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sábado, 13 de agosto de 2016

Recordando a Enrique Angelelli... @dealgunamanera...

Recordando a Enrique Angelelli, su carrera santísima truncada y la bendición fatal de Kissinger


Los responsables de su muerte fueron de un régimen cuya "guerra" sucia había obtenido solo dos meses antes, en junio, bendición por el entonces Secretario de Estado Henry Kissinger. Dio como resultado un rosario infernal de secuestros secretos, tortura y asesinato de más de 20.000 personas, Incluyó en su red tanto guerrillas de izquierda, como disidentes no violentos, e incluso muchos ciudadanos no involucrados pero asimismo atrapados por el terror estatal.

© Escrito por  el jueves 04/08/2016 y publicado por Tribuna de Periodistas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La causa de canonización de Angelelli, titulado un Siervo de Dios, fue inaugurado en 2015, sólo un año después de que dos oficiales militares de alto rango recibieron sentencias de cadena perpetua por su muerte. Dedicado a servir a los más necesitados, y armado con el lema "Con un oído puesto que el Evangelio y otro en el pueblo", Angelelli había provocado el odio de los privilegiados, quienes lo acusaron de ser un "comunista." (Eso mientras el Partido Comunista Argentina y sus manipuladores en Moscú promovieron en silencio pactos económicos con los supuestamente anticomunistas "guerreros" sucios, mientras que los guardianes de la historia oficial afirmaron que su represión ilegal fue la "primera batalla de la Tercera Guerra Mundial”.)

Irónicamente, el 40 aniversario llega justo después de las convenciones de los partidos mayoritarios en los Estados Unidos, que canonizaron dos candidatos presidenciales notable tanto por sus elogios a Kissinger como sus esfuerzos para buscar su aprobación.

Vale también notar que la oportunidad de celebrar la vida y obra de Angelelli viene sólo cuatro meses después de que el presidente Barack Obama viajó a Buenos Aires con motivo de marcar del 40 aniversario del golpe militar.

Mientras estuvo en Argentina, Obama —tal vez reflejando el debate dentro de su propio Partido Democráta sobre el apoyo de Kissinger a los graves violadores de los derechos humanos en America Latina y en otras partes del planeta— optó por centrarse solamente en el trabajo valiente llevado a cabo por Patricia Derian, la cruzada abanderada de los derechos humanos de Jimmy Carter, y su pequeño equipo en el Departamento de Estado durante aquella revolución en Washington.

Quedó como pregunta sin contestar si la promesa solemne hecha por el presidente Número 44 en la historia EEUU —para desclasificar documentos claves de Estados Unidos de la época para comprender mejor lo que realmente pasó durante el régimen de generales asesinos y sus secuaces neonazis— en efecto sería honrado por cada uno de sus probables sucesores en la Casa Blanca.

La importancia universal de la historia de Angelelli, el rol de Kissinger, y lo que sucedió en lo que solía ser llamado el país de América Latina "más desarrollado", tal vez se puede entender mejor con el dictamen de autor y crítico social norteamericano James Baldwin.

Los niños, escribió, “nunca han sido buenos para escuchar a los ancianos, pero nunca han dejado de imitarlos."

Dicho sea de paso, centenares de niños, también, fueron y son víctimas de aquella represión ilegal.

Angelelli nació en Córdoba en 1923. Sus padres eran inmigrantes italianos, que juntos con muchos otros inmigrantes italianos y distintas comunidades étnicas trabajaban la tierra. Después de entrar en el seminario a los 15 años, fue enviado a estudiar a Roma para después de regresar a Córdoba como un cura. Asignado varios papeles como un joven sacerdote, era a la vez pastor para el Movimiento Católica de Juventudes y visitó y ministró a los residentes en las villas miserias, lo que sería una parte fundamental del trabajo de su vida.

En 1960 Angelelli fue nombrado obispo auxiliar de Córdoba por el Papa Juan XXIII, sólo para ser eliminado de esa posición por involucrarse en una disputa sindical en nombre de los trabajadores. Después del Concilio Vaticano II —sus creencias y sus acciones fueron consideradas como de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia— fue una vez más nombrado obispo auxiliar. Más tarde, después de convertirse en obispo de La Rioja en 1968, Angelelli continuó hablando en contra de los anillos juego y la prostitución dirigidos por los ricos y se mantuvo firme en el lado de los trabajadores y agricultores.

