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jueves, 8 de noviembre de 2012

8n, Los usos de la protesta... De Alguna Manera...

Los usos de la protesta...

Bandera de la República Argentina.

Alcances e implicacias de la manifestación conveocada para el día de hoy en la República Argentina


Himno Nacional Argentino interpretado por Juanjo Dominguez.

La capacidad de liderazgo

Algunos dirigentes políticos pretenden presentar la marcha de este 8-N (N de negatividad) como un hecho necesario para evitar un 7-D (democracia, diversidad). “Con un gran 8-N no hay 7-D”, circula por las redes sociales. Estos dirigentes que promueven la participación “espontánea” no irán a la marcha. ¿Por qué? ¿Será acaso una movilización con claro tinte desestabilizador? ¿Será por ello que verían dificultoso, en el futuro inmediato, presentarse como parte de la democracia?

Lejos ya de discutir la libertad de empresa y menos aún la de prensa, van sincerándose los negocios fraudulentos, las especulaciones económicas y se reconocen los vínculos de subordinación de esos dirigentes con los grupos de poder concentrados. Se sincera también su incapacidad de ser líderes políticos. No hay dudas de ello.

¿Pero qué es el liderazgo político? Lejos de identificarlo con teorías que lo presentan puramente como un atributo personal, lo considero propio de las relaciones sociales y sus tensiones, y en un sentido restringido del término: para el ejercicio de una influencia positiva en la sociedad. Ya desde la filosofía política antigua se hace referencia al líder como quien trabaja con otros y en pos de alcanzar la felicidad plena y el bien común de la sociedad. Desde la sociología, Max Weber hace hincapié en comprender el liderazgo como una relación social en la que distingue distintos tipos, pero en todas hay una aceptación y adhesión de los seguidores a la legitimidad construida. Por mi parte, diferencio también entre los gobernantes administradores y los líderes. Mientras los primeros obtienen resultados dirigiendo las actividades de los demás y sus metas son la “eficiencia y la eficacia”, los segundos, además, son estadistas con propósitos definidos e interpelan y convocan a los demás sujetos a hacerlos realidad para la transformación social.

Los liderazgos políticos fuertes como los de Mao, Fidel, Perón, Chávez, Lula o Kirchner proyectan la legitimidad que los sustenta hacia una resolución de la conflictividad social y tienen capacidades organizativas-instrumentales en tanto conducción de las masas, movimientos o partidos, para el anclaje y desarrollo de sus medidas políticas, ampliando aun más su legitimidad. Los líderes débiles no pueden o quedan a mitad de camino.

La conjunción de las virtudes del pensamiento abstracto científico de la política y su consecuente materialización determinará el éxito o no de sus acciones y su trascendencia en la historia de un pueblo. El liderazgo va más allá de un momento determinado, de una frontera geográfica, se crea y se recrea en la propia historia.

Hoy, nuestra Presidenta, consciente del rol que tiene su liderazgo, exporta un modelo político. Lo hace en la ONU y da cuenta de la experiencia argentina que durante los años ’90 ofició como conejillo de Indias de las políticas neoliberales. En 2003, Néstor Kirchner, en el mismo ámbito, sostuvo que Argentina necesitaba una oportunidad para crecer porque “los muertos no pueden pagar sus deudas”. Desde entonces se implementaron los programas de política social más importantes de Latinoamérica que posibilitaron un crecimiento por demás significativo.

Esa visión compartida con Néstor, esa proyección-acción, es lo que transfiere nuestra Presidenta en cada asamblea, en cada foro internacional, para no continuar repitiendo recetas del pensamiento dominante que inevitablemente traen como resultado más desigualdad y más pobreza. Grecia y España son un claro y triste ejemplo. Los espacios referenciados y sus integrantes tienen una temporalidad, por ello Cristina suma un nuevo desafío: poner en valor las ideas-acción en algunos importantes centros de formación política donde se debaten y construyen nuevas corrientes de pensamiento.

