Anestesia o muerte: el dilema de la política económica de Cambiemos…
Ante la suba de
la inflación, el Banco Central endureció su meta monetaria y calmó el dólar, a
costa de prolongar la recesión.
© Escrito por Alejandro
Rebossio el lunes 04/03/2019 y
publicado por la Revista Noticias de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
A la directora
ejecutiva de la consultora Eco Go, Marina Dal
Poggetto, le sucedió como Walter, aquel personaje de la publicidad de
Telefónica que llegaba de los 80 al año 2000 y no entendía los cambios. Dal
Poggetto, una de las economistas más pesimistas sobre la actividad y la
inflación para 2019, se fue de vacaciones el 28 de diciembre pasado con un
riesgo país por encima de los 800 puntos básicos, que reflejaba un escenario
turbulento, y volvió a mediados de enero, cuando bajaba de los 700. Incluso a
principios de febrero llegó a 630, mientras el dólar entonces estabilizado
permitía que la tasa de interés de referencia bajara del 73% en octubre al 43%.
“Ya está bajando la inflación y lentamente va a mejorar la economía”,
proclamó el presidente Mauricio Macri el 13 de febrero. “Hoy es el momento para
volver a poner el foco en el desafío del crecimiento”, amaneció al día
siguiente el jefe de Estado anunciando beneficios en grageas para ciertas
exportaciones del interior. Pero a la tarde pasaron cosas: el INDEC anunció que
la inflación de enero fue más alta que la prevista, del 2,9%, y que la
interanual se acercaba al 50%.
Algunos
economistas comenzaron a predecir un febrero y un marzo peores en términos de
precios y un 2019 con un índice más cerca del 35% que del 30%. A partir de
entonces, el dólar comenzó a resucitar, el riesgo país traspasó otra vez los
700 puntos y el presidente del Central, Guido Sandleris, endureció la meta de
la base monetaria, con lo que el mercado le exigió una tasa del 49%. Dal Poggetto observó que la realidad volvía a acomodarse.
“En enero, la Reserva
Federal (Banco Central
de EE.UU.) anunció que subiría más lentamente la tasa y vinieron fondos para
los mercados emergentes, incluida la Argentina”, explica la economista.
“Se alineaban los planetas. El viento de
cola internacional mataba la incertidumbre electoral. Ahora no cambió el viento
de afuera, pero volvió a aparecer la economía real y empezaron a subir el dólar
y la tasa”, completa la directora ejecutiva de Eco Go.
Dilema. Y es así como la política económica de Cambiemos vuelve a enfrentarse
al dilema de sedación o muerte súbita. Esta última es la devaluación
descontrolada del peso, que encendería más la inflación y hundiría aún más la
actividad económica. Sería como lo que sufrió la Argentina en abril y
septiembre de 2018. Macri quiere evitar ese escenario a toda costa en el año en
que buscará la reelección, sin la economía como emblema, pero al menos sin
caos. Por eso prefiere la sedación, los cuidados paliativos.
Es decir, el endurecimiento de la meta monetaria, que eleva la tasa de
interés, calmar el dólar y la inflación, aun a costa de prolongar la recesion.
Mientras, se suceden noticias de despidos, convocatorias de acreedores y
cierres (ver recuadro).
En la autoridad monetaria no ven aquel dilema: “Nuestra
meta es ser estrictos en la base monetaria para atacar la inflación de base, y
reaccionamos tras el inesperado dato de enero. No intervenimos con el dólar
mientras esté en la zona de no intervención (entre $ 38 y 49). Y el
endurecimiento de la meta tiene un impacto hasta ahí en la actividad, en un
país con poco crédito. Afecta más a las colocaciones financieras”.
“Sin el acuerdo de septiembre con el FMI hoy el derrape de la actividad sería
más grande y habría más inflacion”, reconoce Dal Poggetto. “Ese acuerdo te
alejó del precipicio, que contagiaba a bancos y la deuda. Pero tenés una
recesión muy pronunciada y en poco tiempo, lo que se ve en mercado de trabajo,
y tenés una inflación alta.
La pregunta es si la economía pegará la
vuelta, pero es difícil con las elecciones por delante. No tenés ‘drivers’
(impulsores) de crecimiento: la política fiscal y la monetaria son
contractivas, sólo tira para adelante la cosecha y la intención del Gobierno de
que los salarios le ganen un poco a la inflación, pero esto lleva a que
empresas despidan gente”, advierte la economista, que igualmente valora algunos
logros, como la reducción de la deuda pública en manos privadas (reemplazada
por la del FMI), la mejora del balance del Central por la licuación de sus
pasivos ante la devaluación y la reducción de los desequilibrios fiscal y de
divisas.
A Rodrigo Álvarez, CEO de la consultora
Analytica, no le
sorprendió la alta inflación de enero: “La baja no iba a ser automática, sumado
a los aumentos de tarifas de este año”. “La recesión es muy fuerte, lo que te
genera una caída muy grande en la demanda de dinero. La gente sólo quería pesos
en enero y a principios de febrero por especulación, porque mejoró el humor
hacia los mercados emergentes, pero en la Argentina este componente es muy
volátil y, cuando cambió la percepción por un elemento que preocupa, cambió la
demanda y el Central sobrerreacionó con lógica para evitar otro cimbronazo como
los de 2018, no lo puede permitir.
La contracara es la falta de financiamiento
por el costo de fondeo altísimo, lo que trae muchas complicaciones para las
empresas. Acá se va a discutir el empleo. No veo que vaya a mejorar el salario,
al contrario, y eso te contrae más el consumo.
El Gobierno no tiene activos económicos
para poner sobre la mesa, más que la estabilidad cambiaria, que puede atender
la aspiración de la clase media de ganar más en dólares.
Terminás haciendo lo que el FMI te deja”,
analiza Álvarez. Sólo ve brotes verdes en el agro y la construcción privada de
quienes tenían dólares y vieron abaratados los costos, mientras prevé que en el
segundo semestre los jubilados le ganarán a la inflación. Claro que lo harán
después de haber perdido en 2018, de que a unos les quiten el reintegro del IVA
y a otros les impongan el impuesto a las ganancias.