En 1973, con el retorno del exilio del hombre fuerte populista Juan Perón y su aplastante victoria en las elecciones presidenciales, Angelelli compartió momentáneamente la esperanza del pueblo en su conjunto. Sin embargo, cualquier idea de paraíso en la tierra para el “pueblo peronista” fue de corta duración.

Barridos en el faldones de Perón, como candidato Carlos Menem se había comprometido en las elecciones a entregar tierra sin usar a los trabajadores agrícolas locales.

Sin embargo, los del rico clan Menem pronto lanzaron un contraataque, un esfuerzo sostenido para hostigar a Angeletti y su preferencia —uno apoyado por el Vaticano— para los pobres; fue una hostilidad que duró hasta la propia muerte de Angelelli. Bien conectados, los lazos familiares de los Menem incluyen grupos peronistas de extrema derecha, los que estaban, como se confirmó años más tarde, vinculados a escuadrones de la muerte ultraderechistas.

Aun antes del golpe de 1976, los grupos paramilitares neo-fascistas muchas veces trabajando de la mano con las fuerzas armadas hicieron la Iglesia un blanco prioritario. Sacerdotes y laicos que trabajan en los barrios pobres para educar y evangelizar a los pobres empezaron a desaparecer, absorbidos por la red terrorista del Estado.

Ya en 1974 el recrudecimiento de la crisis social y política incluía un alud de asesinatos, atentados y ataques a los dirigentes y organizaciones populares. Fue en septiembre de ese año que Angelelli viaja a Roma en visita "ad limina", donde le sugirieron que no regresara porque su nombre figuraba en la lista de amenazados por la Alianza Anticomunista Argentina. Sin embargo, su Obispo volvió a La Rioja, planteando asimismo los ejes de trabajo para 1975: "Caminar con y desde el pueblo, seguir actuando el Concilio y continuar la promoción integral de los riojanos".

Enfurecidos, los terratenientes llamaron “Satanella” al Obispo y empezaron a organizar un ataque más directo. Luego del golpe de Estado, mientras los militares incrementaron el control y seguimiento a los miembros de la Iglesia, haciéndolos un “blanco prioritario” de la represión, Angelelli  una y otra vez levantó su voz para denunciar las violaciones a los derechos humanos, haciendo conocer al Episcopado la persecución de que era objeto la iglesia riojana. Sus gestiones ante las autoridades militares incluía al Comandante del III Cuerpo de Ejército, Luciano B. Menéndez (años más tarde uno de los convictos por su asesinado), quien amenazó. "El que se tiene que cuidar es usted".

Frente el terror Angelelli aconsejó a sacerdotes, religiosos y laicos abandonar la Diócesis para protegerlos, pero el mismo no aceptó la invitación de Obispos latinoamericanos para un encuentro en Quito, Ecuador, mientras que confesó a sus familiares atemorizados para el: "Tengo miedo, pero no se puede esconder el Evangelio debajo de la cama".

La represión se mostró implacable, el eje las oligarquías locales y los militares en Buenos Aires. En Capital Federal, a principios de julio, asesinaron a los sacerdotes palotinos. En La Rioja, los padres Eduardo Ruíz, de Olta y  Gervasio Mecca, de Aimogasta, fueron detenidos. El 18 de julio los padres Gabriel Longueville (un ciudadano frances) y Carlos Murias, de Chamical, fueron secuestrados, torturados y asesinados. Ocho dias mas tarde un grupo de encapuchados buscando a un sacerdote en Sañogasta, al que Angelelli había aconsejado antes abandonar la zona, ametrallaron en la puerta de su casa al laico campesino Wenceslao Pedernera.

Unos días antes de su muerte, en una reunión con sacerdotes y monjas, Angelelli preanunció su muerte, contándoles: “Ahora vienen por mí”.

El noche de 3 de agosto Angelelli no habia vuelto todavía a La Rioja. Prefirió quedarse en Chamical en busca de indicios del crimen, que prometió revelar “si es necesario desde el púlpito de la Catedra de La Rioja.”

