Cuando Macri era Gardel y Argentina Disneylandia…
22/10/2017: Cambiemos festeja su triunfo
sobre Cristina Kirchner. Fotografía: CEDOC / PERFIL
La gran promesa incumplida de Macri es terminar con la inflación, ya que
sin ella se reduciría la pobreza y el déficit fiscal.
© Escrito por Jorge
Fontevecchia el domingo 01/07/2018 y publicado por el Diario Perfil de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Se acabó. Así como Mascherano, al
terminar el partido con Francia (derrota que inevitablemente deviene en
metáfora), dijo “se acabó: a partir de ahora pasaré a ser un hincha más” y
Federico Sturzenegger analiza volver a Harvard a ser profesor, algo se acabó
para el conjunto del Gobierno.
El mismo que proyectaba su sucesión
en 2023, en noviembre, cuando Macri era Gardel y Argentina Disneylandia. Para
comenzar, se acabó un tipo de relato: por ejemplo, sería difícil hoy para el
polémico diputado Fernando Iglesias taparles la boca a opositores con cifras positivas,
como vino haciendo en tantos programas durante la campaña electoral 2017.
Pero no dilapidaron gran parte del
capital político que construyeron al derrotar a Cristina por los errores
cometidos en estos seis meses. Vale siempre recordar que nunca el capital es
tan grande como se cree después de cualquier triunfo: en política, todos se
ilusionan con la perennidad después de ganar dos elecciones seguidas. Además,
podía ser previsible que muchos poderes que apoyaron a Macri, para que venciera
a Cristina, cumplido ese trabajo pasaran a tener otras prioridades
El error del cambio de metas de
inflación en diciembre último es parte de una cadena de equívocos que arranca
durante la campaña de 2015, cuando en múltiples apariciones en los medios Macri
repetía que bajar la inflación “es lo más fácil”, partiendo de los errores de
sus dos principales economistas: Alfonso Prat-Gay y Federico Sturzenegger. El
primero, al sostener que los precios de los alimentos al final del cepo ya
habían asumido el valor del dólar blue, un 50% mayor que el dólar oficial. Y el
segundo, sosteniendo que el aumento de tarifas no solo no era inflacionario
sino que era desflacionario porque, al deber pagar más por los servicios
públicos, la gente iba a tener que comprar menos otros productos, los que no
iban a poder aumentar porque se quedarían sin consumidores.
No había un plan económico porque el
plan político era ganar siempre las elecciones.
Lavagna, con más experiencia en la
economía real, explica exactamente lo opuesto: cierto grado de recesión no
reduce el aumento de precios sino que es inflacionario para las pymes porque el
dueño de una pequeña empresa o comercio, al reducírsele la cantidad de
compradores, la única forma que tiene de sobrevivir es dividiendo el costo fijo
entre menos unidades vendidas, o sea, aumentando más que la inflación hasta,
claro, cerrar pero no sin pelearla.
Independientemente de la cuestión de
fondo y a pesar de que las metas de inflación fueran incumplibles, fue un error
político anunciar su cambio en diciembre de 2017, como si se tratara de algo
importante, cuando tampoco podían subir la meta a un valor verosímil porque ya
habían votado el presupuesto y anunciado una pauta de paritarias del 15%.
Quedó claro que el objetivo de esa
puesta era otro: que los triunfadores en una interna del Gobierno anunciaran la
devaluación del propio Sturzenegger y producir el primer salto del precio del
dólar justo cuando se venía aumentando la tasa de interés en Estados Unidos y
ya había señales sobre cuánto la sequía podía reducir nuestras exportaciones.
Todos los errores tienen un elemento
en común: soberbia y excesiva autoconfianza. La psicología podría explicar cómo
el haber tenido una vida afortunada produce en las personas cierta
sobreestimación de las propias capacidades. No sería el caso de Dujovne:
comentan en Gobierno que fue ascendido de ministro de Hacienda a virtual
ministro de Economía porque ya probaron que lo podían mortificar y no se
rebelaba. Del mejor equipo de los últimos cincuenta años quedaron en el camino
Prat-Gay, Melconian, Sturzenegger y Aranguren, y sobrevivió, pero como
presidente del Banco BICE, Pancho Cabrera, casualmente por su disciplinamiento
“al equipo”.
Al FMI le importa menos que en 2021 la
inflación sea de un dígito que en 2019 pierda el populismo
Se podría decir que no hubo ministro
de Economía porque no hubo plan económico, pero sí hubo un plan político:
jibarizar al kirchnerismo incentivando y aprovechando el repudio que generó con
sus abusos de todo tipo. Y aún hoy el plan político del Gobierno es competirle
a Cristina Kirchner en 2019 en un ballottage. Pero “la droga Cristina”, que
hace al Gobierno más potente, tiene efectos secundarios.
Los del pasado, cuando, con tal de
ganarle en 2017, desatendieron la lucha contra la inflación cebando
electoralmente el crédito, planchando artificialmente la corrección del dólar y
siendo igualmente populistas que todos los demás gobiernos al hacer un año de
agua caliente (el de las elecciones) y otro de agua fría, y destruir valor por
esa propia ciclotimia.
Más el efecto secundario futuro: no
contribuir a la creación de una oposición peronista sensata que pudiera ser
alternancia de gobierno, algo que alguna vez tendrá que ser inevitable, como
reconoció con sinceridad el jefe del bloque de diputados del PRO, Nicolás
Massot, quien por ser la mano derecha de Emilio Monzó tampoco es de los
disciplinados “al equipo”. Massot fue más allá esta semana al decir: “En el
peronismo hay buenos cuadros que han ayudado a mejorar los proyectos” de
Cambiemos.
La gran promesa incumplida de Macri
es terminar con la inflación, ya que sin ella se reduciría la pobreza y el
déficit fiscal, porque los países que pasaron de alta a baja inflación
crecieron notablemente más. Y más allá de que el acuerdo con el FMI prevé bajar
la inflación a un dígito entre dos y tres años, el problema estructural de 2015
continúa: la mitad del gasto público está indexado por la inflación anterior, y
hay paritarias libres que también se guían por la inflación anterior.
Llevaría bastantes años con
paritarias por debajo de la inflación, o una severa recesión que duplique el
desempleo, llegar a tener un dígito de inflación sin un plan heterodoxo
(palabra que al Gobierno escandaliza) que de alguna forma desagie la inflación
pasada para los precios futuros.
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