La importancia de tener una verdadera líder política como Cristina Fernández de Kirchner, y no sólo un gobernante administrador, se sustenta, por ejemplo, en ese tipo de acciones. Los líderes trascienden tiempos y fronteras y su acción política va más allá de los períodos constitucionales porque su impronta se eterniza a la luz del reconocimiento y el amor de su pueblo. Por eso, frente a esta líder, podrán existir tantos 8-N como tapas de Clarín. Siempre nos encontrarán acompañando y trabajando junto a Cristina, unidos, solidarios y organizados.

© Escrito por Gustavo Oliva, Senador de la Provincia de Buenos Aires (FpV) y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 8 de Noviembre de 2012.


Caceroleo y golpismo

No todos los caceroleros son golpistas, afortunadamente. Pero todos son usados por el golpismo. Veamos, si no, la estrategia planteada por Gene Sharp, estratega del “golpe de Estado blando” (estilo Paraguay u Honduras) y muy probable agente de la CIA. El define diversos “momentos”, crecientes en intensidad, de esa estrategia para voltear gobiernos democráticos. Transcribamos sus puntos principales, que cualquiera encuentra por Internet.

Primera etapa: ablandamiento (empleando la guerra de cuarta generación). Encabalgamiento de los conflictos y promoción del descontento. Promoción de factores de malestar, como desabastecimiento, criminalidad, inseguridad, manipulación del dólar, paro patronal y otros. Denuncias de corrupción, promoción de intrigas sectarias y fractura de la unidad.

Como se ve, todo esto está practicándose en la Argentina, muy obviamente viabilizado por algunos grandes medios de comunicación.

Segunda etapa: deslegitimación. Manipulación de los prejuicios anticomunistas o antipopulistas. Impulso de campañas publicitarias en defensa de la libertad de prensa, derechos humanos, libertades públicas.

Esto lo vemos diariamente en frases como “vamos a ser como Cuba” o “como Venezuela”, y en cómo se declara con total libertad que estaríamos en una supuesta situación de falta de libertad.

Tercera etapa: calentamiento de la calle. Generación de todo tipo de protestas, exponenciando fallas y errores gubernamentales. Organización de manifestaciones, trancas y tomas de instituciones públicas que radicalicen la confrontación.

Cuarta etapa: combinación de diversas formas de lucha. Desarrollo de operaciones de guerra psicológica y acciones armadas para justificar medidas represivas y crear un clima de ingobernabilidad. Impulso de rumores entre fuerzas militares y tratar de desmoralizar los organismos de seguridad.

Quinta etapa: fractura institucional. Sobre la base de las acciones callejeras, tomas de instituciones y pronunciamientos militares, se obliga a la renuncia del presidente. En caso de fracasos, se mantiene la presión en la calle y se migra hacia la resistencia armada. Preparación del terreno para una intervención militar o el desa-rrollo de una guerra civil prolongada.

Nada menos que a todo esto se está empujando al país. Y se lo hace bajo lo que León Gieco llamó “la pobre inocencia de la gente”. Porque es cierto que algunos que cacerolean estarán dispuestos a estos niveles de ataque, a liquidar las instituciones y llegar a enormes enfrentamientos en nombre de tirar abajo como sea al gobierno actual; pero ciertamente habrá una mayoría que no. La mayoría es inconsciente de que están siendo llevados por expertos en guerra psicológica a hacer exactamente lo que allá en el Norte los estrategas quieren que ellos hagan.

No se puede convencer de los logros del Gobierno a quienes no pueden verlos por prejuicios ideológicos. Por más que se muestre un presupuesto educativo multiplicado casi por tres, la entrega de computadoras para todos los niños y jóvenes escolarizados, las jubilaciones que han llegado a mucha más gente, los niveles de consumo y gozo de vacaciones para las clases medias como pocas veces se ha visto. Por más que se haya sancionado una ley de salud mental que es ejemplar, que se cuente con beneficios para discapacitados que existen desde hace más de cinco años, con una excepcional negociación de la deuda externa que frenó nuestra –antes– vertiginosa caída económica.

Ninguna razón convence a los que creen, desde su lugar de inscripción ideológica, que ayudar a los de abajo es “darles mis impuestos a los vagos”, que no reprimir la protesta social –claro, no la de ellos mismos sino la de los piqueteros– es demagogia y falta de control. Imposible que asuman que evitar la salida de dólares no es un atentado a la libertad, y que una dictadura jamás permitiría los derechos y garantías que hoy se ejercen.