Al día siguiente, menos que dos meses después de la luz verde de Kissinger, Angelelli, junto al padre Arturo Pinto, retornaba a la Capital riojana. A la altura de Punta de los Llanos su camioneta fue embestida por un auto Peugeot 504, que le provocó el vuelco. El cuerpo del Angelelli fue sacado y su nuca golpeada contra el asfalto, quedando su figura extendida con los brazos abiertos sobre la ruta. A pesar del denso clima de intimidación, 6.000 personas apesadumbradas se hicieron presente en el funeral de Angelelli para escuchar al arzobispo Vicente Zaspe recorder que “El Pelado” con frecuencia le había confiado: “Estoy dispuesto a morir, si mi muerte lleva la reconciliación a La Rioja”. En Buenos Aires, un portafolio con documentación que Angelelli se había llevado consigo apareció en el despacho del entonces ministro del Interior, General Albano Harguindeguy.

Por años, los militares intentaron ocultar la causa del crimen, explicándolo como un "accidente automovilístico”. Sin embargo, la investigación judicial iniciada y enseguida archivada, en 1983 se reabrió con el retorno de la democracia con la asunción de Alfonsín. En 1986, el juez Aldo F. Morales dictaminó que la muerte de Mons. Angelelli fue un "homicidio fríamente premeditado", debiéndose identificar los autores.  Sin embargo, fue solamente en 2014, que una Corte halló que tanto el ex-general Menéndez como otro militar fueron culpables.

El legado de Angelelli estaba en marcado contraste con la creada mundialmente por Kissinger; lo que Patt Derian me dijo que era "las huellas de Kissinger en una gran cantidad de países." No sólo había el derrocamiento de un gobierno de izquierda, pero democráticamente elegido, en Chile por el aliado preferido por Kissinger —Augusto Pinochet— hundiendo una de las democracias más antiguas del hemisferio en el terror; el único error a la chilena, dijeron en privado sus contrapartidos guerrilleros sucios argentinos, fue que el autoproclamado "Capitán General" había arriesgado matar también públicamente su oposición política y social.

El legado de Kissinger incluye la venta de nuestros aliados kurdos al Shah de Irán; dando a los generales de Indonesia "luz verde" para invadir Timor Oriental, donde asesinaron a decenas de miles de personas, y instando el presidente Richard Nixon que ayudar a los judíos soviéticos emigrar para escapar de la opresión de un gobierno totalitario "no era un objetivo de la política exterior de Estados Unidos". La lista sigue...

Tratando de contener la sangre, el Presidente Carter y Patt Derian habían puesto el régimen de Argentina en la parte superior de su lista de violadores mundiales de los derechos humanos. Mientras tanto, Kissinger volvió a la Argentina en 1978 como "invitado de honor" de los generales en los partidos de fútbol de la Copa Mundial, algunos de ellos no muy lejos de campos de la muerte donde sufrieron sin piedad los desaparecidos.

En aquel momento, un católico apóstata, la primera vez que realmente me di cuenta de la importancia de la vida y el martirio del Angelelli fue en conversaciones con Penny Lernoux, la legendaria reportera corresponsal del National Catholic Reporter, que no muy antes había escrito su libro seminal, El Clamor del Pueblo (Cry of the People, Doubleday, 1980).

A principios de 1986, cuando el muy amado Senador Edward M. Kennedy se preparó para visitar la Argentina del héroe de los derechos humanos Raúl Alfonsín, su staff buscó un lugar especial en honor a las víctimas del holocausto local, un país que tenía el honor de ser el primero que juzgaba sus propios militares, quienes tenían cientos de campos de concentración clandestinos y una propaganda hecha por admiradores de Goebbels. Por mi recomendación, Kennedy viajó a La Rioja para dar gracias a Angelelli y su obra (evento que fue el motivo de su visita allí, aunque fuera por desgracia pirateada por un Carlos Menem todavía presentado como una "reformista" peronista).

Más tarde, dediqué mi primer libro, Dossier Secreto; Desaparecidos de la Argentina y el mito de la "guerra" sucia (Westview 1993) a Angelelli y otros dos católicos, el decano de derechos humanos en Buenos Aires Emilio Mignone, y Patricia Derian (esta última, como yo en ese entonces, una apóstata). La parte de "La Iglesia de los Pobres", capítulo en que se centraba en la vida de Angelelli tenía el título "El martirio de un obispo".

