para el relanzamiento de
Perfil. Si así fue, Perfil hizo escuela. Su permanencia será una buena prueba
de que los argentinos finalmente naturalizamos las diferencias y aprendimos a
trabajar pacíficamente sobre el conflicto. Desear muchos años para Perfil
significa, también, el deseo de muchos años de paz democrática en Argentina.