Que hay problemas, los hay, los hay en cualquier país y en cualquier situación humana. Que el Gobierno podría comunicar mejor sus decisiones, por ejemplo, es evidente. Que debe intensificarse la lucha contra la inseguridad, es cierto. Que se pudo subir un tiempo antes el mínimo imponible sobre las ganancias, es verdad.

Pero la pretensión de que estamos en el peor de los mundos es absurda cuando tenemos estabilidad, se cobran salarios en dinero y a tiempo, se consume considerablemente por sectores medios y altos, se tiene una política exterior vigente y destacada, se negocia los sueldos en paritarias, se cuenta con una institucionalidad firme, se han mantenido niveles de crecimiento de los más altos a nivel mundial.

Por ello, está claro que hay profesionales de la guerra psicológica agitando el descontento. Su meta es la liquidación de la democracia en el país, como se ha hecho en Paraguay, y se ha intentado –hasta ahora sin éxito, pero con fuertes intentonas– en Bolivia o Ecuador.

Si este intento golpista tuviera éxito, lo que viene después no es difícil de adivinar. Revancha, país enfrentado de manera definitiva, espiral de violencia. Todos podrán recordar que el año 1955 no fue el tranquilo final que los enemigos del peronismo quisieron, sino el inicio de una crisis que atrasó al país –enfrentado en luchas intestinas– por casi veinte años.

Ojalá aprendamos. Que el cacerolazo se ponga a la altura de una protesta legítima y no al servicio de una operación golpista que algunos estrategas de la guerra ideológica manejan desde lejos.

© Escrito por Roberto Follari, Doctor en Filosofía; Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 8 de Noviembre de 2012.


La cacerola no se mancha

Mi cacerola de Zapiola (de mi asamblea de Zapiola y Lacroze), un modelo 2001 verde y sonoro, abollada pero sonriente en un estante de mi cocina, seguirá bien guardada este 8N, como lo estuvo el pasado 13S, esperando impaciente verdaderas desobediencias civiles contra el orden, la “normalidad” y el “modelo” neocolonial, en el país y la ciudad.

La cacerola no se mancha. Se reserva contra las Barrick Gold, contra los Monsanto, contra los negocios de CFK y Macri con las tierras públicas de la ciudad, y en fin, contra todas las CKorporaciones que los sirven (con C de Clarín o con K de Kanal 7) privadas, gubernamentales, partidocráticas, que expropian a los argentinos de sus bienes públicos y de su Estado, profundizando (en la Cordillera, la Pampa, las metrópolis) un modelo neocolonial desarrollista, extractivista, que expropia a los argentinos de sus bienes comunes, de su soberanía económica y también de la política, entendida como ejercicio soberano y participativo sin cheques en blanco ni delegaciones.

No, este 8N no tiene nada que ver con eso; es un circo dirigido no contra lo peor, sino contra lo mejor (en realidad o en intención) de este Gobierno. No nos usarán para cacerolear contra la política de derechos humanos y de memoria, universalmente ejemplares; ni contra la ley de medios (de la que sí exigimos su plena aplicación antimonopólicka completa a favor de las mil voces plurales de la sociedad civil); ni contra la Asignación Universal por Hijo, tímido inicio enrumbado hacia un verdadero Ingreso o Renta Básica de Ciudadanía, universal, incondicional, mínimo, vital y móvil, para todas y todos, de la cuna a la tumba.