Al asumir el cargo en 1983, después de tratar de dominar a los militares a través del estado de derecho, Alfonsín se encontró que no podía hacer lo mismo cuando se trata de endeudamiento bruto del país otrora próspera a bancos de Estados Unidos de que el régimen de estado policial había legado a las que una vez había gobernado con mano de hierro.

Cuando Alfonsín buscó la ayuda financiera y la comprensión en Occidente, el hecho de que uno de esos bancos —el Chase Manhattan— fuera dirigido por los Rockefeller, ellos los antiguos patrones de Kissinger —fue rara vez que eso se mencionaba en la prensa estadounidense—, no tuvo suerte. Mientras tanto, Kissinger Associates tenía la tarea, como uno de sus ejecutivos subrayó con satisfacción, de señalar "conflictos reales o potenciales que existen entre los países deudores, o para hacer inventarlos en caso de que no existan."

Volvió Kissinger a la Argentina como "invitado de honor" con la asunción del corrupto Carlos Menem en 1989, quien perdonó rápidamente a aquellos gobernantes de la guerra sucia, condenados y encarcelados luego de una suerte de mini-Nuremberg durante el gobierno de Alfonsín.

Cabe notar que Menem repitió —tanto en privado como en público— que el ex jefe de la Policía Federal Argentina Alberto Villar, uno de los organizadores de la Triple A, fue un ejemplo que su gobierno quería seguir.

El 24 de junio 1994, advertí en el Washington Times que en el gobierno de Carlos Menem —cliente de Henry Kissinger y el puente del Departamento de Estado a la dictadura siria atroz que protegía a los criminales de guerra de la era nazi— Argentina se había convertido en "una estación de paso para el terroristas del Oriente Medio y traficantes de armas y un punto de tránsito cada vez mayor para el envío de narcóticos a los Estados Unidos y Europa".

El 18 de julio la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA ) fue volada matando al menos a 85 personas inocentes e hiriendo a cientos más en el ataque grave de la historia terrorista contra judíos fuera de Israel desde el Holocausto.

Dos días más tarde, un editorial del Miami Herald tomó nota de mi advertencia, y agregó: "Una vez arraigadas en el suelo argentino, algunos de ellos han decidido que es más fácil de atacar a Israel en Buenos Aires que en Tel Aviv."

En una columna titulada El obispo Angelelli y el papa Francisco, publicada en La Razón, Xavier Albó notó:

El 4 de agosto de 2006, al recordarse los 30 años de su asesinato, se hicieron diversas celebraciones en la zona. El entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, estuvo allí. En este caso concreto, Bergoglio, ya papa Francisco, ha jugado un rol muy oportuno. Sacó a la luz documentos antes secretos, que envió enseguida a la Argentina y aceleraron la condena a cadena perpetua de los dos altos mandos militares más directamente implicados: el exgeneral Luciano Benjamín Menéndez y el excomodoro Luis Fernando Estrella.

“El Papa conoció a Monseñor Angelelli”, explicaba el actual obispo de La Rioja, Marcelo Colombo, “como provincial jesuita durante esos años visitó la diócesis donde trabajaban algunos sacerdotes de su orden, algunos de los cuales incluso habían sufrido la persecución y la cárcel en esos días”.

Hace 10 años, con el cumplimiento de los 30 años del asesinato de Angelelli, rumbo a la beatificación, “Bergoglio manifestó en una homilía en la catedral de La Rioja que el fallecido obispo ‘recibía pedradas por predicar el Evangelio y derramó su sangre por ello’.”


domingo, 17 de marzo de 2013

Hablan los que saben... De Alguna Manera...


"No me lo contaron, lo viví: Bergoglio ayudó a mucha gente en la dictadura"…


El sacerdote Miguel La Civita, colaborador de Angelelli, aseguró que el hoy Papa facilitó la salida del país a varias personas perseguidas por los militares en la época de la dictadura. El sacerdote Miguel La Civita fue un fiel colaborador del obispo Enrique Angelelli, cuya trágica desaparición es investigada por la Justicia bajo la sospecha de que fue asesinado por un grupo de tareas. Fue también uno de los que prestó declaración en el juicio por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville durante el proceso militar. Pero tiene otra historia que contar, porque no se la contaron, la vivió: "Bergoglio ayudó y sacó a mucha gente del país en la época de la dictadura".

