“El fútbol que se ve es horrible”...
El escritor Juan Sasturain se alarma por la “involución” en el juego, aunque asume que cuando mira un partido termina como el Tano Pasman.
—Que te gusta mucho el fútbol, se sabe; que escribís sobre el tema y que sos fanático de Boca, también, pero hay una faceta tuya menos conocida: el Sasturain jugador. ¿Cómo eras?
—Me gustaba mucho. En Coronel Dorrego llegué a jugar en la Primera de Independiente, era delantero. Me acuerdo de que el día que debuté le hice un gol a Ferroviario. Le pegué desde afuera del área, con unos botines Fulvence que me quedaban un poco grandes porque mi viejo suponía que las patas me iban a seguir creciendo. En el ’63 salimos campeones de la liga de Dorrego. Al año siguiente me vine a Buenos Aires a estudiar, y como tenía un tío que laburaba en San Lorenzo me fui a probar. Después pasé por Independiente, estuve tres o cuatro prácticas. Al final fui a Lanús y quedé. En ese grupo todos teníamos 19 años, pero había un nene de 16, chiquito, que la rompía: era Ramón Cabrero.
—San Lorenzo, Independiente, Lanús: ¿viniste a Buenos Aires a estudiar o era una excusa para probarte como jugador?
—La verdad, vine a estudiar Letras, pero jugar al fútbol me gustaba mucho. Al final, la realidad eligió por mí. Es mucho más fácil recibirse de profesor de Literatura que jugar en Primera. Porque hay mucha diferencia entre jugar más o menos y jugar. Les cuento una historia: un día con el equipo de la Universidad fuimos a jugar un picado en Avellaneda, y no pude tocar una pelota. El que me marcaba me tenía de hijo, no me dejó pasar, no agarré una. Tiempo después lo reconocí, ese muchacho era Pancho Sá. Ahí me di cuenta de que hay un abismo entre los jugadores profesionales y los que más o menos jugamos.
—¿Y Boca, cuándo entra en tu vida?
—Siempre fui muy hincha de Boca, de pibe. Todavía guardo una camiseta que me regalaron a los cuatro años. Es chiquita, de piqué, una textura hermosa, y tiene manchas de comida. Me la regaló mi viejo en el ’49, cuando Boquita se salvó del descenso en la última fecha. En esa época, además de la continuidad de los colores, había una continuidad de las características de las camisetas. La de Boca era escote en V, muy pegadita al cuerpo; la de River era tipo camisa, mucho más amplia; la de Racing era como una chomba, con tres botones y cuellito. No existía esa necesidad marketinera que hoy está tan instalada de cambiar los diseños para vender más camisetas.
—¿Recordás la primera vez que pisaste la Bombonera?
—Fue cuando vine a Buenos Aires, en el ’64 o ’65, pero no me acuerdo del partido. Era un Boca maravilloso.
—¿Encontrás en el Boca de hoy alguna señal de aquel equipo maravilloso?
—¡No! Ocurre que el fútbol que se juega hoy me parece horrible. En la Argentina se está jugando muy mal. Y no porque me haya quedado en el tiempo, no soy nada nostálgico. Uno adquiere conceptos a través de una vida, son el resultado de la experiencia: si leíste cinco libros, la literatura son cinco libros, si leíste quinientos, la literatura son quinientos. Con el fútbol pasa lo mismo: podés decir las mismas pelotudeces, pero si viste muchos partidos tus referencias son más amplias.
—Sos pesimista por una cuestión de experiencia, entonces.
—No sólo por eso. Cuando ves a las selecciones juveniles, por ejemplo, te das cuenta de que todos juegan mejor que nosotros. Acá a los pibes les enseñan a marcar, a correr, a cuidar la posición y a hacer relevos en lugar de cómo manejar la pelota. Están formando jugadores de metegol. Estoy convencido de que lo que vemos o lo que se nos muestra o lo que nos vemos obligados a consumir como lo único posible es mucho peor que lo que se podría. Con estos mismos jugadores el fútbol argentino podría ser mejor. Hay una ideología, un concepto general de la competencia que tiende a deteriorar la calidad del juego.
—¿Vislumbrás que se puede cortar esta inercia?
—Espero que se revierta esta involución, porque está pasando y es grave. No aparecen jugadores y los que aparecen se van tan rápido que no hay posibilidad de que generen nada. Es como la soja en el campo, con el tiempo te termina cagando.
—Recién hablabas de ideología y parece inevitable hacer escala en Menotti y Bilardo.
—Es que existe una ideología del juego, que tiene que ver con los estilos, con los valores, con los conceptos. Hay un primer corte que es el de la legalidad. El resultadismo llevado hasta sus últimas consecuencias te saca de las reglas de juego porque justifica la transgresión, la trampa. Todo lo demás es discusión estética. Lo que sí es concreto es que el resultado, que sería el territorio lógico de aquellos que creen que justifica el deterioro del juego, es malo. Si me decís que ganamos cada copa que jugamos, lo discutimos pero no, al contrario: jugamos feo y perdemos, lo cual me parece saludable. Entonces, creo que habría que respetar ciertos conceptos mínimos: el cuidado de la pelota, el respeto por la libertad individual de los jugadores, no anteponer el esquema táctico a la aptitud de los jugadores ni las obligaciones a la posibilidad de jugar.
—Hacés más foco en los jugadores que en los equipos.
—Es que yo miro los partidos por los jugadores. En la Selección, cuando Messi juega mal, me entusiasma menos. Y a Boca me gusta verlo cuando está Román. Y prefiero que ganen los equipos donde hay buenos jugadores.
—Queda claro que sos muy crítico con el fútbol actual y que tenés reservas con lo que vendrá. ¿Esta postura te afecta como hincha?
—No, al contrario, estoy cada vez peor. Soy como el Tano Pasman. Afectivamente me comprometo muchísimo, y estoy cada vez más intolerante con las voces que me desagradan, con los comentarios pelotudos o tendenciosos. Si alguna vez les dijeron que con el paso del tiempo van a dejar de calentarse, les mintieron. Es una enfermedad que no se cura. Y está bien que sea así. Cualquier cosa, menos evolucionar hacia el cinismo. Podés ser escéptico, pero no cínico. Nosotros nos apasionamos con el fútbol porque creemos. No comemos vidrio, ojo, pero creemos que no todo está arreglado, creemos que hay equipos grandes que pueden descender, creemos que no hay intereses que manejan los partidos, por eso los miramos. Nos apasionamos porque creemos. Y eso hay que reivindicarlo. Si no, te dedicás a la Economía y te convertís en uno de esos soretes que están pronosticando la ruina todo el tiempo mientras se guardan la guita en el bolsillo.
© Escrito por Marcelo Rodríguez y Claudio Gómez y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 13 de Noviembre de 2011.