Este 8N, donde tampoco habrá sesión en la Legislatura (¿una forma de adhesión?), estaremos participando comprometidamente en el encuentro de Camino Colectivo, un espacio de militancia productiva donde concurren emprendedores de la base social, cooperativas, mipymes, huerteros, productores y ferias agroecológicas de comercio justo, muchos técnicos y especialistas con vocación de servicio social y público. Un lugar donde se busca impulsar una red de saberes y productores que prefiguran los valores estratégicos de un verdadero modelo social argentino; un espacio que debemos al talento generoso y compromiso militante de Enrique Martínez (ex presidente del INTI) y a la sintonía espontánea de muchas decenas de actores diversos, muchos de los cuales también mantienen sus cacerolas en remojo. Hoy haremos muchas cosas, hablaremos desde los valores estratégicos de cómo “industrializar la ruralidad” en serio, agregando valor a las cadenas productivas locales. Y el miércoles 14, en la propia Legislatura, en otro encuentro organizado por nuestro equipo legislativo Verdealsur, hablaremos de agroecología urbana, y también de “ruralizar la urbanidad”, de construir otra ciudad posible, en otro país posible, libre de colonialismo neodesarrollista minero, agribusiness, libre del monocultivo de la soja como del cemento. Con energías limpias y descentralizadas; con reducción de consumo alienante, compostaje y reciclado de residuos, transporte social limpio, reforma agraria y urbana que permita repoblar el territorio, entre tantas medidas estratégicas de un verdadero proyecto (pluri)nacional, (eco)popular y democrático de participación directa. En esa vigilia está mi cacerola de Zapiola.

© Escrito por Pablo Bergel, Doctor en Filosofía; Sociólogo, Legislador Porteño. y publicado por el Diario Página/12 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el jueves 8 de Noviembre de 2012.





lunes, 29 de octubre de 2012

8N... De Alguna Manera...


8N...


El 8 de Noviembre habrá mucha gente protestando. Probablemente, más que en todas las otras movilizaciones anti K y más que nunca antes contra ningún otro gobierno. Pero quienes participarán no se sienten motivados por ningún candidato de la oposición.

Las encuestas muestran que los más de veinte puntos de aprobación que perdió Cristina Kirchner en el último año no engrosaron el caudal de ningún otro candidato. Además Macri, el más conocido opositor, también perdió aprobación. Y Scioli recuperó lo que había perdido cuando no pudo pagar el medio aguinaldo, pero respecto de hace un año está básicamente igual.

Macri y Scioli son los dos principales aspirantes a suceder a Cristina Kirchner. Ambos tienen una estrategia similar, pero basada en un diagnóstico económico opuesto. Más allá de esta semana (foto con Moyano y aborto vetado), Macri supone que no tiene que hacer mucho, que debe salir a confrontar lo menos posible y no “gastarse”, porque cuando la economía estalle la presidencia caerá en sus manos por ser el único referente del antimodelo. Scioli también cree que no tiene que confrontar ni “gastarse” en riesgosas movidas políticas, haciendo lo mínimo necesario, porque cuando el kirchnerismo vea que no habrá re-reelección la presidencia caerá en sus manos porque es el único candidato que no se opone al modelo electoralmente triunfador.

También comparten no ser ninguno de los dos de centroizquierda –Macri es de centroderecha y Scioli de “centro”–, tener mejor aceptación en la clase media –donde se concentra el núcleo duro de la protesta del 8N–, y que para alcanzar la presidencia precisan del PJ.

Probablemente la sucesión sin escalas de Menem y Kirchner haya tensado al PJ al punto que pueda dividirse de forma permanente. Que haya un kirchnerismo sin Kirchner que represente el espíritu de la izquierda peronista inspirada en las ideas de los años 70, y otro peronismo que se le oponga, más tradicionalista, sindical y clásico.

Pero que la Presidenta pierda una parte significativa de su aprobación y ese efecto reiterado no se canalice hacia nadie más puede ser también un síntoma anticipado de un cambio disruptivo en el orden político partidario futuro. Un vacío partero al estilo del Big Bang, que de explotar daría nacimiento a una nueva geografía política.

Y también está el peligro de que ese vacío sea llenado por violencia, de la cual Argentina tiene antecedentes penosos. A la vez, las desastrosas consecuencias que tuvieron los tiempos violentos de los 70 es la vacuna que nos viene permitiendo mantener la paz a pesar del nivel inédito de confrontación y agresión verbal.

Volviendo a Macri y a Scioli, otra apuesta sobre el futuro que diferencia sus estrategias es que Macri aspira a que un cisma divida al peronismo y una parte lo apoye (su acting con Moyano es el mejor ejemplo), mientras que Scioli aspira a que el peronismo no se divida y él sea la prenda de unión.