La Civita habló ayer con La Capital en momentos en que festejaba junto a su familia sus 62 años de vida. El actual cura párroco de Villa Eloísa (pequeña localidad de 4 mil habitantes ubicada a 90 kilómetros de Rosario) estuvo radicado en la provincia de La Rioja hasta hace unos ocho años, cuando tuvo que volver a su pueblo natal para cuidar a su familia.

La Civita aseguró ayer que Bergoglio está lejos de haber colaborado con la dictadura militar del 76, y acotó que "todas sus acciones fueron al revés". Es más, dijo que hasta tenía montada una especie de organización con colaboradores "para ayudar a la gente que era perseguida por los militares".

"Esto nadie me lo contó, yo lo viví. Después del asesinato de Angelelli, fue Bergoglio quien ocupó ese lugar de padre que teníamos los jóvenes que veíamos a la Iglesia como un compromiso por los pobres. Nos tomó bajo su cobijo y protección hasta nuestra ordenación, en momentos en que también nosotros éramos muy observados", relató el cura.

La Civita estuvo en San Miguel, provincia de Buenos Aires, durante los últimos años de estudio, antes de consagrarse sacerdote y allí conoció a Jorge Bergoglio, con quien convivió dos años cuando el actual Papa estaba a cargo de la misión jesuita.

Dijo además que la ayuda de Bergoglio a perseguidos tuvo lugar durante 1975 y 1976 desde el Colegio Máximo de San Miguel, donde La Civita estuvo alojado un tiempo mientras cursaba la carrera de teología. "La curia jesuita representada por Bergoglio también ocupaba las mismas dependencias", contó.

"Yo tengo respeto por todas las personas, pero disiento con algunas publicaciones que hablan de cierta colaboración con los militares. Lo que pasa es que Bergoglio nunca se dio el tiempo para responder esas críticas", dijo.

La Civita hizo después gran parte de su carrera sacerdotal como párroco en Chepes, Chamical, entre otras localidades, y también en la capital riojana. "Nuestro compromiso fue siempre con los pobres. Formamos parte de la corriente que algunos llaman Tercermundista", resaltó.

"Signo de esperanza". 

Respecto de la designación de Bergoglio como Papa, dijo que es un signo de esperanza debido al criterio renovador y a la visión "diferente" de la curia de Europa, y añadió que "es un hombre de diálogo, pero a su vez firme. Es un gran acontecimiento su designación", dijo.

Lo definió también como "un sacerdote muy afectivo, cariñoso, protector", tras recordar que fue precisamente Angelelli quien lo ordenó como sacerdote. "Bergoglio tenía un gran afecto por La Rioja, adonde viajó varias veces. En la dictadura, yo vi su compromiso con la gente".

Es más. "Mucha gente dice que él sabía cosas en ese entonces, pero hay que haber vivido esos momentos para saber cuál era la situación. El, al igual que nosotros, es un sobreviviente de una situación extrema", reflexionó.

En La Rioja, La Civita fue, más que perseguido, "seguido y controlado por un auto que vigilaba adonde iba. Mucho peor fue la persecución a Angelelli. Iban adónde él estaba", consignó.

Juicio a militares. 

El sacerdote de Villa Eloísa tuvo protagonismo tiempo atrás por haber prestado declaración en el juicio por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville durante la dictadura cívico militar. Dijo en ese entonces que esos crímenes "fueron un tiro por elevación" para el por entonces obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, quien luego también fue asesinado.

"Me enteré del asesinato de Carlos y Gabriel a través de un telegrama del Obispado que presidía Angelelli, ya que en esos momentos era seminarista y estaba terminando mis estudios de teología", explicó, no sin recordar que "en esa época los perseguían en forma permanente".

En ese sentido, señaló que la persecución aumentaba "cuando sabían de la presencia de Angelelli. Conocí a ambos sacerdotes, quienes también eran perseguidos por las fuerzas de seguridad, y hasta supe que a Carlos lo tuvieron toda una noche en la base aérea para tomarle declaración y después, en la madrugada, lo dejaron ir", agregó.

Iglesia y dictadura. 

Acerca del rol que tuvo la Iglesia durante la dictadura militar, el sacerdote precisó que "Angelelli decía siempre que estaba solo y un día, cuando llegó de Buenos Aires de una reunión general de obispos, se le preguntó cómo le había ido y qué le habían preguntado sobre la pastoral riojana. Y contestó: «Absolutamente nada me preguntaron»".

El 4 de agosto de 1976, Angelelli fue asesinado en un accidente automovilístico provocado, según la carátula de la justicia represiva, pero días antes, en El Chamical, el párroco francés Gabriel Longueville y el sacerdote Carlos de Dios Murias fueron secuestrados y sus cuerpos fusilados aparecieron en un descampado de la ciudad.

© Escrito por Walter Gasparetti y publicado el viernes 15/03/2013 por el Diario La Capital de la Ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe.

"Yo vi que Bergoglio escondía gente en el Colegio Máximo para ayudarla a salir del país"...




La plana mayor jesuita en 1976. De izquierda a derecha, Víctor Zorzín, Rector del Colegio Máximo; Andrés Swinnen, Maestro de Novicios; Jorge Bergoglio, Prepósito Provincial; Carlos Cravena, Ministro del Colegio Máximo o vice superior, e Hipólito Salvo, ex Provincial en la Argentina. Foto Página/12.

El sacerdote Miguel La Civita prestó declaración en el juicio por los asesinatos de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville durante la dictadura cívico-militar, oportunidad en la que sostuvo que esos crímenes fueron "un tiro por elevación" para el por entonces obispo de La Rioja, Enrique Angelleli, quien luego también fue asesinado. En su oportunidad, la agencia estatal de noticias Telam difundió ampliamente su testimonio ante los magistrados. Es de esperar que también difundan las siguientes declaraciones de La Civita acerca de cómo él descubrió que Jorge Bergoglio ayudaba a escapar a perseguidos por los militares.  

Cuando fue llamado a prestar testimonio ante el Tribunal Oral Federal  de La Rioja, Miguel La Civita declaró acerca del asesinato de los sacerdotes Carlos Murias y Gabriel Longueville, ocurridos cuando él estaba terminando sus estudios de teología, recordó que en esa época los perseguían "en forma permanente", en especial "cuando sabían de la presencia de (Enrique) Angelelli". La Civita reveló que, luego de su ordenación, y ya estando en la ciudad de Chepes, fue amenazado por teléfono y en las afueras de la parroquia siempre había un Ford Falcon verde "parado en la puerta todo el día" que los seguía "a todos lados". En esos días, La Civita conoció a Jorge Bergoglio.

Acerca de su vínculo con el hoy papa Francisco, habló con Raúl Acosta, por LT3, de Rosario:

-Tu relato con el padre Bergoglio es realmente interesante. ¿Cómo lo conociste?

-Lo conocí cuando yo era estudiante. Lo conocí cuando era seminarista de la diócesis de La Rioja y fuimos con dos compañeros más a terminar los estudios en Buenos Aires y paramos en el Colegio Máximo de San Miguel, que es el colegio de los jesuitas. Fuimos a terminar lo que nos faltaba de teología y ahí lo conocimos a él cuando era provincial de los jesuitas y residía ahí.

-¿Eso que año era?

-Debe haber sido año el año del golpe.

 -En el '76.

-Sí, por ahí. 75 debe haber sido.

-¿Cuándo lo volvés a encontrar?

-Después siempre mantuvimos una relación, salvo en el tiempo en que dejó de ser provincial (N. de la R.: en la jerga de los jesuitas, el provincial es el responsable  de la Provincia Argentino-Uruguaya de la Compañía de Jesús), desapareció un poco de la vida normal digamos. Creo que estuvo en Córdoba. Pero, después, siempre mantuvimos una relación cercana, a veces a través de otros sacerdotes.

-Él creo que participa contigo en un hecho duro, difícil.

-En una oportunidad, yo viajaba a La Rioja para la celebración de un Aniversario de monseñor (Enrique) Angelelli (porque yo soy sacerdote  en La Rioja) y ahí me encuentro con monseñor (Fernando Carlos) Maletti, obispo de Bariloche, fortuitamente en el colectivo, Allí conversamos de mil cosas, en torno a la vida y muerte de monseñor Angelelli. En ese intercambio de ideas -por supuesto que él también lo conoce a Bergoglio-, salió el tema de los comentarios que había…

-Que lo acusaban de ayudar a los militares.