Se podría decir que para 2015 podría haber tres candidatos representando tres escenarios diferentes: que el peronismo se mantenga unido tras el kirchnerismo (re-reelección), que el peronismo se mantenga unido tras un candidato de conciliación de las dos alas que lo componen (Scioli), o que el peronismo se divida y una parte se vaya con Macri.

De alguna manera, el futuro de la política argentina se ordenará alrededor de la forma en que el peronismo resuelva la tensión entre sus polos. Ya sin el factor aglutinador que significaba Perón vivo, ¿podrán convivir para siempre en el mismo partido pensamientos tan diversos, diversidad que también fue lo que permitió su hegemonía? Trascendiendo la política, se podría decir que todas las hegemonías son inmanentemente inestables.

Es un indicador que los otros dos posibles candidatos peronistas de 2015 sean Massa y De la Sota, quienes también se ubican en el difuso espacio del centro pero claramente a la derecha del kirchnerismo y sin antipatías visibles con la clase media.

Que todos los candidatos peronistas, filoperonistas o empáticos con el peronismo sean de centro o de centroderecha puede atribuirse a dos causas: a que, después de doce años de kirchnerismo, se supone que necesariamente la fuerza del péndulo llevará los ánimos hacia otro lado pero, también, a que el espacio de centroizquierda peronista está ocupado por el kirchnerismo, que no deja crecer nada que no sea Kirchner, y elige delfines como Boudou para que claramente no haya sucesores.

Derecha e izquierda, como cualquier categoría de la política, son la simplificación explicativa de un fenómeno mucho más complejo, ya que en ninguna época la humanidad se sintió totalmente satisfecha con una sola perspectiva y el propio éxito de una corriente creaba sus opositores: morenistas o saavedristas, unitarios o federales, civilización o barbarie, personalistas y antipersonalistas (en la UCR respecto de Yrigoyen), sólo por citar casos argentinos.

En la película Carnage (en Argentina Un dios salvaje), basada en la obra teatral homónima de Yasmina Reza, y dirigida por Roman Polanski, se puede entender bien qué es ser de “derecha” en Estados Unidos (Partido Republicano) y qué es ser de “izquierda” (Partido Demócrata). La trama habla de dos matrimonios que se reúnen después de que el hijo preadolescente de uno le pega con un palo al del otro, y va escalando de la cortesía de los políticamente correctos a la carnicería (carnage) de lo políticamente real cuando comienzan a discutir. Ser de “derecha” en Estados Unidos sería ser como John Wayne (textual del guión), arreglarse solo, exigirles a los demás que también sean autosuficientes, no quejarse y ser un duro; mientras que ser de “izquierda” sería ser sensible, preocupado por los menos favorecidos, ser pacífico o tratar de controlar la agresividad. Polanski, que tiene cuentas pendientes con los EE.UU., le agrega a la agudez de Yasmina Reza, hoy en día la más internacional de los dramaturgos vivos, su propia acidez.

Pero demostrando que las categorías políticas son tan circulares como el yin y el yang, en la Argentina ser hoy de “derecha” es lo contrario a ser agresivo, duro e inflexible, porque ese atributo caracteriza al kirchnerismo. Entonces, quien se proponga como alternativa tiene que promover consenso, diálogo, pluralidad y concesiones recíprocas. Paz y amor, credo que profesa ancestralmente Scioli, y Macri después de la pasteurización de Duran Barba.

En la Argentina, el John Wayne en cierto sentido fue Néstor Kirchner, quien, si hubiera sido presidente en 2001, no habría renunciado como De la Rúa y habría resistido a los tiros devaluando o lo que fuera necesario. ¿Querrá la Argentina de 2015 un(a) duro(a) o un(a) blando(a)? Hay tanto miedo a la debacle, a volver a perderlo casi todo como en 1989 y 2002, que hace un año los argentinos prefirieron lo conocido antes que lo mejor por conocer. El futuro es impredecible.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el vienes 26 de Octubre de 2012.



domingo, 21 de octubre de 2012

¿Dos Bandos?... De Alguna Manera...

Motivos insólitos para el 8N...