-Eso mismo. Yo en ese momento le trasmití mi experiencia, yo había vivido con él porque vivíamos en el mismo edificio, y que había tenido una experiencia muy linda con él, porque nosotros éramos seminaristas y nos sentimos muy desamparados, y él no tomó bajo su protección, nos cuidó y nos ayudó a seguir adelante. Que a pesar de tantos comentarios, que siempre estuvieron de alguna manera presentes, en cuanto a su participación en la dictadura, mi experiencia era otra, yo había visto que había ayudado a mucha gente a salir del país en un momento que había tanta gente desaparecida. Había visto personalmente cómo en el Colegio Máximo se escondía gente para preparar la documentación y todo lo necesario para hacerla salir del país. Eso lo había visto yo, había sido mi experiencia.

-Monseñor aceptó tus dichos.

-Monseñor Maletti le dice a Bergoglio "Me parece bueno que hagas público esto que me contaron, que te defiendas, porque es bueno que se sepa la otra cara de la moneda". Por eso, en un librito de Perfil, lo cuenta como una anécdota. Y bueno, cuenta que habíamos estado en el Colegio y que, de pronto, él se convierte en alguien que nos acompaña en ese proceso.

-Concretamente, después del asesinato de Angelelli, él los protege del posible secuestro.

 -En aquel momento yo era seminarista, pertenecía a la diócesis de La Rioja, una que fue muy golpeada.

-Sí, conozco. Estuve por el '73 con el padre Ramos.

-¿Vicente Ramos?

-Sí.

-Sí, lo conocí. Yo era seminarista, al poco tiempo que llegamos a La Rioja estuvimos viviendo con Vicente Ramos.

-Él recibía muchos chicos de Buenos Aires. Pero volvamos: Bergoglio es prácticamente quien, permitime decirlo a mí, les salvó la vida.

-No sé si nos salvó la vida porque no estuvimos en una situación tan tan difícil, la situación en general era difícil. Él asumió la paternidad sobre nosotros, en el sentido de cubrir ese espacio de soledad que había quedado con la muerte de monseñor Angelelli. Digamos, nosotros éramos sus seminaristas, él personalmente nos había llevado a vivir allí.

-Pero vos me estás dando constancia que él a mucha otra gente la ayudó.

-Te estoy dando constancia de lo que yo vi. Los jesuitas en ese momento tenían toda una organización para ayudar a gente a salir del país.

-¿Te seguís viendo con Monseñor?

-Sí, por teléfono seguimos charlando. Lo vi en La Rioja unos años atrás donde él estuvo en una visita precisamente para una fecha de monseñor Angelelli, que fue una de los aniversarios, y ahí fue una de las últimas veces que lo vi personalmente pero sí seguimos charlando por teléfono. Él fue a predicarnos cuando yo me ordené sacerdote.

-¿En qué año te ordenaste?

-En el año '78.

-¿Allá en qué lugar ejercés?

-Ya hace como 7 años que estoy acá. Pero estuve en Chepes, después en Chamical. Y después los últimos 2 años, hasta que me vine, estuve en la Capital, en la parroquia de Fátima.

-Y ahora está en los pagos de tu madre.

-Ahora estoy Villa Eloísa. Cuidando a mi vieja y de paso, pueblo chiquito, atiendo como sacerdote.

-¿Cómo está tu corazón al saber que el Papa es una persona que fue tu padre espiritual en el seminario?

-Es una alegría, porque creo que él le puede aportar a la Iglesia todo un cambio que uno espera. No quizás el cambio que muchos esperan, pero sí un cambio desde una visión distinta, desde la cercanía, siempre fue muy pastor, un obispo muy allegado a sus sacerdotes en Buenos Aires. Una persona muy simple, creo que el nombre que eligió tiene que ver con eso. Ojalá sea un Francisco, que reformó la Iglesia, poner toda esa cuota de credibilidad y de cercanía a Dios. Es una alegría poder vivir este acontecimiento y esta experiencia. Y también la oportunidad de decir lo que me pasó a mí. Yo no estoy en contra de nadie, veo comentarios a veces muy negativos, pero también digo, en aquellos momentos tan difíciles los que los vivimos sabemos que no era fácil pararse y vivir o sobrevivir, las circunstancias que vivía el país en aquellos  momentos. Me parece que es bueno rescatar este aspecto de la vida de él a partir de la experiencia que yo tuve.

© Publicado el viernes 15/03/2013 por http://www.urgente24.com