 8 de Noviembre de 2012. 8N

Durante mi visita a Buenos Aires hablé más de kirchnerismo que en la suma de los últimos diez años. Era inevitable. Pero cuando en una sobremesa familiar se empezó a hablar de “los dos bandos”, supe que mi participación era imposible. Quedarme callado no era una opción; no suele serlo porque no me aguanto, pero en este caso era más difícil, porque me hacían preguntas. Objetar las supuestas bondades del kirchnerismo y/o defender posturas del bando opositor que considero inexistente era tentador, pero fútil porque –justamente– no hay dos bandos. Me limité a decir esto último y me fui, con la esperanza de dotar mi ausencia de algún sentido didáctico. No sé de qué habrán sido equidistantes después; es muy difícil ser equidistante cuando hay un lado solo.

El tenembaumismo, incluso en sus encarnaciones de entrecasa, insiste en ser salomónico para salvarse. Pero sólo se puede ser salomónico si hay dos extremos en pugna. Si hay uno solo, las únicas posibilidades son: tener una opinión clara sobre el fenómeno o prescindir de ella. Esto es un lujo que el progresismo no puede permitirse, no al menos sin retroceder, reconocer sus errores, pedir disculpas, tres cosas que no están acostumbrados a hacer.

Sabemos que no hay dos bandos. Así como no soy del bando del vecino si vamos juntos a la municipalidad cuando se cae un árbol, tampoco me contagio si el 8 de noviembre salgo a la calle con gente que cree en la existencia de los duendes. Lo que hay es un problema, tenemos un problema que queremos resolver. Si se te queda el auto en el barro y Cecilia Pando quiere ayudar, no veo cuál es el inconveniente en dejarla que empuje y darle las gracias. Siempre y cuando no tengamos que firmarle un petitorio antiabortista a cambio; por suerte no es el caso.

El grueso de la oposición alienta –a los ponchazos, porque son muy brutos y ni siquiera eso hacen bien– la idea de que la única manera de resolver este problema, el que tenemos ahora, es mediante la construcción de una alternativa política viable. Vengo a decirles que eso es mentira.

No sé a ustedes, pero a mí me importan muy poco el agonismo, El Eternauta, la pasión según Sandra Russo, el peronismo, el antiperonismo, la patria y la liberación. Puedo vivir sin ellos. Es más: reclamo mi derecho a vivir sin que ellos se me impongan como dogma, eso es justamente parte del problema que hay que resolver.

No nos debemos la construcción de un sistema ideológico alternativo; eso es algo que uno hace si tiene ganas, y si no tiene ganas no lo hace, no es obligatorio. Si bien es cierto que sería bueno contar con partidos políticos más o menos votables que pudieran después gobernar como en cualquier país normal, no dependemos de ellos para reclamar derechos. Es entendible que ellos pretendan que los esperemos hasta el improbable día en el que decidan representarnos, pero para algunas cosas ya no podemos seguir esperando.

Es cierto: no son las más urgentes. Esas cosas –paradoja– nos acompañan desde hace mucho, en la forma de bultos durmiendo en la vereda, nenas de seis años vendiendo flores por la calle, mil caras de la pobreza por las cuales somos incapaces de manifestar en un contexto que las naturalizó todas bajo el impermeable paraguas populista. Es dificilísimo. ¿Qué hacés? ¿Llevás un pobre a la plaza? ¿Y por qué nos escucharía un gobierno que miente sistemáticamente sobre los índices de pobreza?

No todos los manifestantes tendrán la misma educación o sensibilidad social. Cada uno irá por lo que pueda, por lo que crea más pertinente, en un experimento que puede salir mal pero debería salir bien si entendiéramos –la oposición incluida– que todos los reclamos confluyen en el mismo: se le pide a un gobierno que no haga lo que no corresponde. Que no mate, ni mienta, ni oprima, ni robe, ni amenace ni pretenda imponer a los ciudadanos ideas, símbolos y prácticas que, en democracia, sólo pueden ser optativos. No es tan difícil de enunciar, y es bien fácil de entender.

© Escrito por Guillermo Raffo, escritor y cineasta y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 20 de Octubre de 2012.